Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 feb 2017

Zelda Fitzgerald, mucho más que el mito de la primera ‘flapper’

Dos películas y una serie reviven la figura de la mujer que se convirtió en musa e icono de los locos años 20.

Zelda Fitzgerald
Christina Ricci en un fotograma de la serie en la que da vida a Zelda Fitzgerald.
Foto: Amazon Studios

 

Posiblemente, pocas parejas hayan hecho correr tanta tinta. A ritmo de jazz y charlestón, el escritor F. Scott Fitzgerald (El Gran Gatbsy) y su esposa Zelda Sayre se bebieron a excesos los locos años 20 y fueron definidos como “el príncipe y la princesa de su generación”.
 Ahora, tras décadas de páginas y biografías (algunas no autorizadas), la fascinación por esa relación de amor-odio que se profesaban salta a la pequeña y gran pantalla.
En el cine, Scarlett Johansson y Jennifer Lawrence se enfundarán respectivamente en la piel de la que fue considerada como “la primera flapper norteamericana”.
 Al mando de Ron Howard (Una mente maravillosa) Johansson se ha embarcado en una película titulada The Beautiful and the Damned (Los hermosos y malditos), que toma el nombre de la segunda novela del autor.
 Por su parte, Lawrence utiliza como punto de partida una de las biografías más célebres de la socialité, escrita por Nancy Milford, para explorar en el filme Zelda sus años de matrimonio.
El estilo de Zelda Fitzgerald (1900-1948), que fue el epítome de la mujer liberada de su época, salta a escena con Christina Ricci en una serie para Amazon Prime llamada Z: The Beginning of Everything.
 Un proyecto estético que ha supuesto todo un reto para Tom Broecker, su diseñador de vestuario, ya que se conocen rumores de lo que llevaba, pero sin evidencias que lo que realmente se ponía: “Fue una pionera porque no le interesaba la moda per sé, pero modeló un estilo para sí.
 No crea las tendencias, sino que las rompe” declaró Broecker el mes pasado.
Zelda Fitzgerald 
A la izquierda, imagen de Christina Ricci en la serie. A la derecha, imagen de la artista y socialité.
Foto: Getty/Cordon Press
Zelda Fitzgerald se convirtió en un icono de la era del Jazz por ser el vivo ejemplo de la transgresión. 
De la belleza sureña de tacones altos y melena larga y ondulada pasó al corte bob y a los vestidos rectos que restaban centímetros al bajo y centraban el corte a la cadera.
 En su Montgomery natal (Alabama), su actitud libre chocaba con la forma de vida tradicional imperante.
 Con la opinión contraria de sus padres sobre el propio Scott Fitzgerald, al que conoció en un club de baile y con el que decidió mudarse a Nueva York.
Borrachos de éxito (Scott acababa de vender su primera novela A este lado del paraíso), el joven matrimonio quiso formar parte de ese momento de escándalo y derroche.
 Zelda ayudó a modelar el vestido y comportamiento de las flappers, Scott era el cronista que las inmortalizaba en sus historias. Pronto se convertirían en una pareja de celebrities.
 Pero ella fue mucho más que esa estrella dorada de los años 20.
 En realidad, su vida sonrojaría a aquellos que la dibujaron como la tirana egoísta que llevó al escritor al fracaso y al alcoholismo y terminó loca en una institución mental.
 Therese Anne Fowler, autora de una de sus biografías más conocidas, reconoció hace unos años que se le rompieron los esquemas a la hora de empezar a investigar sobre Zelda porque se dio cuenta de que “casi todo lo que sabía de ella era erróneo”.

Zelda Fitzgerald
Scott y Zelda Fitzgerald formaron una de las parejas más idolatradas de la era del Jazz, pero su relaciónmuy turbulenta. fue muy turbulenta.
Uno de los (acertados) adjetivos que se utilizan para explicar su compleja personalidad es “diletante”, que resume las múltiples inquietudes artísticas de Zelda: se interesó por el ballet, que empezó a practicar a los 27 años (solo tres después le ofrecerían un papel en una obra de la San Carlo Opera Ballet Company) y le apasionó la pintura desde 1925 hasta su muerte.
 Su interés por la literatura sería una de las mechas que incendió su relación con Scott.
Habituales de recurrir a material autobiográfico para sus escritos, se acusaron constantemente de plagio
Cuando Zelda hizo una reseña en el New York Tribune sobre el segundo libro de su marido, le culpó de usar deliberadamente muchas de sus palabras: “En realidad, el señor Fitzgerald –  creo que es así como se escribe su apellido –  parece creer que el plagio comienza en casa” escribió. 
Sally Cline, otra de sus biógrafas, cuenta en su obra que Scott utilizaría discursos, diarios, impresiones y episodios mentales de Zelda para su propia ficción, y no siempre con consentimiento.
 Un ejemplo fue el título que dio nombre al libro A este lado del paraíso, extraído de una carta de Zelda, y un monólogo que incluye también en la novela.
 
Cuando ella publicó su obra Save me the Waltz, que acabó en cuatro semanas durante su estancia en un centro mental, Scott se puso furioso. 
¿El motivo? Zelda recurrió a material autobiográfico que él quería utilizar para su novela Suave es la noche.
 Cline habla de un encuentro entre ambos en 1933, mientras Zelda estaba interna, en el que él habría intentado prevenir a su mujer sobre escribir acerca de su matrimonio y su enfermedad mental.
 Si él tildaba sus esfuerzos literarios como “de tercera categoría” y le decía que “su vida en común era material suyo”, ella le acusaba de tener que depender de sus ‘migajas’ para tener algo sobre lo que escribir.






Junto a Ricci, David Hoflin es el encargado de meterse en la piel de F. Scott Fitzgerald en la serie de Amazon.
Foto: Amazon Studios
Ambos definieron su relación como “ominosa”. 
El turbulento matrimonio incluyó un lío en Riviera con un piloto francés llamado Edouard Jozan y la sospecha de que Scott estaba manteniendo una relación sexual con Ernest Heminway, según recogía un artículo de The Guardian hace unos años.







Zelda Fitzgerald pasó buena parte de su vida en centros mentales.
 La razón fue una esquizofrenia que le llevó a estar internada 15 meses, desde noviembre de 1930, en la Prangins Clinic de Suiza. Tres meses después de salir, Zelda tuvo una recaída y el escritor decidió contactar al dr.  Jonathan Slocum, dueño de una clínica exclusiva de Craig House, en Beacon (Nueva York).
 En la correspondencia que mantuvo con el doctor, Scott se acabó resistiendo al diagnóstico de la esquizofrenia: “creo que Zelda es más una mística sana que una realista loca” escribía.
 Sus cartas también hablaban de lo “inestables” que eran los hermanos de su mujer, al igual que ella , y la importancia que le daba al asma en sus recaídas.

Zelda Fitzgerald
Christina Ricci en un fotograma de la serie en la que da vida a Zelda Fitzgerald.
Foto: Amazon Studios

Junto a Ricci, David Hoflin es el encargado de meterse en la piel de F. Scott Fitzgerald en la serie de Amazon.
Foto: Amazon Studios

Existe cierto debate sobre la enfermedad real de Zelda. Npr recogió las impresiones del dr. Steven Buie, el último doctor médico del hospital de Asheville (Carolina del Norte) donde ella pasó sus últimos días. 
Más que una esquizofrenia, él pensaba que se trataba de un trastorno bipolar: “tenía periodos de depresión y podía tener otros de gran energía y creatividad”.
Una opinión parecida comparte Therese Anne Fowler, quien se negó a colgarle la etiqueta de “demente”.
 La biógrafa explicó que en la época de Zelda la esquizofrenia era una especie de cajón de sastre para una amplia variedad de dificultades emocionales.
 A menudo se aplicaba a mujeres que habían sufrido depresiones o agotamiento surgidos de circunstancias imposibles: “Zelda sufrió algunas crisis de salud mental y fue una mujer desinhibida y sin censura que no siempre pensaba antes de actuar, pero no estaba loca”. 
Zelda murió tras un incendio en el hospital a los 48 años, ocho después que su marido.
Zelda FitzgeraldZelda Fitzgerald

Melania Trump quiere preservar su imagen, no ganar dinero

Los abogados de la primera dama aseguran que “no tiene intención de utilizar su posición pública”, tras presentar una demanda contra un medio que la calificó como 'escort'.

Melania Trump, el pasado 3 de febrero. REUTERS

Un día después de presentar en una corte de Nueva York una demanda por difamación contra el periódico Daily Mail, Melania Trump ha tenido que aclarar que no tiene ninguna intención de ganar dinero aprovechándose de su nuevo puesto como primera dama de Estados Unidos.
 En la reclamación presentada contra el tabloide inglés argumenta ante los jueces que el artículo en el que se decía que trabajó como escort en los noventa ha hecho que su “marca haya perdido un valor significativo”.
“[Melania Trump] tuvo una oportunidad única, como una persona extremadamente famosa y conocida, además de como exmodelo, imagen de marcas y empresaria de éxito, de lanzar una marca comercial con varios productos, cada uno de los cuales podría haberle proporcionado relaciones comerciales multimillonarias durante los años en los que ella va a ser una de las mujeres más fotografiadas del mundo”, reza el documento presentado por sus letrados el lunes en una corte de Manhattan. 
Esas palabras hicieron que muchos se preguntaran de sus intenciones, y ahora sus abogados han querido acallar esos rumores. 

Richard Painteer, consejero durante la presidencia de George W. Bush sobre cuestiones éticas, dijo ayer que el lenguaje empleado en la demanda de Melania Trump demuestra “en una violación sin precedentes y clara de las reglas sobre el uso de su posición gubernamental para ganancias privadas.
 Esta es una situación muy seria en la que ella dice que tiene intención de hacer mucho dinero.
 Eso tendría que ser rechazado por la Casa Blanca o investigado por el Congreso”.
 Y ya ha tenido respuesta. “La primera dama no tiene intención de utilizar su posición pública en beneficio personal.
 No es una posibilidad. Cualquier declaración en contra de eso está siendo malinterpretada”, es lo que han dicho los abogados de la mujer del presidente Donald Trump.

Por otra parte, el contencioso judicial que tenía abierto por la misma causas contra una bloguera ya ha sido cerrado. Melania Trump, de 46 años, va a recibir una “suma sustancial” de dinero de Webster Tarpley, a quien demandó por haber escrito que la exmodelo trabajó como escort en los años noventa en un club nocturno de Milán. 
Tras interponer una denuncia por difamación el pasado mes de septiembre en Maryland (EE UU), este martes ambas partes llegaron a un acuerdo judicial, aunque en el comunicado de los abogados de la primera dama no se especifica el dinero que va a recibir.
Donald y Melania Trump, en la gala anual de la Cruz Roja en Palm Beach la semana pasada.
Parece que como parte del pacto, Tarpley sí ha tenido que emitir una nota pública con sus disculpas:
 “Publiqué un artículo el 2 de agosto de 2016 sobre Melania Trump que estaba repleto de afirmaciones falsas y difamatorias sobre ella”. “No tenía una base de hechos legítima para hacer esas afirmaciones falsas y me retracto de ellas.
 Soy consciente de que fueron muy dañinos e hirientes para la señora Trump y su familia, y por consiguiente le pido perdón a ella, a su hijo, a su marido y a sus padres por haber hecho estas afirmaciones falsas”, admite en un comunicado divulgado por los abogados de la primera dama.
Melania Trump puso en septiembre una demanda contra la bloguera y otra contra el Daily Mail por publicar acusaciones similares de que trabajó como chica de compañía. 
Ambas partes ya se retractaron de sus informaciones al recibir ese primer aviso. 
El mismo día que ha alcanzado un acuerdo con la bloguera, interponía la misma demanda contra el diario británico en Nueva York tras ser rechazada su denuncia en Maryland, pues en Manhattan el medio tiene oficinas. 
Esa denuncia sigue su curso, y al tabloide británico le reclama 150 millones de dólares (141 millones de euros) con el argumento de que su artículo hizo que su “marca haya perdido un valor significativo”.
 Los abogados calculan que la primera dama ha perdido “millones de dólares” en oportunidades de negocio debido al daño que causó el diario a su imagen cuando se ha convertido en una de las mujeres más fotografiadas del mundo.

 

Inquietante extrañeza de David Lynch...................... Álex Vicente

Nicolas Bourriaud se adentra en Montpellier en los meandros de 'Mulholland Drive'.

'Field', del artista francomarroquí Hicham Berrada.
Teórico estrella y padre de la estética relacional, Nicolas Bourriaud formó parte del tándem que fundó el Palais de Tokyo, cuyas primeras muestras transformaron el paisaje del arte en París.
 Desde entonces han pasado 15 años y Bourriaud ha encontrado un nuevo refugio en Montpellier.
 Desde allí pilota La Panacée, nuevo centro de exposiciones que, junto a otro futuro museo que abrirá en 2019, aspira a colocar a la ciudad francesa en el mapa del arte contemporáneo.
Si hace una década su modelo era Berlín, erigida entonces en indiscutible place to be, Bourriaud parece inspirarse ahora en Los Ángeles, escogida prácticamente por unanimidad como nueva capital del arte.
 De manera lógica, sus primeras exposiciones indagan en la escena de la ciudad californiana: una monográfica dedicada a Tala Madani, iraní asentada en la Costa Oeste, y una muestra sobre la influencia de Mulholland Drive en el arte de los últimos tiempos.
La segunda exposición es la más estimulante.
 Recoge obras de artistas mayormente emergidos durante la década pasada, en quienes Bourriaud observa los mismos motivos y marcas de autor que contenía la inquietante película de David Lynch.
 Los 24 trabajos expuestos son un reflejo de la "inquietante extrañeza" sobre la que discurrió Freud, que emana de formas y objetos banales, pero con un enorme potencial enigmático.
 Por ejemplo, Dumpster (2014), del japonés Kaz Oshiro, también instalado en Los Ángeles, es un contenedor de basura que irrumpe en una sala oscura de geometría irregular, igual que las habitaciones que Naomi Watts exploraba, con un asombro beato y paleto, al descubrir su apartamento de estilo colonial en Hollywood.

Todos los artistas expuestos en la muestra admiten la influencia de ­Lynch. Wendy Jacob presenta volúmenes amorfos que respiran intermitentemente bajo una manta azul. Morgane Tschiember elabora cerámicas amordazadas y sometidas a algo parecido al bondage, y Rodrigo García propone una performance filmada que también indaga en el tema lynchiano de la monstruosidad que encierra lo cotidiano. 
También se inscribe en esa inquietud Max Hooper Schneider, estrella pujante de la escena angelina, que presenta un lavavajillas con vida propia al que ha titulado Cold War Dish­washer (2015). No hay un reflejo directo de la película, aunque sí los mismos enigmas irresolubles.
Para Bourriaud, estas obras ilustran una tendencia: una inesperada revivificación del surrealismo, al que muchos daban por enterrado. Este comisario tan adepto a adjetivar el arte lo ha rebautizado como "minimalismo fantástico". 
Los artistas de la muestra parecen buscar otros mundos que se esconden en este, pero su surrealismo tiene poco que ver con el que pregonó Breton.
 En un tiempo en el que el sueño ha quedado banalizado y agotado como objeto y como método, parecen recorrer al esoterismo y a eso que algunos denominan, con un vago sincretismo, como "energías".
Inspirada en el taoísmo, Jennifer Tee surte sus obras textiles de piedras mágicas, que remiten a la caja azul en la obra de Lynch. Ugo Rondinone dibuja círculos de colores que reinventan las mandalas budistas e hinduistas, cuya lenta y minuciosa realización parece invitar a la meditación trascendental. 
No queda muy claro qué persiguen estas prácticas, si no es la búsqueda de una identidad propia, igual que la amnésica Rita intentaba dar en la película, cual detective metafísica, con su auténtica personalidad.
 El conjunto resulta desdibujado y, a ratos, también frustrante. Exactamente igual que el modelo que lo inspira.
Retour sur Mulholland Drive. La Panacée. Montpellier. Hasta el 23 de abril.

 

¡A la hoguera!............................ Luz Sánchez-Mellado

¡Adónde vamos a llegar, hermanos! Villar no es la primera ni la última lapidada viva.

Esta feo que yo lo diga, pero tengo el verbo florido, el dedo rápido y la sangre caliente.
 Una combinación óptima para ciertos menesteres, no me quejo, pero letal para desenvolverse en las redes sociales.
 A ver, no soy nueva, hartita estoy de oír consejos para mantener un perfil sobrio, eficaz, eficiente, discreto.
 Pensárselo dos veces antes de lanzar tus sentencias al orbe, no alimentar a quien insulta y, sobre todo, ser consciente de que lo que sueltes por esas teclas quedará para los restos.
 Da lo mismo.
 En cuanto me siento atañida, entro al trapo como dicen que entraban los miura a la muleta.
 Cieguita perdida. Y, yendo o no a por lana, salgo en cueros. 
Pero bueno, habíamos quedado en que los periodistas no éramos noticia, salíamos con el neopreno puesto por si los esputos y las hostias nos iban en el sueldo.
 Hasta cierto punto.
A la colega Samanta Villar, reciente madre de mellizos, la han condenado a la hoguera algunas inquisidoras del Tribunal del Santo Oficio de las Madres Perfectas por afirmar que no es más feliz ahora que antes, que ha perdido calidad de vida y que, si llega a saber que ser madre era eso, igual se lo hubiera pensado más despacio.
 Horroris causa. ¿Qué será lo próximo? ¿Que diga que es mujer antes que madre y que a veces fantasea con devolver a sus niños por donde vinieron?
 ¡Adónde vamos a llegar, hermanos! Villar no es la primera ni la última lapidada viva.
 Hoy, cualquiera que disienta de la doctrina del otro, sea cual sea la doctrina y el otro, es llevado a la pira.
 Si fuera por debatir de todo y con todos, aunque fuese a cara de perro, perfecto.
 Pero me temo que casi siempre es para dejar su meadita en la cerca, lograr su nanosegundo de gloria, marcar su impronta en la tierra
. Lo dijo la otra tarde en la SER Francino, que no es porque sea uno de mis 10.000 jefes, pero a veces la clava, el jodío:
  “Estamos en el tiempo del yo, yo, yo y del ya, ya, ya”. Y, algunas, encima, vamos provocando.