Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 feb 2017

Ana Belén da una lección de estilo...................... Carmen Mañana

La ganadora del Goya de Honor brilla junto a Penélope Cruz en la alfombra roja.

 
La actriz y cantante Ana Belén, a su llegada a la gala de la XXXI edición de los Premios Goya. EFE
Colores suaves, faldas sirena, escotes palabras de honor. 
Cualquiera diría que las alfombras rojas —no solo la de los Goya— viven de espaldas a las tendencias. 
Año tras año, las actrices, o sus estilistas, se empeñan en repetir una fórmula que creen segura, pero que va perdiendo eficacia con el paso del tiempo. Cada vez resultan menos memorables.

Ana Belén demostró que, en la elección de vestuario, la experiencia también es un grado.
 A sus 65 años consiguió eclipsar a un ejército de jóvenes y lozanas actrices con su diseño de Delpozo.
 No era solo que la escultórica pieza equilibraba su fragilidad, sino que contaba una historia, la de su amistad con el fundador de esta marca, fallecido en 2011.
 Durante décadas, la actriz fue su musa y nada tenía más sentido que volver a vestir su firma para recibir el Goya a toda una carrera. “Hay un diálogo con este vestido. El hilo que me une con Jesús del Pozo es fuerte”.
 A diferencia de la bella Miriam Giovanelli, Ana Belén no olvidó que la peluquería puede destruir o salvar un estilismo.
Quizá Penélope Cruz no aportó la emoción que se le supone a estos eventos, pero sí actitud.
 Con su ceñido vestido negro de Versace y un moño que emulaba una media melena, demostró que juega en otra liga.
Pero si algo caracterizó la alfombra roja de este año ha sido el diseño español, en mayor número de habitual, y por el predominio del color blanco.
 En la combinación de ambos elementos estuvo la clave de la noche: María León y Antonia San Juan, de Juanjo Oliva; Leticia Dolera, de Alicia Rueda Costura; Cayetana Guillén Cuervo, de Santos Costura; y Belén Cuesta, de Pedro del Hierro. 
Solo Paz Vega, gótica e inquietante (en el mejor sentido de la palabra), apostó por un diseño negro de Jorge Acuña.
Cristina Rodríguez también fue a contracorriente.
 Pero cuando a una la nominan por duplicado al Goya al mejor vestuario —Tarde para la ira, No culpes al karma— ya no hay nada que demostrar.
 Solo queda disfrutar.
 Por eso, se calzó un diseño bipolar de Atelier Emilio Salinas, que le permitía, literalmente, ponérselo todo: falda corta, falda larga, rasos, hombros rococó; y uniendo las dos mitades de su vestido, un lujurioso escote. 
Siendo como es una profesional de la moda, no hay duda de que eligió esta prenda a sabiendas de que desencadenaría una catarata de críticas.
 Como poco, consiguió romper la monotonía de la alfombra roja.
Compitiendo con ella en escote, Cuca Escribano.
 Baste decir que, afortunadamente, cubrió su diseño con un chal bordado con un texto reivindicativo: “Más papeles femeninos”.

 Bueno Ana Belén está muy bisturizada y practicamente parece la hermana gemela de la Preysler que este año no fue porque el pasado debió aburrirse mucho y ver a lla competencia femenina se nota que no es de su agrado, ella siempre :La Reina soy yo.

Noche para el tesón de Raúl Arévalo....................... Gregorio Belinchón

Los Goya premian el empeño del actor por levantar ‘Tarde para la ira’, su primera película, en una noche en la que ‘Un monstruo viene a verme’, de Bayona, obtiene nueve 'cabezones'

El actor y director Raúl Arévalo posa con el Goya a la Mejor dirección novel por 'Tarde para la ira', en la gala de los Premios Goya. JUANJO MARTÍN (EFE) TVE/Quality

Los dos grandes triunfadores de la 31ª edición de los premios Goya, Raúl Arévalo y J. A. Bayona, llevan dentro el orgullo de ser chavales de barrio.
 De barrios populares, humildes. De esos que nacieron de la inmigración que en el franquismo abandonó en masa los pueblos y arribó a suburbios y ciudades dormitorio. 
Uno creció en el barcelonés Trinitat Vella; el otro, en Móstoles. Uno recuerda el impacto que tuvo en su niñez Superman. 
 El otro no es capaz de acordarse de su primera vez en una sala, pero sí de E. T. el extraterrestre y de ser el socio 131 del videoclub Iris, donde se hinchó a alquilar películas de Bruce Lee.

Anoche sus pasos se cruzaron de nuevo.
 El primero, el barcelonés, Juan Antonio García Bayona, se llevó nueve goyas con su tercer largometraje, Un monstruo viene a verme, entre ellos el de mejor dirección, en una ceremonia celebrada a tres semanas de que empiece el rodaje de su salto a Hollywood, Jurassic World 2.
El otro, el triunfador de la gala, Raúl Arévalo Zorzo, colocó su película Tarde para la ira en lo más alto, al obtener el galardón al mejor filme.
 El palmarés lo completaron los premios a mejor guion original, dirección novel (segundo cabezón para Arévalo) y mejor actor de reparto (Manolo Solo).
Arévalo soñó durante años con dirigir una película.
 En medio se cruzó la actuación, y a ella se dedicó, goya incluido por Gordos. 
 El proyecto de Tarde para la ira es un sueño acariciado durante nueve años.
 Y ese primer largometraje cierra en cierto modo un periodo de su vida, que comenzó a sus 11 años, cuando realizó su primer corto, Super Agente 000, en el mismo corral de la casa de su abuela (en el pueblo segoviano del que procede su familia, Martín Muñoz de las Posadas) en la que se rodó una de las secuencias inolvidables de Tarde para la ira.

Venganza en 16 mm

Al arrancar la ceremonia, el presentador Dani Rovira le dedicó esta frase: “Once nominaciones a la primera.
 Raúl, mete la segunda que el cine te lo está pidiendo”. Hasta que eso suceda, Arévalo puede estar tranquilo de haber hecho la película que quería: un thriller tallado en la venganza en súper 16 mm, un formato que no se puede revelar en España. 
Por ello, al acabar cada jornada, el material volaba a Rumania.
 Lo hizo así porque creía en esa estética, porque necesitaba que hubiera grano y sudor en la pantalla, secarral castellano y vecindario madrileño, que los personajes sonaran a reales.
Y la cosa le ha funcionado porque se ha rodeado de sus amigos, actores poderosos como Antonio de la Torre, Luis Callejo, Manolo Solo, Raúl Jiménez o Ruth Díaz. 
Y porque una productora, Beatriz Bodegas, de La Canica Films, hipotecó su casa para sacar adelante un proyecto sin una televisión privada detrás.

Tarde para la ira —esa película en cuya coctelera, más bien botijo, se mezclan Gomorra, los Dardenne, Jacques Audiard, Perros de paja y Carlos Saura— es el cuarto filme de un debutante que gana el Goya a la mejor película.
 Y lo ha hecho con un presupuesto de dos millones de euros. Nada comparados con los 25 con que ha contado Bayona para rodar Un monstruo viene a verme, que se llevó la mayor parte de sus distinciones en categorías de esas que se conocen como técnicas.
Emma Suárez, otro de los rostros de una noche en la que se escucharon llamamientos al Gobierno para que apoye más al cine español, reclamaciones de una mayor presencia femenina y reivindicaciones de índole laboral en el gremio de los actores, también sabe qué es bregar por su independencia. 
Suárez hizo doblete, algo que no había logrado ningún intérprete desde Verónica Forqué en 1987. Ganó dos goyas: como actriz protagonista por Julieta, de Pedro Almodóvar, y como actriz secundaria por La próxima piel, de Isaki Lacuesta. Habían pasado 20 años desde su primer cabezón por El perro del hortelano. “¡Hagamos películas!”, gritó desde el escenario.


 

Un nuevo miembro de la familia..........................Silvia Hernando

TODAVÍA NO vivimos en el año 2062, pero el futuro que auguraban Los Supersónicos, la serie de dibujos de Hanna-Barbera, ya se ha instalado en la realidad. 
Hace tiempo, de hecho, que los robots domésticos irrumpieron en muchos hogares, aunque ninguno con la gracia de Robotina, la adorable sirvienta de aquella familia animada.
 Con Kuri, recién presentado en el Consumer Electronics Show de Las Vegas, lo que entra ahora por la puerta es precisamente eso, un compañero, un nuevo ocupante de la casa capaz de aprender e interactuar con su propia personalidad, expresada con sonidos, luces y miradas.
. Preocupados por conferirle un aspecto agradable, desde la start-up Mayfield Robotics recurrieron a un exanimador de Pixar, creadora de entrañables androides como WALL·E, para diseñar sus movimientos.
 Así que Kuri, que se empezará a vender en EE UU a finales de año por 699 dólares (654 euros), pestañea, agacha la cabeza y, si procede, hasta hace ojitos a sus dueños.
 Este autómata, de algo más de seis kilos de peso y medio metro de altura, reconoce las voces y vigila el domicilio con su cámara. 
Sin chocarse, patrulla las habitaciones sobre tres ruedas. 
Si percibe algo extraño, como un sonido fuera de lo común, avisa vía iPhone.
 Si todo está en orden, para su regreso le pondrá un poco de música y leerá un libro a los niños antes de irse a la cama

Llaves, cuerdas, cadenas, sombreros….............Juan José Millás

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
EL PIE DE FOTO decía: “Carl Jung lee en su casa en Küsnacht (Suiza) en 1949”. Pero por Dios, ¿en qué parte de la casa? ¿En el salón acaso, en su despacho, tal vez en la cocina? No es fácil deducir, observando el entorno, en cuál de las habitaciones lo sorprendió el fotógrafo. 
Y vestido, por cierto, de traje, corbata y zapatos negros bien pulidos. 
Hay un contraste inexplicable entre su elegancia y las prendas que cuelgan de la pared. 
La disposición de los bancos, así como la mesa y la silla que se aprecia parcialmente en el primer plano de la imagen, sugieren que se trata de un sitio de estar.
 Pero de estar en qué postura.
 Desplacen la vista, si no, al conjunto de cuerdas y cadenas que parecen preparadas para una sesión de sado-maso. 

Carl Jung Reading 
 
Ve uno distraídamente la imagen en el periódico, y pasa de página, porque lo hacemos todo deprisa deprisa, siempre en busca de lo de detrás, pero cuando ha llegado ahí, a lo de atrás, se dice: coño, en esa foto ocurría algo. 
De modo que retrocede, vuelve a observarla y comprueba, en esta ocasión de manera consciente, que algo no encaja.
 Pero no encaja con la normalidad con la que no encajan los materiales de los sueños. ¿Jung leía normalmente en una mazmorra medieval repleta de símbolos como los que ­adornan las paredes? No es todo: fíjense en el manojo de llaves depositadas sobre la mesa.
 ¿Qué espacios abisales abrirán?, nos preguntamos.
 Y después se nos ocurre el pie de foto que habríamos escrito nosotros: “Carl Gustav Jung, vestido para ­recibir, lee y fuma en el fondo de su subconsciente”.
 Ahora ya podemos pasar de página.