Ser despedido del trabajo puede ser visto como un fracaso; pero también como una enseñanza y ocasión para empezar algo nuevo.
Muchos genios y creativos registran este trauma en sus trayectorias profesionales.
Pasar por la vida laboral sin haber tenido que hacer nunca el ejercicio de recoger tus pertenencias, vivencias, ilusiones y expectativas y ponerlas todas juntas en una caja de cartón para marcharse es como tener un corazón que jamás se haya roto, como no haber probado nunca lo amargo o el vacío de las horas que no se saben con qué llenar.
Pero, además, una trayectoria profesional en la que solo ha brillado el sol empieza a ser dudosa para muchos, por el simple hecho de que aprendemos más de nuestros errores que de nuestros triunfos; tenemos aventuras solo cuando abandonamos la seguridad de casa y llegamos a la cima únicamente si nos hemos atrevido a escalar la montaña.
Aunque el fracaso haya sido un tema tabú en casi todos los ámbitos de la vida y, especialmente y por la cuenta que nos trae en el del trabajo, es también materia de estudio en las escuelas y universidades.
El fracaso como modelo de adquisición de conocimiento, como experiencia, como moraleja y como perspectiva para ver la realidad desde todos los ángulos.
El fracaso siempre es más creativo.
Ninguna obra literaria se desarrolla si todo sale bien, si no existen los problemas, si los protagonistas son felices y comen perdices desde el principio porque, como dice la primera frase de Ana Karenina: “Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”.
Hace ya tiempo que Paul Iske, ex directivo de banca holandés, creó The Institute of Brilliant Failures (El Instituto de los fracasos brillantes) para reconocer los mejores proyectos malogrados, y cada año se entregan premios a desastres con resultados negativos, pero que hayan servido como reflexión.
Iske es también profesor en la Universidad de Maastrich y apuesta por normalizar el fracaso como parte de la experiencia y de la vida. Existe también lo que se llama el Museum of Failed Products (El Museo de los Productos Fracasados), en Ann Arbor, Michigan.
Una especie de supermercado en cuyas estanterías se almacenan productos que salieron al mercado en EEUU pero que no tuvieron éxito y, por eso mismo, fueron retirados.
Un lugar frecuentado por gente del mundo de los negocios, que buscan aprender de los errores del pasado.
Una de las piezas de este muestrario es el CueCat, un aparato lanzado en el año 2000 para escanear códigos de barras en revistas y derivar así al lector, directamente, a la página web.
Algo que hoy en día tienen casi todos los móviles que incorporan un lector de códigos QR, pero que en su momento fue interpretado como una extravagancia y, por lo tanto, como un fracaso. ¿Moraleja?, a veces el error consiste en lanzar un producto antes de tiempo o en ser excesivamente visionario.
La Harvard Business School, como muchas de las escuelas de negocios de todo el mundo, piden en su prueba de acceso a los futuros alumnos que escriban y detallen su mayor fracaso, del que más aprendieron.
En España, Albert Riba, empresario y escritor con títulos como Mamut o Sapiens, La parálisis que activa o Tropa Sapiens, (Empresa Activa), dirigidos a emprendedores y al mundo empresarial, ha creado el concepto de ‘currículum fracasional’, que es lo opuesto a lo que la mayor parte de la gente hace en Linkedin.
“Se trata de hacer un repaso de nuestros fallos laborales, entender por qué ocurrieron, las consecuencias que trajeron y la lección que aprendimos de ellos”, apunta Riba, “distinguiendo entre fracaso y error.
La segunda palabra suele gustarnos más porque duele menos”.
Este singular CV puede ser muy útil a todos aquellos que han vivido un despido y, entre las recomendaciones a la hora de redactarlo –además de “encerrarse en el baño con un paquete de pañuelos”- están, según Albert, las de “sinceridad, aceptación y la necesidad de cotejarlo con personas cercanas a nuestro entorno, pero objetivas.
Pueden ser compañeros de trabajo, jefes de recursos humanos o colegas.
El despido hay que afrontarlo con dignidad y eso requiere aceptarlo y comunicarlo a los demás, al menos a nuestros amigos cercanos. No vale decir que se nos ha acabado el contrato o que nosotros hemos dejado la empresa. Siempre es más digno reconocerlo que esconderse.
Entender los verdaderos motivos, y aquí puede que no siempre seamos lo suficientemente objetivos, es lo que hará que no volvamos a repetir los mismos fallos.
Lo malo no es cometer errores, eso es inherente a la condición humana, sino que éstos sean siempre los mismos”.
Foto: Gett
Grandes a los que también se les puso en la calle
Las razones de un despido pueden ser muchas. Algunas veces alejadas del tradicional argumento de que el trabajador no sirve para el cargo.
Tan malo es no valer como valer demasiado; ya que la perspectiva de alguien brillante, que puede desplazar a los altos cargos, es otra típica causa de despido en empresas regidas por personas inseguras y con miedo a perder sus puestos de trabajo.
Hace poco The Cut publicaba un artículo en el que famosas de todos los campos recordaban ese momento fatídico de sus carreras profesionales y analizaban los motivos. Anna Wintour, la temida directora del Vogue América, fue expulsada del Harper’s Bazaar y recomienda que “todo el mundo debe ser despedido alguna vez en la vida.
Es una experiencia de la que se aprende mucho”.
Para Sallie Krawcheck, CEO y cofundadora de Ellevest, una plataforma de inversión digital orientada a mujeres, “cualquiera que no haya sido despedido alguna vez es porque no se ha esforzado lo suficiente.
En tiempos de rápidos cambios, si no se han cometido errores notables en el camino es que no se han tomado decisiones, ni de negocio ni de carrera”.