Ser despedido del trabajo puede ser visto como un fracaso; pero
también como una enseñanza y ocasión para empezar algo nuevo.
Muchos
genios y creativos registran este trauma en sus trayectorias
profesionales.
A Anna Wintour la despidieron de la revista Harper's Baazar. Recientemente ha dicho que a todos deberían despedirnos alguna vez.
Foto: Getty
Pasar por la vida laboral sin haber tenido que hacer nunca el ejercicio
de recoger tus pertenencias, vivencias, ilusiones y expectativas y
ponerlas todas juntas en una caja de cartón para marcharse es como tener
un corazón que jamás se haya roto, como no haber probado nunca lo
amargo o el vacío de las horas que no se saben con qué llenar.
Pero,
además, una trayectoria profesional en la que solo ha brillado el sol
empieza a ser dudosa para muchos, por el simple hecho de que aprendemos
más de nuestros errores que de nuestros triunfos; tenemos aventuras solo
cuando abandonamos la seguridad de casa y llegamos a la cima únicamente
si nos hemos atrevido a escalar la montaña.
Aunque el fracaso haya sido un tema tabú en
casi todos los ámbitos de la vida y, especialmente y por la cuenta que
nos trae en el del trabajo, es también materia de estudio en las
escuelas y universidades.
El fracaso como modelo de adquisición de
conocimiento, como experiencia, como moraleja y como perspectiva para
ver la realidad desde todos los ángulos.
El fracaso siempre es más
creativo.
Ninguna obra literaria se desarrolla si todo sale bien, si no
existen los problemas, si los protagonistas son felices y comen perdices
desde el principio porque, como dice la primera frase de Ana Karenina: “Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera”.
Hace ya tiempo que Paul Iske, ex directivo de banca holandés, creó The Institute of Brilliant Failures (El Instituto de los fracasos brillantes) para reconocer los mejores proyectos malogrados, y cada año se entregan premios a desastres con resultados negativos, pero que hayan servido como reflexión.
Iske es también profesor en la Universidad de Maastrich y apuesta por
normalizar el fracaso como parte de la experiencia y de la vida. Existe
también lo que se llama el Museum of Failed Products (El Museo de los
Productos Fracasados), en Ann Arbor, Michigan.
Una especie de
supermercado en cuyas estanterías se almacenan productos que salieron al
mercado en EEUU pero que no tuvieron éxito y, por eso mismo, fueron
retirados.
Un lugar frecuentado por gente del mundo de los negocios, que
buscan aprender de los errores del pasado.
Una de las piezas de este
muestrario es el CueCat, un aparato lanzado en el año 2000 para escanear
códigos de barras en revistas y derivar así al lector, directamente, a
la página web.
Algo que hoy en día tienen casi todos los móviles que
incorporan un lector de códigos QR, pero que en su momento fue
interpretado como una extravagancia y, por lo tanto, como un fracaso.
¿Moraleja?, a veces el error consiste en lanzar un producto antes de
tiempo o en ser excesivamente visionario.
La Harvard Business School,
como muchas de las escuelas de negocios de todo el mundo, piden en su
prueba de acceso a los futuros alumnos que escriban y detallen su mayor
fracaso, del que más aprendieron.
En España, Albert Riba, empresario y
escritor con títulos como Mamut o Sapiens, La parálisis que activa o Tropa Sapiens, (Empresa Activa), dirigidos a emprendedores y al mundo empresarial, ha creado el concepto de ‘currículum fracasional’, que es lo opuesto a lo que la mayor parte de la gente hace en Linkedin.
“Se trata de hacer un repaso de nuestros fallos laborales, entender por
qué ocurrieron, las consecuencias que trajeron y la lección que
aprendimos de ellos”, apunta Riba, “distinguiendo entre fracaso y error.
La segunda palabra suele gustarnos más porque duele menos”.
Este singular CV puede ser muy útil a todos aquellos que han
vivido un despido y, entre las recomendaciones a la hora de redactarlo
–además de “encerrarse en el baño con un paquete de pañuelos”- están,
según Albert, las de “sinceridad, aceptación y la necesidad de cotejarlo
con personas cercanas a nuestro entorno, pero objetivas.
Pueden ser
compañeros de trabajo, jefes de recursos humanos o colegas.
El despido
hay que afrontarlo con dignidad y eso requiere aceptarlo y comunicarlo a
los demás, al menos a nuestros amigos cercanos. No vale decir que se
nos ha acabado el contrato o que nosotros hemos dejado la empresa.
Siempre es más digno reconocerlo que esconderse.
Entender los verdaderos
motivos, y aquí puede que no siempre seamos lo suficientemente
objetivos, es lo que hará que no volvamos a repetir los mismos fallos.
Lo malo no es cometer errores, eso es inherente a la condición humana,
sino que éstos sean siempre los mismos”.
A Walt Disney le despidieron de un periódico porque “no era creativo”.
Foto: Gett
Grandes a los que también se les puso en la calle
Las razones de un despido pueden ser muchas. Algunas veces
alejadas del tradicional argumento de que el trabajador no sirve para el
cargo.
Tan malo es no valer como valer demasiado; ya que la perspectiva
de alguien brillante, que puede desplazar a los altos cargos, es otra
típica causa de despido en empresas regidas por personas inseguras y con
miedo a perder sus puestos de trabajo.
Hace poco The Cut publicaba un artículo en el que famosas de todos los campos recordaban ese momento fatídico de sus carreras profesionales y analizaban los motivos. Anna Wintour, la temida directora del Vogue América, fue expulsada del Harper’s Bazaar y recomienda que “todo el mundo debe ser despedido alguna vez en la vida.
Es una experiencia de la que se aprende mucho”.
Para Sallie Krawcheck, CEO y cofundadora de Ellevest, una
plataforma de inversión digital orientada a mujeres, “cualquiera que no
haya sido despedido alguna vez es porque no se ha esforzado lo
suficiente.
En tiempos de rápidos cambios, si no se han cometido errores
notables en el camino es que no se han tomado decisiones, ni de negocio
ni de carrera”.