Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 ene 2017

Jackie Kennedy, más de moda que nunca 22 años después

Referente de Melania Trump en la investidura de su esposo como presidente de EE UU, la ex primera dama cautiva también en el cine.

Jackie Kennedy, en la investidura de JFK en 1961. A la derecha, Melania Trump el 20 de enero.

 

El atuendo elegido por Melania Trump el día de la investidura de su marido como presidente de Estados Unidos no dejó lugar a dudas sobre qué icono de estilo había protagonizado el moodboard de su equipo de imagen.
 Su vestido azul empolvado de cachemir, con bolero cruzado y guantes a juego, gritaba Jackie Kennedy.

El conjunto era un diseño de Ralph Lauren, un símbolo de la moda estadounidense por derecho propio que, con Melania, ha vestido ya a cinco primeras damas.
 Al instante, las redes se llenaron de comparaciones entre el look de Melania y el que eligió la también primera dama para la investidura de su marido en 1961.
 Más de medio siglo después de aquello, y a los 22 años de su muerte, la viuda de JFK sigue siendo una influencia indiscutible en la moda, y un referente obvio para sus sucesoras, y no solo en EE UU.
 Cuando en 2008 Carla Bruni realizó su primera visita de Estado como madame Sarkozy a Reino Unido, sus guiños a Jackie, sombrero pillbox incluido, dejaron muy claro en qué espejo se estaba mirando. 
 Esta nueva revisión del legado de Jackie coincide con el estreno de una esperada película centrada en su figura, que llegará a los cines españoles el 17 de febrero.
 Jackie, dirigida por el cineasta chileno Pablo Larraín y protagonizada por Natalie Portman, que opta al Oscar, se centra en los días inmediatamente posteriores al asesinato de Kennedy.
Carla Bruni y Nicolas Sarkozy, a su llegada a Londres en agosto de 2008.
La diseñadora de vestuario Madeline Fontaine, también nominada al Oscar por su trabajo en el filme, tuvo que revisitar estilismos tan icónicos como el traje rosa de Chanel que quedó asociado para siempre en la memoria colectiva con el magnicidio de Dallas. “Madeline hizo un trabajo increíble recreando el vestuario con el que todos hemos visto a Jackie”, afirma la actriz en las notas de producción del largometraje.
 “Jackie apreciaba mucho la belleza. Comencé a ver su armario como parte de la fachada de la que se rodeaba.
 Era una parte de cómo quería ser vista, pero ella era mucho más que su ropa”.
Melania Trump, que no oculta su admiración por Jackie, también parece querer seguir su ejemplo a la hora de elegir un diseñador de cabecera que, además, la asesore en cuestiones de estilismo. Durante su paso por la Casa Blanca, el de Jackie fue Oleg Cassini y todo apunta a que la nueva primera dama estadounidense ha encontrado el suyo en Hervé Pierre, que, al igual que Cassini, es franco-estadounidense.

El primer diseño

La actriz Natalie Portman, caracterizada como Jackie Kennedy para su última película.
Pierre diseñó junto a la exmodelo el vestido largo de crepé de seda con escote off the shoulders con el que Melania deslumbró en el baile inaugural. 
El modisto fue director creativo de Carolina Herrera durante 14 años (abandonó la firma el pasado febrero), y previamente pasó por firmas como Balmain, Bill Blass, Vera Wang y Oscar de la Renta.
 Según ha revelado a The New York Times, su relación con la primera dama, a quien hasta ese momento no conocía personalmente, comenzó el 3 de enero con un mensaje de texto en el que ella le pedía “un favor”: que diseñara su vestido en tiempo récord.
 Acostumbrado a trabajar en la sombra, desde el pasado día 20 su teléfono no para de sonar.
Chanel, Givenchy, Dior... Jackie Kennedy tuvo acceso a todos los grandes nombres de la alta costura, y la firma Gucci incluso rebautizó un bolso en su honor.
 Pero por ahora no parece que la historia vaya a repetirse con Melania, dado el gran número de diseñadores —entre ellos, Tom Ford o Marc Jacobs— que han declarado no estar dispuestos a colaborar con ella.

El poder de comunicación de la moda

El diseñador Hervé Pierre, que en el pasado ha vestido a varias primeras damas como Laura Bush, Hillary Clinton o Michelle Obama, ha defendido en una entrevista concedida al diario The New York Times que él hace “vestidos, no política”.
 Pero como Jackie Kennedy fue la primera en comprender, la moda también es un poderoso vehículo de comunicación. Parece que también lo sabe Melania Trump.
Donald J. Trump y Melania Trump, en el baile tras la toma de posesión. EFE


 
 
 

Ricardo Bofill: “Yo fui el principio del ‘star system”...................Anatxu Zabalbeascoa

Es un arquitecto nómada.
 Un español que ha trabajado en 35 países y a sus 77 años continúa en activo desde Rusia hasta China. 
Hijo de un burgués nacionalista catalán y una judía veneciana, huyó del franquismo para poder respirar.
 Ha pisado los salones de la ‘gauche divine’ y saltado de la mesa de los presidentes a las viviendas sociales.
 Sigue yendo por libre.
FUE EL PRIMER español que construyó un rascacielos en Estados Unidos –el 77 West Wacker Drive, en Chicago–, al que siguieron otros en Beirut, Tokio o Barcelona.
 Con un pasado en el que se codeó con primeros ministros franceses, poetas de la gauche divine –­que compartieron su primer estudio– y con Julio Iglesias, del que fue consuegro, Ricardo Bofill (Barcelona, 1939) fue, hasta que apareció Calatrava, el proyectista español más internacional.
 Sigue en activo. Ahora construye sobre todo en Rusia y en China. 

“Me fui en cuanto pude”, cuenta en sus memorias. ¿Qué buscaba? Tras la guerra, Barcelona era fea, sucia y pequeña.
 Y yo, antifranquista.
 Me expulsaron de la universidad y del país.
 Eso me llevó a ser otro tipo de arquitecto.
 He vivido como un nómada, dando vueltas para conseguir hacer arquitectura.
 Construir en 40 países te multiplica los puntos de vista. 
Viajar obliga a distinguir entre lo que piensas o esperas y la realidad. 
Te acerca a quien vive a escala planetaria, como un cantante, pero te aleja de la gente con una cultura más local.
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Ricardo Bofill, retratado en su estudio vivienda en Sant Just Desvern, junto a su mítico edificio Walden 7, de 1970. Vanessa Montero
¿Qué se mantiene al moverse tanto? Tu ADN: de quién eres hijo y cómo eres
. Me he llegado a conocer bien y soy autocrítico.
 He sido hiperactivo, un niño prodigio, entre comillas, empujado por una madre judía italiana que me educó fomentando mis capacidades.

 Mantengo mis primeras convicciones: la defensa de las libertades individuales. 
 Todas las que se reivindican ahora, incluida la eutanasia, las defiendo desde que tenía 15 años. No 16, 15.
Una visión macro. He necesitado entender las razones reales que hay detrás de una guerra, no solo detrás de la forma de una ciudad. Lo que se explica desde la prensa o los libros de historia rara vez es lo real.
 La óptica occidental es parcial.
¿Solo la occidental? Aquí habla mal de China gente que ni ha estado allí. 
Y allí te das cuenta de que es un país donde se ha dado el cambio más rápido de la historia de la humanidad.
 No defiendo su sistema político, pero es absurdo no tratar de entender qué ha pasado: China es como Europa en el siglo XX, ha logrado transformarse.
No socialmente… Pasar de un estado que aquí llamamos feudal a industrializarse es comparable a Francia tras la revolución.
En Francia defendían la igualdad. Tendrán los problemas del desarrollo.
 A lo mejor hay que asumirlos en esta primera fase. Es básico tratar de entender. No puedes repetir lo que has oído.
Hoy se reivindican proyectos como su Muralla Roja, en Calpe. Y todavía me llaman de Francia para hacer vivienda.
 Pero mi obra no tiene la trayectoria académica de los Pritzker. Me interesan otras cuestiones.
 El museo o la obra aislada no.
Construyó edificios aislados: el Teatro Nacional de Cataluña… Pero he trabajado más los problemas comunes. 
Museos o edificios de los que interesan a la mayoría de arquitectos hay un 1%. 
El resto del mundo es ciudad y vivienda.

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El conjunto arquitectónico y urbanístico de Abraxas, en la localidad francesa de Noisy-le-Grand, compuesto por 600 viviendas entre el Teatro, el Arco y el Palacio.
 Con el mítico edificio Walden, en Barcelona, quiso “introducir el templo en la vivienda social”.
 Aunque es la célula de la arquitectura, la élite arquitectónica no se interesa por la vivienda ni por la ciudad.
 La primera es lo básico, pero lo más difícil.
 La segunda es a la vez lugar de cambio social y espacio de corrupción y especulación donde están todos los males.
Cuando se tuvo que ir de España, ¿su familia lo apoyó?

 Mi familia es que era así.
 Mi padre, arquitecto y constructor, era de Esquerra Republicana, de familia de médicos que habían trabajado con Ramón y Cajal, un burgués catalán más bien catalanista.
 Mi madre era judía veneciana, hija de anticuario.
 Vengo de una familia ilustrada. Me apoyaron.
¿La religión ha tenido alguna importancia en su vida? Cero. He sido siempre ateo. 
Las religiones me interesan para entender lo que ocurre.
“mi obra no tiene la trayectoria académica de los premios pritzker. me interesan otras cuestiones. el museo o la obra aislada no me interesa”
¿La literatura le ha servido para proyectar? No. La arquitectura me ha servido como lectura del mundo.
 Cuando voy a Chicago y veo los rascacielos, lo primero que pregunto es cuánto vale uno. 
Es el dato fundamental.
 Un edificio que cuesta 200 millones de dólares cuesta lo mismo que la deuda que tiene Burkina Faso.
 La arquitectura que me gusta es la pobre o la extremadamente culta del Renacimiento.
 Cuando no es de primer nivel, la pobre ofrece mejores lecciones porque su estética no está basada en la riqueza.
No parece haber trasladado esa predilección por lo sencillo a sus proyectos. La arquitectura del Walden es ambiciosa pero sencilla. 
Yo vivo y trabajo en una fábrica…

Monumental. Sí, por la escala.
Comenzó haciendo proyectos utópicos. La arquitectura sola no tiene sentido.
 Los sociólogos, poetas y arquitectos del primer Taller decidimos relacionarla con otras disciplinas.
 Analizábamos los tipos de familia en lugar de asumir la familia burguesa como modelo.
 Entonces hablar de homosexualidad era impensable. 
Luego la vida me ha enseñado que la familia burguesa es un modelo económico que funciona cuando hay crisis.
 Equivale a protección. Siempre hay resistencia al cambio, pero estábamos convencidos de que se podía cambiar la manera de vivir, estas cosas que siguen pensando los jóvenes. 
Para existir, la utopía se tiene que transformar en realidad, y ese paso le hace perder ambición.
 Es necesaria para cambiar, pero construirla es peligroso.
 Algunas han degenerado en lo contrario de lo que defendían.
¿Sus utopías fracasadas le han hecho menos osado? Argelia fue un intento de hacer vivienda de otro modo.
 Trabajábamos con el Gobierno hasta que, en lugar de adaptar la tradición, se pusieron a comprar prefabricados a Polonia que les compraban a los rusos que a su vez les compraban a los inventores franceses.
 La necesidad de vivienda es un gran negocio.
Siempre ha sido consciente de la relación entre arquitectura y negocio.
 Lo aprendí en Nueva York.
 Lo primero que preguntaban los promotores era ¿cuánto cuestas?, ¿qué garantías das? 

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 ¿Qué garantías daba? En los contratos preguntaban: si te mueres, ¿qué ocurre? Eso te descoloca una vez.
 Luego lo tienes pensado. Cuando tienes responsabilidades fuertes y conoces el parámetro dinero, puedes hacer dos cosas: jugártelo para hacer arquitectura social o hacer los productos más caros del mercado. 
Y yo he hecho las dos cosas.
 Las viviendas de Argel y el edificio más caro de Japón –la sede de Shiseido en Ginza–.
 La vivienda social es el tema más difícil.
 Concentra todas las contradicciones y perversiones.
 He seguido haciendo proyectos para Rusia, China y ahora India. La arquitectura potente en los países occidentales se ha terminado.

¿Por qué le interesa la escala gigante? Aeropuertos, rascacielos, barrios… 
Mi padre era un buen arquitecto, pero un constructor artesano. Trabajé con él.
 Hice la casa de mi tía en Ibiza con 19 años.
 Luego quise pasar de la artesanía a la industria.
¿No terminó de estudiar? Terminé en Ginebra.
Defiende la ciudad mediterránea. ¿Cabemos todos? Sí: plazas, escala humana, continuidad y mezcla.
 Está en crisis porque es cara, pero la gente del suburbio solo quiere quedarse allí cuando se parece al centro.
Durante siglos las ciudades han crecido a capas. ¿Cómo hacerlo hoy? Hoy no hay un modelo urbano porque no hay modelo social. No hay utopía política, o la que hay tiene capacidad crítica, pero no capacidad de propuesta. 
Constatar las limitaciones de la democracia no es fácil.
 Sobre todo cuando no hay alternativas.
¿No las hay? Políticamente los modelos que proponen son del pasado, no sirven para el presente.
 La parte crítica actual es bastante buena, folclórica a veces y un poco vulgar, pero interesante. 
 En cambio, la parte propositiva es baja.
 ¿Usted qué propone? Vivimos una incertidumbre generalizada y la arquitectura no puede darle la espalda. 
Dicho esto, a mí lo que me emociona de la arquitectura es el espacio, no la voluntad de solucionar la vida de la gente.
¿Las ideas que lo llevaron a oponerse a Franco no conducen a un tipo de arquitectura? Sí. No participo en concursos para edificios aislados.
Fue contestatario contra Franco, pero no lo ha sido en China, donde ha construido, o en Rusia, donde no se sabe qué tipo de régimen gobierna. Yo sí lo sé. Sé muy bien cómo funciona Rusia…
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El hotel W Barcelona, conocido como hotel Vela, de 99 metros de altura, inaugurado en 2009.
 ¿Cómo? Stefan Zweig escribió Viaje a Rusia, que todavía define al país: tres veces Norteamérica y mucho más vacío.
 Impera la meritocracia, pero es piramidal y autocrático.
 Allí los profesionales liberales ven la democracia como algo de tercer nivel.
 Lo importante es tener trabajo y mantener el orgullo ruso de ser una primera potencia mundial.
 Las libertades llegan después de todo eso; por eso, cuando construyo allí, lo único que puedo hacer es mi edificio lo mejor posible.
 Que la arquitectura no puede salvar al mundo lo supe con 35 años.
La reparación arquitectónica que defiende, ¿no debería conducir a la autocrítica? Todas las profesiones que avanzan reparan.
 Para curar una cosa es necesario arriesgar otra. 
A mí me estimula la invención. Son las diferencias lo que salva. Toda Europa como Alemania sería una aberración.
 Lo mismo en arquitectura.
 No todo lo que se haga desde un despacho tecnológico de Londres tiene que valer para todos los lugares del mundo. Imponer un estilo a otras culturas es una locura.
Usted ha sido parte del star system. Pero de otra manera. Yo fui el principio del star system [risas].
“LE CORBUSIER NO ME GUSTA. SU TEORÍA URBANÍSTICA ES DE MALA PERSONA. EN FRANCIA SOY UN CRÍTICO RECONOCIDO DE SU OBRA”
Luego Calatrava le robó el puesto. Es un tipo que vale.
 Tendrá defectos, pero tiene gran capacidad y talento.
 Yo he querido revisar la arquitectura de los lugares, la de la historia y a mí mismo.
 Ponerme en crisis me da energía.
¿Qué proyecta ahora? Los últimos años de mi vida. Me toca aceptar que la muerte está cercana. 
Saber disfrutarlo es duro, pero apasionante.
¿Se aprende a envejecer? Hay culturas que lo enseñan, pero uno aprende conociéndose a sí mismo.
 Cada vez me conozco más. Sé lo que sé hacer y lo que no, pero sé tener opinión. 
Y puedo ver a los demás sin apasionamiento.
 Incluso a los arquitectos.
¿Qué quiere decir? De los arquitectos buenos sé cómo es cada uno, qué vale, qué sabe y dónde se equivoca.
 Me interesan los que tienen talento para crear espacios nuevos. Por ejemplo, Kazuyo Sejima.
Es generoso que reconozca a una competidora. A los arquitectos no les gusta hablar de colegas vivos.
 Incluso cuando hablan de los muertos, hablan de muertos poco conocidos.
 Moneo no habla de Miguel Ángel, habla de Villanueva, que está bien, pero no deja de ser un arquitecto de tercera… No sé, si te pones a leer en serio, también leerás a Cervantes o a Shakespeare, ¿no?


Imagen del 77 West Wacker Drive de Chicago, un edificio de oficinas con 51 plantas finalizado por Bofill en 1992. 


¿Un arquitecto solo puede ser grande si es capaz de reinventar el espacio? No
. Foster lo que crea es tecnología.
 Y también es grande. Es un superdiseñador, pero delante de la plaza de Bernini no te sabe decir las proporciones que hay.
 Hay muchas maneras de ser arquitecto. A mí me gustan los creadores de época.
¿Quiénes son hoy? Muchos. A Richard Meier lo llamo el Miró de la arquitectura porque siempre hace lo mismo pero muy bien.
 Y eso que es discípulo de Le Corbusier, que no me gusta.
Criticar a Le Corbusier en su disciplina es negar la mayor. En Francia soy un crítico reconocido.
 Su teoría urbanística es de mala persona.
¿Usted es buena persona? No, no lo sé.
 Pero él era malo. No le gustaba la ciudad, por eso la dividía: una máquina para vivir, otra para trabajar.
 Era un gran creativo con una ideología nefasta. Admiro el talento de Frank Gehry. Le sale tarde, primero se tiene que aclarar personalmente yendo al psicólogo, pero tiene un talento impresionante para crear.
¿Usted ha necesitado un psicólogo? No. Hago autoanálisis constantemente.
¿Ese replanteamiento lo ha aplicado a su vida familiar o ahí ha sido conservador? Al principio creía que tenía que estar solo, asociaba familia a inmovilidad.
 He tenido una vida muy de los setenta, de los que estábamos en el lado del cambio en las relaciones familiares. 
Por tanto, he tenido muchas relaciones.
¿Cómo se educa a un hijo cuando uno ha escrito “tomaba sustancias alucinógenas a altas horas de la noche tratando de hacer la revolución”? Siempre te equivocas con la educación de los hijos.
 La permisividad completa crea problemas, y el sistema ordenado francés, también.
 Las mejores formaciones despiertan las capacidades de cada uno. La educación judía consolida la personalidad.
 No busca formar, busca potenciar.
La de su madre. ¿Cómo supo ver sus cualidades? Esto no se debería contar, pero ya de pequeño me decía que era una persona especial.
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Universidad Politécnica Mohamed VI, en Ben Guerir, en la zona central de Marruecos.

Lo decimos todas, ¿no? Pues al final fue verdad porque comencé a construir y conseguí muchos premios.
A su hermana, también arquitecta, ¿se lo decía? Menos.
¿Tenías que ser chico para ser especial? Es posible.
Usted tiene dos hijos de dos parejas distintas. El primero es arquitecto, y el segundo, economista.


Al primero lo conoce media España desde que se casó con la hija de Julio Iglesias. ¿Se sintió cómodo en el papel cuché? Bueno…, para mí lo de aquí es algo local.
 Durante una época participé de la vida social francesa al nivel más alto.
¿Disfrutó? No me gusta.
 Cuando estaba con Mitterrand era el invitado 39 en sus recepciones y lo dejé porque era aburrido.
 Cada país tiene sus reglas de juego. Si te interesa o el poder te da algo…, pero yo he estado siempre al margen del…
¿Del? Del poder.
“a los arquitectos no les gusta hablar de colegas vivos. incluso cuando hablan de los muertos, hablan de los muertos poco conocidos”
Se obsesionó con hacer un rascacielos. Sí. Hoy tengo varios…, debe ser el complejo de un tío que ha nacido en un lugar limítrofe, periférico, como Barcelona.


¿Cómo ve hoy su ciudad? Es una ciudad sin Estado. Un país con dos grandes ciudades es una rareza, piense en París o en Londres.
Piense en Roma y Milán. Italia es un país de ciudades. 
Allí cada urbe funciona por su propia dinámica.
 Barcelona ha vivido al margen del poder. Ha sido una ciudad de libertades y mezcla.
 Todavía hoy el catalanismo y la gente que llega de fuera siguen siendo dos mitades con sendos riesgos de endogamia.
¿Cree que está creciendo bien? Ya no crece, cambió con los juegos olímpicos.
Su hotel Vela redibujó la fachada marítima. Lo han vendido a los cataríes por el doble de lo que costó.
¿Su vida planetaria le convierte en un gran arquitecto o en un gran personaje? Me es muy difícil pensarme de otra manera. ¿Cómo sería si no me hubiera ido por el mundo?
 Posiblemente triste, porque soy muy poco botiguer [comerciante].
Para no serlo, montó uno de los estudios más potentes del mundo. ¿No ha tenido problemas económicos? No. He conseguido el dinero necesario para tener las menos preocupaciones posibles.
 Para ser libre has de tener suficiente dinero y nula preocupación por el estatus social.
¿Cómo recuerda la casa en la que creció? Una casa del grupo R, en un pasaje por encima de la Diagonal. 
A mi padre le gustaba vivir en los pasajes porque no había ruido. Era burguesa y moderna.

Lo que ha sido usted. ¿Ah, sí? [risas].

¿Cómo se ve? Inquieto.
 He llegado a la conclusión de que o haces funcionar la cabeza, o te mueres
. O tienes curiosidad, o esto se acaba.


29 ene 2017

‘Las hijas’ de Jane Fonda.............................. Mateo Sancho Cardiel..

Miley Cyrus, Jennifer Lawrence y Scarlett Johansson son parte de una nueva generación de actrices en guerra contra la desigualdad.

De izquierda a derecha: la actriz Marcia Gay Harden, la actriz y cantate Miley Cyrus y Jane Fonda, en la marcha de las mujeres de Los Ángeles el 21 de enero. AFP
 
Bernie Sanders advirtió vía Twitter a Donald Trump de que su estrategia para fragmentar y enfrentar a la población estadounidense, en realidad, estaba dando los frutos opuestos.
 Porque el todos contra Trump, transcurrida una semana desde su investidura, es hoy por hoy uno de los pocos mensajes unificadores en un mundo desglosado en mil y un colectivos e ideologías.
 Pero de todos los ataques que el 45º presidente de EE UU ha lanzado, es el discurso misógino el que probablemente le salga más caro.
 Lanzar insultos contra la mitad de la población ha creado, entre otras cosas, un histórico encuentro de celebridades femeninas de tres generaciones. 
 
La actriz Scarlett Johansson y, a la derecha, la cantante Cher, en la marcha de las mujeres en Washington.
 

 Quizá la imagen más representativa de este fenómeno fue la de Jane Fonda y Miley Cyrus en la marcha de las mujeres de Los Ángeles.

 La primera, probablemente, no contaba con salir a las calles a luchar por más causas.

 Ella, que se opuso a la guerra de Vietnam tan ardientemente que la apodaron Hanoi Jane y hasta se fotografió con el puño en alto en pleno registro policial, sintió de nuevo el ardor activista a los 79 años.

 Cyrus, por supuesto, tomó buena nota como nuevo símbolo de inconformismo, aunque sea a título menos social y más individual.

 A sus 25 años, volvió a sacar la lengua esta vez por una buena causa: los derechos reproductivos y la planificación familiar contra la que atenta su flamante presidente.

 Se codeó no solo con la protagonista de Danzad, danzad, malditos sino con otra voz femenina histórica de Hollywood: Barbra Streisand, la misma que descubrió que sí podía ser contestataria como actriz en Tal como éramos, pero que se lo pondrían más difícil como directora con Yentl.

 En su discurso fue clara: “La elección de Donald Trump refleja abiertamente lo que ha estado en la sombra por un tiempo: que, de muchas maneras, las mujeres siguen siendo ciudadanas de segunda en pleno siglo XXI”.

 Sabía de lo que hablaba.

 

Madonna, durante su discurso en la marcha de las mujeres en Washington el pasado 21 de enero.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca también ha despertado discursos enardecidos en celebridades veteranas tradicionalmente más moderadas, como el ya célebre discurso de Meryl Streep en los Globos de Oro —aunque ya con George Bush preguntó en San Sebastián que cuánto costaba comprar una casa allí, por si se exiliaba— o ha generado, pese a su homofobia, un momento de júbilo en el colectivo gay al unir en una misma foto a sus dos megadivas (Cher y Madonna) durante la marcha en Washington.
 La primera dispara desde su Twitter su postura contraria a la construcción del muro con México, con emoticonos y abreviaturas. 
La segunda, que con George Bush tiró la piedra y escondió la mano al retirar el vídeo satírico de American Life, esta vez va con todo el arsenal: ya había denunciado en su Instagram la pasión por la caza de los hijos de Trump, ya hizo un concierto callejero en apoyo a Hillary Clinton y en la marcha dijo que había pensado “volar la Casa Blanca”.
Frente a esas voces más expertas y provocadoras, estos días se han visto los gérmenes de las que quizá, con el tiempo y el devenir de los acontecimientos, acaben siendo la Susan Sarandon de su generación.
El mismo día de las elecciones, Jennifer Lawrence escribió en Vice y sin pelos en la lengua una carta abierta al nuevo presidente, y en las recientes manifestaciones, descubrimos a la hasta ahora políticamente inexistente Scarlett Johansson, con un hermosos discurso autobiográfico sobre lo importante que habían sido para su descubrimiento como mujer la discreción y la eficiencia de los centros de planificación familiar que ahora corren peligro. 
También se reafirma en esta coyuntura Emma Watson como la nueva superdotada política del cine, quien ya puso en pie a la audiencia de Naciones Unidas el año pasado con su discurso feminista.
 Y, por su condición de doble afectada —mujer y latina— no se puede dejar fuera a America Ferrara de ese grupo de mujeres guerreras.
 Eso sí, muchos se preguntaron dónde estaba la comprometida Angelina Jolie o la feminista Beyoncé.
 

 

La Filmoteca, un drama en busca de un final feliz...... Gregorio Belinchón

La institución encargada de salvaguardar el patrimonio fílmico español, acosada por recortes, externalizaciones y conflictos laborales, acaba de renovar su directiva

El 96% del cine mudo nacional ya ha desaparecido y el futuro del único laboratorio analógico del país está en juego.

Sala del cine Doré, sede de la Filmoteca Española, ayer en Madrid.

 Las grietas aún adornan la fachada del cine Doré, pero en el interior de la Filmoteca Española se ansía más que nunca una calma a prueba de fisuras.

 Con los recientes nombramientos de Ana Gallego como directora de la institución y Carlos Reviriego como director adjunto y programador, al menos parecen resueltos dos de los muchos problemas que han venido acosando en los últimos años al organismo encargado a salvaguardar el patrimonio fílmico español. 

Una tarea para la que no siempre ha contado con la suficiente sensibilidad por parte de las administraciones y de la opinión pública: como acostumbraba a decir el exdirector de la Filmoteca, José María Prado, en el cargo durante 27 años, una película de Buñuel es más frágil que un cuadro de Velázquez y así es como se ha perdido irremediablemente el 96% del cine mudo español.

 El cometido adquiere mayor relevancia si se tiene en cuenta que en España no quedan depósitos vinculados a laboratorios de película analógica –triunfó el digital-; solo en la Filmoteca se pueden conservar las obras audiovisuales almacenadas en celuloide. 

Un tesoro artístico, una parte de la Historia.

“Es primordial recuperar ese patrimonio y ponerlo en valor, que dialogue con el cine contemporáneo”, explica Reviriego, que fue elegido por concurso y hasta ahora era conocido por su labor como periodista cinematográfico.

 De ahí que la institución vaya a abrirse a "formatos más experimentales". 

“Queremos vincular a la industria y a la gente del cine con el devenir de esta institución”, añade.

 Su incorporación y la de Gallego llegan tras la tormenta que estalló en noviembre.

 Ni el 21% del IVA, ni las exiguas exenciones fiscales, ni el atasco de la Ley del Cine; lo que provocó la destitución de Lorena González Olivares como directora del Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), de quien depende la Filmoteca, fueron los alarmantes informes que procedían de la institución cuya cara visible es el modernista cine Doré.

Tras el anuncio por sorpresa de que Prado se prejubilaría en marzo de 2016 —justo después de que se reabriera la sala principal de proyecciones tras casi cinco meses cerrada por una plaga de chinches—, la precariedad se asentó en la Filmoteca.

 Y no solo por la desaparición de su rostro más visible.

 Por “falta de personal”, se negaron copias a festivales internacionales, se renunció a colaborar con instituciones homólogas, como la Anthology Film Archives y se rompieron acuerdos de ciclos con embajadas e institutos culturales. Aunque las peores noticias llegaron desde la razón de ser de la Filmoteca, la preservación del material. “Ahora mismo hay unos 30.000 títulos catalogados. Quedan otras 15.000 películas pendientes de ordenarse”, según contaba en diciembre Ramón Rubio, responsable del departamento de recuperación, desde el Centro de Conservación y Restauración de Filmoteca Española.

A eso se añadió un cruce de mensajes entre trabajadores de contratas externas —que no fueron renovados y atacaron en la prensa la situación de la institución— y los empleados fijos, que en un comunicado firmado por 42 de ellos se mostraban indignados “por opiniones falsas y malintencionadas”.
 En algo se mostraron de acuerdo las dos partes.
 “El equipo de expertos y profesionales no ha sido sustituido, sino que se ha visto reducido debido a las jubilaciones cuyas plazas no han sido cubiertas.
 Debido a esta falta de medios y recursos, el personal de este organismo ha visto incrementado su trabajo asumiendo nuevas tareas y responsabilidades”, admitía el comunicado de los empleados fijos.
Tantos años de Prado al frente de la Filmoteca también parecían pesar, y le granjearon sus enemigos, que aseguraban que gobernaba la institución como si fuese “su chiringuito”. 
Notorios fueron los encontronazos con el exdirector de ICAA Ignasi Guardans, una de las razones por la que este fue cesado de su cargo.
 Nunca hubo una comunicación fluida entre el ICAA y los responsables de la Filmoteca, según fuentes del sector.

Sin interés por el patrimonio

No existe un presupuesto desgajado de la Filmoteca al ser una subdirección del ICAA.
 Pero como forma parte desde 1956 de la FIAF (Federación Internacional de Archivos Fílmicos) se puede deducir que en 2015 contó con 3,5 millones de los euros, raquíticos comparados con los más de seis millones de 2010. 
El sueldo de los trabajadores —65 de ellos fijos— no entra en este cálculo.
 La Cinemateca Francesa cuenta con un presupuesto de 24 millones de euros anuales. 
“Todavía no tenemos presupuestos de 2017… No puedo decir nada más”, cuenta la nueva directora, Ana Gallego, cuyo nombramiento inquietó a algunos sectores del cine por venir de fuera de ese mundo (su anterior desempeño fue como subdirectora adjunta en la Subdirección General de Coordinación Interinstitucional en Violencia Género).

 
Una empleada del Centro de Restauración de la Filmoteca, en 2014.
Lo cierto es que el cargo debe de ser ocupado por un funcionario y no se elige por concurso público, al ser una subdirección general. “Trabajaremos codo con codo el ICAA, desde la dirección adjunta, responsable de la programación y de la parte artística [Carlos Reviriego], y desde mi parte, la gerencial y de organización.
 Por eso hemos creado un tándem, y ahora estamos perfilando medidas”, asegura la nueva directora.
La Filmoteca -que actualmente cuenta con su sede en la calle Magdalena, el cine Doré para sus proyecciones en la cercana calle de Santa Isabel (ambos en Madrid) y el Centro de Conservación en Pozuelo de Alarcón- se convirtió en organismo autónomo en 1982. En aquel momento no se aprovecharon los seis meses para elaborar un reglamento para el organismo, y el proyecto fracasó, por lo que cuando Pilar Miró creó el ICAA y la Filmoteca quedó bajo su mandato. 
La realidad, con ese arrinconamiento, ha confirmado durante décadas algo que contaba Chema Prado a este diario en junio: “Aquí no interesa el patrimonio”.
Creada en 1953, la institución llevaba comandada por el mismo equipo desde los años setenta. Eran expertos en su área, aunque no funcionarios.
 Después de lustros en sus puestos, acabaron dentro de la Administración automáticamente. 
Cuando llegaron las jubilaciones, no hubo sustituciones. Los actuales responsables insisten, efectivamente, en que el personal es insuficiente.
 “El trabajo del Centro es espléndido, pero por supuesto hay que reforzarlo e impulsar su actuación. 
Tienen fondos ingentes y toda ayuda es poca”, confirma Gallego. Entre las carencias presupuestarias destaca el hecho de que el centro, que se inauguró en 2014, no puede tener un laboratorio de restauración y está externalizado.
 El detalle es fundamental teniendo en cuenta que la Filmoteca custodia allí parte del patrimonio artístico español: el cinematográfico.