Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

18 ene 2017

Bárbara Rey sobre las revelaciones sentimentales de Don Juan Carlos: "Aún hay muchas cosas por contar"

La vedette siempre ha sido uno de los personajes a los que se ha recurrido cuando se ha tratado el tema de las relaciones afectivas del Rey emérito. 
Ella también lo ha alimentado con algunas declaraciones y muchos silencios.
Foto: La actriz Bárbara Rey, en una imagen de archivo (Gtres)
La actriz Bárbara Rey, en una imagen de archivo (Gtres)
 Bárbara Rey siempre ha sido uno de los personajes recurrentes cuando se trata el tema de las relaciones afectivas de Don Juan Carlos.
 Durante años su nombre ha estado unido a personajes que formaban parte del entorno más íntimo y privado del jefe del Estado.
 Manolo Prado y Colón de Carvajal, al que ciertos columnistas políticos definían en aquellos años de silencio y opacidad como “el banquero real”, y cuyo conocimiento de la vedette era notorio para todos los que manejaban información privilegiada. Mario Conde también surgió de pronto en la vida de Don Juan Carlos. Primero como ese asesor áulico y brillante que aparentemente le ofrece al Rey el pálpito de la calle, aunque el jefe del Estado no lo necesitara porque tenía cerca al verdadero Pepito Grillo en la forma del general Sabino Fernández Campos.
 Este fue el hombre fiel y leal por el que Marita García, verdadero nombre de Bárbara Rey, tenía afecto.
 Los otros la dejaron en la cuneta cuando ya vinieron mal dadas para todos.

Bárbara Rey siempre ha sido uno de los personajes recurrentes cuando se trata el tema de las relaciones afectivas de Don Juan Carlos
Durante años su nombre ha estado unido a personajes que formaban parte del entorno más íntimo y privado del jefe del Estado.
 Manolo Prado y Colón de Carvajal, al que ciertos columnistas políticos definían en aquellos años de silencio y opacidad como “el banquero real”, y cuyo conocimiento de la vedette era notorio para todos los que manejaban información privilegiada.
 Mario Conde también surgió de pronto en la vida de Don Juan Carlos. Primero como ese asesor áulico y brillante que aparentemente le ofrece al Rey el pálpito de la calle, aunque el jefe del Estado no lo necesitara porque tenía cerca al verdadero Pepito Grillo en la forma del general Sabino Fernández Campos.
 Este fue el hombre fiel y leal por el que Marita García, verdadero nombre de Bárbara Rey, tenía afecto.
 Los otros la dejaron en la cuneta cuando ya vinieron mal dadas para todos.
De aquellos años, cuando su majestad era intocable, vienen muchas de las leyendas urbanas que ya relató el periodista José García Abad, algunas de las cuales se han hecho realidad, una vez levantada la veda. 
Viajes de parejas, listas de invitados a las recepciones reales que supervisaba la 'amiga entrañable' de entonces, regalos de joyas familiares que después la interesada descubría que se trataba de copias, cintas de vídeo robadas, material sensible relacionado con lo que ahora se denominaría 'fondo de reptiles', que no eran otra cosa que pagos por los servicios prestados…

Marta Gayá, en una imagen de archivo (Gtres)
Marta Gayá, en una imagen de archivo (Gtres)
Ahora Bárbara Rey y Marta Gayá vuelven a recuperar el protagonismo que tuvieron durante años cerca del monarca saliente gracias al libro de Ana Romero Final de partida (La Esfera de los Libros), donde las dos damas juegan un papel destacado. 
Marta Gayá en la sombra y la actriz como personaje del business con uno de los mejores cuerpos del cine de aquellos años. Bárbara Rey no ha leído el libro, según ha asegurado a Vanitatis: “Me han preguntado, pero no puedo decir nada sobre este tema.
 Aún hay muchas cosas por contar. Lo único que sé es que yo, que he sido y soy una profesional con muchos registros en cine, televisión y teatro, estoy sin trabajo.
 La última obra que hice hace dos años tenía una aceptación total por parte del público y estuvo en cartel muy poco tiempo. 
No se ha vuelto a reestrenar. Algo incomprensible”. La actriz se refiere a la obra de Antonio Gala El hotelito.

Y aunque nunca se pudo demostrar, hay historias que tienen que ver con esos supuestos vetos, en las que se cuentan que una persona relacionada con la jefatura del Estado exigió su cabeza. 
En otra ocasión acudió invitada al programa Tómbola en Canal 9 y una llamada silenció su presencia.
 Eso sí, cobró su caché.
Bárbara Rey siempre ha sido muy cauta a la hora de hablar de esos afectos que hasta hace muy poco no tenían nombre ni destinatario. Cuando la preguntaban por el “rubio” (nombre que algunos identificaban con el monarca), ella callaba a pesar de las ofertas sustanciosas que tenía por contar su historia.
 Quizá sea de las pocas mujeres leales que han rodeado la vida de Juan Carlos I.Juan Carlos I era, como un buen Borbón un "Putero" eso dicen cuando las recibía en el Hotel Princesa Sofía" se dice se cuenta y se rumorea.

Cuando la belleza salva.................................. Monika Zgustova

Herta Müller encuentra la belleza incluso donde no la hay. Esta capacidad y el análisis del totalitarismo son las grandes lecciones de su libro de conversaciones con Angelika Klammer.

Dios está en los detalles, dicen los clásicos desde Flaubert hasta Nabokov, cada uno a su manera.
 La escritora rumana en lengua alemana, Herta Müller, suscribiría esta máxima porque su arte de narrar consiste en encontrar el detalle que mejor le sirva como metáfora. 
También aplica este método en el diálogo que con ella mantiene Angelika Klammer en el libro Mi patria era una semilla de manzana.
Estimulada por las preguntas, Herta Müller repasa su vida de descendiente de suabos emigrados a Rumanía.
 Durante la guerra, su padre fue miembro de la SS; después de la guerra, a su madre la deportaron al gulag soviético. 
Müller describe la marginación de alguien que pertenece a una minoría lingüística y cultural y además no comulga con la ideología imperante, la comunista.
 Al sentirse excluida, Müller empezó a refugiarse en la escritura. Pero sus libros la echaron directamente a los gélidos brazos de la temida Securitate que durante años la amargó con sus amenazas e interrogatorios hasta que Herta se decidiera por el difícil camino del exilio, dejando atrás a su madre y sus amigos.
A estas alturas, la literatura universal cuenta con una abundante documentación sobre el comunismo; muchos autores de primera fila, desde Milan Kundera hasta Norman Manea o György Konrád, describieron sus experiencias con el totalitarismo. Sin embargo, pocos elaboraron su obra con el lujo de detalles con el que se expresa Herta Müller.
En este sentido, en Mi patria era una semilla de manzana me llamó la atención el análisis magistral de la fealdad que creaba la dictadura con el propósito de humillar a los ciudadanos; la arquitectura, el mobiliario, la ropa, todo era desagradable y gris: "La belleza es un apoyo en la vida, te protege, te resguarda.
 Cuando la belleza falta durante mucho tiempo, la gente se vuelve agresiva y surge el embrutecimiento," concluye la autora.
 El arte de Herta Müller, patente en sus novelas, es saber encontrar la belleza incluso allí donde no la hay. 
Esta capacidad, junto al análisis del totalitarismo, son las grandes lecciones de este libro.

Mi patria era una semilla de manzana. Herta Müller. Traducción de Isabel García Adánez. Siruela, 2016. 224 páginas. 19,95 euros

 

Las joyas robadas a Kardashian en París fueron fundidas y retalladas

Las alhajas no podrán ser encontradas, puesto que el oro fue moldeado y las piedras preciosas retalladas, según la confesión de algunos detenidos.

Kim Kardashian, en Nueva York. GC Images

 

Las joyas robadas a Kim Kardashian en París en octubre pasado no podrán ser encontradas, puesto que el oro fue fundido y las piedras preciosas retalladas, según la confesión de algunos de los detenidos por el atraco.

Fuentes próximas a la investigación citadas por la cadena de televisión BFMTV concluyeron que el botín, valorado en 9 millones de euros -incluía el anillo de compromiso de Kardashian, de 3,5 millones- fue vendido en el mercado de joyas de Amberes. En total, 17 personas han sido detenidas por este suceso, de los que 10 fueron imputados y nueve permanecen en detención preventiva.
Entre ellos están cinco a los que los investigadores consideran los autores materiales del atraco que se produjo el pasado 3 de octubre en un apartamento de lujo del centro de París.
En los registros llevados a cabo en los domicilios de los sospechosos, los agentes no han encontrado rastro de las joyas pero sí 250.000 euros en metálico, según las fuentes de BFMTV. Además, el seguimiento de algunos de ellos ha permitido determinar que viajaron de forma frecuente a Amberes, conocido mercado de joyas y piedras preciosas, en los días posteriores al asalto con robo.
Jean-Yves Lienard, el abogado de Aomar A., de 60 años, considerado por los investigadores como el coordinador del golpe, reveló a la televisión que su cliente reconoció los hechos y que las joyas fueron fundidas, retalladas y vendidas, pero que no tuvieron tiempo de repartirse el botín.
Arresto en París de uno de los acusados de haber robado a Kardashian. Getty Images
El letrado de otro de los imputados, François D., de 54 años, Manuel Abitbol, aseguró a la revista L'Obs que su cliente se encontraba a 150 kilómetros de París en el momento de los hechos presenciando un partido de fútbol en la tele junto a otras personas que pueden corroborar su coartada.
Los elementos de la investigación revelados por medios franceses ponen de manifiesto que el atraco fue cometido por un grupo de personas de edad, bautizado como el "clan de los veteranos", fichados por la policía y, en muchos casos, en búsqueda y captura. No se trata de ladrones muy profesionales, como ponen de manifiesto los numerosos errores cometidos.
Según el diario Libération, todos ellos se mostraron a cara descubierta en los alrededores del apartamento de lujo que ocupaba Kardashian poco antes del golpe, lo que ha permitido su identificación gracias a las cámaras de vigilancia.
 Además, se han encontrado restos de ADN de los cinco en la escena del delito, tanto en la cinta adhesiva y las bridas utilizadas para maniatar a la estrella y al portero del edificio, como en unas esposas.
Uno de ellos, Yunice A., de 64 años, tropezó en el momento de la huida y no fue esperado por el resto, que escaparon en coche, por lo que tuvo que hacerlo en bicicleta.
 En su precipitada huida, perdieron un pendiente de los sustraídos a Kardashian, una cruz labrada con cinco diamantes, que al día siguiente fue entregado a los investigadores por una vecina que lo encontró por el suelo.

Kim Kardashian con el anillo de compromiso. AP
Tampoco tuvieron problemas los investigadores para hacer un seguimiento de las llamadas de teléfono de los sospechosos cerca del lugar de los hechos, lo que les permitió completar el puzzle.
Además de Aomar A., François D. y Yunice A., determinaron que en lugar de los hechos también estaban Pierre B., de 72 años y Didier D, de 61, y que entre los cómplices destaca Marceau B., conocida figura de la mafia gitana, detenido en un campamento gitano y es sospechoso de vender la mercancía en Amberes.



Si solo son un trozo de plástico, ¿por qué las caras de las muñecas nos dan escalofríos?

Se supone que deben inspirar ternura pero algunas lo que producen es repelús. 

 Nuestro cerebro no termina de procesar su apariencia.

Quizá lo haya sentido mirando un escaparate, o cuando su hijo abrió alguno de sus regalos esta Navidad: el mal rollo que producen ciertas muñecas.
 Una sensación curiosa, ya que un objeto inanimado de esas características no contiene nada que objetivamente resulte intimidatorio (se supone que debe inspirar todo lo contrario). 
Para algunos ese rechazo es, de hecho, insoportable: padecen lo que desde la psicología se conoce como pediofobia, que no es otra cosa que miedo a los muñecos y que ha sido estudiado por la ciencia. Sin llegar a esos extremos, mucho más extendida está lo que Héctor Galván, director del Instituto Madrid de Psicología, psicólogo clínico y sexólogo, describe como “una sensación incómoda y de inquietud” ante algunas de estas recreaciones humanas.
Las muñecas que dan miedo tienen en común una apariencia humana muy realista.
 Y por eso provocan cierta "incertidumbre intelectual respecto al carácter animado o inanimado de algo", como ya describió Freud en su libro Lo siniestro
Nuestro cerebro está diseñado para leer rostros y percibir en ellos emociones.
 Como explicó el psicólogo Frank McAndrew, del Knox College de Illinois (EE UU) en una entrevista en la revista Smithsonian, “no deberíamos tener miedo de un trozo de plástico, pero nos está enviando señales sociales”, por ejemplo, pidiendo protección. “Parecen personas pero no lo son, y no sabemos cómo responder a ello, igual que no sabemos cómo reaccionar cuando no sabemos si estamos en peligro o no. 
 Hemos evolucionado para saber procesar información, y las muñecas se nos escapan”.
En el primer puesto del ranking de muñecas tenebrosas están, por supuesto, las de porcelana.
 Reúnen, precisamente, rasgos muy similares a los humanos.
 De un tiempo a esta parte se han puesto de moda las muñecas reborn, bebés hiperrealistas que enternecen a unos pero que otros no pueden soportar mirar mucho tiempo.

Hiperrealismo desconcertante

Idéntico efecto tienen esculturas humanas hiperrealistas como las de Ron Mueck, cuya obra se expuso el pasado verano en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
 Un bebé enorme, otro recién nacido aún con el cordón umbilical recostado sobre su madre, una mujer embarazada, parejas recostadas, ancianos encorvados o simplemente una cabeza masculina son algunas de las representaciones de este artista australiano cuyo objetivo, según reconoció en una entrevista a la revista Sculpture, es descolocar al espectador. 
“Por un lado intento crear una presencia creíble, pero por otro [las esculturas] tienen que funcionar como objetos.
 No son personas, aunque me gusta que la gente las mire y dude de si lo son o no”.
Este hiperrealismo llega a extremos con los humanoides.
 El experto japonés en robótica Masahiro Mori ha estudiado el efecto de los robots excesivamente humanizados, que en un primer momento nos resultan familiares pero que después no reconocemos y denomina su impacto turbador como valle inquietante 
 Lo compara con la sensación de estrechar una mano que sea en realidad una prótesis muy realista: 
“Nos sorprende la carencia de suavidad y su frialdad. Ya no nos resulta familiar, sino inquietante”.

Quizá lo haya sentido mirando un escaparate, o cuando su hijo abrió alguno de sus regalos esta Navidad: el mal rollo que producen ciertas muñecas. Una sensación curiosa, ya que un objeto inanimado de esas características no contiene nada que objetivamente resulte intimidatorio (se supone que debe inspirar todo lo contrario). Para algunos ese rechazo es, de hecho, insoportable: padecen lo que desde la psicología se conoce como pediofobia, que no es otra cosa que miedo a los muñecos y que ha sido estudiado por la ciencia. Sin llegar a esos extremos, mucho más extendida está lo que Héctor Galván, director del Instituto Madrid de Psicología, psicólogo clínico y sexólogo, describe como “una sensación incómoda y de inquietud” ante algunas de estas recreaciones humanas.
Las muñecas que dan miedo tienen en común una apariencia humana muy realista. Y por eso provocan cierta "incertidumbre intelectual respecto al carácter animado o inanimado de algo", como ya describió Freud en su libro Lo siniestro. Nuestro cerebro está diseñado para leer rostros y percibir en ellos emociones. Como explicó el psicólogo Frank McAndrew, del Knox College de Illinois (EE UU) en una entrevista en la revista Smithsonian, “no deberíamos tener miedo de un trozo de plástico, pero nos está enviando señales sociales”, por ejemplo, pidiendo protección. “Parecen personas pero no lo son, y no sabemos cómo responder a ello, igual que no sabemos cómo reaccionar cuando no sabemos si estamos en peligro o no. Hemos evolucionado para saber procesar información, y las muñecas se nos escapan”.
En el primer puesto del ranking de muñecas tenebrosas están, por supuesto, las de porcelana. Reúnen, precisamente, rasgos muy similares a los humanos. De un tiempo a esta parte se han puesto de moda las muñecas reborn, bebés hiperrealistas que enternecen a unos pero que otros no pueden soportar mirar mucho tiempo.

Hiperrealismo desconcertante

Idéntico efecto tienen esculturas humanas hiperrealistas como las de Ron Mueck, cuya obra se expuso el pasado verano en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Un bebé enorme, otro recién nacido aún con el cordón umbilical recostado sobre su madre, una mujer embarazada, parejas recostadas, ancianos encorvados o simplemente una cabeza masculina son algunas de las representaciones de este artista australiano cuyo objetivo, según reconoció en una entrevista a la revista Sculpture, es descolocar al espectador. “Por un lado intento crear una presencia creíble, pero por otro [las esculturas] tienen que funcionar como objetos. No son personas, aunque me gusta que la gente las mire y dude de si lo son o no”.
Este hiperrealismo llega a extremos con los humanoides. El experto japonés en robótica Masahiro Mori ha estudiado el efecto de los robots excesivamente humanizados, que en un primer momento nos resultan familiares pero que después no reconocemos y denomina su impacto turbador como valle inquietante  Lo compara con la sensación de estrechar una mano que sea en realidad una prótesis muy realista: “Nos sorprende la carencia de suavidad y su frialdad. Ya no nos resulta familiar, sino inquietante”.
‘Big baby’ (1996), de Ron Mueck.
Ese rechazo que provoca la presencia humana desprovista de vida está también detrás de una corriente que defiende que los robots deberían parecer eso, robots, y no personas.
 Los investigadores de la Universidad de Trento (Italia) Francesco Ferrari y Maria Paola Paladino, junto a Jolanda Jetten, de la Universidad de Queensland (EE UU), afirman en un artículo publicado en la Revista Internacional de Robótica Social que demasiada similitud entre los robots y los humanos inquieta porque se desdibujan las fronteras entre humanos y máquinas y eso acaba alterando la identidad humana.
 Quizá los humanos queramos seguir siendo únicos.