Paz Padilla, estupefacta por la persecución de sus compañeros
La presentadora de 'Sálvame' en Telecinco dice que no entiende tantos enfrentamientos y afirma que "buscan hundirme"
Apenas unos días después de que volviera a situarse en el centro de la polémica por enfrentarse en pleno directo con varios de sus compañeros en 'Sálvame' después de que se mofaran del acento andaluz, Paz Padilla ha reconocido el mal ambiente en el programa de Telecinco. La presentadora del magazine de tarde de la cadena de Mediaset ha concedido una entrevista a Jesús Mariñas en La Razón en la que se declara "estupefacta" por la tensa situación que se vive en el programa, y asegura que "buscan hundirme". Padilla cree que la han "tomado con ella" por un
reportaje en el que se desvelaba la mala relación con el resto de
integrantes del programa, y además le extraña que todo esto se produzca
antes de la vuelta precipitada de Jorge Javier al programa tras 2 años.
Paz Padilla denuncia "persecución"
"No entiendo lo que está pasando ni esta persecución,
y menos ahora que lo dejo. No conozco al director ni a nadie que
trabaje allí. A lo mejor hice algo mal sin enterarme. Sólo así me lo
explico", se lamenta sobre ese famoso artículo. Al hablar de sus compañeros, aclara: "No sé qué pasa. De entrada, no es que me lleve mal o no me entienda con el equipo. Sólo son mis compañeros de trabajo. Ni salimos juntos ni vamos a cenar.
Siempre he mantenido ese distanciamiento, el mismo con el que hace 20
años decidí no conceder entrevistas. Por eso me dolieron las fotos que
me robaron".
En su entrevista, el entrevistador también la cuestiona por su manera
de hablar y expresarse, que como decimos la semana pasada ocasionó otra
nueva bronca con sus compañeros en pleno directo. La presentadora le quita hierro asegurando que "es que pienso en andaluz y lo suelto espontáneamente. A veces lo hago como gracia y funciona. Han sido ocho temporadas donde hubo de todo".
Pese a todo, lo celebra
Pese a todo, explica que no se siente mal por trabajar en el
magazine: "Estoy muy a gusto en 'Sálvame'. Se dónde estoy y conozco a
los colaboradores en lo bueno y en lo malo. Son muy distintos y eso es
otro acierto del programa. Lidio como puedo". Ahora, con el regreso precipitado de Jorge Javier Vázquez
(estaba previsto para febrero), quizás el menor tiempo de exposición de
Paz Padilla ante sus compañeros ayude a calmar los ánimos.
Hombres con prácticas hetero y homosexuales rechazan la etiqueta bisexual. ¿Por qué el miedo a ser estigmatizados?
RITA ABUNDANCIA
Una escena de 'Brokeback mountain'.
Foto: Cordon Press
Hombres heterosexuales con relaciones homosexuales que
reivindican su condición de heteros. No se trata de un trabalenguas y si
lo piensan detenidamente tampoco es algo nuevo, sino tan antiguo como
la humanidad. Presos que, debido a su imposibilidad de estar con
mujeres, practican el sexo con compañeros de celda porque ‘son muy
machos’, como reflejaba la excelente novela Hombres sin mujer,
del cubano-gallego Carlos Montenegro. Militares y hasta sacerdotes, que
no dudan luego en exhibir desde el púlpito su nada escondida homofobia. Recientemente, este fenómeno ha vuelto a salir a la luz a
raíz del trabajo de investigación que ha llevado a cabo un sociólogo de
la Universidad de Oregón, Tony Silva, entre un grupo de hombres blancos que viven en un medio rural,
todos los componentes del estudio pertenecían a las áreas de Missouri,
Illinois, Oregon, Washington o Idaho– lugares conocidos por su ideología
conservadora–; que se definen como heterosexuales –muchos están casados
y con hijos– y que, sin embargo, tienen sexo con sus compañeros, aunque
no se identifiquen para nada con alguno de los protagonistas de Brokeback Mountain (2006). La intención de Silva, como comenta a S Moda, era estudiar el fenómeno y “relacionarlo
con los múltiples factores que afectan a la identidad sexual como la
cultura, el contexto social, el lugar, el momento histórico y las
interpretaciones personales. De hecho, las identidades
sexuales, tal como las conocemos hoy en día –heteros, gays, lesbianas,
bisexuales, etc–, no han existido hasta mediados-finales del siglo XIX y
la forma de entenderlas no es la misma en todo el mundo. Pero no solo
eso, además, y como se ha visto en el estudio, personas con la misma
cultura pueden tener prácticas sexuales similares pero interpretarlas de
formas distintas, dependiendo del concepto que tengan de su propia
sexualidad”.
Para Silva el término ‘Bud sex’ (bud
significa algo así como colega, compañero) se aplicaría a “aquellas
relaciones que sus participantes interpretan como ‘ayudar’ a un amigo
-en la que está exento el factor romántico-, entre hombres blancos y
heterosexuales o, escondidamente, bisexuales. Encuentros secretos y sin
asociación ninguna con ideas como feminidad u homosexualidad. A través
de una interpretación compleja, los participantes tienen sexo
con hombres, algo generalmente no compatible con la heterosexualidad o
el tradicional concepto de masculinidad”. Imagino ya lo que muchos estarán pensando. Ok, hombres
bisexuales que no quieren reconocer esta condición, pero la cosa no es
tan simple o puede tener diversas interpretaciones. En el 2015, Jane
Ward, profesora de Género y Estudios sobre la Sexualidad de la
Universidad de California, publicó un libro titulado Not Gay: Sex between straight white men (No gay: Sexo entre hombres blancos heterosexuales) en
el que exploraba varias subculturas en las que se da lo que se podría
llamar ‘sexo hetero-homosexual’. Y no hablamos solo de militares o
presidiarios sino desde hell angels hasta vecinos de barrios
respetables y conservadores. Ward busca en su libro alguna explicación
al fenómeno que no sean las muchas, y de Perogrullo, que se han dado a
lo largo de la historia. La más estrambótica y una de las que menciona
en su obra es una por parte de un sociólogo de los años 60, que
argumentaba que los flirteos homosexuales de muchos maridos se debían a
que puesto que la Iglesia Católica prohibía usar condones y muchos
matrimonios no querían tener más hijos, él se veía obligado a buscar
sexo con otros hombres en los baños públicos. Otra típica argumentación
es la de esgrimir que no es sexo en realidad sino ‘juegos’ o que la
sexualidad entre hombres es más fácil, práctica y está desprovista de
sentimentalismo y, por lo tanto, de problemas.
Según cuenta Jane Ward a S Moda, “los hombres heterosexuales de raza blanca, es decir, los que tienen el poder, tienen
mucho que perder si reconocen sus deseos hacia el otro sexo, porque la
masculinidad ha estado muy específicamente definida durante mucho tiempo
y porque ha sido el único y estrecho camino para ser un hombre de
verdad. La atracción hacia otros varones se ha percibido como
algo femenino, que resta autenticidad y poder al hombre, aunque esta
regla no funciona con las mujeres, que pueden besar o tocar a otras sin
ningún estigma y sin que se traspasen las fronteras, más flexibles, de
la normatividad sobre lo femenino”. Algo que confirma Silva que subraya
que “la razón por la que hay más mujeres abiertas a probar relaciones
con el mismo género es por la heteronormatividad, que afecta de forma
distinta a los dos sexos; ya que la heterosexualidad en el varón está
más firmemente atada a las diferentes formas de masculinidad”.
De hecho, como comenta Ward en su libro, algunos de estos
hombres heteros con práticas homosexuales, muestran incluso un cierto
rechazo a los comportamientos gays que, en algunos casos, rayan la
homofobia. En su investigación muestra algunos anuncios publicados por
miembros de este grupo en la sección de contactos de los periódicos
norteamericanos en los que se repiten las expresiones “solo hombres
masculinos”, “porno estrictamente hetero” o “sin entrar en prácticas
gays”. Ideología que el detective Torrente sentenció en aquella frase ya
mítica: “¿Nos hacemos unas pajillas?, ¡pero sin nada de mariconadas,
ehhh!”. Lo que se consideran o no prácticas gays entra dentro de una visión muy
flexible y personal del término; ya que, como comenta Tony Silva, “la
mayoría de los hombres que entrevisté para mi estudio estaban casados y
mantenían sus prácticas homosexuales en secreto; excepto uno que tenía
una relación abierta con su pareja. Algunos asociaban el concepto de
‘penetración’ con ideas de feminidad u homosexualidad, pero otros no .
Penetrar o ser penetrado podía también marcar una diferencia para
algunos pero no para todos y algunos diferenciaban entre la penetración
anal u oral; pero ninguno cuestionaba su masculinidad o heterosexualidad
en términos de ser penetrado o no. Su interpretación del sexo era la
llave para identificarse como hetero y masculino, no sus prácticas”. ¿Con miedo a salirse de las etiquetas establecidas? Es muy probable que las identidades sexuales, tal como las
conocemos hoy día, sean algo en peligro de extinción, como indica la
ideología queer o el hecho de que los millennials no
necesiten, tanto como sus padres, etiquetarse o encajar en un apartado
de preferencias u orientaciones eróticas; o puedan llevar a cabo
prácticas homosexuales sin hacerse demasiadas preguntas. Pero, ¿responde
la conducta de estos hombres a esta filosofía? Según comentaba Ward en
una entrevista al New York Magazine,
“en los últimos quince años ha habido mucho interés y comentarios en
EEUU sobre la sexualidad más fluida y la heteroflexibilidad, pero
siempre se han centrado en las mujeres o en los hombres de comunidades
negras o latinas. Sin embargo, nadie se pregunta nada sobre está nueva
manera de entender la masculinidad entre hombres blancos y heteros. O,
como mucho, la justifican diciendo que no es sexo en realidad. Uno puede
pensar que éstos hombres tal vez pertenezcan a la subcultura queer,
en la que entonces los calificactivos de ‘homo’ o ‘hetero’ sobran, pero
no creo que sea esa la razón. No quieren entrar en ese mundo, por eso
su homosexualidad es utilizada al servicio de la heteronormatividad. Por
eso he escrito mi libro, porque creo que es tiempo de analizar estas
conductas con más detalle”.
Según Iván Rotella, sexólogo, director de Astursex, centro
de atención sexológica en Avilés y miembro de La Asociación Estatal de
Profesionales de la Sexología (AEPS), “ninguno de nosotros somos
100% heterosexuales u homosexuales, y hay hombres y mujeres que
exploran su parcela de atracción hacia el mismo sexo cuando ya son
adultos, están casados y tienen una vida diseñada. Entonces
puede ser un conflicto, especialmente si descubren que estas nuevas
prácticas les gustan más que las anteriores. Pero el deseo es más amplio
que los conceptos que han tratado de acotarlo y lo que hay que tender
es a romper los encasillamientos y tener relaciones con personas,
independientemente del sexo. Eso es a lo que se tenderá en el futuro y
yo creo que vivimos una época en la que se está formando un nuevo
paradigma, donde los conceptos tradicionales empiezan a entrar en
crisis. A nivel práctico, uno puede aceptar lo que siente o le apetece y
tratar de llegar a acuerdos, en caso de que se esté inmerso en una
relación, o si no es posible cerrar un capítulo en su vida. Puede
tambien negarlo y seguir con su vida normal. En ambos casos habrá
conflicto, porque negarse a si mismo lleva también implícito un alto
precio a pagar”. La mayoría de los hombres que entrevistó Silva, experimentaron cambios
en sus atracciones sexuales después de décadas de matrimonio. “Algunos
reconocen que empezaron a tener sexo con sus amigos cuando éste se
volvió complicado o inexistente con sus mujeres”, comenta éste
sociólogo, “o cuando empezaron a tener problemas de erección. Necesitamos más estudios sobre la sexualidad masculina, ya que, como
vemos, la naturaleza de ésta puede cambiar a lo largo de la vida”.
El ingeniero madrileño se lleva hoy martes los 318.000 euros tras completar el Rosco.
En el caso de Carlos Adán, a la segunda va la vencida, y esta tarde, en su segunda etapa en Pasapalabra
ha conseguido llevarse el bote del concurso tras completar el Rosco en
el programa que Telecinco emite esta tarde (20.15). Tras responder
"Zanón" a la pregunta "Apellido del autor de la obra Yo fui Johnny Thunders", este ingeniero madrileño se llevará los 318.000 euros del premio, el primero del concurso en 2017. El nuevo ganador del bote debutó en Pasapalabra en
octubre de 2011, donde participó en 39 programas consecutivos y se llevó
45.600 euros acumulados. Ha intervenido en varios especiales de
campeones y ligas estivales. El pasado verano superó a su oponente,
Marisa García, lo que le brindó la oportunidad de regresar al programa
como participante titular. En este nuevo intento ha conseguido alzarse
con el premio tras solo siete días en el programa. En la primera fase
del programa, Adán contará con la ayuda de la presentadora Berta Collado
y el cantaor José Mercé. Carlos Adán trabaja como jefe técnico de producto de una
multinacional sueca. Entre sus grandes pasiones se encuentra viajar, el
ajedrez, el cálculo mental, el cine y los concursos televisivos. En 2008
participó en Cifras y letras durante 70 programas. Posteriormente, irrumpió en Pasapalabra,
donde después de sus participaciones en 2011 y 2016 el 9 de enero se
reenganchaba al programa como concursante tras haberse preparado
concienzudamente durante el verano.
Adán asegura que destinará el premio a viajar, con Perú y
Estados Unidos entre los destinos que tiene en mente. Tras su paso por Pasapalabra, Adán ha acumulado un total de 379.800 euros en premios (318.000 del bote y 61.800 de sus primeras etapas). Con más de 2.500 emisiones en Telecinco desde que el programa llegara en 2007 procedente de Antena 3, Pasapalabra
lidera su franja de emisión. El programa presentado por Christian
Gálvez cerró el año pasado con un promedio del 18,1% de cuota de
pantalla y 2.239.000 espectadores, el concurso más visto fuera del prime time.
La cosa era ir con él en avión, eso me faltaba; fui en tren, a
Sevilla, a presentar su novela más sevillana, y en coche, a Albacete, a
cualquier sitio, a presentar esa novela tan sevillana, y a un cine, a
presentar el mismo libro u otros que siguieron; a todas partes llevaba
su mochila marrón, sus vaqueros a veces, sus libros desgastados o
nuevos, su voz suave o enronquecida, su cabreo o su alegría; siempre fue, en esos viajes chiquitos, veloz como un cosaco antes de emborracharse, rápido como un pez dentro del agua. Una
vez coincidimos, en uno de esos trenes, con un escritor albano, y me lo
señaló con la nariz: “¿Y tú de qué lo conoces? Joder, tío, tú conoces a
todo el mundo”. A él lo conocía todo el mundo; un día vino de empapelar
su lugar de trabajo, hasta ese instante, con una despedida que lo hizo
aún más famoso: dejar de estar en la tele lo hizo más querido para la
tele…, a la que le costó volver, ya más famoso que Manolete. Pero de todos los viajes que hice con él, con Arturo Pérez-Reverte, como
editor de sus libros, desde aquel libro tan romano y tan sevillano y
tan audaz, aquella La piel del tambor, el más silencioso
y el más fructífero fue el que nos llevó por primera vez a México (¿o
fue a Argentina, o a Colombia, o a Chile, o al fin del mundo, o a Las
Palmas de Gran Canaria?): él iba, con su mochila, su chaqueta marrón, sus vaqueros de viajar lejos, sus gafas redondas de entonces,
y un cuaderno en el que iba escribiendo como un caballero de espada al
cinto. De pronto se volvió hacia atrás y me enseñó los renglones
ladeados que había escrito como quien firma. Era el guión de un invento,
él dijo “un invento”; arriba había puesto: “El Capitán Alatriste”.
Nunca dio un mandoble así para quedarse quieto. Y ya saben ustedes qué
pasó con ese invento desde el momento mismo en que se le ocurrió hacer
esos renglones cuando yo estaba con él en un avión de largo recorrido.