Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

9 ene 2017

‘GH VIP’ 2017: Huye si puedes........................ Manuel Morales.

La larguísima y aburridísima gala inicial presentó un casting para fans de lo esperpéntico.

Concursantes de Gran Hermano VIP 2017
La larguísima, ¡tres horas y tres cuartos!, y aburrida gala inicial de la quinta edición de Gran Hermano VIP quiso dejar claro, desde el principio, que hará sudar a sus 13 concursantes. 
Lo hizo la primera noche, con trampas salvadas con algún rasguño, para comenzar una experiencia publicitada como Entra si puedes
 La presentación de los participantes fue cuidada, realizada en parte en blanco y negro y a cámara lenta, como si fueran estrellas.
Quizás por eso la mayoría demostró que están encantados de haberse conocido.
 La periodista Irma Soriano no pestañeó cuando dijo que ella siempre había sido “muy Margarita Xirgu”. 
Casi nada. Lo más intrigante fue el juego de meter en la casa de la vida en directo a un falso VIP. 
 Un joven canario en apuros económicos que demostró, pese a su personalidad inventada, que era el más auténtico.
 La sorpresa fue el anuncio de que Terelu Campos se plantará en unos días en otro reality. Antes avisó que ronca por las noches.
 
Para esta ocasión, el reparto estelar incluye al que fue representante de Belén Esteban, a un youtuber que habla en diminutivos, como Ned Flanders;
 a una exlocutora de radio a la que no se entiende lo que dice, varias bombas sensuales, incluido un dúo italiano; y un concejal del PP, será para dar lustre a la política.
 Un casting para fans de lo esperpéntico.
 El plató no ayudó mucho la primera noche porque, a pesar del esfuerzo del presentador, Jordi González, los familiares y amigos estuvieron nerviosos, casi monosilábicos, alguna incluso lloró antes de decir ni mu.
Lo más divertido de tamaña pesadez digestiva fue ver a la actriz Emma Ozores intentando orientarse a oscuras entre bidones y ruidos.
 Muy poco. Los seguidores de GH VIP tendrán que esperar a próximas citas para ver cómo, tras las sonrisas iniciales de cortesía, empiezan a tirarse los trastos en la lucha por los 100.000 euros de premio al ganador. 
Mientras tanto, un superconsejito, como diría el concursante influencer Aless Gibaja: “¿Gran Hermano VIP?, Si puedes, huye”.

 

Sanidad quiere que los jubilados con más de 18.000 euros de renta paguen más por las medicinas

La ministra también se plantea que los parados de larga duración no abonen una parte del precio como hasta ahora.

La ministra de Sanidad, Servicios e Igualdad, Dolors Montserrat, en una entrevista, este 2 de enero. EFE

La ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Montserrat, quiere "ajustar" el copago farmacéutico para los jubilados que cobran pensiones más altas, en el tramo de renta que va de los 18.000 a los 100.000 euros
. Así lo ha expresado este lunes Dolors Montserrat en declaraciones a Ràdio 4, en las que también ha señalado que los parados de larga duración no deberán abonar una parte de los medicamentos como hasta ahora.
Para los jubilados, la ministra apuesta por mantener el copago farmacéutico de 8 euros al mes para los jubilados que no cobran nada y hasta los que tienen una renta de 18.000 euros al año. El "ajuste" que quiere aplicar Montserrat se dirigirá a los que cobran entre 18.000 y 100.000 euros, una franja muy amplia, a su juicio.
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"Quien más tiene debería pagar más", ha indicado la ministra, aunque sin precisar si los que cobran menos deberán abonar hasta los actuales 13 euros al mes o menos ni tampoco qué cantidad y a partir de qué renta deberá hacerlo el resto.
El sistema sanitario español es universal y gratuito. 
Esto quiere decir que la cartera básica de servicios (que cubre tanto la asistencia en ambulatorios como en hospitales) es gratis para todos.
 El copago farmacéutico va desde el 10% (rentas de reinserción, pensiones mínimas) hasta el 60% del precio de los medicamentos para quien gane más de 100.000 euros al año.

 

8 ene 2017

El poeta cordobés Nacho Montoto muere en Sevilla a los 37 años




El autor, Premio de Poesía Andalucía Joven, organizó el pasado año la edición más completa de Cosmopoética y preparaba una nueva obra.

José Ignacio Montoto, en un dibujo de María Simó publicado por la Consejería de Cultura de Andalucía.

Nacho Montoto, poeta, creador y artífice el pasado año de una de las más completas ediciones de Cosmopoética, la cita internacional de Córdoba con los versos, ha muerto hoy en Sevilla de un paro cardíaco, según sus allegados, a los 37 años de edad.
El autor cordobés era una de los valores más claros de la literatura andaluza. Premio de Poesía Andalucía Joven por La cuerda rota en 2013, escribió Binarios, Superávit, Diario del fin del mundoTras la luz y Estamos todos, aquí no hay nadie, su último libro, del 2015.
"Ahora creo mucho más en las calles y en los poetas porque al menos me dan esperanza y algunos, como José Ignacio Montoto, me dan luz", escribió Andrés Nadal del poeta tras su reconocimiento con el premio andaluz.
Montoto creía en la poesía. 
Escribió hasta sus últimas horas y hace pocos días compartió su último manuscrito con algunos amigos del mundo editorial que, como él, creían en la vigencia de los versos, en la infinita vida de la madre de todas las artes.
Esta obsesión por encontrar la poesía en cada rincón le llevó a diseñar una de las mejores ediciones de Cosmopoética, la cita cordobesa en la que consiguió llenar las salas de la ciudad de poemas e imágenes que se fundían con la música, la pintura, la novela y con la vida cotidiana.
"Ir más allá". Esa fue su premisa para el diseño de la última edición, según relató a EL PAÍS.
 Montoto luchó por romper los límites, hundir los prejuicios, abrir las fronteras de la creación y reivindicar la poesía latente en cada lector, en cada vida.
 Era consciente del auge de un género que había encontrado nuevas formas de expresión y quiso darles los espacios más dignos en una ciudad milenaria comprometida con las estrofas.
Y llenó Córdoba de poesía: subió los versos a las farolas, los llevó a los bares y los paseó por las calles, para no encerrarlos en las salas y demostrar que todo es un poema escrito y por escribir. 
Con su muerte, la creación andaluza pierde a uno de sus más importantes autores, según han reconocido profesionales del mundo editorial nacional.

 

Las siete maravillas susurran sus viejos secretos............. Jacinto Antón


Turistas frente a las tres pirámides de Guiza. Flickr Vision
En estos tiempos de listas es bueno recordar una de las más famosas de la humanidad, la madre de todas las listas: las siete maravillas del mundo antiguo.
 Hubo un tiempo en que nadie que se considerara culto podía dejar de enumerarlas, como no podía ignorar los doce trabajos de Hércules o los nombres de las musas. O tempora! 
 De ellas, de las maravillas, esos siete magníficos del ingenio humano —cinco edificios y dos estatuas gigantescas—, solo queda una en pie, la Gran Pirámide, y muy distinta de lo que fue; a las otras seis, el coloso de Rodas, los jardines colgantes de Babilonia, el templo de Artemisa en Éfeso (en cuyo interior se veneraba el ídolo de ébano de la diosa recubierto de mamas —o escrotos de toros—), el mausoleo de Halicarnaso, el Zeus de Olimpia y el faro de Alejandría las ha barrido, despiadado, el viento de la Historia. 
Uno de los más populares expertos en la antigüedad, el arqueólogo y escritor Valerio Manfredi, autor de Aléxandros, de Odiseo, y de muchos otros títulos de éxito, nos lleva ahora en su último libro aparecido en España, Las maravillas del mundo antiguo (Grijalbo), en un viaje a través de los siglos a visitar esos monumentos en todo su esplendor y a conocer cómo fueron construidos y cómo se disolvieron la mayoría en el polvo del tiempo.

También a descubrir muchos de sus secretos: la enorme estatua crisoelefantina (de oro y marfil) de Zeus que se adoraba en el templo del padre de los dioses en Olimpia —y en uno de cuyos dedos talló su autor, Fidias, ¡una declaración de amor a un jovencito!— era en su interior como una falla, una maraña de tablones ensamblados con cuerdas y brea por la que correteaban los ratones; el coloso de Rodas fue desde el principio un gigante inestable y condenado nacido de los celos de un discípulo,
Cares de Lindo, por su maestro, Lisipo; lo realmente maravilloso del faro de Alejandría estaba no en sus mayúsculas dimensiones sino en el mecanismo giratorio de su luz y sus espejos, apoteosis de la catóptrica, la ciencia de la refracción de la luz; el inmenso templo de Artemisa en Éfeso disponía de un sistema antisísmico (el primero del que se tiene noticia en un edificio), consistente en un estrato de carbón troceado y lana de oveja sobre el que se colocaron los cimientos; 
la tumba del rey Mausolo (de ahí “mausoleo”, sinónimo de tumba monumental) constaba de varios ciclos escultóricos asombrosos y la columnata rematada por una pirámide sobre la que se asentaba una cuadriga en la que estaban representados el más bien poco humilde soberano y su reina, Artemisia, parecía flotar en el cielo; la pirámide de Keops —que durante 38 siglos fue el edificio más alto del planeta— era, con su deslumbrante revestimiento de piedra calcárea, muchísimo más impresionante que la construcción que podemos ver ahora. 
En cuanto a los jardines babilonios, la maravilla “más evanescente, la más fantasmagórica, inútilmente buscada y perseguida”, Manfredi señala que su secreto permanece sin resolverse: nadie sabe cómo eran en realidad. 
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Uno de los fragmentos del Mausoleo de Halicarnaso custodiados en el British Museum.
¿Por qué esta revisitación de las maravillas? “Se me ocurrió mientras diseñaba un proyecto de restauración para el inmenso templo G de Selinunte, en Sicilia”, explica el especialista italiano.
 “Mi proyecto chocó con la mentalidad académica que defiende dejar las ruinas como están, aunque ello suponga que se vayan degradando hasta desaparecer; eso me hizo reflexionar sobre la suerte de los siete grandes monumentos de la antigüedad”.
 Manfredi apunta que la lista de los siete, que se atribuye a Filón de Bizancio, es arbitraria y solo una de las que debían circular en la época helenística.
 Otras listas podrían haber incluido más o menos maravillas.
 Pero la que ha prevalecido no deja de tener su coherencia. “Todas esas siete maravillas formaban parte de las grandes civilizaciones que conquistó Alejandro Magno, eso es lo que tienen en común, y el significar todas ellas un desafío a lo imposible”, recalca el escritor.
Las siete maravillas (haciendo un poco la vista gorda con los jardines, que seguramente desaparecieron antes) coexistieron un periodo breve: del 300 al 227 antes de Cristo, cuando se derrumbó el coloso.
 Manfredi subraya que se las seleccionó por lo que tenían de desafío a la naturaleza, de retos tecnológicos en una época, la helenística, que valoraba la capacidad del ser humano de realizar cosas verdaderamente grandiosas. En ese sentido la lista es heredera del espíritu que animó el Museo y la Biblioteca de Alejandría, de “una edad fantástica, increíble, osada”, y de “una civilización que creó la conciencia de que no hay nada imposible”. 
De ahí, dice, venimos nosotros y nuestras nuevas maravillas modernas: los rascacielos más altos, los puentes más vertiginosos, los túneles más largos. 

A Manfredi no le sorprende que en la vieja lista no esté, por ejemplo, el Partenón
 “Es un edificio de una perfección absoluta, pero lo que iba a la lista era lo imposible.
 El Zeus, del tamaño de una casa de cuatro pisos, es imposible, lo es el coloso de Rodas con sus 33 metros y dedos que no podía abrazar un hombre corpulento, el bosque de columnas de 18 metros del templo de Artemisa, la Gran Pirámide…”. Manfredi (no en balde Valerio Massimo) tiene los arrestos de añadir a la lista una octava maravilla, de su cosecha, la tumba de Antíoco I de Comagene (descendiente de Alejandro y de Darío I), por la que tiene un flaco.
 “Es un divertimento, un juego, me lo pidió el editor.
 Esa construcción en Anatolia que emplea toda una montaña, el monte Nemrut, cuya sombra podía cubrir todo el reino era sin duda alguna, nadie que la conozca me lo negará, una maravilla”.
En la desaparición de parte de las viejas maravillas paganas jugó un papel destructor nuestra civilización cristiana, de manera muy similar, recuerda Manfredi, a la de la feroz iconoclastia del ISIS que tanto nos indigna.

Qué fue de ellas

Los jardines colgantes. Ni rastro.
El mausoleo de Halicarnaso. Elementos reutilizados en construcciones posteriores. Algunos fragmentos en el British Museum de Londres.
El coloso de Rodas. No queda “nada de nada”.
 Los restos del gran bronce los compró al peso un comerciante de Edesa y los fundió.
 Hace unos años saltó la noticia de que había aparecido un puño bajo el agua: era una roca arañada por una draga.
El Zeus de Olimpia. Desaparecido completamente. Según alguna fuente sobrevivió hasta el siglo V en Constantinopla.
 Que estuviera revestido de oro y marfil lo hacía especialmente proclive al reciclaje.
El faro de Alejandría. Restos desperdigados en el mar donde se precipitó por un terremoto. 
Algunos elementos han sido recuperados.
El templo de Artemisa. Destruido. Trozos en el British Museum.
La Gran Pirámide.
 Ahí está, viendo pasar el tiempo (que, es sabido, la teme). Sin su piel resplandeciente pero impresionante todavía.
 La única maravilla que sobrevive.