Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 dic 2016

Las mantas virales que vas a querer pedirle a Papá Noel............. Nuria Luis ...

Internet ha caído rendido a su caluroso abrazo. Dónde comprar y cómo hacer estas piezas que se van a convertir en tu próximo regalo de Navidad.

mantas internet
Foto: Instagram Ohhio/justynaniko
Parece que los tiempos de la temida batamanta llegaron a su fin. Según Pinterest, lo de cobijarse al calor un fin de semana enchufado a Netflix ya no está reñido con el bonitismo. 
La red social, junto a Instagram, ha caído rendida desde hace unos meses ante el esponjoso abrazo de dos mantas virales que hacen las delicias de Internet y de todo aquel que tenga en mente ya su lista de regalos de Navidad.
Una de ellas es más fácil de encontrar con su nombre inglés, “chunky blanket”.
 Una expresión que alude a su robustez precisamente por la cualidad que la diferencia: su punto.
 Frente a otras piezas similares, esta manta luce uno enorme trenzado con bastante holgura.
 En su mayoría, están hechas con lana merina, una de las mejores desde hace siglos por su gran calidad y otras propiedades como su textura sedosa, su calidez y su suavidad en contacto con la piel. Esto, aunado a lo laborioso de su proceso, justificaría los altos precios que pueden llegar a alcanzar.
¿Dónde la compro?
Ese Olimpo de las manualidades llamado Etsy es el lugar por antonomasia donde pueden encontrarse.
 Concretamente, hay una tienda de la web que está ganando especial atención con las suyas. 
Se llama Ohhio, y vende mantas hechas a mano que oscilan entre los 285 y los 674 euros. 
Su responsable, Anna Marinenko, es una ucraniana de 27 años que comenzó a tejer hace un año:
 “Un día vi un material inusual que despertó mi imaginación”, confesó a Business Insider
 “No tenía agujas, por lo que empecé a tejer con mis manos”.
 A Marinenko le gustó tanto la estética de esta manta que decidió adquirir más ovillo.
 Su popularidad ha crecido de tal manera que ya tiene su propia página web, donde también las vende.


Las mantas virales que vas a querer pedirle a Papá Noel

Internet ha caído rendido a su caluroso abrazo. Dónde comprar y cómo hacer estas piezas que se van a convertir en tu próximo regalo de Navidad

mantas internet
Foto: Instagram Ohhio/justynaniko

¿Dónde la compro?
Ese Olimpo de las manualidades llamado Etsy es el lugar por antonomasia donde pueden encontrarse. Concretamente, hay una tienda de la web que está ganando especial atención con las suyas. Se llama Ohhio, y vende mantas hechas a mano que oscilan entre los 285 y los 674 euros. 
Su responsable, Anna Marinenko, es una ucraniana de 27 años que comenzó a tejer hace un año: “Un día vi un material inusual que despertó mi imaginación”, confesó a Business Insider. “No tenía agujas, por lo que empecé a tejer con mis manos”.
 A Marinenko le gustó tanto la estética de esta manta que decidió adquirir más ovillo. 
Su popularidad ha crecido de tal manera que ya tiene su propia página web, donde también las vende.
Para el sofá, a los pies de la cama… Sus posibilidades son infinitas. En nuestro país, hay otra firma especializada en tejer que también las comercializa totalmente “made in Spain”. Con sede en Madrid, Knitting Noodles vende desde su página web cojines, alfombras y hasta cestos con este punto grueso. 
Sus mantas, que tienen un precio de 256 euros, pueden personalizarse eligiendo el tipo de patrón que más te guste y que va del clásico (el que más se ha visto en Instagram bajo el hashtag #extremeknitting) a las rayas, cuadrados o incluso nubes
Una vez elegido el tamaño y el acabado, la puedes recibir en casa.
Sus creadoras son Mar y Cristina González, dos hermanas que buscaron un proyecto que les permitiese conciliar la vida familiar con la laboral a la vez que daban “rienda suelta a su creatividad”. Lanzaron la web hace tres años y presumen de que la materia prima que usan es “española” y cada uno de sus productos está “elaborado a mano” .
 Ellas son las que nos desvelan el secreto de esta lana XL: “No es la típica que conocemos de siempre, que ya está hilada. En este caso la lana está sólo lavada y peinada, por eso tiene ese grosor tan brutal. Está directamente trabajada en la mecha”.
manta punto grueso internet
Manta de la firma española Knitting noodles.
Foto:

 

Sueño húmedo........................... Luz Sánchez-Mellado


Una mujer pasa por delante de una pared con varios relojes.

La ministra Fátima Báñez ha propuesto liderar un pacto de Estado para que la jornada laboral acabe a las seis de la tarde.

Tengo una fantasía recurrente. No es sexual, picarones, pero casi.

 Un placer tan intenso como salir del curro con el sol fuera y tener tiempo para, no sé, meterme en un cine, echarme un siestorro, ir a recoger a las crías al cole, cuando iban al cole.

 Nunca hubo caso, hasta el punto de que un día me vino la pequeña llorando porque los niños de su clase, angelicos, creían que su mamá estaba muerta.

 Llevo toda la vida trabajando —o haciendo que trabajo, vale— todo el santísimo día. 

 Entiéndaseme: ni me quejo, ni voy de mártir, ni voy a contar aquí mi problemática. 

Al revés, soy una bendita con la suerte de currar en lo suyo y de llevar 30 años vendiendo su moto y de que se la sigan comprando a un precio razonable. 

A cambio, me he perdido algunas cosas. La infancia de mis hijas, la vejez de mis padres, todas las santísimas tardes laborables con sus gozos y sus sombras.

 Que sí, que vale, que ni soy la primera ni la última. Que el trabajo es sagrado, un sacerdocio, un privilegio. Pero también os digo que, en estos lustros, he perdido y visto perder tiempo a espuertas desde al primer jefe hasta al último indio para no ser el primero en plegar y marcharse a vivir la vida por miedo a ser señalado, o a la vida propiamente dicha. 

La ministra Fátima Báñez ha propuesto liderar un pacto de Estado para que la jornada laboral acabe a las seis de la tarde.

 Le han llovido flores y cactus. 

Yo le mando fuerza. Cierto que las inercias no cambian por decreto. Pero también que los jóvenes curran el doble por la mitad y, cuando acaban, se van sin cargo ninguno cada uno a lo suyo.

 A conciliar con la familia, los amigos, el perrito que les ladre o con ellos mismos. 

Y aún hay quien se sorprende de que, cada vez que el algoritmo de Facebook lo rescata, el reportaje La felicidad de trabajar de 8 a 3, de mi colega Pablo León, se coloque como la noticia más vista. 

No habla de sexo, de acuerdo. Pero sí de nuestros sueños más húmedos. 



14 dic 2016

Un bombardeo brutal contra un hospital español

Médicos Sin Fronteras simula un ataque en Madrid para denunciar la situación que sufren los centros sanitarios en zonas en conflicto.

Simulación de un ataque al hospital La Paz de Madrid. MÉDICOS SIN FRONTERAS

Balas y bombas contra los hospitales.
 Es lo que este martes sufrió La Paz, uno de los mayores centros hospitalarios de Madrid, de manera simbólica.
 Un simulacro realizado por Médicos Sin Fronteras (MSF) para denunciar una realidad: al menos 50 centros sanitarios relacionados con esta organización han sufrido ataques en lo que va de año.
 Y en 2015 la cosa fue peor: 106 ataques en 75 hospitales.
 Se trata, dice la ONG, de una situación casi cotidiana en zonas en conflicto como Siria o Yemen. 
“En los últimos meses, Alepo [una localidad del centro de Siria] se ha convertido en el ejemplo aterrador de esa brutal tendencia”, alerta Joan Tubau, director general de MSF.
 Las cifras de la Organización Mundial de la Salud también le dan la razón.
 El organismo de Naciones Unidas lleva contabilizados 113 ataques contra la misión médica en 2016, algo que vulnera las Convenciones de Ginebra para la protección de civiles en conflictos armados. 
Un horror, en suma, que durante unos minutos vivió el hospital madrileño con una espectacular proyección de vídeo en una de sus fachadas, que acabó figuradamente en ruinas. 

 

Edna O’Brien: “Ahora lo ‘cool’ es hacer desaparecer las emociones”

Anatxu Zabalbeascoa
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Javier Salas
 
Huyó del ambiente opresivo de la Irlanda rural hasta colarse en el mundo deslumbrante de Hollywood. 
Pero lo dejó todo por la escritura.
 Así ha logrado construir una de las obras literarias más importantes de las últimas décadas.

EDNA O’BRIEN (Tuamgraney, Irlanda, 1930) ha aprovechado cada novela para denunciar algo. 
Eso la ha convertido en una escritora incómoda que muchos han querido silenciar. 
El presidente irlandés, Michael Higgins, reconoció hace un año que el país estaba en deuda con ella, tras entregarle el máximo galardón de las artes, el Saoithe in Aosdána, lo que la equiparó a nombres como Samuel Beckett y Seamus Heaney. 
También la Nobel canadiense Alice Munro le escribió para decirle que se dedica la literatura gracias a ella
Su valentía ha convivido con una repu­tación labrada en las columnas de sociedad de la prensa británica gracias a su cercanía al mundo del cine.
 En sus memorias, publicadas hace tres años, conviven su amorío con Robert Mitchum y la narración de una huida constante: de su familia, de su marido, del catolicismo o del esquematismo feminista. 
 En 1960, su primer libro, Las chicas de campo –una de las grandes novelas irlandesas–, le sirvió, entre otras cosas, para tomar la decisión de separarse de su marido, el escritor Ernest Gébler. También le costó las relaciones con su entorno: el párroco de su pueblo –en el corazón de la Irlanda rural– quemó un ejemplar en la plaza. 
De los celos de su marido dio cuenta su hijo Carlo en el libro Father and I, en el que narra cómo Gébler rechazaba, haciéndose pasar por su esposa, propuestas de trabajo en universidades o para transformar una novela en película, y a cambio ofrecía sus propios escritos diciendo que tenían más calidad.
En un ejercicio más de valentía, ha venido a España con casi 86 años a presentar su última novela, La sillitas rojas (Errata Naturae), sobre un personaje inspirado en la figura del poeta, psiquiatra y genocida serbio Radovan Karadzic. O’Brien posa en un coqueto hotel con jardín del centro de Madrid. 
Que se estire con el divismo de una gran actriz cuestiona lo que repite como una letanía: la necesidad del escritor de aislarse en su mundo interior.
 Pero entonces habla, protesta, se enfada y hasta parece recitar cuando detalla algunos sueños premonitorios, y uno se da cuenta de que las dos caras son la misma.
 Eso trata de explicar en sus novelas: donde está la perdición puede estar también la salvación.
Juró que no escribiría sus memorias, pero cuando el médico le dijo que estaba “sorda como un viejo piano” decidió hacerlo. ¿Qué le quedaba por decir? Quise dar a conocer a la persona que realmente soy. 
Se me ha retratado como un animal de fiestas.
 Claro que he ido a fiestas, pero no podría haber escrito 25 libros si hubiera tenido la vida frívola que me atribuyen. 
No quería reivindicar nada. Quería ser lo más sincera posible.

¿Por qué la prensa del corazón la tomó con usted? Porque soy una mujer apasionada. 
Y una irlandesa viviendo en Inglaterra. A los irlandeses no les hago gracia porque soy una mujer audaz y ellos prefieren a sus escritores masculinos. 
Y lo digo amando a dos de ellos, Joyce y Beckett.
 Si cuando muera alguien escribe mi biografía, espero que no sea barata, que no sea tonta y que no sea viciosa. Tres grandes esperanzas.
Sus lectores de fuera de Reino Unido sabían poco de su vida mundana y lo habrán aprendido a partir de su biografía. Hay un capítulo, llamado Nocturnos, que explica esa faceta: las dos veces al año que daba fiestas.
¿Por qué las daba? Acababa de salir de un matrimonio en el que no había habido ningún tipo de fiesta. Tenía una vida bastante desalentadora. 
Es la manera más agradable que tengo de resumirlo.

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Pero duró 10 años. Cometí un error
. Creo que cuando un escritor que tal vez no ha tenido éxito se casa con una joven 22 años menor que él que quiere ser escritora se da una situación que arranca con problemas.
Estudió Farmacia. ¿Cuándo quiso ser escritora? Mientras estudiaba, trabajaba en una farmacia, y mientras lo hacía, leía a Joyce.
 Pero mi marido, Ernest Gébler, creyó, como muchas otras personas, que yo era un poco tonta.
¿Lo era? Claro. Escribía sobre las nubes y el cielo. 
 Pero sentía que tenía una profunda, una religiosa necesidad de escribir. Quise escribir antes de saber lo que era escribir.
¿Por qué? Escribir es sacar algo de la nada.
 Incluso en medio de problemas económicos y familiares me di cuenta de que las palabras podían rehacernos.
Nació en una casa sin libros. Solo los había de salmos. Imagine el tipo de prosa.
 No tuve una educación cultural. 
Pero tuve historias. Tuve dramas e infelicidad, el gran ingrediente para la ficción.
 Si no tuvieras problemas, ¿de qué escribirías? ¿De que estás casada con un dentista?
¿Lo contó todo en sus memorias? No. Conté lo que hu­biera contado si mi vida hubiera sido la de otra persona.
¿Qué se dejó? Algunas brutalidades que he padecido.
Se ha pasado la vida huyendo. Del ultracatolicismo de su madre, del alcoholismo de su padre, de la mezquindad de la vida rural. ¿Cuándo decidió parar? No creo que me diera cuenta, pero tiene razón, siempre he huido.
 Pero me he llevado los problemas conmigo. No he huido nunca hacia la amnesia.
 No me interesa olvidar. Tengo el cubo de la memoria cada vez más lleno y no podría vivir sin él porque la memoria es una de las gallinas de los huevos de oro de la escritura.


¿Por qué se fue de Irlanda? Porque mi escuela, el convento al que me enviaron o mi propia madre…, todo era católico y represivo. 
El catolicismo irlandés hace que el español parezca una fiesta. En mi infancia todo estaba prohibido. 
Y si eres una persona apasionada, sientes la represión con más fuerza.
 Estoy contenta de ser irlandesa, no renuncio a mi pasado. 
Pero no creo que hubiera podido escribir si no me hubiera ido en 1958.
 No lo hubiera logrado con alguien vigilando cada paso que daba. 
Bastante complicado es escribir, solo se consigue hacerlo bien dejando tranquila la conciencia.
¿Cuánto ha cambiado Irlanda? ¿Sigue siendo un lugar fuera del tiempo? Está más poblado, es más ruidoso… Antes era un lugar introvertido, pero la televisión y el turismo le han dado la vuelta.
 Los biquinis tienen ese poder transformador.
 Pero la lluvia es la misma, los campos también, el ímpetu incluso.
 En la última novela necesitaba el ámbito rural porque allí puede llegar un extraño y, si va bien vestido, tiene modales, habla bien, fuma con elegancia y se presenta como un héroe, la gente está dispuesta a creerle.
 En un lugar más sofisticado se harían más preguntas.

Su país es una constante en sus novelas. El alejamiento me lo devolvió.
 Desde Londres me di cuenta de cuánto le debía al paisaje, al lugar, a mis problemas con el lugar. Saqué de Irlanda la crudeza. Las chicas de campo puede parecer un libro divertido, pero es un libro duro.
En esa adolescencia represiva, ¿cómo logró no reprimirse a sí misma? Sí lo hice. Era una cobarde. Lo único que se me ocurría era callar. 
Y luego, cuando supieron que había escrito un libro, decidieron que había traicionado a mi país. Uno no hace un libro para traicionar a un país.
En su segunda novela retrató a una mujer servil. La mejor, la más audaz, es la tercera, Chicas felizmente casadas.
Pero en la segunda, La chica de ojos verdes, retrató a una mujer que aceptaba un papel secundario, y las feministas le reprocharon que no retratase a mujeres más fuertes o más sabias. Uno se pasa la vida intentando encontrar el camino. Y cuando lo encuentra es para luego perderlo.
 Yo retraté parte de lo que había sentido.
¿A quién se va a poner en contra con este nuevo libro? El año pasado, el presidente de Irlanda, Michael Higgins, me dio un premio que suelen conceder cuando uno está a punto de morir, y en su discurso denunció cómo había sido tratada. 
Dijo que no sabía si había sucedido por malicia, por ignorancia, por ambas cosas o porque soy mujer y valiente.
¿A qué lo atribuye? A todo eso. Al principio fue porque había escrito algo escandaloso.
 Cuando pasé a hacer libros más complejos, supongo que pensaron que me estaba metiendo en el territorio de los hombres. 
Lo curioso es que la acusación venía muchas veces del lado de las mujeres. 
He vivido un adorable hostigamiento y una censura bastante injusta. Algunos críticos necesitan que saque libros nuevos para decir que el anterior era mejor. 
Pero no me gustaría que me tomaran por una mujer victimista. He podido trabajar mucho.
¿Necesitan tiempo sus libros? Más bien lo que ocurre es que lo que cuento en el último trata de superar lo anterior.