Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 dic 2016

Leonard Cohen: retrato de un monje zen.......... Luis Landeira

Leonard Cohen en el Mount Baldy Zen Center. Foto: Cordon.
Leonard Cohen en el Mount Baldy Zen Center. Foto: Cordon.
Conviene aclarar, antes de entrar en materia, de qué hablamos cuando hablamos de zen.
 Además de ser un adjetivo comodín explotado en los últimos tiempos para referirse a todo tipo de productos relacionados con el wellness, la hostelería, el interiorismo y hasta la juguetería erótica, el zen es, en realidad, la práctica de la concentración en el momento presente. 
 No en vano, en japonés la palabra «zen» significa «meditación», y constituye una de las sendas espirituales más duras y austeras que existen
. Es por ello que, a menudo, se tiende a pensar que solo una élite de místicos sin mácula es capaz de practicar zen.
 Pero, aunque efectivamente es preciso tener una voluntad de acero para perseverar en esta disciplina espiritual, los santos no nacen, se hacen, y todos han sido antes pecadores. 
Ya escribió William Blake que «el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría».
 Y aunque el zen siempre ha sido un Camino del Medio (del sánscrito madhyamā-pratipada), por ahí van los tiros.

El caso de Leonard Cohen es paradigmático. 
En 1967, a los treinta y cuatro años, empezó su carrera como cantautor de letras oscuras y abisales.
 Tocado por un temperamento depresivo, fruto de una mente compleja e hiperintelectual, destilaba en su música una bella pero tortuosa amargura.
 Si, como dijo Maillard, la tristeza es el gran pecado de Occidente, Cohen fue un gran pecador.
 El trinomio sexo, drogas y rock’n’roll no le sirvió de mucha ayuda para evitar ese malestar, sino más bien al contrario, así que se agarró al budismo zen como a un clavo ardiendo. 
Y funcionó. Este es nuestro punto de partida para un artículo en el que únicamente exploraremos el lado espiritual del célebre poeta y cantautor, dejando al margen cuestiones biográficas y artísticas que ya han sido sobradamente comentadas por otras voces en este y otros ámbitos.

Cuando Leonard encontró a Sasaki
Si alguien decide recorrer un camino espiritual, lo primero que debe buscar es un maestro.
 Porque si no tienes maestro, tu ego es tu maestro.
 O, como dijo el místico persa Yalal ad-Din Muhammad Rumi, «todo aquel que actúe sin guía empleará doscientos años en realizar un viaje de dos días».
 Por eso, aunque es probable que la vocación zen de Leonard Norman Cohen (Montreal, 1934) se forjara incluso antes del nacimiento de sus padres, recibió el empujón definitivo a principios de los años setenta cuando conoció al roshi Kyozan Joshu Sasaki (Sendai, 1907), un maestro de la escuela zen rinzai que se había instalado en Los Ángeles en 1962 para enseñar a meditar a los atribulados yanquis, entre los que se contaban famosos como Richard Gere u Oliver Stone.

Cohen había crecido en una familia judía tradicional, y su abuelo materno fue un venerable rabino.
 Fiel a sus raíces, el cantante nunca perdió su fe judía ni dejó de respetar el Sabbat, y buena prueba de ello es que muchos de sus textos están llenos de referencias o metáforas bíblicas.
 Pero como le ocurre a tantos otros judíos, cristianos y hasta musulmanes, no fue capaz de encontrar en su propia religión una mística que resolviera sus problemas existenciales. 
Y entonces descubrió el zazen. 
 

Leonard Cohen: retrato de un monje zen

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Leonard Cohen en el Mount Baldy Zen Center. Foto: Cordon.
Leonard Cohen en el Mount Baldy Zen Center. Foto: Cordon.

Desde que empezó a practicar, Cohen comprendió que esa incómoda y dolorosa meditación sentada era lo que andaba buscando para saciar su espíritu. En una entrevista concedida no mucho tiempo después de su iniciación, lo dejaba claro: «No estoy buscando una nueva religión. Soy feliz con la vieja, con el judaísmo. Pero en la tradición zen que yo practico no existen plegarias ni se cree en deidad alguna. Así que teológicamente no hay ninguna contradicción con la fe judía». Esto es muy cierto, y explica que en los dojos zen haya tantos budistas como ateos o devotos de otras religiones. El sacerdote jesuita alemán H. M. Enomiya-Lassalle cuenta en su ensayo Zen y mística cristiana cómo el zazen, lejos de interferir en su fe católica, la reforzó de forma considerable. Y Bárbara Kosen, maestra francesa afincada en España con la que practico desde hace años, me explicó así la dimensión religiosa del zen:
 «Aunque hagas zazen sin más, poco a poco la propia práctica te vuelve religioso, pero no en el sentido de “opio del pueblo”, sino que gracias a la práctica encuentras de nuevo el lazo con la naturaleza, con lo que te rodea y contigo mismo».
Durante veinticinco años, Leonard Cohen se fue volviendo más y más religioso en el buen sentido, profundizando en la vía del zen de forma errática pero constante.
 Su absorbente y exitosa carrera no le permitió tomar votos ni implicarse demasiado en las actividades de la sangha (comunidad zen), pero tampoco pudo evitar que practicara con furia, llegando a asistir a numerosas sesshines, palabra japonesa que significa «tocar la esencia» y hace referencia a los retiros intensivos.
La práctica que Cohen desarrolló durante las décadas de los setenta y los ochenta le costó grandes esfuerzos y dos roturas de pierna, pero benefició su concentración en el trabajo, dotó a su persona de un aura de sobria nobleza, y transformó su vida cotidiana en algo digno de ser vivido. 
En una entrevista, Cohen confesó que «la meditación zen fue endulzando mi día a día hasta límites insospechados.
 De pronto, la vida tenía sentido por sí misma.
 Recuerdo sentarme en la cocina de mi casa, mirar a la calle por el ventanal, ver los rayos de sol reflejarse en la carrocería de los coches y pensar: “caramba, esto es maravilloso”».

Leonard Cohen con Kyozan Joshu Sasaki en 1969. Foto: Cordon.
Leonard Cohen con Kyozan Joshu Sasaki en 1969. Foto: Cordon.

Desde que empezó a practicar, Cohen comprendió que esa incómoda y dolorosa meditación sentada era lo que andaba buscando para saciar su espíritu. 
 En una entrevista concedida no mucho tiempo después de su iniciación, lo dejaba claro: «No estoy buscando una nueva religión. 
Soy feliz con la vieja, con el judaísmo.
 Pero en la tradición zen que yo practico no existen plegarias ni se cree en deidad alguna.
 Así que teológicamente no hay ninguna contradicción con la fe judía».
 Esto es muy cierto, y explica que en los dojos zen haya tantos budistas como ateos o devotos de otras religiones.
 El sacerdote jesuita alemán H. M. Enomiya-Lassalle cuenta en su ensayo Zen y mística cristiana cómo el zazen, lejos de interferir en su fe católica, la reforzó de forma considerable. 
Y Bárbara Kosen, maestra francesa afincada en España con la que practico desde hace años, me explicó así la dimensión religiosa del zen: «Aunque hagas zazen sin más, poco a poco la propia práctica te vuelve religioso, pero no en el sentido de “opio del pueblo”, sino que gracias a la práctica encuentras de nuevo el lazo con la naturaleza, con lo que te rodea y contigo mismo».
Eterno resplandor de una mente inmaculada
En 1994, tras cinco lustros de práctica, Leonard Cohen tomó una decisión drástica: ingresar en el Mount Baldy Zen Center, el monasterio de Sasaki ubicado en las montañas de San Gabriel, al norte de Los Ángeles.
 Tenía sesenta años y, como recordaría años después, se encontraba en pleno bajón:
 «Tras la gira del disco The Future, caí en picado. 
Había bebido muchísimo y mi salud estaba tocada.
 Así que decidí retirarme, cuidarme como nunca lo había hecho. 
Al fin y al cabo, un monasterio zen es un lugar de rehabilitación para personas desquiciadas por la vida.
 Por su rigurosa disciplina, los monjes zen son una especie de marines del mundo espiritual».

Sasaki, que llevaba un cuarto de siglo transmitiendo su enseñanza a Cohen, lo recibió con los brazos abiertos y hasta le construyó una pequeña cabaña para él solo. 
A lo largo de dos años, el maestro sometió a Leonard a un entrenamiento tan intenso como purificador. El cantautor describió así su rutina diaria: «Te levantas a las tres de la mañana, te pasas trece horas meditando y cinco trabajando: cortas verdura, das de comer a las gallinas o limpias lavabos. Me encanta. Es perfecto. No podría ser peor».
Las largas jornadas de meditación se extendían desde las tres y media de la mañana hasta las diez de la noche, aderezadas con frugales comidas que los monjes devoraban en silencio, sentados cada uno en su zafu o cojín de meditación, de espaldas a la pared formando dos líneas rectas, una frente a otra. Vestido, como sus compañeros, con un largo kimono negro tipo túnica, en el templo Cohen era una sombra más que meditaba durante horas en la postura del loto, con las manos en mudra.
 Prohibido moverse, dormirse o cerrar los ojos.
Durante cada sesión, eran vigilados por un monje, que les zurraba en los hombros con una especie de katana de madera llamada kyosaku cuando los veía demasiado tensos o demasiado cansados. Para estirar las piernas, los estudiantes hacían kinhin, es decir, meditaban de pie dando cortos pasitos.
 Un par de veces al día, cada discípulo se entrevistaba con el maestro para comprobar sus avances con el kôan, pues cada uno de ellos debía resolver de forma intuitiva una frase paradójica tipo: «¿Qué sonido hace una sola mano al aplaudir?».

Lejos de amilanarse ante la prusiana disciplina del templo, Cohen se abandonó a ella, vació su mente y se fue sintiendo cada vez mejor: «Precisamente, lo que me interesaba era rendirme a ese tipo de rutina.
 No tener que pensar lo que vas a hacer después es un verdadero lujo.
 Cuando dejas de pensar en ti mismo todo el tiempo, al fin consigues descansar». Cientos de años antes, el maestro Dogen (1200-1253), de la escuela soto zen, describió el sentido de la Vía en términos muy parecidos: «Estudiar el Camino de Buda es estudiarse a sí mismo
. Estudiarse a sí mismo es olvidarse de sí mismo.
 Olvidarse de sí mismo es ser iluminado por los diez mil dharmas. Ser iluminado por los diez mil dharmas es estar libre del cuerpo-mente de uno mismo y de los de otros.
 No queda rastro de iluminación, y esta iluminación sin rastro sigue para siempre».
La revolución interior
Después de dos años de entrenamiento, el cuerpo y el alma de Cohen se habían transmutado de forma asombrosa.
 En Leonard Cohen: Printemps 96, un documental sobre su vida en el templo, pudimos ver al cantautor con un brillo insólito, una saludable delgadez y una majestuosa cabeza rapada.
 De su depresión no quedaba ni rastro.
Cohen resumió así la forma en que el zazen fue curando su espíritu: «La meditación no es lo que piensas.
 Te sientas en absoluto silencio y tu mente empieza a repasar todas tus películas.
 Durante ese proceso, te vuelves tan familiar con los guiones que mantienes en tu vida que acabas hartándote de ellos. 
Entonces comprendes que la persona que crees que eres no es más que un complicado guion en el que gastas la mayor parte de tu energía. 
Tras un examen más minucioso, descubres que tu personalidad te asquea. 
Y eso es porque en realidad no eres tú. 
Si te sientes lo suficientemente aterrado por esa personalidad, espontáneamente permites que se desvanezca. 
Y entonces, si tienes suerte, puedes experimentarte a ti mismo sin la distorsión de esa personalidad».
Este proceso de disolución del ego no impidió que Cohen continuara trabajando, hasta el punto de llegar a componer un buen puñado de canciones mientras meditaba.
 Como se muestra en el susodicho documental, el músico disponía de un sintetizador en su cabaña para dar forma a los temas.
La ordenación de Leonard Cohen como monje zen tuvo lugar el 9 de agosto de 1996.
 El maestro Sasaki, que entonces tenía ochenta y nueve años, lo rebautizó con un nombre de dharma que le venía que ni al pelo: «Jikan», que en japonés significa «el silencioso» y hace referencia al proverbial laconismo del cantautor en el templo.
 Desde ese momento, se convirtió en asistente personal de su maestro, un cargo de gran responsabilidad que ejerció durante tres años y que llevó a Cohen al límite de sus fuerzas.
 La cosa no podía durar mucho más.

Escena del documental Leonard Cohen: Printemps 96. Imagen: Lieurac Productions.
Escena del documental Leonard Cohen: Printemps 96. Imagen: Lieurac Productions.

Regreso al mundo moderno
«Muchos son los llamados y pocos los escogidos», sentenció Cristo en Mateo 22:14.
 Una frase que se puede aplicar a todas las religiones, y muy especialmente a esta suerte de ingeniería espiritual que es el budismo zen.
 Tras cinco años de entrenamiento intensivo, parecía que Leonard Cohen sería uno de esos escogidos, que seguiría la Vía hasta el final y acabaría alcanzando el satori o iluminación, recibiendo la transmisión del dharma y convirtiéndose en un nuevo maestro.
 Pero un buen día de 1999 decidió tirar la toalla.
 Los motivos que dio fueron tan sinceros como discutibles: «Hubo un momento en que pensé que podía iluminar mi mundo y el de los que me rodean, que podía tomar el camino del bodhisattva, que es el camino de ayuda a los demás.
 Pensé que podía, pero no pude.
 El camino espiritual es un mundo en el que hombres mucho más fuertes que yo, mucho más valientes, más nobles y generosos, se han quedado hechos trizas.
 Yo no soy un hombre espiritual. Una vez que empiezas a tratar con material espiritual, te haces papilla».
Quizá en este punto Cohen pecó de excesiva humildad.
 Alcanzara o no el satori, no hay muchos occidentales capaces de aguantar la friolera de treinta años practicando zen, cinco de ellos en un monasterio.
El caso es que, tras colgar los hábitos, Cohen volvió a la rueda de la vida.
 En 2001, entró en el estudio para grabar las canciones que compuso en el Mount Baldy Zen Center, que darían lugar a su décimo disco, Ten New Songs.
 Además, publicó un libro de poemas titulado Book of Longing. Ambos trabajos están empapados de una sabiduría y un sentido del humor que demuestran que el viejo Leonard no perdió el tiempo en el templo.
 Para algo tenían que servir tantas y tantas sentadas.

Shôji: vida y muerte
El roshi Kyozan Joshu Sasaki murió en su monasterio el 27 de julio de 2014.
 Tenía ciento cuatro años. 
Se dice que conservó hasta el último momento la intuición, la vitalidad… y la libido, puesto que era un mujeriego empedernido.
En cuanto a Leonard Cohen, falleció el 7 de noviembre de 2016 en Los Ángeles, a los ochenta y dos años.
 Siguió actuando, grabando discos y meditando hasta el final.
Se dice que cuando al Buda le preguntaban «¿Son finitos o infinitos el universo y el alma?», «¿Existe o no un santo después de la muerte?», guardaba un noble silencio.
 A diferencia de otras religiones, el budismo zen nunca se ha ocupado de cuestiones que en última instancia no tienen respuesta. Dado su alto rango espiritual, es muy probable que Cohen y su maestro supieran que «vida y muerte», es decir, shôji, son una y la misma cosa: sus decesos, tranquilos y silenciosos, son síntomas de que en vida habían perdido el miedo a morir y alcanzado una soberana tranquilidad.
 Porque, como dice el Sutra del Corazón, en el vacío no hay envejecimiento ni muerte.


La controladora boliviana investigada por el vuelo del Chapecoense pide refugio en Brasil

La Fiscalía boliviana busca a Celia Castedo, acusada de “incumplimiento de deberes y atentado contra la seguridad del vuelo".

Restos del avión siniestrado en Colombia. EFE

Celia Castedo, la controladora aeroportuaria que, según las autoridades bolivianas, autorizó la salida del avión de la aerolínea Lamia que se estrelló hace una semana en Medellín, ha solicitado refugio a la Policía y al Ministerio Público del Brasil. 
 Estaba siendo buscada por la Fiscalía boliviana, acusada de “incumplimiento de deberes y atentado contra la seguridad del vuelo”.
O Globo informó que desde la mañana del lunes, Castedo se encuentra en Corumbá, una ciudad fronteriza con Santa Cruz, donde vivía y de cuyo aeropuerto salió el avión siniestrado.

Hace unos días, la prensa aseguró que antes del despegue, Castedo hizo observaciones sobre la autonomía de la aeronave, la cual era insuficiente para realizar el trayecto entre Santa Cruz y Medellín. Pero las autoridad aeronáutica boliviana señaló que esas advertencias nunca se produjeron y que la controladora las fraguó un día después del accidente, para cubrir su responsabilidad. 
Sus compañeros de trabajo aseguran que “tenía testigos”.
El ministro boliviano encargado de la aeronáutica, Milton Claros, ha señalado que el Gobierno aún no tiene información oficial sobre la solicitud de refugio y que reaccionará cuando cuente con ella. Antes de que se conociese que se encuentra en Brasil, el sindicato que agrupa a los controladores aéreos expresó su respaldo a la funcionaria y rechazó que fuera objeto de una investigación penal.

 

 

El Madrid viaja sin Suker y con Casillas....................... Mábel Galaz .......

Una lesión de Cañizares obliga a repescar a un portero de 16 años.

A 500 kilómetros del Círculo Polar Ártico, en Trondheim (Noruega)( vaya ya sale el frio otra vez,) llegó ayer la expedición del Real Madrid para jugar con el Rosenborg su partido de Liga de Campeones (4-1 en la ¡da).
 Jupp Heynckes ha dejado en Madrid a Roberto Carlos, que evoluciona satisfactoriamente de su lesión en el peroné, y a Suker para que siga un plan específico que mejore su preparación. 
Pero el efecto de dejar en tierra insospechadamente a Suker tuvo un antídoto: lker Casillas, un portero de 16 años del equipo juvenil, repescado del colegio para viajar a Noruega. 
Motivo: un choque en el entrenamiento de ayer entre Cañizares y Morientes, dejó al guardameta dolorido del esternón.
 Por si no se recupera, y a la vista de que IlIgner sigue lesionado, hubo que buscar un portero suplente de más. 
El sustituto de Cañizares sería Contreras
.Así que Casillas fue la sorpresa de la jornada y le robó cierto protagonismo a Sulcer. 
Heynckes parece controlar la situación; habló de una decisión de mutuo acuerdo -dejar al croata en Madrid- porque el jugador ha realizado últimamente demasiados viajes y muy pocos entrenamientos.
 Suker seguirá un plan de preparación especial estos días en Madrid y, para evitar problemas, Heynckes garantizó que será titular el domingo ante el Celta. 
Y Suker puso tranquilidad de su parte. No hubo, ironía en sus declaraciones: "Heynckes me ha dado las explicaciones convenientes. Quiero estar fuerte para el partido contra el Celta".

Suker se encontró con que la noticia tenía un apellido casi desconocido en la Liga de las Estrellas: lker Casillas, un guardameta de 16 años que ya ha probado fortuna en la selección sub 18 que ganó el Campeonato de Europa.

 Dado que la lesión de Cañizares se produjo por la mañana, que no había garantía plena de que pudiera estar bajo los palos el jueves, que el Madrid se desplazaba a Noruega a primeras horas de la tarde, y que 111gner sigue acusando molestias, había que improvisar un portero. Nadie mejor que Casillas porque tiene ficha amateur y no hace falta inscribirlo en la Liga de Campeones

. La movilización fue rápida y se buscó a Casillas en el colegio, lugar donde se encontraba ayer por la mañana. "Pensé que el director me iba a recriminar algo", contó el jugador cuando preguntaron por él durante el recreo.

 A mediodía estaba en el aeropuerto junto a sus nuevos compañeros, pero sin un duro con el que pagar al taxista. Ignacio Zoco, el delegado del Madrid, le sacó del apuro. 

El Madrid ha viajado con exceso de equipaje para combatir el frío de Trondheim.  (otra vez el Frio)Noventa gorros de lana, docenas de panties, 25 gorros de lana térmica, camisetas térmicas, plumíferos y sacos de dormir para los jugadores que estén en el banquillo son algunas de las cosas que el Real Madrid se ha llevado para luchar contra las bajas temperaturas. 

El domingo comenzó a nevar fuertemente en Trondheim y la temperatura descendió mucho. Las previsiones meteorológicas hablan de que mañana habrá cerca de 10 grados bajo cero a la hora del partido.

 Hace tanto frío en estas latitudes que hasta los jugadores del Rosenborg se han escapado unos días a una ciudad más cálida para seguir su preparación.(Irían a Laponia)

Los jugadores, en previsión de que haya hielo sobre la hierba, han metido en su equipaje hasta cuatro modelos diferentes de botas, una de ellas sin tacos y muy similares a las que se utilizan para jugar al fútbol sala, ya que con ellas hay menos posibilidades de resbalones.
 Alfonso del Corral, el jefe de los servicios médicos del Madrid, vigilará muy de cerca la dieta de los jugadores en las horas previas al partido.
 Las calorías serán ahora más importantes que nunca y si es necesario se recurrirá incluso al chocolate.
 * Este articulo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de noviembre de 1997

El nuevo Oporto y la leyenda de Casillas....................... Juan L. Cudeiro.

Viene a cuento de la "Cordura" la obsesión de ese Mourinho a nivel personal con Casillas, manía, odio , envidia y no se medicaba, porque lo sufría él, La envidia es terrible para quien cometa ese pecado, terrible, que se lo digan a Casillas que lo sufrió.

El meta español, integrado en un equipo que mira hacia su vivero, oposita a llegar a los octavos de final de la Champions por decimoséptima vez en 18 participaciones.

 

Futbolistas del Oporto, entre ellos Casillas, celebran el gol del la victoria frente al Braga. AFP
“Victoria sufrida de narices”, quedó escrito en la cuenta de twitter de Iker Casillas. 
El pasado sábado al meta madrileño se le vio festejar como pocos el gol del Oporto al Braga en el minuto 95 de partido, una catarsis que llegó tras un largo ayuno.
 Cuatro partidos llevaba su equipo sin ver puerta, cuatro empates a cero consecutivos contra Os Belenenses en Liga y Copa de la Liga, en Copenhague para mantener el suspense en la Champions y en casa del modesto Chaves para quedar eliminado de la Copa en la tanda de penaltis.
 Antes de todo esa abstinencia, un empate más en casa contra el Benfica y otro cero a cero en una salida a Setúbal.
 Con toda esa sequía, con el recuerdo de esa última diana que deja al equipo a cuatro puntos del líder Benfica, el Oporto recibe este miércoles al ya clasificado Leicester en la Liga de Campeones.
 Si quiere acompañar a los ingleses en los octavos de final deberá ganarles, si no lo consigue quedará a expensas de que el Copenhague no triunfe en su visita al eliminado Brujas.
El tan añorado y celebrado gol llegó con la firma de Rui Pedro, un joven de 18 años que debutaba en el equipo.
 Sentado en el banquillo, al lado de Nuno, el director general de la entidad, Luis Gonçalves, estalló en llanto.
 Casillas había corrido ochenta metros para abrazarse a sus compañeros en el área rival.
 Tras el pitido final y en plena euforia el presidente Jorge Nuno Pinto da Costa acertó a mostrar una hoja de ruta para una entidad que desde 2004 hasta el pasado verano había ingresado más de 800 millones de euros y en la última ventana del mercado apenas recaudó 10, un club que cerró el último ejercicio con pérdidas de cerca de sesenta millones después de acabar el anterior con un superávit de veinte.
 “Nuestro camino es apostar por los jóvenes jugadores portugueses”, apunta el casi octogenario presidente portista. 

El Oporto gasta en su plantilla poco más de 75 millones de euros, un coste que le situaría a nivel español en torno al nivel del Villarreal, en un escalón bastante inferior no solo al de los dos grandes sino al de Atlético, Valencia o Sevilla.
 Pinto da Costa ya ha dejado claro que pretende bajar otro peldaño. “A corto plazo gastaremos una cuarta parte menos”.
 En ese escenario es una incógnita el futuro de Iker Casillas en el club, al que meses atrás se le ofreció prorrogar un año más el vínculo que acaba el próximo mes de junio.
 Al Oporto cada una de las dos campañas firmadas con el meta madrileño le cuesta 5 millones de euros, impuestos incluídos.
Pero más allá de lo económico, Casillas no deja de escribir su leyenda.
 Si el Oporto accede a los octavos de final de la máxima competición continental, él volverá a una estancia en la que solo faltó una vez en las 17 temporadas anteriores.
 Fue el año pasado, cuando Chelsea y Dinamo de Kiev enviaron a los portugueses a la Europa League, donde acto seguido les eliminó el Borussia Dortmund.
 Ahora busca su decimoséptimo pase a unos octavos de final de una competición referencial para él, una historia de amor que empezó a escribir en septiembre de 1999 cuando J. B. Toshack le puso bajo palos frente al Olympiacos y que tuvo un prólogo dos años antes la mañana que Jupp Heynckes reclamó que le sacasen del instituto para llevarlo a Noruega y sentarlo en el banquillo en un duelo contra el Rosenborg. 

El día que Casillas viajó a Trondheim faltaban cuatro meses para que naciese Rui Pedro. 
Y André Silva, la última perla de la cantera portista, acababa de cumplir dos años. 
Ya internacional y goleador con la selección e indiscutible titular en el equipo que prepara Nuno Espírito Santo acaba de renovar su vínculo hasta 2021 con una cláusula de rescisión de 60 millones de euros que envió al limbo la anterior de 25.
 Técnico, con buena planta y capacidad para rendir dentro y fuera del área, Silva quema etapas a toda velocidad, suma siete de los veinte goles del Oporto en la Liga y ha participado en tres de los cuatro marcados en Europa, con dos tantos y una asistencia.
 Con un futbolista así es fácil entender las expectivas de Pinto da Costa de explotar un vivero que el año pasado alzó el título de Segunda División mientras el filial del Benfica sufría para mantener la categoría y el del Sporting transitaba por la zona media de la tabla.
Con André Silva, con el recién llegado Rui Pedro al que Lopetegui ya había invitado a entrenar con el primer equipo cuando apenas tenía 16 años, también con Diogo Jota, cedido por el Atlético tras sorprender la pasada campaña en el Paços de Ferreira, e incluso con Gonçalo Paciencia (hijo del histórico goleador Domingos) cedido en el Olympiacos, el Oporto no duda en prescindir de Depoitre, un delantero llegado en verano desde el Gent belga por 6 millones de euros, o del asturiano Adrián, que no acaba de amortizar los 11 que costó su pase. 
Ante el Braga ambos se quedaron en la grada. “O Dragão necesitaba algo así. Los resultados no estaban al nivel de nuestro juego y contra el Leicester queremos volver a ser dominadores, controlar, marcar y ganar”, zanja Nuno.