El modisto muestra en una exposición el armario que creó para su adorada musa.
Los artistas anhelan que su musa les visite en pleno proceso creativo.
Al diseñador francés Hubert de Givenchy, de 89 lúcidos años, casi se le escapa la suya en 1953.
Pensó que “la señorita Hepburn, la actriz” que iba a visitar su casa de modas parisina era la estadounidense Katharine, pero cuando vio a Audrey Hepburn la vida de ambos dio un vuelco
. Ella tenía 24 años y un Oscar en el bolsillo por Vacaciones en Roma.
La joven actriz necesitaba modelos para ilustrar la transformación de su personaje en su siguiente película, Sabrina
. Interpretaba a la hija de un cochero que volvía de Francia convertida en una dama.
Audrey Hepburn encontró lo que buscaba: un modelo largo, blanco, con bordados negros y escote palabra de honor.
En el filme, el vuelo de la falda le daba un aire mágico cuando bailaba.
Con el tiempo, la intérprete llevó como nadie los vestidos del modisto, que ayer inauguró en el Museo Municipal de La Haya (Gemeentemuseum) una retrospectiva de su obra centrada en su amistad.
“Hay pocas personas a las que quiera tanto. Es el único tan íntegro”, dijo la actriz de él.
Para Audrey con amor, título de la muestra, es la respuesta de su mejor amigo.
El éxito de su primera colaboración llevó a Audrey Hepburn a conseguir que Givenchy firmara el vestuario del resto de sus películas
. Suyas son las creaciones retratadas por Fred Astaire, su pareja en Una cara con ángel (1957), y la pieza de encaje y antifaz negros de Cómo robar un millón (1966).
Y, por supuesto, el vestido de noche que abre Desayuno con diamantes (1961).
“Como el resto de los holandeses, Audrey pasó hambre durante
la Segunda Guerra Mundial.
Su gracia de bailarina compensaba unas clavículas muy marcadas. A ella no le molestaba, pero yo siempre trataba de diseñar escotes favorecedores para cubrirlas”, recordaba ayer Givenchy emocionado, en el peristilo del Gemeentemuseum, antes de recorrer la exposición, de la que ha sido comisario el español Eloy Martínez de la Pera.
Es la primera vez que el museo holandés realiza una exposición de moda con un comisario invitado.
El modisto rememora que el traje de Desayuno con diamantes fue el más osado y por ello tuvo que cerrar los laterales para evitar problemas de censura.
En la exposición aparece montado sobre un maniquí, acompañando a la treintena de piezas de la colección personal de la actriz, muchas de ellas confeccionadas en seda negra y terciopelo.
También están sus dos vestidos de novia: blanco, corto y con
falda de vuelo para su boda en 1954 con el actor Mel Ferrer; y rosa,
con pañuelo a juego, para sus segundas nupcias en 1969 con el psiquiatra
italiano Andrea Dotti
. El resto de los trajes, hasta un centenar, pertenecen a la edad dorada de la alta costura, con encajes, terciopelo, plumas, brocado y joyas de pasarela.
En la muestra también hay piezas pertenecientes a damas de
la alta sociedad mundial, entre ellas dos trajes de 1974 de Carmen
Martínez Bordiú, la nieta mayor de Francisco Franco. Además, se puede
ver un diseño para Jacqueline Kennedy y otro para Grace Kelly, dos estadounidenses con lazos europeos.
Al diseñador francés Hubert de Givenchy, de 89 lúcidos años, casi se le escapa la suya en 1953.
Pensó que “la señorita Hepburn, la actriz” que iba a visitar su casa de modas parisina era la estadounidense Katharine, pero cuando vio a Audrey Hepburn la vida de ambos dio un vuelco
. Ella tenía 24 años y un Oscar en el bolsillo por Vacaciones en Roma.
La joven actriz necesitaba modelos para ilustrar la transformación de su personaje en su siguiente película, Sabrina
. Interpretaba a la hija de un cochero que volvía de Francia convertida en una dama.
Audrey Hepburn encontró lo que buscaba: un modelo largo, blanco, con bordados negros y escote palabra de honor.
En el filme, el vuelo de la falda le daba un aire mágico cuando bailaba.
Con el tiempo, la intérprete llevó como nadie los vestidos del modisto, que ayer inauguró en el Museo Municipal de La Haya (Gemeentemuseum) una retrospectiva de su obra centrada en su amistad.
“Hay pocas personas a las que quiera tanto. Es el único tan íntegro”, dijo la actriz de él.
Para Audrey con amor, título de la muestra, es la respuesta de su mejor amigo.
El éxito de su primera colaboración llevó a Audrey Hepburn a conseguir que Givenchy firmara el vestuario del resto de sus películas
. Suyas son las creaciones retratadas por Fred Astaire, su pareja en Una cara con ángel (1957), y la pieza de encaje y antifaz negros de Cómo robar un millón (1966).
Y, por supuesto, el vestido de noche que abre Desayuno con diamantes (1961).
Su gracia de bailarina compensaba unas clavículas muy marcadas. A ella no le molestaba, pero yo siempre trataba de diseñar escotes favorecedores para cubrirlas”, recordaba ayer Givenchy emocionado, en el peristilo del Gemeentemuseum, antes de recorrer la exposición, de la que ha sido comisario el español Eloy Martínez de la Pera.
Es la primera vez que el museo holandés realiza una exposición de moda con un comisario invitado.
El modisto rememora que el traje de Desayuno con diamantes fue el más osado y por ello tuvo que cerrar los laterales para evitar problemas de censura.
En la exposición aparece montado sobre un maniquí, acompañando a la treintena de piezas de la colección personal de la actriz, muchas de ellas confeccionadas en seda negra y terciopelo.
. El resto de los trajes, hasta un centenar, pertenecen a la edad dorada de la alta costura, con encajes, terciopelo, plumas, brocado y joyas de pasarela.
La primera estudió
en Francia antes de casarse con el después presidente de Estados Unidos;
la segunda fue princesa consorte de Mónaco.
“Es muy difícil para mí hablar de Audrey, porque nuestra
relación fue un amor platónico de 40 años”, explica el diseñador.
“Con los vestidos, su silueta acabó creando un estilo reconocible. Sin embargo, lo más importante es que era de verdad aunque ese aspecto frágil escondía una fuerza interior admirable.
Cuando la nombraron embajadora de UNICEF y viajaba por África, me decía; ‘Hubert, regreso del infierno; he visto cosas horribles que es preciso detener’.
Otras veces me llamaba solo para decirme: ‘te quiero’, y eso me iluminaba el día”, recuerda.
Al final de su vida, la actriz le regaló un abrigo al que se abrazó “para que su calor me acompañara”.
La retrospectiva subraya también la labor humanitaria de la estrella del cine, que estrenó la imagen de solidaridad de los famosos
. En su caso se lo tomó tan en serio que UNICEF le pidió que continuara porque puso de relieve situaciones que nadie quería mirar.
La muestra estará abierta hasta el 26 de marzo, y una parte de la recaudación será precisamente para UNICEF.
“Con los vestidos, su silueta acabó creando un estilo reconocible. Sin embargo, lo más importante es que era de verdad aunque ese aspecto frágil escondía una fuerza interior admirable.
Cuando la nombraron embajadora de UNICEF y viajaba por África, me decía; ‘Hubert, regreso del infierno; he visto cosas horribles que es preciso detener’.
Otras veces me llamaba solo para decirme: ‘te quiero’, y eso me iluminaba el día”, recuerda.
Al final de su vida, la actriz le regaló un abrigo al que se abrazó “para que su calor me acompañara”.
La retrospectiva subraya también la labor humanitaria de la estrella del cine, que estrenó la imagen de solidaridad de los famosos
. En su caso se lo tomó tan en serio que UNICEF le pidió que continuara porque puso de relieve situaciones que nadie quería mirar.
La muestra estará abierta hasta el 26 de marzo, y una parte de la recaudación será precisamente para UNICEF.