De Marc Jacobs a Stella
McCartney, la pasarela ha apostado fuerte por este peinado en sus
colecciones de otoño, una opción perfecta de cara a las fechas
navideñas.
Son muchos los factores que han afectado negativamente al
rendimiento de la empresa.
Analizamos cómo en solo un lustro la marca ha
perdido fuelle hasta encontrarse en una situación desesperada.
Paula Echevarría en una imagen de campaña de Suite Blanco.
El año pasado, Blanco, que había operado en los últimos años
como Suite Blanco, anunciaba que recuperaba su nombre original y con él
las ganas de volver a ser lo que fue durante muchos años, una marca de
precios muy ajustados y tendencias pasadas por el filtro de lo
ultracomercial, dirigida a un público adolescente. En definitiva, una
alternativa al Bershka y Stradivarius que debía gran parte de su triunfo
a los estampados de leopardo, reciclados temporada tras temporada. Pero
parece que el intento de dar un giro de timón no ha funcionado. La
marca presentó esta semana su segundo concurso de acreedores voluntario y
tiene intención de seguir con su actividad. Sin embargo, la racha ascendente se paró en seco. Dos años
más tarde, Blanco protagonizaba su primer concurso de acreedores, el
mayor de la moda española. La rescató el grupo saudí Alkohair por 40
millones de euros. Los nuevos dueños tomaron la decisión polémica de
despedir a Blanco y a su esposa, Teresa Pérez pero se vieron obligados a
readmitirlos como directivos este mismo mes. Desde hace meses, Blanco busca un nuevo inversor, sin
demasiado éxito. Al presentar este segundo concurso de acreedores, la
empresa declara que quiere “salvaguardar los intereses de los
acreedores” y “luchar por la continuidad de la actividad comercial”,
pero lo cierto es que esa actividad ya no es la que fue. De las 250 tiendas que llegó a tener la cadena, quedan 89.
Este mismo año se han cerrado siete tiendas en Madrid, Sevilla y
Barcelona, sobre todo en los centros comerciales. Han desaparecido los
locales de La Vaguada en Madrid, de La Maquinista y Splau en Barcelona,
en el centro comercial Bonaire de Barcelona y las dos tiendas que la
marca tenía en Los Arcos en Sevilla. Cuando se readmitió al hijo del fundador hace apenas unos días, varios trabajadores declararon al portal especializado moda.es
que la situación en la empresa es “como una película. Cuando llegas por
la mañana, nunca sabes qué te vas a encontrar ni qué noticia te van a
dar. Reina el caos y hay un descontrol absoluto”.
Lo cierto es que en las tiendas Blanco que sobreviven,
algunas en puntos muy céntricos como Gran Via y Fuencarral en Madrid o
la calle Pelai en Barcelona, ya no se detecta el ambiente y las colas
que se generaban hace apenas cinco años, con los clientes ávidos de
hacerse por ejemplo con bailarinas de los colores de la temporada por
19,99 euros o bolsos por 14,99. Con la música discotequera sonando por
los altavoces, las tiendas Blanco se ponían hasta la bandera especialmente los viernes por la tarde
cuando las chicas –la línea masculina, que abrió en 2009, cerró hace
tres años– buscaban algo para estrenar el fin de semana sin dejarse el
sueldo. En la colección actual, la que se vende también en su tienda online, hay clásicos de la casa como este vestido lencero de leopardo, rebajado a 12,99 o éste bolso de fiesta, por 19.99. Aunque no tendría ningún sentido que Blanco (que tiene su propio
apartado de “vestidos body-con” en su página) tirase por la tendencia
feísta que inunda, por ejemplo, el renovado Trafaluc (la línea más
juvenil de Zara), no falta en el catálogo actual una falda tejana de bajo recortado y asimétrico, una manera de llevarse a casa el catecismo de Vetements. Al margen de las malas decisiones empresariales que haya podido tomar la marca, hay que tener en cuenta que el segmento más low del low cost se ha redibujado por completo en los últimos años.
La llegada de Primark a España cubrió ese hueco de la compra que no
requiere reflexión (y de tienda que puede visitarse varias veces al mes)
y, por otro lado, está la importante implantación de las cadenas chinas como Mulaya,
con su agresiva política de plagios y de promoción a través de las
blogueras, que se llevan una comisión de la venta de cada producto que
lucen. Además, Inditex está en pleno rearme de Lefties, su marca más
económica. Esta misma semana ha presentado su nuevo logo, a juego con
una web renovada que hace más fácil la compra por internet, aplicando el
click & collect que tan bien funciona en Zara (comprar en
casa, recoger en la tienda, con la opción de devolver en el mismo
mostrador). A pesar de ser la más desconocida, Lefties es ahora la
franquicia de Inditex que más crece, por encima de Zara Home y
Stradivarius. En 2015 aumentó su facturación un 22%. Con este panorama,
Blanco no lo tiene fácil para volver a ser el paraíso de la compra sin
remordimientos.
El teléfono móvil de Diana Quer hallado el pasado 27 de octubre por un mariscador
en la Ría de Arousa comienza a dar sus primeros resultados de
importancia. De este modo, la Guardia Civil ha logrado recuperar nuevos
mensajes de WhatsApp que Diana intercambió en la madrugada de su
desaparición, el pasado 22 de agosto en A Pobra (A Coruña) —según
informa El Mundo—. Estos
datos han permitido comprobar a las autoridades que la joven madrileña
desaparecida mantuvo muchas más conversaciones de las que en un primer
momento se sospechaba, lo que introduce en la investigación a nuevas
personas y abre nuevas líneas. La Guardia Civil trata ahora de
esclarecer si pudo verse físicamente con alguna de esas personas con
quienes intercambio mensajes, si eran amigos o si pertenecían a su
entorno de Madrid. Las investigaciones desprenden que la joven pudo
encontrarse con una o varias personas con quienes viajó en un coche,
según indican las antenas de telefonía entre Boiro y Taragoña. El pasado mes de octubre, la multinacional tecnológica WhatsApp,
propiedad de Facebook, ya anunció que no iba a facilitar a los
investigadores del caso Diana Quer los mensajes que leyó la joven justo
antes de desaparecer.
Serlo o no. Para acabar con la cuestión judía, la
obra del francés Jean-Claude Grumberg que ha representado hasta hace
nada Josep Maria Flotats en el Teatro Español de Madrid, deja en el aire
un sabor agrio que el actor resuelve con la elegancia que reaprendió en
Francia y con la que adorna el alma de sus representaciones. Ágil,
educado, veloz en sus respuestas y en sus ocurrencias, representa al
personaje que interpreta con ese aire que tiene Barak Obama, aun
presidente de los Estados Unidos, en todas sus comparecencias públicas,
oficiales o no. A Obama la ropa le va al cuerpo como si la hubiera usado siempre, hasta
cuando duerme; los tejidos son suaves, se dejan llevar sin que la
musculatura tenga que resolver incomodidades. Y, cuando escucha o cuando
habla, no se irrita, se espera cualquier situación, aunque ésta sea
difícil o comprometida, y no se resigna, sino que simula que se resigna o
que traga.
Y es que los dos, Flotats y Obama, han estado interpretando,
uno en el escenario y el otro en la vida real, y tan real, papeles
dificilísimos, tan contemporáneos que corresponden a heridas de toda la
vida. La obra de Flotats parece que trata de la cuestión judía, de cómo
este asunto removió situaciones hasta hacer saltar lo peor de la
naturaleza humana en un momento, el previo a la segunda guerra mundial,
hasta ahora mismo, en que todo conspira para que el odio al otro se
disimule con la crítica a lo que hace el otro. Y Obama tiene en casa un
inquilino que espera que él abandone su casa blanca para hacer lo que
dijo que haría: levantar muros, cerrar compuertas, enseñar los dientes,
cavar nuevas vallas. Europa vivió ese momento cruel en la época de los
ultranacionalismos fascistas, y la secuela (el odio al judío, el odio al
diferente) ha seguido manchando de sospecha (y no sólo al judío: al
diferente en general) las sucesivas sociedades. En ese crescendo,
después de la ducha horrible que fue la guerra, este es el peor momento
de la vida de Europa, no por lo que ocurre (que también) sino por lo que
podría ocurrir. Los diferentes, los odiables, no son los mismos, pero siguen siendo los mismos, además. Los diferentes son también los inmigrantes, los negros, los
pobres. Todos son diferentes, todos aquellos que no pueden disimularse
ni integrarse en la sociedad de los nacionalistas ultras que ven en el
otro una amenaza, todos son culpables antes de serlo, y se les señala
genéricamente. Todos son malos, deben ser expulsados. No sólo eso: Europa acepta que la situación puede
desembocar, después del triunfo de Trump, en una desesperada bocacalle
terrible. Este presidente electo de los Estados Unidos dio muestras de
su desprecio al otro y no se ha desdicho una vez que acabó su guerra de
mentiras y otras falacias. Su antecesor, Barack Obama, ha venido a
Europa para calmar las perspectivas de que lo que este Trump Primero
representa se expanda a países europeos de gran potencia. Se fue triste,
así se le vio. Cuando acabó la gira del presidente norteamericano éste fue
retratado diciendo adiós. Con su ropa de siempre, que le va como la seda
a su cuerpo bien tratado por el tiempo y por la salud, estuvo con todos
los europeos que acudieron a su cumbre triste de despedida, y en todas
las ocasiones dio tantos ánimos como los que se dan a familias
atribuladas por el temor a que se acrecienten las enfermedades. De todas esas fotos que lo han seguido hasta que se fue la
que se me antojó más simbólica fue la última, que EL PAÍS publicó en su
primera página de papel el pasado sábado. La boca "retrincada", como
cuando no acabas de saber si ríes o sonríes, la sonrisa forzada y triste
de los que no se atreven a reír por si los deudos lloran. En Estados
Unidos él ha sido el otro, él sabe lo que es ser elotro, ese que representa, con igual ironía atacada, Josep Maria Flotats en Serlo o no. Y cuando se estaba montando en el Aire Force One Obama sabía que volvía a un país donde ya los otros
vuelven a ser los de siempre, empujados al abismo de la incertidumbre
por este ciclón que ha borrado de la cara de Obama, y de Europa, lo que
aún había de confianza en la cara de los diferentes. Ahora ya no sólo temerán los diferentes que ya
conocen qué pasa cuando pasan ciclones así, sino los nietos de Europa,
los que no conocieron ventoleras alentadas por personajes que consideran
que defender su tierra es amenazar a otros con desposeerlos hasta de
las ganas de vivir.