La francomagrebí se alza con el Goncourt, y la dramaturga triunfa con la novela ‘Babylone’ en el Renaudot.
La escritora Leïla Slimani ha ganado este jueves el Premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas, con Chanson douce,
una crónica del doble infanticidio cometido por una niñera
aparentemente modélica, que la había convertido en una de las
revelaciones de la temporada literaria en Francia.
Nacida en Rabat hace 35 años, de padre marroquí y madre francoargelina, Slimani sonaba como favorita para un galardón que proporciona a su ganador un premio simbólico de solo 10 euros, pero suele traducirse en millares de copias vendidas (unas 400.000, en los mejores casos).
El jurado del Goncourt, presidido por el crítico Bernard Pivot, le adjudicó el galardón por seis votos sobre 10 desde la primera vuelta de la votación, prefiriéndola a los otros tres finalistas, Catherine Cusset, Gaël Faye y Régis Jauffret.
La editorial Cabaret Voltaire publicará su novela traducida al castellano en febrero de 2017.
"Estaba preparada para no llevarme nada, para no decepcionarme. Se lo dedico a mis padres, que me enseñaron lo que era amar la literatura y la libertad", ha declarado Slimani al llegar al restaurante Drouant, en el centro de París, donde se entrega el premio desde 1904.
"De pequeña tuve distintas niñeras en Marruecos.
Desde los 7 u 8 años, fui sensible al lugar extraño que esas mujeres ocupaban en mi casa.
Las queríamos como madres y, a la vez, eran extrañas que estaban sometidas a relaciones jerárquicas. Me conmovía el lugar difícil que ocupaban y las humillaciones que podían sufrir.
Me apeteció rendirles un homenaje", ha añadido ante la prensa. Para Slimani, las niñeras son "personajes muy novelescos, que dicen mucho de nuestra sociedad".
La autora se inspiró en un suceso acontecido en Estados Unidos en 2012, cuando una niñera mató a los dos pequeños que estaban a su cargo en un barrio pijo de Nueva York.
Con un estilo seco, pero marcado por una poesía oscura y turbadora, Slimani disecciona cómo el dinero suele traducirse en relaciones de dominación entre semejantes.
Chanson douce es la segunda novela de esta autora casi desconocida, nacida en una familia francófona de Rabat que la educó de manera "libre, sin obligaciones vestimentarias ni ideológicas", declaró en 2014.
Llegada a París a los 18 años, cursó interpretación en el prestigioso Cours Florent, antes de dirigirse hacia el periodismo, un oficio que abandonó "por ser duro y consumir mucho tiempo, y en el que no se envejece bien".
Su debut en la literatura se produjo hace dos años con Dans le jardin de l’ogre, relato sobre una mujer ninfómana para el que se inspiró en el escándalo sexual que protagonizó Dominique Strauss-Kahn, expresidente del FMI.
Se trata de una nueva incursión en la novela de esta dramaturga estrella tras títulos como Adam Haberberg y la reciente Felices los felices.
En el libro, que Anagrama editará en abril de 2017, Reza inspecciona una vez más las miserias de la burguesía francesa, relatando una fiesta entre amigos sexagenarios que termina en drama a causa de un banal malentendido, en un suburbio ficticio del cinturón residencial de París.
Como en las agridulces comedias que firma en el teatro, donde ha triunfado con obras como Arte y Un dios salvaje, Reza vuelve a observar de cerca el finísimo barniz que separa la civilización de la barbarie.
El título procede de un pasaje de la novela, en el que el protagonista admite que nunca entendió por qué su padre solía recitar un célebre salmo bíblico —"sentados junto a los ríos de Babilonia, llorábamos al acordarnos de Sión"— que antes inspiró a Lord Byron… y a Boney M.
El Renaudot es un reconocimiento más para la más exitosa de las dramaturgas francesas, que ya tiene en su haber premios como el Molière o el Tony.
Que los dos mayores premios de la literatura francófona vayan a parar a dos mujeres en un mismo año es casi una excepción en sus respectivas historias.
Ha sucedido solo en ocasiones muy contadas.
En 1962, se los llevaron Anna Langfus y Simonne Jacquemard.
En 1984, las galardonadas fueron Marguerite Duras y Annie Ernaux.
Y, en 1998, los ganaron Paule Constant y Dominique Bona.
Nacida en Rabat hace 35 años, de padre marroquí y madre francoargelina, Slimani sonaba como favorita para un galardón que proporciona a su ganador un premio simbólico de solo 10 euros, pero suele traducirse en millares de copias vendidas (unas 400.000, en los mejores casos).
El jurado del Goncourt, presidido por el crítico Bernard Pivot, le adjudicó el galardón por seis votos sobre 10 desde la primera vuelta de la votación, prefiriéndola a los otros tres finalistas, Catherine Cusset, Gaël Faye y Régis Jauffret.
La editorial Cabaret Voltaire publicará su novela traducida al castellano en febrero de 2017.
"Estaba preparada para no llevarme nada, para no decepcionarme. Se lo dedico a mis padres, que me enseñaron lo que era amar la literatura y la libertad", ha declarado Slimani al llegar al restaurante Drouant, en el centro de París, donde se entrega el premio desde 1904.
"De pequeña tuve distintas niñeras en Marruecos.
Desde los 7 u 8 años, fui sensible al lugar extraño que esas mujeres ocupaban en mi casa.
Las queríamos como madres y, a la vez, eran extrañas que estaban sometidas a relaciones jerárquicas. Me conmovía el lugar difícil que ocupaban y las humillaciones que podían sufrir.
Me apeteció rendirles un homenaje", ha añadido ante la prensa. Para Slimani, las niñeras son "personajes muy novelescos, que dicen mucho de nuestra sociedad".
La autora se inspiró en un suceso acontecido en Estados Unidos en 2012, cuando una niñera mató a los dos pequeños que estaban a su cargo en un barrio pijo de Nueva York.
Con un estilo seco, pero marcado por una poesía oscura y turbadora, Slimani disecciona cómo el dinero suele traducirse en relaciones de dominación entre semejantes.
Chanson douce es la segunda novela de esta autora casi desconocida, nacida en una familia francófona de Rabat que la educó de manera "libre, sin obligaciones vestimentarias ni ideológicas", declaró en 2014.
Llegada a París a los 18 años, cursó interpretación en el prestigioso Cours Florent, antes de dirigirse hacia el periodismo, un oficio que abandonó "por ser duro y consumir mucho tiempo, y en el que no se envejece bien".
Su debut en la literatura se produjo hace dos años con Dans le jardin de l’ogre, relato sobre una mujer ninfómana para el que se inspiró en el escándalo sexual que protagonizó Dominique Strauss-Kahn, expresidente del FMI.
Civilización y barbarie
Por su parte, Yasmina Reza se ha alzado con el Premio Renaudot, que tradicionalmente se anuncia unos minutos después que el Goncourt, con Babylone.Se trata de una nueva incursión en la novela de esta dramaturga estrella tras títulos como Adam Haberberg y la reciente Felices los felices.
En el libro, que Anagrama editará en abril de 2017, Reza inspecciona una vez más las miserias de la burguesía francesa, relatando una fiesta entre amigos sexagenarios que termina en drama a causa de un banal malentendido, en un suburbio ficticio del cinturón residencial de París.
Como en las agridulces comedias que firma en el teatro, donde ha triunfado con obras como Arte y Un dios salvaje, Reza vuelve a observar de cerca el finísimo barniz que separa la civilización de la barbarie.
El título procede de un pasaje de la novela, en el que el protagonista admite que nunca entendió por qué su padre solía recitar un célebre salmo bíblico —"sentados junto a los ríos de Babilonia, llorábamos al acordarnos de Sión"— que antes inspiró a Lord Byron… y a Boney M.
El Renaudot es un reconocimiento más para la más exitosa de las dramaturgas francesas, que ya tiene en su haber premios como el Molière o el Tony.
Que los dos mayores premios de la literatura francófona vayan a parar a dos mujeres en un mismo año es casi una excepción en sus respectivas historias.
Ha sucedido solo en ocasiones muy contadas.
En 1962, se los llevaron Anna Langfus y Simonne Jacquemard.
En 1984, las galardonadas fueron Marguerite Duras y Annie Ernaux.
Y, en 1998, los ganaron Paule Constant y Dominique Bona.