Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 nov 2016

Sylvia Kristel, Emmanuelle por suerte o por desgracia.................................Álvaro Corazón Rural

Sylvia Kristel en La marge, de Walerian Borowczyk,1976. Imagen: Robert et Raymond Hakim / Paris Film Productions.
Cuando toco oro se convierte en polvo. (Sylvia Kristel)
Una tasación de semovientes.
 Eso han parecido siempre todas las noticias sobre la actriz Sylvia Kristel en la prensa española. 
Daba igual si era La Vanguardia en los noventa —«a sus cuarenta y un años, es una señora de buen ver»—, o El Mundo en 2007 —«conserva el pelo corto y los ojos clarísimos, a imagen y semejanza del mito masturbatorio, pero su aspecto orondo, ajado y sobrio la confunden con una catequista, con una matrona anónima o con una vecina jubilada del barrio»—.
 Sea cual fuera el sentido, siempre se ha atendido a sus características físicas porque nunca, ni el público ni los productores, supieron verla como algo más.
 No en vano, en ninguna de las tres películas de la saga Emmanuelle que protagonizó dejaron de doblar las frases que tenía que decir.
Su peripecia vital, convertirse en el máximo icono sexual mundial casi de casualidad, como por accidente, siendo durante años una especie de intrusa en el mundo del cine, ahora podría resultar anecdótica, divertida.
 Un puntazo. 
Pero si leemos sus memorias, de reiterativo título, Desnuda, hay pocas carcajadas que dar. 
Sylvia Kristel no tardó en pagar la fama con drogadicción y alcoholismo, fue estafada hasta la ruina e insultada en no pocas ocasiones, hasta que enferma de dos cánceres abandonó el mundo de los vivos. 
Es posible que en este punto quien me lea, si es joven, se pregunte: «Vale ¿pero quién era esta tía?»; es posible que me lean personas que no tuvieron grabada Emmanuelle en una cinta escondida discretamente en la estantería. 
Habrá hasta gente por ahí que ni siquiera sus padres vivieron sus momentos con alguna entrega de la saga y el título les suene a Linux.
 El potencial sexual de estas películas quedó obsoleto en pocos años, en cuanto el porno saltó de los cines al VHS y la gente ya no necesitó música evocadora y un guion de más de diez folios para envolver lo que realmente quería ver a solas en su casa: penetraciones hasta que sangren los oídos.
Hagamos pues algo de contexto.
 Emmanuelle fue la primera película erótica para el gran público. Hasta ese momento, 1974, había habido escenas, pero no un argumento basado exclusivamente en el sexo accesible para todo el mundo. 
El único antecedente era El último tango en París, rodada dos años antes, pero que le resultaba soporífera a la mayoría de los espectadores.
 En Emmanuelle no hubo filosofía ni búsqueda en las profundidades del yo como en la cinta de Bertolucci
 Se fue a saco a por lo importante, el sexo por el sexo, y su éxito fue descomunal.
 Una chavala holandesa que estaba empezando como modelo y había trabajado en alguna película erótica en su país se convirtió, de la noche a la mañana, en la mujer más deseada del mundo. Desde entonces, su vida fue un descenso a los infiernos. 
Pero empecemos por el principio, porque Emmanuelle no fue el primer escándalo de Sylvia Kristel. 
Nació en un hotel, en Utrech, lo regentaban sus padres.
 Con nueve años tuvo una experiencia traumática que la marcaría de por vida.
 Uno de los empleados, tío Hans le llamaba, junto a un cliente, la ató de manos y la puso encima de una mesa.
 Mientras lamía su cara del cuello hasta la sien, apareció su tía y sorprendió a los dos sujetos en plena violación de la menor.
 El elemento fue despedido en el acto.
Hans era de alguna manera el encargado de educar a Sylvia en aquel hotel.
 Comía con ella, la obligaba a acabarse las verduras y la tenía siempre rondando.
 En una ocasión, Sylvia le vio enrollándose con otro hombre.
 Se conoce que Hans era un caballero muy fogoso, del tipo del que en excursión campestre muy bien podríamos haber sorprendido violando a un burro.
 Fue de algún modo su tutor porque sus padres no tenían tiempo para nada. 
En realidad, eso sí que definió su carácter, la ausencia de sus padres
. Era una familia fría, que siempre estaba trabajando, y nadie reparó afectuosamente ni en ella ni en sus hermanos. 
¿La historia de siempre? Más o menos, pero no. Había más.
Su tía era maniacodepresiva, también trabajaba en el hotel.
 Y su abuela fue una mujer calvinista hasta el extremo de reprenderla por egocéntrica y narcisista cuando se la encontraba poniendo caras delante del espejo, la única afición que desarrolló de niña en ese entorno.
 Encima, esos padres, además de distantes, tenían un problema con el alcohol.
 El que bebían ellos y el que daban a sus hijos en la cuna a cucharadas.
 Coñac, para que se durmieran y no dieran por saco.
 Al menos su padre cuando estaba borracho se dedicaba a hacer reír a los críos.
 Tenía buen beber. «Era mi payaso«, dijo Sylvia, recordando su niñez junto a ese hombre, medio sordo por un accidente de caza y en permanente estado de ebriedad.

El resto del tiempo, cuando no estaban bebiendo, se lo dedicaban todo al curro. 
«Eché de menos a mis padres cuando todavía estaban vivos».
 Quizá por eso el segundo escándalo que protagonizó Sylvia fue cuando una vecina la soreprendió bailando desnuda por las habitaciones vacías del hotel.
 La señora que la pilló vino a comunicárselo indignada a su madre, que en un instante vio hacerse añicos su reputación en el vecindario.
 Un dramón para la época y el país.
Aunque, pese al pánico al qué dirán, sus padres hablaban de sexo con ella con naturalidad.
 Especialmente cuando estaban borrachos. Un día, completamente ebria, su madre le confesó que no le gustaba el sexo con penetración.
 Que su marido, cuando venía oliendo mal de cazar, borracho, y se metía en la cama con intención de consumar el matrimonio, a ella lo que le daba era asco.
Estas declaraciones no eran plato de buen gusto para una niña, pero Sylvia pudo refugiarse de esta familia disfuncional con la primera televisión que entró en el hotel, de cuya pantalla fue muy difícil despegarla en lo sucesivo.
 Como teleadicta, el poco caso que le habían hecho de cría, se lo devolvió a sus padres en la edad del pavo.
 Se convirtió en una chica vaga e indolente. Eso dejó escrito.

Twenty-year-old Dutch actress and model Sylvia Kristel, who was tonight crowned Miss TV Europe 1973, sits on one of her prizes - a Mercedes 350SL sports car - after her election at ATV's Elstree Studios.
Sylvia Kristel, con 20 años, la noche que fue coronada Miss TV Europe, 1973.
 Fotografía: Cordon Press.
Así que, como respuesta a su insolencia, la ingresaron en un colegio interno de monjas. 
  Por las costumbres de su casa, Sylvia nada más entrar por la puerta le pidió a las novicias un poco de coñac para poder dormirse. Las religiosas, en su lugar, le recomendaron que rezase.
 No le fue mal con las hermanas a Sylvia, por raro que pudiera parecer, hasta que recibió la noticia de divorcio de sus padres. Primero se lo contó su madre por carta, que su padre tenía una amante
. Luego, él mismo reunió a los hijos, se lo anunció a todos y les presentó a su madrastra.
 Sylvia pensó, según dijo en su libro: «A esta sí que le debe de gustar la penetración».
Mi madre no disfrutaba del grande y duro pene de mi padre. No era por su cuerpo robusto, por su lacerante olor o por lo que pesaba cuando le tenía encima estrujando sus curvas. 
Mi madre quería bailar. Dar vueltas grácilmente. Lo que no quería era que la agitasen.
Con estas alforjas psicológicas fue a la universidad y salió de ella tarifando.
 En la calle empezaron a silbarle los hombres a su paso, se vino arriba de algún modo y, en una serie de enfrentamientos que tuvo con su madre, la acusó de que si le hubiera dado mejor sexo a su padre, él aún permanecería a su lado.
 Sí, era otra odiosa adolescente. 
Fueron cayendo también los novios. 
Primero Bernard, con el que se besó por primera vez.
 Y luego Jan, guapísmo, propietario de un Alfa Romeo, con el que empezó a salir en la época en la que descubrió el baile, como su madre, e ingresó en una academia.
 Los duros para pagarla venían de que fue primero camarera y, después, secretaria.
El jefe, por supuesto, intentó tirársela, pero ella lo rechazó. 
Por esas fechas, en una fiesta, la descubrió Jacques Charrier, exmarido de Brigitte Bardot.
 La invitó a París prometiéndole el oro y el moro, pero con idénticas intenciones que su jefe y el mismo éxito.
 Pasó de él y entonces el gentleman le dijo que cuando aprendiera francés volviera a la ciudad del amor a ver si caía algo.
 El mundo del espectáculo es así. Por suerte, consiguió ir haciendo trabajos como modelo en su país sin necesidad de acostarse con nadie.
 En este curro como maniquí le fue muy bien, aunque Kees, el peluquero que trabajaba con ella, le robó a Jan, su novio.
 Sorpresa. «Los perdí a los dos», se lamentó.
 Entendió que había hombres diferentes en una sola lección. Instantánea.
Sin novio, se presentó a un concurso de belleza y ganó.
 Fue siendo conocida en Holanda, salía en la prensa, y trabajó en su primera película Because of the Cats, un thriller erótico.
 El film se iniciaba con una sádica violación, muy al gusto de la época.
 Tras el espantoso asesinato de Sharon Tate, esposa de Polanski, por Charles Manson y su pandilla execrable, ese tipo de escena se convirtió en recurrente en el cine más barato. 
Aunque el papel de Sylvia en esa cinta iba de lo contrario, hacía el amor en el mar con un chaval al que luego ahogaban un grupo de mujeres en una emboscada mortal.
 Ese argumento y planteamiento daban para escándalo, lo que más cotizaba en los setenta, pero la censura le metió mano y quedó como obra menor, por llamarlo de alguna manera.

No obstante, Sylvia siguió con su ascenso. Ganó un concurso de belleza internacional en Londres, conoció al hombre de su vida, el escritor Hugo Claus, veintitrés años mayor, y fue elegida para protagonizar una película francesa.
 Emmanuelle, se titulaba. 
Iba a ser la adaptación de la presunta autobiografía de Emmanuelle Arsan, un libro prohibido en la Francia de los cincuenta por su alto contenido erótico, o pornográfico, que circulaba clandestinamente. Hugo le dijo a Sylvia que no dudase en aceptar el papel, que el libro estaba muy bien, que en su día recibió muy buenas críticas y elogios, incluso de André Breton, nada menos.
La coprotagonista era Marika Green.
 Dijo Sylvia en sus memorias que esta actriz pertenecía al «cine underground», pero más bien venía de la televisión tras haber debutado en el celuloide con Pickpocket, de Robert Bresson, maravilla calificada por el programa Días de cine de la época de Antonio Gasset como una de las diez mejores películas del siglo XX.
Durante el rodaje en Tailandia estuvieron a punto de ser detenidos todos por escándalo público. 
Hubo que sobornar a un príncipe, acabar la película atropelladamente y salir huyendo del país.
 El resultado estuvo a la altura. Emmanuelle es una película carente de sentido.
 Una inocente Sylvia Kristel se iba iniciando en el sexo libertino, entre cóctel y cóctel, propio de los franceses expatriados en el sudeste asiático. 
Lo que comienza con unas escenas lésbicas jugando al squash, acaba en un supuesto clímax sexual en el que Emmanuelle es llevada a meterse opio a un fumadero donde la violan entre varios, para acto seguido irse a presenciar un combate de boxeo y ofrecerse al ganador a cuatro patas en mitad del ring con un púgil que se cobra el trofeo sin dudarlo frente un público que observa atentamente con mirada bovina. 
En fin, una comedia más disparatada que Aterriza como puedas que por lo visto dio para más de una paja. 
 Sin embargo, los productores tuvieron la osadía de venderla como un ejemplo de la liberación de la mujer de aquel tiempo tan moderno
. Ninguna feminista mínimamente seria vio en la película tal cosa. Más bien entendieron que era una fantasía sexual masculina personificada en la delicada Sylvia. 
Todo lo contrario. La única nota discordante con este discurso tan evidente en nuestras latitudes la dieron en Japón.
 La actriz contó en sus memorias que allí las mujeres, en el cine, se ponían de pie para aplaudir la escena en la que Emmanuelle se colocaba encima de su marido haciendo el amor. 
Aquello allí supuso una liberación. Pues nada: Japón, liberado. Enhorabuena.



Los gobiernos de la España Democrática

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, posa con los integrantes del nuevo Gobierno en las escalinatas del Palacio de La Moncloa, poco antes de la reunión de su primer Consejo de Ministros. De izquierda a derecha, primera fila: ministro de Justicia, Rafael Catalá Polo; vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia y para las Administraciones Territoriales, Soraya Sáenz de Santamaría; ministros de Exteriores y de Cooperación, Alfonso Dastis Quecedo, y Defensa, María Dolores de Cospedal. Segunda fila: Fomento, Íñigo de la Serna Hernáiz; Hacienda y Función Pública, Cristóbal Montoro; Interior, Juan Ignacio Zoido Álvarez; Educación, Cultura y Deporte y portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo. Tercera fila: Economía, Industria y Competitividad, Luis de Guindos; Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal Belda; Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez; Agricultura, Pesca y Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, y Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Montserrat .



El presidente del Gobierno, Felipe González, posa con los ministros de su séptimo ejecutivo en el palacio de la Moncloa, donde se ha celebrado el primer Consejo de Ministros. De izquierda a derecha, 1ª fila: Pedro Solbes (Economía y Hacienda), Juan Alberto Belloch (Justicia), Narcis Serra (vicepresidente), Felipe González, Javier Solana (A. Exteriores), Julián García Vargas (Defensa), Juan Manuel Eguiagaray (Industria y Energía); en 2ª fila, Vicente Albero (Agricultura, Pesca y Alimentación), Alfredo Pérez Rubalcaba (Presidencia), Ángeles Amador (Sanidad y Consumo), José Borrell (Obras Públicas y Transportes), Gustavo Suárez Pertierra (Educación y Ciencia), José Antonio Griñán (Trabajo y Seguridad Social); detrás, Javier Gómez Navarro (Comercio y Turismo), José Luis Corcuera (Interior), Jerónimo Saavedra (Administraciones Públicas), Carmen Alborch (Cultura) y Cristina Alberdi (Asuntos Sociales). Primer Gobierno de Mariano Rajoy, antes de la primera reunión del Consejo de Ministro, en las escaleras del palacio de La Moncloa. (i-d, 1ª fila): ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón; vicepresidenta primera, ministra de la Presidencia y ministra Portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría; Mariano Rajoy; Asuntos Exteriores y Cooperación, José Manuel García Margallo, y Defensa, Pedro Morenés. (i-d, 2ª fila) Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez; Fomento, Ana Pastor; Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro; Interior, Jorge Fernández Díaz; Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, e Industria, Energía y Turismo: José Manuel Soria. (Tercera fila, i-d) Economía y Competitividad, Luis de Guindos; Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, y Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Ana Mato.
José Luis Rodríguez Zapatero, posa en las escaleras de acceso al Palacio de la Moncloa antes del primer Consejo de Ministros. Fila trasera, de izquierda a derecha: Cristina Garmendia, ministra de Ciencia e Innovación; Bernat Soria; ministro de Sanidad; César Antonio Molina, ministro de Cultura; Beatriz Corredor, ministra de Vivienda y Bibiana Aido, ministra de Igualdad. Fila central, de izquierda a derecha: Elena Espinosa, ministra de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente; Celestino Corbacho, ministro de Trabajo e Inmigración; Magdalena Álvarez, ministra de Fomento; Mercedes Cabrera, ministra de Educación y Política Social; Miguel Sebastián, ministro de Industria y Turismo y Comercio y Elena Salgado, ministra de Administraciones Públicas. Fila delantera, de izquierda a derecha: Carme Chacón, ministra de Defensa; Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores; María Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta primera del Gobierno; José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno; Pedro Solbes, vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía; Mariano Fernández Bermejo, ministro de Justicia y Alfredo Pérez Rubalcaba, ministro del Interior.
José Luis Rodríguez Zapatero (c), aparecen en primera fila los ministros de Defensa, José Bono; Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos; Educación, María Jesús San Segundo; la vicepresidenta primera y ministra de la Presidencia, María Teresa Fernández de la Vega; el vicepresidente segundo y ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes; Fomento, Magdalena Álvarez; Agricultura, Elena Espinosa, y Justicia, Juan Fernando López Aguilar (izda-dcha), y en segunda fila los ministros de Medio Ambiente, Cristina Narbona; Administraciones Públicas, Jordi Sevila; Cultura, Carmen Calvo; Interior, José Antonio Alonso; Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera; Sanidad, Elena Salgado; Industria, José Montilla, y Vivienda, María Antonia Trujillo.
José María Aznar, ante la puerta del Palacio de la Moncloa, donde se celebró el primer consejo de ministros del ejecutivo. En la imagen, primera fila de izquierda a derecha: Federico Trillo, ministro de Defensa; Josep Piqué, ministro de Asuntos Exteriores; Mariano Rajoy, ministro de la Presidencia y Vicepresidente primero; Aznar; Rodrigo Rato, ministro de Economía y Vicepresidente segundo; Ángel Acebes, ministro de Justicia y Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda. Segunda fila, de izquierda a derecha: Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura; Pilar del Castillo, ministra de Educación, Cultura y Deporte; Jaime Mayor Oreja, ministro del Interior; Francisco Álvarez Cascos, ministro de Fomento; Juan Carlos Aparicio, ministro de Trabajo; Jesús Posada, ministro de Administraciones Públicas y Pío Cabanillas, ministro Portavoz. Fila de arriba, de izquierda a derecha: Anna Birulés, ministra de Ciencia y Tecnología; Celia Villalobos, ministra de Sanidad y Jaume Matas, ministro de Medio Ambiente.
Jose María Aznar, en el palacio de La Moncloa, tras el primer consejo de ministros. En la foto en la primera fila, de izquierda a derecha: Eduardo Serra, ministro de Defensa; Abel Matutes, ministro de Asuntos Exteriores; Francisco Álvarez Cascos, vicepresidente primero y ministro de la Presidencia; José María Aznar, presidente del Gobierno; Rodrigo Rato, vicepresidente segundo y ministro de Economía y Hacienda; Margarita Mariscal de Gante, ministra de Justicia y Jaime Mayor Oreja, ministro del Interior. En segundo plano, de izquierda a derecha: Javier Arenas, ministro de Trabajo y Asuntos Sociales; José Manuel Romay Beccaría, ministro de Sanidad; Rafael Arias Salgado, ministro de Fomento; Loyola de Palacio, ministra de Agricultura; Esperanza Aguirre, ministra de Educación y Cultura; Mariano Rajoy, ministro de Administraciones Públicas; Josep Piqué, ministro de Industria y Energía, e Isabel Tocino, ministra de Medio Ambiente. Foto de familia del nuevo gobierno del Partido Popular, en el palacio de La Moncloa, tras el primer consejo de ministros.
El rey Juan Carlos posa con el nuevo Gobierno en la escalinata del Palacio de la Zarzuela después de que los ministros jurasen sus cargos. De izquierda a derecha: Narcís Serra, Francisco Fernández Ordóñez, Felipe González,el rey Juan Carlos, Alfonso Guerra, Enrique Múgica, Carlos Solchaga; detrás, José Barrionuevo, Javier Solana, Virgilio Zapatero, Manuel Chaves, Carlos Romero, Rosa Conde, Matilde Fernández, Javier Sáenz de Cosculluela, Claudio Aranzadi, Javier Corcuera, Julián García Vargas, Jorge Semprún y Joaquín Almunia. Detrás, asomado a la puerta, Sabino Fernández Campo.
Los reyes Juan Carlos y Sofía posan con los integrantes del tercer Gobierno socialista tras la jura de sus cargos en el palacio de la Zarzuela. De izquierda a derecha: Carlos Romero, Luis Carlos Croissier, Javier Solana, Virgilio Zapatero, Abel Caballero, Joaquín Almunia, Javier Sáenz de Coscuelluela, José Barrionuevo, Julián García Vargas, Alfonso Guerra, la reina Sofía, el rey Juan Carlos, Felipe González, Narcís Serra, Carlos Solchaga, José Maravall, Francisco Fernández Ordóñez, Manuel Chaves y Fernando Ledesma.
Tomás de la Quadra-Salcedo, Administración Territorial; Javier Solana, Cultura; Ernest Lluch, Sanidad; Carlos Romero, Agricultura, Pesca y Alimentación; Enrique Barón, Transportes y Comunicaciones; Carlos Solchaga, Industria; Javier Moscoso; Presidencia, Joaquín Almunia, Trabajo; José Barrionuevo, Interior; Julián Campo, Obras Públicas y Urbanismo; Felipe González, presidente del Goibierno; el rey Juan Carlos; Alfonso Guerra, vicepresidente; José María Maravall, Educación; Fernando Morán, Asuntos Exteriores; Miguel Boyer, Economía y Hacienda; Narcís Serra; Fernando Ledesma, Justicia, en la foto de familia de la jura del primer Gobierno del PSOE.
Los Reyes de España junto al presidente del Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo y los ministros, tras la toma de posesión del nuevo Gobierno en el Palacio de la Zarzuela. De izquierda a derecha: Francisco Fernández Ordóñez (Justicia), Rodolfo Martín Villa (Administración Territorial), Pio Cabanillas Gallas (Presidencia), Juan Antonio García Díez (Economía y Comercio), Jaime Lamo de Espinosa (Agricultura), Ignacio Bayón (Industria y Energía), Jesús Sancho Rof (Trabajo, Sanidad y Seguridad Social), Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona (Educación y Universidad), Iñigo Cavero (Cultura), los reyes de España, Calvo Sotelo, Jaime García Añoveros (Hacienda), Luis Ortiz (Obras Públicas y Urbanismo), Alberto Oliart (Defensa), Juan José Rosón (Interior) y José Luis Álvarez (Transportes y Comunicaciones).
El primer gobierno constitucional posa con el Rey. De izquierda a derecha: Luis González Seara, Rafael Arias Salgado, Manuel Clavero Arévalo, José Manuel Otero Novas, Juan Rovira Tarazona (detrás, tapado), Salvador Sánchez Terán, Iñigo Cavero Lataillade, Fernando Abril Martorell, Adolfo Suárez González, Antonio Fontán Pérez, El Rey, José Luis Leal Maldonado, Manuel Gutiérrez Mellado, Leopoldo Calvo Sotelo, Joaquín Garrigues Walker, José Pedro Pérez Llorca, Jaime Lamo de Espinosa, Juan Antonio García Díez, Rafael Calvo Ortega, Marcelino Oreja Aguirre, Carlos Bustelo y García del Real, Antonio Ibáñez Freire, Jaime García Añoveros, Jesús Sancho Rof y Agustín Rodríguez Sahagún. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, posa con los integrantes del nuevo Gobierno en las escalinatas del Palacio de La Moncloa, poco antes de la reunión de su primer Consejo de Ministros. De izquierda a derecha, primera fila: ministro de Justicia, Rafael Catalá Polo; vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia y para las Administraciones Territoriales, Soraya Sáenz de Santamaría; ministros de Exteriores y de Cooperación, Alfonso Dastis Quecedo, y Defensa, María Dolores de Cospedal. Segunda fila: Fomento, Íñigo de la Serna Hernáiz; Hacienda y Función Pública, Cristóbal Montoro; Interior, Juan Ignacio Zoido Álvarez; Educación, Cultura y Deporte y portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo. Tercera fila: Economía, Industria y Competitividad, Luis de Guindos; Energía, Turismo y Agenda Digital, Álvaro Nadal Belda; Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez; Agricultura, Pesca y Alimentación y Medio Ambiente, Isabel García Tejerina, y Servicios Sociales e Igualdad, Dolors Montserrat .

Las imágenes del día, 28/10/2016

Competiciones, modas, paisajes... Una selección de las mejores imágenes de la jornada.


Participante nada durante el campeonato de triatlón 2XU, en Dubai (Emiratos Árabes Unidos).

Participante nada durante el campeonato de triatlón 2XU, en Dubai (Emiratos Árabes Unidos).  


Estudiantes tailandeses participan en un acto en homenaje al rey fallecido Bhumibol Adulyadej, en Bangkok (Tailandia).

Estudiantes tailandeses participan en un acto en homenaje al rey fallecido Bhumibol Adulyadej, en Bangkok (Tailandia). 

Una modelo desfila durante la Semana de la Moda, en Pekín (China).

Una modelo desfila durante la Semana de la Moda, en Pekín (China).


Pingüinos Adelie descansan en un bloque de hielo (al este de la Antártida). Pingüinos Adelie descansan en un bloque de hielo (al este de la Antártida).


Niñas afganas trabajan en una fábrica de ladrillos, en Deh Sabz (Afganistán).

Niñas afganas trabajan en una fábrica de ladrillos, en Deh Sabz (Afganistán).


Una mujer pasea durante el primer temporal de invierno, en Kingston (Estados Unidos).

Una mujer pasea durante el primer temporal de invierno, en Kingston (Estados Unidos).


Una mujer seca caquis, en el condado de Yiyuan (China).

Una mujer seca caquis, en el condado de Yiyuan (China).


Un pato vuela en la orilla del río Meno, en Frankfurt (Alemania).

Un pato vuela en la orilla del río Meno, en Frankfurt (Alemania).


Paisaje de la colina Thufa, en Reykjavik (Islandia).

Paisaje de la colina Thufa, en Reykjavik (Islandia).

Una fotógrafa toma imágenes mientras espera la llegada de la candidata presidencial demócrata Hillary Clinton, en White Plains (Estados Unidos).

Una fotógrafa toma imágenes mientras espera la llegada de la candidata presidencial demócrata Hillary Clinton, en White Plains (Estados Unidos).

Una mujer lleva una calabaza en brazos para la fiesta de Halloween, en Broomfield (Estados Unidos).

Una mujer lleva una calabaza en brazos para la fiesta de Halloween, en Broomfield (Estados Unidos).  

Aficionados bangladesíes al cricket visten como tigres para animar a su equipo durante un partido amistoso entre Bangladés e Inglaterra, en Daca (Bangladés).

Aficionados bangladesíes al cricket visten como tigres para animar a su equipo durante un partido amistoso entre Bangladés e Inglaterra, en Daca (Bangladés).  

Paracaidistas del ejército griego participan en una parada militar, en Salónica (Grecia).

Paracaidistas del ejército griego participan en una parada militar, en Salónica (Grecia).

Hombres sirios venden combustible obtenido a partir de residuos plásticos, en la parte de Alepo controlada por los rebeldes (Siria).

Hombres sirios venden combustible obtenido a partir de residuos plásticos, en la parte de Alepo controlada por los rebeldes (Siria).

Un niño coloca un ramo de flores en una tumba, en Manila (Filipinas).

Un niño coloca un ramo de flores en una tumba, en Manila (Filipinas).

El francés Sebastien Ogier conduce en un tramo del Rally de Gales.

 El francés Sebastien Ogier conduce en un tramo del Rally de Gales.

        

 

La patria de los más ricos es de Hillary Clinton..................................Marc Bassets

Las zonas urbanas más ricas de Estados Unidos son impermeables a la retórica apocalíptica de Trump.

En la patria de los más ricos, el desempleo y el cierre de las fábricas preocupan a pocos.

 La inmigración se ve más como una ayuda que una amenaza. Los discursos tenebrosos sobre Estados Unidos como un país con la economía en caída libre y con masas de desesperados a punto de levantarse contra las élites opresoras suenan a película de ciencia ficción. 


La candidata demócrata Hillary Clinton en Carolina del Norte. AFP
En el condado de Loudoun, a unos 65 kilómetros de Washington, lo que quita el sueño son otras cosas más cotidianas.
 El tráfico, que obliga a consumir horas en las carreteras y autopistas que llevan al trabajo.
 O los impuestos.
Loudoun es el territorio del 1%: los más ricos, los que sobrevivieron a la última crisis con apenas unos rasguños. 
Y es territorio demócrata, territorio Hillary Clinton.
 La candidata demócrata a las elecciones presidenciales del martes tiene en lugares como este a uno de los grupos que podría darle la victoria ante el republicano Donald Trump:
 los blancos con título universitario e ingresos altos.
Aquí la Main Street, o calle mayor, de los pueblos no ofrece un paisaje de escaparates ruinosos y edificios abandonados, como en tantas zonas rurales. 
En estas main streets hay anticuarios, restaurantes gourmet y agencias inmobiliarias que ofrecen mansiones por tres millones de dólares.
“Las autoridades dicen que un hombre actuó en defensa propia en Sterling al disparar a un perro”. “Finalmente el día de las elecciones ha llegado: el martes se espera una participación récord”. “Nuevas normas para los alquileres”. 
Los titulares de tres periódicos distintos de uno de los condados más ricos de Estados Unidos son el termómetro de una vida cotidiana sin grandes sobresaltos.
 Ni rastro de noticias de sobredosis de heroína o de nuevas deslocalizaciones industriales, como en la prensa local de los pueblos del Medio Oeste o los Apalaches, donde gana Trump. 

En Loudoun la frustración que ha impulsado al magnate neoyorquino es un exotismo. 
El condado forma parte del anillo de ciudades y barrios residenciales próximos a Washington que se desarrollaron a partir de mediados de siglo, al abrigo del complejo militar-industrial. Se encuentran en el norte de Virginia, sede del Pentágono y de la CIA. Forman una megápolis sin nombre.
 El historiador Andrew Friedman la llamó La capital encubierta y tituló así su libro sobre la retaguardia de la Guerra Fría
. Es el paisaje anónimo en el que habitan los espías de series como Homeland.
 Y es el mundo del establishment de la seguridad y la defensa, que recela de la llegada de Trump a la Casa Blanca.
 Las empresas tecnológicas y los contratistas de defensa —en los últimos años, en el sector de la ciberseguridad— han contribuido a una prosperidad a prueba de recesiones.
Cuando a principios de agosto Trump visitó el condado, retomó su discurso catastrofista y dijo a una audiencia de fieles: “Os va muy mal aquí, por cierto. Lamento decíroslo”.
 Nadie aplaudió, porque aquí casi nadie piensa que las cosas vayan muy mal.
 No todos son ricos en Loudoun County, ni todos se sienten ricos, pero el país de Trump queda lejos.
Tampoco recogería aplausos en el almuerzo de ocho mujeres que la candidata a la Cámara de Representantes, LuAnn Bennett, ha organizado en el restaurante Tuscarora Mill de Leesburg, la capital de Loudoun.
 Las ocho ostentan cargos electos, se presentan a las elecciones del martes, o trabajan para las campañas.
 Las ocho son demócratas, como la mayoría aquí: partidarias de políticas sociales más igualitarias y redistributivas, y de la protección de los derechos civiles de las minorías. 
Y cuando ven a un extranjero, lo primero que hacen es preguntarle cómo se ve esta campaña desde fuera.
 Y cuando el extranjero les dice una obviedad —que es consciente de que no todo EE UU es como Donald Trump—, Phyllis Randall, que es la presidenta del condado, precisa: “Parte de América es Donald Trump”. 

La comida llega y se cruzan las anécdotas sobre episodios de discriminación y la desigualdad salarial, o reflexiones sobre la lucha de las mujeres en las últimas décadas.
 Randall, la única afroamericana en la mesa, explica que, cuando leyó su discurso anual como jefa del condado, seis hombres blancos le preguntaron: “¿Quién te lo escribió?”.
 Aparentemente no creían que una mujer negra pudiese escribirlo sola.
“Dios mío”, exclaman las demás. Karen Jimmerson, vicealcaldesa de Purcellville, otro pueblo del condado, cuenta que, cuando entró en política hace dos años y medio, un hombre progresista le dijo a su marido: 
“Quiero agradecerte que permitas a tu mujer que se presente a las elecciones”.
Aunque la política local es el tema del almuerzo, la conversación deriva hacia Trump.
 Inevitablemente se menciona la grabación de hace 11 años en la que este alardeaba de poder abusar sexualmente de mujeres gracias a su fama.
 Trump estaba con varios hombres cuando dijo aquello. “Ninguna de las personas tuvo cojones”, dice Jimmerson utilizando la palabra española, “para decirle: ‘Esto no está bien”.