Estos son los cortes de pelo que se llevarán este invierno
Melenita midi con flequillo
“Esta melena por encima del hombro está invadida por un aire francés.
Las líneas más rectas y puras son la clave del corte”, explica el
peluquero Quique Sánchez, artífice de esta colección de cortes de pelo y
peinados para Espacio Q.
Autor: Clara Ferrero
Foto: Michael Oats
Estos son los cortes de pelo que se llevarán este invierno
Este corte de pelo nos recuerda a la admirada -y copiada– melenita de Candela Novembre.
La modelo lleva jersey de punto de GUCCI sobre vestido de lentejuelas
de TOPSHOP, medias de OYSHO, zapatos de tacón de JIMMY CHOO,
brazaletes de cadena y anillos de ARISTOCRAZY.
Estilista: Jon Morales
Asistente de Estilismo: Iñigo Martínez
Maquillaje: Luz Giraldo
Autor: Clara Ferrero
Foto: Michael Oats
Estos son los cortes de pelo que se llevarán este invierno
Puntas rock & roll
“Inspirada en finales de los 80, es perfecta para aquellas mujeres
que tienen el pelo rizado. Se trata de una melena por debajo de la
clavícula con las puntas irregulares que nos recuerda a los looks
rockeros de la época”, cuenta el peluquero y artífice de 6 a.m., una
colección creada para una mujer que no tiene todo el día para arreglarse
el pelo y necesita cortes frescos y fáciles de llevar y mantener.
La hija de Mario Vargas Llosa se pronuncia sobre los últimos rumores.
Morgana Vargas Llosa abrió el pasado martes en Madrid una exposición
sobre la vida de los humildes campesinos del alto Perú. Fotógrafa desde
hace más de veinte años, trabajó en EL PAÍS hasta su regreso a su país. Ella nació en Barcelona, hija de Patricia Llosa y de Mario Vargas Llosa .
La notoriedad de su padre, premio Nobel de Literatura, convierte a la
fotógrafa en un arma habitual de las redes sociales y otros medios,
analógicos y digitales, que hurgan en la vida de los otros con
ocurrencias y otros dimes y diretes, habitualmente sin otras
confirmaciones que la existencia de otros rumores a los que dan crédito
sin citar fuentes. Su viaje a España (que continúa ahora por Andalucía,
donde hace otros trabajos fotográficos) la ha convertido otra vez en
pasto de esas llamas, en forma de reportajes o rumores sobre la vida
privada de su familia que ella ha querido atajar con sus propias
palabras y con un comunicado que firma su padre, Mario Vargas Llosa. Así quiso contar a EL PAÍS su hartazgo la hija del Nobel: “No suelo
contestar artículos ni noticias que salen en la prensa rosa española. Sin embargo, me informan que hoy este tipo de prensa ha llegado a una
bajeza que sobrepasa los límites. Aquí les dejo un comunicado de mi papá
para zanjar de una vez las mentiras que difunden con totalidad
impunidad ciertos medios: ´Debido a las informaciones
falsas que circulan, les pido por favor que dejen fuera de
especulaciones a mi familia, que nada tiene que ver con las elecciones
que yo hago en mi vida. Mario Vargas Llosa”. Isabel Preysler hace un desmentido sobre la crisis de ambos, ella que jamás desmiente nada. Es posible que no esté dispuesta a ir a Conferencias de su actual pareja y él esté cansado de tanto vacío en la vida de su amada....dicen que él está decepcionado porque ella hace la vida que hace. No sé ni me importa, pero crisis si que la hay. Con lo que gana Isabel en sus actividades de no hacer nada sino salir como exposición de joyerias y azulejos, poco esfuerzo y poca preparación intelectual, es posible que ambos estén cansados de ambos.
Mi abuela Gabina era analfabeta, diabética, anémica y asmática
perdida, pero más lista que el hambre que pasó en la posguerra para
darle de comer a su prole. La doña, porque doñísima era aunque no fuera
bachillera, pasó sus últimos años yendo de casa en casa y de nuera en
nuera con tres hatos de diario, el de los domingos, media docena de
sostenes y bragas hasta la axila y la mortaja almidonada en la
maletilla. Sí, la mortaja. Un sayón castaño oscuro que se cosió en
cuanto se quedó viuda y se dispuso a vagar muerta en vida, como nos
hipaba a los nietos mientras se ponía ciega a guirlache todas las
Pascuas de Dios hasta que este le hizo caso y se la llevó con su hombre
de su alma. Porque no quedará ni despojo, que si no, así estaría ella,
la estoy viendo, más ancha que larga bajo tierra. Tan sencilla, curiosa y
limpica como quiso pasar y pasó a mejor vida, cualquiera le llevaba la
contraria. No tantos años después, ay, mi padre, Ángel, el chico pequeño de la
Gabina, expiró también ahogadito vivo al haber heredado su azúcar, su
asma y su mala sangre. Lo que no heredó fue ni su fe ni su mando
omnímodo sobre sus deudos. Dicho dejó que no quería novenas ni lápidas
ni hostias. Que lo quemáramos y aventáramos sus cenizas por el cerro de
La Mira para ver desde el éter los molinos del pueblo donde jugó de
niño. Como si hubiera dicho misa, oye. Mi madre salió con que qué menos
que un triste oficio en su recuerdo. Los amigos, con que qué menos que
una triste cruz en su memoria. Así que hubo cura y responso y funerales
cada año hasta que se fue mi madre, y hoy hay una cruz de cantos tallada
por sus compadres en el lugar donde flotan sus últimos polvos, y todo
está bien porque todos le queríamos hasta los tuétanos. Y ahora salta el
Papa prohibiendo no sé qué honras a los difuntos. Ay, señor, líbranos
si acaso de quienes nos aman, que de quienes nos dan lecciones de amor
ya nos libramos nosotros.
Aquellos a quienes afecta la maledicencia están obligados a convivir con las mentiras como reos de las redes sociales.
La sensación que domina hoy es que todo se puede decir y que además
nada importa nada. La tienen, sobre todo, aquellos a los que no les
afecta lo que se dice. A aquellos a quienes afecta la maledicencia están
obligados a convivir con las mentiras como reos de una maraña que
adquirió el nombre de redes sociales solo para simplificar. En ese espectáculo informe de falacias que se publican caemos todos,
porque la maledicencia es un estiércol que huele mal tan solo cuando el
estiércol nos afecta. Cuando no nos afecta, ese estiércol es desayuno,
almuerzo y cena de los que se frotan las manos cuando escuchan o leen (o
ven) que al otro lo están poniendo a caer de un burro. No es, por otra parte, algo que afecte solo a desvergonzados
anónimos; hay gente con sus nombres y sus apellidos que tuitean o
retuitean, o publican, en otros soportes distintos de Twitter, y se
sienten ya alentados a dar carta de naturaleza a lo que no han
comprobado. En la reciente escandalera de los llamados papeles de Panamá
todo el mundo metió su cuchara, aunque solo algunos tuvieron en sus
manos los papeles propiamente dichos. Pero quienes tuitearon,
retuitearon, publicaron y republicaron lo que otros estaban controlando
(con tanto celo que cuando decidieron que la fuente se había secado
dieron orden de parar, sin explicar por qué) no tuvieron el cuidado de
comprobar la dimensión del ruido que se había formado. Se unieron al
carro y tuvieron mucho éxito en forma de retuiteos y otras famas
derivadas de machacar en el clavo ajeno. La sombra alargada de la mentira contamina el conocimiento. Si hoy
preguntas qué pasó con tal actor o con tal empresario o con tal escritor
o con tal cineasta, quienes nunca han sabido si es verdad o mentira lo
que se dijo sobre ellos dirán, entre los juicios que le merezcan esas
personas, su juicio madurado sobre las vilezas económicas que les han
adjudicado quienes jamás vieron un papel verdadero en el que se pudiera
comprobar la suposición de patas largas que les cayó encima. El último sábado, sin ir más lejos, expresando su comprensión hacia la
rabia que debían sentir los estudiantes que se manifestaron contra
Felipe González y Juan Luis Cebrián en la Autónoma de Madrid, la
diputada Carolina Bescansa, de Podemos, dijo en laSexta Noche que había
que entender que uno era consejero de Gas Natural (dejó de serlo) y el
otro estaba en esos famosos papeles. Lo dijo hasta ocho veces, lo debía
de tener muy comprobado. En puridad, ambas acusaciones son mentira. Nadie en esa multitudinaria tertulia, ni el director del programa ni los
pinganillos que lo auxilian, sacaron a Bescansa del error. Ella tampoco
ha debido de salir del error porque aún no ha pedido disculpas por
alargar la sombra de tales mentiras. Pero esto es así; como decía Sinuhé
el Egipcio, “así ha sido y será siempre”. Pero quienes lo sufren tienen
derecho a estar hartos de que sea verdad siempre lo que se repite
aunque sea mentira.