Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

10 oct 2016

París, qué arte.............................................................. Ana García-Siñeriz

Surrealismo del bueno en museos de la capital francesa, pero ahí fuera, de 'sureality show'.

 
Naty Abascal. Getty Images

Anna Malagrida en el Pompidou. París era una fiesta. 

Y mientras Los Panteras rosas —son los posibles ladrones, aún sin confirmar— desplumaban a Kim Kardashian y se llevaban más de 14 milloncetes de euros en joyones, la vida seguía.

 Esa misma vida que ha retratado la artista barcelonesa Anna Malagrida, laureada con el premio Carte Blanche PMU y que expone —solo quedan 10 días para verla— en el Centro Pompidou de la ville lumière.

 Con fotografías, vídeos, textos y otras piezas reconstruye el corazón de la metrópolis, compuesto de millones de pequeños seres insignificantes como nosotros. Ella nos convierte en arte.

Sureality shows. París está de lo más latino. Y surrealista. A dos pasos de Anna Malagrida también expone una argentina, Alejandra Riera.
 Y a otros dos pasos, René Magritte. Surrealismo del bueno en el museo, pero ahí fuera, de sureality show
 Lo de Kardashian, digo. Hay muchos que esperamos, cual fans quinceañeras, película de las de robo con mítica frase: “Sincronicemos los relojes”. Pink Panthers: The Movie, o algo así. De la Semana de la Moda de la capital francesa ni hablamos.
 Hoy, la aristocracia del reality made in USA sería protagonista de una versión millennial de la película Prêt-à-Porter.

París era un fiestón. Naty Abascal también estaba en París. Y en una fiesta: la suya, homenajeada por Aquazzura, la firma de zapatos en la que se inspira Ivanka Trump.
 Se inspira tanto, tanto, que tiene una bonita demanda por plagio. Por favor, busquen la foto en Internet, comparen y, si encuentran alguna diferencia entre los zapatos de Ivanka y los originales de Edgardo Osorio, manifiéstense.
 Ya lo hará el juez. Naty se llevó con ella la fiesta a París, y allí aparecieron con lunares y peinetas Nieves Álvarez, Ariadne Artiles y Bibiana Fernández. ¡Olé!
Naty es nuestra Diana Vreeland de Sevilla.
 Que nadie se eche las manos a la cabeza, que el lectorado anda sensible y el de la moda, más.
 ¿Quién más puede presumir aquí de salir en una película de Woody Allen, aparte de ella y Penélope Cruz?

 

Llevar a Jesús del Pozo a los altares............................................... María R. López

Exposición sobre la obra de Jesús del Pozo en la sala Canal de Isabel II (Madrid). 
 
Volumen, materia y colores son los tres pilares del homenaje a Jesús del Pozo (1946-2011) que se celebra estos días en la sala de exposiciones Canal de Isabel II.
 La muestra, organizada por la Comunidad de Madrid, recoge el espíritu que el diseñador español quiso transmitir durante toda su carrera: "Quitarse. Menos es más. Quedarse con la esencia", en palabras de la comisaria de la exhibición, Esperanza García Claver, quien fue la directora de comunicación de la firma durante cinco años. 
La exposición es una parte muy pequeña de la obra del diseñador español; 50 piezas, repartidas en cuatro plantas y prestadas por la Fundación Jesús del Pozo y por clientes privados, como la cantante Ana Belén, que ha facilitado su vestido Flor de terciopelo granate, utilizado para la gira Rosa de amor y fuego (1989), y el Verdugado, un dos piezas de seda gris que lució en el programa de TVE A los hombres que amé (2011).
 Con un carácter muy escénico, la muestra pretende "llevar a Jesús del Pozo a los altares", asegura la comisaria, historiadora del arte especializada en cultura de moda.  
Concisión, humildad y abstracción son tres de las características que mejor definían a Del Pozo.
 Con ellas impregnó su arte, pero también su forma de trabajar.
 Alguien como García Claver, que convivió tan de cerca con el modisto, las conoce bien.
 Y por eso su trabajo en la exhibición se ha centrado en plasmar sus 35 años de carrera, eligiendo sus piezas favoritas, las más representativas de su carácter. "Existe una intención en cada arruga, en cada textura, en la manipulación del tejido para potenciar y enriquecer el mismo", afirma la experta.
 Así, en la sala Canal Isabel II el público se encuentra con abrigos de un material tan noble como la rafia, sus vestidos Vaso -de tul termofijado, imitando a los vasos de camping que se pliegan-, las prendas más escénicas que recuerdan a la moda del Siglo de Oro español o la parte más contemporánea de Del Pozo: el vestido Movida Madrileña (1980-1981), con un cuerpo de aplicaciones de cristal y metal —que encontró en una ferretería— y una falda de organza. 
 Para García Claver, no se trata de una retrospectiva al uso: "No quería enseñar cómo evolucionaron los cuellos o las mangas de Jesús.
 Sino mostrar piezas que recorren todos sus años, desde finales de los setenta [su primer desfile coincidió con la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, y tuvo que posponerlo hasta enero del siguiente año] hasta su fallecimiento, en 2011.
 Incluso hay dos prendas de un desfile póstumo precioso que hizo su equipo", reconoce. 
Se refiere al chal y chaleco de punto Oriente, pintado a mano, y a una chaqueta de punto, de oro y lana. La firma Delpozo trata de mantener vivo el espíritu de su creador pensando en aquellas cosas que más le gustaban, como los viajes exóticos a Oriente, los colores azul pato, azul tinta y ocres. 
 
Hasta el próximo 23 de octubre se podrá disfrutar en Madrid de la obra de uno de los diseñadores españoles más importantes en la historia de la moda. 
El mismo que estableció su base de operaciones y su trinchera en la madrileña calle de Almirante, donde se encontraba el negocio de cestería que regentó su familia. Como reconoció Del Pozo en un reportaje que emitió TVE tras su muerte, “es una zona donde realmente me siento muy bien. 
Es como un laboratorio, aquí salen los colores, los conceptos. 
Antes podía trabajar en otros sitios, pero ahora me he dado cuenta que necesito estar aquí”. 

La verdad sobre la Resistencia francesa: ni tan masiva ni tan francesa.................................... Guillermo Altares

El historiador británico Robert Gildea desmonta la versión oficial de lo ocurrido en Francia durante la ocupación nazi.


La resistente Simone Ségouin combate en París en 1944. VÍDEO: REUTERS-QUALITY
El discurso nacional que Francia construyó después de la II Guerra Mundial es que el país fue liberado por la Resistencia, con cierta ayuda de los aliados, y que "salvo un puñado de miserables", en palabras del general Charles de Gaulle, el resto de los ciudadanos se comportaron como auténticos patriotas. 
 Nada más lejos de la realidad. 
El profesor británico Robert Gildea desmonta esta imagen nacional, que se encontraba ya bastante resquebrajada, en su nuevo libro, Combatientes en la sombra, que traza un minucioso retrato de la ocupación en el que más que de Resistencia francesa prefiere hablar de "resistencia en Francia" por la enorme cantidad de extranjeros que se sumaron a la lucha contra el nazismo, entre ellos miles de republicanos españoles.
"Francia fue derrotada y ocupada por Alemania .
 Cuando fue liberada y unificada de nuevo, se crea una historia única que mantiene que todo el país alcanzó la libertad unido bajo el liderazgo de De Gaulle y ese relato fue propagado a través de medallas, ceremonias, títulos", explica Robert Gildea, profesor de Historia Moderna del Worcester College de la Universidad de Oxford, cuyo libro será publicado esta semana en España por Taurus en traducción de Federico Corriente.
 Los olvidados en ese relato no fueron sólo aquellos españoles que huyeron del franquismo, sino también judíos de Polonia o Rumanía, los comunistas, así como las mujeres, cuya labor como resistentes también ha sido infravalorada.

 El libro todavía no ha sido publicado en Francia —está previsto para la primavera de 2017—, pero recibió excelentes críticas el año pasado en el mundo anglosajón en medios como The Economist o The New York Review of Books, cuya reseña firmada por el gran historiador de Vichy Robert O. Paxton se titulaba "la verdad sobre la Resistencia". 

Gildea, que ha publicado otros ensayos sobre la historia de Francia en los que estudia el mismo periodo, reconoce que la imagen ideal de la sociedad francesa había sido ya puesta en duda en películas como el documental La pena y la piedad o el filme de Louis Malle Lacombe Lucien, que tuvo como guionista al premio Nobel Patrick Modiano.

 Sin embargo, su estudio de 650 páginas, en el que maneja tanto fuentes documentales como entrevistas, es el más completo que se ha escrito hasta ahora desde un punto de vista crítico sobre la Resistencia durante la ocupación, entre 1940 y 1944.

 El enorme éxito alcanzado en Francia por las seis temporadas de la serie Un pueblo francés demuestra hasta qué punto sigue siendo un tema delicado y siempre actual.

"Tenemos que estudiar lo que ocurrió en Francia en el contexto de la lucha en Europa contra el nazismo, pero también del Holocausto y de la Guerra Fría.
 Mucha gente de la Resistencia combatió en las Brigadas Internacionales, son lo que Arthur Koestler, que compartió cautiverio con ellos, llamó La escoria de la tierra en un libro, gente que no tenía ningún sitio al que ir.
 Muchos republicanos se quedaron atrapados en Francia.
 Su objetivo era acabar primero con los nazis y luego con Franco, de hecho protagonizaron un intento fallido de invadir España en 1944. 
El relato simplista de la liberación nacional francesa sólo proporciona una parte de la historia, no toda", prosigue Gildea en conversación telefónica.
"El papel de los comunistas fue también muy importante, especialmente durante la liberación de París.
 Durante muchos años se produjo un enfrentamiento entre las dos versiones, la gaullista y la comunista.
 En 1944 los nazis capturaron a un grupo de resistencia que estaba formado por comunistas y judíos de Europa del este y lo utilizaron como propaganda diciendo que eran 'criminales extranjeros', pero había algo de verdad ello", afirma.
Combatientes en la sombra no sólo estudia los grandes movimientos históricos, sino que está lleno de personajes como Jean-Pierre Vernant, uno de los grandes helenistas franceses, que fue un personaje muy importante en la Resistencia, pero que nunca quiso alardear de ello.
 Cuando acabó la guerra, durante la que se jugó muchas veces la vida, volvió a sus libros y a sus clásicos.
 También está Lew Goldenberg, hijo de revolucionarios rusos de origen judío cercanos a Rosa Luxemburgo, que se negó a aceptar el armisticio o León Landini, un joven toscano que participó en el descarrilamiento de un tren alemán en octubre de 1942 cuando tenía 16 años.
Y, naturalmente, están los republicanos españoles, no sólo los miembros de La Nueve, la mítica brigada que fue la primera en entrar en París en agosto de 1944 y cuyo papel fue silenciado durante años —ha sido necesario esperar hasta 2008 para que se inaugurasen placas que mostraban su recorrido—. 
En el libro aparecen combatientes como Vicente López Tóvar, nacido en Madrid en 1909, que pasó su juventud en Buenos Aires, luchó en la Defensa de Madrid y en la Batalla del Ebro y, tras escapar a Francia, participó en la organización del Maquis.
 "La Guerra Civil nos había endurecido mucho", relató el propio López Tóvar a Gildea.
"Después del desembarco de Normandía, en junio de 1944, se produjo una guerra civil dentro de la II Guerra Mundial, no sólo entre los resistentes y los nazis, sino también con la milicia, la fuerza paramilitar de Vichy", señala el profesor de Oxford.
 En cuanto a la ocultación del papel que tuvieron las mujeres, Gildea explica que sólo fueron galardonados con medallas aquellos que participaron en acciones bélicas, mientras que muchas mujeres trabajaron en la organización de la resistencia, un papel tan peligroso como el combate, pero nunca totalmente reconocido. Todo esto no quiere decir que los franceses no tuvieron ningún papel, pero no fueron los únicos héroes de aquella guerra.

 

Podemos ingresa en la escuela de dolor............................................. Juan Cruz

Pablo Iglesias repite desde que se siente en la cúspide de la oposición que su partido debe trabajar en la politización del dolor.

Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, durante un mitin el 7 de octubre.
Aprender del dolor, sufrirlo, ayuda a compadecer, a padecer con otro, pues el dolor que se ve desde fuera, desde el lado de la ayuda, no es el mismo dolor que el que sufre quien de veras lo siente.
 El dolor es el símbolo penúltimo de la vida. 
Después del dolor puede haber paz o alivio, pero el dolor en concreto, mientras se sufre, no tiene ni pasado ni futuro, es presente.
 Tú no sientes dolor y te alivias pensando que no lo sentiste, y tú no ves el dolor de otro y lo sientes tú mismo. Tú te condueles, pero eso no es dolor, sino dolor con otro.
Repite Pablo Iglesias, el líder de Podemos, desde que se siente en la cúspide de la oposición política, que su partido debe trabajar en la politización del dolor.
 Lo dijo antes de que los socialistas tuvieran su catarsis, y ahora que él quiere, con los suyos, remachar el clavo, hurgar en la herida sin duda dolorosa de la crisis del partido al que él y Podemos quieren sustituir en la izquierda nacional, ha vuelto a decirlo: “Hay que politizar el dolor”
. Desde los sillones académicos, subido al trono indudable de los libros, esa expresión tiene historia y probablemente tiene futuro. Pero donde esté la palabra dolor, su concepto tan concreto, atraerlo a la arena de los argumentos políticos, supone un riesgo indudable para el que lo dice y una perplejidad sin alivio para el que sabe, además, del dolor como sufrimiento.
Las ideas, decía Ángel Ganivet, que se suicidó de dolor, en el frío del norte, son redondas o picudas.
 Esta que Iglesias acaba de sacar de los libros y de los argumentos es una idea picuda.
 La política es la búsqueda del bienestar, el dolor es el malestar; pero no es tan solo el malestar opuesto al Estado del bienestar, es el malestar por el dolor mismo.
 Quién no ha visto el dolor haciéndose, y el dolor sufriendo; quién no ha estado en los hospitales o en las clínicas, o al borde de las carreteras, quién no ha visto las imágenes del dolor en el mundo, el dolor en Siria, el dolor en las fronteras, el dolor ante los muros terribles de los que escribe, con tanto dolor, John Berger… 
Quién no ha sufrido el dolor, arriba y abajo en la sociedad, pues el dolor y su consecuencia más terrible no se paran ante las casas grandes ni ante las casas chicas.
Dolor es una palabra muy seria, como los golpes de la vida de los que escribía, con tanto dolor, César Vallejo.
 En su lucha sin cuartel, y sin freno verbal, que es un freno que usan las personas para atenuar los golpes, por ganarles a los suyos y a los otros, Pablo Iglesias ha vuelto a usar ese concepto, “politizar el dolor”.
Él debería hacerse con un Manual del dolor para distinguir los tipos de dolor que nos acechan, que le acechan a él y nos acechan a todos.
 Decir dolor no es sentir dolor; cuando se siente el dolor éste no tiene adjetivos, ni siquiera es parte de un eslogan político ni el núcleo de un poema. Es dolor es dolor es dolor, y si le pones un verbo delante que al menos no sea el verbo politizar.
 El dolor es algo perfectamente serio y se ha de decir a solas.