Mientras Kingsley, su novio, pasea por Madrid, Alice Dellal muestra
orgullosa su último tatuaje, un minúsculo rey en el dedo corazón en
honor de su Kingsley. La modelo (Río de Janeiro, 1987) ha llegado a la
capital para inaugurar una tienda de Pull & Bear, posar con su aire
de rica rebelde y montar un buen jaleo en un céntrico bar donde
terminaron por mostrar la salida al nutrido grupo que la acompañaba. Antes de eso, por la tarde, simpática y educada, mantuvo esta charla,
desplegó su enorme sonrisa y contagiosa risa y demostró que el gesto
indómito es sólo para las fotos. Con una humildad desarmante, pidió por
favor cuando se enredó en alguna respuesta no quedar en evidencia: “Eso
mejor no lo pongas, que no lo sé explicar y no quiero parecer idiota”. Hija de la modelo y heredera brasileña Andréa de Magalhães Vieira y
del millonario británico de origen iraquí Guy Dellal, esta chica de
exótico pedigrí ha sido novia de Pierre Casiraghi, protegida de Mario
Testino y Mick Jagger
–padre de otro de sus ex, James, y de su gran amiga Lizzie– y
hermanísima de la diseñadora Charlotte Olympia y del galerista Alex
Dellal, a su vez ex de Charlotte Casiraghi. Alice amortigua el gazpacho
de apellidos famosos con ese aire neopunk que en su día fascinó a Karl Lagerfeld,
una vez más, responsable de poner en el mapa a una chica que, vista de
cerca y sin ser despampanante, responde a ese no sé qué difícil de
imitar y que, en su caso, se concentra en unos felinos ojos grises, una
nariz con personalidad y una dentadura prominente y alegre.
La sesión que el fotógrafo Nick Knight le dedicó
como emergente princesa punk le ayudó a fijar una imagen que quedó
bendecida el día en que se rapó la mitad de la cabeza
“Mi madre era modelo y mi padre hacía fotografías, pero yo nunca
quise ser maniquí, aunque está claro que era algo que me rondaba
inconscientemente”, asegura. Empezó casi adolescente, pero no, su madre
no le regaló un buen consejo. “No me dijo nada, excepto que nunca
hiciera nada que no quisiera hacer. Creo que aprendí de ella, pero sin
que me enseñase nada, sólo observando sus viejas fotografías. Fue una
modelo maravillosa”.
Tras 30 años como actriz, la mexicana casada con François-Henri Pinault, es una defensora de Clinton.
En 1986, una joven de 20 años se presentaba a una audición para
conseguir un empleo en el emporio de medios que entonces monopolizaba la
televisión mexicana: Televisa. “Soy Salma Hayek y no tengo ninguna experiencia”,
era su honesta carta de presentación. Treinta años después, esa actriz
tiene en su carpeta una de las telenovelas mexicanas más exitosas y 51
películas; la dirección de otra cinta y de dos vídeos musicales; la
producción del remake de la serie colombiana Betty la Fea,
una nominación al Oscar y un rosario más de premios y reconocimientos.
Hoy Salma Hayek tiene 50 años y tiene algo más de experiencia. La mexicana cumple años este viernes
portando el orgullo de ser una de las mujeres más sensuales del
planeta. Tanto, que ha sido imagen de marcas internacionales de belleza,
como Revlon y Avon. Paradójicamente, es su apariencia la que ha
ensombrecido su larga batalla por probar sus capacidades: ha sido
criticada por ser la ‘carnada’ en las cintas en que ha participado, pero
ella ha luchado por combatir ese estigma con papeles más serios y
pasándose detrás de la cámara, dirigiendo y produciendo.
En esta lucha, creó su propia casa productora Ventanarosa, bajo la cual han sido filmadas dos adaptaciones de obras literarias: El coronel no tiene quién le escriba, del Nobel colombiano Gabriel García Márquez; y En el tiempo de las mariposas,
de la dominicana Julia Álvarez, producida por la misma Salma, igual que
la biografía de la pintora mexicana Frida Kahlo. Esta última cinta fue
un viejo anhelo de Hayek, según ha confesado, pues desde mucho antes del
año 2002 en que fue filmada, ella quería interpretar a la prestigiada y
atormentada artista. Frida, sin embargo, tuvo una recepción ambivalente entre las audiencias. Por un lado le valió una nominación al Oscar como Mejor Actriz y por
otro, fue duramente criticada –principalmente en México- por lo que
llamaron una adaptación “frívola” de la vida de Kahlo, por estar hablada
en inglés y hasta por el mal acento de Hayek, que ella misma ha
admitido. La cinta también fue comparada con otra biografía de la pintora surrealista filmada 20 años antes: Frida, naturaleza viva,
protagonizada por la actriz Ofelia Medina, quien se unió a las críticas
contra la obra de Salma Hayek. Tras el estreno, dijo que no deseaba ver
una versión light de la vida de Kahlo, a quien le habían “rasurado el bigote y las cejas y tal vez también las ideas”. Tampoco su Ugly Betty fue una idea original. Aunque rompió récords de audiencia, también fue señalada por ser un remake de la serie colombiana Betty la Fea. Las sombras de éxitos ajenos seguían pesando sobre la laboriosa carrera de Hayek,
que se enorgullecía de haber llegado a Hollywood siendo mexicana –mucho
antes de la ola latina que ha tomado un importante lugar en la meca del
cine- pero que caminaba sobre los pasos de otras mexicanas que lo
lograron décadas antes que ella, como Dolores del Río y Katy Jurado. La migración ha marcado la vida de Hayek. De abuelos libaneses y
españoles, nació en Coatzacoalcos, Veracruz, en el Golfo de México. Emigró a Estados Unidos para trabajar y se casó con un francés. Siempre
ha ostentado un férreo amor por su patria, sentimiento que le ha sido
cuestionado por algunas declaraciones públicas y sus intervenciones en
política estadounidense. Todos los tuits de su cuenta están escritos en
inglés –excepto uno en el que apoyaba a la selección mexicana de
fútbol-, ha manifestado su apoyo a la candidata demócrata a la
presidencia de EE UU, Hillary Clinton; en 2012 posó con una bandera
estadounidense al recibir un premio por su trayectoria; en 2013 cantó el
Himno Nacional de EE UU en el show de David Letterman, y en
2015 dijo que su sangre era mitad española y mitad libanesa, lo que
levantó criticas en algunos medios mexicanos de espectáculos, que lo
interpretaron como un rechazo a su origen mexicano. La actriz ha debido enfrentar dos de sus grandes temores para poder
obtener lo que quiere. Se sometió a terapias para superar el miedo a las
serpientes cuando supo que Madonna podía robarle un papel en la cinta Del crepúsculo al amanecer,
y después de tres peticiones de matrimonio de François-Henri Pinault,
finalmente aceptó casarse con él, pese a su miedo a ese compromiso. Incluso se casaron dos veces en 2009:
en febrero en París y en abril en Venecia. Pinault es presidente de la
empresa de artículos de lujo PPR (propietaria de Gucci, Yves Saint
Laurent, la cadena francesa de almacenes Printemps y la cadena de
tiendas de música y libros FNAC). El 2 de septiembre de 1966, la cantante de ópera Diana Jiménez y el
empresario Samy Hayek tuvieron una hija a la que llamaron Salma. El
padre también es una figura polémica en México, por sus supuestas
intenciones de ser embajador de Líbano, por un supuesto fraude fiscal de
más de un millón de pesos (unos 64.000 dólares), así como por sus
relaciones con gobernadores y otros personajes de la alta política
mexicana. Salma, sin embargo, no ha cambiado de opinión por una sola de las críticas en su contra:
por su cuerpo, por casarse con un millonario extranjero, por su
trabajo, por su personalidad. Ha cumplido sus sueños profesionales y
personales, cumple 50 años haciendo honor al significado de su nombre,
“paz” y se da el lujo de bajar el ritmo, darse un espacio y momento para
ser madre de Valentina y disfrutar ahora de esta experiencia.
Las hijas
de los Reyes de España iniciaran el día 12 el curso sin el tradicional
posado que forma parte del protocolo de otras familias reales.
Leonor y
Sofía, las hijas de los Reyes de España, comienzan el nuevo curso
escolar el día 12. Esa es la fecha de apertura de las aulas del colegio
Santa María de los Rosales, en el que también estudió don Felipe. A
diferencia de lo que sucede en otras familias reales, ese día no habrá
posado oficial. El deseo de los Reyes es mantener a sus hijas lo más
alejadas posibles del foco mediático, además consideran que la presencia
de fotógrafos puede alterar el normal funcionamiento del centro
educativo. Durante los primeros años de colegio, Leonor y Sofía, sí
posaron con sus mochilas el día en que comenzaron las clases. Ahora los
Reyes las acompañan pero de modo privado. Poca información hay sobre la educación que siguen la princesa de
Asturias y su hermana. Por comentarios informales de sus padres y de
personas cercanas al centro educativo se sabe que las dos son muy
estudiosas y que Leonor obtuvo el año pasado unas excelentes notas. A
punto de cumplir 11 años, la primogénita comienza sexto de primaria. Sofía, de 9 años, hará cuarto. Ambas hermanas dan clases de ballet y
música, además de participar en el aula medioambiental con que cuenta el
colegio. Las dos hablan muy bien inglés ya que una de sus niñeras es
británica. Además, la familia Borbón y Grecia suele usar habitualmente
el inglés. El colegio Nuestra Señora de los Rosales es privado y laico que
imparte clases de religión si los padres así lo quieren para sus hijos.
Don Felipe y doña Letizia pagan en torno a 700 euros al mes por cada una
de sus hijas. El uniforme del colegio es falda gris, jersey azul,
zapatos oscuros y abrigo azul. Las clases comienzan a las 9.30 y acaban a
las 17.30, de lunes a jueves. El viernes, la salida se adelanta a las
15.45. Leonor almuerza con sus compañeros y asiste a las fiestas de
cumpleaños a las que la invitan sus amigos. Leonor se parece físicamente a doña Sofía. De hecho, esta ha mostrado algunas fotos para corroborar esta
afirmación. Es una niña que se muestra seria y formal, que observa todo
con gran atención a la vez que se preocupa de que su hermana Sofía
obedezca. En privado es más inquieta y ocurrente. El año pasado por su cumpleaños, la princesa de Asturias recibió un regalo con gran significado, el Toisón de Oro, la más alta condecoración que puede otorgar el Rey. Además el Consejo de Ministros
aprobó también crear el guión y el estandarte de la princesa de
Asturias, igual que ocurrió el 16 de marzo de 2001 con los símbolos de
don Felipe, entonces heredero a la Corona.
El collar del Toisón de Oro es un reconocimiento simbólico que no da lugar a privilegios que, según fuentes de la Casa Real, Felipe VI
decidió conceder a su primogénita por "razones de tradición y
continuidad y el deseo de institucionalizar la figura de la princesa de
Asturias como heredera de la Corona". El propio monarca lo recibió a los 13 años, el 3 de mayo de 1981, día de su santo. Es probable que Leonor incremente en los próximos meses su formación
como heredera pero todo ello está también pendiente de la formación del
nuevo Gobierno.
El gran
Gatsby no se hubiese consagrado como una de las novelas más importantes
del siglo XX de no haber interrumpido el autor sus vacaciones en la
Costa Azul francesa, donde sometió el primer borrador a una profunda
transformación.
A diferencia de la mayoría de las personas, los escritores no suelen
ser partidarios de tomarse vacaciones: a algunos, de hecho, esta
posibilidad los aterra, inmersos como están en una actividad que no
parece demandarles ningún esfuerzo, que se extiende durante días y
noches sin consideración a los horarios y a las visiones
consuetudinarias.
Si escribir es como respirar (parecen decir los
escritores), las vacaciones son una larga, potencialmente mortal, apnea. En octubre de 1924, sin embargo, Francis Scott Fitzgerald
necesitaba unas: desde hacía dos años, el escritor y su mujer vivían en
lo que parecía una sucesión interminable de fiestas y borracheras que
Fitzgerald financiaba escribiendo sin interrupción y casi siempre con
resaca.
A mediados de 1923 tenía escritas unas 18.000 palabras de una
nueva novela que quería llamar Trimalchio (Trimalción en español), en referencia al personaje del Satiricón
de Petronio que encarna la ostentación y los excesos de los nuevos
ricos: la novela iba a tratar de un joven sensible y soñador que se hace
de forma poco clara con un considerable patrimonio que dilapida a
continuación para impresionar a una joven.
A diferencia de la mayoría de las personas, los escritores no suelen
ser partidarios de tomarse vacaciones: a algunos, de hecho, esta
posibilidad los aterra, inmersos como están en una actividad que no
parece demandarles ningún esfuerzo, que se extiende durante días y
noches sin consideración a los horarios y a las visiones
consuetudinarias. Si escribir es como respirar (parecen decir los
escritores), las vacaciones son una larga, potencialmente mortal, apnea. En octubre de 1924, sin embargo, Francis Scott Fitzgerald
necesitaba unas: desde hacía dos años, el escritor y su mujer vivían en
lo que parecía una sucesión interminable de fiestas y borracheras que
Fitzgerald financiaba escribiendo sin interrupción y casi siempre con
resaca. A mediados de 1923 tenía escritas unas 18.000 palabras de una
nueva novela que quería llamar Trimalchio (Trimalción en español), en referencia al personaje del Satiricón
de Petronio que encarna la ostentación y los excesos de los nuevos
ricos: la novela iba a tratar de un joven sensible y soñador que se hace
de forma poco clara con un considerable patrimonio que dilapida a
continuación para impresionar a una joven. “Quería llamarla Trimalchio, pero todo el mundo estaba en contra, Zelda [su esposa] incluida”, recordó años después el autor de A este lado del paraíso. En octubre de 1924 la novela estaba terminada, y Fitzgerald, que se la
envió de inmediato a su editor, el extraordinario Maxwell Perkins, creyó
que había llegado el momento de unas vacaciones en Capri y Roma, tan lejos de los excesos no solamente laborales de los últimos años como era posible. Pero escritores y vacaciones sostienen, como se ha dicho, una
relación conflictiva, y Fitzgerald decidió aparcar las suyas cuando
recibió los comentarios de su editor: para Perkins, Trimalchio
tenía falencias, y Fitzgerald estuvo de acuerdo . El escritor y su
familia ocupaban una vivienda en la localidad de Juan-les-Pins, en la
Riviera francesa; eran sus vacaciones, pero el autor se encerró a
someter el libro a una profunda reescritura: hizo cambios importantes en
los capítulos tres, cuatro, cinco, ocho y nueve, y reescribió el seis y
el siete. Más importante todavía, el autor prescindió del título que no
le gustaba a nadie y le puso a la novela uno nuevo: a partir de
entonces se llamaría El gran Gatsby. Fitzgerald tenía 29 años de edad: de todos los libros que había escrito e iba a escribir en los años siguientes, El gran Gatsby iba a ser considerado el más importante,
en no menor medida debido al modo en que su autor había logrado narrar
el materialismo y los excesos de los años veinte del siglo pasado en
Estados Unidos, una década en la que el curso favorable de la economía
había hecho que florecieran los personajes como Jay Gatsby, nuevos ricos
dispuestos a olvidar un pasado de estrecheces.
Entre las muchas lecturas que pueden hacerse de El gran Gatsby,
quizá la más acertada (y posiblemente la más sensata, ya que hay otras
que sostienen que el “problema” de Jay Gatsby es que es judío o negro)
es la que concibe la obra como una novela acerca de la desilusión: su
autor no lo sabía (no podía saberlo), pero el Si
El gran Gatsby es una obra sobre la desilusión, también lo es porque su autor no fue comprendido:
las críticas de la novela fueron mayoritariamente negativas, el libro
no se vendió mucho y una adaptación cinematográfica muda que se estrenó
al año siguiente indignó al autor y a su esposa, que abandonaron el cine
durante la proyección.
Fitzgerald pasó los siguientes 15 años
batallando contra el alcoholismo y los productores de Hollywood,
sosteniendo a una esposa a la que había tenido que encerrar en un
manicomio y tratando de producir algo relevante para un público que lo
consideraba pasado de moda.
Todo lo que sucedería con su libro, su
consagración como una de las novelas más importantes del siglo XX, iba a
ser posterior o póstumo; pero lo que importa aquí es que “la
imaginación prolongada de un mundo sincero y pese a ello radiante” que El gran Gatsby
era para su autor no hubiese sido la misma de no haber interrumpido
éste sus vacaciones para corregir su obra maestra.
No es el argumento
más convincente a favor del descanso anual, pero sí a favor de la
literatura concebida como una disciplina que no necesita vacaciones, que
encuentra su descanso en sí misma y en su ejercicio. El gran Gatsby también trata de eso.
Aprietos financieros
1. Nacido en Saint Paul (Minnesota) en septiembre de
1896 y fallecido en Los Ángeles en diciembre de 1940, Francis Scott
Fitzgerald tuvo una existencia intensa y breve, presidida principalmente
por la permanente, acuciante necesidad de dinero. (En no menor medida,
debido a un tren de vida inapropiado para un escritor).
2. “Dos años de desmayos
y escupir sangre me han puesto a salvo de las preocupaciones físicas,
pero los aprietos financieros, si no se resuelven pronto, tendrán una
influencia cada vez más grande en mi trabajo”, le escribió a su editor
en 1937. 3. Su desconcertante admiración por los
ricos no mejoraba las cosas, por supuesto. Además de El gran Gatsby,
muchos otros de sus textos intentan abarcar un misterio que sólo existió
para él. Una anécdota apócrifa hace a Fitzgerald decirle a Ernest
Hemingway en el curso de una conversación: “Los ricos son diferentes de
nosotros”. “Sí, ellos tienen más dinero”, habría sido la respuesta,
sardónica, de Hemingway.