Al día siguiente del atentado de Normandía, el imán de la mezquita
local dejó claro que no se hará cargo de la sepultura de Adel Kermiche,
uno de los dos yihadistas que degolló a un sacerdote en plena misa.
A los pocos días rectificó, indicando que si la familia así lo pide, se
recurrirá a un religioso exterior a Saint-Etienne-du-Rouvray, donde
tuvo lugar el ataque y donde vivía Kermiche.
La delicada cuestión del
entierro de los terroristas
yihadistas, que se ven como
“soldados” de un Estado virtual y reniegan de su ciudadanía, se ha
convertido en tristemente habitual en Francia.
La mayoría de los que han
atentado en los últimos años son franceses de segunda generación.
Antes
que Francia, Estados Unidos, España y Reino Unido se han enfrentado a
un dilema similar. Cada uno ha optado por respuestas diferentes.
“El imán de Saint-Etienne-du-Rouvray no quiere ocuparse del entierro
porque se trata del enemigo de todo el pueblo, incluso de toda la
humanidad, hay un problema de apropiación del cuerpo”, relata
la socióloga Riva Kastoryano, autora de
¿Qué hacer con los cuerpos de los yihadistas? Identidad y Territorio (ed. Fayard), en el que compara lo ocurrido en
Estados Unidos tras el 11-S, en
España tras el 11-M y en Reino Unido tras
los atentado del 7 de julio de 2005
.
“Estamos en guerra, pero de otro tipo, no existen héroes de guerra con
sus propios cementerios, ningún país quiere apropiarse esos restos”,
añade.
“Al final, se trata de un deber humanitario respecto a las
familias, que no tienen nada que ver”, concluye.
“En Estados Unidos, no se plantean la cuestión, para ellos es una
guerra en la que se niega al enemigo”, explica Kastoryano.
Tras el 11-S,
la principal preocupación ha sido la de separar los restos de los
terroristas de los de las víctimas entre la cenizas de las Torres
Gemelas.
Nadie reclamó los cuerpos de los 19 autores de los ataques,
procedentes de diferentes países y que habían viajado por medio mundo.
Según le indicó el FBI a la académica años después de los atentados, sus
restos seguían en sus dependencias. Oficialmente, no han sido
enterrados en ningún lugar
. El cuerpo del líder de Al Qaeda, detrás del
ataque, Osama Bin Laden, abatido en 2011 por las fuerzas
estadounidenses, fue por su parte lanzado al mar
. “El cuerpo en el agua
fluida, por oposición a la tierra firme, prueba la determinación de
Estados Unidos a hacerle desaparecer”, analiza en su libro.
En España, los siete terroristas que se detonaron en un piso de Leganés
un mes después de los atentados de Atocha, eran inmigrantes de primera
generación: cinco marroquíes, un tunecino y un argelino.
El Gobierno
español explica haber repatriado la mayoría de los cuerpos, pero en
Marruecos nadie confirma haber recibido esos restos mortales. “Impera la
censura y el silencio, nadie sabe nada”, cuenta Kastyorano.