Varios estudios alertan del mínimo avance global contra el sedentarismo y los cinco millones de vidas que se cobra cada año.
El estudio ha analizado los efectos del ejercicio moderado, como pasear en bici David Marcu
Desde hace años, científicos y médicos de todo el mundo conocen un
tratamiento capaz de salvarle la vida a más de cinco millones de
personas cada año, evitar buena parte de las enfermedades
cardiovasculares, la diabetes, el cáncer de mama y otros tumores y alargar la vida de cualquier persona.
Lo mejor es que se trata de un remedio gratuito, disponible desde
tiempos inmemoriales y al alcance de la mayoría de personas: ejercicio.
Cada año olímpico, la revista médica The Lancet publica una
colección de artículos sobre los beneficios del ejercicio para evitar
los grandes males que azotan a la salud mundial
. La principal conclusión
de los cuatro nuevos estudios
recién publicados es que la situación mundial no ha progresado casi
nada
. Un cuarto de todos los adultos del mundo no hace ejercicio
suficiente y, más preocupante de cara al futuro, el 80% de los niños y
jóvenes tampoco llega al mínimo de deporte semanal recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
En 2012, un estudio similar calculó que, cada año, el sedentarismo mata a más personas que el tabaco,que se cobra unos cinco millones de vidas.
Uno de los estudios es una revisión de 16 trabajos anteriores que
engloban a más de un millón de personas.
Los investigadores querían
determinar cuánto ejercicio es necesario para evitar el riesgo de muerte
prematura asociado al sedentarismo.
El tipo de actividad analizada era
andar rápido o pasear en bici, ambos durante una hora al día.
El estudio ha analizado los efectos del ejercicio moderado, como pasear en bici David Marcu
Desde hace años, científicos y médicos de todo el mundo conocen un
tratamiento capaz de salvarle la vida a más de cinco millones de
personas cada año, evitar buena parte de las enfermedades
cardiovasculares, la diabetes, el cáncer de mama y otros tumores y alargar la vida de cualquier persona.
Lo mejor es que se trata de un remedio gratuito, disponible desde
tiempos inmemoriales y al alcance de la mayoría de personas: ejercicio.
Un cuarto de todos los adultos del mundo no hace
ejercicio suficiente y el 80% de los jóvenes tampoco llega al mínimo
semanal recomendado por la OMS
Cada año olímpico, la revista médica The Lancet publica una
colección de artículos sobre los beneficios del ejercicio para evitar
los grandes males que azotan a la salud mundial
. La principal conclusión
de los cuatro nuevos estudios
recién publicados es que la situación mundial no ha progresado casi
nada. Un cuarto de todos los adultos del mundo no hace ejercicio
suficiente y, más preocupante de cara al futuro, el 80% de los niños y
jóvenes tampoco llega al mínimo de deporte semanal recomendado por la Organización Mundial de la Salud. En 2012, un estudio similar calculó que, cada año, el sedentarismo mata a más personas que el tabaco,que se cobra unos cinco millones de vidas.
Uno de los estudios es una revisión de 16 trabajos anteriores que
engloban a más de un millón de personas.
Los investigadores querían
determinar cuánto ejercicio es necesario para evitar el riesgo de muerte
prematura asociado al sedentarismo.
El tipo de actividad analizada era
andar rápido o pasear en bici, ambos durante una hora al día.
Los resultados muestran que las personas activas están mucho más
sanas aunque tengan que pasar ocho horas sentados
. La gente con más
riesgo es la que no hace ningún tipo de actividad
. Pero el trabajo
muestra también que una hora de ejercicio al día basta para
contrarrestar los efectos nocivos de esas ocho horas parados
. Solo una
de cada cuatro personas analizadas hace esa hora de ejercicio o más al
día, resalta el estudio.
Una hora de ejercicio al día basta para contrarrestar los efectos nocivos de esas ocho horas parados
“Para mucha gente que tiene trabajos de oficina y se desplaza en un
vehículo al trabajo no hay forma de evitar pasar mucho tiempo sentado”,
reconoce Ulf Ekelund, de la Universidad de Cambridge y la Escuela
Noruega de Ciencias del Deporte.
“No podríamos destacar más la
importancia de hacer ejercicio, ya sea dar un paseo a la hora de la
comida, correr un poco por la mañana o ir en bici al trabajo.
Una hora
al día es lo ideal, pero si esto es imposible, al menos hacer un poco de
deporte al día también reduce el riesgo [de muerte prematura]”,
resalta.
Estudios anteriores han calculado que cada minuto de actividad física puede aportar hasta siete más de vida.
Ha habido un aumento en los países que han puesto en marcha campañas
de promoción del ejercicio, según otro de los estudios publicados hoy.
El ejercicio no solo frena las enfermedades cardiovasculares, la
diabetes o el cáncer, sino que también “podría evitar unos 300.000 casos
de demencia al año”, resalta Jim Sallis, de la Universidad de
California en San Diego.
A pesar de ello, lamenta, “la pandemia global
de inactividad física sigue ahí y la respuesta global ha sido demasiado
lenta”.
El ejercicio no solo frena las enfermedades
cardiovasculares, la diabetes o el cáncer, sino que también podría
evitar unos 300.000 casos de demencia al año
Los estudios piden una mayor implicación y compromiso de las
autoridades sanitarias.
Otro trabajo enumera intervenciones exitosas y
con un coste bajo, como la realizada en Curitiba (Brasil), Bogotá
(Colombia) y Cambridge (Reino Unido), donde se ha aumentado la distancia
entre paradas de autobuses y esto ha logrado que la gente ande más.
Además de los incuestionables beneficios en salud, el ejercicio
también puede ahorrar ingentes cantidades de dinero a las arcas
públicas.
En este sentido, otro estudio ha calculado por primera vez el
coste sanitario del sedentarismo: unos 60.000 millones de euros al año
en precios de 2013. En España los costes totales son de algo más de
2.000 millones de euros.
Dos
empresarios esquivan la cárcel y pagar una indemnización por la muerte
de un obrero porque el juzgado olvidó ejecutar la sentencia.
La vida de Sonia R. V. no ha sido fácil.
Con 24 años, y solo diez meses
después de su boda, perdió a su marido. Manuel Vicente, de 26 años, cayó
desde el techo de una nave industrial de Sevilla cuando hacía trabajos
de reforma para la firma Secour SC.
Sonia quedó destrozada. Y llena de
ira emprendió una batalla que al menos durante algunos años le ayudó a
sobrellevar el dolor.
Se propuso que los culpables (por omisión) de la
muerte de su marido pagasen por ello ante la justicia.
Hoy, 16 años
después, aquella batalla judicial continúa, pero ha sufrido hirientes
derrotas.
No porque los culpables sean inocentes, sino porque la juez
que enjuició el accidente olvidó encarcelarles.
Y cuando quiso hacerlo,
legalmente no se podía. Ni nada se puede hacer ya.
La vida de Sonia R. V. no ha sido fácil. Con 24 años, y solo diez
meses después de su boda, perdió a su marido. Manuel Vicente, de 26
años, cayó desde el techo de una nave industrial de Sevilla cuando hacía
trabajos de reforma para la firma Secour SC. Sonia quedó destrozada. Y
llena de ira emprendió una batalla que al menos durante algunos años le
ayudó a sobrellevar el dolor. Se propuso que los culpables (por omisión)
de la muerte de su marido pagasen por ello ante la justicia. Hoy, 16
años después, aquella batalla judicial continúa, pero ha sufrido
hirientes derrotas. No porque los culpables sean inocentes, sino porque
la juez que enjuició el accidente olvidó encarcelarles. Y cuando quiso
hacerlo, legalmente no se podía. Ni nada se puede hacer ya.
Mónica, el pasado martes en Sevilla. Paco Fuentes
Un grave error judicial
ha permitido que los responsables de la muerte de Manuel Vicente no
hayan pisado la cárcel (debían cumplir 15 meses) ni pagado un solo
céntimo de los 210.000 euros que una juez de Sevilla les impuso (150.000
euros para Sonia y 60.000 para su ya anciana suegra).
Siete años estuvo dormido en las estanterías del juzgado el sumario.
La
sentencia, sin tacha, firme e irrecurrible, existía, y decía lo que
había que hacer
. Pero faltaba ejecutarla. De nada sirvieron los
constantes escritos que presentaban Sonia y su abogado, Aurelio Garnica,
ante el Juzgado de lo Penal número 5 de Sevilla, hasta octubre pasado
dirigido por María José Cuenca.
Le recordaban que los patronos seguían
con sus tretas para no abonar la indemnización y que tampoco iban a la
cárcel.
“Nunca me llamaron para preguntarme si necesitaba algo; me quedé casi en la indigencia, y sin el amor de mi vida”
Cuando Aurelio comentó que ya no se podía hacer nada, Sonia no daba
crédito
. Doce años de lucha y de pasillos judiciales tirados por la
borda.
Hasta llegó a contratar a unos detectives para que siguieran los
pasos de los patronos de Secour, los hermanos Francisco José y Juan
Jaime Rodríguez (los condenados).
Justo después del accidente, se
apresuraron a cerrar la empresa por quiebra.
Y, casi simultáneamente,
abrieron otra, con distinto nombre, para escabullirse de pagar.
Uno de los hermanos hizo separación de bienes con su esposa y le
desvió casi todo el patrimonio semanas después del siniestro.
Sonia les
conocía, eran los jefes de su marido. "Nunca me llamaron para
preguntarme si necesitaba algo; me quedé casi en la indigencia”, señala
con dolor
. Le tiemblan las palabras cuando recuerda aquel día. Ahora
tiene dos hijos pequeños, de otra relación
. No les ha contado nada de su
pasado. Ni a ellos ni a nadie.
Lleva muchos años masticando todo ella
sola (por eso prefiere no revelar su identidad completa). En su
entrevista con EL PAÍS, llora desconsolada:
"Era el amor de mi vida, aun
no lo he superado...".
“Y, aparte de la indemnización, debían a mi marido 500.000 pesetas de
las de entonces [3.000 euros] por salarios atrasados, y también se las
quedaron ellos”, dice.
El siniestro que segó la vida de Manuel Vicente se produjo a las 15.30
horas del 19 de Octubre de 2000 (hace 16 años).
Junto a otro compañero,
se subió al tejado de una nave situada en la calle Mallol, 22, de
Sevilla.
Para subirse, utilizaron un elevador
. Iban provisto de unos
arneses, pero sin las cuerdas para sujetarse. Mientras su colega bajaba a
por ellas, Manuel Vicente se apoyó en un vértice de la cubierta, sobre
unas placas de fibrocemento (uralita), que cedieron por el peso y cayó
al interior de la nave.
Murió.
Para colmo de males, los hermanos Rodríguez ni siquiera tenían un seguro
que cubriera accidentes mortales de sus trabajadores.
Al contrario, la
póliza que mantenían con la compañía Maphre “excluía expresamente los
accidentes laborales con resultado de muerte”
. Es decir, o pagaban los
patronos o nadie más lo haría.
Los empresarios intentaron lavarse las manos alegando que ellos no
habían ordenado al trabajador subirse a la cubierta, que lo hizo por su
cuenta.
En derecho laboral, los patronos tienen la obligación legal de
imponer a sus obreros que extremen las medidas de seguridad e impedirles
que realicen labor alguna si no están provistos de las medidas
establecidas.
Responden penalmente por ello, hasta con la cárcel. Sonia
buscó un abogado y acudió a la vía penal. Ahí empezó su segundo
calvario
. Tuvo que esperar cuatro años, hasta abril de 2004, para que el
Juzgado de lo Penal 5 de Sevilla (también tras una larga y dilatada
instrucción) dictara la sentencia
. Los hermanos Rodríguez fueron
condenados a un año de cárcel por un delito de homicidio por imprudencia
(la muerte de Manuel Vicente) y tres meses más por otro contra la
seguridad de los trabajadores.
A partir de ese momento, los reos no dejaron de tramar.
Recurrieron
la condena ante la Audiencia de Sevilla (con tres jueces), sin éxito.
El
tribunal confirmó un año después la pena y remitió las diligencias al
juzgado de lo penal para que la ejecutase de inmediato. Para entonces
habían pasado seis años desde el óbito.
La sentencia supuso una pequeña "satisfacción moral" para Sonia.
Pero
pronto vio que lo que parecía el fin solo era el principio hacia la
nada.
Para eludir el pago de la indemnización (todo era un desastre en
Secour SC: no tenían seguro, ni licencia municipal la obra que le costó
la vida a Manuel Vicente; y ni siquiera había cascos para los operarios
el día de accidente), los hermanos Rodríguez declararon en quiebra la
empresa.
Y abrieron otra. Y Cuando Sonia descubrió esa segunda sociedad,
abrieron una tercera... Aún siguen ofreciendo en Sevilla presupuestos
para reformas y obras.
Los Rodríguez siempre iban por delante del juez.
Sonia y su abogado
exigieron al juzgado que, dado que los hermanos Rodríguez "se habían
burlado del juez cerrando y abriendo sociedades para no pagar los
210.000 euros", al menos los encerrase en la cárcel.
Esto lo pidió Sonia
al juez el 1 de septiembre de 2008. El 27 de febrero de 2012 (cuatro
años después), el juez le preguntó al fiscal si debían ingresar en
prisión los dueños de Secour (contestó que sí). Dos meses después,
decretó que ingresasen en prisión.
No llegaron a pisar la cárcel.
Pusieron un recurso ante la Audiencia y
ganaron por goleada: la ejecución de la pena estaba prescrita.
Habían
pasado siete años y el límite máximo para la ejecución son cinco
.
Quedaron libres por completo de ambos delitos y sin tener que pagar ni
un duro.
Están como si nada hubiesen hecho (o no hecho).
El Consejo del Poder Judicial
carece de competencia para sancionar los errores judiciales (eso solo
puede hacerlo el tribunal superior jerárquico del juez), pero sí las
tiene para dictaminar que la Administración de Justicia (uno de sus
juzgados) ha fallado y que la víctima debe ser resarcida.
En el caso de
la muerte de Manuel Vicente, el Poder Judicial entendió el pasado 19 de
mayo que “se ha producido un funcionamiento anormal de la justicia”.
“Es
especialmente relevante la tardanza en dictar la resolución por la que
se denegó la suspensión de la condena”, sostiene el Consejo.
Prescritos los delitos y con los patronos en la calle haciendo lo
mismo que hace 16 años (pero bajo otros paraguas societarios), Sonia ha
pedido al Estado una indemnización de 10.000 euros; su abogado le ha
dicho que el Ministerio de Justicia es muy restrictivo a la hora de
fijar indemnizaciones por errores judiciales
. Es decir, con suerte,
Sonia podrá conseguir solo 10.000 de los 210.000 que debían cobrar ella y
su suegra de los patronos.
“Imagínese la frustración e impotencia que
siento; perdí a mi marido y quienes tenían que pagar por ello se han ido
de rositas porque al juzgado se le olvidó hacer cumplir la sentencia,
pese a que nosotros se lo recordábamos una y otra vez”.
Al abogado de Sonia le dijeron como excusa que el funcionario encargado
de esos asuntos había estado de baja durante un tiempo. “Más razón aún
para que el juez o el secretario hubiesen estado encima”, subraya Sonia.
"No quiero que esto le suceda a ninguna otra viuda”
. Ella y su anciana
suegra son ahora las víctima de otro delito, el del olvido.
Fue un paréntesis en uno de los años más tensos de la Guerra Fría.
Una victoria del arte que comenzó “de manera muy extraña”.
Así al menos
lo recuerda Marina Kondratyeva, una de las bailarinas del Bolshói
que, en 1956, viajó desde Moscú a Londres
. Nada más y nada menos que al
otro lado del telón de acero.
En definitiva, un hito para la mítica
compañía de ballet rusa y para su anfitriona, la Royal Opera House
británica
. Por eso, ambas celebran estos días los 60 años de un primer
viaje tras el que las relaciones entre ambas instituciones culturales se
normalizaron pese a los avatares geopolíticos.
"Nuestro avión se desvió a un aeropuerto diferente -rememora
Kondratyeva para la agencia Reuters- dijeron que 26 espías rubias habían
aterrizado y eso es lo que la prensa contó”.
En efecto, el aterrizaje
en una base militar no fue el arranque soñado para el primer viaje del
Bolshói a Reino Unido
. Tampoco los continuos rumores de que las
funciones acabarían cancelándose.
Y es que en 1956 las relaciones entre
Londres y Moscú no pasaban por su mejor momento
. De hecho, ese año
aparecieron en la Unión Soviética Guy Burgess y Donald Maclean, dos
espías británicos de los cinco de Cambridge que huyeron al saberse que en realidad trabajaban en tareas de contraespionaje a las órdenes del Krémlin.
Pero nada de ello desanimó a los bailarines soviéticos ni al público
londinense.
El periodista y crítico británico Clement Crisp evoca,
también para Reuters, la imagen de una fila de personas que, durante
varios días, aguantaron los aguaceros veraniegos rodeando el teatro de
Covent Garden para hacerse con una entrada.
Así hasta que llegó el día
de la primera actuación.
La principal atracción era la primera bailarina rusa Galina Ulanova,
con quien Crisp tuvo ocasión de hablar sobre aquella actuación unos años
después.
Ulanova, cuenta el crítico, le habló del desconcierto que le
produjo el silencio del público durante el primer acto de Romeo y Julieta.
“Fue porque estábamos extasiados -recuerda Crisp- pero al final de la
velada hubo 45 minutos de aplausos”
. Después de aquella actuación, las
visitas del Bolshói a la Ópera londinense se regularizaron
. Y este año,
la estancia se prolonga tres semanas con cinco obras diferentes (El lago de los cisnes, El corsario y Don Quijote
ya han colgado el cartel de no hay entradas)
. Así se conmemoran seis
décadas del día en que la danza abrió un pequeño resquicio en el telón
de acero.
Aunque para la mayor parte de la gente siguió cerrado durante
más de tres décadas.
Los tanques soviéticos se encargaron de recordarlo en Hungría solo tres meses después de que Ulanova dejara boquiabierto al público occidental.