Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

27 jul 2016

Roger Moore anuncia con “el corazón roto” la muerte de su hija

El actor británico de 88 años confirma en Twitter que su hijastra "perdió la batalla contra el cáncer".

Roger Moore y su esposa Kristina Tholstrup. Cordon press

 

La familia de Roger Moore está de luto.
 Christina Knudsen, hijastra del actor británico, de 88 años, murió el pasado lunes a los 47 años víctima de un cáncer.
 Con un mensaje desolador Moore ha dado la noticia en su perfil de Twitter: “Nuestra bella hija Christina perdió su batalla contra el cáncer.
 Tenemos el corazón roto”, escribió junto a una imagen de ella sonriendo. “Estuvimos con ella, llenándola de amor hasta el final”, dijo en otro mensaje.
Knudsen, quién según contó Moore era conocida como Flossie, era hija de Kiki Tholstrup, la cuarta esposa del ex James Bond, con quien contrajo matrimonio en 2002.

Christina se graduó de la Universidad de Southern California. Estudió Literatura y Psicología y, además, realizó un máster en Arte Contemporáneo. Knudsen se crió en Francia, pero vivió en Londres durante más de 20 años.
 Era una amante de los caballos, tenía siete [uno de ellos ha sido seleccionado por el equipo de Nueva Zelanda para competir en los Juegos de Río].
En 2014, abrió una agencia de citas entre la jet set londinense, ya que tras su divorcio de un matrimonio que solo duró 13 meses se dio cuenta de lo difícil que era conocer a hombres solteros.
Moore y su esposa viven actualmente en Suiza.
 Aunque es conocido por su papel como el agente secreto 007, también tiene una carrera altruista.
 En 1991 fue nombrado embajador de la buena voluntad por UNICEF, organización con la que Knudsen también colaboró.
 Además, la reina Isabel II de Inglaterra le otorgó a Roger Moore la medalla de la Orden del Imperio británico en 1999 -que luce con orgullo en el nombre de su cuenta en Twitter- y lo hizo caballero de la Orden del Imperio británico en 2003.

Y sus caballos siguen cabalgando............................................... Carlos Boyero

Venciendo mi larga alergia a los conciertos me decido a ver a Patti Smith, a ver si es capaz de transmitirme desde el escenario la emoción y la fuerza de sus discos.

Patti Smith.
Patti Smith.

 Durante muchos y gloriosos años fue posible en Madrid ver y oír de cerca a gran parte de los músicos que tenían algo importante, o hermoso, o magnético, o fascinante que contar. Con su voz, su guitarra, su trompeta, su saxo, su piano, o instrumentos con menos prestigio. 

Estos acontecimientos podían llenar estadios de futbol, pabellones, recintos muy espaciosos, o un colegio mayor cuyo recuerdo de las actuaciones de los grandes del jazz es tan agradecido como legendario para varias generaciones de melómanos. 

Pero también puedo jurar que en un club en el que podrían entrar setenta u ochenta clientes, concretamente en el largamente fenecido Balboa Jazz, tuve que frotarme los ojos varias veces constatando que a pocos metros de mi mesa y de mi copa estaba sonando la batería de Art Blakey acompañado por sus Jazz Messengers, el elegante saxo de Stan Getz o el admirable piano de aquel señor catalán y ciego llamado Tete Montoliú.

ontoliú.

Y tengo la sensación de que durante una larga época disminuyeron notablemente en esta ciudad los conciertos de músicos ilustres. Ignoro las razones, aunque imagino que como todo en este mundo y en los otros estaría relacionado con la economía.
 O a lo peor, me hice viejo y desganado, deduje que la música te alimentaba mejor el alma si solo la escuchabas en tu casa y en soledad.
 Consecuentemente, son muy pocas las veces a partir del cambio de milenio en las que he querido contemplar en carne y hueso, sin que su arte esté enlatado, a la gente que me ha hecho feliz o que podría descubrirme nuevos prodigios.
 Le he seguido la pista de vez en cuando, en vivo y en directo, al cada vez más vago y rácano Van Morrison, por si a su viejo genio le daba por resucitar en vez de limitarse cubrir el expediente, a Dylan por ser Dylan aunque resulte imposible en la mayoría de ocasiones reconocer en sus retorcidas interpretaciones muchas canciones sublimes que inventó este hombre, a Springsteen porque siempre otorga vida y ofrece todo, a Leonard Cohen celebrando que debido a la ruina crematística abandone el monasterio budista para subirse otra vez al escenario y hablarnos de amores y desamores, milagros y soledades, a gente nueva ( aunque Jeff Tweedy y Anohni deben de andar ya por la mitad de la cuarentena) cuyos discos me impresionaron, y poco más
. O sea, no pasa de un concierto al año, algo extraño para alguien que en los viejos tiempos acudía con fervor o con curiosidad a infinidad de ellos.

Habiendo observado de cerca a casi todos los músicos contemporáneos de mi existencia a los que he amado, jamás he visto sobre un escenario a Tom Waits.

 Ese disco doble y excepcional titulado Nighthawks at the Diner fue grabado en directo, con público, en tugurios donde tocaba este hombre

. O eso quería parecer. Hubiera dado cualquier cosa por estar allí. Su voz siempre estuvo cascada e imagino que le queda poco tiempo para que solo recite.

 Da igual: seguirá transmitiendo sentimiento, atmósfera, estilo, lo que solo poseen los elegidos. 

Y espero verlo alguna vez, aunque se prodigue muy poco. 

Me ocurría lo mismo con Patti Smith, que a diferencia de Waits es aficionada a las giras.

 Bueno, a casi todos los rockeros de primera fila les ha entrado en los últimos años una desmedida afición a dar recitales ante ese público que tanto les ama.

 Das por supuesto que casi todos son millonarios, pero mucho debe de haber caído la venta de discos para que todos se hayan lanzado a la carretera sin prisas y sin pausas. 

Benditos sean. 

Y venciendo mi larga alergia a los conciertos me decido a ver a la señora que ama a Rimbaud, a alguien que siempre se ha comprometido públicamente con variadas causas (algo nada extendido entre los grandes del gremio, el enigma sobre lo que piensan y el “yo solo a lo mío” gozan de mucho prestigio), que al igual que Frida Kahlo se dejó bigotito en una época (¡que espanto!).

 Voy porque quiero comprobar si esta muy moderna dama es capaz de transmitirme desde el escenario la emoción y la fuerza que he sentido escuchando sus discos. 

El vinilo de Horses se me rayó más de una vez de tanto oírlo. Y Patti Smith va a cantarlo entero. El arranque es una versión nada memorable de Gloria: In Excelsis Deo, una de las canciones que Van Morrison, junto a su primer grupo Them, hizo eléctrica, rabiosa y sensual hasta la eternidad.

 Patti Smith volverá a cantarla por segunda vez y ahí sí suena grandiosa.

 Es muy bueno su concierto.

 Esta mujer está a la altura de su leyenda.

 Y su desgarro es contagioso.

 La interpretación de Because the night (solo faltaba Springsteen haciendo dúo para que aquello hubiera sido el cielo), seguida de People have the power, alcanzó el estado de gracia.

 Hasta se le puede perdonar la calculada ordinariez, para demostrar que su espíritu sigue militando en el punk, de que su ya agrietada boca lanzara un escupitajo.

Patti Smith no se olvida de los muertos del rock que le otorgaron significado y belleza. 

Y descubres que ninguno pasó de los cincuenta ni la palmó de muerte natural. Con la excepción de Lou Reed, que milagrosamente llegó a los 70 y murió en su cama, después de haber practicado durante su última época el místico y liberador tai-chi. ¡Quién lo diría! 

Bueno, cada uno se busca la supervivencia como puede. 

Patti Smith también debe de andar por los setenta. Que viva todo lo que desee.

 Y que siga cantando. Por nuestro bien.

Muere Canito, fotógrafo que retrató a Manolete y Ava Gardner.................................................... Antonio Lorca.

Francisco Cano Lorenza, 'Canito' de 103 años, fue premiado con el Nacional de Tauromaquia en 2014 tras 70 años en activo.

 

Francisco Cano Lorenza 'Canito', en 2013. EFE
El decano de los fotógrafos taurinos españoles, el alicantino Francisco Cano Lorenza, Canito, de 103 años, ha fallecido en la madrugada de este miércoles a causa de un infarto cerebral
. Canito se encontraba ingresado desde hacía varias semanas en la residencia de las Hermanitas de los Desamparados de Llíria (Valencia), aquejado de una neumonía, y en todo momento ha estado acompañado por sus hijos, Vicente, Paco y Remedios, además de las dos hijas que tuvo en su segundo matrimonio, Isabel y Amparo
. Con ellas vivía desde el fallecimiento de su segunda esposa.
La capilla ardiente será instalada en la plaza de toros de Valencia, y permanecerá abierta durante todo el día de hoy.
 Mañana, jueves, los restos mortales de Canito darán la última vuelta al ruedo al anillo del coso de la calle Játiva
. Posteriormente, se oficiará una misa funeral en la parroquia de San Andrés y, a continuación, sus restos serán incinerados en la capital valenciana.
Canito recibió en 2014 el premio Nacional de Tauromaquia, tras 70 años en activo, en los que fotografió a todas las figuras del mundo taurino, desde espectadoras como la actriz Ava Gadner a figuras como Manolete.
Con su muerte desaparece un personaje fundamental en la historia de la tauromaquia desde la Guerra Civil hasta la actualidad, pues hasta hace pocos meses era habitual verlo en las puertas de cuadrillas y callejones de las principales ferias españolas
. Sus cámaras captaron momentos trascendentales de la fiesta de los toros —el más importante de todos, la herida mortal que sufrió Manolete en la plaza de Linares—, y retratos de las personalidades más relevantes del cine y la vida social internacional.

Manolete, tras la cogida que le causaría la muerte en 1947 en la plaza de Linares

Por ello, acertó el jurado que le concedió el premio Nacional de Tauromaquia al considerar que era "una antología gráfica de todos los hitos y manifestaciones de la Fiesta, y una fuente documental e histórica indispensable para cuantos quieran estudiar los valores culturales y humanos que integran el patrimonio del arte del toreo".
Canito, un hombre pegado día y noche a una cámara, no triunfó vestido de luces, como hubiera sido su deseo, pero lo hizo al lado de los más grandes —siempre con su gorrilla blanca, su baja estatura y su predilección por el arroz de su tierra alicantina y las señoras como señales de identidad—, testigo privilegiado y creador de imágenes que han conformado la historia de los toros desde los años cuarenta.
 El pasado 18 de diciembre cumplió 103 años.
 Ya no se le veía en las tardes de toros más importantes, pero su obra es un impresionante y, dicen, desordenado archivo, una enciclopedia viviente que refleja no solo el devenir de la fiesta de los toros, sino lo más granado de la vida social.
Fue fotógrafo de cabecera, confidente y amigo de las más sobresalientes figuras del toreo de los años cuarenta en adelante, se relacionó con lo más destacado del artisteo nacional y extranjero, pudo presumir de haber tenido a Ava Gadner entre sus brazos, de haber llorado a Manolete más que a su propio padre, según su propia confesión, y de emborracharse con el Nobel Hemingway por las calles de Pamplona en las fiestas de San Fermín.
Nació Francisco Cano en Alicante en 1912.
 Fue profesor de natación en el balneario que regentaba su padre.
 Probó fortuna, después, como boxeador en el peso mosca, y, más tarde, como torero, que era —así lo ha reconocido— su verdadera vocación
. Toreó varios años sin caballos y debutó con picadores en 1941, en la plaza de Puertollano.

Su amigo Gonzalo Guerra Banderas, que lo ayudó durante la Guerra Civil escondiéndolo en su casa de Madrid, fue el que lo introdujo en la fotografía cuando Canito se convenció de que sus condiciones como torero no le permitirían alcanzar el estrellato soñado.
 Una Brownie y una Leica fueron sus primeras máquinas, y con ellas se estrenó junto a los toreros más conocidos de la posguerra, como Pepe Luis Vázquez, Domingo Ortega y Luis Miguel Dominguín.
 Colaboró con las publicaciones taurinas más importantes de la época, pero Canito presumió siempre de ser un freelance, amante de la independencia y la libertad profesional.
La fama le llegó de manera casual cuando en agosto de 1947 se presentó en Linares, donde Luis Miguel Dominguín lo había citado para saldar un reportaje pendiente.
 En aquella plaza se encontró con Islero, el toro de Miura, y Manolete, la dramática cogida, la agonía y la muerte del torero más importante de aquellos años.
 Las fotos de Canito sobre el momento de la cornada y del cuerpo amortajado del diestro cordobés dieron la vuelta al mundo y le granjearon popularidad y prestigio.


Sofía Loren

Vendrían después sus escarceos profesionales con actrices de la talla de Sofía Loren y Ava Gadner, y sus amistosas relaciones con personajes de la época como Orson Welles, Gina Lollobrigida, Charlton Heston, Gary Cooper, Debora Kerr, Bing Crosby, Cantinflas, Grace Kelly, Raniero de Mónaco, Ortega y Gasset, José María Cossío o el propio Francisco Franco, al que retrató en varias cacerías junto a Luis Miguel Dominguín.
Pero lo que, de verdad, vino después fue su constante presencia en las ferias más importantes de España y América año tras año
. Su gorrilla blanca y su cámara al hombro fueron el santo y seña de una larguísima etapa del toreo. En sus miles y miles de negativos está reflejada la historia de la fiesta de los toros de los últimos setenta años; la suerte, la gloria, el fracaso y la vida, a fin de cuentas, de figuras grandes y de otras muchas que nunca llegaron a serlo.
Canito ha sido el representante de una estirpe de grandes fotógrafos que se sentían toreros desde el objetivo de sus cámaras en blanco y negro
. Un torero de paisano, pero torero de los pies a la cabeza.
 Un artista, un profesional, un maestro al que, cumplido ya el centenar de años, se le hizo cumplida justicia con el premio Nacional de Tauromaquia.

Las alpargatas más lujosas se hacen en España............................................. Estel Vilaseca

Las marcas españolas llegan a las mejores marcas y tiendas de moda internacionales gracias a su modo de renovar el clásico zapato.

Las alpargatas SOC, de la marca Naguisa, y, a la derecha, un modelo de la firma Castañer.
 

Un encuentro fortuito en una feria de París subió la humilde alpargata a una pasarela de moda por primera vez.

 Ocurrió a principios de los años setenta, cuando el matrimonio español Isabel y Lorenzo Castañer, productores de este tipo de calzado, decidieron hacer realidad el insólito encargo de Yves Saint Laurent: unas alpargatas con cuña: “Mi padre, que era un echado para adelante, aceptó.

 Fue la necesidad del hambriento. 

Al cabo de 10 días ya tenía la muestra. Este fue el despegue de la alpargata”, relata Antonio Castañer, actual consejero delegado de la firma y sexta generación de la familia al frente de esta. 

Las alpargatas SOC, de la marca Naguisa, y, a la derecha, un modelo de la firma Castañer.
Un encuentro fortuito en una feria de París subió la humilde alpargata a una pasarela de moda por primera vez. Ocurrió a principios de los años setenta, cuando el matrimonio español Isabel y Lorenzo Castañer, productores de este tipo de calzado, decidieron hacer realidad el insólito encargo de Yves Saint Laurent: unas alpargatas con cuña:
 “Mi padre, que era un echado para adelante, aceptó. Fue la necesidad del hambriento. Al cabo de 10 días ya tenía la muestra.
Este fue el despegue de la alpargata”, relata Antonio Castañer, actual consejero delegado de la firma y sexta generación de la familia al frente de esta.
Las suelas de alpargatas.
Líderes no solo en cantidad sino también en visibilidad y reconocimiento, Castañer supo encontrar una oportunidad en una situación de crisis: muchos payeses abandonaron el campo para buscar trabajo en la ciudad y substituyeron su sencillo calzado de esparto por un zapato con suela.
 Casi 40 años después, en París se recorre el camino inverso y muchos se apuntan a la esencia rústica de la alpargata de yute en una especie de añoranza hacia tiempos y ritmos pasados. Actualmente, además de su colección propia, el 30% del volumen de negocio de Castañer se basa en crear alpargatas para grandes marcas de lujo que incorporan el clásico zapato en sofisticadas interpretaciones a la última moda.
Si habitualmente su estética campestre la había relegado al ámbito del ocio con los patrones más clásicos, actualmente la riqueza de suelas y empeines es sorprendentemente rica. En 2011, Karl Lagerfeld trasladó el famoso salón bi-color de Chanel a la alpargata plana de toda la vida y le cosió al empeine el logotipo de la firma en un modelo que sigue comercializado hoy en multitud de tonos y versiones.
 En 2012, Valentino interpretó ese mismo modelo plano con un delicado tejido de encaje, convirtiéndolos inmediatamente en un objeto de deseo.
 Desde entonces, tanto las marcas de lujo como las de pret-à-porter y moda rápida han ido incrementando la presencia de este famoso invento español.
 Su poder de seducción es altísimo. Antonio Castañer ve en esta atracción “una vuelta a lo natural, a lo hecho a mano, a lo Mediterráneo”. En 2016 triunfa la alpargata de cintas y el lujo se rinde a sus encantos: Óscar de la Renta la llenó de pedrería, Altuzarra le añadió tacón al modelo más clásico y Delpozo la imaginó puntiaguda y con plataforma.
Las alpargatas de Chanel en tweed y terciopelo gris y negro.
Naguisa, una joven firma de calzado de Barcelona especializada en renovar las tradicionales cosidas a mano, se anticipó a este furor cuando en 2012 empezó a comercializar su alpargata más vendida: SOC, un modelo que emulaba el tradicional de seis cintas en colores inesperados.
 “Hace ocho años empezamos a detectar una tendencia al alza hacia lo autóctono, la sostenibilidad y los materiales más naturales”, explica Claudia Pérez Polo, la diseñadora industrial que junto al arquitecto Pablo Izquierdo López montó esta firma que hoy exporta el 70% de su producción a más de 25 países.
 Sus diseños, algunos de ellos plagiados hasta la saciedad, se venden, por ejemplo, en la famosa cadena de tiendas Anthropologie de Estados Unidos. 
 
“Cuando empezamos, la verdad es que yo nunca me había puesto unas alpargatas”, confiesa Pérez
. Con la intención de atraer al público más joven, Naguisa supo aprovechar la tradición y el saber hacer local para construir un negocio con proyección internacional.
 No están solos, Paloma Barceló, Lika Mimika y Prism son otras firmas de alpargatas de lujo que han logrado llegar a las mejores tiendas de moda del mundo gracias a renovar el saber hacer y la tradición alpargatera española con una imagen cuidada y un diseño puntero. 

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Si habitualmente su estética