El decano de los fotógrafos taurinos españoles, el alicantino Francisco Cano Lorenza,
Canito,
de 103 años, ha fallecido en la madrugada de este miércoles a causa de
un infarto cerebral
. Canito se encontraba ingresado desde hacía varias
semanas en la residencia de las Hermanitas de los Desamparados de Llíria
(Valencia), aquejado de una neumonía, y en todo momento ha estado
acompañado por sus hijos, Vicente, Paco y Remedios, además de las dos
hijas que tuvo en su segundo matrimonio, Isabel y Amparo
. Con ellas
vivía desde el fallecimiento de su segunda esposa.
La capilla ardiente será instalada en la plaza de toros de Valencia, y
permanecerá abierta durante todo el día de hoy.
Mañana, jueves, los
restos mortales de Canito darán la última vuelta al ruedo al anillo del
coso de la calle Játiva
. Posteriormente, se oficiará una misa funeral en
la parroquia de San Andrés y, a continuación, sus restos serán
incinerados en la capital valenciana.
Canito recibió en 2014 el premio Nacional de Tauromaquia, tras 70
años en activo, en los que fotografió a todas las figuras del mundo
taurino, desde espectadoras como la actriz
Ava Gadner a figuras como
Manolete.
Con su muerte desaparece un personaje fundamental en la historia de
la tauromaquia desde la Guerra Civil hasta la actualidad, pues hasta
hace pocos meses era habitual verlo en las puertas de cuadrillas y
callejones de las principales ferias españolas
. Sus cámaras captaron
momentos trascendentales de la fiesta de los toros —el más importante de
todos, la herida mortal que sufrió Manolete en la plaza de Linares—, y
retratos de las personalidades más relevantes del cine y la vida social
internacional.
Manolete, tras la cogida que le causaría la muerte en 1947 en la plaza de Linares
Por ello, acertó el jurado que le concedió el
premio Nacional de Tauromaquia
al considerar que era "una antología gráfica de todos los hitos y
manifestaciones de la Fiesta, y una fuente documental e histórica
indispensable para cuantos quieran estudiar los valores culturales y
humanos que integran el patrimonio del arte del toreo".
Canito, un hombre pegado día y noche a una cámara, no triunfó vestido
de luces, como hubiera sido su deseo, pero lo hizo al lado de los más
grandes —siempre con su gorrilla blanca, su baja estatura y su
predilección por el arroz de su tierra alicantina y las señoras como
señales de identidad—, testigo privilegiado y creador de imágenes que
han conformado la historia de los toros desde los años cuarenta.
El
pasado 18 de diciembre cumplió 103 años.
Ya no se le veía en las tardes
de toros más importantes, pero su obra es un impresionante y, dicen,
desordenado archivo, una enciclopedia viviente que refleja no solo el
devenir de la fiesta de los toros, sino lo más granado de la vida
social.
Fue fotógrafo de cabecera, confidente y amigo de las más
sobresalientes figuras del toreo de los años cuarenta en adelante, se
relacionó con lo más destacado del artisteo nacional y extranjero, pudo
presumir de haber tenido a Ava Gadner entre sus brazos, de haber llorado
a Manolete más que a su propio padre, según su propia confesión, y de
emborracharse con el Nobel Hemingway por las calles de Pamplona en las
fiestas de San Fermín.
Nació Francisco Cano en Alicante en 1912.
Fue profesor de natación en
el balneario que regentaba su padre.
Probó fortuna, después, como
boxeador en el peso mosca, y, más tarde, como torero, que era —así lo ha
reconocido— su verdadera vocación
. Toreó varios años sin caballos y
debutó con picadores en 1941, en la plaza de Puertollano.
Su amigo Gonzalo Guerra Banderas, que lo ayudó durante la Guerra
Civil escondiéndolo en su casa de Madrid, fue el que lo introdujo en la
fotografía cuando Canito se convenció de que sus condiciones como torero
no le permitirían alcanzar el estrellato soñado.
Una Brownie y una
Leica fueron sus primeras máquinas, y con ellas se estrenó junto a los
toreros más conocidos de la posguerra, como Pepe Luis Vázquez, Domingo
Ortega y Luis Miguel Dominguín.
Colaboró con las publicaciones taurinas
más importantes de la época, pero Canito presumió siempre de ser un
freelance, amante de la independencia y la libertad profesional.
La fama le llegó de manera casual cuando en agosto de 1947 se
presentó en Linares, donde Luis Miguel Dominguín lo había citado para
saldar un reportaje pendiente.
En aquella plaza se encontró con
Islero,
el toro de Miura, y Manolete, la dramática cogida, la agonía y la
muerte del torero más importante de aquellos años.
Las fotos de Canito
sobre el momento de la cornada y del cuerpo amortajado del diestro
cordobés dieron la vuelta al mundo y le granjearon popularidad y
prestigio.
Sofía Loren
Vendrían después sus
escarceos profesionales con actrices de la talla de
Sofía Loren
y Ava Gadner, y sus amistosas relaciones con personajes de la época
como Orson Welles, Gina Lollobrigida, Charlton Heston, Gary Cooper,
Debora Kerr, Bing Crosby, Cantinflas, Grace Kelly, Raniero de Mónaco,
Ortega y Gasset, José María Cossío o el propio Francisco Franco, al que
retrató en varias cacerías junto a Luis Miguel Dominguín.
Pero lo que, de verdad, vino después fue su constante presencia en
las ferias más importantes de España y América año tras año
. Su gorrilla
blanca y su cámara al hombro fueron el santo y seña de una larguísima
etapa del toreo. En sus miles y miles de negativos está reflejada la
historia de la fiesta de los toros de los últimos setenta años; la
suerte, la gloria, el fracaso y la vida, a fin de cuentas, de figuras
grandes y de otras muchas que nunca llegaron a serlo.
Canito ha sido el representante de una estirpe de grandes fotógrafos que
se sentían toreros desde el objetivo de sus cámaras en blanco y negro
.
Un torero de paisano, pero torero de los pies a la cabeza.
Un artista,
un profesional, un maestro al que, cumplido ya el centenar de años, se
le hizo cumplida justicia con el premio Nacional de Tauromaquia.