25 jul 2016
‘¿Peccata minuta?’........................................................ Javier Marías
Los años de afrenta y dolor no desaparecen porque así lo decreten o les convenga a los que los causaron.
Justo antes de Navidad, una editorial extranjera que próximamente me
publicará una novela me envió 1.055 portadillas del libro para que las
firmara, con vistas a satisfacer a los clientes de su país que gustan de
ejemplares autografiados por los autores.
Y ante la inminencia de las vacaciones, además me metieron prisa.
Lo interrumpí todo y dediqué un montón de horas a la tarea (una, dos, tres, y así hasta 1.055, aquello no se acababa nunca).
Las tuve listas a tiempo y fueron enviadas, pero la persona que me había hecho la petición ni se dignó poner una línea diciendo “Recibidas, gracias”, con eso habría bastado
. Ante la grosería, me dieron ganas de cancelar el viaje promocional previsto para dentro de poco. Pero claro, me abstuve de tomar tal medida, porque se habría considerado “desproporcionada”, o tal vez “divismo” o algo por el estilo.
Hoy mismo veo que una actriz americana se permitió sugerirle a un periodista, en medio de la rueda de prensa que ella estaba ofreciendo, que dejara de teclear en su móvil y tuviera la delicadeza de atender a sus respuestas
. El comentario de esa actriz ha sido calificado en seguida de “salida de tono” y de otras cosas peores. Bien, todo leve.
En otro sitio, y hace más de veinte años, escribí una columna defendiendo al futbolista Cantona, que había sido suspendido por su club, por la federación inglesa y no sé si por el Papa de Roma (amén de anatematizado por la prensa internacional en pleno), tras propinarle un puntapié a un hincha del equipo rival que se había pasado el partido soltándole barbaridades sin cuento.
Sin duda la reacción de Cantona fue excesiva, pero moralmente –que era como más se le condenaba– yo argüía que la razón estaba de su parte.
En contra de lo que se piensa, un jugador no tiene por qué soportar estoica o cristianamente los brutales insultos de la masa, o lo hace tan sólo porque los insultadores son eso, masa: es difícil individualizarlos e imposible enfrentarse a todos ellos
. Ahora bien, si uno descuella, si uno se singulariza, ¿qué ley le impide a cualquiera plantarle cara y defenderse?
Esta pretensión de impunidad se ha implantado en todos los órdenes de la vida.
Y ante la inminencia de las vacaciones, además me metieron prisa.
Lo interrumpí todo y dediqué un montón de horas a la tarea (una, dos, tres, y así hasta 1.055, aquello no se acababa nunca).
Las tuve listas a tiempo y fueron enviadas, pero la persona que me había hecho la petición ni se dignó poner una línea diciendo “Recibidas, gracias”, con eso habría bastado
. Ante la grosería, me dieron ganas de cancelar el viaje promocional previsto para dentro de poco. Pero claro, me abstuve de tomar tal medida, porque se habría considerado “desproporcionada”, o tal vez “divismo” o algo por el estilo.
Hoy mismo veo que una actriz americana se permitió sugerirle a un periodista, en medio de la rueda de prensa que ella estaba ofreciendo, que dejara de teclear en su móvil y tuviera la delicadeza de atender a sus respuestas
. El comentario de esa actriz ha sido calificado en seguida de “salida de tono” y de otras cosas peores. Bien, todo leve.
En otro sitio, y hace más de veinte años, escribí una columna defendiendo al futbolista Cantona, que había sido suspendido por su club, por la federación inglesa y no sé si por el Papa de Roma (amén de anatematizado por la prensa internacional en pleno), tras propinarle un puntapié a un hincha del equipo rival que se había pasado el partido soltándole barbaridades sin cuento.
Sin duda la reacción de Cantona fue excesiva, pero moralmente –que era como más se le condenaba– yo argüía que la razón estaba de su parte.
En contra de lo que se piensa, un jugador no tiene por qué soportar estoica o cristianamente los brutales insultos de la masa, o lo hace tan sólo porque los insultadores son eso, masa: es difícil individualizarlos e imposible enfrentarse a todos ellos
. Ahora bien, si uno descuella, si uno se singulariza, ¿qué ley le impide a cualquiera plantarle cara y defenderse?
Esta pretensión de impunidad se ha implantado en todos los órdenes de la vida.
Parece normal y aceptable –la “libertad de expresión”, señor
mío– que la gente injurie, provoque, zahiera y suelte atrocidades sin
que pase nada.
Y en cambio, si el injuriado, provocado o zaherido
responde, o retira el saludo, o se niega a recibir a quien lo ha puesto o
pone verde, caen sobre él todos los reproches. “Tampoco es para
reaccionar así, hay que ver”, se dice.
“Qué borde y qué resentido”, se añade. “Qué intolerancia la suya”, se
continúa; “al fin y al cabo los otros ejercían su derecho a opinar y
ahora le estaban tendiendo la mano”.
Se ha extendido la extrañísima idea no ya de que se puede decir –e incluso hacer– lo que se quiera, sino de que eso no debe tener consecuencias.
Y si el ofendido obra en consecuencia, entonces es un intransigente y un exagerado.
Si hay políticos catalanes que llevan años clamando contra la “opresión borbónica” o la “ladrona España”, y asegurando que nada tienen ni quieren tener que ver con este país (al que nunca llamarán por su nombre), esos mismos políticos se sorprenden y enfadan si un Borbón, o un español corriente, rehúsan estrecharles la mano.
Fernando Savater y otros perseguidos de ETA lo han experimentado largos años
. Savater ha vivido lustros amenazado y ultrajado, sin poder dar un paso sin escolta, insultado y vejado por los aliados políticos y simpatizantes de los terroristas.
Y si ahora no le sale “perdonar” a sus aspirantes a verdugos y jaleadores, hay que ver, es él el rencoroso, el vengativo, el crispador y el desalmado.
Se puede ser violento, se puede agraviar y ser grosero, se puede impedir hablar a alguien en una Universidad, se puede poner a caldo a cualquiera. Bueno.
Lo que ya es inexplicable es que además se pretenda que todo eso se olvide cuando el ofensor cesa, o cuando a éste le interesa, y que carezca de toda repercusión y consecuencia.
En una palabra, se exige impunidad para los propios dichos y hechos. Peccata minuta.
Yo he hablado aquí acerbamente de figuras como Aznar, Rajoy o Esperanza Aguirre
. Bien, estoy en mi derecho. Pero lo que nunca se me ocurriría sería pedirles audiencia; si, llegado el caso (improbable), ellos me negaran el saludo o me respondieran con un bufido o desaire, me parecería lógico: desde su punto de vista, me los tendría bien ganados.
Y si un día me arrepintiera de cuanto he vertido sobre ellos (aún más improbable), y quisiera “hacer las paces”, no me sorprendería que me contestaran de malos modos o con una impertinencia
. Lo manifestado y lo sucedido no dejan de existir porque cesen a partir de un momento determinado; lo que ya no se prolonga no queda borrado por su mera interrupción.
El sufrimiento padecido no se olvida porque “ahora esté en el pasado”.
Los años de pena, de dolor, de miedo, de afrenta y hostilidad no desaparecen porque así lo decreten o les convenga a los que los causaron.
Sin embargo, nuestras absurdas sociedades pretenden no sólo eso, sino que además el aguante sea ilimitado y el “perdón” simultáneo al agravio.
A Cantona o a cualquiera se les puede provocar y maldecir sin medida; se puede ser grosero o agresivo, o humillar hasta el infinito.
Pero ay del que se lo tenga en cuenta a los agresores y a los humilladores.
Será un intransigente, y su conducta la más censurable de todas.
Se ha extendido la extrañísima idea no ya de que se puede decir –e incluso hacer– lo que se quiera, sino de que eso no debe tener consecuencias.
Y si el ofendido obra en consecuencia, entonces es un intransigente y un exagerado.
Si hay políticos catalanes que llevan años clamando contra la “opresión borbónica” o la “ladrona España”, y asegurando que nada tienen ni quieren tener que ver con este país (al que nunca llamarán por su nombre), esos mismos políticos se sorprenden y enfadan si un Borbón, o un español corriente, rehúsan estrecharles la mano.
Fernando Savater y otros perseguidos de ETA lo han experimentado largos años
. Savater ha vivido lustros amenazado y ultrajado, sin poder dar un paso sin escolta, insultado y vejado por los aliados políticos y simpatizantes de los terroristas.
Y si ahora no le sale “perdonar” a sus aspirantes a verdugos y jaleadores, hay que ver, es él el rencoroso, el vengativo, el crispador y el desalmado.
Se puede ser violento, se puede agraviar y ser grosero, se puede impedir hablar a alguien en una Universidad, se puede poner a caldo a cualquiera. Bueno.
Lo que ya es inexplicable es que además se pretenda que todo eso se olvide cuando el ofensor cesa, o cuando a éste le interesa, y que carezca de toda repercusión y consecuencia.
En una palabra, se exige impunidad para los propios dichos y hechos. Peccata minuta.
Yo he hablado aquí acerbamente de figuras como Aznar, Rajoy o Esperanza Aguirre
. Bien, estoy en mi derecho. Pero lo que nunca se me ocurriría sería pedirles audiencia; si, llegado el caso (improbable), ellos me negaran el saludo o me respondieran con un bufido o desaire, me parecería lógico: desde su punto de vista, me los tendría bien ganados.
Y si un día me arrepintiera de cuanto he vertido sobre ellos (aún más improbable), y quisiera “hacer las paces”, no me sorprendería que me contestaran de malos modos o con una impertinencia
. Lo manifestado y lo sucedido no dejan de existir porque cesen a partir de un momento determinado; lo que ya no se prolonga no queda borrado por su mera interrupción.
El sufrimiento padecido no se olvida porque “ahora esté en el pasado”.
Los años de pena, de dolor, de miedo, de afrenta y hostilidad no desaparecen porque así lo decreten o les convenga a los que los causaron.
Sin embargo, nuestras absurdas sociedades pretenden no sólo eso, sino que además el aguante sea ilimitado y el “perdón” simultáneo al agravio.
A Cantona o a cualquiera se les puede provocar y maldecir sin medida; se puede ser grosero o agresivo, o humillar hasta el infinito.
Pero ay del que se lo tenga en cuenta a los agresores y a los humilladores.
Será un intransigente, y su conducta la más censurable de todas.
Un emigrante sirio causa 12 heridos en Alemania al detonar la bomba que llevaba............................ Álvaro Sánchez
La explosión se produce junto a un festival de música en Ansbach. Las autoridades habían denegado el asilo al atacante, que ha muerto.
La explosión se produjo a las diez de la noche cuando los alrededores del establecimiento se encontraban llenos de gente debido a la celebración de un festival de música cerca del lugar. Fuentes policiales han informado a EL PAÍS que el alcalde dio la orden de parar la música y un agente comunicó a los 2.500 asistentes lo sucedido.
Al no haber autobuses ni trenes operativos a esa hora, la mayoría, vecinos de poblaciones aledañas, recorrió el camino de vuelta a casa a pie.
El único muerto es el hombre que llevaba el artefacto dentro de una mochila, según las autoridades, al que habían denegado el permiso de asilo en Alemania.
El ministro de Interior de Baviera, Joachim Herrmann, explicó que había llegado hace dos años al país y que su solicitud de asilo fue rechazada, pero que contaba con un documento temporal y los servicios sociales le habían facilitado un apartamento.
Herrmann ha añadido posteriormente que el hombre iba a ser deportado a Bulgaria.
El atacante había intentado suicidarse dos veces y había estado ingresado en un centro psiquiátrico. Herrmann aseguró en la conferencia de prensa convocada de urgencia a las 3.35 de la madrugada que no estaba claro si en esta ocasión tenía intención de suicidarse o de "llevarse a otros con él a la muerte", aunque el hecho es que llevaba una mochila llena de explosivos y trozos de metal que podían haber provocado una tragedia mayor, añadió.
Durante este fin de semana se celebraba un festival de música al aire libre que atrae a bastantes visitantes.
Según el ministro, el atacante había intentado acceder al recinto poco antes de la explosión, pero no le permitieron pasar al no tener entrada
. De confirmarse, significaría que se ha evitado una matanza. Finalmente, hizo estallar los explosivos en el exterior del Eugene's, un bar especializado en vinos.
Joanna Birriel, una modelo argentina entre asesinos............................................... Federico Rivas Molina
La emboscada contra el excapitán Byron Lima Oliva en una cárcel de Guatemala mató a una joven de 24 años que se encontraba en el lugar equivocado junto al hombre equivocado.
. El militar, condenado a 20 años de prisión por el asesinato en 1998 del obispo Juan Gerardi —especializado en la recuperación de la memoria histórica de su país—, murió en el acto víctima de quienes le disputaban el control de la cárcel.
Junto a él, la policía encontró 12 cuerpos, entre ellos el de la argentina Joanna Birriel, una joven modelo de sólo 24 años.
Tras la conmoción en Argentina llegaron preguntas ineludibles: ¿Quién era Joanna Birriel? ¿Por qué acompañaba en la cárcel a Lima, considerado el preso más poderoso y temido de Guatemala?
El silencio de la familia de Birriel en el país austral disparó todo tipo de elucubraciones alrededor de la presencia de la joven en Granja Pavón y el tipo de vínculo que mantuvo hasta su muerte con “El Rey de las Cárceles”, como se apodaba a Lima
. En la prisión conocían a Joanna como “la mujer del capitán” y en un primer momento los medios de Guatemala no dudaron en considerarla “la esposa de Lima”.
Sin embargo, no era extraño ver en las redes sociales fotos del detenido con jóvenes modelos dentro del penal.
A los rumores más obvios, aquellos que hablaban de una relación amorosa entre un criminal poderoso y una joven bella, siguió un relato menos cinematográfico pero no por ello poco sorprendente.
Para eso bastó con consultar al entorno íntimo de Joanna. La joven tenía pareja estable en Guatemala y, según sus amigos, la relación que mantenía con Lima Oliva era “laboral”.
La joven estudió modelaje, se hizo profesional y comenzó a trabajar en las pasarelas.
Junto con sus compañeras participó en las comparsas de los carnavales de la ciudad paraguaya de Encarnación, los más populares de la región
.Hasta ahí su carrera fue la de cualquier modelo: fotos, campañas publicitarias y desfiles, a la espera de un contrato que le permitiese dar el salto a la fama, a ser posible en Buenos Aires.
Pero el destino quiso que ese paso Joanna lo diese en Guatemala. En 2011 viajó al país centroamericano como modelo contratada por una marca de cerveza.
Y es allí donde el destino fatal de la joven toma forma.
Asentada en el país centroamericano, donde nunca le faltó trabajo, Joanna fue convocada para modelar dentro de la Granja Pavón.
“Allí entabló una buena relación con Byron, quien se ofreció a ayudarla para que pudiera desarrollarse laboralmente
. Joanna confió en la persona incorrecta”, comenta su mejor amigo guatemalteco en declaraciones a los medios argentinos.
El preso ofreció sus contactos para que Joanna montara una agencia de modelos, capaz de reclutar a otras jóvenes argentinas dispuestas a probar suerte lejos de casa.
Pero el proyecto no prosperó y la modelo volvió a Misiones.
Allí dedicó su tiempo a estudiar, consciente del corto plazo de la belleza del cuerpo, hasta ahora su único capital. Joanna obtuvo así un título de Técnica Ambiental en el Instituto Saavedra
. Pero la falta de trabajo le hizo mirar otra vez a Guatemala, a donde finalmente volvió
. Mientras tanto, “su relación con Byron nunca se cortó y hablaban de vez en cuando a través de Whatsapp”, relata su amigo.
Relación laboral
Fue a Byron a quien recurrió cuando llegó de nuevo al país centroamericano acompañada de su novio, un joven ingeniero agrónomo.“Ella decía que Byron fue una de las únicas personas que le tendió una mano y le ayudó cuando lo necesitaba y que nunca tuvo otras intenciones con ella y era muy respetuoso”, explica.
Las esperanzas de la pareja puestas en el preso más poderoso del país fueron satisfechas. Byron y su hermano, Luis Alberto Lima, tenían una empresa familia de servicios de parques biosaludables para municipios.
La joven técnica ambiental y el ingeniero agrónomo encontraron trabajo allí de inmediato.
Las consultas laborales con el “jefe” explican la presencia de Joanna en la prisión el día de la matanza, según su entorno.
En la mañana del día 18, Joanna quedó en medio de la balacera
. Los médicos forenses determinaron que Joanna murió de “heridas por arma de fuego en la región cervicofacial”
. Su cuerpo ha quedado finalmente guardado en una “sala fría” de la morgue, a la espera de que las autoridades diplomáticas argentinas completen los trámites para repatriar el cuerpo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)