Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 jul 2016

Sonríe, hay un espejo delante de ti...................................................... Sergio Parra


Nadie es capaz de ver el código, como Neo en Matrix, pero todos, a poco que nos fijemos, distinguimos patrones que se propagan como epidemias, clichés que se han forjado a raíz de la aparición de los espejos, primero, y de las cámaras, más tarde.
 Antes de la existencia de estas tecnologías, las personas no tenían tanto interés en la impostura. A nadie le preocupaba mantener un mohín adecuado.
 La gente era más espontánea sencillamente porque no sabía qué aspecto tenía en cada momento. Nadie imaginó algo como Snapchat en la Edad Media.
Gracias a los sentidos propioceptivo y vestibular sabemos en qué parte del espacio está localizado nuestro cuerpo y qué le está pasando en su interior, pero, en ausencia de imágenes especulares, no poseemos una percepción precisa del cuerpo, y menos del rostro.
Por ejemplo, la mayoría de nosotros tenemos una imagen distorsionada del tamaño de nuestra cabeza, como sugiere un estudio de Ivana Bianchi, de la Universidad de Macerata (Italia).
 En el estudio, los voluntarios solían sobrestimar el tamaño de la circunferencia frontal de su cabeza entre un 30 y un 42%.
 Una tendencia que también observaron en el arte del siglo XV: las cabezas de los autorretratos tendían a ser mayores que las de los retratos.
Primeros reflejos
Detalle de una cerámica ática c. 470–460 a. C. Fotografía: Marsyas (CC).
Detalle de una cerámica ática c. 470–460 a. C. Fotografía: Marsyas (CC).
Básicamente, un espejo es una superficie pulida capaz de reflejar la luz siguiendo las leyes físicas de la reflexión.
 Hasta la invención del espejo, la gente podía contemplar su reflejo en un estanque o incluso en el agua quieta de una vasija.
 Pero esas imágenes especulares nunca fueron gran cosa comparadas con la que retornaron los primeros espejos, posiblemente ideados por pequeños grupos que habitaban las zonas de lo que hoy es Turquía y que datan del año 6000 a. C. Dos mil años tarde aparecieron espejos babilonios, elaborados a partir de cobre pulido
. Los del Antiguo Egipto se confeccionaron a partir de oro y cobre. 
En el siglo I aparecieron por primera vez los espejos de vidrio
. Con todo, la invención del espejo moderno se le atribuye al profesor alemán de la química Justus von Liebig, en 1835.
Los espejos son casi artefactos mágicos, a poco que nos formulemos ciertas preguntas incómodas. Por ejemplo: los espejos, al igual que las cosas que percibimos como blancas, reflejan todas las longitudes de onda visibles.
 Pero eso no explica la razón de que nuestra camisa blanca no parezca un espejo.
 La verdadera razón reside en el hecho de que una superficie blanca refleja la luz en todas direcciones.
 Un espejo, por el contrario, no refleja la luz de esta forma difusa, sino en la misma dirección, por lo que construye una imagen de la fuente de luz, en palabras del astrónomo Phil Plait.
Bueno, en realidad esto no es exactamente así porque los espejos son verdes y, en consecuencia, lo reflejan todo un poco con esa tonalidad. 
 Sí, verdes, al menos la mayoría de espejos que usamos hoy en día, que están confeccionados con un sustrato de vidrio de sílice sódico-cálcico y un revestimiento posterior de plata.
 Este verdadero color es difícil de ver, pero una forma sencilla de conseguirlo es creando una infinita reflexión de espejos.
Es decir, debemos enfrentar dos espejos y contemplar la sucesión de reflejos cada vez más pequeños. Después de cincuenta reflexiones, la luminosidad de un objeto reflejado se reduce, y la longitud de onda dominante pasa a ser la de quinientos cincuenta y dos nanómetros, la que percibimos como un color verde amarillento espectral.
 El moho de las imágenes especulares.
Pero las preguntas incómodas no acaban aquí: ¿por qué los espejos invierten en sentido derecha-izquierda pero no en sentido de arriba-abajo? Si guiñamos el ojo derecho, nuestro reflejo guiñará el izquierdo.
 Pero la cabeza está donde tenemos la cabeza, no al revés.
 Es decir, que nada cambia en el espejo, salvo esa inversión de derecha-izquierda.
 Este misterio no es baladí en física, y ya fue abordado por Platón en Timeo, y por Lucrecio en De Rerum Natura.
El problema, sin embargo, está mal enfocado: los espejos no invierten la imagen de lado, sino de delante y detrás. 
Y no somos capaces de verlo no por la física, sino por la biología, porque somos organismos bípedos que andamos erguidos y disponemos de ojos en uno de los lados de la cabeza. 
Estas son las dimensiones en las que percibimos el mundo
. Al contemplar de este modo los espejos, la inversión que tiene lugar es así y no de otra forma.
 Uno de los mayores expertos en lateralidad, Chris McManus, lo explica en su libro Mano derecha, mano izquierda:
El eje derecha-izquierda solo puede definirse una vez determinados los ejes arriba-abajo y delante-detrás. El espejo invierte siempre una dimensión, pero esta solo puede describirse una vez que las dimensiones arriba-abajo y delante-detrás han sido determinadas, y en consecuencia, sea cual sea la dimensión que un espejo realmente invierta físicamente, siempre será descrita como la dimensión derecha-izquierda.

Los espejos son casi artefactos mágicos, a poco que nos formulemos ciertas preguntas incómodas. Por ejemplo: los espejos, al igual que las cosas que percibimos como blancas, reflejan todas las longitudes de onda visibles. 
Pero eso no explica la razón de que nuestra camisa blanca no parezca un espejo. La verdadera razón reside en el hecho de que una superficie blanca refleja la luz en todas direcciones. 
Un espejo, por el contrario, no refleja la luz de esta forma difusa, sino en la misma dirección, por lo que construye una imagen de la fuente de luz, en palabras del astrónomo Phil Plait.

Caraísmo
Con el advenimiento de los espejos, primero, y las cámaras fotográficas, después, también llegaron las representaciones y las consiguientes deformaciones. 
Durante quinientos años, los rostros de las minorías discriminadas han aparecido en posiciones subordinadas.
 Al igual que los primeros autorretratos presentaban deformaciones de resultas de una deficiente autopercepción, los retratos presentaban deformaciones conscientes o inconscientes en función de la clase social del representado.
Desde el siglo XVII, tanto en pinturas como fotografías, las caras de los afroamericanos, las mujeres y otras clases discriminadas han aparecido en una posición inferior respecto a los blancos, los hombres y otras clases consideradas superiores, respectivamente.
 A este fenómeno se le llama face-ism.
El «índice de caraísmo» es el cociente de dos mediciones lineales: la distancia (en milímetros o cualquier otra unidad) de la parte superior de la cabeza hasta el punto visible más bajo de la barbilla (numerador) y la distancia desde la parte superior de la cabeza a la parte visible más baja del cuerpo del sujeto (denominador).
Como sugiere un estudio de Miron Zuckerman y Suzanne C. Kieffer publicado en Journal of Personality and Social Psychology, esta constante se ha observado entre los afroamericanos y los estadounidenses-europeos en diversos periódicos de los Estados Unidos y de Europa, así como en numerosas obras pictóricas y estampillas.
Esta discriminación facial también se ha detectado en las caras de las mujeres respecto a las de los hombres. 
En un estudio de Dane Archer en el que se compararon tres mil quinientas fotografías publicadas en medios de once países diferentes, entre los que se encuentran México, India, Francia o Kenia, se halló esta correlación
. Y también se ha observado en retratos y autorretratos que datan del siglo XV.

Espejos que te hacen fotos
c. 1944. Courtesy of Throckmorton Fine Art.
Frida Kahlo c. 1944. Fotografía cortesía de Throckmorton Fine Art.
Las nuevas generaciones, por algunos llamados nativos digitales, se conducen con mayor naturalidad por el mundo de observación/exhibición de internet. 
Cada vez son más los que están dispuestos a sacrificar su intimidad en aras de ser valorados por los demás, a la vez que los más pudorosos acaban siendo los raros, los esquinados, los que tienen algo que ocultar, los que no se consideran lo suficientemente buenos como para medirse con el resto.

El contenido de fotos, vídeos y textos que los menores de edad intercambian entre sí, de ser vistos por adultos en toda su amplitud, originaría una horripilante disonancia cognitiva: muy pocos son capaces de imaginar la falta de inocencia incluso a edades tan aparentemente tempranas como los once o doce años.
 En una encuesta realizada en 2008 por la campaña nacional para la prevención de embarazos no deseados en adolescentes, se descubrió que el 20% de los adolescentes entre los 13 y los 19 años habían colgado en la red o había enviado fotografías en las que aparecían desnudos total o parcialmente. 
 Las chicas lo hacían con mucha más frecuencia que los chicos.
Por eso la industria de gadgets está desarrollándose para satisfacer estas necesidades, como es el caso de un espejo inteligente que te muestra tu verdadera cara frente a fuentes de iluminación concretas. En muchas ocasiones, nuestro maquillaje parece óptimo en el espejo de nuestro baño, pero se torna ineficaz o directamente pavoroso, a lo clown maligno, si estamos bajo la luz del sol o en esa oficina donde abundan los fluorescentes de morgue. El Sensor Mirror Pro Wide-View evita eso conectándose al wifi para que podamos controlar la temperatura del color de nuestra luz desde el smartphone.
 La app. que instalaremos, tanto en iOS como Android, captura la iluminación en los lugares que frecuentamos, y recrea la iluminación de tales lugares para que podamos prever cómo luciremos allí.
El futuro de los espejos o las cámaras es todavía difícil de imaginar.
 Lo que es evidente es que el show no ha hecho más que empezar, como puso de manifiesto un experimento llevado a cabo por iStrategyLab. Su S.E.L.F.I.E, por su siglas en inglés «motor de emisión en directo para una mejor autoestima», es un espejo bidireccional provisto de una cámara y un ordenador tras de sí.
 Cuando alguien pasa por el espejo y sonríe, el dispositivo dispara una fotografía. 
Una cristalización de la imagen que solo tiene lugar cuando se luce la mejor de tus sonrisas. 
La imagen resultante se sube directamente a las redes sociales, para dar siempre la mejor imagen de ti mismo.

Jared Leto: el misterio es la mitad de la belleza........................................... Lucas Arraut

Si alguien intenta explicarle quién es realmente Jared Leto, huya. 

No por lo complicada que pueda resultar la escurridiza figura de este actor impredecible, ídolo rock imparable, embajador de Carrera y, ahora, Joker para milénicos.

 Es que usar la lógica con él rompería la magia.

Jared Leto posa para ICON con camisa Gucci, chaqueta Valentino y gafas Carrera.
Jared Leto tiene un problema de imagen, alegaría algún gurú del márketing.
  Y no tiene la menor intención de remediarlo. Cuando más listo parece para acabar en esos compartimentos etiquetados en los que se suele encajonar a las celebridades, más disfruta haciendo exactamente lo opuesto a lo esperado. 
Si resulta que lo toman por un actor conocido y respetado en Hollywood, va, abandona el negocio durante seis años y gana un Oscar a su regreso (ocurrió en 2014 con Dallas buyers club).
Si le tienen por una estrella del post grunge al frente de Thirty Seconds To Mars, la banda con la que embelesa estadios atestados de adolescentes con eyeliner
 que lo veneran como a un dios, coge el chico y pasa un fin de semana de acampada en un bosque de Malibú en comunión espiritual con un millar de esos mismos seguidores (echelons, escalones, los llama; odia la palabra fan); meditan alrededor de una hoguera, hacen karaoke y se dedican, en resumen, a todo aquello que nunca haría un músico que ha despachado diez millones de copias de sus discos.
Sigue habiendo gente tanto en Venezuela como en Ucrania luchando legítimamente por sus derechos, arriesgándose a perderlo todo
Tiene fama de artista intenso, pero luego es capaz de asociarse a obras comerciales como Escuadrón suicida, la cinta de superhéroes que estrena este 5 de agosto y en la que interpreta al Joker, algo así como el Hamlet del género por lo codiciado del papel.
 Para complicar más las cosas, tiene unos inexplicables 44 años y cara de acabar de llegar a los 30. Jared Leto es, en suma, alguien conocido por millones de personas a quien, gracias a estas maniobras, no conoce casi nadie.
Yo mismo, sentado frente a él junto a la piscina de su casa en Hollywood Hills, tampoco consigo aclararme. Estoy hablando con un tipo amable, introvertido, intrigante, meditabundo, que me ha saludado chocando el puño y que está engullendo un plato vegano
. Pero hace media hora el equipo de ICON estaba fotografiando a un roquero que se movía ante la cámara como una pantera, carismático, visceral e hipnótico.
 Parece más cómodo ante 20.000 fans que ante mi triste grabadora.
¿Es esta la división entre el Jared actor y el cantante? “Bueno, hacer películas es como… escalar el Everest”, razona, enigmático. 
“Puede ser algo realmente doloroso y brutal. Te congelas, estás al borde de la muerte y cuando llegas a la cima, ¡oh, Dios!, apenas disfrutas esos cinco minutos de premio porque estás preocupado por tener que bajar.
 Una película puede conmover a la gente de la misma manera que su rodaje puede cambiarle la vida a un actor”.
Jared Leto posa para ICON con camisa Gucci, chaqueta Valentino y gafas Carrera.
Jared Leto tiene un problema de imagen, alegaría algún gurú del márketing. Y no tiene la menor intención de remediarlo. Cuando más listo parece para acabar en esos compartimentos etiquetados en los que se suele encajonar a las celebridades, más disfruta haciendo exactamente lo opuesto a lo esperado. Si resulta que lo toman por un actor conocido y respetado en Hollywood, va, abandona el negocio durante seis años y gana un Oscar a su regreso (ocurrió en 2014 con Dallas buyers club).
Si le tienen por una estrella del post grunge al frente de Thirty Seconds To Mars, la banda con la que embelesa estadios atestados de adolescentes con eyeliner que lo veneran como a un dios, coge el chico y pasa un fin de semana de acampada en un bosque de Malibú en comunión espiritual con un millar de esos mismos seguidores (echelons, escalones, los llama; odia la palabra fan); meditan alrededor de una hoguera, hacen karaoke y se dedican, en resumen, a todo aquello que nunca haría un músico que ha despachado diez millones de copias de sus discos.
Sigue habiendo gente tanto en Venezuela como en Ucrania luchando legítimamente por sus derechos, arriesgándose a perderlo todo
Tiene fama de artista intenso, pero luego es capaz de asociarse a obras comerciales como Escuadrón suicida, la cinta de superhéroes que estrena este 5 de agosto y en la que interpreta al Joker, algo así como el Hamlet del género por lo codiciado del papel. Para complicar más las cosas, tiene unos inexplicables 44 años y cara de acabar de llegar a los 30. Jared Leto es, en suma, alguien conocido por millones de personas a quien, gracias a estas maniobras, no conoce casi nadie.
Yo mismo, sentado frente a él junto a la piscina de su casa en Hollywood Hills, tampoco consigo aclararme. Estoy hablando con un tipo amable, introvertido, intrigante, meditabundo, que me ha saludado chocando el puño y que está engullendo un plato vegano. Pero hace media hora el equipo de ICON estaba fotografiando a un roquero que se movía ante la cámara como una pantera, carismático, visceral e hipnótico. Parece más cómodo ante 20.000 fans que ante mi triste grabadora.
¿Es esta la división entre el Jared actor y el cantante? “Bueno, hacer películas es como… escalar el Everest”, razona, enigmático. “Puede ser algo realmente doloroso y brutal. Te congelas, estás al borde de la muerte y cuando llegas a la cima, ¡oh, Dios!, apenas disfrutas esos cinco minutos de premio porque estás preocupado por tener que bajar. Una película puede conmover a la gente de la misma manera que su rodaje puede cambiarle la vida a un actor”.
Jared se ha puesto una camisa Gucci, vaqueros Dolce & Gabbana y gafas Carrera.
 Escalar el Everest requiere un proceso de adaptación: la respiración se acelera por la falta de oxígeno, el ritmo cardíaco se dispara. 
Escuchar cómo Jared Leto responde a una pregunta también requiere una adaptación
. Será que es tímido, será que está completamente entregado al impenetrable personaje que quiere mostrarle a los medios. 
Al fin y al cabo, Leto es famoso por el compromiso salvaje con el que se entrega a su trabajo. En Escuadrón suicida, los siete supervillanos más peligrosos del universo DC Comics acceden, tras ser encarcelados, a colaborar con el gobierno en arriesgadas misiones secretas para limpiar su expediente: algunos de sus compañeros de reparto aseguran que ni tras semanas de rodaje conocen a Jared, solo a su Joker, la verdadera estrella de todo esto.


Para perfilar el papel, el intérprete se entrevistó hasta con psicópatas y, según la rumorología hollywoodiense, el papel no le abandonó durante meses. “Creo que el Joker vive en otro plano de la realidad, como un chamán”, ha explicado. 
“Es un papel muy tóxico.
 Al principio empecé a investigar todo acerca de él, pero tuve que parar porque ha sido redefinido y reinventado multitud de veces.
 Tuve que educarme a mí mismo y experimentar una transformación física. Además, el Joker encuentra placer en la violencia, por lo que me reuní con psiquiatras y personas que llevaban encerradas mucho tiempo”.
Hacer cine es como escalar el Everest, puede ser doloroso y brutal. Una película puede conmover a la gente de la misma manera que su rodaje puede cambiarle la vida a un actor
Le pregunto si siente una presión especial por tener que dar la talla ante un personaje que bordaron Jack Nicholson y Heath Ledger.
 Asiente con la cabeza. “Hice el mejor trabajo del que fui capaz. He tratado de hacer algo muy diferente, no podía ser de otra forma.
 Tuve que investigar nuevos territorios, aunque fuera a fracasar. 
Y en este punto, el resto depende de la audiencia. Hice lo que buenamente pude. Ya no puedo cambiarlo”.

La soledad del escritor de fondo

“He estado más horas subido a un escenario que ante una cámara. 
Me he sentido realizado con ambas cosas, pero el proceso es… diferente”, reflexiona, elevado, visual, abstracto, como debe sonar un artista cuando se le pilla sentado junto a la piscina de su casa de Hollywood. 
“Hacer películas es un proceso exageradamente colaborativo, hay mucha gente implicada. Hasta en la sesión de fotos de hoy: mira cuántos éramos
. Para hacer una canción bastan dos personas, o menos: en mi caso, mi hermano, Shannon, y yo
. Es algo íntimo que te permite ser tremendamente egoísta, y a veces serlo es importante porque te ayuda a escuchar tu propia voz. 
No lo recomiendo para todo, pero para la música puede ser maravilloso.
 Da igual si compones para que nadie te escuche o si eres Mozart.
 El proceso puede ser tan poderoso como el resultado”.
Tiene muchísimo sentido , pero ya no me acuerdo de mi pregunta
. Podría parecer que Jared Leto le está gastando una broma larguísima a la humanidad, pero la realidad aconseja tomarlo como a un ser único que viene de un lugar tremendamente inusual.
Jared Leto posa para ICON con camisa Gucci, chaqueta Valentino y gafas Carrera.
Jared Leto tiene un problema de imagen, alegaría algún gurú del márketing. 
 Y no tiene la menor intención de remediarlo. 
Cuando más listo parece para acabar en esos compartimentos etiquetados en los que se suele encajonar a las celebridades, más disfruta haciendo exactamente lo opuesto a lo esperado.
 Si resulta que lo toman por un actor conocido y respetado en Hollywood, va, abandona el negocio durante seis años y gana un Oscar a su regreso (ocurrió en 2014 con Dallas buyers club).
Si le tienen por una estrella del post grunge al frente de Thirty Seconds To Mars, la banda con la que embelesa estadios atestados de adolescentes con eyeliner que lo veneran como a un dios, coge el chico y pasa un fin de semana de acampada en un bosque de Malibú en comunión espiritual con un millar de esos mismos seguidores (echelons, escalones, los llama; odia la palabra fan); meditan alrededor de una hoguera, hacen karaoke y se dedican, en resumen, a todo aquello que nunca haría un músico que ha despachado diez millones de copias de sus discos.
Sigue habiendo gente tanto en Venezuela como en Ucrania luchando legítimamente por sus derechos, arriesgándose a perderlo todo
Tiene fama de artista intenso, pero luego es capaz de asociarse a obras comerciales como Escuadrón suicida, la cinta de superhéroes que estrena este 5 de agosto y en la que interpreta al Joker, algo así como el Hamlet del género por lo codiciado del papel. 
Para complicar más las cosas, tiene unos inexplicables 44 años y cara de acabar de llegar a los 30. Jared Leto es, en suma, alguien conocido por millones de personas a quien, gracias a estas maniobras, no conoce casi nadie.
Yo mismo, sentado frente a él junto a la piscina de su casa en Hollywood Hills, tampoco consigo aclararme. 
Estoy hablando con un tipo amable, introvertido, intrigante, meditabundo, que me ha saludado chocando el puño y que está engullendo un plato vegano. Pero hace media hora el equipo de ICON estaba fotografiando a un roquero que se movía ante la cámara como una pantera, carismático, visceral e hipnótico.
 Parece más cómodo ante 20.000 fans que ante mi triste grabadora.
¿Es esta la división entre el Jared actor y el cantante? “Bueno, hacer películas es como… escalar el Everest”, razona, enigmático. “Puede ser algo realmente doloroso y brutal
. Te congelas, estás al borde de la muerte y cuando llegas a la cima, ¡oh, Dios!, apenas disfrutas esos cinco minutos de premio porque estás preocupado por tener que bajar. Una película puede conmover a la gente de la misma manera que su rodaje puede cambiarle la vida a un actor”.
Jared se ha puesto una camisa Gucci, vaqueros Dolce & Gabbana y gafas Carrera.
Escalar el Everest requiere un proceso de adaptación: la respiración se acelera por la falta de oxígeno, el ritmo cardíaco se dispara. Escuchar cómo Jared Leto responde a una pregunta también requiere una adaptación. Será que es tímido, será que está completamente entregado al impenetrable personaje que quiere mostrarle a los medios. Al fin y al cabo, Leto es famoso por el compromiso salvaje con el que se entrega a su trabajo. En Escuadrón suicida, los siete supervillanos más peligrosos del universo DC Comics acceden, tras ser encarcelados, a colaborar con el gobierno en arriesgadas misiones secretas para limpiar su expediente: algunos de sus compañeros de reparto aseguran que ni tras semanas de rodaje conocen a Jared, solo a su Joker, la verdadera estrella de todo esto.
Para perfilar el papel, el intérprete se entrevistó hasta con psicópatas y, según la rumorología hollywoodiense, el papel no le abandonó durante meses. “Creo que el Joker vive en otro plano de la realidad, como un chamán”, ha explicado. “Es un papel muy tóxico. Al principio empecé a investigar todo acerca de él, pero tuve que parar porque ha sido redefinido y reinventado multitud de veces. Tuve que educarme a mí mismo y experimentar una transformación física. Además, el Joker encuentra placer en la violencia, por lo que me reuní con psiquiatras y personas que llevaban encerradas mucho tiempo”.
Hacer cine es como escalar el Everest, puede ser doloroso y brutal. Una película puede conmover a la gente de la misma manera que su rodaje puede cambiarle la vida a un actor
Le pregunto si siente una presión especial por tener que dar la talla ante un personaje que bordaron Jack Nicholson y Heath Ledger. Asiente con la cabeza. “Hice el mejor trabajo del que fui capaz. He tratado de hacer algo muy diferente, no podía ser de otra forma. Tuve que investigar nuevos territorios, aunque fuera a fracasar. Y en este punto, el resto depende de la audiencia. Hice lo que buenamente pude. Ya no puedo cambiarlo”.

La soledad del escritor de fondo

“He estado más horas subido a un escenario que ante una cámara. Me he sentido realizado con ambas cosas, pero el proceso es… diferente”, reflexiona, elevado, visual, abstracto, como debe sonar un artista cuando se le pilla sentado junto a la piscina de su casa de Hollywood. “Hacer películas es un proceso exageradamente colaborativo, hay mucha gente implicada. Hasta en la sesión de fotos de hoy: mira cuántos éramos. Para hacer una canción bastan dos personas, o menos: en mi caso, mi hermano, Shannon, y yo. Es algo íntimo que te permite ser tremendamente egoísta, y a veces serlo es importante porque te ayuda a escuchar tu propia voz. No lo recomiendo para todo, pero para la música puede ser maravilloso. Da igual si compones para que nadie te escuche o si eres Mozart. El proceso puede ser tan poderoso como el resultado”.
Tiene muchísimo sentido , pero ya no me acuerdo de mi pregunta. Podría parecer que Jared Leto le está gastando una broma larguísima a la humanidad, pero la realidad aconseja tomarlo como a un ser único que viene de un lugar tremendamente inusual.
actor posa con gabardina y mocasines Gucci, pantalón Dolce & Gabbana y gafas Carrera.

El actor y cantante en su casa de Los Ángeles, con chaqueta bordada Gucci y gafas Carrera.
Esa es otra particularidad de Leto: es un hombre capaz de verle el lado positivo a Trump. “Está haciendo que la gente le preste atención a la política, y eso no es necesariamente malo. Nos está haciendo hablar sobre inmigración. Ha fomentado una conversación, no solo entre la extrema derecha, también en el centro y la izquierda.
 Adoro a gente de todo el mundo, pero en Los Ángeles tenemos una conexión especial con México. Somos vecinos. No hace tanto que Los Ángeles fue territorio mexicano. Y culturalmente somos muy parecidos. No hay tanta diferencia entre el norte y el sur de la frontera. Creo que la cultura es algo precioso.
 Y la cultura mexicana hace que California sea más rica en todas las facetas. 
Que las culturas se enriquezcan mutuamente hace del mundo un lugar más interesante. ¿Se imagina que tuviéramos que comer exactamente la misma comida cada noche? ¿Consumir siempre el mismo estilo de arte, de diseño, de arquitectura, de música, hablar el mismo idioma? Estoy totalmente entregado a esa diversidad.
 Es extraño cómo esto asusta tanto a la gente. Pero lo superaremos, porque las cosas están mejor ahora de lo que nunca han estado.
 Hay quienes quieren hacernos pensar que esto no es así, pero nunca han estado mejor.
 La calidad de vida.
 Los niveles de mortalidad infantil. La seguridad social. Hay demasiada gente viviendo en la pobreza en el mundo, pero creo que eso mejorará, soy un optimista”.
Es casi cómico lo tentador que resulta darle la vuelta a la pregunta: pedirle que busque el lado negativo del presidente al que él apoyó con entusiasmo, Barack Obama. “Le dieron el peor trabajo del país”, lamenta. “La economía estaba hecha añicos.
 La confianza estaba por los suelos. Oriente Medio estaba en una situación desastrosa. Y creo que ha hecho un trabajo fantástico
. Somos muy afortunados en este país de tener la estabilidad de la que disfrutamos ahora. No soy de esas personas que creen que un presidente es un superhéroe

 

La voraz vida sexual de Mick Jagger (que será padre de su octavo hijo a los 73).................................. David Gallardo

Tríos con David Bowie, intercambios de pareja con Rod Stewart, líos con las novias de sus colegas... El biógrafo de Mick asegura que el rockero ha practicado el sexo con más de 4.000 mujeres (y algún señor).


Mick Jagger y Anita Pallenberg durante el rodaje de 'Performance', en 1970. Cordon Reuters-Quality
"A Mick no le gusta que hable con sus mujeres, siempre acaban llorando en mi hombro porque se han enterado de que él anda por ahí de conquista otra vez.
 ¡La de lágrimas que han vertido sobre este hombro Jerry Hall, Bianca, Marianne, Chrissie Shrimpton!
Me han arruinado un montón de camisas".
Es Keith Richards (72 años), guitarrista y compinche en el amor y el odio de Mick Jagger en los Rolling Stones.
 Richads pone en negro sobre blanco esta confesión en las páginas de sus memorias, editadas hace poco más de un lustro, que nos presentan a un Mick sexualmente insaciable, de voracidad infinita e irremediablemente mujeriego.
Y algo de eso debe haber, pues acabamos de saber que el cantante británico, que este próximo 26 de julio cumple 73 años, espera para principios de 2017 su octavo hijo
La madre en esta ocasión es Melanie Harmick, bailarina de 29 años del American Ballet Theatre, con la que Jagger mantiene una 'relación abierta' desde poco después del suicidio en 2014 de la diseñadora L'Wren Scott, su anterior pareja durante trece años.



Mick Jagger y Marianne Faithfull, después de declarar en un juicio por tenencia de drogas. Fue cuando eran pareja en 1969. Cordon

Echando cuentas, los números hablan por sí solos, con un balance de ocho hijos con cinco mujeres distintas, de edades comprendidas entre 45 y 17 años: Karis (de su relación con Marsha Hunt), Jade (con Bianca Jagger), Georgia, James, Elizabeth, Gabriel (con Jerry Hall) y Lucas (con Luciana Gimenez).
 El infatigable músico también tiene dos nietos y una bisnieta de dos años como colofón para un árbol genealógico tan intrincado como ciertamente variopinto.
Pero no vamos a centrarnos en ese frondoso ramaje, sino en la fecunda y abundante fuente de la que todo nace, es decir, la opípara fogosidad del bisabuelo más sexualmente activo (que se sepa) del rock.
Repasemos algunas cuestiones que dibujan una semblanza tan certera como indudablemente juguetona de Mick, un pequeño gran vanidoso al que no le hizo ninguna gracia que en sus memorias Keith ridiculizara su dotación amatoria: "Marianne no tenía cómo divertirse con su pequeño amiguito.
 Sé que tiene un par de bolas enormes, pero no puede llenar el vacío entre ellas".

El adolescente Mick ya sabía lo que buscaba

La madre de Keith Richards, Doris Dupree Richards, dejó esta perla escrita en las mencionadas memorias de su hijo, en las que ya queda claro que desde adolescente el futuro cantante tenía claras sus apetencias: "Un verano nos llevamos a Keith y Mick a Beesands, en Devon, a pasar un fin de semana
. Debían tener dieciséis años, diecisiete como mucho -nos situamos a finales de los cincuenta, por tanto-. Mick estaba más aburrido que una ostra. 'Es que no hay tías, no hay tías', se quejaba. La verdad es que no había nadie".

Sabía lo que quería y lo encontró

Cleo Sylvestre fue la primera novia más o menos oficial de Mick a principios de los sesenta, pero la relación no se consolidó
. En 1963 sí lo logró con Chrissie Shrimpton, una muchacha de 17 años que acompañó a la futura estrella durante los cruciales años en los que los Stones empezaron a tener éxito y a ser perseguidos por las chicas
. "Íbamos por la calle y si veía a unas fans me soltaba la mano rápidamente y seguía andando como si no fuéramos juntos", recuerda ella en el libro Mick Jagger de Philip NormanLa relación entre ambos terminó rompiéndose cuando en 1966 entró en escena la próxima pareja de Mick, Marianne Faithfull, cuya primera aparición fue entrando en una concurrida fiesta, tal y como se describe en el citado libro de Norman:
 "Cuando llegó Mick y Andrew (Loog Oldham, mánager del grupo) dijeron al unísono: 'Me la quiero follar'. Sus novias no entendieron bien y preguntaron qué habían dicho, a lo que respondieron que la querían grabar".


Mick Jagger y Jerry Hall en 1983, en Barbados. Se casaron en 1990 y se divorciaron en 1999. Tienen cuatro hijos juntos. Este 2016, Hall se ha casado con el empresario Rupert Murdoch. Cordon/The Sun


Se acostó con la mujer de Brian Jones

Muerto a los 27 años en 1969, Brian Jones dejó tras de sí una buena ristra de líos de faldas y un reguero de hijos, seis de ellos reconocidos.
 Pero una noche de 1962 probó su propia medicina cuando Mick tuvo una relación con su pareja de entonces, tal y como Keith Richards relata en sus memorias: "Mick había ido a buscar a Brian una noche, completamente borracho.
 Se encontró con que éste no estaba y se tiró a su parienta. Aquello provocó un terremoto, Brian se cabreó de verdad y al final ella le dejó.
 A él, además, le echaron del piso. Mick, que se sentía responsable, le encontró otro en una casa destartalada en Beckenham".
 

Mick Jagger y Anita Pallenberg durante el rodaje de 'Performance', en 1970. Cordon Reuters-Quality
"A Mick no le gusta que hable con sus mujeres, siempre acaban llorando en mi hombro porque se han enterado de que él anda por ahí de conquista otra vez. ¡La de lágrimas que han vertido sobre este hombro Jerry Hall, Bianca, Marianne, Chrissie Shrimpton! Me han arruinado un montón de camisas".
Es Keith Richards (72 años), guitarrista y compinche en el amor y el odio de Mick Jagger en los Rolling Stones. Richads pone en negro sobre blanco esta confesión en las páginas de sus memorias, editadas hace poco más de un lustro, que nos presentan a un Mick sexualmente insaciable, de voracidad infinita e irremediablemente mujeriego.Y algo de eso debe haber, pues acabamos de saber que el cantante británico, que este próximo 26 de julio cumple 73 años, espera para principios de 2017 su octavo hijo. La madre en esta ocasión es Melanie Harmick, bailarina de 29 años del American Ballet Theatre, con la que Jagger mantiene una 'relación abierta' desde poco después del suicidio en 2014 de la diseñadora L'Wren Scott, su anterior pareja durante trece años.


Mick Jagger y Marianne Faithfull, después de declarar en un juicio por tenencia de drogas. Fue cuando eran pareja en 1969. Cordon

Echando cuentas, los números hablan por sí solos, con un balance de ocho hijos con cinco mujeres distintas, de edades comprendidas entre 45 y 17 años: Karis (de su relación con Marsha Hunt), Jade (con Bianca Jagger), Georgia, James, Elizabeth, Gabriel (con Jerry Hall) y Lucas (con Luciana Gimenez). El infatigable músico también tiene dos nietos y una bisnieta de dos años como colofón para un árbol genealógico tan intrincado como ciertamente variopinto.Pero no vamos a centrarnos en ese frondoso ramaje, sino en la fecunda y abundante fuente de la que todo nace, es decir, la opípara fogosidad del bisabuelo más sexualmente activo (que se sepa) del rock.
Repasemos algunas cuestiones que dibujan una semblanza tan certera como indudablemente juguetona de Mick, un pequeño gran vanidoso al que no le hizo ninguna gracia que en sus memorias Keith ridiculizara su dotación amatoria: "Marianne no tenía cómo divertirse con su pequeño amiguito. Sé que tiene un par de bolas enormes, pero no puede llenar el vacío entre ellas".

El adolescente Mick ya sabía lo que buscaba

La madre de Keith Richards, Doris Dupree Richards, dejó esta perla escrita en las mencionadas memorias de su hijo, en las que ya queda claro que desde adolescente el futuro cantante tenía claras sus apetencias: "Un verano nos llevamos a Keith y Mick a Beesands, en Devon, a pasar un fin de semana. Debían tener dieciséis años, diecisiete como mucho -nos situamos a finales de los cincuenta, por tanto-. Mick estaba más aburrido que una ostra. 'Es que no hay tías, no hay tías', se quejaba. La verdad es que no había nadie".

Sabía lo que quería y lo encontró

Cleo Sylvestre fue la primera novia más o menos oficial de Mick a principios de los sesenta, pero la relación no se consolidó. En 1963 sí lo logró con Chrissie Shrimpton, una muchacha de 17 años que acompañó a la futura estrella durante los cruciales años en los que los Stones empezaron a tener éxito y a ser perseguidos por las chicas. "Íbamos por la calle y si veía a unas fans me soltaba la mano rápidamente y seguía andando como si no fuéramos juntos", recuerda ella en el libro Mick Jagger de Philip Norman. La relación entre ambos terminó rompiéndose cuando en 1966 entró en escena la próxima pareja de Mick, Marianne Faithfull, cuya primera aparición fue entrando en una concurrida fiesta, tal y como se describe en el citado libro de Norman: "Cuando llegó Mick y Andrew (Loog Oldham, mánager del grupo) dijeron al unísono: 'Me la quiero follar'. Sus novias no entendieron bien y preguntaron qué habían dicho, a lo que respondieron que la querían grabar".


Mick Jagger y Jerry Hall en 1983, en Barbados. Se casaron en 1990 y se divorciaron en 1999. Tienen cuatro hijos juntos. Este 2016, Hall se ha casado con el empresario Rupert Murdoch. Cordon/The Sun


Se acostó con la mujer de Brian Jones

Muerto a los 27 años en 1969, Brian Jones dejó tras de sí una buena ristra de líos de faldas y un reguero de hijos, seis de ellos reconocidos. Pero una noche de 1962 probó su propia medicina cuando Mick tuvo una relación con su pareja de entonces, tal y como Keith Richards relata en sus memorias: "Mick había ido a buscar a Brian una noche, completamente borracho. Se encontró con que éste no estaba y se tiró a su parienta. Aquello provocó un terremoto, Brian se cabreó de verdad y al final ella le dejó. A él, además, le echaron del piso. Mick, que se sentía responsable, le encontró otro en una casa destartalada en Beckenham".

Juegos peligrosos con la chica de Keith

Anita Pallenberg fue novia de Brian Jones hasta que comenzó en 1967 una relación con Keith que duraría hasta 1980.
 Pero allá por 1968 el cineasta Donald Cammell (expareja de ella) la escogió para protagonizar la película Performance junto a Mick Jagger y ahí llegaron los problemas
. "Tardé tiempo en enterarme, pero me lo olía. A Mick no le dije nada, pero aquello abrió una brecha considerable entre nosotros
. No era la primera vez que competíamos por una mujer. Pero ¿sabes? Yo mientras tanto me estaba tirando a Marianne Faithfull.
 Vaya lo uno por lo otro. De hecho, un día tuve que abandonar la casa de forma bastante abrupta cuando apareció Mick", rememora como de costumbre con sorna el pirata-guitarrista.

Le pidió a una amante que tuviera su primer hijo

Mientras Mick estaba con Marianne Faithfull, el cantante se encaprichó en 1968 de Marsha Hunt, actriz y cantante afroamericana de la versión londinense del musical Hair 
. Iniciaron una relación en paralelo hasta que Marianne abandonó al músico en 1970, momento en el que él le propuso a Marsha tener un hijo (el primero de su cuenta).
 Ella aceptó como si una madre de alquiler se tratara, pues Mick mantenía relaciones con otras e incluso en esa época se enamoró de su futura esposa Bianca.
 El entusiasmo inicial de Mick se fue diluyendo cuanto más se enamoraba de Bianca, llegando al extremo de desatender las necesidades de Marsha y su hija, Karis, que nació el 4 de noviembre de 1970
. Aunque ella inicialmente no le pidió nunca nada, tanto desdén terminó cabreando a la madre, que desveló el secreto de la paternidad de Jagger y todo derivó en el clásico embrollo de abogados hasta que lograron llegar a un acuerdo meses después.


Mick Jagger y Anita Pallenberg durante el rodaje de 'Performance', en 1970. Cordon Reuters-Quality
"A Mick no le gusta que hable con sus mujeres, siempre acaban llorando en mi hombro porque se han enterado de que él anda por ahí de conquista otra vez. ¡La de lágrimas que han vertido sobre este hombro Jerry Hall, Bianca, Marianne, Chrissie Shrimpton! Me han arruinado un montón de camisas".
Es Keith Richards (72 años), guitarrista y compinche en el amor y el odio de Mick Jagger en los Rolling Stones. Richads pone en negro sobre blanco esta confesión en las páginas de sus memorias, editadas hace poco más de un lustro, que nos presentan a un Mick sexualmente insaciable, de voracidad infinita e irremediablemente mujeriego.Y algo de eso debe haber, pues acabamos de saber que el cantante británico, que este próximo 26 de julio cumple 73 años, espera para principios de 2017 su octavo hijo. La madre en esta ocasión es Melanie Harmick, bailarina de 29 años del American Ballet Theatre, con la que Jagger mantiene una 'relación abierta' desde poco después del suicidio en 2014 de la diseñadora L'Wren Scott, su anterior pareja durante trece años.


Mick Jagger y Marianne Faithfull, después de declarar en un juicio por tenencia de drogas. Fue cuando eran pareja en 1969. Cordon

Echando cuentas, los números hablan por sí solos, con un balance de ocho hijos con cinco mujeres distintas, de edades comprendidas entre 45 y 17 años: Karis (de su relación con Marsha Hunt), Jade (con Bianca Jagger), Georgia, James, Elizabeth, Gabriel (con Jerry Hall) y Lucas (con Luciana Gimenez). El infatigable músico también tiene dos nietos y una bisnieta de dos años como colofón para un árbol genealógico tan intrincado como ciertamente variopinto.Pero no vamos a centrarnos en ese frondoso ramaje, sino en la fecunda y abundante fuente de la que todo nace, es decir, la opípara fogosidad del bisabuelo más sexualmente activo (que se sepa) del rock.
Repasemos algunas cuestiones que dibujan una semblanza tan certera como indudablemente juguetona de Mick, un pequeño gran vanidoso al que no le hizo ninguna gracia que en sus memorias Keith ridiculizara su dotación amatoria: "Marianne no tenía cómo divertirse con su pequeño amiguito. Sé que tiene un par de bolas enormes, pero no puede llenar el vacío entre ellas".

El adolescente Mick ya sabía lo que buscaba

La madre de Keith Richards, Doris Dupree Richards, dejó esta perla escrita en las mencionadas memorias de su hijo, en las que ya queda claro que desde adolescente el futuro cantante tenía claras sus apetencias: "Un verano nos llevamos a Keith y Mick a Beesands, en Devon, a pasar un fin de semana. Debían tener dieciséis años, diecisiete como mucho -nos situamos a finales de los cincuenta, por tanto-. Mick estaba más aburrido que una ostra. 'Es que no hay tías, no hay tías', se quejaba. La verdad es que no había nadie".

Sabía lo que quería y lo encontró

Cleo Sylvestre fue la primera novia más o menos oficial de Mick a principios de los sesenta, pero la relación no se consolidó. En 1963 sí lo logró con Chrissie Shrimpton, una muchacha de 17 años que acompañó a la futura estrella durante los cruciales años en los que los Stones empezaron a tener éxito y a ser perseguidos por las chicas. "Íbamos por la calle y si veía a unas fans me soltaba la mano rápidamente y seguía andando como si no fuéramos juntos", recuerda ella en el libro Mick Jagger de Philip Norman. La relación entre ambos terminó rompiéndose cuando en 1966 entró en escena la próxima pareja de Mick, Marianne Faithfull, cuya primera aparición fue entrando en una concurrida fiesta, tal y como se describe en el citado libro de Norman: "Cuando llegó Mick y Andrew (Loog Oldham, mánager del grupo) dijeron al unísono: 'Me la quiero follar'. Sus novias no entendieron bien y preguntaron qué habían dicho, a lo que respondieron que la querían grabar".


Mick Jagger y Jerry Hall en 1983, en Barbados. Se casaron en 1990 y se divorciaron en 1999. Tienen cuatro hijos juntos. Este 2016, Hall se ha casado con el empresario Rupert Murdoch. Cordon/The Sun


Se acostó con la mujer de Brian Jones

Muerto a los 27 años en 1969, Brian Jones dejó tras de sí una buena ristra de líos de faldas y un reguero de hijos, seis de ellos reconocidos. Pero una noche de 1962 probó su propia medicina cuando Mick tuvo una relación con su pareja de entonces, tal y como Keith Richards relata en sus memorias: "Mick había ido a buscar a Brian una noche, completamente borracho. Se encontró con que éste no estaba y se tiró a su parienta. Aquello provocó un terremoto, Brian se cabreó de verdad y al final ella le dejó. A él, además, le echaron del piso. Mick, que se sentía responsable, le encontró otro en una casa destartalada en Beckenham".

Juegos peligrosos con la chica de Keith

Anita Pallenberg fue novia de Brian Jones hasta que comenzó en 1967 una relación con Keith que duraría hasta 1980. Pero allá por 1968 el cineasta Donald Cammell (expareja de ella) la escogió para protagonizar la película Performance junto a Mick Jagger y ahí llegaron los problemas. "Tardé tiempo en enterarme, pero me lo olía. A Mick no le dije nada, pero aquello abrió una brecha considerable entre nosotros. No era la primera vez que competíamos por una mujer. Pero ¿sabes? Yo mientras tanto me estaba tirando a Marianne Faithfull. Vaya lo uno por lo otro. De hecho, un día tuve que abandonar la casa de forma bastante abrupta cuando apareció Mick", rememora como de costumbre con sorna el pirata-guitarrista.

Le pidió a una amante que tuviera su primer hijo

Mientras Mick estaba con Marianne Faithfull, el cantante se encaprichó en 1968 de Marsha Hunt, actriz y cantante afroamericana de la versión londinense del musical Hair. Iniciaron una relación en paralelo hasta que Marianne abandonó al músico en 1970, momento en el que él le propuso a Marsha tener un hijo (el primero de su cuenta). Ella aceptó como si una madre de alquiler se tratara, pues Mick mantenía relaciones con otras e incluso en esa época se enamoró de su futura esposa Bianca. El entusiasmo inicial de Mick se fue diluyendo cuanto más se enamoraba de Bianca, llegando al extremo de desatender las necesidades de Marsha y su hija, Karis, que nació el 4 de noviembre de 1970. Aunque ella inicialmente no le pidió nunca nada, tanto desdén terminó cabreando a la madre, que desveló el secreto de la paternidad de Jagger y todo derivó en el clásico embrollo de abogados hasta que lograron llegar a un acuerdo meses después.


Mick Jagger y Bianca Pérez, el día de su boda en Francia, en 1971. Él tenía 28 años y ella 26. Se separarron en 1979. Tiene una hija juntos, Jade. Al fondo se ve a Keith Richards, hablando con una chica. Cordon


Polígamo de manual

Ni siquiera mientras esperaba su primer hijo Mick fue monógamo.
 Durante todo aquel verano, igual que antes del final de su relación con Marianne, una interminable sucesión de mujeres pasó por su vida. 
"Unas se quedaron una sola noche, o menos. Otras un fin de semana.
 Y alguna encontró la manera de formar parte del personal sobre todo femenino de Mick. Solían ser norteamericanas, normalmente de California, de unos 22 años años y con una conducta sexual libre y desinhibida que las británicas aún no habían aprendido", relata el libro Mick Jagger escrito por Philip Morris, en el que también se afirma que, la situación continuó así de promiscua a pesar de su matrimonio con Bianca.

Su atracción intelectual por Bianca Jagger

Al conocerla, Mick vio en Bianca una joven enigmática y hermosa, muy distinta de todas aquellas blandas californianas
. Ella no sabía nada de rock y le parecía un mundo bastante infantil. 
Para Mick, al principio, eso formaba parte de su irresistible atractivo, con el que tenía engatusado al rockero.

 

Venecia se la juega.......................................................................... Milena Fernández

La Unesco lanza un ultimátum a Italia por no impedir el tránsito de cruceros ni el turismo masivo.

El crucero 'MSC Preziosa' en uno de los canales de Venecia. ANDREA MEROLA (EFE) / EL PAÍS VÍDEO
No cabe un alma más.
El vaporetto de la línea uno navega repleto por el Gran Canal, hacia la Plaza de San Marcos: turistas y residentes viajan como sardinas enlatados.
A la altura de Rialto, el responsable de abrir y cerrar la puerta de ingreso pide casi un milagro: “Empujen, empujen; busquen espacio al fondo”.
 La gente, cabreada, da empujones; muchos usan los codos. Hace un calor africano y son apenas las ocho de la mañana de un lunes de julio.
 Cuando la nave de transporte público llega a la cuenca de San Marcos, pasa muy cerca un enorme crucero y todos, o casi todos, se quedan boquiabiertos.

Los viajeros del vaporetto parecen hormigas delante del gigante marino, cuyos huéspedes no dejan de saludar y de disparar fotos.
 La escena se repite cada día en la vieja urbe, al borde del colapso por culpa del exceso de turismo que, contrasta con el éxodo de residentes.
Se ha convertido en un Disneyland de callecitas y canales, una especie de museo al aire libre, colmado de turistas y de tiendas de máscaras venecianas, que, de venecianas no tienen nada, pues proceden de China.
El turismo masivo se ha convertido en el arma de doble filo.
 En el último año hicieron las maletas 327 residentes.
 El número oficial de habitantes es de 56.356, aunque podrían ser mucho menos, porque muchos son propietarios de una segunda casa, que utilizan apenas un par de semanas al año
. En 1951 vivían en la ciudad lacustre 174.808 personas.
 A este ritmo, Venecia parece condenada a quedarse sin habitantes y seguir invadida de peregrinos.
 A ello se suma el tráfico descontrolado y caótico sobre el Gran Canal -incluidos los monstruos marinos, taxis y otras embarcaciones privadas-, las alteraciones de la laguna, la falta de una estrategia para controlar el turismo, la posible creación de nuevos canales para el tráfico comercial y de gigantescos cruceros.
Y cómo no, el proyecto Moisés, la gran obra de ingeniería que prometía salvar Venecia de las mareas altas ahora investigado por presunta corrupción.
 Esos son los peligros que advierte la Unesco en su asamblea de la pasada semana en Estambul.

El tirón de orejas es para Italia y el gobierno local
. El ultimátum para cambiar es de siete meses de plazo, hasta el 1 de febrero de 2017 y es consecuencias de las alertas lanzadas por la organización Italia Nostra a la Unesco.
 De lo contario, Venecia y su laguna -Patrimonio de la Humanidad desde 1987- se podría unir a la lista de sitios en peligro como Damasco y Alepo, en Siria, o basílica de la Natividad, en Jerusalén. “El gobierno no tiene ninguna estrategia, el tiempo se ha acabado y debe actuar para salvar Venecia”, advierte la organización.
El actual alcalde, el empresario conservador Luigi Brugnaro, sin embargo, no parece tener muy clara la estrategia.
 Dice que la Unesco tiene razón y que hace falta más dinero y también que “tiene los cojones llenos” de tanto escuchar críticas
. Sus proyectos, sin embargo, son expansivos, como impulsar la isla del Lido, crear un parque temático cerca del aeropuerto Marco Polo de Venecia o un nuevo estadio.