Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

17 jul 2016

“Hacerme un tatuaje fue una forma de demostrar que con mi cuerpo hago lo que quiero”..................... Noelia Collado

Hablamos con la top australiana Cat McNeil, con la que tanto se identifican las nuevas generaciones.

“Hacerme un tatuaje fue una forma de demostrar que con mi cuerpo hago lo que quiero”
Pichi de SPORTMAX (505 €), top de MARCIANO GUESS (83 €) y zapatillas deportivas de HERMÈS (680€).
Foto: Henrique Gendre
Catherine McNeil (27 años). O Cat, a secas.
 La gata, como muchos la llaman en esta industria por su mirada verde, felina, hipnótica; por su manera de deslizarse ante la cámara, silenciosa, elegante; por su actitud, tímida, recelosa; y por su trayectoria, libre e independiente.
 Cat se deja acariciar por el objetivo de la cámara y los focos de la pasarela, y de pronto ya no quiere más y se va.
 Es lo que hizo en 2009. Estaba en lo más alto, pero ella decidió hacer un parón y desaparecer del circuito durante unos años.
Volvió en 2013. Esa temporada abrió siete desfiles y fue elegida (de nuevo) una de las caras del momento.
«Que algunos hablen de ideas poco convencionales de belleza no significa que el canon de perfección agresiva haya quedado relegado a un segundo plano», valora la australiana.
 «Todo es cíclico. Es cierto que hoy se prefiere un prototipo más andrógino, pero, en realidad, todo vale.
Y eso es precisamente lo que más me gusta», concede.
 Hasta hace muy poco, por ejemplo, hacerse un tatuaje equivalía a dar un mal paso si eras una chica cuyo sueño era trabajar en moda.
 Antes los tattoos se tapaban, se maquillaban, se borraban con Photoshop.
 Ningún agente los aconsejaba. Estaban en la lista negra, junto a ojeras, cicatrices y piercings. «Las nuevas generaciones tienen una mentalidad distinta; no han crecido con esos tabúes. Y parece que la moda se ha contagiado de ese espíritu».
El giro hacia una estética más tribal se ve en la calle, pero también en la pasarela, donde, en desfiles como el último de Balenciaga, las maniquíes profesionales aparecen junto a otras jóvenes, amateurs y rarunas, hijas del culto a la belleza de resaca de extrarradio.
 «No todo el mundo se puede sentir identificado con las propuestas más glamurosas que vemos en las revistas, la gente necesita alternativas más reales, milénicos incluidos».
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Top de CALZEDONIA (30 €) y pantalón de PACO RABANNE (750 €).
Foto: Henrique Gendre
Para Cat, grabar con tinta la piel es una forma adictiva de catarsis. «Me han repetido tantas veces cómo tengo que ir peinada, cómo cuidarme, cómo vestirme, cómo moverme… Que, en mi caso, hacerme un tattoo es una manera de recordar y demostrar que es mi cuerpo y puedo hacer con él lo que quiera», defiende.
 «Me hice el primer tatuaje un día antes de cumplir 18 años; volví al día siguiente para hacerme el segundo», recuerda
. «¡Qué gracia! No recuerdo cuál fue primero: el 13 de la muñeca o la estrella de la oreja», dice con una sonrisa.
Tiene muchos. No los ha contado. O sí. Cat da pistas, pero nunca se descubre del todo
. «De algunos me arrepiento, pero tampoco me molestan».

Polo de UTERQÜE (59 €), pantalón de ESCADA (575 €) y deportivas de HERMÈS (680 €).
Foto: Henrique Gendre

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«Hay gente como Catherine McNeil y Catherine Baba. Las dos son australianas. Las dos han triunfado. Las dos tienen personalidades increíbles. Y las dos son completamente únicas. La individualidad es importante», sentenció Mario Testino hace apenas tres meses.

 «La belleza es subjetiva. Si quieres durar en esta profesión, debes tener una personalidad fuerte y ser tú mismo.

 La individualidad es clave», coincide Cat, quien siente una devoción muy especial por el fotógrafo peruano. «Mario es, obviamente, mi debilidad. Él lanzó mi carrera».

 Fue en 2006. La maniquí firmó un contrato de exclusividad de seis meses con Testino, del que salieron sus primeras grandes campañas de publicidad (para Dolce & Gabbana y Boss). «La moda me permite desarrollar mi lado más creativo.

 Me fascina la idea de convertirme en otro personaje durante unas horas y vestirme con prendas que, de otro modo, jamás llevaría. 

Echo de menos la creatividad desbordante de Galliano en Dior. Aquellos vestidos eran un auténtico derroche de artesanía», reconoce.

 Patrick Demarchelier la retrató en el calendario Pirelli de 2008 con una chaqueta de la colección más aplaudida del británico para la maison francesa [alta costura p-v 2007]. 

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Bómber con detalles de piel y aplicaciones metálicas y brillantes (1.800 €) y pantalón de talle alto (750 €), ambos de TOD’S; top de CALVIN KLEIN UNDERWEAR (31 €) y deportivas de HERMÈS (680 €).
Tiene dos perros. 
Un beagle que se llama Harvey (por el álbum Harvest Moon, de Neil Young) y un pit bull adoptado que se llama Hardy (por el tatuador Ed Hardy). Por ellos saca las uñas… Y su lado más activista como portavoz de la iniciativa Beagle Freedom Project.
  Cuando tenía 14 años y vivía en Australia, rodeada de animales, Cat aspiraba a trabajar en un taller mecánico. 
 Todavía hoy, cuando se apagan los focos, le gusta hacer cosas normales: «Sacar a pasear los perros, dar una vuelta… Y no soy de las que se pone tacones para ir al parque», bromea
. «Mi estilo es bastante relajado». Acorde a los nuevos tiempos, que exigen básicos unisex. «Cuando voy a París, tengo que hacer un esfuerzo para arreglarme un poco, porque me gusta verme más femenina de vez en cuando», suelta.
 
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Chaqueta de napa y polo de nailon (c. p. v.), ambos de MIU MIU.
Foto: Henrique Gendre


Gabardina y vestido, ambos de LACOSTE (c. p. v.); y zapatillas de HERMÈS (680 €




20160414_SMODA_CATMACNEIL_29027Pichi de SPORTMAX (505 €), top de MARCIANO GUESS (83 €) y zapatillas deportivas de HERMÈS (680€). 20160414_SMODA_CATMACNEIL_29377

Europa o el milagro de los panes y los peces

Europa o el milagro de los panes y los peces

Crece el euroescepticismo mientras muchos vecinos anhelan la integración
Xavier Vidal-Folch
La Unión Europea es la región del globo más perjudicada por la gran recesión. 
Y se retrasa en recuperar su economía, su cohesión social y su vertebración territorial. 
Nuevos peligros acechan: la dificultad del manejo de las oleadas de refugiados, un débil horizonte económico mundial, las renovadas tensiones norte-sur y este-oeste.
 Pero todo eso no desmiente el hecho indiscutible de que durante los últimos 40 años la Europa comunitaria se ha multiplicado en tamaño y prosperidad. 
Por eso muchos vecinos quieren apuntarse al club, para seguir la estela de España o Polonia.
Pese a todos los desastres y angustias, Europa sigue siendo un modelo de éxito. 
Como sucedió con la bíblica multiplicación de los panes y los peces, la Unión Europea (UE) es hoy un club mucho más nutrido, relevante y potente que la Comunidad Europea de hace 40 años.
La Unión de hoy triplica a la Comunidad de entonces en número de Estados miembros socios del proyecto, que han pasado de nueve a 28. La duplica en habitantes, que han aumentado de 259 millones a 508 millones. 
 Y la multiplica por 16 en el tamaño de su economía: de 900.340 millones de euros en 1975 a 14’6 billones en 2015 (PIB en términos corrientes). 
 Incluso sus peores fracasos políticos pueden leerse como el envés de sus logros.
 Si el Reino Unido sufre más que nunca la tentación separatista, también sigue activada la pulsión atractiva del proyecto, puesto que muchos vecinos pretenden integrarse.

Si de puertas adentro crece el euroescepticismo, de puertas afuera otros países pugnan por asociarse entre sí mediante acuerdos regionales comerciales (Pacífico) o imitando el modelo de integración europeo (Mercosur).
 Si los Veintiocho han sido egoístas e inoperantes en el manejo del gran flujo de refugiados de las guerras de Siria y Libia en busca de asilo, sería iluso olvidar la obviedad de su causa.
 Que la Unión ha sabido garantizar a sus ciudadanos seis decenios de paz, su (cumplido) objetivo principal.
Además de por la paz, Europa es objeto del deseo por la prosperidad (y su reparto), que se contagia a quienes se incorporan. La UE es desigual. 
Mientras que la diferencia entre el Estado más próspero y el más pobre de los EE UU es del doble, el abismo entre Luxemburgo y Bulgaria es de casi seis veces.
 Pero ello deriva de la continuada absorción de miembros
. El grueso de los ingresados este siglo ostentaba en la fecha de su incorporación un PIB per cápita cercano a un tercio de la media.

Conviene interrogarse
sobre si podrá en el futuro
incrementar o mantener
sus logros del pasado

Winona Ryder: “Vuelvo al lugar que me corresponde”......................................... Rocío Ayuso

Tras dos años de retiro voluntario, la actriz regresa con la serie de Netflix ‘Stranger Things’.

Winona Ryder en el desfile de Marc Jacobs el pasado septiembre. CORDON PRESS / TRÁILER 'STRANGER THINGS'

Desde el momento en el que Winona Ryder abre la puerta para conversar con EL PAÍS, una ráfaga de nostalgia sabor años ochenta llena la habitación.
 La chica que solía usar botas Dr. Martens y tenía un aire gótico que enamoró Johnny Depp apenas ha cambiado
. "Me lo dicen mucho. Es agradable escuchar algo así. Pero, bueno...", suspira agradecida.
 Tampoco ha cambiado su tono de voz suave, como un susurro, que acompaña a sus ojos expresivos. Ryder, a sus 44 años, es la misma intérprete que con 17 años ya había conquistado Hollywood como musa de Tim Burton.
 Es la misma pero a la vez una mujer nueva, esa que sin pesares ni arrepentimientos confiesa que ha vivido
. "Y es toda una liberación, porque finalmente interpreto mujeres de mi edad.
 Me encuentro en el lugar que me corresponde", afirma la protagonista de Inocencia interrumpida (1999).
 Liberada pero, como siempre, tímida, porque Winona Ryder encontró la fama pero nunca la buscó.
Y esa dualidad la ha acompañado toda su carrera, en los momentos de gloria, en los de vergüenza ajena y en los que ahora disfruta, volviendo a aquello que más le gusta, la interpretación.

Desde el momento en el que Winona Ryder abre la puerta para conversar con EL PAÍS, una ráfaga de nostalgia sabor años ochenta llena la habitación.
La chica que solía usar botas Dr. Martens y tenía un aire gótico que enamoró Johnny Depp apenas ha cambiado.
 "Me lo dicen mucho. Es agradable escuchar algo así. Pero, bueno...", suspira agradecida.
 Tampoco ha cambiado su tono de voz suave, como un susurro, que acompaña a sus ojos expresivos. Ryder, a sus 44 años, es la misma intérprete que con 17 años ya había conquistado Hollywood como musa de Tim Burton.
  Es la misma pero a la vez una mujer nueva, esa que sin pesares ni arrepentimientos confiesa que ha vivido.
"Y es toda una liberación, porque finalmente interpreto mujeres de mi edad.
 Me encuentro en el lugar que me corresponde", afirma la protagonista de Inocencia interrumpida (1999). Liberada pero, como siempre, tímida, porque Winona Ryder encontró la fama pero nunca la buscó.
Y esa dualidad la ha acompañado toda su carrera, en los momentos de gloria, en los de vergüenza ajena y en los que ahora disfruta, volviendo a aquello que más le gusta, la interpretación.
El regreso de la última inspiración del diseñador Marc Jacobs se titula Stranger Things, una serie de Netflix donde interpreta a una madre trabajadora cuyo hijo desaparece súbitamente.
 La ficción ambientada en los años ochenta supone el vehículo que pondrá de nuevo a la actriz en el punto de mira.
 "Necesitaba tomarme un tiempo, poner mis pensamientos en orden, desenchufarme de todo y buscar otras cosas", confiesa la dos veces candidata al Oscar por La edad de la inocencia (1993) y Mujercitas (1994).
Estos dos últimos años en San Francisco los pasó estudiando Lingüística y Etimología.
 También fue oyente en las clases de Noam Chomsky en Berkeley
. "Con mis contactos tengo la suerte de asistir sin estar matriculada", ríe bribona la ahijada del escritor Timothy Leary que contaba con Allen Ginsberg o Lawrence Ferlinghetti como amigos de la familia.

Tiempo de reflexión

Además, aprovechó su retiro temporal para ver cine, mucho cine, "hasta 500 veces la misma película", recuerda. De Audrey Hepburn, Katharine Hepburn, Bette Davis, Gena Rowlands. "Papeles de mujeres rotas", apunta mientras añade que son sus preferidas.
 En este lapso ausente tuvo tiempo para disfrutar de su relación con el diseñador de moda Scott Mackinlay Hahn.
 "Llevo seis años muy felices", dice la estadounidense que por lo general es reservada con su vida privada.
 También fue un buen momento para reflexionar sobre sus años junto a Depp que como dice no tienen nada que ver con las acusaciones de abuso que pesan contra el actor.
 "No acabo de entenderlo", afirma confusa.
 "Lo nuestro fue hace mucho, mucho, tiempo y con ello no quiero ni desvirtuar la relación, que fue muy especial, ni aprovecharme de ella", antecede a su respuesta.
 "Pero yo solo conozco en Johnny a un tipo muy bueno, decente y maravilloso", le defiende.

 Volviendo al presente, Ryder no puede sentirse más satisfecha con su trabajo actual. 

Da igual que sea en televisión y parte de un reparto múltiple donde no se siente estrella. 

"Sé que es difícil de entender pero nunca quise ser el centro de atención. 

No me quejo y solo puedo dar las gracias por las oportunidades que he tenido en mi carrera, pero la fama te aísla.

 La presión me pudo cuando tenía 20 años. Ya me lo advirtieron y no lo entendí.

 Y mis 30 fueron años muy extraños, en eso estoy de acuerdo -acepta en una velada alusión al arresto y posterior juicio que vivió tras robar en unos grandes almacenes de lujo-. No quiero decir que saliera quemada pero lo que es cierto es que con la edad uno acaba sintiéndose más cómodo en su propia piel".

Un esfuerzo de titanes...................................................................Juan José Millás.



E S EVIDENTE que la cabeza humana está mal hecha, ya que no caben en ella todos los símbolos patrios.
 Ahí vemos el tricornio y la bandera, sí, pero dónde colocar la peineta, dónde la mantilla, dónde la bailarina flamenca, dónde el legionario con la camisa abierta, dónde la cabra, dónde la Virgen de la Macarena, por poner solo unos ejemplos.
 Estas son las cosas que le hacen dudar a uno de la existencia de Dios.
 De acuerdo en que cuando creó al hombre España no existía, pero debería haber imaginado que era una cuestión de tiempo.
 Entonces, ¿qué hacer cuando asistes a un partido de fútbol de la selección en el extranjero? ¿Con qué criterio eliges un tricornio, lo que implica arrinconar la montera del matador de toros? ¿No habría sido más lógico que, a los españoles por lo menos, nos hubiera creado con dos cabezas, incluso con dos cuerpos para ir simultáneamente de bailaor y de banderillero?
Hay países que se conforman con un símbolo. Estados Unidos tiene el dólar. Los suizos, el reloj de cuco. Los franceses, el queso camembert.
 Con esa simpleza carece de mérito desplazarse por el mundo. 
No tienes ni que facturar el equipaje porque te cabe todo, incluso las ideas, en una bolsa.
 Pero representar a España por ahí fuera requiere un esfuerzo de titanes, sobre todo cuando la tienes que representar en un estadio de fútbol, donde hay cientos de cámaras de televisión buscando el atuendo más étnico. 
No digamos si a lo netamente español, como lo señalado, te da por añadir la simbología de nacionalidades históricas tipo Cataluña o País Vasco.
 Un sinvivir, no me digas que no.
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Luis Sevillano
COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS