Después de
Eastwood, Scorsese y Almodóvar, la actriz será la primer mujer que
recibe el premio Lumière.
Otro reconocimiento más a una larga
trayectoria que sigue siendo intachable.
Catherine Deneuve, en el Festival de Cannes de 2015.
Catherine Deneuve será la próxima destinataria del premio Lumière,
que concede cada mes de octubre el festival del mismo nombre,
considerado el principal certamen de cine clásico en el mundo.
Auspiciado por el cineasta Bertrand Tavernier y el poderoso director artístico del Festival de Cannes, Thierry Frémaux,
el certamen se celebra desde 2009 en Lyon, la ciudad donde los hermanos
Lumière inventaron el cine. Deneuve, de 72 años, será la primera actriz
que reciba el premio, que ya tienen cineastas como Clint Eastwood,Quentin Tarantino, Martin Scorsese y Pedro Almodóvar.
“Ha tenido una carrera inmensa y es una mujer que ha seguido siendo
misteriosa y moderna”, explicó Frémaux al anunciar el premio.
Catherine Deneuve será la próxima destinataria del premio Lumière,
que concede cada mes de octubre el festival del mismo nombre,
considerado el principal certamen de cine clásico en el mundo. Auspiciado por el cineasta Bertrand Tavernier y el poderoso director artístico del Festival de Cannes, Thierry Frémaux,
el certamen se celebra desde 2009 en Lyon, la ciudad donde los hermanos
Lumière inventaron el cine. Deneuve, de 72 años, será la primera actriz
que reciba el premio, que ya tienen cineastas como Clint Eastwood,Quentin Tarantino, Martin Scorsese y Pedro Almodóvar. “Ha tenido una carrera inmensa y es una mujer que ha seguido siendo
misteriosa y moderna”, explicó Frémaux al anunciar el premio.
Si se ha hecho una excepción con ella, tal vez sea porque su
trayectoria se asemeja a la de un cineasta. Esa es, por lo menos, la
teoría del director Arnaud Desplechin, autor de la recién estrenada Tres recuerdos de mi juventud
y que ha dirigido a Deneuve en dos ocasiones. “Cuando veo todas sus
películas, descubro en ellas un rasgo singular, que no podría conferir a
otros intérpretes: existe en ellas un gesto de autor”, le dijo en una
entrevista conjunta en 2010. Desplechin también la bautizó como “el Bob
Dylan francés” por su tendencia a reinventarse continuamente, en lugar
de dormirse en los laureles de sus éxitos pasados.
¿Por qué suceden todas estas atrocidades contra las mujeres en el
planeta? La respuesta es simple: porque no se toman en serio este lento,
silencioso genocidio.
Debo confesar que a veces me siento incapaz de afrontar algunas
noticias. Por ejemplo, me he pasado unos cuantos días huyendo de un
suceso atroz: una mujer quemada viva en Pakistán por no querer casarse. No leer la información, no enterarme de los detalles, olvidar que ha
sucedido. Eso es lo que intenté. Cobarde, lo sé, pero a veces me parece
que no puedo con el peso del horror del mundo. Pero, claro, el horror es
tenaz, redundante. Una semana después de esa noticia que procuré evitar
llegó otra aún más sobrecogedora: Zeenat Bibi, una adolescente de 17
años, fue rociada con queroseno por su madre y quemada viva en Lahore
por casarse sin el permiso familiar. Y ahí ya no pude seguir corriendo por delante de mis miedos y me
empapé de todos los pormenores, tanto de este crimen como del anterior. La chica asesinada días antes era una profesora de 19 años que se negó a
casarse con el hijo del dueño de la escuela en la que trabajaba. Así
que llegaron cinco hombres, la torturaron y luego la quemaron viva. Era
gente instruida y sucedió en Murree, cerca de la capital, no en un
rincón remoto del país. Son los llamados crímenes de honor y son muy comunes en el
sur de Asia. Según la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, tan sólo
en ese país y en 2015 murieron 923 mujeres por medio de horrendas
ejecuciones de este tipo. Siempre brutales, porque son didácticas:
quieren implantar el terror en las demás mujeres y obligarles así a ser
esclavas. La foto que acompañaba la noticia del asesinato de Zeenat Bibi
era espeluznante: un rellano de escalera totalmente negro, calcinado,
con briznas de sustancias achicharradas pegadas al suelo.Y dos crías de unos ocho años mirando el lugar de la pira con ojos
redondos y espantados, unos ojos demasiado adultos para ser tan niñas. Así van aprendiendo, así se van domando, hasta llegar a ser las
ejecutoras de su propio tormento, como la madre que echó el queroseno
sobre Zeenat (pero varios hombres de la familia sujetaban a la chica), o
como esas otras madres que les cortan el clítoris a sus niñas (ellas
también están rebanadas, por supuesto). De todos es sabido que los
individuos verdaderamente oprimidos son los primeros en defender los
valores que los esclavizan, porque les han arrebatado incluso la
libertad esencial de pensar distinto.Hay una directora de cine paquistaní, Sharmeen Obaid, que ganó su
segundo Oscar por un documental sobre una de las víctimas de este
horror. Tras el éxito en el extranjero de la película, el primer
ministro de Pakistán prometió combatir esta barbaridad, pero aún no ha
hecho nada. Y esa es la clave de la cuestión: ¿por qué suceden todas
estas atrocidades contra las mujeres en el planeta? Las niñas y mujeres
secuestradas, rociadas con ácido, quemadas vivas, lapidadas, mutiladas,
azotadas, apuñaladas, apaleadas, torturadas, violadas y asesinadas a lo
largo y ancho de este espantoso mundo… La respuesta es simple: les hacen
eso porque pueden. Porque no hay leyes suficientes, y si las hay no se
aplican con celo. Porque los organismos internacionales no se toman en
serio este lento, silencioso genocidio. Porque los Gobiernos mundiales
están enseguida dispuestos a negociar con terroristas (como los
talibanes, por ejemplo) aunque para ello condenen a todas las mujeres de
la zona a un horrible martirio. El tema de la seguridad de las mujeres,
una seguridad tan básica como el derecho a no ser quemada viva por no
querer casarse, nunca está sobre la mesa de los negociadores, nunca es
prioritario. Nunca hay embargos comerciales por la tortura y esclavitud
de la mitad femenina de la población (sí los hubo, sin embargo, cuando
se trataba de una mitad de negros, por ejemplo). Estoy cansada, estoy espantada. En el crecimiento del islam más
retrógrado veo cómo se consolida la opresión de las mujeres, cómo
aumenta la crueldad. Y en el miedo de Occidente a la radicalización
terrorista preveo nuevas concesiones en materia de derechos humanos. Una
vez más la libertad de las mujeres será moneda barata para pagar
acuerdos. No podemos permitirlo. No podemos cerrar los ojos, como yo
intenté hacer en mi desconsuelo. Hay que reaccionar, organizarse,
exigir. Hacer algo.
Aparte de resultarme estomagantes, siempre he desconfiado de los cursis,
lo mismo que de los melodramáticos, los histéricos, los quejumbrosos.
Por frívolo que suene en esta época plagada de injusticias, el estilo
cuenta e influye
. Desde que hace mucho volvieron a proliferar los
mendigos, uno se ve abordado por tantos en cualquier trayecto que no le
queda sino “elegir” a cuáles ayuda, ya que a todos sería imposible.
Me
doy cuenta de que no me acabo de creer a los más chillones y exagerados,
a los que están de rodillas o tirados, entonando una letanía de
desdichas de forma machacona.
Lejos de mí suponer que mienten, pero sus
aparatosas escenificaciones me son contraproducentes, y me siento más
inclinado a rascarme el bolsillo ante aquellos más pudorosos y sobrios,
los que conservan un ápice de entereza o de picardía en medio de su
infortunio.
De hecho me conmueven más los que no se esfuerzan por
lograrlo que los aspaventeros que proclaman su desesperación.
Otro tanto
sucede con las imágenes de los refugiados por toda Europa: los hay muy
dignos y pacientes, que piden con tono y gesto serenos, y sus miradas
ensimismadas y tristes apelan a nuestra compasión con mayor eficacia
(sigo hablando por mí) que los desgarrados aullidos de otros, que los
arrebatados y exhibicionistas.
No digo que éstos no padezcan, claro,
pero, al no tener reparo en explotar su padecimiento, consiguen que, aun
siendo verdadero, parezca falso, una suerte de representación
. En suma,
cuanto más grita alguien “Ay ay ay qué dolor”, más tiende uno a pensar,
quizá injustamente: “Ya será para menos”.
Tengo observado que los cursis no sólo resultan empalagosos, sino que
con frecuencia esconden a individuos aviesos, sin apenas escrúpulos
. En
el articulismo es muy detectable.
Los prosistas capaces de las más
lacrimosas ñoñerías suelen ser también los que se muestran más soeces,
mezquinos y zafios, según les pille el día.
A veces alcanzan una
inverosímil mezcla de las dos cosas, grosería y edulcoramiento
. Son los
que escriben necrológicas dirigiéndose al muerto, más ocupados en que se
vea lo destrozados que están ellos que en hacer el elogio del
fallecido
. O bien en relatar cuánto los apreciaba el difunto de turno
(“Me dio un premio”, “Me felicitó por mi obra”, cosas así).
Hoy hay elecciones, y una posible manera de orientarse a la hora de
votar, más allá de las ideologías, es fijarse en los estilos, en esa
cursilería y ese dramatismo de los que vengo hablando, en la falta de
sobriedad.
Creo que Rajoy y su partido aprendieron hace ya años la
lección de lo contraproducente, cuando el aún Presidente imaginó a una
tierna niña a la que deseaba toda suerte de males (los que él trajo en
cuanto tuvo el poder), y eso se le volvió en contra con gran virulencia.
Todavía no han aprendido esa lección, en cambio, los representantes de
Unidos Podemos, a los que no se les ha ocurrido otra ñoñez que poner en
su logo un corazonzuelo con colorines, hablar de “sonrisas” y decir que
“nosotros nos tocamos mucho, nos queremos” (¡aargg!, como se leía en los
antiguos tebeos)
. Claro que todo esto poco tiene de sorprendente si se
recuerda el texto de su gran mentor Monedero ante la agonía de Hugo
Chávez: “He amanecido con un Orinoco triste paseándose por mis ojos”.
No quiero sacar conclusiones, y siempre hay excepción a la regla, pero
la experiencia me ha enseñado que las personas capaces de expresarse tan
impúdicamente (“Mírenme qué sensible y poético soy, mírenme cómo lloro y
me estremezco y vibro”) a menudo también lo son de la más absoluta
falta de piedad.
La niña de Rajoy y los Orinocos de Monedero son dos
caras de la misma moneda, a mi parecer. Y, siento decirlo, pero al oír o
leer estas sensiblerías, no puedo nunca dejar de acordarme del monólogo
del futuro Ricardo III en Enrique VI de Shakespeare, sobre
todo de los siguientes fragmentos:
“Vaya si sé sonreír, y asesinar
mientras sonrío; y lanzar ¡bravos! a lo que aflige mi corazón; y
humedecer mis mejillas con lágrimas artificiales. Ahogaré a más marinos
que la Sirena; mataré a más mirones que el basilisco; engañaré con más
astucia que Ulises.
A mi lado le faltan colores al camaleón, y el
criminal Maquiavelo es un aprendiz. Y si sé hacer todo esto, ¡quia!,
¿cómo no voy a arrancar una corona?”
A simple vista salta lo que tienen en común. NO HAY MUJERES ni juegan el mundial ni son Arbritos ni nada y los candidatos son tb solo Hombres.....la figura de la mujer no es que se vea a través de un techo de cristal, no, es que no hay. Una Presidenta mujer no, no la hay. Si la hubiera o hubiese una sola se vería rapidamente descalificada. Como el Padre Angel que está en los cielos y que hace todo para sus pobres y le preguntan por un sacerdocio femenino y dijo una frase enigmática pero en conclusión es que no hay mujeres sacerdotes porque no. Los descalificativos son diferentes para hombres y para mujeres. No los voy a repetir porque bastante se ceban los hombres con las mujeres, y ni es bonito ni es bueno. Los hombres son corruptos inútiles, y todo lo que se les pueda descalificar por sus obras. De las mujeres siempre el resultado va a ser que son.......eso que es lo que conocen muy bien los hombres. Y desgraciadamente la violencia machista por lo bajo siempre dicen "Algo haría"..... En fin, que si quiero ser Presidenta de Gobierno o Portera de futbol......pues me tendría que aguantar porque los balones de Cristiano o de Ramos o Casillas o Busquets me los tirarian directamente a la cara....