El debate electoral del lunes, visto por los lectores de EL PAÍS.
. Y eso gracias a que fueron preguntados directamente por Ana Blanco.
Sólo dos de ellos contestaron a la pregunta (10 segundos para cada uno).
Cuatro eran los candidatos y, curiosamente, los cuatro varones, deben ignorar que la mitad del planeta son mujeres con unos problemas claramente diferenciados, pero que a todos deberían afectar por igual.— César Reglero Campos. Roda de Bará (Tarragona).
Veinte segundos dedicados a la violencia de género no parece ser
indicativo de una gran preocupación de los candidatos por un tema tan
terrorífico. Y eso gracias a que fueron preguntados directamente por Ana
Blanco
. Sólo dos de ellos contestaron a la pregunta (10 segundos para cada uno). Cuatro eran los candidatos y, curiosamente, los cuatro varones, deben ignorar que la mitad del planeta son mujeres con unos problemas claramente diferenciados, pero que a todos deberían afectar por igual.— César Reglero Campos. Roda de Bará (Tarragona).
El candidato Rajoy entró haciendo gala del tan proclamado por él, “síndrome de Adán”; varias veces dijo que “gobernar es difícil”, así como si fuese el primero que ha gobernado un país.
Ante los intentos de ruborizarle por parte de Sánchez, Iglesias y Rivera, quedó indemne, no por el escaso grueso de los hechos, sino porque parecen no afectarle.
Cualquier gobernante japonés, hubiera abandonado el atril sumido en un mar de lágrimas; en cambio, el candidato popular, permítanme, sorteó a los tres espadas y, salió por la “Puerta Grande”.— José Solano Martínez. Cartagena (Murcia).
Así se presentaron los candidatos en el debate a cuatro
. Tres de ellos —Iglesias, Sánchez y Rivera— con la lección de sus asesores aprendida e incapaces de salirse del guión.
Y Rajoy con la intención de revisar su examen al objeto de subir nota.
Nada más. Ni vencedores ni vencidos
. Ni debate, ni proyectos de futuro serios para nuestro país. Sólo monólogos, que únicamente dieron paso a algún tic partidista si se tocaban temas sensibles
. Lo demás esperable y sabido.
El profesor Rajoy sólo titubeó con la corrupción, Sánchez fue incapaz de superar el no de Iglesias a su investidura, Albert ha corregido errores y se muestra como un chico bueno y voluntarioso, y Pablo —ya era hora— ha abandonado el tono populista, aunque le sigue costando mostrarse convincente en su programa económico.
Llegaban con el objetivo de movilizar al 30% de indecisos, y es probable que a estas horas seamos muchos más.
Los que sí movilizaron al espectador fueron los moderadores.
Mi voto para ellos. Otra oportunidad perdida.— Luis Alberto Rodríguez Arroyo. Santo Tomás de las Ollas (León).
. Sólo dos de ellos contestaron a la pregunta (10 segundos para cada uno). Cuatro eran los candidatos y, curiosamente, los cuatro varones, deben ignorar que la mitad del planeta son mujeres con unos problemas claramente diferenciados, pero que a todos deberían afectar por igual.— César Reglero Campos. Roda de Bará (Tarragona).
El candidato Rajoy entró haciendo gala del tan proclamado por él, “síndrome de Adán”; varias veces dijo que “gobernar es difícil”, así como si fuese el primero que ha gobernado un país.
Ante los intentos de ruborizarle por parte de Sánchez, Iglesias y Rivera, quedó indemne, no por el escaso grueso de los hechos, sino porque parecen no afectarle.
Cualquier gobernante japonés, hubiera abandonado el atril sumido en un mar de lágrimas; en cambio, el candidato popular, permítanme, sorteó a los tres espadas y, salió por la “Puerta Grande”.— José Solano Martínez. Cartagena (Murcia).
Así se presentaron los candidatos en el debate a cuatro
. Tres de ellos —Iglesias, Sánchez y Rivera— con la lección de sus asesores aprendida e incapaces de salirse del guión.
Y Rajoy con la intención de revisar su examen al objeto de subir nota.
Nada más. Ni vencedores ni vencidos
. Ni debate, ni proyectos de futuro serios para nuestro país. Sólo monólogos, que únicamente dieron paso a algún tic partidista si se tocaban temas sensibles
. Lo demás esperable y sabido.
El profesor Rajoy sólo titubeó con la corrupción, Sánchez fue incapaz de superar el no de Iglesias a su investidura, Albert ha corregido errores y se muestra como un chico bueno y voluntarioso, y Pablo —ya era hora— ha abandonado el tono populista, aunque le sigue costando mostrarse convincente en su programa económico.
Llegaban con el objetivo de movilizar al 30% de indecisos, y es probable que a estas horas seamos muchos más.
Los que sí movilizaron al espectador fueron los moderadores.
Mi voto para ellos. Otra oportunidad perdida.— Luis Alberto Rodríguez Arroyo. Santo Tomás de las Ollas (León).
Estuvieron todo el día hablando de cómo iba a ir vestido en vez de intentar dilucidar cuáles serían sus argumentos para defender el programa de Podemos.
¿Llevaría corbata? ¿Se pondría vaqueros? ¿Se soltaría la coleta? ¿Luciría camisa de Alcampo? A falta de mujeres en el debate, Iglesias se ha convertido en el nuevo florero-objeto del papel couché. ¡Felicidades!
¡Ya le falta menos para entender a qué nos enfrentamos —todos los días— las mujeres profesionales!— Adela Estévez Campos. Madrid.