Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 jun 2016

Muere la cantante de ‘The Voice’ Christina Grimmie tras recibir varios disparos en un concierto

El presunto autor de los disparos se quitó la vida tras tirotear a la artista.

Christina Grimmie, en una actuación en marzo. Katie Darby AP EL PAÍS VÍDEO
La cantante estadounidense Christina Grimmie, conocida por su intervención en el popular programa de televisión The Voice, recibió varios disparos en la noche del viernes al finalizar uno de sus conciertos en Orlando (Florida, EE UU).
 Tras ser trasladada a un hospital en estado crítico, Grimmie falleció al poco de ingresar, según fuentes policiales.
 El presunto autor de los disparos se quitó la vida tras tirotear a la artista.
El suceso tuvo lugar en el Teatro The Plaza Live, en Orlando, cuando la cantante protagonizaba un espectáculo junto la banda Before you Exit.
 El incidente ocurrió alrededor de las 23.00, hora local (05.00, hora peninsular española) en uno de los teatros más antiguos de la ciudad.

Según dijeron varios testigos a medios locales, escucharon cuatro o cinco disparos al final de la actuación, cuando el público estaba saliendo del recinto y algunos trataban de ir a bastidores para encontrarse con la artista. Grimmie, de 22 años, también era conocida por su intensa actividad en la plataforma Youtube, y participó en el famoso programa televisivo The Voice en 2014, terminando en tercer lugar.
"Con profundo pesar, confirmamos que Christina Grimmie ha muerto a causa de sus heridas", ha indicado en su cuenta de Twitter la policía de Orlando
. Su publicista, Heather Weiss, ha pedido en un comunicado que "se respete la intimidad de su familia y amigos", tras confirmar la muerte de la cantante.

 

¿Por qué el cerebro nos engaña?....................................................... Laura Delle Femmine

Nuestra mente nos hace trampas a la hora de tomar decisiones económicas.

 
Hombre escribiendo con una pluma conectada al cerebro. CORBIS
Te dan 100 euros y la opción de guardarlos o apostarlos.
Si aceptas el reto, se lanza una moneda. Si sale cara, pierdes 100 euros y si sale cruz, ganas 250.
 El juego prevé 20 turnos. ¿Te atreves? Aunque es mucho más probable que aceptando el desafío se acabe obteniendo una cantidad superior al importe inicial, aquellos que prefieran no arriesgarse pueden ampararse detrás de una justificación algo insólita, pero totalmente verídica:
 "Mi cerebro me ha engañado".
 
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Hombre escribiendo con una pluma conectada al cerebro. CORBIS
Te dan 100 euros y la opción de guardarlos o apostarlos. Si aceptas el reto, se lanza una moneda. Si sale cara, pierdes 100 euros y si sale cruz, ganas 250. El juego prevé 20 turnos. ¿Te atreves? Aunque es mucho más probable que aceptando el desafío se acabe obteniendo una cantidad superior al importe inicial, aquellos que prefieran no arriesgarse pueden ampararse detrás de una justificación algo insólita, pero totalmente verídica: "Mi cerebro me ha engañado".
Matteo Motterlini, profesor de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Milán y director del instituto Cresa (Centro de Investigación en Epistemología Experimental y Aplicada), utiliza este sencillo ejemplo para explicar que “la mayoría de las personas —el 60% de los encuestados— se porta de manera irracional, ya que prefiere ganar menos para evitar pérdidas potenciales”
. El docente —que se dedica al estudio de la neuroeconomía, un campo que combina disciplinas como la neurología, la economía y la psicología— detalla que, si sólo tuviéramos la corteza prefrontal, donde residen las facultades cognitivas superiores que nos diferencian de los demás mamíferos, reflexionaríamos de manera totalmente fría y calculadora y el modelo económico neoclásico funcionaría a la perfección.
 “Pero no es así”, concluye.
 Las neuronas nos convierten en títeres de las emociones que han desencadenado, inconscientemente, frente a una determinada situación.

Un test para dominar la mente

Para echar una mano a nuestros cerebros, la gestora de activos Schroders en colaboración con el instituto Cresa ha fabricado el primer test del “inversor consciente”, dirigido a clientes y profesionales del sector financiero del mercado italiano y disponible en la página Investimente.it.
 El cuestionario tiene el objetivo de definir el perfil de cada inversor a la hora de tomar una decisión económica y clasificarlos en base a cómo gestionan su emotividad.
Los resultados evidencian que la “trampa” más común maquinada por el cerebro se asocia a la llamada “mordida de serpiente”, es decir la aversión al riesgo causada por una perdida elevada sufrida en alguna operación anterior
. Le sigue la tendencia a vender demasiado pronto las inversiones que están dando ganancias y demasiado tarde las deficitarias, con la esperanza de que se recuperen.
Las otras zancadillas de la mente más típicas se refieren a la tendencia a privilegiar los títulos familiares, es decir los procedentes del mercado nacional, y el “efecto manada”, que implica seguir determinados comportamientos por emulación o contagio, tanto cuando el mercado está al alza como cuando está a la baja.
 Por otro lado, el principal engaño que afecta a los profesionales del sector es el exceso de confianza, que lleva a desestimar las señales negativas y sobrestimar las positivas.
Un ejemplo claro lo ofrece el funcionamiento de la amígdala, una especie de pequeña almendra empotrada en las profundidades del cerebro donde se almacena la memoria emocional del miedo.
 Un estudio realizado por el Cresa y publicado en el Journal of Neuroscience en 2013 ha demostrado que las personas que tienen un mayor volumen de materia en este núcleo sienten más aversión hacia la pérdida de dinero.
 “Es una característica innata y tan antigua que se remonta a por lo menos hace 40 millones de años, antes de que los monos capuchinos y el hombre se diferenciaran de su ancestro común”, explica Motterlini.
 Exactamente como el ser humano, también los primates domesticados al uso de dinero sufren más por una pérdida monetaria de lo que se alegran por una ganancia.
 Para reencontrar el equilibrio, hace falta que consigan una cantidad de entre 2,25 y 2,50 veces superior a lo que les ha sido quitado.
Así, cada vez que tenemos que tomar una decisión se activan zonas diferentes del cerebro.
 “Existe una parte de recompensa cerebral y otra de aversión al peligro o al riesgo”, explica el neurólogo Pedro Bermejo, fundador de ASOCENE (Asociación Española de Neuroeconomía).
 “Si por ejemplo vamos a un sitio con refill de bebida, la primera que consumimos la asociamos con una recompensa, pero a la cuarta la percepción ya no es la misma: nuestra corteza cerebral, la parte racional, nos dice que ya no tomemos”, continua.
¿Pero, podemos prevenir los engaños de la mente? La respuesta es muy socrática: conócete a ti mismo.

Cómo defenderse de las trampas del cerebro

El cerebro ya tiene “programadas” unas trampas que se activan automáticamente y se interponen entre nosotros y nuestras decisiones
. Por ejemplo, preferimos un alimento light al 95% antes que uno con el 5% de grasa, estamos más dispuestos a gastarnos cinco billetes de 10 que uno de 50 y tratamos de manera diferente la paga extra al sueldo mensual.
 Es algo que no podemos evitar, pero sí intentar controlar.
 El libro de Matteo Motterlini Trampas mentales: cómo defenderse de los engaños propios y ajenos (Paidós, 2010) identifica las principales zancadillas de nuestro cerebro y nos proporciona un decálogo para defendernos de nosotros mismos.
Probamos más dolor al perder dinero que alegría al ganar la misma cantidad 
En primer lugar, no hay que procrastinar la inversión de nuestros ahorros, ni meterlos todos en títulos “cercanos”, como la empresa donde trabajamos, creyendo que al ser un entorno familiar será más seguro.
 Tampoco hay que buscar una rutina a hechos aleatorios y creer que el futuro es igual al reciente pasado, así como apostar por activos que anteriormente tuvieron resultados excepcionales pensando que seguirán por la misma senda
. Intentemos también no “invertir como los monos”, es decir vender demasiado pronto los activos que nos dan rendimiento y mantener durante demasiado tiempo los que están en negativo para prevenir el sufrimiento causado por las pérdidas
. Pero tampoco actuemos como “ovejas” y sigamos lo que hacen los demás
. Estar siempre pendiente de los rendimientos de nuestros ahorros tampoco sirve, no ganaremos más estresándonos delante de los números.
 No nos olvidemos por otro lado de que no podemos controlar los eventos ni culpar a las circunstancias de todas nuestras derrotas.
 Así no aprenderemos de las experiencias. Por último, Motterlini aconseja que no subestimemos este decálogo, aunque sabe que lo haremos: nunca lograremos anular del todo los engaños de la mente.

Aprender de las emociones

Aldo Rustichini, profesor de Economía en la Universidad de Minnesota, se dedica al “núcleo duro” de la neuroeconomia, esa rama que trabaja con “el rigor matemático” para encontrar una base teórica a los modelos empíricos ya estudiados.
 “Es como pretender pasar de la astrología a la astronomía”, ejemplifica el investigador.
Rustichini ha realizado estudios para averiguar el papel jugado por las hormonas a la hora de invertir: “La testosterona aumenta la agresividad y el riesgo que los agentes son dispuestos a asumir”.
 Estos comportamientos, puestos en cuestión sobre todo después del estallido de la crisis financiera, pueden tener una doble lectura a los ojos del docente: 
“No hay que olvidar que, sin atrevimiento, quizás nunca nadie hubiese cogido tres barcos para cruzar el Atlántico sin saber lo que se iba a encontrar”, matiza.
Para el investigador, las emociones son sede de racionalidad de las que se puede aprender. "He intentado demonstrar que envidia o remordimiento son muy útiles desde el punto de vista del aprendizaje
 Tomamos muchas decisiones sobre una base emotiva, pero no irracional", comenta.
— ¿Existe el agente económico perfecto?
— Sí, y combina grandes emociones y gran racionalidad. Hay pocos. Y se han hecho riquísimos

 

Esclavos de las compras............................................... Laura Delle Femmine

La adicción al consumo no está incluida en los manuales de diagnostico de trastornos mentales.


Una multitud se va de compras con edificios al fondo. iStock
“Oniomanía” viene del griego antiguo onios —“lo que está en venta”—, y mania —“locura”—. Este término, inventado a finales del siglo XIX, ha sido reemplazado por definiciones más intuitivas como “adicción a las compras” o “compras compulsivas”.
 Pero la esencia se mantiene: falta de control frente al consumo, un trastorno que en su forma más grave afecta a entre el 3% y el 7% de la población, según diversos estudios.
Ansiedad, insatisfacción, falta de autocontrol y sentido de culpa son algunos de los rasgos distintivos de las personas que padecen este desorden, cuyos síntomas fueron descritos por primera vez por los psiquiatras Emil Kraepelin y Eugene Bleuler a finales de 1800.
 Pese a su temprano descubrimiento, el trastorno de compra compulsiva —compulsive buying disorder (CBD), en inglés—, no está catalogado como tal en los manuales de diagnóstico de desordenes mentales.
 Hasta los años ochenta, lo mismo ocurría con la ludopatía.
“Es un fenómeno que se estudia poco porque se tienen que dar muchos criterios juntos a la vez para poder hablar de compra compulsiva”, admite Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos y uno de los pioneros del análisis de este fenómeno
. Explica que la comunidad científica ha llegado a aceptarlo como un comportamiento anormal y patológico.
“Se describió como una adicción sin drogas, una adicción a un comportamiento como puede ser el sexo, el trabajo o Internet”, especifica, “que consiste en comprar de forma excesiva, hasta desembocar en problemas económicos o sociales”.
El impulso por comprar es insaciable e irrefrenable; da alegría y hace sentir bien.
 “Provoca excitación, tensión, placer”, enumera de la Gandara, quien explica que los casos patológicos son pocos y muy concretos, y van vinculados a problemas de ansiedad, trastornos de la personalidad y estrés.
 “En general, todos los pacientes presentan baja autoestima y compran como forma de evasión”, mantiene José Antonio Molina, doctor en psicología y autor del libro SOS... tengo una adicción (Pirámide).
 “Se sienten aburridos e insatisfechos y se autoengañan pensando que les vendría bien salir a comprar unos zapatos marrones, que se les subiría el ánimo”.
 Y así empieza el vórtice una y otra vez.
No importa cuánto gastemos; la literatura especializada no habla de una cifra o porcentaje concretos. Si, de manera constante y mantenida en el tiempo, sufrimos episodios incontrolables y muy intensos de compra que nos llevan a endeudarnos, tienen que sonar las alarmas.
“Adquirir cosas inútiles, que no empleamos, y luego arrepentirse de la compra son las primeras señales de alerta”, dice Javier Garcés, psicólogo experto en comportamiento del consumidor y presidente de la Asociación de estudios psicológicos y sociales.
 Explica que cuando la culpa desaparece, volvemos a caer en la trampa. Y cada vez queremos más. “No es muy diferente al alcoholismo”, señala.
Garcés fue uno de los autores del último estudio que se publicó acerca de este fenómeno en la UE, elaborado a través del Instituto Europeo Interregional de Consumo. 
 El informe, publicado hace una década, refleja que más de un tercio de la población comunitaria tiene “problemas de descontrol en la compra o en el gasto”, y que “un 3% llega a niveles que suelen considerarse patológicos”.
 Según el psicólogo, estas cifras siguen siendo representativas. El Hospital Universitario de Bellvitge, especializado en el tratamiento de esta patología, alertó sin embargo en 2014 de que entre un 6% y un 7% de la población de los países desarrollados sufre este desorden, que sigue creciendo año tras año.

¿Un fenómeno social?

De acuerdo con el estudio promovido por la UE, los jóvenes tienen un nivel mucho más alto de adicción a los estímulos de compra y hasta un 8% presenta comportamientos patológicos
. A diferencia de los adultos, aceptan de mejor gana los valores consumistas y son más vulnerables frente a “los mensajes que relacionan el dinero con la felicidad, el éxito social y el prestigio personal”.
 Un espejismo de lo que podría ser el futuro: el trastorno de compra compulsiva suele empezar a manifestarse en la adolescencia, pero los afectados tardan unos 10 años de media en reconocer su problema. “Normalmente, es cuando ya están quebrados”, garantiza Garcés.
Según el psicólogo, los compradores compulsivos no son más que la punta del iceberg de un fenómeno social que nos afecta a todos: el consumismo.
 Los estudios coinciden en que la mayoría de nuestras compras que no están planificadas, sino realizadas bajo impulso. 
Algo común y corriente que no tiene que despertar preocupaciones si se logra mantener el control.
 El psicólogo asegura sin embargo que el auge de los centros comerciales, la publicidad, las tarjetas y la frivolización del crédito han llevado a la impulsividad a cobrar otra dimensión.
 “La ideología de la sociedad de consumo es ‘compra y gasta para ser feliz’, y algunas persona por su naturaleza son más vulnerables”, recalca.
Javier Rovira, profesor de marketing de ESIC, admite que la publicidad y el marketing exacerban esta situación de consumo desenfrenado que ya a partir de la década de los ochenta empezó a imponerse como paradigma de vida. “Ya se cuestiona que tenemos más de lo que necesitamos, pero, sociológicamente hablando, es inevitable y va a seguir ocurriendo”.
 De la Gándara confirme que este mundo “es un hipermercado” y recuerda que la clave del consumismo es justo la creación de un sentimiento de insatisfacción. “Los seres humanos no sabemos elegir adecuadamente y leer la realidad
. Y es así que perdemos el control.

Cómo controlar las compras

José Antonio Molina, psicólogo experto en conductas adictivas, explica que el primer paso para tratar un trastorno de compra compulsiva es trabajar para que el paciente reconozca su problema.
 “Suele haber una negación”, asegura.
 Después, independientemente de si existen patologías añadidas que requieren curas farmacológicas, se va enseñando cómo hacer una compra controlada. Estas son las principales recomendaciones:
  1. Salir con el dinero medido
  2. Llevar siempre una lista de lo que vamos a comprar
  3. Confiar en un “tutor” —normalmente un familiar o amigo cercano— al que habrá que entregar los tiques de todas nuestras compras
  4. Aprender a demorar el impulso, por ejemplo si se nos ha olvidado algo en la lista tendremos que esperar hasta la siguiente salida para adquirirlo
  5. Evitar la exposición a estímulos —como centros comerciales o tener a mano la tarjeta de crédito— si nos sentimos débiles
Garcés recomienda llevarse siempre una libreta donde apuntar todos los pagos y, si no logramos dejar en casa la tarjeta de crédito, por lo menos envolverla en un papel o meterla en un sobre encima del cual apuntaremos todas las veces que la sacamos y cuánto nos gastamos con ella.
Molina explica que el tratamiento tiene que durar, al menos, un año.
 “Hay que acostumbrarse a comprar de forma relajada y eso no se aprende de un día a otro”, concluye. 

 



 

10 jun 2016

Denunciar el desastre, celebrar la belleza.............................................. Javier Rodríguez Marcos

Andrés Sánchez Robayna publica un amplia antología de sus obra con varios inéditos.

 

“Todo poema es una elegía".
Cuando Andrés Sánchez Robayna (Las Palmas, 1952) reunió hace más de una década todos sus libros de versos en el volumen En el cuerpo del mundo (Galaxia Gutenberg) y añadió una poética en la que se deslizaba esa frase no podía imaginar que la siguiente compilación de sus versos pondría a prueba tan rotunda idea.
 Sin embargo, la salida de imprenta de Al cúmulo de octubre. Antología poética 1970-2015 (Visor) coincidió con la muerte de su mujer. ¿Un hecho así pone a prueba lo que un poeta piensa de la poesía? “Es duro y el sentimiento de irrealidad es enorme”, explica Robayna por teléfono desde Tenerife,
“pero sigo estando de acuerdo con esa idea: nos estamos despidiendo continuamente.
 La poesía es un consuelo porque es un gran método de conocimiento del mundo: permite aceptar ciertas realidades sin racionalizarlas, empezando por la más severa, la muerte, que es algo que la razón no explica”.

La antología lleva un prefacio del poeta francés Yves Bonnefoy, todo un clásico vivo, que se abre con una pregunta: “¿qué esperamos hoy de los que escriben?”.
 La respuesta podría resumirse en dos frases: denunciar el desastre, celebrar la belleza
. “Hoy más que nunca hay que reivindicar la poesía.
 Si los políticos y los economistas fueran conscientes de que no solo somos seres racionales sino que tenemos una dimensión sensible, nuestra experiencia del mundo sería más completa”.
Al cúmulo de octubre resume 45 años de escritura que parten de la búsqueda de la pureza y desembocan en una meditación contaminada por las huellas del tiempo.
 Los inéditos de la antología, fragmentos de un largo poema en construcción, transitan el camino abierto en 2002 por El libro, tras la duna (Pre-Textos), que funciona como gozne en la obra de Robayna.
 “Allí toqué temas que antes no había abordado, como el mal o la historia
. Alguien dijo que la poesía da al hombre lo que la historia le niega, es decir, esperanza.
 Si nos atenemos a la historia, no cabe esperar mucho del género humano”.
Robayna explica que antes intentaba “destilar la palabra”; ahora busca “una palabra en el mundo. He ido de Mallarmé a Wordsworth y no al revés, que sería la secuencia histórica normal”.
 O sea, del simbolismo al romanticismo:
 “A los 20 años me obsesionaba la pureza del lenguaje, cuestionar el sentido de las palabras.
 Ahora busco una palabra no que esté más allá del lenguaje sino que hable, que trate de decir qué significa aquello que determina nuestra vida: el amor, la muerte, la experiencia del tiempo”.