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Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
11 jun 2016
¿Por qué el cerebro nos engaña?....................................................... Laura Delle Femmine
Nuestra mente nos hace trampas a la hora de tomar decisiones económicas.
Hombre escribiendo con una pluma conectada al cerebro. CORBIS
Te dan 100 euros y la opción de guardarlos o apostarlos.
Si aceptas
el reto, se lanza una moneda. Si sale cara, pierdes 100 euros y si sale
cruz, ganas 250.
El juego prevé 20 turnos. ¿Te atreves? Aunque es mucho
más probable que aceptando el desafío se acabe obteniendo una cantidad
superior al importe inicial, aquellos que prefieran no arriesgarse
pueden ampararse detrás de una justificación algo insólita, pero
totalmente verídica:
"Mi cerebro me ha engañado".
Ampliar fotoHombre escribiendo con una pluma conectada al cerebro. CORBIS
Te dan 100 euros y la opción de guardarlos o apostarlos. Si aceptas
el reto, se lanza una moneda. Si sale cara, pierdes 100 euros y si sale
cruz, ganas 250. El juego prevé 20 turnos. ¿Te atreves? Aunque es mucho
más probable que aceptando el desafío se acabe obteniendo una cantidad
superior al importe inicial, aquellos que prefieran no arriesgarse
pueden ampararse detrás de una justificación algo insólita, pero
totalmente verídica: "Mi cerebro me ha engañado". Matteo Motterlini, profesor de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Milán y director del instituto Cresa (Centro de Investigación en Epistemología Experimental y Aplicada),
utiliza este sencillo ejemplo para explicar que “la mayoría de las
personas —el 60% de los encuestados— se porta de manera irracional, ya
que prefiere ganar menos para evitar pérdidas potenciales”
. El docente
—que se dedica al estudio de la neuroeconomía, un campo que combina
disciplinas como la neurología, la economía y la psicología— detalla
que, si sólo tuviéramos la corteza prefrontal, donde residen las
facultades cognitivas superiores que nos diferencian de los demás
mamíferos, reflexionaríamos de manera totalmente fría y calculadora y el
modelo económico neoclásico funcionaría a la perfección.
“Pero no es
así”, concluye.
Las neuronas nos convierten en títeres de las emociones
que han desencadenado, inconscientemente, frente a una determinada
situación.
Un test para dominar la mente
Para echar una mano a nuestros cerebros, la gestora de activos
Schroders en colaboración con el instituto Cresa ha fabricado el primer
test del “inversor consciente”, dirigido a clientes y profesionales del
sector financiero del mercado italiano y disponible en la página Investimente.it.
El cuestionario tiene el objetivo de definir el perfil de cada inversor
a la hora de tomar una decisión económica y clasificarlos en base a
cómo gestionan su emotividad.
Los resultados evidencian que la “trampa” más común maquinada por el
cerebro se asocia a la llamada “mordida de serpiente”, es decir la
aversión al riesgo causada por una perdida elevada sufrida en alguna
operación anterior
. Le sigue la tendencia a vender demasiado pronto las
inversiones que están dando ganancias y demasiado tarde las
deficitarias, con la esperanza de que se recuperen.
Las otras
zancadillas de la mente más típicas se refieren a la tendencia a
privilegiar los títulos familiares, es decir los procedentes del mercado
nacional, y el “efecto manada”, que implica seguir determinados
comportamientos por emulación o contagio, tanto cuando el mercado está
al alza como cuando está a la baja.
Por otro lado, el principal engaño
que afecta a los profesionales del sector es el exceso de confianza, que
lleva a desestimar las señales negativas y sobrestimar las positivas.
Un ejemplo claro lo ofrece el funcionamiento de la amígdala,
una especie de pequeña almendra empotrada en las profundidades del
cerebro donde se almacena la memoria emocional del miedo. Un estudio
realizado por el Cresa y publicado en el Journal of Neuroscienceen
2013 ha demostrado que las personas que tienen un mayor volumen de
materia en este núcleo sienten más aversión hacia la pérdida de dinero. “Es una característica innata y tan antigua que se remonta a por lo
menos hace 40 millones de años, antes de que los monos capuchinos y el
hombre se diferenciaran de su ancestro común”, explica Motterlini. Exactamente como el ser humano, también los primates domesticados al uso
de dinero sufren más por una pérdida monetaria de lo que se alegran por
una ganancia. Para reencontrar el equilibrio, hace falta que consigan
una cantidad de entre 2,25 y 2,50 veces superior a lo que les ha sido
quitado.
Así, cada vez que tenemos que tomar una decisión se activan zonas
diferentes del cerebro.
“Existe una parte de recompensa cerebral y otra
de aversión al peligro o al riesgo”, explica el neurólogo Pedro Bermejo,
fundador de ASOCENE (Asociación Española de Neuroeconomía).
“Si por ejemplo vamos a un sitio con refill de
bebida, la primera que consumimos la asociamos con una recompensa, pero
a la cuarta la percepción ya no es la misma: nuestra corteza cerebral,
la parte racional, nos dice que ya no tomemos”, continua. ¿Pero, podemos prevenir los engaños de la mente? La respuesta es muy socrática: conócete a ti mismo.
Cómo defenderse de las trampas del cerebro
El cerebro ya tiene “programadas” unas trampas que se activan
automáticamente y se interponen entre nosotros y nuestras decisiones .
Por ejemplo, preferimos un alimento light al 95%
antes que uno con el 5% de grasa, estamos más dispuestos a gastarnos
cinco billetes de 10 que uno de 50 y tratamos de manera diferente la
paga extra al sueldo mensual. Es algo que no podemos evitar, pero sí
intentar controlar. El libro de Matteo Motterlini Trampas mentales: cómo defenderse de los engaños propios y ajenos (Paidós,
2010) identifica las principales zancadillas de nuestro cerebro y nos
proporciona un decálogo para defendernos de nosotros mismos.
Probamos más dolor al perder dinero que alegría al ganar la misma cantidad
En primer lugar, no hay que procrastinar la inversión de nuestros ahorros,
ni meterlos todos en títulos “cercanos”, como la empresa donde
trabajamos, creyendo que al ser un entorno familiar será más seguro.
Tampoco hay que buscar una rutina a hechos aleatorios y creer que el
futuro es igual al reciente pasado, así como apostar por activos que
anteriormente tuvieron resultados excepcionales pensando que seguirán
por la misma senda
. Intentemos también no “invertir como los monos”, es
decir vender demasiado pronto los activos que nos dan rendimiento y
mantener durante demasiado tiempo los que están en negativo para
prevenir el sufrimiento causado por las pérdidas
. Pero tampoco actuemos
como “ovejas” y sigamos lo que hacen los demás
. Estar siempre pendiente
de los rendimientos de nuestros ahorros tampoco sirve, no ganaremos más
estresándonos delante de los números.
No nos olvidemos por otro lado de que no podemos controlar los eventos
ni culpar a las circunstancias de todas nuestras derrotas.
Así no
aprenderemos de las experiencias. Por último, Motterlini aconseja que no
subestimemos este decálogo, aunque sabe que lo haremos: nunca
lograremos anular del todo los engaños de la mente.
Aprender de las emociones
Aldo Rustichini, profesor de Economía en la Universidad de Minnesota,
se dedica al “núcleo duro” de la neuroeconomia, esa rama que trabaja
con “el rigor matemático” para encontrar una base teórica a los modelos
empíricos ya estudiados.
“Es como pretender pasar de la astrología a la
astronomía”, ejemplifica el investigador. Rustichini ha realizado estudios para averiguar el papel jugado
por las hormonas a la hora de invertir: “La testosterona aumenta la
agresividad y el riesgo que los agentes son dispuestos a asumir”. Estos
comportamientos, puestos en cuestión sobre todo después del estallido de
la crisis financiera, pueden tener una doble lectura a los ojos del
docente: “No hay que olvidar que, sin atrevimiento, quizás nunca nadie
hubiese cogido tres barcos para cruzar el Atlántico sin saber lo que se
iba a encontrar”, matiza. Para el investigador, las emociones son sede de racionalidad de
las que se puede aprender. "He intentado demonstrar que envidia o
remordimiento son muy útiles desde el punto de vista del aprendizaje Tomamos muchas decisiones sobre una base emotiva, pero no irracional",
comenta. — ¿Existe el agente económico perfecto? — Sí, y combina grandes emociones y gran racionalidad. Hay pocos. Y se han hecho riquísimos
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