Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 jun 2016

Ferrante................................................. María Porcel

Ayer devoraba el final del tercer libro de la saga de Ferrante, nada que no se haya repetido con los dos primeros: voracidad, placer, series abandonadas. 

Esto roza el problema.

Una chica se sienta en el suelo para leer un libro en una librería.
Anoche —no sin ansia y pena a la vez— empecé el cuarto y último libro de Dos Amigas, la saga de Elena Ferrante
. Nada raro, si no fuera porque ayer mismo, horas antes, tambaleándome en el metro, sin tocar el periódico, ignorando mis whatsapps, devoraba el final del tercero.
 Nada que no se haya repetido, en cualquier caso, con los dos primeros: voracidad, placer, series abandonadas, todo por Ferrante. Esto roza el problema.
Mal de muchos, consuelo de tontos
. Al menos sé que no estoy sola. Es muy heavy el ferrantismo, desconocido desde hace años. Lo que aquí se cuenta parece sencillo: dos amigas, obvio, a lo largo de su vida, con Nápoles como telón de fondo.
 Luego hay mucho más, claro.
 Todo se mueve entre el realismo más duro y el puramente mágico; la que parece una lectura sencilla es más profunda, con Italia, la infancia, la sangre, las mujeres y la mafia siempre presentes, sin ser libros sobre nada de eso.
 La historia resulta increíble por su credibilidad, por ser tan real
. Y qué personajes
 Lenù y Lila, qué placer meterse en sus mentes (cuando la autora quiere, claro), ser parte de sus vidas. Conectas tanto con ellas que te contagian sus preocupaciones, sus estados de ánimo.
Ahora que Ferrante, de biografía y rostro desconocidos, ha triunfado en los círculos literarios, dicen que habrá adaptación en pantalla de esta saga.
 Por si faltaba algo, ya tienen excusa para correr a leerlo. O eso dura como Juego de Tronos o será imposible captar sus detalles, su garra, su poder.
Yo se lo dejo caer antes del verano, para que se aprovisionen de los cuatro libros y saquen cuantas horas extras.
Y ahora disculpen. Tengo que seguir leyendo.


 

Así es la cápsula de Gucci para Dover Street Market....................................... María Ballesteros.

Cuatro serán las piezas que integrarán esta mini colección que saldrá a la venta el 12 de junio en Londres, NY y Beijing

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Muere la cantante de ‘The Voice’ Christina Grimmie tras recibir varios disparos en un concierto

El presunto autor de los disparos se quitó la vida tras tirotear a la artista.

Christina Grimmie, en una actuación en marzo. Katie Darby AP EL PAÍS VÍDEO
La cantante estadounidense Christina Grimmie, conocida por su intervención en el popular programa de televisión The Voice, recibió varios disparos en la noche del viernes al finalizar uno de sus conciertos en Orlando (Florida, EE UU).
 Tras ser trasladada a un hospital en estado crítico, Grimmie falleció al poco de ingresar, según fuentes policiales.
 El presunto autor de los disparos se quitó la vida tras tirotear a la artista.
El suceso tuvo lugar en el Teatro The Plaza Live, en Orlando, cuando la cantante protagonizaba un espectáculo junto la banda Before you Exit.
 El incidente ocurrió alrededor de las 23.00, hora local (05.00, hora peninsular española) en uno de los teatros más antiguos de la ciudad.

Según dijeron varios testigos a medios locales, escucharon cuatro o cinco disparos al final de la actuación, cuando el público estaba saliendo del recinto y algunos trataban de ir a bastidores para encontrarse con la artista. Grimmie, de 22 años, también era conocida por su intensa actividad en la plataforma Youtube, y participó en el famoso programa televisivo The Voice en 2014, terminando en tercer lugar.
"Con profundo pesar, confirmamos que Christina Grimmie ha muerto a causa de sus heridas", ha indicado en su cuenta de Twitter la policía de Orlando
. Su publicista, Heather Weiss, ha pedido en un comunicado que "se respete la intimidad de su familia y amigos", tras confirmar la muerte de la cantante.

 

¿Por qué el cerebro nos engaña?....................................................... Laura Delle Femmine

Nuestra mente nos hace trampas a la hora de tomar decisiones económicas.

 
Hombre escribiendo con una pluma conectada al cerebro. CORBIS
Te dan 100 euros y la opción de guardarlos o apostarlos.
Si aceptas el reto, se lanza una moneda. Si sale cara, pierdes 100 euros y si sale cruz, ganas 250.
 El juego prevé 20 turnos. ¿Te atreves? Aunque es mucho más probable que aceptando el desafío se acabe obteniendo una cantidad superior al importe inicial, aquellos que prefieran no arriesgarse pueden ampararse detrás de una justificación algo insólita, pero totalmente verídica:
 "Mi cerebro me ha engañado".
 
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Hombre escribiendo con una pluma conectada al cerebro. CORBIS
Te dan 100 euros y la opción de guardarlos o apostarlos. Si aceptas el reto, se lanza una moneda. Si sale cara, pierdes 100 euros y si sale cruz, ganas 250. El juego prevé 20 turnos. ¿Te atreves? Aunque es mucho más probable que aceptando el desafío se acabe obteniendo una cantidad superior al importe inicial, aquellos que prefieran no arriesgarse pueden ampararse detrás de una justificación algo insólita, pero totalmente verídica: "Mi cerebro me ha engañado".
Matteo Motterlini, profesor de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Vita-Salute San Raffaele de Milán y director del instituto Cresa (Centro de Investigación en Epistemología Experimental y Aplicada), utiliza este sencillo ejemplo para explicar que “la mayoría de las personas —el 60% de los encuestados— se porta de manera irracional, ya que prefiere ganar menos para evitar pérdidas potenciales”
. El docente —que se dedica al estudio de la neuroeconomía, un campo que combina disciplinas como la neurología, la economía y la psicología— detalla que, si sólo tuviéramos la corteza prefrontal, donde residen las facultades cognitivas superiores que nos diferencian de los demás mamíferos, reflexionaríamos de manera totalmente fría y calculadora y el modelo económico neoclásico funcionaría a la perfección.
 “Pero no es así”, concluye.
 Las neuronas nos convierten en títeres de las emociones que han desencadenado, inconscientemente, frente a una determinada situación.

Un test para dominar la mente

Para echar una mano a nuestros cerebros, la gestora de activos Schroders en colaboración con el instituto Cresa ha fabricado el primer test del “inversor consciente”, dirigido a clientes y profesionales del sector financiero del mercado italiano y disponible en la página Investimente.it.
 El cuestionario tiene el objetivo de definir el perfil de cada inversor a la hora de tomar una decisión económica y clasificarlos en base a cómo gestionan su emotividad.
Los resultados evidencian que la “trampa” más común maquinada por el cerebro se asocia a la llamada “mordida de serpiente”, es decir la aversión al riesgo causada por una perdida elevada sufrida en alguna operación anterior
. Le sigue la tendencia a vender demasiado pronto las inversiones que están dando ganancias y demasiado tarde las deficitarias, con la esperanza de que se recuperen.
Las otras zancadillas de la mente más típicas se refieren a la tendencia a privilegiar los títulos familiares, es decir los procedentes del mercado nacional, y el “efecto manada”, que implica seguir determinados comportamientos por emulación o contagio, tanto cuando el mercado está al alza como cuando está a la baja.
 Por otro lado, el principal engaño que afecta a los profesionales del sector es el exceso de confianza, que lleva a desestimar las señales negativas y sobrestimar las positivas.
Un ejemplo claro lo ofrece el funcionamiento de la amígdala, una especie de pequeña almendra empotrada en las profundidades del cerebro donde se almacena la memoria emocional del miedo.
 Un estudio realizado por el Cresa y publicado en el Journal of Neuroscience en 2013 ha demostrado que las personas que tienen un mayor volumen de materia en este núcleo sienten más aversión hacia la pérdida de dinero.
 “Es una característica innata y tan antigua que se remonta a por lo menos hace 40 millones de años, antes de que los monos capuchinos y el hombre se diferenciaran de su ancestro común”, explica Motterlini.
 Exactamente como el ser humano, también los primates domesticados al uso de dinero sufren más por una pérdida monetaria de lo que se alegran por una ganancia.
 Para reencontrar el equilibrio, hace falta que consigan una cantidad de entre 2,25 y 2,50 veces superior a lo que les ha sido quitado.
Así, cada vez que tenemos que tomar una decisión se activan zonas diferentes del cerebro.
 “Existe una parte de recompensa cerebral y otra de aversión al peligro o al riesgo”, explica el neurólogo Pedro Bermejo, fundador de ASOCENE (Asociación Española de Neuroeconomía).
 “Si por ejemplo vamos a un sitio con refill de bebida, la primera que consumimos la asociamos con una recompensa, pero a la cuarta la percepción ya no es la misma: nuestra corteza cerebral, la parte racional, nos dice que ya no tomemos”, continua.
¿Pero, podemos prevenir los engaños de la mente? La respuesta es muy socrática: conócete a ti mismo.

Cómo defenderse de las trampas del cerebro

El cerebro ya tiene “programadas” unas trampas que se activan automáticamente y se interponen entre nosotros y nuestras decisiones
. Por ejemplo, preferimos un alimento light al 95% antes que uno con el 5% de grasa, estamos más dispuestos a gastarnos cinco billetes de 10 que uno de 50 y tratamos de manera diferente la paga extra al sueldo mensual.
 Es algo que no podemos evitar, pero sí intentar controlar.
 El libro de Matteo Motterlini Trampas mentales: cómo defenderse de los engaños propios y ajenos (Paidós, 2010) identifica las principales zancadillas de nuestro cerebro y nos proporciona un decálogo para defendernos de nosotros mismos.
Probamos más dolor al perder dinero que alegría al ganar la misma cantidad 
En primer lugar, no hay que procrastinar la inversión de nuestros ahorros, ni meterlos todos en títulos “cercanos”, como la empresa donde trabajamos, creyendo que al ser un entorno familiar será más seguro.
 Tampoco hay que buscar una rutina a hechos aleatorios y creer que el futuro es igual al reciente pasado, así como apostar por activos que anteriormente tuvieron resultados excepcionales pensando que seguirán por la misma senda
. Intentemos también no “invertir como los monos”, es decir vender demasiado pronto los activos que nos dan rendimiento y mantener durante demasiado tiempo los que están en negativo para prevenir el sufrimiento causado por las pérdidas
. Pero tampoco actuemos como “ovejas” y sigamos lo que hacen los demás
. Estar siempre pendiente de los rendimientos de nuestros ahorros tampoco sirve, no ganaremos más estresándonos delante de los números.
 No nos olvidemos por otro lado de que no podemos controlar los eventos ni culpar a las circunstancias de todas nuestras derrotas.
 Así no aprenderemos de las experiencias. Por último, Motterlini aconseja que no subestimemos este decálogo, aunque sabe que lo haremos: nunca lograremos anular del todo los engaños de la mente.

Aprender de las emociones

Aldo Rustichini, profesor de Economía en la Universidad de Minnesota, se dedica al “núcleo duro” de la neuroeconomia, esa rama que trabaja con “el rigor matemático” para encontrar una base teórica a los modelos empíricos ya estudiados.
 “Es como pretender pasar de la astrología a la astronomía”, ejemplifica el investigador.
Rustichini ha realizado estudios para averiguar el papel jugado por las hormonas a la hora de invertir: “La testosterona aumenta la agresividad y el riesgo que los agentes son dispuestos a asumir”.
 Estos comportamientos, puestos en cuestión sobre todo después del estallido de la crisis financiera, pueden tener una doble lectura a los ojos del docente: 
“No hay que olvidar que, sin atrevimiento, quizás nunca nadie hubiese cogido tres barcos para cruzar el Atlántico sin saber lo que se iba a encontrar”, matiza.
Para el investigador, las emociones son sede de racionalidad de las que se puede aprender. "He intentado demonstrar que envidia o remordimiento son muy útiles desde el punto de vista del aprendizaje
 Tomamos muchas decisiones sobre una base emotiva, pero no irracional", comenta.
— ¿Existe el agente económico perfecto?
— Sí, y combina grandes emociones y gran racionalidad. Hay pocos. Y se han hecho riquísimos