Un Blues

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9 jun 2016

Las causas de la muerte de Peaches Geldof: un trágico, premonitorio y triste final



La modelo, presentadora e hija del cantante Bob Geldof tenía 25 años cuando cayó desplomada en una cama de la habitación de invitados de la casa en la que residía junto a su marido, Tom Cohen y sus dos hijos, en Wrotham, en el Condado de Kent.
 Llevaba dos años luchando con ahínco por desintoxicarse y salir adelante y aunque seguía un tratamiento y casi estaba curada, en el último mes, Peaches tuvo una fuerte recaída que finalmente la llevaría a escribir su trágico final.

 Consciente de que estaba haciéndolo muy mal, la ‘it-girl’ mantuvo en secreto su recaída a todos aquellos que la rodeaban y también a su marido, quien a pesar de sospechar algo, no creyó que su mujer se encontrara a borde del abismo, pues delante de él intentaba disimular que todo iba bien.
El fin de semana anterior a su muerte, Tom se encontraba ensayando en Londres acompañado de su hijo mayor, Astala, de 2 años, mientras que Phaedra, de uno se encontraba con su madre. La última vez que hablo con ella fue la tarde del domingo 6 de abril en torno a las 17: 40 horas y la notó tan coherente y tan bien que no se imaginó el fatal desenlace.
 

Las causas de la muerte de Peaches Geldof: un trágico, premonitorio y triste final


Lo intentó, se lo propuso una y mil veces y aunque estuvo a punto de conseguirlo, desgraciadamente no lo logró. Tres meses después de la triste e inesperada desaparición de Peaches Geldof se han dado a conocer los análisis oficiales sobre las causas de su muerte, los que han desvelado que la ‘it-girl’ falleció, aquel fatídico 7 de abril, por una sobredosis de heroína, repitiéndose así la trágica muerte de su madre, Paula Yates, quien desaparecía en el año 2000 a los 41 años de edad, cuando ella era tan solo la niña, por las mismas causas que Peaches.


La modelo, presentadora e hija del cantante Bob Geldof tenía 25 años cuando cayó desplomada en una cama de la habitación de invitados de la casa en la que residía junto a su marido, Tom Cohen y sus dos hijos, en Wrotham, en el Condado de Kent. Llevaba dos años luchando con ahínco por desintoxicarse y salir adelante y aunque seguía un tratamiento y casi estaba curada, en el último mes, Peaches tuvo una fuerte recaída que finalmente la llevaría a escribir su trágico final.


Consciente de que estaba haciéndolo muy mal, la ‘it-girl’ mantuvo en secreto su recaída a todos aquellos que la rodeaban y también a su marido, quien a pesar de sospechar algo, no creyó que su mujer se encontrara a borde del abismo, pues delante de él intentaba disimular que todo iba bien. El fin de semana anterior a su muerte, Tom se encontraba ensayando en Londres acompañado de su hijo mayor, Astala, de 2 años, mientras que Phaedra, de uno se encontraba con su madre
. La última vez que hablo con ella fue la tarde del domingo 6 de abril en torno a las 17: 40 horas y la notó tan coherente y tan bien que no se imaginó el fatal desenlace.


 Sin embargo, horas antes de su muerte y como si fuera una premonición, Peaches publicó en las redes sociales una foto de ella, de pequeñita, con su madre y junto a la imagen este mensaje: "Me and my mum". (Yo y mi mamá).
  Y es que la modelo nunca superó la muerte de su madre, la que llevó clavada en el corazón hasta el día de su fallecimiento.

Encontrada sin vida por su marido, los primeros informes tras su muerte decretaron que las drogas habían intervenido en su fallecimiento, pero no ha sido has ahora cuando se ha conocido el veredicto final, en donde se señala a la heroína como la única culpable
. Peaches, quien confesaba que la maternidad le había hecho madurar y cambiar radicalmente su vida, estaba siendo tratada con metadona y aunque hizo todo por salir adelante, su marido, sus hijos y sus familiares y amigos lloran hoy su muerte.

Don Felipe y doña Letizia, escapada real en vaqueros

Acudieron a cenar a un restaurante de moda cercano a su domicilio.

 En ocasiones aprovechan un hueco en su agenda oficial de actos para disfrutar de su tiempo libre el uno con el otro. Precisamente estos días, se ha podido ver a los reyes Felipe y Letizia cenando en Madrid, vestidos con ropa informal y cómoda y como una pareja más, disfrutaron de una cena privada en un restaurante de la capital, unas imágenes exclusivas que se pueden ver en las páginas de la revista ¡HOLA! de esta semana, que está ya a la venta en su quiosco habitual.

Los Reyes acudieron al restaurante KaButoKaji, ubicado muy cerca de su residencia.
 Este es un establecimiento vanguardista que se ha convertido en referencia de la cocina nipona con toques mediterráneos, donde, como reza en su web, todo es posible: "Diversión, alta gastronomía y una carta de vinos inmejorables". Doña Letizia volvió a mostrarse como abanderada de tendencias con jersey marinero, pantalones pesqueros y las bailarinas "lace up" de la temporada.
Una buena película, un concierto o descubrir algún restaurante de los muchos que hay en la capital son buenos planes en pareja que disfrutan siempre que pueden.
 Apasionados de la cultura y también la gastronomía, los Reyes aprovechan así su tiempo libre para, de vez en cuando, hacer una “escapada en pareja”, dejando a sus niñas en casa y lejos del protocolo de los actos oficiales.
 Se puede ver entonces la cara más natural de los Monarcas, cercanos y atentos con la gente que les reconoce en estas ocasiones.

“Veía los camiones cargados de muertos para los hornos”......................................Carlos Yárnoz

Entrevista con Virgilio Peña, superviviente de la guerra civil que coincidió en el mismo barracón del campo de concentración de Buchenwald con Jorge Semprún.

Virgilio Peña (Espejo, Córdoba, 1914) lleva grabados en su cuerpo y su alma los más negros capítulos de la historia de Europa del siglo XX. Agricultor, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), combatió con el Ejército republicano los tres años de la guerra civil
. Pasó como refugiado a Francia en 1939. Se incorporó a la Resistencia en 1942. 
Cuenta en esta entrevista, hecha en su casa de Pau el pasado invierno, que lo delató un compatriota. “Creo que era de Jaén”.

Virgilio Peña (Espejo, Córdoba, 1914) lleva grabados en su cuerpo y su alma los más negros capítulos de la historia de Europa del siglo XX. Agricultor, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), combatió con el Ejército republicano los tres años de la guerra civil.
 Pasó como refugiado a Francia en 1939. Se incorporó a la Resistencia en 1942.
 Cuenta en esta entrevista, hecha en su casa de Pau el pasado invierno, que lo delató un compatriota. “Creo que era de Jaén”.
Jorge Semprún, Virgilio Peña y Vicente García. ULY MARTÍN Quality Producciones
Detenido por la policía francesa en Burdeos, enseguida fue entregado a las SS alemanas y enviado al campo de concentración de Buchenwald, clasificado como terrorista con el número 40.843. Dormía en el mismo barracón que Jorge Semprún, el intelectual y político español fallecido hace cinco años. 
Los dos fueron testigos de la muerte de decenas de miles de personas en el campo.
 “He estado tantas veces a punto de morir…y, mira, aquí sigo”.
Pregunta. ¿Cómo fue el traslado a Buchenwald?

Respuesta. Creo que es lo peor que he pasado en mi vida. Nos metieron en un vagón marcado con las cifras 8/40, que quería decir que era para ocho caballos o para 40 personas. Eran de transporte de la primera guerra mundial. Fue criminal. Nos metieron a 80 o 90 personas.
P. ¿De dónde a dónde?
R. De Compiègne (al norte de París) a Buchenwald. Tres días y dos noches sin parar. 
Los pasé siempre agarrado con estos dos dedos –muestra el índice y el corazón de su mano derecha-, enganchado a una manilla, siempre de pie.
“Nos cortaron el pelo por todos los sitos, salvo las cejas y las pestañas”

R. No, al revés. En el vagón nos asfixiábamos de calor por la gente. Y no había agua. Los tornillos del vagón sudaban por la humedad. Yo pasaba la lengua por esos tornillos y me bebía aquello, que debía ser veneno.
P. ¿Cómo fue la llegada a Buchenwald?
R. Intenté bajar el primero. Ayudé a bajar a un francés de Angulema.
 Había sido comandante de aviación en la guerra del 14. Resultó herido gravemente y no tenía fuerza en los brazos. Lo cogí en el aire y, de pronto, un SS me dio tal culatazo en la espalda que aún me duele. ¡Vaya culatazo me dio el tío!
P. ¿Qué ocurrió en las primeras horas?
R. Nos desnudaron a todos. Nos cortaron el pelo por todos los sitos, salvo las cejas y las pestañas. 
Nos obligaron a meternos en una piscina de 1,60 por 0,90 metros con líquido desinfectante. ¡Cómo picaba todo el cuerpo! ¡Terrible! Saltábamos como monos.
 Nos dieron pantalón, chaqueta y gorro de rayas blancas y azules. Y unos zapatos con suela de madera.
P. Y un número.

R. Me dieron el 40.843. Nos inyectaban líquidos cada semana. Cada semana, un pinchazo. 
Y luego analizaban las reacciones. (Así murieron miles de prisioneros del campo). Luego me llevaron a un bloque.
P. ¿Cómo era?
R. Tenía el número 40. Para entonces, ya me habían dado para coserme a la ropa mis símbolos de identificación: un triángulo rojo, con la letra S (Spanien) y el número 40.843.
P. Rojo por terrorista.
R. Sí, claro.
P. ¿Qué trabajos hacía en el campo?
R. Estaba en una fábrica de muebles. 
Había otras dos de armas. En agosto de 1944, la aviación americana destruyó las fábricas. De la mía, el trozo más grande que quedó era como un palillo de dientes.
 Varios compañeros aprovecharon los bombardeos para robar armas. Se llevaron pistolas, metralleta… Un amigo mío que luego murió en Tarbes robó dos metralletas y me dio una.
 Las escondimos. Fueron las armas con las que liberamos el campo.
P. Y allí conoció a Semprún.
R. En el bloque en el que yo estaba había dos niveles distintos, como si fueran dos pisos conectados por dos escaleras.
 Yo estaba en la zona alta y Semprún, en la de abajo. Un día bajaba yo por la escalera y me dice: Tú eres español. Y tú también, le contesté. 
Hicimos buena amistad. En la zona alta del bloque coincidimos al final seis españoles. Charlábamos todos por las noches.
 Nuestro responsable era el famoso Celada, un camarada del comité central del Partido Comunista.
P. Celada era más o menos su jefe.
R. Bueno, nuestro responsable. Nos preguntaba qué habíamos hecho cada cual, a qué nos habíamos dedicado… Yo era el único campesino, así que todos me llamaban El Campesino.
 Estábamos con un tal Martínez, de Zaragoza, responsable de las Juventudes Libertarias, que le habían detenido cerca de Perpiñán…; con otro de Madrid. Éramos todos buena gente.
P. Clasificados como terroristas.
R. Para nosotros, no éramos terroristas.
 Pero he tenido mala suerte en la vida. Siempre me han puesto lo más malo.

P. ¿Siguieron viéndose después de dejar el campo?
R. No. Semprún, por ejemplo, con quien tuve muy buena relación en el campo, salió de los primeros, con los franceses tras la liberación, que fue el 11 de abril de 1945. 
Y eso que Buchenwald fue un campo muy especial.
P. ¿Por qué?
R. Porque fue el único gestionado por los propios alemanes presos. El campo se creó en 1937.
 Allí encerraron primero a los presos comunes. Luego entraron los antifascistas: comunistas, socialistas, masones… A diario mataban a cuatro o cinco.
 Todas las mañanas aparecían colgados cinco o seis hombres de una encina, la famosa encima de Goethe.
“Semprún y otros alemanes evitaron muertes falsificando documentos”
P. Allí murieron decenas de miles.
R. Sí, claro. Luego leí que 51.000 o 53.000. 
Había cuatro hornos crematorios.
 Los veía a diario. 
La zona en la que yo trabajaba con mi komando lindaba con uno de los hornos.
 Y veía cómo llegaban los camiones cargados de muertos.
 Eran camiones-volquete.
 Los tiraban, los dejaban a amontonados.
 Un equipo de polacos se ocupaba de apilarlos cuando ya no había ni sitio en los crematorios.
 Cuando llegaron los americanos, había una pila, como la mitad de esta habitación, con cadáveres apilados hasta una altura de más de dos metros y medio.
P. ¿Muchos judíos?
R. No. La mayoría no éramos judíos. Solo había 30 o 40.
 Los habían llevado a otros campos.
P. Semprún cuenta que él, destinado en la oficina, falsificaba datos para evitar muertes.
R. Sí, sí. Imagina que a mí me tenían que matar.
 Y que tú ya estabas muerto. 
Semprún y otros alemanes cambiaban los documentos y a mí me ponían tu número.
 Por la mañana, el komando que iba a buscar a los que iban a matar se encontraba a veces con que ya estaba muerto alguno a los que debían localizar.
P. ¿Usted supo entonces que Semprún hacía eso?
R. No. Lo supe luego.






 

Boicot a la zarzuela irreverente de Paco León............................................................. Rocío García

Varias personas obligaron ayer a parar la representación de '¡Cómo está Madriz!', de Miguel de Arco y Paco León, en el Teatro de la Zarzuela, con Manuela Carmena entre el público.

Paco León durante la representación de su obra '¡Cómo está Madriz!'
Alberto Ruiz-Gallardón no pudo aguantar y se levantó del patio de butacas del Teatro de la Zarzuela. El exministro de Justicia y exalcalde de la capital no fue el único en sentirse molesto.
Desde el estreno de la zarzuela ¡Cómo está Madriz!, decenas de personas han mostrado su rechazo a la propuesta por sus críticas a una sociedad meapilas y a la corrupción política.
Pero ayer la trifulca fue un paso más: el espectáculo tuvo que pararse ante la ira de varios espectadores que llevaban silbatos.
 Detalle que hace pensar a Paco León, protagonista de la zarzuela, que todo estaba organizado. “Me parece ridículo que alguien se ofenda tanto por una pieza teatral, les debería ofender más la realidad”, lamenta el actor. Entre el público estaba la alcaldesa Manuela Carmena.
Todo comenzó en un palco. “De ahí vino el primer grito”, cuentan desde el teatro.
 Esa voz marcó el inicio de la protesta, gritos, pitadas y quejas de toda una fila:
“No eran habituales de la Zarzuela”, dice el jefe de sala. “Nunca pensé que asistiera a una escena tan violenta en el teatro”, dice Daniel Galindo, periodista cultural de RNE y presente en la representación de ayer.
 “Se levantó una fila entera, pero no se fueron sino que se quedaron como buscando bronca”, añade. La función tuvo que parar.
El momento de los abucheos llegó cuando la actriz Manuela Paso, que interpretaba a la municipalidad, hablaba de transparencia. “No sé si soy un poco culpable de todo esto”, dijo la alcaldesa Carmena [sentada en la fila 6] a Paco León tras la función.
 “No tengo claro que nadie supiera que la alcaldesa estaba allí”, relata Miguel del Arco, director del montaje y que hoy va a asistir al pase, “para apoyar a mi gente”.
“Desde el escenario era difícil saber qué pasaba”, recuerda León.
 Le costó que el público le escuchara, mientras unos atacaban la obra, otros la defendían: “Pedí respeto por el trabajo de los actores e invité a los que protestaron a irse”
. Así hicieron, aunque fuera continuaron las quejas y hubo un par de empujones. “Los actores lo pasamos muy mal porque después incidente nos costó retomar el tono jocoso de la función; las risas no son las mismas.
 La politización vino por parte del público”, añade León.
Un Ayuntamiento endeuado que quiere sacar adelante la obra más relevante de la historia de la ciudad; un ciudadano (interpretado por Paco León) que viaja desde la bulliciosa capital en 2016 al revolucionario Madrid de finales del siglo XIX; y la construcción de una calle emblemática: la Gran Vía.
 Con estos ingredientes, Del Arco teje los mimbres de ¡Cómo está Madriz! , una reinterpretación de dos icónicas piezas del denominado género chico: La Gran Vía (1886) y El año pasado por agua (1889), de los compositores Chueca y Valverde, respectivamente.
Mientras Gallardón salió supuestamente ofendido por las referencias a sus compañeros populares –alusiones directas a Bárcenas, Rato y Camps a los que asemejan a ratas-, otros espectadores se indignan en el segundo acto cuando a un cardenal se le practica una felación en un prostíbulo.
 Paco León repite un mensaje, que también ha publicado en redes sociales:
“No nos amedrentan, dan más sentido a nuestro trabajo”.
 La zarzuela, con las entradas casi agotadas, se representa hasta el día 12 de junio.