Acudieron a cenar a un restaurante de moda cercano a su domicilio.
En ocasiones aprovechan un hueco en su agenda oficial de actos para
disfrutar de su tiempo libre el uno con el otro. Precisamente estos
días, se ha podido ver a los reyes Felipe y Letizia
cenando en Madrid, vestidos con ropa informal y cómoda y como una
pareja más, disfrutaron de una cena privada en un restaurante de la
capital, unas imágenes exclusivas que se pueden ver en las páginas de la revista ¡HOLA! de esta semana, que está ya a la venta en su quiosco habitual.
Los Reyes
acudieron al restaurante KaButoKaji, ubicado muy cerca de su residencia.
Este es un establecimiento vanguardista que se ha convertido en
referencia de la cocina nipona con toques mediterráneos, donde, como
reza en su web, todo es posible: "Diversión, alta gastronomía y una
carta de vinos inmejorables". Doña Letizia volvió a mostrarse como abanderada de tendencias con jersey marinero, pantalones pesqueros y las bailarinas "lace up" de la temporada.
Una buena película, un concierto o
descubrir algún restaurante de los muchos que hay en la capital son
buenos planes en pareja que disfrutan siempre que pueden.
Apasionados de la cultura y también la gastronomía, los Reyes
aprovechan así su tiempo libre para, de vez en cuando, hacer una
“escapada en pareja”, dejando a sus niñas en casa y lejos del protocolo
de los actos oficiales.
Se puede ver entonces la cara más natural de los
Monarcas, cercanos y atentos con la gente que les reconoce en estas
ocasiones.
Entrevista
con Virgilio Peña, superviviente de la guerra civil que coincidió en el
mismo barracón del campo de concentración de Buchenwald con Jorge
Semprún.
Virgilio Peña (Espejo, Córdoba, 1914) lleva grabados en su cuerpo y
su alma los más negros capítulos de la historia de Europa del siglo XX.
Agricultor, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU),
combatió con el Ejército republicano los tres años de la guerra civil .
Pasó como refugiado a Francia en 1939. Se incorporó a la Resistencia en
1942. Cuenta en esta entrevista, hecha en su casa de Pau el pasado
invierno, que lo delató un compatriota. “Creo que era de Jaén”.
Virgilio Peña (Espejo, Córdoba, 1914) lleva grabados en su cuerpo y
su alma los más negros capítulos de la historia de Europa del siglo XX.
Agricultor, militante de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU),
combatió con el Ejército republicano los tres años de la guerra civil. Pasó como refugiado a Francia en 1939. Se incorporó a la Resistencia en
1942. Cuenta en esta entrevista, hecha en su casa de Pau el pasado
invierno, que lo delató un compatriota. “Creo que era de Jaén”.
Detenido por la policía francesa en Burdeos, enseguida fue entregado a
las SS alemanas y enviado al campo de concentración de Buchenwald,
clasificado como terrorista con el número 40.843. Dormía en el mismo
barracón que Jorge Semprún, el intelectual y político español fallecido
hace cinco años. Los dos fueron testigos de la muerte de decenas de
miles de personas en el campo. “He estado tantas veces a punto de
morir…y, mira, aquí sigo”. Pregunta. ¿Cómo fue el traslado a Buchenwald? Respuesta. Creo que es lo peor que he pasado en mi
vida. Nos metieron en un vagón marcado con las cifras 8/40, que quería
decir que era para ocho caballos o para 40 personas. Eran de transporte
de la primera guerra mundial. Fue criminal. Nos metieron a 80 o 90
personas. P. ¿De dónde a dónde? R. De Compiègne (al norte de París) a Buchenwald.
Tres días y dos noches sin parar. Los pasé siempre agarrado con estos
dos dedos –muestra el índice y el corazón de su mano derecha-,
enganchado a una manilla, siempre de pie.
“Nos cortaron el pelo por todos los sitos, salvo las cejas y las pestañas”
R. No, al revés. En el vagón nos asfixiábamos de
calor por la gente. Y no había agua. Los tornillos del vagón sudaban por
la humedad. Yo pasaba la lengua por esos tornillos y me bebía aquello,
que debía ser veneno. P. ¿Cómo fue la llegada a Buchenwald? R. Intenté bajar el primero. Ayudé a bajar a un
francés de Angulema. Había sido comandante de aviación en la guerra del
14. Resultó herido gravemente y no tenía fuerza en los brazos. Lo cogí
en el aire y, de pronto, un SS me dio tal culatazo en la espalda que aún
me duele. ¡Vaya culatazo me dio el tío! P. ¿Qué ocurrió en las primeras horas? R. Nos desnudaron a todos. Nos cortaron el pelo por
todos los sitos, salvo las cejas y las pestañas. Nos obligaron a
meternos en una piscina de 1,60 por 0,90 metros con líquido
desinfectante. ¡Cómo picaba todo el cuerpo! ¡Terrible! Saltábamos como
monos. Nos dieron pantalón, chaqueta y gorro de rayas blancas y azules. Y
unos zapatos con suela de madera. P. Y un número.
R. Me dieron el 40.843. Nos inyectaban líquidos cada
semana. Cada semana, un pinchazo. Y luego analizaban las reacciones.
(Así murieron miles de prisioneros del campo). Luego me llevaron a un
bloque. P. ¿Cómo era? R. Tenía el número 40. Para entonces, ya me habían
dado para coserme a la ropa mis símbolos de identificación: un triángulo
rojo, con la letra S (Spanien) y el número 40.843. P. Rojo por terrorista. R. Sí, claro. P. ¿Qué trabajos hacía en el campo? R. Estaba en una fábrica de muebles. Había otras dos
de armas. En agosto de 1944, la aviación americana destruyó las
fábricas. De la mía, el trozo más grande que quedó era como un palillo
de dientes. Varios compañeros aprovecharon los bombardeos para robar
armas. Se llevaron pistolas, metralleta… Un amigo mío que luego murió en
Tarbes robó dos metralletas y me dio una. Las escondimos. Fueron las
armas con las que liberamos el campo. P. Y allí conoció a Semprún. R. En el bloque en el que yo estaba había dos
niveles distintos, como si fueran dos pisos conectados por dos
escaleras. Yo estaba en la zona alta y Semprún, en la de abajo. Un día
bajaba yo por la escalera y me dice: Tú eres español. Y tú también, le
contesté. Hicimos buena amistad. En la zona alta del bloque coincidimos
al final seis españoles. Charlábamos todos por las noches. Nuestro
responsable era el famoso Celada, un camarada del comité central del
Partido Comunista. P. Celada era más o menos su jefe. R. Bueno, nuestro responsable. Nos preguntaba qué
habíamos hecho cada cual, a qué nos habíamos dedicado… Yo era el único
campesino, así que todos me llamaban El Campesino. Estábamos con un tal
Martínez, de Zaragoza, responsable de las Juventudes Libertarias, que le
habían detenido cerca de Perpiñán…; con otro de Madrid. Éramos todos
buena gente. P. Clasificados como terroristas. R. Para nosotros, no éramos terroristas. Pero he tenido mala suerte en la vida. Siempre me han puesto lo más malo.
P. ¿Siguieron viéndose después de dejar el campo? R. No. Semprún, por ejemplo, con quien tuve muy buena relación en el
campo, salió de los primeros, con los franceses tras la liberación, que
fue el 11 de abril de 1945. Y eso que Buchenwald fue un campo muy
especial. P. ¿Por qué? R. Porque fue el único gestionado por los propios
alemanes presos. El campo se creó en 1937. Allí encerraron primero a los
presos comunes. Luego entraron los antifascistas: comunistas,
socialistas, masones… A diario mataban a cuatro o cinco. Todas las
mañanas aparecían colgados cinco o seis hombres de una encina, la famosa
encima de Goethe.
“Semprún y otros alemanes evitaron muertes falsificando documentos”
P. Allí murieron decenas de miles. R. Sí, claro. Luego leí que 51.000 o 53.000. Había
cuatro hornos crematorios. Los veía a diario. La zona en la que yo
trabajaba con mi komando lindaba con uno de los hornos. Y veía cómo
llegaban los camiones cargados de muertos. Eran camiones-volquete. Los
tiraban, los dejaban a amontonados. Un equipo de polacos se ocupaba de
apilarlos cuando ya no había ni sitio en los crematorios. Cuando
llegaron los americanos, había una pila, como la mitad de esta
habitación, con cadáveres apilados hasta una altura de más de dos metros
y medio. P. ¿Muchos judíos? R. No. La mayoría no éramos judíos. Solo había 30 o 40. Los habían llevado a otros campos. P. Semprún cuenta que él, destinado en la oficina, falsificaba datos para evitar muertes. R. Sí, sí. Imagina que a mí me tenían que matar. Y
que tú ya estabas muerto. Semprún y otros alemanes cambiaban los
documentos y a mí me ponían tu número. Por la mañana, el komando que iba
a buscar a los que iban a matar se encontraba a veces con que ya estaba
muerto alguno a los que debían localizar. P. ¿Usted supo entonces que Semprún hacía eso? R. No. Lo supe luego.
Varias
personas obligaron ayer a parar la representación de '¡Cómo está
Madriz!', de Miguel de Arco y Paco León, en el Teatro de la Zarzuela,
con Manuela Carmena entre el público.
Alberto Ruiz-Gallardón no pudo aguantar y se levantó del patio de
butacas del Teatro de la Zarzuela. El exministro de Justicia y exalcalde
de la capital no fue el único en sentirse molesto.
Desde el estreno de la zarzuela¡Cómo está Madriz!,
decenas de personas han mostrado su rechazo a la propuesta por sus
críticas a una sociedad meapilas y a la corrupción política.
Pero ayer
la trifulca fue un paso más: el espectáculo tuvo que pararse ante la ira
de varios espectadores que llevaban silbatos.
Detalle que hace pensar a
Paco León, protagonista de la zarzuela,
que todo estaba organizado. “Me parece ridículo que alguien se ofenda
tanto por una pieza teatral, les debería ofender más la realidad”,
lamenta el actor. Entre el público estaba la alcaldesa Manuela Carmena.
Todo comenzó en un palco. “De ahí vino el primer grito”, cuentan
desde el teatro.
Esa voz marcó el inicio de la protesta, gritos, pitadas
y quejas de toda una fila:
“No eran habituales de la Zarzuela”, dice el
jefe de sala. “Nunca pensé que asistiera a una escena tan violenta en
el teatro”, dice Daniel Galindo, periodista cultural de RNE y presente
en la representación de ayer.
“Se levantó una fila entera, pero no se
fueron sino que se quedaron como buscando bronca”, añade. La función
tuvo que parar.
El momento de los abucheos llegó cuando la actriz Manuela Paso, que
interpretaba a la municipalidad, hablaba de transparencia. “No sé si soy
un poco culpable de todo esto”, dijo la alcaldesa Carmena [sentada en
la fila 6] a Paco León tras la función.
“No tengo claro que nadie
supiera que la alcaldesa estaba allí”, relata Miguel del Arco, director
del montaje y que hoy va a asistir al pase, “para apoyar a mi gente”.
“Desde el escenario era difícil saber qué pasaba”, recuerda León.
Le
costó que el público le escuchara, mientras unos atacaban la obra, otros
la defendían: “Pedí respeto por el trabajo de los actores e invité a
los que protestaron a irse”
. Así hicieron, aunque fuera continuaron las
quejas y hubo un par de empujones. “Los actores lo pasamos muy mal
porque después incidente nos costó retomar el tono jocoso de la función;
las risas no son las mismas.
La politización vino por parte del
público”, añade León.
Un Ayuntamiento endeuado que quiere sacar adelante la obra más
relevante de la historia de la ciudad; un ciudadano (interpretado por
Paco León) que viaja desde la bulliciosa capital en 2016 al
revolucionario Madrid de finales del siglo XIX; y la construcción de una
calle emblemática: la Gran Vía.
Con estos ingredientes, Del Arco teje los mimbres de ¡Cómo está Madriz! , una reinterpretación de dos icónicas piezas del denominado género chico: La Gran Vía (1886) y El año pasado por agua (1889), de los compositores Chueca y Valverde, respectivamente.
Mientras Gallardón salió supuestamente ofendido por las referencias a
sus compañeros populares –alusiones directas a Bárcenas, Rato y Camps a
los que asemejan a ratas-, otros espectadores se indignan en el segundo
acto cuando a un cardenal se le practica una felación en un prostíbulo.
Paco León repite un mensaje, que también ha publicado en redes
sociales:
“No nos amedrentan, dan más sentido a nuestro trabajo”.
La
zarzuela, con las entradas casi agotadas, se representa hasta el día 12
de junio.
Sarah Shotton, diseñadora jefa de Agent Provocateur.Agent Provocateur
Sarah Shotton, diseñadora jefa de Agent Provocateur, concibe sus
creaciones sin apartarse de la fórmula con la que la firma británica
revolucionó la lencería en los noventa: el equilibrio entre la elegancia
y el erotismo.
HUBO un tiempo en el que Sarah Shotton tuvo dificultades para encontrar lencería de su talla.
“En los sujetadores sexys
no me cabía ni un pezón”, recuerda con desparpajo.
“La única opción era
el típico modelo de centro comercial”. Todo cambió cuando se mudó a
Londres y entró en una tienda de Agent Provocateur.
Desde el momento en que pisó una de las boutiques
de la firma británica, no quiso volver a saber más de los sostenes que
se venden junto a sándwiches de pepino.
“Me gasté el dinero de mi beca
universitaria allí”, bromea.
No imaginaba que terminaría haciendo los
diseños de su marca favorita.
Agent Provocateur provoca adicción. Fundada en 1994 por Joe Corré y su
entonces esposa, Serena Rees, marcó un antes y un después en el modo en
que las mujeres se visten por dentro.
Su mérito consistió en alcanzar el
punto intermedio entre los extremos del sex-shop y la lencería
fina.
Sus sujetadores combinan delicadas flores con tejido
transparente, y sus corsés de encaje están bañados en látex.
Mitad sexo,
mitad elegancia, tan dual como la pareja que gestó la empresa: “Ella es
muy chic, y él, fetichista”.
Dos diseños de la firma.
Pese a sus comienzos un tanto indies, ya no puede considerarse una marca de culto. Corré y Rees se divorciaron y él, hijo de las leyendas punk Malcolm McLaren y Vivienne Westwood,
vendió la empresa embolsándose 60 millones de libras (unos 75 millones
de euros).
Hoy constituye un negocio con 91 puntos de venta –de Pekín a
Dubái–, cuya web recibe 20.000 visitas al día. Han colaborado con
Penélope Cruz, diseñado para Beyoncé y contratado a Naomi Campbell como
imagen.
Hasta la celebrity Kim Kardashian es una de sus clientas habituales.
Shotton, de 41 años, es desde 2010 la encargada de diseñar tres líneas
actualizadas con dos colecciones al año, y prueba personalmente cada
modelo para asegurarse de que, además de atractivo, es cómodo.
“No hay
que ser Kate Moss para verse guapa”, asegura.
Aunque la firma nació con una marcada impronta erótica, pronto dejó los
confines de la alcoba.
Sus picardías empezaron a lucirse en la calle y
los sujetadores asomaban entre los escotes. “Se hizo hincapié en lo
lúdico del sexo”, apunta su diseñadora jefa.
“A nadie le amarga un
revolcón y la firma lo aceptó y lo celebró”.
Tan asimiladas están hoy
sus creaciones que la firma patrocina la exposición del museo londinense
Victoria & Albert Undressed: A Brief History of Underwear(desvestidos:
breve historia de la ropa interior). Shotton es ponente en los
simposios de la muestra, pero no parece interesada en entrar en
discusiones sesudas
. Lo suyo es pura observación de los deseos humanos:
“La buena lencería engancha, cada vez quieres más. ¡Nuestros modelos más
vendidos son muy morbosos!”.