Gente hablando por el móvil
STUART Mc CLYMONT / REUTERS
Empezó el día llamando a su madre para preguntarle por los pulmones
de papá, que sigue fumando a escondidas, y por la vesícula de ella, que
están en que si se la quitan o no.
Se despidió asegurándole que el
martes, el miércoles a más tardar, iría a verlos y les cambiaría la
cortina de la ducha, que lleva rota siete meses.
Luego, ya en el coche,
de camino al trabajo, activó el manos libres y llamó a su hermano para
reprocharle que no se ocupara más de sus padres.
Su hermano le colgó a
la tercera frase.
A media mañana, en un descanso, habló con su mujer,
que se encontraba en la cola de una oficina del INEM, adonde había
acudido a arreglar los papeles del paro.
También llamó a su hija, que no
le respondió, como era habitual. Pasó el resto de la jornada
trabajando, sin hablar con nadie, pero tras la comida recibió una
llamada del servicio técnico de la caldera del gas para anunciarle que
suspenderían el mantenimiento si no abonaba las cuotas atrasadas.
Respondió que lo suspendieran y se prometió que el domingo
desmontaría y montaría la caldera tantas veces como fuera preciso hasta
comprender su funcionamiento.
Un gasto menos.
A última hora de la tarde, de vuelta a casa, pusieron en la radio una
antología de conversaciones telefónicas entre las que figuraban las de
Francisco Camps y su esposa con El Bigotes, la de Antonio Miguel Carmona
con Luis Pineda, y las de Sonia Castedo con el constructor Enrique
Ortiz. Qué diferencia, pensó, entre esas comunicaciones y las suyas;
¡qué atractivas, en su fealdad, las de los políticos con los gánsteres!
No obstante, concluyó que el mundo de las comunicaciones, en general,
era una mierda.
De ahí que cuando su móvil empezó a sonar rechazara la
llamada sin mirar de quién era.
Demi Lovato: “No podía pasar una hora sin consumir cocaína”
Demi Lovato, la ex chica Disney y cantante, ha tenido una de sus entrevistas más sinceras con el portal ‘Refinery 2009’ donde ha confesado sus problemas de adicción a las drogas, sus desórdenes alimenticios, su bipolaridad y hasta su mala relación con Taylor Swift. Lovato comenzó en el mundo de la interpretación con 7 años, actuando como chica Disney para la serie infantil ‘Barney&Friends’, donde coincidió con su entonces mejor amiga Selena Gómez .
Pasó su adolescencia luciendo esta dulce imagen de sí misma en las
pantallas y en los escenarios, pero detrás de ello vivía en la oscuridad
de la adicción a las drogas con una conducta autodestructiva.
La cantante y ex
chica Disney ha reconocido sus problemas de adicción, su trastorno
alimenticio, su bipolaridad y su mala relación con Taylor Swift.
En 2010, Lovato, de entonces 18 años, tocó fondo al pegar un puñetazo a uno de los bailarines que le acompañaba en la gira de The Jonas Brothers y decidió ir a rehabilitación para tratar su adicción a la cocaína y sus trastornos alimenticios. “No podía pasar una hora sin consumir cocaína”,
confiesa la cantante.
Lovato también admite que se revelaba contra su
entorno, en especial contra sus padres, a quienes recordaba
continuamente que ella pagaba las facturas
. Además, también explica que
su comportamiento era bastante insoportable para los demás. “Antes de
estar sobria, era de esa clase de personas a las que no le importaba
nada, todo daba igual.
Y usaba esa excusa para hacer todo lo que quería. Era una pesadilla trabajar conmigo”, dice Lovato.
Fue a sus 18 años cuando Lovato se dio cuenta que tenía que dar un cambio radical a su vida y acudir a rehabilitación
. Allí
se dio cuenta que sus verdaderos problemas no eran las drogas sino sus
trastornos alimenticios y su bipolaridad no diagnosticada entonces. “Tuve que aprender el lado duro de que tenía que dejar de salir de fiesta”
afirma la cantante. “Alguna gente puede salir y que no se le vaya de
las manos, pero ese no era mi caso”, explicó a continuación.
La artista redefinió su felicidad por un plan mucho más tranquilo: sentarse en el sofá con ropa cómoda, con su perro Batman y su novio Wilmer Valderrama.
La pareja lleva seis años de relación pero si le hablan de boda Lovato dice que “No es asunto de nadie, sólo nuestro, y cuando ocurra, ocurrirá”.
“Sé que mi vida suena aburrida.
Pero ha llegado un punto en el que es mejor que me relaje antes de vestirme y salir de fiesta con gente a la que realmente no le importa para nada mi bienestar”, explica la artista.
Sin embargo, Lovato también señaló que su batalla continúa y que aún tiene cosas que demostrar. “Todavía tengo cosas que conseguir,
y no estoy hablando solo de lo que puedo hacer con mi voz”. “Algunas
personas piensan que al ser joven no me puedo mantener sobria, esas son
las cosas que quiero ponerme a prueba a mí misma”, añadió la artista.
Finalmente, Lovato tampoco tuvo problemas en hablar de Taylor Swift,
a quién criticó duramente en twitter por su donación de 250 mil dólares
para ayudar a la financiación de los asuntos legales de Kesha. Para Lovato, Swift demostró no ser ‘lo suficientemente feminista’ y brindar una ayuda demasiado fácil y cómoda a su problema.
“Mira, no hay nada positivo en sentir lástima de una mujer por otra. Hay mujeres con las que no me llevo y está bien. La cuestión es, no te catalogues como feminista si no haces el trabajo. Tengo un respeto inmenso por mujeres como Lena Dunham… o Beyoncé, quienes hacen increíbles declaraciones políticas a través de su trabajo”, explicó Lovato.
El fármaco que mató a Prince de sobredosis no tiene olor y resulta entre 25 y 50 veces más potente que la heroína.
El mal uso del fentanyl, uno de los opiáceos sintéticos
que se empezó a utilizar en los 60 como un anestésico intravenoso, se
ha convertido en un quebradero de cabeza para las autoridades
estadounidenses, ya que está relacionado con cada vez más muertes.
El
cantante, según se confirmó este jueves, forma parte de esta estadística.
El informe toxicológico realizado sobre el cuerpo del artista revela
una sobredosis accidental de este fármaco, que el artista se estaba
autoadministrando
El fallecimiento pone sobre la mesa uno de los ángulos de la epidemia de heroína que castiga a Estados Unidos, el uso excesivo de opiáceos.
El fentanyl, además, resulta entre 50 y 100 veces más potente que la
morfina, según el Centro para la Prevención y Control de las
Enfermedades.
Va en alza su consumo legal -en 2014 se prescribió 6,6 millones de
veces- y también el ilegal.
La mezcla de analgesia y euforia que
proporciona lleva a muchos a utilizarlo como sustituto de la heroína,
pero es una alternativa pasada de revoluciones que lleva demasiadas
veces a la muerte. Según la red de alertas de abusos de drogas, el número de emergencias relacionadas con el uso no médico del fentanyl pasó de 15.947 en 2007 a 20.034 en 2011.
Muchos adictos, además, lo mezclan con la propia heroína para
aumentar sus efectos de forma completamente kamikaze.
Solo en Florida,
en 2013, fue la causa de la muerte de 185 personas, un 36% más que en
2012. La agencia estadounidense contra la drogadicción advirtió el
pasado mes de abril de que el fentanyl es potencialmente letal incluso a
dosis muy bajas.
Además del abuso de las prescripciones, Estados Unidos afronta desde
hace años el problema de los laboratorios clandestinos donde se producen
de forma fraudulenta, como unas píldoras adulteradas que se detectaron
el pasado marzo en la zona de Sacramento (California), que se habían
estado vendiendo en la calle bajo la apariencia de otro tipo de
medicación.
La muerte de Prince por sobredosis de opiáceos
se suma a la de otras celebridades en Estados Unidos como la del actor
Philip Seymour Hoffman hace dos años que se fue de este mundo con una
jeringuilla clavada en el brazo, o a la de Heath Ledger en 2008, por una
mezcla fatal de medicamentos.
Y pone otra cara célebre en una plaga de
abuso de sobredosis de opiáceos en 2014 acabó con la vida de casi 30.000 personas en Estados Unidos.
"Si hacemos una lectura rigurosa del Renacimiento, los humanistas no
sólo recuperaron los saberes griegos y latinos y, con ellos, un sentido
de la vida en que el hombre fue considerado el centro de todas las
cosas (con su cuerpo, su sentimiento y su razón).
Los humanistas también
inventaron el mercado, la especulación y la usura.
En esta dualidad
trabaja Javier Azpeitia (Madrid, 1962), que regresa con El impresor de
Venecia a una fórmula bien asimilada en sus novelas anteriores:
reconstruir un periodo histórico con libertad imaginativa, casi ensoñada
y sutiles elementos de aventura.
El impresor no es otro que Aldo
Manuzio, de cuya imprenta nacieron algunos de los hitos de la edición
moderna: la cursiva, el libro de bolsillo, la edición bilingüe en
páginas enfrentadas. Además, Manuzio quizá fuera el primer editor
literario, un humanista obsesionado con la recuperación del saber
clásico en obras con rigor textual: de los “paganos prohibidos” Lucrecio
y Epicuro, de Aristóteles, Aristófanes, Tucídides… y de otros libros
clave para el desarrollo del Renacimiento, como Sueño de Polífilo, de
Francesco Colonna.
Como le pasaría hoy en día, esto no lo sacó de la
precariedad: “La edición siempre estará en manos de comerciantes y de
artesanos (…) Aldo no era nada de eso, y de ahí su íntimo fracaso”.
Azpeitia ha elegido una época que refleja la nuestra con los grados
justos de sublimación y esperpento. Recuperar los primeros años de la
imprenta en el centro del mercado globalizado, la Venecia del siglo XV,
apela a cosas conocidas.
Por ejemplo, el desaforado personaje de Andrea
Torresani, dueño de la imprenta y suegro de Manuzio, entronca con
grandes personajes de la literatura (el impresor usurero Séchard de Las
ilusiones perdidas) y con más de un editor actual.
Y pervive aquella
otra innovación de la Edad Moderna, fructífera para la literatura: una
vez superada la visión teológica que enfrenta carne y espíritu, la
fractura será entre la escritura y la vida". Por CARLOS PARDO