Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 abr 2016

Adiós Chus........................................................ Pedro Almodóvar

Fue la actriz que mejor interpretó los personajes inspirados en mi madre.

 


Escribo estas líneas a vuela pluma y sin hacerme a la idea de que no volveré a trabajar con Chus Lampreave, que no volveré a verla.

Antes de debutar como director, Chus ya me había fascinado en las dos películas de Marco Ferreri (El pisito y El cochecito), en Mi querida señorita (de Armiñán) y La escopeta nacional (de Berlanga).
 Yo soñaba con trabajar con ella si algún día conseguía dirigir una película.
 La llamé para Pepi, Luci, Bom... y muy amablemente me dijo que no se veía. Volví a llamarla dos años después para Laberinto de pasiones y, a pesar de su negativa, seguí llamándola para que interpretara una de las monjas de Entre tinieblas; fue entonces cuando nos conocimos personalmente.
Ante mi insistencia y la química inmediata que se produjo entre nosotros, Chus aceptó, después de explicarme que no era actriz y que prefería un papel corto.
 Sobre el guión, el suyo no era muy extenso, pero se agigantó en el momento que Chus entró en contacto con él.
La mitad del personaje está improvisado en el último momento; con pocos actores he sentido tanta reciprocidad y me he divertido tanto.
 Desde el primer momento sentimos que pertenecíamos a la misma familia
. Chus me hacía sentir capaz de todo, tenía la capacidad de convertir cualquier extravagancia mía en algo natural, divertido, sencillo, puro; desbordaba humanidad e inocencia.
Fue la actriz que mejor interpretó los personajes inspirados en mi madre y pertenecía a la estirpe de los grandes actores de reparto, aquellos sin los que el cine español no existiría.

La discriminación en Facebook es cosa de chicos................................................... Agencia SINC

Hay una forma masculina y otra femenina de comportarse en la red, según un estudio de sociólogos de la Universidad Rovira i Virgili.


La investigación indica que hay una forma femenina y otra masculina de comportarse en internet y un uso diferencial de las redes sociales en relación con la discriminación.
Más de 1.000 millones de personas utilizan a diario Facebook, según datos de la compañía, con un gran porcentaje de gente joven.
El uso de contenidos racistas y discriminatorios preocupa a la Unión Europea.
Por ello se puso en marcha el proyecto Internet: Creatively Unveiling Discrimination’(I:CUD), que ha elaborado una guía para educadores y familias con el fin de facilitar la creación de herramientas y estrategias que combatan estos comportamientos en la red.
Como parte de esta iniciativa, un equipo de sociólogos de la Universidad Rovira i Virgil de Tarragona ha llevado a cabo un estudio sobre las expresiones de discriminación utilizadas por los jóvenes –con edades que van de los 17 a los 24 años– en Facebook y han llegado a la conclusión de que hay variaciones en este tipo de contenidos dependiendo de si son compartidos por chicos o chicas. Los resultados de la investigación se han publicado en la revista Comunicar.
Según explica a la agencia SINC David Dueñas i Cid, investigador del Social and Business Research Laboratory (SBRlab) en la universidad catalana y autor del principal del estudio, el objetivo ha sido obtener información acerca de los tipos de contenidos discriminatorios creados por jóvenes y su propagación a través de redes sociales como Facebook.
En lugar de usar técnicas de big data, tan en boga en estos momentos, el equipo ha optado una aproximación sociológica, “ya que una simple extracción de datos podía conducir a resultados erróneos”, dice el investigador.
Para ello, han diseñado una estrategia metodológica de detección de contenidos discriminatorios en 493 perfiles de Facebook procedentes de Reino Unido, Italia, Bélgica, Rumanía y España –que son los países que participan en el proyecto I:CUD­–, lo cual ha permitido encontrar 363 ejemplos para su análisis.
“Considerando los principios éticos y de privacidad de datos que deben regir la investigación social, buscamos voluntarios en los cinco países, en colaboración con entidades que tienen experiencia en la lucha contra la discriminación o la desigualdad”, señala el sociólogo.
Entre estas instituciones se encuentran CESP Projectes Socials (Barcelona), Fundatia PACT (Bucarest), Pour la Solidarité (Bruselas), Collage-Arts (Londres), CIES (Roma) y el propio SBRlab. “Con ello –agrega Dueñas– quisimos garantizar que el interés y la dedicación por el proyecto iba más allá de lo analítico para incluir también una dimensión ética y práctica”.
Los investigadores accedieron a los perfiles de Facebook de los voluntarios –que habían sido previamente informados del objetivo del estudio– y revisaron los contenidos publicados durante el último año.
 Los comentarios o actividades considerados discriminatorios fueron evaluados, analizados y categorizados.

 

Chus................................................................... Fernando Trueba

No era una persona más, no era "una actriz", era una "presencia", una aparición, porque había en ella algo de angélico.

El mundo ha perdido a Chus Lampreave, que era una de esas personas que con su belleza lo hacían mejor.
 Los que tuvimos el gran placer y el inconmensurable privilegio de conocerla, de trabajar con ella, de quererla y hasta, de vez en cuando, de abrazarla y besarla, somos tan afortunados que no debiéramos lamentarnos.
Sino sólo celebrar el haberla frecuentado.
Chus no era una persona más, no era "una actriz", era una "presencia", una aparición, porque había en ella algo de angélico, que la hacía única e irrepetible. Es probable que eso que dicen de que todo ser humano es único sea ciert
o. Yo no estoy tan seguro.
Pero sí lo estoy en el caso de Chus. No se parecía a nadie, sólo a sí misma.

Las testigas no mentimos

 

La actriz Chus Lampreave en San Sebastián en 2012. FOTO: RAFA RIVAS (AFP) | VÍDEO: EFE
Dicen que ha muerto Chus Lampreave.
 Ilusos. No puede morir quien habita en el tuétano sentimental de todas las generaciones vivas ahora mismo ahí fuera. Se ha ido, dicen, tranquilita en su casa de Almería.
 Sin dar un ruido. Haciendo mutis por el foro como entraba y salía ella de los sitios.
 De puntillas en sus zapatillas de estar por casa para alcanzar a atisbar al prójimo por la mirilla. Como no queriendo la cosa.
 Dejando tan leve como imperecedero recuerdo de su presencia en las retinas ajenas.
 Daba igual que tuviera una frase, que una escena, que un cameo, que un par de segundos en un anuncio de un fufú quitagrasas de cocina. La Lampreave llegaba, veía y vencía.
 Dejaba poso. Congelaba el tiempo. Se grababa en el cerebelo.
 Quien la ha visto, la recuerda. Esos ojos como platos, ese cuerpecillo de guindilla, esa voz de Mari Sentencias, ese retintín de ya te lo dije, esa aura de modernidad fuera del espacio y del tiempo que ni se compra ni se vende en ningún estilista estrella.
Era Lampreave una cómica de las que hacen reír, llorar, pensar, o lo que a ellas les dé la gana hacer con el respetable.
Una payasa, en el mejor sentido de la palabra, de la estirpe de la grandísima Gracita Morales. De Marta Fernández Muro, sin irnos tan lejos.
 De la de esas secundarias robaplanos a mano desarmada, que en el cine español son y han sido y que se comen con patatas bravas a tantas protagonistas bellas pero sin alma.
 Chicas finísimas por dentro y resultonas por fuera a las que el excluyente canon de belleza imperante se les queda grande y las películas, cualquier película en la que participan, pequeñas.
 Esas señoras de su oficio que saturan la pantalla a fuerza de talento, gracia y vatios por centímetro cuadrado de cutis: era salir la Lampreave en una esquina, encenderse la luz de su rostro y apagarse la del resto.
Habrá quien la recuerde como la abuelita paz del anuncio de los embutidos Campofrío, dirigido por Icíar Bollaín
. Como la suegra resabiada del spot del limpiador KH-7, perpetrado por José Antonio Bayona, los nuevos directores son relativamente jóvenes, pero no tontos.
 Inmarcesible para todo quien la haya visto es, sin embargo, su portera testigo de Jehová de Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar.
 Esa antropóloga, perdón, cotilla, cum laude por la universidad de la vida a la que nada humano le es ajeno.
Esa voluntaria social que oye, ve y luego va y lo casca a beneficio de todo el vecindario. Qué sería de nosotros, periodistas, políticos, encuestadores, entrometidos todos, sin ellas.
 Dicen que se ha muerto la Lampreave, y no me lo creo.
Tanta gloria lleve como gusto de haberla conocido deja. Ya lo dijo ella en su día: las testigas no mentimos.

 

Ultrasexo.............................................................. Estrella de Diego

La obra de Mapplethorpe no ha envejecido en absoluto; sus fotos mantienen ese control clásico sobre el medio y una radicalidad en los temas.


Derrick Cross, 1983
Con frecuencia captaba la propia imagen de chico sexy y guapo, de látigos y braguetas, de rompimientos y suturas; de fotos brutales y bellísimas; de cuerpos escultura afroamericanos y contracultura leather
 Miraba desafiante a la cámara —lo había hecho su amigo Warhol— maquillado o con pajarita, listo para una gala benéfica; en poses sadomasoquistas, con chaqueta de cuero y puñal en la mano; guerrillero, travestido, manteniendo a la muerte a raya…
 Formas rigurosas y poses calculadas —un autorretrato de Durero—; imágenes paradójicas e intensas, sexuales en cada gesto, con esa ultrasexualidad de la década de los ochenta en que todo valía, o valía al menos un rato: lo que durara la canción o la raya.
Quién sabe si esa paradoja que salpica la obra de Robert Mapplethorpe es precisamente lo que hace de su trabajo uno de los más especiales de aquella época tan llena de fotografías —el que mejor ha envejecido—.
 Es más, ante su obra —presentada en el Lacma (Los Angeles County Museum) y el Museo Paul Getty de la misma ciudad hasta el verano— el espectador tiene la sensación nítida de estar frente a una propuesta artística que no ha envejecido en absoluto: las instantáneas del artista estadounidense, fallecido de sida en 1989, con poco más de 40 años —en plena crisis de la enfermedad—, siguen manteniendo esa mezcla inesperada de control clásico sobre el medio —a ratos casi conservador en el modo de iluminar, la sintaxis fotográfica, el uso del blanco y negro…— y una poderosa radicalidad en los temas tratados.
De hecho, sus imágenes, a menudo muy explícitas, hablan de un deseo poco convencional donde el sadomasoquismo se mezcla con el homoerotismo —a ratos dulce como el famoso abrazo de los dos jóvenes vestidos con una corona y a ratos brutal como el cuerpo afroamericano sin rostro, elegantemente trajeado, de cuyos pantalones emerge indiscreto el pene—; la sexualidad alternativa y desgarrada de su amiga Patty Smith; andrógina en el caso de la body builder Lisa Lyon; o descarada en el delicioso retrato de la ancianita Louise Bourgeois, quien lleva uno de sus falos bajo el brazo a modo de inocente barra de pan.
La contradicción prodigiosa de Mapplerthorpe es la que las dos exposiciones de Los Ángeles han sido capaces de recuperar —desvelar, se diría—, junto a otros materiales extraordinarios de su abultado archivo — más de 3.000 polaroyds, 120.000 negativos, correspondencia…—, adquirido a medias por ambos museos en 2011
. Quién sabe si fue su paradoja entre clasicismo y radicalidad lo que hizo del artista uno de los más controvertidos del momento, más allá del miedo colectivo al sida en una época en la cual se asociaba de forma directa a la comunidad gay que él explicitaba sin tapujos.
Visto el conjunto de las deslumbrantes imágenes años después se admira la elegancia del fotógrafo casi tanto como su desenvoltura a la hora de tratar los juegos en los márgenes
. Asombran, sobre todo, esas formas desimplicadas, convertido el deseo alternativo de látigos y cueros en un ejercicio de estilo también, cargado no obstante de un eficaz mensaje político que, pienso ahora, quizás hubiera sido menos firme caso de haber presentado las imágenes una menor perfección estética.
 ¿Puede acaso el arte político ser bello? Mirando la obra de Mapplerthorpe, la respuesta afirmativa está clara.
A lo mejor por eso clausuraron la muestra póstuma en la Corcoran Gallery y no por la supuesta ofensa a la moral pública: las fotos insolentes eran demasiado perfectas.
 Para los censores el chico guapo y su estética refinada y clásica no deberían haberse convertido jamás en los narradores del ultrasexo en los ochenta.
 Y, sin embargo, nadie lo relató como él. •