Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

13 mar 2016

La segunda guerra fría.............................................................................. Mary Kaldor

Se habla de una vuelta a la geopolítica posterior a 1945, pero frente a aquel conflicto frío e imaginario, las guerras actuales son más difíciles de contener.

En su libro El retorno de la historia y el fin de los sueños (2008), Robert Kagan dice que el mundo se ha vuelto “otra vez normal”.
 Al decir normal se refiere a la geopolítica, a una rivalidad entre Estados soberanos que se apoya en el poder militar.
 Algunos definen esta situación como una segunda guerra fría, es decir, el regreso imaginario de la primera
. En ministerios de Defensa, empresas de armamento y grupos de estudios estratégicos, este giro narrativo ha ido acompañado de un suspiro colectivo de alivio. Irak y Afganistán han quedado atrás. Podemos volver a lo que sabemos hacer, evitar un conflicto con Rusia o China y construir sistemas armamentísticos cada vez más complejos.
La última Revisión de la Defensa de Reino Unido ­—documento que recoge periódicamente la estrategia de seguridad nacional de ese país— compromete a Londres a desarrollar una nueva generación de armas nucleares lanzadas desde submarinos y adquirir dos portaviones dotados del avión de combate F-35, tan sofisticado y tan increíblemente caro que todavía no se ha fabricado

. El documento no explica verdaderamente por qué se necesitan estos sistemas, ni se percibe ninguna sensación de urgencia sobre los peligros que afronta Reino Unido; seguramente porque se supone que esas adquisiciones son normales. Parece darse por sentado que la seguridad consiste en fuerzas militares al estilo de las de la Guerra Fría y que todo lo demás es secundario, o se espera que encaje en su sitio, no se sabe cómo. En otras palabras, lo que podríamos llamar la segunda guerra fría es una repetición imaginaria de la primera.

La primera Guerra Fría se consideró en general una rivalidad épica entre dos sistemas sociales: capitalismo contra socialismo o democracia contra totalitarismo.
Se decía que la disuasión era lo único que podía impedir el estallido de una III Guerra Mundial.
Por supuesto, hubo conflictos locales fuera de Europa en los que murieron millones de personas, además de represión y dictaduras en Europa del Este. Pero Europa Occidental y Estados Unidos vivían bastante a salvo de la violencia real.
Ahora bien, ¿y si la ausencia de enfrentamientos armados en Europa Occidental tuviera otra explicación? También la primera Guerra Fría se puede caracterizar de imaginaria.
 Se suele decir que Europa vivió “en paz” durante ese periodo. En efecto, aparte de los conflictos en Europa del Este, Grecia y Turquía, Irlanda del Norte y el País Vasco, lo que experimentó Europa fue una guerra imaginaria.
 Una y otra vez, en las maniobras militares a través de las llanuras alemanas, en los relatos de espionaje y contraespionaje, en la retórica de los políticos y los periódicos, lo que había entre el este y el oeste era imaginario.
 Los europeos vivían con la angustia del choque inminente y las formas de control y organización típicas de una situación bélica.
Era como si la II Guerra Mundial no hubiera terminado. Y las imágenes resultaban tan emocionales porque los recuerdos de esa guerra estaban todavía frescos.
Las guerras hoy se extienden a través del crimen organizado, con la venta de drogas y el blanqueo de dinero
Se podría decir que la guerra imaginaria fue una forma de ejercer el poder. Permitió a los dos bandos retener lo que habían ganado durante la II Guerra Mundial.
Sirvió para mantener la cohesión de Occidente y justificar un gasto público elevado para prevenir la vuelta del desempleo. Y, en el este, facilitó una mentalidad bélica que legitimó el dominio soviético de esa parte de Europa y las formas centralistas y represivas de organización. Según esta explicación, ninguno de los dos bandos quería el enfrentamiento; sólo reforzar sus respectivas posiciones internas.
 Y si eso es verdad, entonces la Guerra Fría tal vez contribuyó a impulsar la longevidad del comunismo en Europa del Este, a sostener la hegemonía de EE UU y a justificar un gasto cada vez mayor de armamento.
Hablar de la segunda guerra fría puede desempeñar una función similar.
 Desde el punto de vista de Putin, las historias de la expansión de la OTAN, las violaciones occidentales del derecho internacional en Irak y Kosovo y la manipulación occidental de las revoluciones de colores en el antiguo dominio soviético ofrecen una justificación para los actos de Moscú en los países vecinos, en Osetia, Crimea y el este de Ucrania, por no hablar de la campaña de bombardeos en Siria. Recuperar el discurso de la época soviética, acudir al rescate de los ciudadanos rusos y actuar como superpotencia en Oriente Próximo son medidas que refuerzan su endeble posición interna.
 En concreto, las protestas en Ucrania, que estaban dirigidas contra la oligarquía rusa en el país y sus vínculos criminales (no muy diferentes a las de los indignados en España), podrían haber dejado al descubierto a los delincuentes rusos y además estaban empezando a encontrar eco en Moscú.
 La anexión de Crimea y la guerra en el este de Ucrania transformaron la interpretación de lo que estaba sucediendo, convirtieron unas manifestaciones en favor de la democracia en un conflicto étnico y, de esa forma, impidieron cualquier cambio sustancial en Ucrania.

Imagen tomada de un vídeo del Ministerio de Defensa ruso del lanzamiento en el mar Caspio de un misil hacia Siria, el 20 de noviembrew de 2015 AP
Desde el punto de vista de Occidente, el comportamiento de Putin ofreció nuevos argumentos para la OTAN y para aumentar el gasto de defensa.
 Cuando parecía que nadie estaba dispuesto a examinar cómo se hicieron tan mal las cosas en Irak y Afganistán, ni a aprender las lecciones de aquellos años, dio la impresión de que se agradecía la vuelta a elementos institucionales conocidos, en un momento en el que varios proyectos de armamento estaban dando fruto y necesitaban más inversiones
Era una forma de ignorar las interminables consecuencias de aquellas guerras —la extensión de los conflictos en Oriente Próximo y África y la expansión del ISIS— y, al mismo tiempo, contentar a varios grupos tradicionales de apoyo en los respectivos países. Extrañamente, por ejemplo, el anacrónico debate sobre la compra de submarinos Trident en Reino Unido, a un precio de más de 40.000 millones de libras (51.600 millones de euros), sólo puede entenderse por intereses partidistas, como una forma de dividir al Partido Laborista.
 Igual que la primera Guerra Fría puede interpretarse como un empeño colectivo en el que ambas partes se reforzaban mutuamente, el relato geopolítico común, hoy, ofrece beneficios mutuos a los diversos actores dominantes.

 

Un médico recomendó ingresar en un psiquiátrico al copiloto Lubitz..................................... Carlos Yárnoz

La comisión de investigación de la catástrofe de Germanwings concluye que los doctores no alertaron del profundo desequilibrio del joven.

 

Andreas Lubitz participa en el maratón Airportrace de Hamburgo el 13 de septiembre de 2009. EFE
¿Cómo es posible que un paciente con tendencias suicidas acabe al mando de un avión de pasajeros en pleno vuelo y que, además, se quede solo en la cabina encerrado bloqueando el acceso de otro piloto?
 Eso es lo que sucedió a las 10.30 horas del 24 de marzo del año pasado cuando el copilo Andreas Lubitz puso en rumbo de colisión sobre los Alpes el Airbus A-320 de Germanwings que cubría el trayecto Barcelona-Dusseldorf con 150 personas a bordo, medio centenar de ellos españoles.
 ¿Qué debe hacer la aviación mundial –fabricantes, aerolíneas, médicos…- para que algo similar no vuelva a ocurrir?
 En responder esas dos preguntas se ha centrado la comisión francesa de investigación de accidentes aéreos (BEA), que en su informe final sobre la citada catástrofe ha recomendado este domingo exámenes regulares para comprobar si los pilotos tienen o no problemas psicológicos o psiquiátricos.

El informe, difundido cuando está a punto de cumplirse un año de la tragedia ocurrida en el paraje alpino de Prads-Haut-Bléone, señala textualmente que se debe hacer “un análisis regular sobre las incapacidades para volar, y en particular sobre problemas psicológicos y psiquiátricos”.
 El documento confirma que el Airbus de Germanwings, filial de la alemana Lufthansa, cayó por una acción deliberada de Lubitz, el copiloto de 27 años.
Lubitz sufría desequilibrios psicológicos desde hacía años y había tenido ya al menos 41 consultas médicas relacionadas con ese problema
. Incluso antes de obtener su licencia de piloto había estado en tratamiento "por tendencias suicidas", como han señalado los investigadores.
 Y en semanas previas a la catástrofe, buscó en Internet información sobre métodos de suicidio.
El copiloto sufría un episodio depresivo severo desde diciembre de 2014, tres meses antes de la catástrofe
 
Las primeras alertas en el mundo de la aeronáutica saltaron en su periodo de formación como piloto.
Entre noviembre de 2008 y agosto de 2009, tuvo que interrumpir su entrenamiento “por razones médicas”.En abril de 2009, no le revalidaron su certificado médico correspondiente “debido a una depresión y a que tomada medicación para tratarla”, como ya reveló la comisión francesa de investigación en mayo pasado. En julio de 2009, sí le dieron el certificado, pero con este aviso adjunto: “Adviértanse las condiciones/restricciones especiales del permiso” para volar. “En su licencia de piloto se incluyó la limitación “SIC incl.. PPL”, que significa: exámenes médicos específicos regulares; contactar con la autoridad emisora de la licencia”.

Problemas mentales de Lubitz

C. Y.
El copiloto Andreas Lubitz sufría desequilibrios psicológicos desde hace años y había tenido ya al menos 41 consultas médicas relacionadas con ese problema. Las primeras alertas saltaron en su periodo de formación como piloto. Entre noviembre de 2008 y agosto de 2009, tuvo que interrumpir su entrenamiento “por razones médicas”.
En abril de 2009, de hecho, no le revalidaron su certificado médico correspondiente “debido a una depresión y a que tomada medicación para tratarla”. En julio de ese año, sí le dieron el certificado, pero con este aviso adjunto: “Adviértanse las condiciones/restricciones especiales del permiso” para volar. “En su licencia de piloto se incluyó la limitación “SIC incl.. PPL”, que significa: exámenes médicos específicos regulares; contactar con la autoridad emisora de la licencia”.
Esa limitación, recuerdan los investigadores, requiere que el examinador de medicina aeronáutica contacte con la autoridad emisora de la licencia “antes de proceder a la evaluación médica relacionada con cualquier extensión o renovación del certificado médico”. Se trata de que el examinador conozca la historia médica del piloto antes de proceder a su evaluación.
Lubitz obtuvo su último certificado médico para poder volar en julio de 2014 con validez hasta el 14 de agosto de 2015, a pesar de que, según diversas informaciones difundidas tras la catástrofe, seguía tomando medicamentos contra la depresión.
En los dos meses previos a la catástrofe, Lubitz acudió varias veces a consultas médicas, tomaba antidepresivos y había confesado su estrés y angustia insuperable por el miedo que tenía a quedarse ciego y no poder pilotar.
 Estuvo de baja entre el 16 y el 22 de marzo, dos días antes de la catástrofe.
Apenas dormía por el estrés y tomaba antidepresivos.
 Dos semanas antes de la catástrofe, un médico privado le aconsejó ingresar en un psiquiátrico.
 Él se informaba mientras de métodos para suicidarse.
Por todo ello, los investigadores señalan ahora que hay que buscar un equilibrio “entre la confidencialidad médica y la seguridad del vuelo”.
 Se centrará en determinar cómo es posible que un piloto esté en una cabina de un avión con intención de estrellarlo pese a que existen normas que establecen “criterios médicos obligatorios para las tripulaciones, específicamente en las áreas de psiquiatría, psicología y problemas de conducta”; y en las políticas de reclutamiento y formación que tienen las compañías.
Ahora, el informe final precisa que, desde diciembre de 2014, Lubitz sufría “un episodio depresivo psicótico” y que, pese a fueron numerosas las ocasiones en las que los médicos le trataron, nadie comunicó el preocupante estado del piloto ni a las autoridades aeronáuticas ni a la compañía. 
Dos semanas antes de la catástrofe, un médico llegó a recomendar a Lubitz que ingresara en una clínica psiquiátrica. 
Los doctores que le atendían le recomendaron que no volara en esas fechas. "
Si hubiera respetado el reglamento, él mismo hubiera pedido ser relevado", destacan ahora los investigadores franceses. Los médicos se han escudado en todo momento en el secreto profesional, pero los investigadores sostienen que debe haber un equilibrio entre esa reserva y la seguridad aérea
 Ahora, los investigadores recomiendan romper ese secreto profesional en casos graves de desequilibrios psicológicos de los pilotos, si bien exigen “reglas claras” para determinar el comportamiento de los médicos en estos casos.
Esas reglas no existen en Alemania, donde vivía el piloto, ni en casi ningún país del mundo, por lo que los expertos piden nuevas normas para aclarar qué hacer cuando chocan el secreto médico profesional y la necesidad de proteger a los viajeros.
 Los expertos sostienen que “hay que definir las condiciones de seguimiento de los pilotos con antecedentes de problemas psicológicos”.
Los expertos franceses destacan que los propios pìlotos son "reticentes" a la hora de admitir posibles problemas psiquiátricos por miedo a perder el empleo
. Por eso, recomiendan también programas y planes de ayuda y apoyo a los profesionales de la aviación.
Pocas semanas después del siniestro, la Agencia Europea de Seguridad Aérea (AESA) ya recomendó reforzar los controles psíquicos de los pilotos, formar mejor a los médicos que los hacen y crear una base de datos internacional sobre el estado de los ormar mejor a los médicos que los hacen y crear una base de datos internacional sobre el estado de los aviadores. También pidió que, en cualquier circunstancia, hubiera siempre al menos dos personas dentro de las cabinas del avión. La mayoría de esas recomendaciones aún no han sido adoptadas por muchas compañías. Con respecto al sistema de bloqueo de las puertas de la cabina, que propició que Lubitz impidiera el acceso al comandante, los investigadores señalan que hay que revisar todo el sistema.
 Varias compañías ya exigían que nunca pudiera estar una sola persona en la cabina, una norma adoptada por otras muchas aerolíneas tras el siniestro de los Alpes.

 
 

12 mar 2016

Palabras nuevas......................................................... Boris Izaguirre

Me gusta recordar a Nancy Reagan como la anfitriona de la Casa Blanca que permitió a John Travolta bailar con Diana de Gales y que se fotografiaba con Mr. T.

Nancy Reagan con el actor MR. T., en la Casa Blanca en 1983.
¡Otra semana más sin gobierno, manteniendo esa sensación, entre relajadita y estimulada, como la que te deja una buena sesión de yoga!
 Sintiéndonos muy “compi yogui”, el término empleado por la Reina y que hemos conocido al desvelarse un intercambio de mensajes entre ella y Javier López Madrid, un súbdito investigado por varias razones
. La Reina ha impuesto una nueva moda y ya en varios gimnasios de Madrid imparten clases compi yogui. Lamentablemente, aquella amistad terminó en una lesión confirmada ahora por la Casa del Rey.
Yo también tengo compis yoguis: libros buenos.
 Cinco esquinas, la nueva novela de Mario Vargas Llosa, es uno de ellos
. Lo que más me gusta de esta es que no está escrita por un Nobel sino por un hombre ya sin edad. Porque la novela, más que contemporánea, es próxima, vital, como escrita por un joven con inmenso talento dotado de un conocimiento profundo de nuestra lengua
. Esa es la clave de esta novela y su emoción.
 El lenguaje es pleno, euforizante, no cesas de descubrir palabras que quieres averiguar, investigar y, desde luego, incorporar.
 Ese disfrute te adentra en la sórdida historia de un chantaje que reúne a un elenco de personajes que jamás se conocerían sino fuera porque forman parte de un tiempo cruel y oscuro en Perú.
 Pero muchas veces ese Perú parece esta España.
 Los ricos son igual de pueriles y peligrosos que los políticos que juegan con el poder y los periodistas que creen que la búsqueda de la verdad es cosa solo de los buenos

 

Otra lectura es Furias divinas, de Eduardo Mendicutti, sobre un cabaret de transformistas en La Algaida, el Macondo gaditano del autor.
 El cabaret se llama Garbo, para hacerle competencia al antro de enfrente que se llama Loren, y, a partir de ahí, tampoco puedes dejar de leerla
. Los transformistas de la novela no son transgénero, como las hermanas Wachowski, que dirigieron Matrix como hombres y ahora son directoras, pero tienen los mismos problemas que muchos españoles: desempleo, desconcierto político y un interés por Podemos que deviene en obsesión al tiempo que desnuda las carencias de una izquierda que por travestirse de burguesa terminó desorientada.
Al final, pareciera que solo la pachanga es nuestra salvación
. Es probable que con Furias divinas te rías más que con Cinco esquinas, que es un thriller de aquí te espero, pero ambas lecturas hacen pensar en que lo bueno no es el jaque al poder sino el poder de la literatura.
La princesa Diana de Gales baila con el actor norteamericano John Travolta, durante una cena en la Casa Blanca (Washington) en 1995.
Nancy Reagan, que conoció el poder de verdad, falleció el domingo pasado. No fue una buena actriz, sus hijos se quejaron de su papel como madre pero sí fue una primera dama excepcional.
 El público la quiso más cuando sobrevivió el duro proceso de ver a su esposo Ronald alejarse del mundo que una vez lideró, víctima del alzhéimer. Siempre se dijo que consultaba con una vidente los cambios en el Gobierno de su marido.
 A mí me gusta recordarla como la anfitriona de la Casa Blanca que facilitó que John Travolta bailara con Diana de Gales o que se fotografiaba con Mr. T. o con Michael Jackson disfrazado de Simón Bolívar
. Ese es su retrato bueno, pero de inmediato recuerdo que ella y su marido hicieron lo imposible para no reconocer el sida como una epidemia, desperdiciando años clave para encontrar la cura.
 En los ochenta, los Reagan gobernaban sobre el culto al dinero, el poder, la hombrera extensa y el dorado intenso en todos los accesorios
. De la misma manera que Donald e Ivana Trump, su esposa de entonces, parecían bañarse en dólares y aclararse el pelo con lingotes de oro
. Una vez coincidí con los Trump en un desfile en el hotel Plaza, que fue también de su propiedad, e Ivana olía a millones de dólares mezclados con millones de orquídeas raras; mientras Donald saludaba a la gente en una larguísima línea sin mirarles a los ojos
. Eran como los duques de la Quinta Avenida gracias a las políticas neoliberales de la Administración Reagan.
 Con la muerte de Nancy, queda Trump como un payaso para muchos miembros de su propio partido. Pero para otros es un globo llamativo que colocar entre las nubes prometiendo un come back a esos años ochenta felices y dispendiosos.

Viena, la ciudad múltiple........................................................ Mercedes Cebrián


Viajes a Viena
El edificio del Parlamento, con una estatua de Palas Atenea en primer plano y la torre del ayuntamiento al fondo. / Westend61/Getty
¿Por dónde comenzar a trinchar Viena? La ciudad es un objeto multifacético que responde a una amplia gama de intereses.
 Si solamente queremos prestarle atención a su lado imperial, ahí tenemos palacios y magnas bibliotecas esperándonos.
 Si por el contrario buscamos una Viena con banda sonora de Schönberg y muebles iguales a los que usaron Klimt y Egon Schiele, también hay un itinerario para ello, así como varias atalayas para asomarnos al día a día de la capital austriaca.

Jardines imperiales

Para comprender la Viena austrohúngara de finales del siglo XIX, popularizada por la figura de la emperatriz Sissi, hay una opción poco frecuentada que sirve como excelente prólogo de posteriores visitas: el Museo Hofmobiliendepot (www.hofmobiliendepot.at) del barrio de Mariahilf.
 Allí se almacenan los muebles que pertenecieron a los emperadores, cuyos palacios, salvo el de Hofburg, no estaban amueblados.
 Cada vez que pasaban temporadas en sus residencias de Belvedere o Schönbrunn, un séquito de personas, muebles y objetos decorativos viajaban con ellos.
 Admirar el pianito de teclas estrechas construido especialmente para el príncipe Rodolfo, hijo de la emperatriz, y ver todas las escupideras de palacio allí expuestas nos hace aprender de esta vida opulenta mucho más de lo que esperábamos.
El café-librería Phil, en la calle Gumpendorfer. / Hemis
Al salir del museo, lo suyo es tomarse un café, no tanto por la necesidad imperiosa de beberlo sino porque visitar cafés es una de las obligaciones de quien pisa Viena
. Muy cerca se hallan dos: el amplísimo Café Ritter (www.caferitter.at), muy años cincuenta, o el Jelinek (cafejelinek.steman.at), de paredes encantadoramente mugrientas y con una enorme estufa metálica que sigue funcionando.
 Su lista de desayunos es larga, y al recibir nuestra comanda será inevitable fotografiarla, por lo abundante y bien servida.
Así, con las ideas mucho más claras sobre el Imperio Austrohúngaro y sus posesiones, podemos seguir recorriendo otros palacios, como Schönbrunn, por cuyos jardines el pueblo llano pasea hoy sin pagar entrada.
 Lo mismo ocurre en Augarten (www.augarten.at), el jardín situado al norte de la ciudad.
En su interior se encuentra la fábrica de porcelana de igual nombre, cuyo museo está abierto al público.
 También es posible ver trabajar a los artesanos de lunes a jueves.

Curvas y volutas

Detalle de uno de los edificios de Hundertwasser en Viena. / Carlos Sánchez Pereyra
Este periplo por lo imperial nos lleva más atrás todavía en el tiempo: al Sacro Imperio Romano Germánico, anterior a 1806, en el que ya existían las barrocas iglesias de la ciudad. Algunas están escondidas, como la Peterskirche o iglesia de San Pedro, discretamente situada en un rincón de la muy comercial calle Graben. En su interior se celebran conciertos gratuitos de órgano los viernes por la tarde y algunos miércoles a mediodía. Pero el culmen de las arquivoltas y de los trampantojos lo encontramos en la iglesia de San Carlos Borromeo o Karlskirche, que además nos permite durante este año subir a su cúpula y llegar a rozar los frescos apoteósicos a cargo de ­Rottmayr; por eso el andamio que vemos nada más entrar es, en realidad, una buena noticia. La versión secular de este barroco ecléctico la encontramos en la Sala Imperial (Prunksaal) de la Biblioteca Nacional de Austria (www.onb.ac.at), situada en la zona palaciega de Hofburg.

Asombroso fin de siglo

Mapa de Viena. / Javier Belloso
En el Museumsquartier, un complejo cultural donde se encuentran la mayoría de los museos de la ciudad, la mies es mucha y probablemente no haya días para visitar toda su oferta.
Si hemos de elegir uno, el Leopold Museum (www.leopoldmuseum.org) parece la opción ganadora (con permiso del Museo de Historia del Arte).
 Su aspecto austero de caja nada barroca es estupendo para exponer obras de Schiele y Klimt, y de los artistas que hicieron de Viena ese foco de creación constante.
Después, se puede comer o tomar algo en la cafetería de la Academia de Bellas Artes situada en Schillerplatz, a pocos pasos, que es precisamente donde Egon Schiele tuvo que repetir la asignatura de perspectiva
. En el Museo Albertina (www.albertina.at), también a pocos metros y siempre dentro de la avenida circular Ringstrasse, no hay que buscar la liebre de Durero, que raras veces se expone por tratarse de un dibujo delicado
. A cambio encontramos la obra de los impresionistas y la de otros contemporáneos de Klimt como los miembros del grupo Die Brücke.
 Al otro lado de la Albertinaplatz se halla otro de los cafés legendarios: el Mozart, y junto a él, la sastrería decimonónica Jungmann & Neffe (www.feinestoffe.at), que, con sus pajaritas de mil colores, paraguas y tela a granel, nos traslada inmediatamente a una Viena de aficionados a la ópera vestidos para una representación en la Staatsoper.


Detalle del Pabellón de la Secesión, de 1898. / Danita Delimont
Si continuamos hacia el sur nos sale al paso el edificio de los artistas rebeldes, el Pabellón de la Secesión de Olbrich, fácilmente distinguible por la bola dorada que lo corona y su fachada blanca con la inscripción Ver Sacrum (primavera sagrada).
 Si nuestra visita coincide con la inauguración de alguna exposición, veremos por allí alternando a los Ur-gafapastas vieneses, vestidos de elegante luto riguroso.
 Muy cerca se encuentra el Café Museum, decorado sobriamente por Adolf Loos, en las antípodas estéticas de los secesionistas, si bien desde 2010 se ha recuperado el interiorismo de 1931, a cargo de Josef Zotti, pues los clientes encontraban algo incómodas las sillas Thonet de Loos, en las que se sentaban Klimt (cómo no), Oskar Kokoschka y el compositor Alban Berg, entre otros muchos.
Otro edificio de Loos que nos llama la atención es el del número 11 de Michaelersplatz, que contrasta enormemente con la fachada barroca de enfrente, donde los carruajes turísticos de Viena paran a descansar.
El inmueble de Loos, de 1911, es un hito arquitectónico, pues en su limpia fachada el rebelde arquitecto (autor de Ornamento y delito y precursor del funcionalismo) plasmó en medio de una gran polémica sus ideas contrarias a las edificaciones historicistas de la época.
 Hoy alberga un banco cuyos empleados ya no se sorprenden ante la cantidad de visitantes que entran a husmear por allí, a los que además entregan un folleto informativo.

Si queremos comer cerca, no faltan cafés, pero un local algo más escondido lo encontramos en una galería comercial de las que Walter Benjamin tendría en mente al escribir su Libro de los pasajes: el Ferstelpassage.
 Allí se encuentra el bar Vulcanothek (www.vulcanothek.at), que solo sirve patas de cerdo austriaco y vino.
 Del techo cuelgan jamones en una variante estilosa de un museo del jamón.
Por las decenas de tiendas de la calle Dorotheengasse encontramos aún objetos de principios del XX de Koloman Moser o Josef Hoffmann, diseñadores del colectivo Wiener Werk­stätte, pero eso sí, a precios estratosféricos
. Como en la Viena de 1900 confluyeron tantos creadores, parece inevitable preguntarse si alguno se psicoanalizaría con Freud. Para ello tendría que desplazarse al barrio cercano a la Universidad de Viena, en el 19 de la Bergasse
. Allí sigue hoy su casa museo (www.freud-museum.at), que nos muestra varios objetos fetiche del psicoanalista. No tiene sentido acudir en busca de su diván, pues se lo llevó consigo a Londres cuando los nazis tomaron el edificio donde vivía y pasaba consulta.
 A cambio, podemos mirar por las mismas ventanas por las que él se asomaba y, sobre todo, aprender sobre su época y sobre las mujeres que tuvieron un papel importante en la disciplina de la que se le considera el padre, pues el museo organiza una exposición al respecto.

Mercado de pulgas

Para entrar de cuerpo entero en el siglo XXI basta dejarse llevar por el canto de sirenas de cualquier local de la ciudad, todos con su luz cálida y bien escogida.
 La tarde-noche pide sobre todo una parada en Phil (www.phil.info), la librería-café que sirve como antídoto a las numerosas Vienas de otras épocas.
 Y los sábados, la ciudad sigue muy viva en el mercadillo de pulgas (Flohmarkt), un paraíso para cacharrear junto al metro Kettenbrückengasse.
 Al lado está también el abarrotado Nasch­markt (www.naschmarkt-vienna.com), un rastro de comida del que nadie sale sin llevarse algo a la boca.
 Para terminar el día o comenzar la noche, el bar Der Dachboden, que situado en la azotea del hotel 25Hours (www.25hours-hotels.com) nos permite admirar desde una atalaya todos esos decorados del pasado mientras sorbemos por la pajita uno de los muchos cócteles que sirven.
Mercedes Cebrián es autora de El genuino sabor (Literatura Random House).