Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

12 mar 2016

No te amo, mi amor.......................................................... Manuel Rivas

Nunca antes había pensado en el matrimonio. Ni por la Iglesia ni por lo civil.

 Era algo, simplemente, que no contemplaba en su horizonte

 

Nunca antes había pensado en el matrimonio. Ni por la Iglesia ni por lo civil. Era algo, simplemente, que no contemplaba en su horizonte de vida, ni siquiera a largo plazo.
Como historiador del cine, la única boda en la que se había detenido era una de ficción, en la película El cazador, esa gente se casa antes de ir a la guerra.
 Ahora medita cada boda. Es el oficiante. El concejal de Cultura, Fiestas y Deportes.
 Es él quien cita, con un laico tono bíblico, a Cesare Pavese en El oficio de vivir:
“La única alegría del mundo es comenzar”.
Y esa frase, justo esa frase, que viene de la boca de la literatura, hace que todo se ponga a la escucha en el salón municipal, en ese mismo lugar donde los ediles debaten, votan, dirimen el poder, y a veces se enzarzan duramente como si por un bache o por una cabalgata de Reyes si librara la batalla de la historia.
 Pero ahora una frase, un pensamiento fulgurante, la anotación de un hombre que escribía sobre su propia piel, con fecha de 23 de noviembre de 1937, ha venido aquí para reactivar el presente. Hasta ese momento, el acto había sido amable, simpático.
 La pareja contrayente entró con música de vals, escoltada por dos maceros.
 El concejal oficiante dio la bienvenida, leyó los tres ar­tículos del Código Civil. Y luego comenzó su intervención con la lectura de Cesare Pavese: “
La única alegría del mundo es comenzar. Es bello vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante. Cuando falta este sentimiento –prisión, enfermedad, costumbre, estupidez–, querríamos morirnos”.

Estábamos conmovidos. Aquello era una boda, sí señor
. Una verdadera bendición para una unión libre. El hombre que nunca había pensado en el matrimonio, lo redescubre como un acto de coraje.
 Casarse, hoy, aquí, no es un acto de sometimiento a la convención social.
Al contrario, un acto de unión entre iguales, movidos por el deseo y la voluntad de convivir y compartir, es una transgresión.
 En un mundo donde cada movimiento es medido por la unidad métrica del ego, donde todo conspira para que la regla sea competir y no compartir, la noticia de que dos personas se casan debería ser recibida como un suceso revolucionario.
 Hay que acudir a una boda como un milagro de la naturaleza, como cuando celebran nupcias las ballenas en un santuario.
El oficiante se llama José Manuel Sande, concejal coruñés de 43 años. El día de su toma de posesión se quedó perplejo cuando le anunciaron que tenía que casar a cuatro parejas que lo habían elegido como celebrante.
 Decidió tomárselo como una seria responsabilidad cultural. Ahora prepara de víspera sus intervenciones.
 Cada vez es más consciente de que no se trata de un trámite que le tocó despachar. Se preocupa por el sentido de sus palabras. No por grandilocuencia, sino porque piensa que cada una de ellas puede ser una bola de billar en la imprevisible trayectoria de la vida.
 Ahí se encontró con Cesare Pavese, y otros inusuales, escapando de los textos más tópicos, por repetidos, que suministran los buscadores de Internet a los nuevos oficiantes laicos, como el tan repetido
 poema Cuando se encuentran dos almas, de Victor Hugo. 
A las bodas civiles habría que incorporar El cantar de los cantares, ya que la Iglesia deja fuera del repertorio esa maravilla. Cuando me casé, también por lo civil, no nos citaron ni a Pavese ni a nadie.
Duró cinco minutos. El tiempo de leernos los artículos del Código y despacharnos como a dos furtivos. Fue hace años en el Palacio de Justicia, pero, como pioneros en lo civil, nos casaron en el cuarto de la conserjería.
Nos aseguraron que era un juez el celebrante, pero hoy estoy convencido de que era el propio conserje, tal vez porque coincidió con el Día de los Santos Inocentes.
 El único detalle iconográfico era un calendario de Explosivos Rio Tinto.
 Temí que, vengativo, el oficiante leyese para fastidiarnos La lenta máquina del desamor, de Julio Cortázar, tan hermoso y jodido:
“Ya no te amo, mi amor”. Esa noche salimos para Ginebra, aprovechando el retorno de un vuelo chárter de emigrantes.

¿Qué respuesta es más deprimente?............................................................ Javier Marías

Nunca nadie es tan “idóneo” que excluya las demás opciones.

Uno se pregunta cómo es tan difícil de entender, o de aceptar y obrar en consecuencia.
 A lo largo de decenios hemos ido sabiendo que un gran número de políticos españoles con poder y autoridad colocaba en puestos de las diferentes administraciones (estatales, autonómicas, municipales) a parientes variados, amigos de pupitre, parejas o ex-parejas, o bien favorecía a las empresas y proyectos de éstos con sustanciosos contratos que no siempre salían a concurso, o lo hacían de manera amañada
. Desde los lejanos tiempos de Juan Guerra (hermano del entonces vicepresidente Alfonso) hasta los más recientes: los que no somos valencianos acabamos de enterarnos de que, hasta hace nada, la jefa de gabinete de la alcaldesa Rita Barberá era … su propia hermana. Por muy funcionaria que fuera y sea esta señora, por “idónea” que resultara para el puesto, cualquiera con dos dedos de frente y cierto sentido de las apariencias se habría hecho este razonamiento: “
No, mi hermana no puede ser, por mucho que valga y se merezca el cargo.
Esto lo sé yo y lo sabe ella, pero, precisamente por serme tan próxima, hay que buscar a otra persona, porque el resto de la gente lo interpretará de otro modo y pensará que hay enchufismo, o nepotismo”. Sobre todo porque así es: siempre hay otra persona; nunca nadie es tan imprescindible que no pueda ser sustituido por alguien de características similares; nunca hay un candidato único para desempeñar una función; nunca nadie es tan “idóneo” que excluya las demás opciones.

Uno se pregunta cómo es tan difícil de entender, o de aceptar y obrar en consecuencia. A lo largo de decenios hemos ido sabiendo que un gran número de políticos españoles con poder y autoridad colocaba en puestos de las diferentes administraciones (estatales, autonómicas, municipales) a parientes variados, amigos de pupitre, parejas o ex-parejas, o bien favorecía a las empresas y proyectos de éstos con sustanciosos contratos que no siempre salían a concurso, o lo hacían de manera amañada.
 Desde los lejanos tiempos de Juan Guerra (hermano del entonces vicepresidente Alfonso) hasta los más recientes: los que no somos valencianos acabamos de enterarnos de que, hasta hace nada, la jefa de gabinete de la alcaldesa Rita Barberá era … su propia hermana.
Por muy funcionaria que fuera y sea esta señora, por “idónea” que resultara para el puesto, cualquiera con dos dedos de frente y cierto sentido de las apariencias se habría hecho este razonamiento:
“No, mi hermana no puede ser, por mucho que valga y se merezca el cargo.
 Esto lo sé yo y lo sabe ella, pero, precisamente por serme tan próxima, hay que buscar a otra persona, porque el resto de la gente lo interpretará de otro modo y pensará que hay enchufismo, o nepotismo”
. Sobre todo porque así es: siempre hay otra persona; nunca nadie es tan imprescindible que no pueda ser sustituido por alguien de características similares; nunca hay un candidato único para desempeñar una función; nunca nadie es tan “idóneo” que excluya las demás opciones.
Cuando hemos de trabajar en equipo, todos tendemos a rodearnos de personas que ya conozcamos y de las que podamos fiarnos
Pero no seamos en exceso puritanos.
 Cuando hemos de trabajar en equipo, todos tendemos a rodearnos de personas que ya conozcamos y de las que podamos fiarnos
. Si yo dirijo una editorial, busco la colaboración de individuos que me garanticen competencia y eficacia, y lealtad en segundo término
. Si esa editorial es un negocio privado, creado con mi capital, estoy en mi derecho
. Yo me lo invento y me lo financio, no hay dinero del contribuyente, no he de rendir cuentas a nadie, cada cual hace con su peculio lo que le parece y contrata a quien le viene en gana
. La cosa, sin embargo, cambia radicalmente si lo que ocupo es un cargo a mí preexistente, y pagado con los impuestos de todos: da lo mismo si soy Presidente del Gobierno o concejal de un Ayuntamiento
. El puesto no lo he creado yo, ni el organismo, a diferencia de mi editorial.
 En él no he desembolsado un penique, sino que, por el contrario, recibo un sueldo de mis conciudadanos y dispongo de un presupuesto para llevar a cabo mi labor y cubrir los gastos de representación. 
He de ser por tanto escrupuloso al máximo a la hora de beneficiar a mis allegados con prebendas, de contratarlos o nombrarlos, y también en lo relativo a “cargar” gastos.
 He de medir exactamente qué está justificado y qué no, qué es estrictamente necesario para el desempeño de mis funciones, a qué me obligan éstas y qué son meros adornos o agasajos superfluos.

 Seguramente será de recibo que invite a almorzar o a cenar a unos visitantes, pero difícilmente lo será que además los lleve a una discoteca o los convide a excesos. 

Y en todo caso no puedo rodearme en mi trabajo de esposas, maridos, hermanos, cuñados, sobrinos, compañeros de infancia, parejas o ex-parejas con las que me siento en deuda o me llevo de maravilla. 

Con razón han acusado los representantes de Podemos durante los últimos años; sobre todo ellos, los que más han denunciado la corrupción general y la implícita en estas prácticas; los que se han cargado de razón hablando de regeneración y limpieza.

 Sin embargo, leo en una reciente columna de Javier Ayuso que el concejal madrileño Zapata, célebre por su vileza tuitera cuando aún era un desconocido, acaba de contratar como asesora a su ex-pareja con un sueldo de 50.000 euros al año. 

Y que también Ada Colau y su lugarteniente Pisarello, en Barcelona, se han hecho con los servicios de sus respectivas parejas. Y que Iglesias y Errejón tienen novias o ex-novias bien colocadas “en los centros de poder ganados”.

 Al parecer estos políticos no niegan los vínculos, pero aducen: “Sí, es verdad que es mi pareja o ex-pareja, pero no la hemos contratado por eso, sino por sus cualidades profesionales” (siempre según Ayuso). ¿Se puede ser tan torpe, o acaso tan jeta?

 ¿Cuál creen que ha sido el argumento de todos los responsables del PP, el PSOE o CiU que se han pasado décadas haciendo lo mismo? 

¿Alguno ha reconocido que nombraba a su cuñado o su padre por ser eso, el cuñado o el padre? 

. ¿Tan difícil es entender que si alguien es un genio en algo, pero tiene la mala suerte de ser familia, ex-pareja o pareja de un representante público, no puede ocupar un cargo que dependa de este último, y cuyos emolumentos provengan del erario?

 ¿Ni tampoco obtener una concesión ni una contrata, por adecuada que sea su empresa? Resulta en verdad vergonzoso y desalentador que los sermoneadores se comporten con la misma desfachatez que aquellos a los que hasta ayer sermoneaban.

 Y de nuevo nos encontramos con la terrible pregunta de si es primero la gallina o el huevo: ¿se dedican a la política quienes buscan un medio para corromperse, o en cuanto los limpios entran en ella y manejan dinero ajeno, se corrompen en alto número? 

Las dos respuestas, me temo, son igual de deprimentes.

No, siempre se han amparado en los méritos de éstos (normalmente incomprobables por parte de la ciudadanía) 

 

Las sombras de la conciencia....................................................... Rosa Montero

El descubrimiento de que Lech Walesa espiaba a sus compañeros es una noticia de esas que dejan un sabor a cenizas en la boca.

El descubrimiento de nuevos documentos que parecen demostrar que Lech Walesa fue un informante de la policía secreta comunista y que, aún peor, espiaba a sus propios compañeros de los astilleros es una de esas noticias lastimosas que te dejan un sabor a cenizas en la boca.
 Y no porque suponga para mí algo inesperado ni el derrumbe de un mito: nunca me cayó bien Walesa y además lo de su pasado de chivato era algo que se rumoreaba desde hacía años.
No, lo desolador no es que este tipo de cosas sean sorprendentes, sino que, lamentablemente, no lo son.
 Lo triste es que ocurren demasiadas veces y forman parte de la compleja mezquindad del ser humano.
El asunto de Walesa me ha recordado otro destape ilustre, el de la escritora de Alemania del Este Christa Wolf, autora de magníficas novelas
. Partidaria del régimen en su juventud, se fue haciendo más y más crítica con los años, aunque sin abandonar el marxismo
. Durante mucho tiempo, antes y después de la caída del Muro, fue un referente ético en la sociedad alemana.
 Hasta que en 1993 se empezaron a abrir los archivos de la Stasi, la aterradora policía secreta de la RDA, y se descubrió que Wolf había trabajado para ellos como informante de 1959 a 1961.
El hallazgo cayó como una bomba; al contrario de lo que sucede con Walesa, de Wolf nunca se había rumoreado nada.
 No parece que su carrera como chivata fuera un éxito; en los papeles, la propia Stasi tilda a Christa Wolf de informante “reticente”.
 Además se diría que el resto de la vida de la escritora fue tan verdadero como parecía; sí se fue distanciando del régimen, sí fue haciéndose más y más crítica, sí sufrió cierta represión por ello. Quien no tenga algún error en su vida, que tire la primera piedra.

 Pero, claro, lo malo, lo indecente, es atribuirse un lugar de pureza ideológica teniendo todo eso callado a las espaldas. Tras la caída del Muro, Wolf perdió una oportunidad de oro para intentar explicar lo inexplicable, a saber, cómo gente buena e inteligente es corrompida o chantajeada o seducida por un sistema político aberrante para llegar a prestarse a una mezquindad de ese tipo. Quizá Wolf, pese a ser tan crítica y aguda en sus libros, no hubiera llegado como persona a condenar del todo el régimen totalitario en el que había vivido, lo cual ya me parece bastante execrable. Ya se sabe que las novelas suelen ser mejores que los escritores, sobre todo si son autores de talento.

Ya se sabe que las novelas suelen ser mejores que los escritores, sobre todo si son autores de talento
Se diría que el caso de Walesa es peor.
Su colaboración sería más tardía, más extensa, más grave.
 Él ha vuelto a negarlo todo, pero sus explicaciones resultan confusas: reconoce vagamente un “error”, haber firmado un papel a la policía, en fin, un relato poco convincente.
 Ahora bien, sin duda fue un personaje esencial en el proceso de democratización de su paí
s. Qué extraños, qué paradójicos, qué confusos somos los seres humanos.
Y qué malignos, qué trituradores de las voluntades son los sistemas totalitarios, que son, me parece, el perfecto caldo de cultivo para este tipo de dobleces.
 Una de las películas que más me han gustado de todas las que he visto es La vida de los otros (2006), de Florian Donnersmarck, en donde se hace justamente lo que Wolf no hizo: explicar cómo un sistema policial tiránico como el de Alemania Oriental envilece y destruye a las personas, cómo les arrebata su dignidad y les convierte en chivatos.
Cómo, aparentando ser críticos con el régimen, y quizá sintiéndolo de verdad en su corazón, terminan delatando a su propia gente y convirtiéndose en la sombra enferma de lo que son.
¿Y por qué llega alguien a traicionarse a sí mismo de ese modo?
Debe de haber infinidad de respuestas, tantas como sombras tiene la conciencia. Por miedo, por ejemplo; son regímenes despóticos que pueden hacerte la vida imposible.
Pero probablemente sea más eficaz tentar a los sujetos; ofrecerles dinero (al parecer hay recibos de pagos firmados por Walesa) y, sobre todo, algún tipo de poder.
 Es decir, concederles premios, una carrera mejor, ascensos; pero también el poder de viajar y salir al extranjero, o incluso el de ser un poco disidente sin acabar en la cárcel.
 Y, en el caso de los artistas, el poder de cultivar su creatividad más libremente.
 Ah, qué tentador para un buen escritor, para un buen pintor, para un cineasta, para todos aquellos creadores que, conscientes de su talento, saben que no van a poder desarrollarlo a causa de la censura del régimen salvo si colaboran con él a escondidas.
Y así es, en fin, como se convierte uno en un miserable: con la excusa de la propia obra o de decir abiertamente críticas que no le perdonarían a ningún otro
. Perverso, ¿no? Todavía saldrán más casos de este tipo a la luz, estoy segura
. La contradicción humana es infinita.

Novelistas y periodistas: contadores de historias........................................................... Juan Luis Cebrián

VII Congreso Internacional de la Lengua Española. Puerto Rico

El mundo se ha edificado a modo de relato y los narradores han sido instrumento primordial de su desarrollo. La ficción es un elemento vertebral de nuestra propia existencia.

Gabriel García Márquez en su dormitorio en Cartagena de Indias (Colombia) en 2009.
El libro de los orígenes, el primer libro de Moisés, dice así: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra. Y lo hizo con la palabra”. El logos puso en marcha la evolución del universo.
Un logos que no es solo la expresión de algo, sino también su razonamiento, “el fundamento y la razón de lo expresado”, en feliz definición de Emilio Lledó.
 En cualquier caso, todo comenzó por la articu­lación de la palabra, desde la que hemos ido construyendo el edificio de nuestra civilización.
Y lo hemos hecho a base de contar historias, unas imaginarias, otras verídicas.

 

Gabriel García Márquez en su dormitorio en Cartagena de Indias (Colombia) en 2009.
El libro de los orígenes, el primer libro de Moisés, dice así: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra. Y lo hizo con la palabra”. El logos puso en marcha la evolución del universo. Un logos que no es solo la expresión de algo, sino también su razonamiento, “el fundamento y la razón de lo expresado”, en feliz definición de Emilio Lledó.
En cualquier caso, todo comenzó por la articu­lación de la palabra, desde la que hemos ido construyendo el edificio de nuestra civilización. Y lo hemos hecho a base de contar historias, unas imaginarias, otras verídicas.
La realidad virtual y la realidad real, lo que ordinariamente llamaríamos ficción y realidad, tienen algo en común: ambas se construyen de palabras.
Según explica Lledó, frente a la percepción sensorial, paralela a la naturaleza misma, en la que los conceptos de verdad y falsedad se desvanecen, el lenguaje sostiene y transmite el mundo de las significaciones y se desarrolla en un plano social.
Este encuentro entre la ficción y la no ficción en el común territorio del idioma hace que esa antigua distinción entre ambas desdibuje sus fronteras.
 Frases vulgares por conocidas, como lo real ha superado a la ficción, o ese consejo tan popular entre los periodistas, no dejes que la realidad te estropee un buen reportaje, ponen de relieve que los límites entre la experiencia contrastada y el mundo eidético, que se derrama en la imaginación, son siempre confusos.
Relato de un náufrago, de García Márquez, publicado como periodismo, era ya un monumento de la narrativa
Contar historias ha sido por lo demás un empeño civilizador, una herramienta esencial en la construcción de las culturas.
 Desde su creación en seis días, el mundo se ha edificado a modo de relato, y los narradores han sido instrumento primordial de su desarrollo.
 Vargas Llosa señala que, a través de la literatura, los contadores de historias son capaces de inducir en nosotros, junto a nuestra verdadera vida, una especie de vida paralela, hecha “de palabras e imágenes tan mentirosas como persuasivas, donde ir a refugiarnos para escapar de los desastres y limitaciones que a nuestra libertad y a nuestros sueños opone la vida tal como es”.
ontar historias ha sido por lo demás un empeño civilizador, una herramienta esencial en la construcción de las culturas.
Desde su creación en seis días, el mundo se ha edificado a modo de relato, y los narradores han sido instrumento primordial de su desarrollo
. Vargas Llosa señala que, a través de la literatura, los contadores de historias son capaces de inducir en nosotros, junto a nuestra verdadera vida, una especie de vida paralela, hecha “de palabras e imágenes tan mentirosas como persuasivas, donde ir a refugiarnos para escapar de los desastres y limitaciones que a nuestra libertad y a nuestros sueños opone la vida tal como es”. Por mi parte estoy convencido de que esa vida paralela que él describe forma parte de la vida real, es un elemento no estrambótico, sino vertebral, de nuestra propia existencia.
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Truman Capote con los cineastas David (atrás, a la izquierda) y Albert Maysles en Nueva York en 1965.
Narrar, elaborar un discurso espacio-temporal sobre la realidad, es la mejor manera de crearla, y la superioridad de la literatura a la hora de ejercer semejante empeño resulta evidente
. En su actividad productiva el contador de historias acaba convertido en un líder espiritual de su tribu, por lo que tiende a separarse de ésta, a marginar su propia experiencia de la del resto, para así poder adquirir la influencia social a la que aspira.
No le basta la capacidad inventiva y ficcional: el estilo, la destreza en el empleo del lenguaje, el cumplimiento de los cánones o su ruptura son necesarios a la hora de apreciar la calidad de su narración y de incluirla en el catálogo literario, al que no es ajeno el oficio del periodista.

 Nombres como los de Dickens, Balzac, Zola, Larra, Galdós y tantos otros son ejemplos de la borrosidad de fronteras entre ambas profesiones: la del escritor de novelas y la del escritor de periódicos.
 Alejo Carpentier describía al periodista como un escritor que trabaja en caliente, y esta es una de las pocas diferencias perceptibles entre ambos oficios
. La soledad física y material del creador es reemplazada en el caso del reportero por una especie de soledad interior, una abstracción del mundo que le rodea, el ruido de las redacciones, las broncas y reclamos de los jefes y los chistes de los más desocupados. Octavio Paz llegó a decir que la buena poesía está impregnada de periodismo.
 “Me gustaría —añadió— dejar unos pocos poemas con la ligereza, el magnetismo y el poder de convicción de un artículo de periódico”.
 Luis García Montero, de quien los siglos futuros hablarán como el gran poeta español de nuestro tiempo, ya se atrevió por lo mismo a sublimar algo tan prosaico como los anuncios por palabras cuando proclamaba:
 “Poeta, sin pretensiones / y con una edad cualquiera, / pero joven, / ya con pocas ilusiones / —pues teme que cuanto espera / se lo roben—, / quisiera volverte a ver, / pasar contigo unos días / y sus noches, / empezarte a conocer / otra vez sin cacerías / ni reproches”.

Ha sido siempre tan lineal y espontánea la conexión entre la narrativa literaria y la periodística que llama la atención el estruendo causado a principio de los años sesenta por las tendencias del nuevo periodismo, encabezadas por narradores tan respetables como Norman Mailer o Truman Capote. En su libro sobre El Nuevo Periodismo, Tom Wolfe describe de esta forma lo sucedido: “(…) Al comenzar los años sesenta un nuevo y curioso concepto, lo bastante vivo como para henchir los egos, habían comenzado a invadir los estrechos límites de la esfera profesional del reportaje. Este descubrimiento, modesto y humilde al principio, respetuoso, consistiría en hacer un periodismo cuyas obras se leyeran igual que una novela”. Igual que una novela significaba que aquellos reporteros y entrevistadores no pretendían medirse con los monstruos literarios de la época, sino solamente aprender de ellos. La conclusión a la que llega Wolfe es del todo esclarecedora: “Ni por un momento adivinaron que la tarea que llevarían a cabo como periodistas en los próximos diez años iba a destronar a la novela como máximo exponente literario”.
 Eso sucedió porque no habían comprendido que la Odisea no era sino un formidable reportaje sobre el retorno de Ulises, igual que el Relato de un náufrago de García Márquez, escrito y publicado como una investigación periodística, constituía ya en aquella época un monumento indiscutible de la narrativa en lengua española.
En la página anterior, Ernest Hemingway en su casa en Cuba en 1954.
Los inventores del nuevo periodismo no hicieron sino recuperar la mejor de las tradiciones del viejo, del periodismo de siempre: la de contar historias. Haciéndolo fueron capaces de crear un nuevo estilo
Haciéndolo fueron capaces de crear un nuevo estilo
. Al pretender que sus lectores leyeran los reportajes como si fueran novelas consiguieron que muchas obras de ficción se construyeran como si fueran reportajes.
 Las corrientes del nuevo periodismo coincidieron con las propuestas del arte pop y el nuevo realismo en la plástica que huía del cubismo y la abstracción.
 Las pinturas comenzaban a mirarse como si fueran fotografías y las fotografías como si fueran cuadros, cosa que ya había descubierto Man Ray, entre otros, muchas décadas antes.
Cuando publiqué La agonía del dragón, primero de mis relatos dedicados a la transición política española, tuve cuidado de anunciar en la portada del mismo que se trataba de una novela.
Lo hice advertido de que podría pasar lo que verdaderamente ocurrió y es que algún crítico avispado se encargara de resaltar que se trataba de “una novela de periodista”.
 Lo hizo, claro, no para compararla con las obras de Hemingway, García Márquez, Mark Twain, Chesterton o tantos otros cronistas que se dedicaron a la creación literaria, sino para devaluar mi libro al ubicarlo en un universo aparentemente menor: el de la prensa.


Otros, en cambio, me interrogaron sobre qué necesidad tenía yo de hacer literatura para explicar la realidad y tuve ocasión de explicar lo que genuinamente creo: que el reportaje o la crónica típicamente periodísticos pueden y deben servir para narrar los hechos, pero la descripción de los sentimientos tiene su residencia privilegiada en la ficción. Es así como somos capaces de descubrir un territorio tan ignorado por nosotros como esperado por quienes nos rodean, que es el de la imaginación.
“La libertad del arte —escribe Carlos Fuentes— consiste en enseñarnos lo que no sabemos. El escritor y el artista no saben: imaginan. (…) Quien solo acumula datos veristas, jamás podrá mostrarnos, como Cervantes o como Kafka, la realidad no visible y sin embargo tan real como el árbol, la máquina o el cuerpo”.
A base de describir el mundo lo hemos ido creando a través de los siglos.
También destruyéndolo. Nuestro estilo de vida fue antes que nada literario: una expresión verbal, una retórica urdida de generación en generación de la que dan fe infinita variedad de lenguas, fruto y origen de un continuo mestizaje.