Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

28 feb 2016

Más fuertes y mejores..................................................... Rosa Montero

En el dolor, en la ansiedad, en las esperas y las desesperaciones, si cuentas con una buena lectura estás al menos en parte protegido.

Mientras escribo estas líneas, puedo ver junto a mí los desalentadores montoncitos de libros que se empiezan a acumular, como torres truncadas, en el suelo de mi despacho.
 Ya no me caben en las baldas y no sé dónde meterlos.
 Aunque hace ya mucho que perdí el respeto reverencial a los libros y, después de leerlos, suelo desprenderme de la mayoría, la cantidad de volúmenes que tengo crece como la espuma, porque me regalan muchos y, mea culpa, sigo comprando bastantes (menos mal que existen las versiones electrónicas).
 A veces pienso que se están convirtiendo en una especie de virus invasor y hasta llego a detestarlos durante unos instantes.
 Luego, claro, se me pasa corriendo. ¿Qué haría yo sin libros?
 Son y siempre han sido mi mejor amuleto ante los desasosiegos de la vida.
 En el dolor, en la ansiedad, en las esperas y las desesperaciones, si cuentas con una buena lectura estás al menos en parte protegido
. Recuerdo perfectamente las obras que leí en algunos momentos especialmente penosos; en enfermedades propias, por ejemplo, o en esperas hospitalarias de enfermedades ajenas.
Son libros que me ayudaron a atravesar esos tiempos oscuros, los estrechos desfiladeros de la vida; a decir verdad, pienso en ellos como si fueran mis amigos.
Sé, por otra parte, que esto que me sucede a mí le ocurre a muchos.
 El grupo editorial italiano Mauri Spagnol y el Centro de Estudios de Mercado y Relaciones Industriales de la Universidad de Roma publicaron hace poco los resultados de una investigación curiosísima: estudiaron si la lectura tiene algún efecto en el bienestar de las personas.
Tomaron una muestra de 1.100 individuos, los dividieron en dos grupos, lectores y no lectores, y les aplicaron tres conocidos protocolos para calibrar el índice de satisfacción con la vida, según la autovaloración de los sujetos según la autovaloración de los sujetos.
En una escala del uno, lo peor, al diez, lo mejor, los 1.100 individuos se dieron, como media, una nota de felicidad por encima del siete
. Esto ya es sorprendente en sí, o al menos a mí siempre me sorprende que, cuando le pides a la gente que puntúe su nivel de felicidad, todos los estudios suelen dar unas notas bastante altas, de notable para arriba.
 Y es que el ser humano es una criatura vitalista, adaptativa y tenaz.
 Pero lo novedoso de esta investigación es que los lectores superaron a los no lectores en todos los apartados por cerca de medio punto: se sentían más dichosos y experimentaban más a menudo emociones positivas.
 Resumiendo: parece que leer te ayuda a ser más feliz. Cosa que desde luego no me extraña.
Siempre me han dado pena las personas que no leen.
 Las compadezco porque creo que viven mucho menos
Siempre me han dado pena las personas que no leen.
 Y no porque sean más incultas y menos libres, aunque es bastante probable que sea así.
No, las compadezco porque creo que viven mucho menos.
 Leer es entrar en otras existencias, viajar a otros mundos, experimentar otras realidades.
 Y además, ¡qué inmensa soledad la de quien no lee!
 Porque la literatura nos une con el resto de los habitantes de este planeta, nos hermana con la humanidad entera, más allá del tiempo y el espacio
. Podemos experimentar las mismas emociones que un escritor inglés del siglo XVI o que una autora contemporánea de la remota Nueva Guinea.
Y al fundirnos con los demás, al salir de nosotros mismos, salimos también por un instante de nuestra muerte, que nos espera enroscada en la barriga.
 Leer te hace inmortal.

Hay dos fotos antiguas en blanco y negro que me parecen maravillosas y que son un ejemplo de esa fuerza benéfica de la literatura.
 Una es de André Kertész y muestra una ancianita en camisón sentada en una cama de madera, un mamotreto viejo con dosel.
 La instantánea fue tomada en el asilo de Beaune (Francia) en 1929, así que la mujer era una asilada, probablemente sola, enferma y pobre, una vieja sitiada por la muerte
. Pero tiene un libro en las manos y está embebida en él. Lee, de perfil, con serena y perfecta placidez.
 Qué invulnerable se la ve, protegida por el gran talismán de la lectura. Toda ella luz dentro del barquito de su cama en mitad de un océano de tinieblas.
La otra foto es bastante conocida: la biblioteca de Holland House, en Londres, tras los bombardeos de 1940
. El techo del edificio se ha derrumbado pero las paredes, repletas de libros, se mantienen en pie. Aquí y allá hay tres hombres con abrigo y sombrero que, subidos a la inestable pila de escombros, miran los lomos de las estanterías u hojean algún volumen.
 A mí esta foto siempre me ha parecido un emblema de la esperanza, de la capacidad de supervivencia de los humanos.
 En lo más aterrador de la pesadilla nazi, cuando parecía que el infierno triunfaba, esos hombres buscaban en la hermandad lectora con el resto de la humanidad las fuerzas suficientes para seguir resistiendo.
 Esta es la magia de la literatura: nos hace ser más fuertes y mejores.


 

El poder de Idris Elba....................................................................... Rocío Ayuso

Para muchos en Hollywood, esta noche el actor debería estar entre los candidatos al Oscar por su papel en ‘Beasts of No Nation’.

 Foto: Grant Harder
Vestido con traje de tres piezas de Ermenegildo Zegna, Idris Elba bailotea en el centro de la pista. El brillo etílico de su mirada promete.
 Lo único que parece faltarle al actorazo con alma de disc jockey, que salió hace 43 años de una de las peores colmenas del barrio londinense de Hackney, es que le dejen pinchar la música de esta fiesta en el corazón de Hollywood.
Uno de los hombres mejor vestidos del planeta se despoja de la americana dejando relucir el chaleco más elegante visto últimamente por estos pagos.
 Saluda con un abrazo sin dejar de bailar. La noche va a ser larga en esta terraza de Los Ángeles (California).
 Acaba de conquistar dos galardones del Sindicato de Actores, como mejor intérprete de reparto por Beasts of No Nation y como mejor protagonista en una serie de televisión con Luther
. Se ha convertido en el primer intérprete masculino que logra tal hito
. Una descomunal bofetada al statu quo de una industria que se niega a aceptar lo que Idrissa Akuna Elba (nombre completo) lleva años diciendo: no hay actores blancos o negros.
 Solo hay actores.
 En su caso, buenos.
Será uno de los muchos ausentes en la ceremonia de los Premios Oscar que se celebra esta noche. Ríos de tinta han corrido por lo blancos que son en esta edición los galardones que representan el rostro de Hollywood.
 Nadie se explica cómo el trabajo de Idris Elba en Beasts of No Nation como sanguinario comandante de una guerrilla en un país africano fue pasado por alto en las candidaturas
. Un papel que se queda tanto en la piel como el indeleble recuerdo que dejó aquel otro secundario de lujo que interpretó en la serie The Wire.
Y su encarnación en Mandela
. Y el detective televisivo de Luther.
La actriz Helen Mirren se le acerca para hacerse una foto durante los premios del sindicato de actores. “Es tan guapo que nubla el sentido”
Envuelto en un aura de victoria, riendo junto a Ted Sarandos, el jefe de contenidos de ­Netflix, y dejándose fotografiar junto a varios de sus rivales en la ceremonia de los Premios del Sindicato de Actores
. En un arrebato de ternura, Idris se lanza a retratar entre los flases de los reporteros a su hija Isan
. Su compatriota Helen Mirren, ganadora del Oscar por su inolvidable papel en The Queen, tampoco quiere perderse la posibilidad de quedar deslumbrada ante la presencia de Elba
. “Tiene tanta sensibilidad…
 ¡Es británico!”, suelta la veterana actriz.
 “Claro que entiende las implicaciones de esta noche, parte de una conversación más amplia que está en boca de todos. Pero aquí está disfrutando del momento, sin postureos.
Y es tan guapo que nubla el sentido”.

 Foto: Grant Harder
Vestido con traje de tres piezas de Ermenegildo Zegna, Idris Elba bailotea en el centro de la pista. El brillo etílico de su mirada promete. Lo único que parece faltarle al actorazo con alma de disc jockey, que salió hace 43 años de una de las peores colmenas del barrio londinense de Hackney, es que le dejen pinchar la música de esta fiesta en el corazón de Hollywood. Uno de los hombres mejor vestidos del planeta se despoja de la americana dejando relucir el chaleco más elegante visto últimamente por estos pagos. Saluda con un abrazo sin dejar de bailar. La noche va a ser larga en esta terraza de Los Ángeles (California). Acaba de conquistar dos galardones del Sindicato de Actores, como mejor intérprete de reparto por Beasts of No Nation y como mejor protagonista en una serie de televisión con Luther. Se ha convertido en el primer intérprete masculino que logra tal hito. Una descomunal bofetada al statu quo de una industria que se niega a aceptar lo que Idrissa Akuna Elba (nombre completo) lleva años diciendo: no hay actores blancos o negros. Solo hay actores. En su caso, buenos.
Será uno de los muchos ausentes en la ceremonia de los Premios Oscar que se celebra esta noche. Ríos de tinta han corrido por lo blancos que son en esta edición los galardones que representan el rostro de Hollywood. Nadie se explica cómo el trabajo de Idris Elba en Beasts of No Nation como sanguinario comandante de una guerrilla en un país africano fue pasado por alto en las candidaturas. Un papel que se queda tanto en la piel como el indeleble recuerdo que dejó aquel otro secundario de lujo que interpretó en la serie The Wire. Y su encarnación en Mandela. Y el detective televisivo de Luther.
La actriz Helen Mirren se le acerca para hacerse una foto durante los premios del sindicato de actores. “Es tan guapo que nubla el sentido”
Envuelto en un aura de victoria, riendo junto a Ted Sarandos, el jefe de contenidos de ­Netflix, y dejándose fotografiar junto a varios de sus rivales en la ceremonia de los Premios del Sindicato de Actores. En un arrebato de ternura, Idris se lanza a retratar entre los flases de los reporteros a su hija Isan.
 Su compatriota Helen Mirren, ganadora del Oscar por su inolvidable papel en The Queen, tampoco quiere perderse la posibilidad de quedar deslumbrada ante la presencia de Elba.
 “Tiene tanta sensibilidad… ¡Es británico!”, suelta la veterana actriz. “Claro que entiende las implicaciones de esta noche, parte de una conversación más amplia que está en boca de todos. Pero aquí está disfrutando del momento, sin postureos. Y es tan guapo que nubla el sentido”.
Como repite a todo el que se acerca a felicitarle durante esta velada y él mismo escribirá en Twitter, en estos momentos vive una efervescencia similar a la que uno siente cuando espera el autobús y llegan dos.
Pero sigue cansado de tener que dar explicaciones por el cacareado papel de James Bond que nunca llega
. Otra evidencia más del racismo imperante en Hollywood. Bailando junto a Jamal, su guardaespaldas, el actor baja la guardia al calor de la música.
 “Claro que me gustaría hacer de Bond. Y lo llevaría a un estilo mucho más retro, una figura dañada, mucho más oscura.
 Pero es un color al que no sé si alguna vez podré acercarme”, dice bromeando.
Su parlamento dista mucho del que mantenía durante otro encuentro semanas atrás
. Entonces hasta se disculpaba antes de decir:
 “No puedo contestar a nada que tenga que ver con Bond porque lo que digo se queda y bastante circo hay ya formado”.
 Pero el circo lo montaron otros
. Los que hackearon los estudios Sony divulgando correos personales como el de la entonces jefa Amy Pascal, que dijo que “Idris debe ser nuestro próximo Bond”.
 O Jamie Foxx, cuando contó a la revista Rolling Stone su último encuentro con Elba
. Una conversación entre estrellas en la que Foxx le soltó: “¿Sabes que eres el cabrón de Bond?”.
 
Idris Elba en la serie 'The wire'. cordon press
Elba incluso soñó con ello.
 No en vano el agente especial 007 con licencia para matar forma parte de su cultura.
 Las películas de la saga son las que veía de pequeño en el cine Rio de su barrio en East London y forjaron su interés por la actuación.
 En esta polémica arreciaron aquellos para quienes resulta inconcebible la idea de un negro interpretando al héroe ideado en la imaginación blanca de Ian Fleming en 1953.
Son los mismos que se niegan a cambiar el color imperante en Hollywood.

El aludido aprende a ser cauto en el maremoto racial que le rodea. Evita los encuentros con la prensa desde que se anunciaron las candidaturas al Oscar. Ha preferido llevar su mensaje en favor de la diversidad a otros foros.
 De ahí su reciente discurso ante el Parlamento británico, donde exigió una “carta magna” que ofrezca más oportunidades a las minorías.
 Crítico también consigo mismo, afirma que dejó de ver la televisión porque nunca se ha sentido reflejado en ella.
Pero estamos ante alguien que ha pasado a la historia reciente del medio con su retrato del maquiavélico narcotraficante Russell Stringer Bell en la serie The Wire.
Asegura que se hizo un hombre a los 18 años, cuando se marchó de casa de su madre.
 Llevaba trabajando desde los 14 haciendo un poco de todo.
Y se marchó a Estados Unidos.
“Me considero actor desde que conseguí el carné del Sindicato de Actores”, dice sacando a relucir su verdadero acento londinense de barriada.
 Los segundos comienzos tampoco fueron fáciles. “No me gusta hablar mucho sobre este tema. Ya sabes, Nueva York, sin dinero… Todo lo que tenía se lo daba a mi hija porque habíamos decidido que mi esposa y ella se quedasen el apartamento”.
Con esto último se refiere a su separación de la actriz liberiana Dormowa Sherman, con quien se había instalado en la Gran Manzana en 1997 en busca del sueño americano.
El mismo del que se despertó mientras dormía en su furgoneta. “Tampoco me gusta hablar de ello. Era una furgoneta Astro de Chevrolet con cinco o seis asientos y se dormía de maravilla.
 Aquello solo se prolongó durante un par de meses.
Iba a las audiciones por la mañana y me ganaba algo pinchando música por la noche.
 Aquel periodo concluyó cuando me contrataron en The Wire”.

The Wire marcó un antes y un después.
 En la pequeña pantalla y en la vida de Idris Elba.
La aclamada creación de David Simon no llegó a encontrar al público durante su vida en antena, pero su visión en torno al crimen organizado en Baltimore a través de sus diferentes instituciones consiguió su lugar en la memoria colectiva, transformando a un desconocido como Elba en un actor imprescindible
. Llegó al papel desde la necesidad, en una audición donde, dada su talla, aspiraba a encarnar al narco principal de la trama: Avon Barksdale.
Como en muchas otras ocasiones, se quedó con el papel secundario, el de aquel otro narco aspirante a genio de las finanzas que trabajaba bajo la sombra de Avon ­Barksdale. “
Fue un excelente vehícu­lo para su lucimiento”, reconoció su creador, David Simon. “Lo mismo que Luther”.
Elba no esquiva los halagos
. Se encuentra cómodo entre ellos.
 En los últimos años, los piropos le llegan a mares.
“Yo mismo estoy asombrado, del trabajo, del afecto, del terremoto que me lleva sacudiendo y con el que sigo lidiando.
 Llevo trabajando en esto desde hace más de 25 años, disfrutando de grandes cimas, filmes que han cambiado mi vida, personajes como Luther, como Stringer Bell, como Mandela…
 De todos ellos, el de la serie Luther es mi bebé, por el que siento más pasión”.
Vestido hoy con una especie de chándal en tonos celestes, sin perder su estilo, pero con aire de andar por casa, resulta difícil imaginar el otro Idris con el que convive Elba.
 El de los momentos bajos como muchas de esas películas que quizá sea mejor no recordar.
 No tanto por su trabajo, sino porque de donde no hay no se puede sacar.
Títulos como Obsesionada, que sirvió de trampolín como actriz a Beyoncé y que no fue más que una versión negra de Atracción fatal.
 Detalles que le matan tras haber dado forma a papeles como Mandela desde el corazón, sin artificios. Contra las desilusiones o las obsesiones, Big Driis viene al rescate
. Ese es el nombre que utiliza en muchas ocasiones como disc jockey.
Su antídoto para los bajonazos está en un campo al que empezó a dedicarse antes que a la interpretación.
Habla de Ibiza con pasión y del lugar que se ha ganado en el mundo de la música house.
Lo hace mostrando mucho más orgullo que con sus recientes premios como actor.
“Me llevo mi pequeño equipo de disc jockey donde quiera que voy
. Son muchas horas de hotel en las que me conecto y busco nuevos beats”, explica este lobo solitario. Prefiere trabajar solo, lejos de su familia.
“No es fácil convivir con un actor”.
 En esas ocasiones más que nunca prefiere la compañía de su música.
 “Me relaja, sí. Pero se trata de un mundo muy competitivo
. Muchos no lo entienden y me critican porque se piensan que, si ya soy un actor, para qué quiero ir por ahí pinchando
. Pero mi primer amor es la música”.

Idris Elba en la película 'Beasts of No Nation', su papel más reciente.
Su forma de desconectar le ha facilitado otras conexiones.
El pasado año ejerció de disc jockey en Berlín, calentando a 17.000 personas antes del concierto de Madonna a petición de la artista.
Y ya tiene en el mercado un par de álbumes
. Un tema de nuevo cuño, titulado Murdah Loves John, está dedicado a su alter ego, John Luther, su personaje más querido.
El ritmo de Idris Elba también resuena en otros campos como el del vil metal.
 Su nombre destaca en una lista que encabeza Jamie Foxx y que engloba a las figuras negras más ricas del negocio del espectáculo.
 Un listado sesgado por colores, pero donde se constata que la fortuna de Elba supera los 13 millones de euros.
 La mitad del montante, gracias a la música.
 Con unos ingresos anuales de 1,25 millones de euros, de los que el ámbito de la moda le ha reportado 277.000. Jamal, su guardaespaldas, forma parte de su vida tanto como los viajes en jets privados que le brindan los estudios.
Reparte su vida entre Londres (donde están su madre y su oficina), Nueva York, Los Ángeles y Atlanta.
 En este último enclave atesora vivienda para poder estar más cerca de su hija.
 Tiene otro hijo, Winston, nacido en 2014 de su relación con Naiyana ­Garth.
 Y no duda en asegurar que el tiempo que pasa junto a Winston e Isan es el que más aprecia en su vida. “Pero mi carrera siempre es lo primero”.
“No hablo mucho de cuando dormía en una furgoneta. estuve un par de meses así, hasta que me contrataron en The wire
Hay algún otro cadáver en su armario que habla de una boda en Las Vegas en 2006, anulada 24 horas más tarde
. O de ese hijo que creía suyo y luego descubrió que era de otro.
Prefiere fomentar la imagen de alguien que ha roto las barreras raciales e incluso de género posando para Maxim (la primera vez que un hombre protagoniza la portada de esta revista).
La irresistible atracción que emana clava cada vez más hondo la espinita que tiene en su corazón de actor
. “Claro que busco papeles que trasciendan mi color, mi raza.
Soy un híbrido, alguien orgulloso de ser británico, pero que creció amamantado por la cultura africana.
 Al que le gusta celebrar los dos mundos.
 Tampoco entiendo por qué todavía nadie me ha ofrecido una comedia romántica
. No, no bromeo. Tengo que ingeniármelas para conseguir algo más ligero que los dramas que llevo años interpretando”.
Tendrá que esperar. Ni The Dark Tower ni The Mountain Between Us, sus próximos rodajes, son historias cómicas ni románticas
. Al menos, algo ha cambiado.
 Ambas iban a ser interpretadas por un actor blanco: Javier Bardem, en la adaptación de la novela de Stephen King; Charlie Hunnam, en la versión cinematográfica de la novela homónima de Charles Martin.
 El gran Big Driis ha conseguido, esta vez sí, que Hollywood baile a su ritmo.
elpaissemanal@elpais.es


 

Cómo llevarse con la suegra................................................................... Helena Vidal-Folch

No siempre es fácil explicar a la madre de nuestra pareja las cosas que nos molestan de ella.

 Hace falta pensar bien qué se quiere decir y convertir la queja en una petición.

 

 Monógrafo Estudio
Esta semana descubrí en el calendario que existe un día de la suegra.
 Es el 26 de octubre. Me asombró, lo reconozco.
Y es que, si bien muchas madres políticas llevan a cabo una labor social y familiar valiosísima, la verdad es que suelo escuchar en la consulta más motivos de queja que de celebración.
Así que si usted es uno de los que, en vez de tarta, ese día sacan un matasuegras, probablemente le interese lo que viene a continuación.
Si el problema no es la madre de su pareja, sino que simplemente quiere remendar alguna relación mediante un intercambio de conversaciones, preste también atención.
Lo primero que hay que tener en cuenta para abordar este asunto es saber que este tipo de conversaciones deben prepararse muy bien.
 ¿A que cuando va a exponer algo en público toma unas notas y organiza sus ideas? Haga lo mismo con esa charla pendiente (o conveniente) y así tomará conciencia de lo que se quiere transmitir y conseguir.
 Pero es verdad que si cogemos una lupa para ver de cerca cómo solemos hablar, descubriremos muchas de las causas que generan malestar en nosotros mismos y en nuestro entorno.
Para conectar con las madres políticas hay que mostrarles nuestros miedos
Empecemos con un ejemplo.
 Imagine que doña Lola es la madre de su pareja y que suele dar caramelos a su hijo al recogerlo de la escuela.
 Usted le agradece su gran apoyo para criar al pequeño, pero teme acabar pagando cara esa costumbre, y más aún con sus antecedentes diabéticos.
 Esto es solo la punta del iceberg. La mayoría de nosotros, ante tal situación repetitiva, se dirigiría a su pareja diciendo
: “Estoy harto. Parece que tu madre lo haga a propósito. Le da chucherías a Pedrín a pesar de que le he dicho mil veces que lo tiene prohibido”
. Pero este sería un mal comienzo si de verdad queremos que la suegra nos entienda.
 La frase suena a queja.
 Si deseamos buenos resultados, hay que empezar por distinguir entre queja y petición.
 Cuando nos quejamos, solemos hacerlo ante terceros buscando apoyos o simpatías, pero en realidad nos genera más rencor y no suele resolver el conflicto
La petición es algo distinto porque, si se ­formula bien, puede ahorrar muchos disgustos.
Eso sí, suele ser más compleja porque expone más nuestras carencias y vulnerabilidades.
 Volvamos al ejemplo anterior y preparemos una conversación productiva siguiendo los cuatro pasos que desarrolla el psicólogo americano Marshall B. Rosenberg en su libro Comunicación no violenta: un lenguaje de vida.
Primer paso: observación. Rosenberg nos anima a poner sobre la mesa lo que vemos.
 Pero tiene truco: se trata de una ­observación sin evaluación
. Para ello hay que quitarse el traje de enjuiciadores profesionales y contar a secas lo que se ha visto. En el caso que mencionamos antes, habría que soltarle a la suegra una frase como esta:
“Lola, le has dado caramelos a Pedrín todos los días de esta semana”.
 Pero ¿qué pasa con nuestra opinión?
En este punto de la conversación no sirve.
 Si soltamos una fresca del estilo
: ­“Parece que tu madre lo haga a propósito”, mostramos únicamente nuestra perspectiva de la realidad.
El hecho de manifestar lo que creemos en esta fase no nos va a acercar a la madre política, sino todo lo contrario.
 Además, es importante que por juicios entendamos también cualquier generalización.
 No vale un “siempre” le das caramelos o un “nunca” haces lo que te pido.
 Son palabras que boicotearán desde el inicio nuestro intento de acercamiento. Seamos, pues, concisos.
Segundo: sentimientos. ¿Cómo se siente con lo que observa? ¿Ha dicho abiertamente que está preocupado por lo que revelan las últimas analíticas de su hijo?
No. La suegra probablemente lo intuya, pero, si queremos que nos haga caso, seamos claros.
 Este paso y el siguiente son probablemente los que más cuestan porque implican hablar de uno mismo y no de la mala de Lola.
 Lo que habitualmente se hace es omitir esta fase porque o no se sabe identificar lo que nos pasa, o no queremos que se sepa
. Craso error. Este es el escalón que más nos acercará al objetivo. Si muestra lo que siente, permitirá que al otro le sea más fácil entender su negativa a darle glucosa al niño y así evitará que se lo tome como algo personal.
El problema es que no todos sabemos expresarnos
. Parece fácil, pero sin práctica no lo es. “Pasé 21 años en instituciones educativas estadounidenses y no recuerdo que nadie, durante todos estos años, me haya preguntado cómo me sentía
. Simplemente no se consideraba que los sentimientos fueran importantes.
 Lo que se valoraba en estos lugares era la manera correcta de pensar.
 Se nos educa para orientarnos hacia los demás más que para estar en contacto con nosotros mismos”, explica Rosenberg.

Afortunadamente, parece que los tiempos están cambiando y la educación emocional empieza a hacerse un hueco en las aulas para quedarse, según ponen de manifiesto proyectos educativos como Emocionario. Di lo que sientes, ideado por Cristina Núñez Pereira y Rafael Romero.
 Volviendo a nuestro ejemplo, y teniendo en cuenta este segundo punto, se puede manifestar:
 “Lola, le has dado caramelos a Pedrín todos los días de esta semana. Desde su última revisión médica, y tras las advertencias del doctor, tengo mucho miedo a que su salud empeore”.
Tercero: necesidades. Los sentimientos y emociones negativos surgen a raíz de necesidades no satisfechas.
 Y en esto tampoco estamos bien formados.
 Como apunta Rosenberg, no se nos ha educado para pensar en qué es lo que nos falta. ¿Cómo indagamos entonces en este universo desconocido? 
Un buen punto de partida es formular una frase tipo: “Me siento… Porque yo…”. De esta forma nos hacemos responsables de nuestros sentimientos
. En el caso de la suegra, habría que añadir: “Cuando veo que le das caramelos a Pedrín, me asusto porque pienso que podría pasarle algo y necesito estar segura de que hacemos todo lo posible para que tenga buena salud”. Cuarto: petición. Llegamos al final.
 Hemos analizado lo que ocurre poniendo el foco en usted y la lupa en cómo va a decírselo a Lola. Falta expresar la petición
. Procure encontrar un momento adecuado para los dos, evite una conversación de pasillo y busque un lugar propicio para generar el contexto que mejor ayude. Formule la sugerencia en positivo, con un lenguaje concreto que no dé pie a interpretaciones.
Incluya lo que hemos descubierto en los pasos anteriores y evitará así que la petición se interprete como una exigencia.
“Lola, le has dado caramelos a Pedrín todos los días de esta semana.
Desde su última revisión médica, y tras las advertencias del doctor, tengo mucho miedo a que su salud empeore
. Estoy asustado porque pienso que podría pasarle algo y necesito estar seguro de que hacemos todo lo posible para que tenga buena salud.
 Por todo esto, te pido que no le compres más dulces al niño”. Probablemente esta nueva forma de hablar ponga de manifiesto un “yo” desconocido para nuestro interlocutor.
 Mostrarle nuestros miedos le hará conectar de forma auténtica con nosotros y seguramente ahora nos preste atención
. Este puede ser el inicio de una relación empática
. ¿Le parece un ejercicio complicado?
 Le animo a que lo pruebe y se entrene.
 Llegará un día en que sus automatismos ­serán productivos.

.

¿Se puede elegir cuidar?...................................................................... Carolina del Olmo

La atención a los hijos y a los padres ancianos es una experiencia humana que resulta arriesgado sortear.

Una de la serie de fotografías tomadas por Sara Naomi Lewkowicz que ha sido premiadas en el World Press Photo 2016.
La sociología siempre se encuentra en esa compleja tesitura de intentar hallar una explicación común para unas prácticas sociales que, bien miradas, no son más que la suma de un montón de prácticas individuales.
Y estas, como es natural, pueden explicarse por causas muy diversas
. Es como si en física tuviéramos que reconocer que, aunque las manzanas tienden a caer de los árboles al suelo por la ley de la gravedad, algunas lo hacen por otros motivos, e incluso las hay que no caen.
 Esta peculiaridad de las “ciencias” humanas se convierte, en todo lo que atañe a la maternidad/paternidad, en un motivo constante de bronca y malos entendidos
. Vaya, pues, por delante que cualquier decisión individual en materia de reproducción me parece perfectamente válida.
Por lo demás, es posible que a nuestro medio ambiente ideológico, lastrado por fuertes inercias patriarcales, le venga bien una reivindicación de la no maternidad libremente elegida.
 Pero buena parte del movimiento childfree puede explicarse poniéndolo en relación no solo con las grandes ventajas de nuestra época —libertad de elección de itinerarios vitales—, sino también con algunos de sus peores defectos.
Publicidad
Uno de los principales problemas de nuestra sociedad es su desprecio de todo lo que tiene que ver con la vulnerabilidad humana.
Una vulnerabilidad particularmente notoria en la infancia, la vejez y la discapacidad.
 Hemos construido nuestra vida en común alrededor del mito del adulto autónomo y fuerte que busca maximizar sus opciones a lo largo de una trayectoria vital reducida a una serie de intercambios, entendidos a semejanza de los mercantiles
. Elijo mi estilo de vestir igual que elijo a mis amigos, mi trabajo (supuestamente) y si tengo o no tengo hijos
. Y si elijo comportarme de manera altruista y cuidar de mi prójimo lo hago precisamente así, como elección, no como expresión de un compromiso al que estoy obligada por formar parte de una red de reciprocidad e interdependencia que me ha permitido, entre otras cosas, llegar a adulta
. Nos dejamos engañar por el espejismo de la autonomía y la independencia y no vemos que si estamos aquí eligiendo ser así o asá es porque nos han cuidado, y mucho.
 Venimos al mundo como seres desvalidos totalmente dependientes, y seguimos siendo vulnerables y dependientes en mayor o menor grado a lo largo de toda nuestra vida.

Entre las experiencias básicas de socialización y desarrollo de niños y jóvenes se contó, durante milenios, la de cuidar, no solo la de ser cuidado.
 Hoy día, en cambio, la mayoría de las personas —especialmente las de clase media o alta entre las que triunfa el estilo de vida childfree— llegan a adultas sin haber cuidado de nadie, en lo que es posiblemente una singularidad histórica sin precedentes.
 Tal vez por eso tanta gente experimenta la maternidad/paternidad como una brecha vital profunda.
 Y por eso hay cada vez más gente que considera el cuidado una opción, algo que puede elegirse o evitarse, cuando seguramente sea una experiencia humana fundamental que, como mínimo, es arriesgado intentar sortear.
Mariarosa Dalla Costa hablaba del amargo descubrimiento de aquellas mujeres que en los años setenta tomaron la decisión de no tener hijos con el objeto de salvaguardar su autonomía y luego se encontraron con que no podían obviar el cuidado de sus padres ancianos
. Durante demasiado tiempo el cuidado ha sido destino y obligación para las mujeres: sin duda, ha llegado el momento de repartirlo (entre sexos y clases) y dotarlo del apoyo y la institucionalización social que tanto necesita.
 Pero eso no significa que no deba ser ya asunto nuestro, ni tampoco que su asunción deba ser necesariamente amarga
. Ojalá los childfree actuales se ahorren el descubrimiento del que hablaba Dalla Costa, pero espero que sea porque entre todos hayamos sido capaces de construir una sociedad que ponga el cuidado en el centro de sus preocupaciones, y no porque se hayan “liberado” también de ese otro “lastre”.
Carolina del Olmo es ensayista, autora de ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista.