Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

22 feb 2016

9 películas que 'robaron' el Oscar a otras que sí lo merecían Unas fueron sobrevaloradas, otras contaron con una alineación milagrosa de las estrellas... Hablamos de nueve casos en que las películas premiadas por la Academia estaban lejos de merecerse el premio. Muchas, sobre todo, porque 'robaron' impunemente la estatuílla a cintas que sí deberían haberla ganado.

'El discurso del Rey' Vs ''La red social' (2010) Óscar regalado: El discurso del rey. Un monarca tartamudo que lucha para demostrar su oratoria frente a los súbditos. A Tom Hooper le quedó una peli aseadieta, que apestaba a premio, pero sobre todo una historia de superación con aroma british: lo justo y necesario para el voto en masa de los académicos. El mayor error fue premiar al director, que desperdició el argumento con una realización edulcorada de telefilme. Acusación: reincidente en La chica danesa.
Óscar robadoLa red social. ¿Se podía hacer una película sobre la insulsa historia en torno a la creación de Facebook?
 No solo eso, se podía rodar con diálogos brillantes e inteligentes si el libreto lo firma Aaron Sorkin y dirige David Fincher, a quien le birlaron un premio indiscutible. Error de los grandes.




'Argo' Vs 'La vida de Pi' (2012) Óscar regalado: Argo. No está mal. Juega la baza patriótica, no molesta y la dirige Ben Affleck, un actor pésimo que intenta redimirse como director.
Óscar robado: La vida de Pi.
 La academia repartió y creyó que bastaba con reconocer la versatilidad de Ang Lee como director, que lo mismo te firma una de Jane Austin que un superhéroe.
Esta fábula preciosa de la odisea de Pi merecía el premio gordo. En Hollywood dividieron. Y se equivocaron.

'Shakespeare enamorado' Vs 'Salvar al soldado Ryan' (1998)
'Shakespeare enamorado' Vs 'Salvar al soldado Ryan' (1998) Óscar regalado: Shakespeare enamorado. El segundo intento de los Weinstein por demostrar que te puedes echar un puñado de Óscars al zurrón si manejas la promoción como sabuesos del márketing. Premios a la peli, a una Gwyneth Paltrow llorona, a una Judi Dench flipando por ganar habiendo actuado apenas siete minutos… Así hasta siete veces.
Óscar robado: Salvar al soldado Ryan. La escena inicial del desembarco de Normandía basta para explicarlo. Nada más que añadir.

 
El paciente inglés' Vs 'Fargo' (1996)
Óscar regalado: El paciente inglés. Primer asalto de los Weinstein por cambiar las reglas de Hollywood. Presentas una peli preciosista, inacabable con aroma de Memorias de África mal entendido. Bingo. Hubiera bastado con el de mejor fotografía. A los Weinstein se les fue de las manos en lo de levantarle el Óscar también a Lauren Bacall. Esa pobre señora con cara de cabreo escuchando el nombre de la alucinada Juliette Binoche fue un daño irreparable.
Óscar robado: Fargo. Brutal, directa, irónica, bien dirigida y mejor escrita. Demasiado outsider para la época.
 Un peliculón de los Coen. Menos mal que no le hurtaron el premio a Frances McDormand. Hubiera sido el colmo. Pero supo a poco.
'Bailando con lobos' Vs 'Uno de los nuestros' (1990) Óscar regalado: Bailando con lobos. Que sí, que los paisajes son muy bonitos y la fotogenia de Kevin Costner era un gran valor, pero como veremos competía con Scorsese. No una cualquiera.
Óscar robado: Uno de los nuestros. Repito: Uno de los nuestros. Esa historia de la mafia impecablemente contada con Scorsese a pleno rendimiento.
 Pero claro, era violenta y desde luego nada bonita. Y Scorsese es un genio.
 Podía esperar. Ya premiaremos una peli suya remake de alguna cinta asiática casi dos décadas después. Pues eso.

'Paseando a Miss Daisy' Vs cualquiera de sus contrincantes (1989) Óscar regalado: Paseando a Miss Daisy. Una obra de teatro adaptada al cine con aroma de telefilme.
 El personaje protagonista es una anciana judía bienintencionada, fácilmente identificable por los miembros de la academia. Está todo dicho.
Óscar robado: A cualquiera de sus contrincantes: Nacido el 4 de julio, Mi pie izquierdo, Campo de sueños o El club de los poetas muertos

'Rain man' Vs 'Las amistades peligrosas', 'El turista accidental', 'Armas de mujer'... (1988) Óscar regalado: Rain man. Un poco de sueño americano, otro poco de personaje inadaptado y otro más de ajuste entre ambos en esta ¿road movie? ¿buddy movie? del limitado Barry Levinson. Premio fácil y sin riesgos.
Óscar robado: competía contra Arde Mississippi, Armas de mujer, El turista accidental y Las amistades peligrosas.
 Grandísima cosecha. ¿Rain man era el mejor vino que podía servirse? Desde luego que no.

Gandhi' Vs 'E.T.' (1982)
Óscar regalado: Gandhi. Qué bien rodado todo. Cuánto esfuerzo. Y tres horas que no falten. Cómo luce un Óscar a una peli bigger than life.
Óscar robado: E.T., el extraterreste.
 Por todo. Por la historia, por la dirección, por las escenas icónicas y porque se hizo hace ya 34 años.
Pongámoslo en perspectiva. Pero entonces Spielberg era el rey Midas y ya le bastaba con eso, con la taquilla reventada y un concepto del cine como entretenimiento (pese a la tendencia sentimentaloide) inigualable.
Y si alguien le pone pegas a E.T, pues Tootsie, una de las mejores comedias de la historia del cine.





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'Una mente maravillosa' Vs 'Moulin Rouge' (2001) Óscar regalado: Una mente maravillosa. Timorata y blanca, la versión hollywoodiense del biopic del matemático John Forbes Nash soslayaba cualquier polémica y se centraba, claro, en la superación.
 La olvidas en cinco minutos si es que puedes acabar de verla. Era la opción obvia.
Óscar robado: Moulin Rouge. Baz Luhrmann mezcló La Traviata y La dama de las camelias con temas de Police y Elton John.
 Sí, es el rey del pastiche kitsch. Lo ha vuelto a intentar y nunca le salió mejor. Funcionaba. Era plástica, colorista y arriesgada. Y un musical. Demasiado para esos señores conservadores de la academia.






Bochornosa bronca en público entre Mercedes Milá y José María García en una entrega de premios

Dos de los periodistas más acalorados y que menos se muerden la lengua frente a frente. Mercedes Milá y José María García se enzarzaron el pasado miércoles en una tremenda discusión pública en medio de la entrega de los 'Premios Pata Negra'.
La tensión estalló en el momento en el que el periodista deportivo debía entregar un premio a la presentadora de 'Gran Hermano'. En una grabación recogida en exclusiva por Vanitatis, se escucha perfectamente el intercambio de golpes ante el estupor del público, al que se oye cuchichear.


José María García dijo que "es impresionante como una mujer que comenzó presentando y dirigiendo espacios culturales ahora haya pasado a un formato como Gran Hermano", un comentario que indignó por completó a Milá.
 Torció el gesto, subió a por el premio y explotó.


Me enferma que digan que yo he perdido profesionalmente por hacer Gran Hermano.
Ahora debería recoger mi premio, dar las gracias, sonreír y retirarme (...) Pero me enferma que digan que yo he perdido profesionalmente por hacer Gran Hermano. Siempre me ha parecido un formato maravilloso (...) Yo he hecho honor a un formato diez, un formato genial que la vida me ha puesto delante y que lo agradeceré toda la vida", dijo.
La discusión, lejos de calmarse, fue a más
. García volvió a coger el micro para hablar del también premiado Rafael Ansón, exdirector general de RTVE. 
Le felicitó por el premio y por su carrera, pero le acusó de censurar en su etapa en la televisión pública.
 Entonces se volvió a escuchar una voz enfadada, un grito. "Perdona, perdona, perdona, perdona, pero eso es mentira”. 
Era Mercedes Milá. “Cuando Rafael Ansón era director en TVE, jamás vetó ni una de las preguntas ni ningún contenido", exclamó. García no le dio la razón, insistió en que él sí la sufrió y mandó a los asistentes a comer.




 MERCEDES

El legado de la Bauhaus............................................................... Anatxu Zabalbeascoa

Una muestra sobre la famosa escuela alemana hace que un puñado de creadores revisiten su legado casi un siglo después.

'Mechanical Ballet' (1923), de Kurt Schmidt, F. W. Bogler y G. Teltscher, una de las obras que se exponen en la muestra sobre la Bauhaus en el Vitra Museum.
'Mechanical Ballet' (1923), de Kurt Schmidt, F. W. Bogler y G. Teltscher, una de las obras que se exponen en la muestra sobre la Bauhaus en el Vitra Museum. / O. Eltinger
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    ¿Se imaginan a alumnos de escuelas de moda, diseño o pintura sentando las bases de la vanguardia? Estudiantes que rompían moldes, en lugar de adaptarse a ellos. Fue uno de los legados de la mítica escuela Bauhaus, primero en Weimar y luego en Dessau, hace cerca de cien años.
    Los destacados pupilos fueron gente como Marcel Breuer, que terminaría firmando el Museo Whitney de Nueva York, o Marianne Brandt, que, siendo mujer, desafió tantas convenciones con sus diseños como con el papel que ocupó en el mundo de la creación. ¿Los profesores? Todos indispensables en el arte del siglo XX: Paul Klee, Wassily Kandinsky o Josef Albers.
    El difícil momento en el que surgió la escuela, el periodo de entreguerras, tiene paralelismos con el tiempo actual
    . El antiguo viaje de la artesanía a la industria ha sido sustituido por una sociedad analógica que cede terreno a un mundo digital.
    Por eso, cuando se acerca el centenario del gran laboratorio que mezcló artes aplicadas y arte, industria y artesanía, tradición y vanguardia, y cultura con propaganda política, aquella iniciativa resucita como modelo para la enseñanza y la creación.
     Tal es el caso de Jason Wu, director creativo de Hugo Boss, que se ha inspirado en el legado de esta escuela para componer su última colección.
    Además, la firma de origen alemán ha copatrocinado una muestra organizada por el Vitra Design Museum de Weil am Rhein y el Bundeskunsthalle de Bonn
    . De Norman Foster a Karim Rashid, un notable elenco de creadores contemporáneos juzgan hoy la Bauhaus.
    Los primeros pensamientos para fundar una escuela que rompiera la torre de marfil de los artistas mezclando creación con oficio se remontan a 1915, cuando Walter Gropius montó el departamento de arquitectura, arte y artes aplicadas en la Escuela de Artes y Oficios de Weimar, que terminaría siendo la Bauhaus.
     Aunque no se inauguró hasta 1919 y solo permaneció abierta (en tres ubicaciones distintas) hasta 1933, cuando los nazis la clausuraron, en Alemania no han querido esperar a 2019 para demostrar la vigencia de una idea transversal de las artes, que defendió cuestiones tan actuales como la responsabilidad social del artista o la importancia de la cultura cotidiana.
    Diseños de Jason Wu para Hugo Boss inspirados en la Bauhaus.
    Diseños de Jason Wu para Hugo Boss inspirados en la Bauhaus. / O. Eltinger
    Y es que más allá de la banalización de la palabra Bauhaus –asociada a la frialdad estética– o de su vulgarización –aplicada a todo tipo de productos: desde una cadena de ferreterías hasta una marca de vaqueros–, en opinión de la comisaria de la muestra, la arquitecta suiza Jolanthe Kugler, “hace 10 años no hubiera sido posible rescatar a esta escuela como base del conocimiento. Pero hoy, con los arquitectos y los artistas replanteándose su papel en la sociedad, urge hacerlo”.
    Más allá de las famosas sillas que idearon alumnos y profesores, conocer lo que motivó aquella iniciativa es clave para definir hoy el modelo de formación de los creadores “y, por supuesto, para perfilar el modelo de consumo de la sociedad”, opina Kugler.
     Puede que con los actuales coworking, crowdsourcing, la Globalpolitik o el comercio social, que cuestionan y modifican nuestra manera de producir, negociar y compartir, los diseñadores y los artistas estén cerca de los pioneros bauhausianos.

    Entre 1919 y 1933, ellos también tuvieron que tender puentes entre el arte y la industria y entre las propias disciplinas. “En esos momentos, lo que une a creadores singulares no es tanto una línea de investigación formal como una visión de la vida”, sostiene la comisaria.
    Convertida en referente, resulta pertinente rebuscar en el pozo sin fondo del laboratorio de la modernidad que fue la Bauhaus.
    Puede que usted tenga una silla Bauhaus en su casa sin saberlo.
    Puede que descanse su taza de café en una de las mesas de apoyo ideadas por Breuer y plagiadas por docenas de empresas en el mundo.
     A la Bauhaus se debe un buen número de iconos cuyas réplicas y copias han terminado por convertirse en sinónimo del mobiliario sobrio y hermético de las oficinas.
     Sin embargo, su legado es más una actitud que esos iconos, más la experimentación que las propias telas que Anni Albers dibujaba en los años veinte. Sin embargo, de reexaminar aquellas telas todavía vive la moda.
    “La estética de la Bauhaus no tiene fecha de caducidad. Es eterna”, asegura Jason Wu, director creativo de Hugo Boss
    “Lo que ocurre con la estética de la Bauhaus es que no tiene fecha de caducidad. Es eterna”, opina Jason Wu, que ha querido retomar por igual la sinergia entre disciplinas y la cultura de la funcionalidad que caracterizaron la escuela en su última colección para Hugo Boss.
    Que la estética sea eterna es, precisamente, lo que choca en una firma de moda habituada a asociar caducidad con renovación.
     “Por un lado están los cambios trimestrales; por otro, el espíritu que permanece en las colecciones”, aclara Hjördis Kettenbach, responsable de asuntos culturales de la firma.
     “La voluntad de sorprender sin chocar, de convencer desde los detalles, permite que el usuario se vista y no se disfrace”, continúa.

    “La necesidad de experimentar, de probar sin objetivo fijo, debería volver a las escuelas.
    Se obtiene mucho de no buscar algo específico”, opina Kluger.
    ¿No ha tenido la arquitectura y también la moda de los últimos años demasiado componente experimental difícil de asumir por parte del usuario? ¿Estamos preparados para ver en la experimentación y en el riesgo una salida al estancamiento cultural, económico y empresarial? La comisaria de esta muestra cree que merece la pena arriesgarse.
    La Bauhaus también tuvo una herencia negativa, víctima de mezclar ambición y propaganda. Sucede cuando se anuncian aspiraciones en lugar de resultados.
    Recuerden: los alumnos y profesores de la escuela alemana querían cambiar la sociedad, producir para todos, pero sus productos resultaron demasiado caros, no fueron para todos.
    “La Bauhaus fue buena en plantearse lo implanteable, y ese es el inicio de toda creación y descubrimiento”, insiste la comisaria de la muestra. Y explica que aquella escuela fue “lo contrario a la reforma de Bolonia, que está destrozando nuestra educación, porque no hay espacio para pensar ni lugar para lo inesperado”.
    Kugler defiende que la moda entre en las colecciones de los grandes museos porque “es el arte más cercano, nos revela más que ningún otro como individuos”
    . Sostiene que la división entre las artes no tiene sentido. “Todo está contaminado, el mundo actual es así.
    Hay muchos caminos, pero todos deberían enriquecer la vida y a las personas”.
    ¿Cómo no relacionar moda con la urgencia por la novedad que tanto ha marcado la arquitectura de las últimas décadas? “Puede que por eso debamos reflexionar y buscar otros modelos. En Art Basel no se habla ya de arte, sino de dinero y marcas. Por eso los museos deben abrir las puertas a quien tiene algo que decir”, explica Kluger.
    Así, son muchos los creadores que al examinar el legado de la mítica escuela y cuestionarla, aportan puntos de vista iluminadores. La transversalidad, el contagio entre las artes que hoy es norma habitual se empezó a ensayar entonces. Por eso Benedetta Tagliabue defiende que la Bauhaus “no era un estilo, sino una actitud”.
    Rincón de la exposición que acoge el Vitra Design Museum de Weil am Rhein (Alemania).
    Rincón de la exposición que acoge el Vitra Design Museum de Weil am Rhein (Alemania). / Mark Niedermann y Bettina Matthiesen
    Tal vez porque la muestra busca más reivindicar la mítica escuela como laboratorio que como estilo, autores de obra en las antípodas estéticas de esa modernidad, como el egipcio Karim Rashid, aseguran sentirse cercanos a ella por su defensa de la “democratización del diseño”.

     

    Sin exigencias................................................................. Javier Marías

    Si un musulmán estricto viene a Europa debe saber que aquí se representa el cuerpo desnudo desde hace unos 2.500 años.

     


    La medida ha causado considerable y merecido revuelo en casi todo el mundo, tanto por el hecho en sí como por lo que significa.
     Como ya sabrán, durante una reciente visita a Roma del Presidente de Irán, Hasan Rohaní, las autoridades italianas decidieron cubrir –más bien ocultar– las estatuas antiguas de los Museos Capitolinos, para que sus desnudos no ofendieran al alto dignatario, o tal vez no lo incitaran a pecar de pensamiento, algo que también juzgaba frecuentísimo (y tan grave como el pecado de obra o de palabra) el Catecismo católico que muchos hubimos de memorizar de niños.
    En vista de la reacción justamente indignada de numerosos ciudadanos, el Gobierno de Matteo Renzi (católico practicante, me temo que más que socialista) se ha desentendido y ha echado balones fuera: la idea no fue nuestra, no se sabe de quién partió, quizá lo exigió la propia delegación iraní.
     Pero ésta, por boca del propio Rohaní en rueda de prensa, desmintió la imposición, aunque se mostró complacida con la deferencia, más bien servidumbre:
     “No pedí nada”, dijo el Presidente, “pero sé que los italianos son muy hospitalarios e intentan hacer de todo para que uno se encuentre a gusto. Les doy las gracias por ello”.
    Poco después este hombre se desplazó a París, y allí lo que se procuró fue que no viera una gota de vino, que su fe también prohíbe. ¿Qué hacemos?, se preguntaron los franceses; porque aquí son inconcebibles una cena o almuerzo en los que no se ofrezca vino a los comensales. Démosle una merienda, en la que nos podemos arreglar con té, café y refrescos sin que nadie ponga el grito en el cielo
    . Y así se hizo.
     No hace falta recordar que el objetivo primordial de ambas visitas eran negocios, tras el levantamiento de las sanciones al régimen ayatólico. El anciano politólogo Giovanni Sartori, de 92 años, ha sido uno de los que han hablado más claro (la gente vieja tiene la ventaja de decir lo que piensa sin miedo):
     “Cubrir las estatuas es ridículo, absurdo.
    Es el reflejo de un mundo imbécil que hace sólo lo que encuentra útil y conveniente en cada momento
    . Uno tiene derecho a que se respeten sus principios y tradiciones.
    Si Irán lo tiene, también nosotros.
     Se podía haber hallado otra solución, con un recorrido distinto o un sitio diverso a un museo con desnudos, pero jamás se debió llegar a esta payasada inadmisible”.
    Y sugirió, con gracia, que se hubiera recibido a Rohaní entre Ferraris, dada la índole comercial de su embajada, con un séquito de seis ministros y un centenar de empresarios.
    Siempre me ha parecido irritante y engreído “pedir perdón” por lo que hicieron nuestros antepasados
    El episodio es chusco, en efecto, como lo es el de la merienda parisina, que ha provocado menos alboroto pero resulta igual de abyecto.
     Y los dos son sintomáticos de la cobardía y la indignidad que hoy recorren Europa.
     Es éste un continente con un ilimitado complejo de culpa y una fuerte tendencia a flagelarse, sin demasiado motivo
    . Siempre me ha parecido irritante y engreído “pedir perdón” por lo que hicieron nuestros antepasados. Ni somos ellos ni podemos arrogarnos la capacidad de hablar en su nombre.
     No podemos atribuirnos sus virtudes ni sus defectos, sus heroicidades ni sus crímenes.
     Pensar que todo eso se hereda de generación en generación, indefinidamente y hasta el fin de los tiempos, es tan arrogante como injusto y se asemeja peligrosamente al concepto de “pecado original”. Parece haberse olvidado la máxima
     “Responda cada cual de sus actos”, y no de los del abuelo, el padre o el hermano.
    Está bien, sin embargo, que no queramos ser como otros más intolerantes.
     Sería abominable que, con tanto ciudadano musulmán, nos opusiéramos a que se erigieran mezquitas en nuestro suelo, aunque en los países de esa religión no suela haber contrapartida, porque en ellos raramente se consiente la libertad de culto o el ateísmo.
     Es de cajón que la gente islámica que vive aquí observe sus preceptos, costumbres y prohibiciones, siempre que no infrinjan las leyes de todos ni atenten contra los derechos de nadie.
     Nada más lógico que no tomar por desaire que Rohaní desdeñe el vino, pero de ahí a que nadie lo tome en su presencia, a que desaparezca de las mesas porque él lo desaprueba, va un inmenso trecho. Y lo mismo para las estatuas romanas.
    Si un musulmán estricto viene a nuestros países, debe saber que aquí se representa el cuerpo desnudo –bien que intermitentemente– desde hace unos 2.500 años.
     Puede por tanto renunciar a su visita o cerrar los ojos, pero no esperar ni exigir que vayamos cubriendo esculturas a su paso con pleitesía.
     Recordaba Savater hace semanas que el imán de la mezquita de Colonia se mostró comprensivo con quienes en Nochevieja manosearon y en algún caso violaron a mujeres locales:
    “Iban perfumadas …, casi desnudas”, dijo, ¿y qué iban a hacer los pobres varones recién llegados? Con el habitual complejo de culpa, ya hay quien recomienda a nuestras mujeres que se recaten en el vestir, en otro gesto de sometimiento.
     Los países ­europeos deben ser firmes y razonables.
     La cuestión es tan sencilla como la siguiente: ahora que fumar tanto espanta, yo he declinado invitaciones a casas en las que se me advertía que allí no podría hacerlo
    . Respeto a mis anfitriones, no acepto una invitación condicionada, no voy y punto.
     Lo que sería inadmisible es que yo obligara a fumar a quienes vinieran a la mía o que ellos me impusieran a mí abstenerme en ella, por su presencia.
     La solución sensata es tan fácil que causa rubor que aún se discuta: el que venga con exigencias, que no venga.
    elpaissemanal@elpais.es