Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

22 feb 2016

Volando hacia la muerte............................................................................... Rosa Montero

La verdadera culpa del acoso escolar está en los adultos perezosos y cómplices, en el profesorado, los padres, las instituciones.

 

Como ahora estamos todavía estremecidos por el caso de Diego, el niño de 11 años que se arrojó por la ventana de una quinta planta, nos parece que el acoso escolar es una abominación tan espantosa que todos nos vamos a unir contra ello y vamos a acabar con esta lacra
. Nuestra indignación es muy loable, pero a mí lo que más me indigna, precisamente, es que esta atrocidad inadmisible termina siendo digerida y a la postre admitida una y otra vez por las enormes tragaderas de nuestra cómplice y abúlica sociedad.
 Cinco meses antes que Diego, y también en Madrid, Arancha, de 16 años, con discapacidad intelectual y motora, se arrojó por el hueco de una escalera de seis pisos tras sufrir palizas y chantajes por parte de un compañero, que además cometía estas brutalidades delante de numerosos testigos que jamás hicieron nada.
 Claro que tampoco hicimos mucho los demás, el Gobierno, las instituciones, los ciudadanos.
También se nos encogió nuestro delicado corazón en 2013, cuando Carla, una chica de 14 años, se tiró desde un acantilado en Gijón.
 Su único delito era ser estrábica, y a causa de ello dos compañeras la maltrataron hasta llevarla a la muerte
. Pero ya ven, al poco de aquella tragedia se nos fue el asunto de la cabeza
. Ya nos había acometido antes una desmemoria parecida: la primera vez que se habló de forma masiva del acoso escolar fue en 2004, cuando Jokin Ceberio, de 14 años, se mató lanzándose desde la muralla de Hondarribia tras dos años de sistemática tortura. Entonces nos rasgamos las vestiduras y se nos llenó la boca de buenos propósitos.
 Hasta que la gran ballena arponeada del acoso escolar se sumergió de nuevo bajo las aguas de nuestra indiferencia
. Han pasado 12 años desde la tragedia de Jokin y aquí seguimos, enterrando niños.
Tras el suicidio de Diego contactó conmigo Rocío, una chica de 24 años de un pueblo de Sevilla. Padece una deficiencia visual grave y ha sido atormentada desde los 8 años hasta los 17.
Y durante todo ese tiempo, salvo en bachillerato, los profesores jamás le ayudaron. No sólo eso: a menudo agravaron el problema.
 Por ejemplo: a los 8 años, nueva en una clase, sentaron a la niña delante, sola, en un pupitre aislado, señalándola ya como apestada.
 Rocío, que necesitaba un flexo y un atril, se convirtió en objeto de burlas, insultos y empujones.
 Fue creciendo sin amigos y en el instituto la cosa empeoró.
 A los 13 años, a la jefa de estudios se le ocurrió la delirante idea de montar una “terapia colectiva”: convocó a los 33 compañeros de clase e hizo que le dijeran a Rocío lo que no les gustaba de ella: “Fueron pasando de uno en uno y mentían, decían que yo les insultaba y amenazaba. Al principio me intenté defender, pero cuando ya fueron tantos no pude seguir, me entró como una apatía”. Incomprensiblemente, la profesora decidió que cada semana seguiría teniendo un cara a cara con cuatro compañeros cada vez.
 “Iban allí a decirme lo que yo hacía mal y disfrutaban con ello, comentaban en clase: ¡hoy hay reunión! Y hacían burlas, y al volver contaban riendo lo que me habían dicho, mientras yo me ocultaba en el atril para llorar.
 Empecé a tener crisis de ansiedad, tuve que tomar ansiolíticos, y aunque el suicidio nunca fue una opción seria, la idea pasó muchas veces por mi cabeza, me daba miedo pensar en ello porque no tenía ganas de vivir”.
Ahora, a los 24, Rocío está terminando Psicología: “Aprendí que  “Aprendí que el maltrato se origina sobre todo cuando un niño al que consideran discapacitado obtiene buenos resultados escolares, como yo”. Hasta septiembre, que empezó una terapia, siguió traumatizada por su pasado.
 No podía leer una noticia de acoso sin angustiarse y seguía teniendo miedo a los niños. Quiero decir que este tormento deja profundas huellas.
Todos se lanzaron al vacío, buscando la falsa libertad del vuelo, una huida imposible a su suplicio. Detrás de sus agonías, uno o dos principales torturadores, chicos y chicas malvados, y luego una mayoría de cobardes que se suman o que simplemente no hacen nada. Y, con todo, los compañeros de estudios no son los peores.
 Una niña de 12 años, que también fue maltratada en la misma clase del fallecido Diego, ha denunciado en los medios que el director del colegio amenazó con expulsarla si se seguía quejando de los acosadores.
Si se demuestra que eso es cierto, ese hombre debería tener pena de cárcel. Recordemos que el caso de Diego había sido cerrado, y que si se ha reabierto es porque sus padres siguieron luchando. La verdadera culpa, en fin, está en los adultos perezosos y cómplices, en el profesorado, los padres, las instituciones.
 Necesitamos un plan nacional contra el acoso, incluso una ley. Necesitamos que este tema sea un asunto de Estado, hoy y para siempre. Ni un niño más volando hacia la muerte.
No es dificil darse cuenta que un alumno -a está angustiado, y solo.
Tuve varios así que estudian, sacan buenas notas pero están solos en la 1ª fila y atentos, y a esasedades que para ellos mismos son extraños.
Pero si hay cuatro que vienen cuando les da la gana son 4 y digamos que su aspecto físico deja que desear. Altos grandes gordos y llenos de oro, no tardan en calar a quién va a ser su víctima. Cuando veía algo extraño decía que no toleraría jamás un comentario homófobo en mi clase que exigia respeto, mientras pensaba "Si digo gordo de mierda vete inmediatamente porque conmigo no juegas, lo pensaba porque si lo decía me caía la inspección encima. La Logse solo trajo ganas de irte en lo que te había convertido esa enseñanza obligatoria.
A su víctima solo podia que el viera que estaba con él y no sintiera miedo de esos 4 colgados.....y como pude acabé el curso, aguantando que esos me dijeran que él me respetaba si era lesbiana, no me pude contener para decirle que eso es lo que debería ser aunque su madre lo fuera. Y digamos que mi rapidez mental hacia callar a aquellos insolentes, en las demás clases ni idea de lo que harían

Whitman y Wilde: poesía y sexo en Camden Publicado por Carlos Mayoral

Oscar Wilde. Foto: DP.
Oscar Wilde. Foto: DP.

Un irlandés baja por la escalinata del puerto de Nueva York.
 No le ha gustado el viaje, aunque sofoca el malestar que se ha instalado en su estómago con una reflexión recurrente: atrás queda la gris Londres, atrás queda la vieja Europa. 
 Sus ojos ya contemplan América como al burdel más allá de la medianoche, con la sensación de ser quien nunca fuiste durante unas horas. 
Echa la vista atrás. La porción de agua que se despliega ante él es demasiado extensa como para no llevar a cabo su plan. Odia el mar, pero a la vez se siente tranquilo junto a él.
 Días más tarde, unas líneas aparecen en la gaceta Pall Mall.
Me siento decepcionado con el Sr. Wilde. Firmado: el océano Atlántico.
Él ya es consciente de que, si quiere ganar, no han de importarle las cartas. 
Alguien importante ha financiado su viaje por el Nuevo Mundo a cambio de ofrecer una serie de conferencias por el país. 
¿Cómo no aceptar el trato sin mirar atrás? Es una oportunidad única.
Le esperaba una caminata por medio país charlando sobre pérfidas decoraciones, modas horteras y quién sabe cuántas tendencias más.
 Pero, claro, a nadie le importaba esto.
 Como casi siempre, a Oscar se le juzgaba por el continente y no por el contenido.
Los resultados no tardan en llegar.
 Los locales se abarrotan solo para comprobar si la lengua de oro de la que todos hablan es tan apetecible como se cuenta por ahí
. Que los americanos contemplaran con ternura a un tipo capaz de convertir el verbo en algo más que una simple herramienta no es casualidad.
 Estaba a punto de estallar la ambiciosa expansión del país y las olas de innovación que pudieran llegar del extranjero eran estudiadas al milímetro (especialmente todo lo que oliese a diplomacia).
Así desembarcó Wilde en los Estados Unidos, con una intelectualidad minoritaria a sus pies y con un pueblo todavía ruralizado.
 No le resultaría difícil a un viejo zorro como él sacarle partido a la novedad. 
Y digo viejo zorro porque, a pesar de no haber cumplido los treinta aún, su pacto con el diablo no había funcionado y su alma envejecía a marchas forzadas, sin contar con retratos que aliviaran el desgaste al que le condenaba la única relación con la que se sintió a gusto: su relación con el pecado.
El primer alboroto llegó casi con la escalinata bajo sus pies. El fotógrafo que tomó las primeras instantáneas del escritor irlandés en América demandó a un periódico por la reproducción ilícita de las mismas. El tipo ganó el juicio instaurando el copyright fotográfico en Estados Unidos.
Mientras, el New York Times lo había definido como «estético y pálido joven con traje y cabello ondulado» después de su primera conferencia.
 De alguna manera, aquello recordaba a la promoción que más tarde harían con cierta bailarina española: «No canta, no baila, no se la pierdan». Era como colocar el dedo de Wilde sobre el gatillo.
Y él era de los que disparaban.
Poco tiempo después, deslizó doscientas libras por el bolsillo de Phineas Taylor Barnum, el célebre empresario circense, para que le permitiera ser retratado a lomos de Jumbo, el famoso elefante.
 La imagen de Wilde sosteniendo un clavel dio la vuelta al país.
 Se había metido a la prensa en el mismo bolsillo de donde nunca debió salir aquel clavel al que más tarde volveremos.
La fiebre Wilde se expandía como una epidemia
. En Boston, todo el auditorio aparece vestido a la manera del pálido joven de traje y cabello ondulados. Pelucas, disfraces, maquillajes… 
Claro, el irlandés respondió apareciendo embutido en un oscuro traje decimonónico.
 Para él, todo es un juego. Disfruta con el farol, porque es con una mala jugada entre manos cuando le sobrecoge la sensación de ser él quien maneja la partida.
Pero nadie contaba con su jugada maestra.
 Aquella que solo él conocía.
Vino de saúco en Camden
A esas alturas, ya había conseguido escapar de los círculos intelectuales americanos (esos que se habían arrodillado frente a Wilde párrafos atrás) un viejo de luenga barba y rostro afable, un tipo extraño que rara vez se adaptaba a la tendencia marcada. 
Walt Whitman había abandonado la escuela siendo un crío y cometía faltas gramaticales que un angloparlante de seda como Wilde nunca hubiera permitido.
 O, mejor dicho, errores gramaticales que no hubiera permitido si el que los comete no pasa, todavía hoy, por ser uno de los mayores innovadores poéticos de la historia.
A pesar de su escasa formación académica, a menudo se le podía ver caminando sobre la nieve hasta llegar a la biblioteca central de la ciudad.
 Allí devoraba algunos de los apellidos más ilustres de la literatura universal. 
También acudía a la ópera y al teatro. Era, por decirlo rápido, un animal cultural, una bestia que producía sabiduría sin necesidad de haberla recibido antes.
Esa bestia también se cruzaba a menudo por las sábanas de su cama en Camden.
 La bisexualidad que se desprende de su abundante correspondencia y, por supuesto, de su sugerente poesía, estalla a través del deseo por el hombre joven, de rasgos, si se me permite la expresión, aniñados. Es su conquista favorita.
 De nuevo camina por Nueva York, esta vez alquilando habitaciones de hotel: ahora para él y su sobrino, ahora para él y su hijo adoptivo.
Todas cuentan solo con una cama.
Recuerdo cómo una vez estábamos acostados una transparente
……………..mañana de estío igual a esta,
cómo pusiste tu cabeza sobre mis caderas y delicadamente
……………..la volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y hundiste tu lengua
……………..hasta mi corazón desnudo.

Precisamente, lo que más atraía al joven Oscar Wilde de aquel barbudo sexagenario era el erotismo que desprendía su poesía, la capacidad de sugerir tanto con tan pocos recursos.
 Él sabe que no puede dejar de conocer a Whitman como más tarde lo supieron Lorca o Ginsberg.
La diferencia es que Wilde había llegado a tiempo.
Por eso, quiso detener su gira una noche, solo una noche, para poder contemplar los ojos que tantas veces había imaginado bajo el frío dublinés.
 Aspiraba el aroma americano a través de los versos de Whitman y de Emerson. «Hay algo muy griego y sensato en la poesía de Whitman; es muy universal, muy comprensible», había contestado Wilde a un periódico de Filadelfia. «Espero poder conocerlo pronto».
Solo quedaba esperar. Wilde se había mostrado como a Whitman más le gustaban los hombres: sugerente. Lo que el europeo no sabía es que el vino de saúco que tanto amaba su adorado poeta ya estaba preparado.
Alguien golpea la puerta de la habitación de hotel que Wilde ocupa en uno de los barrios más céntricos de Filadelfia.
 El mensajero trae consigo una carta. Oscar observa la letra afilada del remitente:
Walt Whitman estará disponible desde las dos hasta las tres y media de esta tarde y estará complacido de ver al señor Wilde.
No podía creerlo. Como solía aparentar en su poesía, se presentaba a sí mismo mediante la lejanía de la tercera persona. Ausente
. Añorado. Sabía muy bien con quién estaba tratando.
Wilde ya no era el desconocido poeta que había llegado a Estados Unidos poco antes. Unas cuantas palabras acompañadas del gesto oportuno le habían puesto en el mapa («No debería necesitar ninguna introducción más que un buenos días», había vaticinado Russell Lowell). Pero con Walt no sería lo mismo.
¿Qué pensaría la bohemia de Londres si supiera que un joven Oscar Wilde estaba a punto de cumplir el sueño que todo poeta europeo guardaba consigo?


Walt Whitman. Foto: George C. Cox (DP)
Walt Whitman. Foto: George C. Cox (DP)
El beso de Walt Whitman
A Wilde no le gustaba utilizar los nudillos para llamar a la puerta. La hilera de adosados en aquel terruño junto al río, la niebla perenne en Nueva Jersey. 
Él era la estética, acarició el clavel para no olvidarlo. Al otro lado de la puerta lo esperaba un hombre vetusto pero sorprendentemente atlético. «Vengo a usted como un poeta que llega al poeta que siempre conoció», confiesa el irlandés. 
Whitman, entretenido con el halago, colocó su espada sobre la nuca del recién llegado: «Te llamaré Oscar».
Sorprendentemente, no hablaron de poesía.
 Al menos, no de poesía desde un punto de vista formal. Walt, el hombre que había inventado el marketing en la literatura al colocar una foto suya en la primera edición de Hojas de hierba (¿la portada más famosa de la historia?), quiso llevar la conversación a ese terreno, a la literatura como producto.
 Y ahí encontró un filón en Wilde, que había conseguido colocarse en la estantería de América gracias a una serie de movimientos que poco tenían que ver con el gusto poético.
La botella de vino de saúco ya había sido descorchada («hubiera bebido si al menos fuera vinagre», mintió el irlandés ya en Europa), por lo que, pronto, las conversaciones se desviaron hacia el amor entre hombres, la calumnia del amor heterosexual, el gusto por Narciso.
 A la reunión había acudido un tercer hombre, el editor John Marshall Stoddart, amigo de ambos. Este contemplaba la conversación desde el ojo del huracán, sabiendo que pronto estallaría la tormenta y que no estaba a tiempo de salvarse.
El encuentro estuvo plagado de contacto.
 Contacto entre una generación que moría a través del verso libre y otra que nacía alrededor del esteticismo. Contacto entre dos culturas, la norteamericana y la británica, que tendían a no comprenderse.
 Contacto, incluso, físico, pues tan pronto Wilde acariciaba la rodilla de Whitman como Whitman abrazaba el joven torso de Wilde.
Stoddart decidió que aquel preámbulo había llegado demasiado lejos:
—Voy a dar un paseo. Os dejo solos durante una hora.
Pueden ser dos o incluso tres apuntaló Whitman.
El editor encaró la puerta de salida, no sin antes comprobar lo que por el rumor de pasos ya sospechaba: los dos amigos subían por la escalera en busca del tercer piso.
Días después, Whitman criticó abiertamente las portadas que los periódicos neoyorquinos le habían dedicado a Oscar Wilde.
 Este movimiento dejó encarrilada la creación de aquello sobre lo que habían charlado en Camden: un producto literario.
 Por su parte, Wilde definió mejor que nadie el viaje, el encuentro y la posterior reacción:
Todavía tengo el beso de Walt Whitman en mis labios.
Por supuesto, el viaje de Wilde por Estados Unidos aún no había terminado. Según Roy Morris Jr., recorrió quince mil millas y más de ciento cuarenta ciudades
. Dejó frases para la historia.
 Definiciones para la historia. California le pareció «Italia sin arte». Chicago, una «monstruosidad amurallada con cajas de pimienta».
 Del propio pueblo, dijo: «Estados Unidos es el único país que ha pasado de la barbarie a la decadencia sin civilización de por medio».
Abandonó el país entre reconocimientos. 
Alguien dijo de él que «es el inglés más famoso en Estados Unidos después de la reina Victoria». Después de un año de gira, el puerto gris de Liverpool le recibía nuevamente.
Liquidó sus botas desgastadas. 
Se afeitó su larga melena y se colocó una camisa negra, intentando imitar al mismísimo Lord Byron
 El otro Oscar Wilde había muerto. Eso sí, el nuevo Wilde le había robado algo a aquel joven irlandés que se había quedado para siempre en América
Era un beso con sabor a saúco..

Alejandro Sanz para un concierto y defiende a una mujer en México........................................ El País

El cantante bajó del escenario y se encaró con el agresor, que fue expulsado del evento.

Sanz en el momento en el que descendió del escenario para paralizar la agresión.
Alejandro Sanz detuvo la noche del sábado su concierto en Rosarito, en el estado mexicano de Baja California (noroeste de México), para salir en defensa de una mujer del público que estaba siendo acosada por un hombre, según la información recogida por los medios locales.
 El cantante español llegó a bajar del escenario y se encaró con el agresor, que finalmente fue expulsado del evento por el equipo de seguridad.
El concierto acababa de comenzar y entre las primeras filas se formó tumulto. Sobre el escenario, Alejandro Sanz abandona el micrófono y señala al público.
 La canción, La música no se toca, seguía sonando mientras el solista aparecía cada vez más irritado con lo que sucedía bajo las tablas. Sanz se desentiende por completo de la actuación, baja del escenario y se encara con su público, según se aprecia en los vídeos subidos a las redes sociales por los propios asistentes al concierto.
Una vez que el agresor fue desalojado del recinto y la canción había concluido, Sanz se dirigió al público: "¿Todo bien?, ¿Seguro? Bueno, les pido disculpas por el episodio de antes, porque yo no concibo que nadie toque a nadie, me da igual, y menos a una mujer, porque ahí sí… ahí sí no más”. Las palabras de músico fueron respondidas con aplausos por sus seguidores.

El músico español concluyó en el estado norteño las paradas por tierras mexicanas de su gira Sirope. La semana que viene presentará su último disco en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, Chile.
Continuará su gira en Santiago de Chile para después actuar en las ciudades argentinas de Rosario, Córdoba y Buenos Aires. Perú, Paraguay, El Salvador, Nicaragua y Guatemala también forman parte de este tour, con el que está recorriendo Latinoamérica.
Las redes sociales se han hecho eco de la reacción del cantante y Alejandro Sanz se ha convertido en Trending Topic en Twitter durante el domingo.

 

21 feb 2016

Casillas rechaza la oferta de Bankia y seguirá por la vía judicial (Con Casillas han topado)

El portero del Oporto reclama cerca de 500.000 euros invertidos en la salida a Bolsa.

 


Iker Casillas en tu etapa como portero del Real Madrid
El futbolista Iker Casillas ha rechazado la solución presentada por Bankia para devolver la inversión a los minoristas afectados por la salida a Bolsa de la entidad, con lo que continúa así su reclamación por la
vía judicial para recuperar su dinero.
Fuentes conocedoras del proceso judicial del deportista consultadas recordaron que tiene abiertos dos juicios
. En primer lugar como inversor particular por una cuantía de unos 240.000 euros y otra
a través de una empresa de su propiedad por otros 240.000 euros.
De este modo, los jueces tendrán que decidir si dan o no la razón a la parte demandante y Bankia debe reembolsar la citada cuantía, así como el interés que le corresponda.

Casillas compareció a principios de octubre de 2015 en rueda de prensa para anunciar que se había puesto en manos del bufete Arriaga Asociados para tratar de recuperar su inversión al acudir a la Oferta Pública de Suscripción (OPS) de acciones del banco en julio de 2011.

Engañado

Fuentes del citado bufete consultadas por Servimedia evitaron ofrecer ningún detalle sobre el proceso judicial del futbolista ni su decisión en relación a la solución dada por Bankia y se remitieron a las declaracionesefectuadas por el deportista en la citada rueda de prensa, en las que aseguraba haber sido "engañado" con su inversión.
Pero, según ha podido saber Servimedia, el exportero del Real Madrid ha desistido de aceptar la propuesta de Bankia del 100% de su inversión, a lo que sumaría un 1% anual de intereses compensatorios anunciados por la entidad.

En este caso concreto, si Casillas renunciase al proceso judicial y aceptase la solución de la entidad, recuperaría los 480.000 euros más otros 24.000 euros, es decir, un 5% más sobre su inversión, puesto que han pasado cinco años desde la adquisición de las acciones.
 Además, Bankia se ha comprometido a hacerse cargo de las costas que pudiesen derivarse del juicio.