Terminaba anteayer de escribir el triunfal artículo que
tantas alegrías me ha dado (también algún que otro disgusto, a qué
negarlo: la gente puede llegar a ser supermalvada) cuando mi madre
cambió de canal en la tele del hospital y dijo:
“Yo no apruebo ni
acepto ni entiendo que escribas sobre chismes, pero ya que lo haces
tendrías que escribir sobre esto”.
Levanté la mirada por encima de las
gafas de culo de botella (que sólo me pongo en presencia de mi cariñosa
madre) y vi a Isabel Preysler en el asiento de Pablo Motos.
No podía creerlo: estaba más joven todavía que en la maravillosa fiesta que celebró hace unos meses Vanity Fair, cuando la confundí con Tamara (no llevaba las gafas), que fue la última vez que la vi.
Pero, entonces, ¿es cierto que esas cremas suyas funcionan?
Mi amigo Txema Mirón, consultor y experto apasionado en el mundo beauty, diría que sí, pero yo tendría que verlo para creerlo.
Desconfío un poco de los efectos milagrosos de las cremas, pero no
tanto de los del photoshop.
He visto con estos ojos míos verdaderos
milagros merced a este programa informático (también bastantes
descalabros).
Y ella lo sabe.
Y es que cuando la Preysler sale en una
exclusiva exige un photoshop digno de Ana Rosa Quintana en su propia revista.
No hay otra famosa que cuide tanto su imagen como nuestra “reina de
corazones” (quedó demostrado que sigue ostentando este título: rompió
los audímetros EH como nadie lo había hecho antes: casi cuatro millones
de seres humanos).
Claro que lo de su eterna juventud no es solo cuestión de arreglos de
ordenador.
Porque cuando una la ve en persona no sabe qué edad tiene.
Lo mismo podría tener cuarenta y cinco que cincuenta.
Tiene sesenta y
cuatro. Y está tan delgada… “Mis amigas vienen un día a la
semana a ver una serie y dicen: nos vamos a hinchar.
Tomamos
hamburguesas, perritos calientes, patatas fritas, tarta de chocolate,
bizcocho, de todo, absolutamente de todo, estamos todo el tiempo
comiendo…Vemos cinco o seis capítulos. Empieza ya a amanecer cuando terminamos y todo ese tiempo estamos comiendo sin parar”
Sí, claro, del Burguer King. Dice que es cuestión de genética. Que
ella come un montón y no engorda.
Pero luego dice que tiene entrenador
personal.
Y que baila en el baño. Y en otras entrevistas ha contado que
un día a la semana toma solo piña para depurar.
Total, que lo que más me interesó fue su desayuno: Un batido detox
(una siempre está a dieta, como Alaska y como mi íntima Topacio Fresh),
pero cuando esta mañana ha llegado la enfermera y le he sugerido que me
trajera el sencillo batidito ha abierto los ojos tanto que he tenido
que decirle que era una broma. Con tod@s la comparto ahora:
Zumo de lima + Brócoli + pimiento + pepino + manzana + col rizada + espinacas + calabacín = Batido energizante de la Preysler.
Y fue tan lista que se metió a todos los periodistas en el bolsillo.
No
es difícil meterse a un periodista del corazón en el bolsillo.
Los
periodistas del corazón son esos a los que se les insulta una media de
100 veces por semana. En cambio, ella dijo: “Gracias a ellos estoy
aquí”.
Es casi, casi tan lista como su hija Ana Boyer, que ha
superado a la maestra.
Pero de Ana hablaremos otro día. Y de mi adorada
Tamara (sin duda mi preferida) hablaremos muchos días.
Adoro a Tamara y a
su cabecita casi tan loca como la mía.
Ahora os dejo: está a punto de llegar mi coach, y como se entere que
no he hecho los ejercicios que me ha mandado para mejorar la relación
con mi madre verás la que me lía.
Bueno es el pelma.
¡Hasta mañana y requete gracias a todos/as los que dejasteis
comentarios! (incluido a Javier, que opinó que yo era Ángela Portero
disfrazada. ¡Haber estudiado Filología para esto!)
Con todo el cariño
Rosy
14 feb 2016
Aforamiento para todos........................................................... Boris Izaguirre.
Cuando era más joven quería ser famoso. Hoy, lo que de verdad me gustaría ser es aforado.
Desde Miami, los premios Goya parecen una movilización patria para ofrecer una buena cara ante la que está cayendo
. Curiosamente los representantes de ese buen ejemplo, Preysler y Vargas Llosa, no son de origen español pero demuestran lo grande que ha sido el país.
Y que puede volver a serlo en cualquier momento. Resulta genial que sean los premios del cine, ese ámbito cultural tan detestado por el partido del Gobierno, el evento que refrenda aquella marca España
. Es un fantástico giro argumental en el que la gala resulta uno de los pocos sitios donde ir a promocionarse, igual que El Hormiguero.
Poco después se publicó una foto de la infanta Cristina con los pelos de punta, erizados por el viento. Fue a causa del aire raro de Palma, pero parecía como si todo lo que había escuchado en el juzgado le hubiera dejado el pelo así.
Lo bueno de que la Infanta no haya podido adosarse a la doctrina Botín es que tiene que asistir a todas las audiencias del juicio y así podrá enterarse por fin de lo que pasó.
Es casi un favor que le hacen las tres juezas para que no vuelva a declararse desmemoriada o desconocedora de sí misma
. Otra cosa que fascina del juicio Nóos es su capacidad para mantener la intriga, si no fuera por ese tristón decorado judicial, arrasaría en audiencia
. El reparto es estelar, desde los Urdangarin-Borbón hasta Alberto Ruiz-Gallardón, que hará una reaparición estelar; Jaume Matas, que nos tiene a los seguidores del juicio en un ay porque su declaración fue casi tan emocionante como el momento en que Ama Rosa desvelaba toda su verdad en aquel antiquísimo culebrón radiofónico
. O como cuando Emilio Aragón al fin se besaba con Belén Rueda en Medico de famili
. Incluso Rita Barberá tendría que ir a declarar, ella que está también en tela de juicio, esperemos que no nos dejen con las ganas de verla.
Aquí en Miami, en una informal reunión de españoles, se analizaba su perfil como modelo a lo largo de sus más de 20 años como alcaldesa.
En especial se destacó un traje color coral de mangas cortas y hombreras marcadas que parece ser su favorito cuando las cosas no son precisamente de ese color
. Es su traje fetiche, se lo pone y se viene arriba.
Se enciende. Es mar y
es falla.
De hecho, parecía llevarlo en esas imágenes furtivas que hemos visto en la tele estos días, donde aparece como atrapada en su casa, mirando entre telas a los ciudadanos como enemigos.
Suele pasar con la gente que acumula poder durante mucho tiempo: se rodean fatal
. Lo he visto en algunos amigos míos, se hace imposible llegar a ellos
Alguien de su partido, que quiere protegerla tanto, debería sugerirle que desempolve el traje coral de Super Rita y se lo ponga esta semana para presidir esas aburridísimas pero superprotectoras comisiones, para que al menos la nota de color aporte ese poquito de alegría.
Cuando era más joven quería ser famoso, convencido de que eso me daría poder.
Veía que a los famosos todo el mundo los halagaba, desde presidentes a porteras.
Hoy, lo que de verdad me gustaría ser es aforado
. Tener un escudo protector como el Capitán América
. Tengo suficiente preparación para usarlo.
Controlo muy bien mis párpados y cuando me entra el sueñito en alguna reunión interminable, los entrecierro pero sigo atento.
Gracias a un cierto éxito en la televisión, dispongo de dos bolsos Louis Vuitton, de hombre, y dicen que me sientan bien los colores fuertes.
Lo que no tengo es esa caradura fascinante que poseen Rita y Cristina.
Nada les afecta. Soy más expresivo
. Lo más apasionante de la confesión pactada de Pepote, antiguo director de deportes del Gobierno Balear y antiguo amigo de la infanta Cristina, era precisamente la inexpresividad facial de la hermana del Rey.
Si fuera yo, me levantaría y le daría una bofetada o le gritaría algo.
Pero, claro, yo no soy De Borbón.
Esa impasibilidad, ese autoconvencimiento de tu honorabilidad cuando todo apunta a lo contrario, igual que la clase, debe ser algo con lo que se nace
. O con lo que te educan. O algo que te recetan.
Con Cristina en el juzgado, he recordado a Isabel Pantoja en la misma situación pero en primera fila. Pantoja se movía, tomaba agua, parecía viva.
Alguien de su partido, que quiere protegerla tanto, debería sugerirle que desempolve el traje coral de Super Rita y se lo ponga esta semana para presidir esas aburridísimas pero superprotectoras comisiones, para que al menos la nota de color aporte ese poquito de alegría.
Cuando era más joven quería ser famoso, convencido de que eso me daría poder.
Veía que a los famosos todo el mundo los halagaba, desde presidentes a porteras.
Hoy, lo que de verdad me gustaría ser es aforado. Tener un escudo protector como el Capitán América.
Tengo suficiente preparación para usarlo.
Controlo muy bien mis párpados y cuando me entra el sueñito en alguna reunión interminable, los entrecierro pero sigo atento
. Gracias a un cierto éxito en la televisión, dispongo de dos bolsos Louis Vuitton, de hombre, y dicen que me sientan bien los colores fuertes
. Lo que no tengo es esa caradura fascinante que poseen Rita y Cristina.
Nada les afecta.
Soy más expresivo. Lo más apasionante de la confesión pactada de Pepote, antiguo director de deportes del Gobierno Balear y antiguo amigo de la infanta Cristina, era precisamente la inexpresividad facial de la hermana del Rey.
Si fuera yo, me levantaría y le daría una bofetada o le gritaría algo
. Pero, claro, yo no soy De Borbón
. Esa impasibilidad, ese autoconvencimiento de tu honorabilidad cuando todo apunta a lo contrario, igual que la clase, debe ser algo con lo que se nace.
O con lo que te educan. O algo que te recetan.
Con Cristina en el juzgado, he recordado a Isabel Pantoja en la misma situación pero en primera fila. Pantoja se movía, tomaba agua, parecía viva.
Y, además, llegó a decir que a ella la condenaban mientras que a la Infanta no.
Y, mira tú por dónde, ahora que la reina de la copla va a estar libre, aunque con pulsera electromagnética, la Infanta podría entrar a la cárcel, tanto como habitante o como posible visitante.
Esto no estuvo aquí siempre................................................................. Javier Marías
Si ha habido en tiempos recientes una engañifa injusta y despreciable, ha sido la autopropaganda de algunos partidos.
Si ha habido en tiempos recientes una engañifa injusta, despreciable y
en el fondo muy burda, ha sido la autopropaganda de algunos partidos
saltados hace poco a la palestra.
La base de su publicidad ha sido presentarse como “nuevos” frente a las formaciones “viejas”, proclamarse “más representativos” pese a no haber pasado apenas por las urnas, vociferar que “la gente” (concepto vago y delicuescente) está con ellos, mientras que los demás son “una casta” (término no original, sino copiado del tonto italiano Grillo) al servicio de “los de arriba” (otro concepto tan demagógico y facilón como difuso),
y brincar por el tablero con la misma facilidad que los caballos de ajedrez: ahora somos de extrema izquierda, ahora socialdemócratas, ahora de centro, ahora estamos con “los de abajo” como Perón, ahora creemos en la democracia, ahora en el asambleísmo, ahora queremos arrumbar la Constitución, ahora preservarla y reformarla, ahora defendemos el “derecho a decidir”, ahora a medias, ahora tenemos por modelo a Venezuela, o no, mejor a Dinamarca … Si algo parece claro, y sin embargo dista de estarlo para un gran número de votantes, es que ni Podemos ni la CUP, por mencionar a los más conspicuos, son de fiar en absoluto y nada tienen de “nuevos”
. Al contrario, su oportunismo y su desfachatez se asemejan enormemente a los del PP, sobre todo cuando éste se siente acorralado; con la diferencia sustancial de que, hasta ahora, ninguno de esos dos partidos se ha sentido acorralado, lo cual equivale a decir que su oportunismo y su desfachatez son vocacionales.
Están en su naturaleza, que en modo alguno desdeña engañar a la gente, ni tratarla como a idiota, si eso vale para sus propósitos.
La base de su publicidad ha sido presentarse como “nuevos” frente a las formaciones “viejas”, proclamarse “más representativos” pese a no haber pasado apenas por las urnas, vociferar que “la gente” (concepto vago y delicuescente) está con ellos, mientras que los demás son “una casta” (término no original, sino copiado del tonto italiano Grillo) al servicio de “los de arriba” (otro concepto tan demagógico y facilón como difuso),
y brincar por el tablero con la misma facilidad que los caballos de ajedrez: ahora somos de extrema izquierda, ahora socialdemócratas, ahora de centro, ahora estamos con “los de abajo” como Perón, ahora creemos en la democracia, ahora en el asambleísmo, ahora queremos arrumbar la Constitución, ahora preservarla y reformarla, ahora defendemos el “derecho a decidir”, ahora a medias, ahora tenemos por modelo a Venezuela, o no, mejor a Dinamarca … Si algo parece claro, y sin embargo dista de estarlo para un gran número de votantes, es que ni Podemos ni la CUP, por mencionar a los más conspicuos, son de fiar en absoluto y nada tienen de “nuevos”
. Al contrario, su oportunismo y su desfachatez se asemejan enormemente a los del PP, sobre todo cuando éste se siente acorralado; con la diferencia sustancial de que, hasta ahora, ninguno de esos dos partidos se ha sentido acorralado, lo cual equivale a decir que su oportunismo y su desfachatez son vocacionales.
Están en su naturaleza, que en modo alguno desdeña engañar a la gente, ni tratarla como a idiota, si eso vale para sus propósitos.
Si ha habido en tiempos recientes una engañifa injusta, despreciable y
en el fondo muy burda, ha sido la autopropaganda de algunos partidos
saltados hace poco a la palestra.
La base de su publicidad ha sido presentarse como “nuevos” frente a las formaciones “viejas”, proclamarse “más representativos” pese a no haber pasado apenas por las urnas, vociferar que “la gente” (concepto vago y delicuescente) está con ellos, mientras que los demás son “una casta” (término no original, sino copiado del tonto italiano Grillo) al servicio de “los de arriba” (otro concepto tan demagógico y facilón como difuso), y brincar por el tablero con la misma facilidad que los caballos de ajedrez: ahora somos de extrema izquierda, ahora socialdemócratas, ahora de centro, ahora estamos con “los de abajo” como Perón, ahora creemos en la democracia, ahora en el asambleísmo, ahora queremos arrumbar la Constitución, ahora preservarla y reformarla, ahora defendemos el “derecho a decidir”, ahora a medias, ahora tenemos por modelo a Venezuela, o no, mejor a Dinamarca …
Si algo parece claro, y sin embargo dista de estarlo para un gran número de votantes, es que ni Podemos ni la CUP, por mencionar a los más conspicuos, son de fiar en absoluto y nada tienen de “nuevos”.
Al contrario, su oportunismo y su desfachatez se asemejan enormemente a los del PP, sobre todo cuando éste se siente acorralado; con la diferencia sustancial de que, hasta ahora, ninguno de esos dos partidos se ha sentido acorralado, lo cual equivale a decir que su oportunismo y su desfachatez son vocacionales
. Están en su naturaleza, que en modo alguno desdeña engañar a la gente, ni tratarla como a idiota, si eso vale para sus propósitos.
Lo único en lo que no han variado su discurso es en la condena
general de lo que han dado en llamar “el régimen del 78” (a la capciosa
definición también se han apuntado ERC, IU y otros). La palabra
“régimen” está muy connotada: así se calificaba a sí mismo el
franquismo.
Al aplicar el término al largo periodo democrático que hemos vivido, se intenta asimilarlo a la dictadura, lo cual, como he dicho antes, es injusto, burdo y despreciable, y supone ponerse en contra no sólo de los actuales políticos a menudo corruptos y sin escrúpulos, sino también de los que llevaron a cabo la Transición, todo lo imperfecta que se quiera, e instauraron la democracia sin apenas derramamiento de sangre.
Es decir, se ponen del lado de quienes la combatieron en su día.
¿Y quiénes eran esos?
Los residuos más recalcitrantes del franquismo, que detestaban al Rey, a Suárez, a su necesario colaborador Carrillo, al General Gutiérrez Mellado y a Felipe González; la extrema derecha terrorista, autora de la matanza de Atocha; una parte considerable del Ejército, muchos de cuyos mandos aún eran leales a Franco, y de ahí que en aquellos años se rumoreara cada poco que había “ruido de sables”, los cuales se convirtieron en estruendo con el golpe fallido de Tejero; la policía, que costó Dios y ayuda que se amoldara a los nuevos tiempos (aquellos sí que eran nuevos de verdad, y no de pacotilla) y comprendiera que su función era proteger a los ciudadanos y no controlarlos y amenazarlos; y ETA, claro, que incrementó su actividad y llegó a asesinar a ochenta personas en un solo año.
Se ha perdido de vista con qué se hubieron de enfrentar los políticos de la época, alegremente denostados ahora por muchos jóvenes y no jóvenes que reclaman para sí un heroísmo que, para su bendición, no está a su alcance.
Se han encontrado un país plagado de defectos y carencias e injusticias, pero no intrínsecamente anómalo, como aún lo era el de 1976.
Se han encontrado con un Ejército profesional y sometido al poder civil, del que nadie teme que se pueda levantar en armas contra sus políticos y su propia gente; con una policía que, como todas, comete excesos, pero que no representa un peligro para la población ni detiene a capricho; con un país sin censura, con libertad de expresión, en el que se admite cualquier postura (incluida la disgregación) siempre que no la acompañe violencia; con divorcio (no lo hubo hasta 1981), sin sumisión legal de la mujer, con libertad religiosa, con matrimonio homosexual, sin juicios de farsa, con sindicatos (¿o es que ignoran que estaban prohibidos en el franquismo, lo mismo que los partidos y las elecciones?).
Quienes han nacido ya con esto no saben o no quieren saber que esto no estuvo aquí siempre; que costó mucho esfuerzo, mucha mano izquierda, mucha habilidad conseguirlo sin casi sangre, así como buenas dosis de renuncia y contemporización necesarias.
La prueba del éxito de la operación en su conjunto es la propia existencia de esos partidos “nuevos” pero nada novedosos, dedicados a echar pestes de quienes la llevaron a cabo.
Aquellos políticos y aquella sociedad civil sí que tuvieron dificultades, sí que inauguraron una era e hicieron una revolución en sordina, sí que se la jugaron de veras.
Hasta la vida, algunos.
Lo hicieron regular o mal en algunos aspectos, qué menos.
Podría haberse hecho mejor, como toda empresa humana.
Pero lo que desde luego no merecen es el vituperio a que se los lleva sometiendo algún tiempo, a ellos y a sus logros.
Por parte, además, de ventajistas y megalómanos, de los que la política ha estado llena desde su prehistoria.
Nada tan viejo como los caudillos “carismáticos” y con labia.
Lo que hoy presume de “nuevo” es en realidad de una ancianidad, qué digo: de una decrepitud pavorosa.
La base de su publicidad ha sido presentarse como “nuevos” frente a las formaciones “viejas”, proclamarse “más representativos” pese a no haber pasado apenas por las urnas, vociferar que “la gente” (concepto vago y delicuescente) está con ellos, mientras que los demás son “una casta” (término no original, sino copiado del tonto italiano Grillo) al servicio de “los de arriba” (otro concepto tan demagógico y facilón como difuso), y brincar por el tablero con la misma facilidad que los caballos de ajedrez: ahora somos de extrema izquierda, ahora socialdemócratas, ahora de centro, ahora estamos con “los de abajo” como Perón, ahora creemos en la democracia, ahora en el asambleísmo, ahora queremos arrumbar la Constitución, ahora preservarla y reformarla, ahora defendemos el “derecho a decidir”, ahora a medias, ahora tenemos por modelo a Venezuela, o no, mejor a Dinamarca …
Si algo parece claro, y sin embargo dista de estarlo para un gran número de votantes, es que ni Podemos ni la CUP, por mencionar a los más conspicuos, son de fiar en absoluto y nada tienen de “nuevos”.
Al contrario, su oportunismo y su desfachatez se asemejan enormemente a los del PP, sobre todo cuando éste se siente acorralado; con la diferencia sustancial de que, hasta ahora, ninguno de esos dos partidos se ha sentido acorralado, lo cual equivale a decir que su oportunismo y su desfachatez son vocacionales
. Están en su naturaleza, que en modo alguno desdeña engañar a la gente, ni tratarla como a idiota, si eso vale para sus propósitos.
Si algo parece claro es que ni Podemos ni la CUP son de fiar en absoluto y nada tienen de “nuevos”
Al aplicar el término al largo periodo democrático que hemos vivido, se intenta asimilarlo a la dictadura, lo cual, como he dicho antes, es injusto, burdo y despreciable, y supone ponerse en contra no sólo de los actuales políticos a menudo corruptos y sin escrúpulos, sino también de los que llevaron a cabo la Transición, todo lo imperfecta que se quiera, e instauraron la democracia sin apenas derramamiento de sangre.
Es decir, se ponen del lado de quienes la combatieron en su día.
¿Y quiénes eran esos?
Los residuos más recalcitrantes del franquismo, que detestaban al Rey, a Suárez, a su necesario colaborador Carrillo, al General Gutiérrez Mellado y a Felipe González; la extrema derecha terrorista, autora de la matanza de Atocha; una parte considerable del Ejército, muchos de cuyos mandos aún eran leales a Franco, y de ahí que en aquellos años se rumoreara cada poco que había “ruido de sables”, los cuales se convirtieron en estruendo con el golpe fallido de Tejero; la policía, que costó Dios y ayuda que se amoldara a los nuevos tiempos (aquellos sí que eran nuevos de verdad, y no de pacotilla) y comprendiera que su función era proteger a los ciudadanos y no controlarlos y amenazarlos; y ETA, claro, que incrementó su actividad y llegó a asesinar a ochenta personas en un solo año.
Se ha perdido de vista con qué se hubieron de enfrentar los políticos de la época, alegremente denostados ahora por muchos jóvenes y no jóvenes que reclaman para sí un heroísmo que, para su bendición, no está a su alcance.
Se han encontrado un país plagado de defectos y carencias e injusticias, pero no intrínsecamente anómalo, como aún lo era el de 1976.
Se han encontrado con un Ejército profesional y sometido al poder civil, del que nadie teme que se pueda levantar en armas contra sus políticos y su propia gente; con una policía que, como todas, comete excesos, pero que no representa un peligro para la población ni detiene a capricho; con un país sin censura, con libertad de expresión, en el que se admite cualquier postura (incluida la disgregación) siempre que no la acompañe violencia; con divorcio (no lo hubo hasta 1981), sin sumisión legal de la mujer, con libertad religiosa, con matrimonio homosexual, sin juicios de farsa, con sindicatos (¿o es que ignoran que estaban prohibidos en el franquismo, lo mismo que los partidos y las elecciones?).
Quienes han nacido ya con esto no saben o no quieren saber que esto no estuvo aquí siempre; que costó mucho esfuerzo, mucha mano izquierda, mucha habilidad conseguirlo sin casi sangre, así como buenas dosis de renuncia y contemporización necesarias.
La prueba del éxito de la operación en su conjunto es la propia existencia de esos partidos “nuevos” pero nada novedosos, dedicados a echar pestes de quienes la llevaron a cabo.
Aquellos políticos y aquella sociedad civil sí que tuvieron dificultades, sí que inauguraron una era e hicieron una revolución en sordina, sí que se la jugaron de veras.
Hasta la vida, algunos.
Lo hicieron regular o mal en algunos aspectos, qué menos.
Podría haberse hecho mejor, como toda empresa humana.
Pero lo que desde luego no merecen es el vituperio a que se los lleva sometiendo algún tiempo, a ellos y a sus logros.
Por parte, además, de ventajistas y megalómanos, de los que la política ha estado llena desde su prehistoria.
Nada tan viejo como los caudillos “carismáticos” y con labia.
Lo que hoy presume de “nuevo” es en realidad de una ancianidad, qué digo: de una decrepitud pavorosa.
Paraísos de muerte............................................................ Rosa Montero
La sencilla veracidad del testimonio de la norcoreana Yeonmi Park nos obliga a recordar la realidad de los refugiados.
Hoy voy a hacer algo poco recomendable para un periodista, y es
centrar mi artículo en una noticia ya vieja.
Pero, por desgracia, se trata de un tema que sigue estando de plena actualidad.
Si googleáis las palabras “yeonmi park español” os encontraréis con un vídeo de YouTube en el que la refugiada norcoreana Yeonmi cuenta su historia
. Es una intervención que hizo en 2014 durante una conferenc
ia de One Young World en Dublín. Quizá ya lo conozcáis: la película ha dado la vuelta al mundo. Si no lo habéis visto, por favor, no dejéis de hacerlo. Son cinco minutos estremecedores, hipnotizantes. Yo no pude contener las lágrimas
. De hecho, hay otras personas que aparecen en la filmación, espectadores de las palabras de la chica, que también se echan a llorar como magdalenas
. Resulta imposible no emocionarse.
En 2014, Yeonmi Park tenía 20 años.
En el vídeo parece muy joven, una niña vestida con sus mejores galas, con una rosita de tafetán en la cabeza y un primoroso traje oriental de pesadas y crujientes sedas.
Parece una figurita de porcelana, una tanagra.
Y de pronto esta niña frágil abre la boca y llora, abre la boca y habla.
Y cuenta que el régimen norcoreano es una pesadilla; que la gente es condenada a muerte por el simple hecho de haber telefoneado sin autorización al extranjero; que cuando tenía nueve años asistió a la ejecución de la madre de una amiga suya por el delito de haber visto una película de Hollywood. Nos explica que por fin su familia logró escapar del país cuando ella tenía trece años; que la huida fue terrible, infernal; que en Mongolia vio cómo los traficantes chinos violaban a su madre, la cual se ofreció para evitar que la violaran a ella; y que, durante el largo tiempo que vagaron en busca de refugio.
, se sintieron completamente abandonados, desamparados, ignorados en su dolor, como si tan solo las estrellas del cielo los miraran.
Cuenta todo esto sin parar de llorar, pero sus lágrimas son educadas, modestas, silenciosas, no le alteran el gesto ni rompen su discurso, son las lágrimas de alguien que ha llorado tanto que se ha acostumbrado a hacerlo sin aspavientos
. Al escucharla, es imposible no pensar en la marea imparable y agónica de los refugiados sirios, en esas columnas de gente desesperada que atraviesan a pie Europa sin que nadie los mire, salvo las estrellas.
Esas víctimas a las que los daneses, los suizos y varios Estados alemanes arrebatan sus pocas posesiones, su dinero, sus joyas, un robo que para mayor vergüenza es votado en los Parlamentos democráticos ante la indiferencia de todos nosotros.
Por eso es tan necesario ver este vídeo de Park: porque la sencilla veracidad de su testimonio nos obliga a recordar la realidad dantesca de los refugiados, a ponernos en su piel, a salir de nuestra confortable desmemoria.
Pero aún hay algo peor en todo esto, aunque parezca difícil
Pero, por desgracia, se trata de un tema que sigue estando de plena actualidad.
Si googleáis las palabras “yeonmi park español” os encontraréis con un vídeo de YouTube en el que la refugiada norcoreana Yeonmi cuenta su historia
. Es una intervención que hizo en 2014 durante una conferenc
ia de One Young World en Dublín. Quizá ya lo conozcáis: la película ha dado la vuelta al mundo. Si no lo habéis visto, por favor, no dejéis de hacerlo. Son cinco minutos estremecedores, hipnotizantes. Yo no pude contener las lágrimas
. De hecho, hay otras personas que aparecen en la filmación, espectadores de las palabras de la chica, que también se echan a llorar como magdalenas
. Resulta imposible no emocionarse.
En 2014, Yeonmi Park tenía 20 años.
En el vídeo parece muy joven, una niña vestida con sus mejores galas, con una rosita de tafetán en la cabeza y un primoroso traje oriental de pesadas y crujientes sedas.
Parece una figurita de porcelana, una tanagra.
Y de pronto esta niña frágil abre la boca y llora, abre la boca y habla.
Y cuenta que el régimen norcoreano es una pesadilla; que la gente es condenada a muerte por el simple hecho de haber telefoneado sin autorización al extranjero; que cuando tenía nueve años asistió a la ejecución de la madre de una amiga suya por el delito de haber visto una película de Hollywood. Nos explica que por fin su familia logró escapar del país cuando ella tenía trece años; que la huida fue terrible, infernal; que en Mongolia vio cómo los traficantes chinos violaban a su madre, la cual se ofreció para evitar que la violaran a ella; y que, durante el largo tiempo que vagaron en busca de refugio.
, se sintieron completamente abandonados, desamparados, ignorados en su dolor, como si tan solo las estrellas del cielo los miraran.
Cuenta todo esto sin parar de llorar, pero sus lágrimas son educadas, modestas, silenciosas, no le alteran el gesto ni rompen su discurso, son las lágrimas de alguien que ha llorado tanto que se ha acostumbrado a hacerlo sin aspavientos
. Al escucharla, es imposible no pensar en la marea imparable y agónica de los refugiados sirios, en esas columnas de gente desesperada que atraviesan a pie Europa sin que nadie los mire, salvo las estrellas.
Esas víctimas a las que los daneses, los suizos y varios Estados alemanes arrebatan sus pocas posesiones, su dinero, sus joyas, un robo que para mayor vergüenza es votado en los Parlamentos democráticos ante la indiferencia de todos nosotros.
Por eso es tan necesario ver este vídeo de Park: porque la sencilla veracidad de su testimonio nos obliga a recordar la realidad dantesca de los refugiados, a ponernos en su piel, a salir de nuestra confortable desmemoria.
El afán de justificar lo injustificable para seguir creyendo en utopías es una patología intelectual repetitiva y tenaz
. Y es que
colgué el discurso de Yeonmi en mi Facebook y hubo unos cuantos
comentarios… ¡a favor del régimen norcoreano! Sí, lo repito porque sé
que parecerá mentira: unas pocas personas defendieron esa dictadura
disparatada, aberrante y psicopática.
De hecho, aprovecharon la ocasión para soltar el viejo discurso de
las izquierdas, como si Corea del Norte fuera un lugar revolucionario y
progresista
. Encontrarme con semejante nivel de ignorancia y de
fanatismo a estas alturas me dejó bastante desconsolada.
El afán de justificar lo injustificable para seguir creyendo en
utopías es una patología intelectual repetitiva y tenaz.
Los paraísos no existen: ni en el cielo, por más que la Inquisición o el ISIS hayan quemado viva a la gente en su nombre, ni en la tierra, aunque los nazis hayan gaseado y los totalitarios marxistas fusilado para implantarlo.
Y por cierto: tan bestial es el totalitarismo de derechas como el de izquierdas, aunque la progresía occidental siempre ha sido mucho más tolerante con este último (yo también lo he sido, a mí también me ha costado verlo).
Es ese dogmatismo criminal, ya sea islámico o norcoreano, el que subyace tras el drama de los refugiados.
Por otra parte, los dogmáticos no son necesariamente tontos.
Los hay eruditos y bastante listos, que no inteligentes, porque para mí la verdadera inteligencia, la verdadera sabiduría, exige madurez emocional, autocrítica y empatía.
Pero, en cualquier caso, lo que falla en ellos no es el cerebro, sino el corazón
. Creo que es gente emocionalmente muy cobarde que necesita respuestas absolutas a las que agarrarse.
Son como niños: tienen miedo de la complejidad del mundo, de la incertidumbre de la vida, y exigen que les cuenten cuentos tranquilizadores y consoladores.
Pero lo terrible, lo imperdonable, es que sus dulces sueños irreales se terminan convirtiendo en atroces pesadillas verdaderas para incontables víctimas.
Los paraísos no existen: ni en el cielo, por más que la Inquisición o el ISIS hayan quemado viva a la gente en su nombre, ni en la tierra, aunque los nazis hayan gaseado y los totalitarios marxistas fusilado para implantarlo.
Y por cierto: tan bestial es el totalitarismo de derechas como el de izquierdas, aunque la progresía occidental siempre ha sido mucho más tolerante con este último (yo también lo he sido, a mí también me ha costado verlo).
Es ese dogmatismo criminal, ya sea islámico o norcoreano, el que subyace tras el drama de los refugiados.
Por otra parte, los dogmáticos no son necesariamente tontos.
Los hay eruditos y bastante listos, que no inteligentes, porque para mí la verdadera inteligencia, la verdadera sabiduría, exige madurez emocional, autocrítica y empatía.
Pero, en cualquier caso, lo que falla en ellos no es el cerebro, sino el corazón
. Creo que es gente emocionalmente muy cobarde que necesita respuestas absolutas a las que agarrarse.
Son como niños: tienen miedo de la complejidad del mundo, de la incertidumbre de la vida, y exigen que les cuenten cuentos tranquilizadores y consoladores.
Pero lo terrible, lo imperdonable, es que sus dulces sueños irreales se terminan convirtiendo en atroces pesadillas verdaderas para incontables víctimas.
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