El condenado controlaba las llamadas de su expareja sentimental y podía hacerle fotografías y grabar vídeos y audios.
Una mujer consulta su teléfono movil.El Juzgado de lo Penal número 4 de Almería ha condenado a dos años de
prisión por un delito de descubrimiento y revelación de secretos a L.
J. M. D., un hombre acusado de obtener “información íntima”, fotografías
y vídeos de su expareja mediante una aplicación móvil.
La sentencia, dictada por conformidad de las partes, señala que el
condenado instaló en el móvil de su expareja sentimental, “sin
conocimiento de esta”, un programa llamado Cerberus.
A la vez, se dio de
alta en la página web de esta aplicación, que le permitía “mantener
controlado y vigilado el terminal”, ya que una de sus funciones es la de
localizar la ubicación del teléfono móvil.
El programa permitía al hombre conocer las llamadas efectuadas por su
pareja, así como “tomar fotografías y grabar vídeos y audios desde la
cámara de dicho dispositivo”.
El juez señala que el acusado, a pesar de haber cesado su relación
con esa mujer en agosto de 2012, continuó utilizando dicho programa y “a
través del mismo, fue obteniendo información privada acerca de las
llamadas, fotografías, vídeos y localización del teléfono”.
Dicha información íntima de su expareja fue recopilada entre junio y
septiembre de 2012 y enviada a una cuenta de correo de L. J. M. D. “sin
que la mujer fuese consciente de ello”.
Ni por edad ni por trayectoria hay explicación para los fallos que está cometiendo en Oporto el gran portero español.
Iker Casillas se lamenta de su fallo ante el Vitoria de Guimaraes.
MIGUEL RIOPAAFP
Una vez más, su primera reacción fue levantar el brazo para
echar la culpa al árbitro y a su defensa; pero su palidez le delata:
era su balón y está dentro de la red. Una pifia de Iker Casillas fue el
origen de la última derrota de su equipo en la liga portuguesa.
No es el
primer gran fallo desde su llegada en julio a Oporto, ni siquiera el
único de su partido contra el Vitoria de Guimaraes
Fallos suyos
facilitaron la eliminación de la Champions del equipo.
El gran portero
de España ha cumplido 34 años, pero en su especialidad, esa edad no es
la de la inmadurez, síntoma que flota en sus actuaciones.
Esta vez, nadie le tapaba ni le habían dejado vendido; no tenía que
conseguir imposibles.
Era él y la pelota.
Solo había que cogerla o
despejarla; pero era tan blanda, cayendo como un copo de nieve, que ni
bajaba con fuerza para expulsarla; pero Casillas tampoco la cogió, se
quedó entre medias mientras un jugador contrario se acercó por si acaso,
por incordiar más que otra cosa, cuando de improviso se encontró con el
balón a sus pies, caído del cielo, y se la metió al ex mejor guardameta
del mundo.
Como otras veces, como cuando Williams (Chelsea) le clavó
una falta por el lado que guardaba, como cuando se autogoleó a un tirito
de David González
(Dinamo de Kiev), la primera culpa fue de otros; pero
Iker Casillas es un buen tío, una buena persona, y después, ante los
periodistas, reconoce sus culpas sin ambages.
Ayer, tras pitar el
árbitro, se fue humildemente hacia la grada de sus seguidores, y les
pidió perdón. De un tiempo a esta parte, Casillas más que un buen
portero es un portero bueno.
Fuera del césped, nadie podrá decir algo
malo de él; lo grave es que su vida se la gana dentro de cuatro rayas de
cal.
Después de una carrera consagrada al Real Madrid, Casillas
decidió este verano dejar ese ambiente enrarecido, dividido entre filias
y fobias.
Con 34 años y un contrato fabuloso para las posibilidades de
la economía futbolística portuguesa, llegó a Oporto -gracias también a la ley fiscal favorable a los residentes no habituales- con su fama incólume de un futbolista excepcional.
También arrastraba una jugada de marketing para
disparar al club portugués en el mundo.
Gracias a Casillas, radios y
televisiones españolas solicitaron señales para seguir sus partidos,
además de la atención internacional.
No hay explicación para el declive de un portero
excepcional de 34 años, dos menos que Julio César, que va a renovar
hasta los 38.
Su admirado Buffon tiene 38, Cech, 33; Claudio Bravo 32 y
el mismo Iraizoz, 34.
Antes de su llegada, el equipo no tenía un grave problema de porteros, pero la operación de marketing
y, sobre todo, la amistad con su entrenador, Julen Lopetegui, animaron
al presidente del club, Pinto da Costa, a ese sacrificio económico.
El
Porto, club siempre rivalizando con el poderío del Benfica de Lisboa, levantaba un trofeo inigualable: jamás el fútbol portugués había tenido un jugador tan laureado.
El amor de los dragoes (la afición del Porto) era
correspondido por la familia Casillas, que salía del infierno madrileño
para vivir en absoluta paz y tranquilidad.
En el campo, cualquier nimia intervención del madrileño era
subrayada con aplausos, y los pequeños descuidos tampoco tenían mayor
importancia en la liga local; pero llegaron los partidos de compromiso,
la Champions, y la misma Liga en avanzado estado, y los fallos del
guardameta se han ido haciendo más trascendentes.
El domingo fue contra
el Vitoria de Guimaraes, pero antes en los dos partidos ante el Dinamo,
que apearon al Oporto de la Champions.
Alberto Rodríguez
bromea con un joven que le pide sacarse una foto con él: “Cuidado, que
te pego los piojos”.
El diputado por Podemos, protagonista involuntario
de la sesión de constitución del Parlamento el pasado jueves por sus
rastas, está de vuelta en Tenerife.
Aún trata de asimilar el alboroto
mediático que se ha formado a raíz de la fotografía en la que se le ve pasar delante de un estupefacto Rajoy en el Congreso, pero sobre todo, como consecuencia de las declaraciones de Celia Villalobos sobre las rastas y los piojos.
En persona, sus 198 centímetros de estatura (“los mismos que Michael
Jordan”, apunta orgulloso), llaman tanto la atención como su peinado.
Pregunta. ¿Qué le parece la que se ha armado con sus rastas? Respuesta. Forma parte de la política show
que busca tapar hechos políticos verdaderamente relevantes que
ocurrieron ese día y que sí tienen trascendencia vergonzosa, como es la
recogida del acta por el diputado del PP Pedro Gómez de la Serna.
Alberto Rodríguez
bromea con un joven que le pide sacarse una foto con él: “Cuidado, que
te pego los piojos”. El diputado por Podemos, protagonista involuntario
de la sesión de constitución del Parlamento el pasado jueves por sus
rastas, está de vuelta en Tenerife. Aún trata de asimilar el alboroto
mediático que se ha formado a raíz de la fotografía en la que se le ve pasar delante de un estupefacto Rajoy en el Congreso, pero sobre todo, como consecuencia de las declaraciones de Celia Villalobos sobre las rastas y los piojos.
En persona, sus 198 centímetros de estatura (“los mismos que Michael
Jordan”, apunta orgulloso), llaman tanto la atención como su peinado.
Pregunta. ¿Qué le parece la que se ha armado con sus rastas? Respuesta. Forma parte de la política show
que busca tapar hechos políticos verdaderamente relevantes que
ocurrieron ese día y que sí tienen trascendencia vergonzosa, como es la
recogida del acta por el diputado del PP Pedro Gómez de la Serna.
De eso nadie habla, pero sí del bebé de Carolina Bescansa o de los pelos de Alberto Rodríguez.
Lo que persiguen también es ocultar iniciativas como la proposición de
ley que presentamos para que no haya gente sin vivienda o sin
tratamiento médico por no poder pagar sus medicinas.
P. Pero, precisamente, a quienes han acusado de montar el show en el Parlamento es a ustedes, ¿qué tiene que decir?
Rodríguez, con su acta de diputado. / B. P.
R. Es increíble que se haya dicho eso de nosotros
.
Lo único que hicimos fue prometer el cargo de manera diferente, para que
reflejara la pluralidad y la diversidad que tienen la sociedad y el
Parlamento ahora mismo.
Intentamos hacer eso con toda la normalidad
democrática del mundo y nos dedicaron abucheos e insultos como el de
"sinvergüenzas".
Hubo faltas de respeto de todo tipo que nos
sorprendieron, y más en un sitio como el Congreso de los Diputados.
No
entendíamos que no se respetaran las diferencias políticas. P. ¿Cómo está viviendo usted su protagonismo desde ese día? R.
Estoy ahora mismo gestionando el estallido que ha supuesto, ¡si hasta
salgo en una viñeta de Forges! En todo caso, yo ya sabía que presentarse
al Congreso tenía un coste personal que había de asumir, porque nuestro
objetivo es cambiar el país y mejorar la vida de la gente. P. ¿Qué le dice su familia sobre todo lo que está pasando? R. No he tenido ni tiempo para hablar con mi entorno
más cercano.
El mismo jueves desayuné a las nueve de la noche.
Desde
entonces, me he visto desbordado por los medios y no he podido responder
casi al móvil ante la avalancha de mensajes y llamadas de teléfono que
he recibido.
Me he visto obligado a ponerlo en silencio, y cada vez que
lo miro veo un montón de mensajes y llamadas nuevas de números que no
conozco. P. Dijo Celia Villalobos que esperaba que las rastas al Parlamento se llevaran limpias para que no les pegaran los piojos, ¿qué le responde? R. No sé lo que pretendía con esas declaraciones,
pero nosotros no vamos a distraernos ni a entrar a valorar unas
declaraciones que ya la gente está juzgando en las redes sociales.
Nuestro objetivo es aplicar nuestro programa y presentar propuestas que
mejoren la vida de la gente y de la ciudadanía.
Hay muchas personas que
no llegan a fin de mes y estarán enfadadas porque se hable de algo
superfluo y no de políticas que mejoren sus vidas, que es para lo que
nosotros fuimos elegidos. P. Cuando se encuentre con Villalobos en las próximas sesiones del Parlamento, ¿le dirá algo? R. No, no tengo pensado decirle nada.
Cuando empecemos a trabajar sobre propuestas políticas y sobre programas, hablaremos. P. Las rastas forman parte de su imagen y
personalidad.
Aunque le hagan comentarios parecidos a los que ha
escuchado estos días, ¿seguirá con ellas? R. Hay diferentes peinados y formas de vestir que
están reflejando en el Congreso la diversidad de personas que hay en el
país, la de la gente normal y corriente, mientras que hasta ahora solo
se veía una parte de la sociedad.
Pero evidentemente no, no me las
quitaré por lo que me digan.
Para mí es un peinado como otro cualquiera y
solo lo haré cuando personalmente me apetezca. P. El día de la sesión constitutiva de las Cortes se
escucharon también críticas acerca de la forma de vestir de los
miembros de Podemos. ¿Deberán acostumbrarse a ello los diputados de los
partidos tradicionales? R. Por supuesto, pero más que nada han de
acostumbrarse a que este país cambió, a que estamos ante una nueva era
política, les guste o no.
Tendrán que asumirlo porque así lo ha querido
la ciudadanía. P. ¿Se pondrá alguna vez chaqueta y corbata en el Parlamento? R. No tengo nada contra los trajes y las corbatas.
Nosotros conocemos bien el reglamento y en ningún lado se habla de
cuestiones de ese estilo. Nosotros vamos vestidos como viste la gente de
la calle y no faltamos el respeto a nadie al hacerlo, ni a los
diputados y diputadas ni a la Institución.
Vamos a seguir siendo así. P. ¿Es cierto que ha sido detenido por alteración del orden? R. Fruto de la política represiva de los sucesivos
Gobiernos he participado en movimientos y protestas sociales.
Me
detuvieron por alteración del orden en las manifestaciones del 15-M en
el año 2012 y fui absuelto.
Ahora estoy pendiente de juicio por otra
protesta en 2006 en la que la policía agredió a mi hermano en un ojo,
del que perdió la visión, y ahí me detuvieron a mí cuando simplemente
hablaba por teléfono con mis amigos para informarles de lo que estaba
pasando.
En ningún caso insulté a los agentes policiales como se ha
dicho. P. ¿Cómo definiría la cara de Rajoy en la foto en la que usted pasa delante de él en el hemiciclo? R. Puede que fuera una cara de sorpresa que
represente que quizá no ha entendido el nuevo momento político en el que
se encuentra el país.
Si sirvió para que fuera consciente de que España
ya no es un coto privado de algunos y que ya no van a poder aplicar el
rodillo, pues bienvenido sea.