Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 ene 2016

Los ojos de una mujer empecinada..........................................la mujer de Muñoz Molina


El rostro de la Infanta Cristina durante el juicio del caso Nóos. / Foto: C. Cladera / EL PAÍS VÍDEO

Lo que veo cuando observo hoy a la Infanta en el banquillo de los acusados es el rostro de una mujer que no comprende lo que ha pasado
. Como si aún tuviera la esperanza de que alguien se aproximara a su asiento y le dijera que todo ha sido un terrible error.
Lo que veo en su piel es la pérdida del brillo que le iluminaba la cara en los buenos tiempos, cuando disfrutaba de la definición, tan repetida por los medios de comunicación, de mujer profesional que acudía al trabajo a diario, que recogía a los niños a la puerta del colegio, que asumía su papel de Infanta con discreción y naturalidad.
Lo que veo en los ojos de esta mujer a la que se comparaba en tiempos con la infanta Isabel,
 La Chata, es una mirada acostumbrada ya a estar perdida, para no ver a los fotógrafos que la esperan a la entrada y salida de su domicilio en Ginebra o a la salida y entrada del juzgado de Palma; ojos que huyen del contacto visual que pueda delatar algún síntoma de debilidad, de miedo o arrepentimiento.
Lo que veo, en definitiva, es el gesto de una mujer empecinada, que se ha negado a la evidencia, imbuida de una especie de dignidad equivocada que no sé si forma parte de su educación o si está escrita en su carácter.
Sola, está sola, porque sola se queda una persona cuando no se entera de lo que ocurre a su alrededor, aunque el ruido sea clamoroso, y lo que ocurre es que en el mismo país donde le fueron concedidos privilegios de cuna a cambio de algo que no era tan difícil, ser ejemplar, ha caducado el tiempo de la impunidad.
 Lo que intuyo al ver su rostro hierático es que en todo este tiempo la mujer del banquillo ha procurado no ver, no mirar, no oír la indignación de un pueblo que asistía estupefacto al relato de los negocios abusivos de su marido, y de otros que formaban parte de las élites económicas del país; pero lo que la distingue a ella es su condición de Infanta, algo que no sabemos muy bien en qué consiste, y cuando alguien ocupa un puesto laboral tan prescindible lo mínimo que puede hacer es portarse adecuadamente.
Veo el gesto amargo de una señora que, de alguna manera, se ha condenado antes de que el tribunal emita un veredicto y antes incluso de que su figura quede estigmatizada para la historia
. Pudiera favorecerla una versión romántica que defendiera la tesis de que se ha condenado por amor y que está dispuesta a soportar la humillación con tal de defender la inocencia de su marido, pero hay algo que ya no me cuadra en esa idea: tras varios años de observar ese rostro imperturbable, esos ojos que no quieren ver, ese gesto de enfado no contenido, sospecho que su actitud de incomprensión cerrada hacia lo que le está pasando viene de no haber entendido nunca que su posición en el mundo era más incierta de lo que pensaba.
No sé si la educaron para que creyera que a quien ha nacido Infanta nadie puede arrebatarle el título pero ya va siendo hora de que alguien, tal vez su madre, le explique que está equivocada.
Aunque no guste a nadie , me encantaría que quedase libre, que mire usted por donde Hacienda fuera la que firme su no cometido fraude, que sea Hacianda la que le diga Vaya con Dios Señora Infanta no está usted sola, recuerde que Hacienda somos todos, aquí nos tiene para cuando nos necesite.
Y Cristina de Borbón, infanta de España repudiada por su hermano Felipe, y naturalmente Letizia que como caiga la Monarquía no va a ser por este caso, y volverá a ser una chica normal y si la llaman será presentadora de Sálvame!!!
Pero Cristina se quedará viviendo como una reina y esperando que la estancia de su marido en la cárcel sea breve.

El hombre de las estrellas que llegó para salvar el pop.......................................... Fernando Navarro

Bowie creó a Ziggy Stardust y cambió las reglas en un momento de crisis musical.

David Bowie como Ziggy Stardust en 1973. / Gijsbert Hanekroot

Aquel hombre de las estrellas que esperaba en el cielo fue una epifanía
. Imaginen el panorama: los Beatles se habían separado y John Lennon y Paul McCartney andaban tirándose los trastos, Bob Dylan había dado la espalda a su propio mito y se refugiaba en el folk más campestre mientras tenía ínfulas de novelista y actor, los Rolling Stones iban camino de su decadencia grandilocuente con el fatídico concierto de Altamont como punto de inflexión, la eufórica contracultura de los sesenta se desintegraba mientras aparecían los cadáveres de Brian Jones, Janis Joplin, Jimi Hendrix o Jim Morrison y, tan sangrante como todo eso, era ver a Elvis Presley, el detonador de todo, como una marioneta que sentía lástima de sí mismo en el retiro dorado de Las Vegas.
El sueño de la cultura juvenil, del pop y el rock’n’roll, de la irreverencia moral y la rebeldía intelectual, parecía haber llegado a su fin.
 Pero, entonces, aquel hombre del espacio se puso en contacto con el planeta Tierra. El sueño no solo volvió a vislumbrarse entre la bruma de los decadentes setenta, sino que alcanzó otra dimensión.
Corría el año 1972
. Aquel hombre de las estrellas, encarnado por David Bowie, se llamaba Ziggy Stardust, era bisexual y lucía una exquisita imagen andrógina.
 Era el protagonista de The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, el álbum con el que Bowie alcanzaría la fama y, sobre todo, metería de nuevo un chutazo de inocencia a un pop herido de muerte.
 Con rasgos propios de otra galaxia, como ese rostro pálido, pelo rojizo, mirada de cobre y una indescriptible mancha de mercurio, el extraterrestre poseía un magnetismo nunca antes visto para un adolescente. Qué demonios: para nadie.
Si bien es cierto que Marc Bolan puso la purpurina en el pop y pregonó antes el glam-rock, fue Bowie quien cambió las reglas. Inteligente y ambicioso a partes iguales, el verdadero triunfo de aquel joven salido de un laboratorio de arte fue modificar el concepto de la cultura pop.
 Que Ziggy Stardust se haya convertido en un personaje inmortal casi es secundario con respecto a la otra gran conquista de su alter ego: el atractivo y presumido Bowie edificó toda una obra a partir de una imagen
. Admirador de ese Bob Dylan de finales de los sesenta, camaleónico y moderno, y de la visión crepuscular de Velvet Underground, el músico era puro teatro.
Aquel astronauta con historias de galaxias lejanas y apocalipsis, motivados en parte por los colocones de heroína de su creador, llevó más que nunca al pop a la dimensión de la fábula.
 Su representación teatral, cargada de simbolismo, chocaba con la tradición del rock’n’roll y la contracultura, tan comprometida con el presente y su entorno.
 Inspirándose en 2001: Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, y mezclando elementos de ciencia ficción con pasajes autobiográficos, Bowie anunciaba el futuro de la música pop.
Y al mismo tiempo era una especie de nuevo superhéroe.

En el mundo bipolar y paranoico de la guerra fría, obsesionado por el espacio, Ziggy Stardust era catártico.
 Tenía mucho de distopía, que en Reino Unido, a través de su literatura, hundía sus raíces hasta Tomás Moro con su libro Utopía para hablar de la posibilidad de un lugar imaginario, un espacio no existente donde habita una sociedad idealizada, a la que cantaba ese extraterrestre con su pop bañado de soul, que algunos llamaron plastic soul.
 Como quiera que se llamase esa música chisporroteante, de arrabal y llena de alma, cualquier adolescente desorientado y aislado podía conectar con su deslumbrante espíritu de querer soñar otro mundo mejor.
En los setenta, nadie necesitaba unos nuevos Beatles.
 Poco quedaba para constatarlo definitivamente con la explosión del punk. Bowie supo verlo y anticiparse.
Lo cantaba en Starman, en ese estribillo que estremece ahora más que nunca cuando Ziggy ha viajado a la última galaxia:
 “Hay un hombre de las estrellas esperando en el cielo.
 Le gustaría venir y saludarnos, pero probamente nos vuelva locos. Nos ha dicho que no seamos tontos, que todo esto vale la pena. Ha dicho: ‘Dejen que los niños se diviertan”.
 Era el mensaje del rock’n’roll de siempre, del pop original. Aquel hombre de las estrellas llegó para enloquecer a una legión incontable de niños y, de paso, salvar el pop, esa promesa de presente infinito que volvió a tener sentido.

 

11 ene 2016

El tuit más positivo sobre la muerte de David Bowie

Este lunes, el mundo de la música se ha despertado con una triste noticia:
 Ha muerto el cantante David Bowie a los 69 años víctima de un cáncer contra el que llevaba luchando 18 meses.
Los fans del artista no han tardado en rendirle homenaje a través de las redes sociales, compartiendo GIFS, fotos, vídeos y canciones de la trayectoria de Bowie. 
Entre ellos, personas conocidas del mundo de la música, de la política o del cine como el presentador Ricky Gervais o el primer ministro británico David Cameron.
Pero entre todas estas lágrimas, hay un tuit que te ayudará a ver esta pérdida de una manera más positiva, escrito antes de saberse la noticia:
"Si alguna vez estás triste, sólo recuerda que el mundo tiene 4.543 millones de años y que, de alguna manera, has vivido al mismo tiempo que David Bowie"
Este tuit, escrito por el usuario @JeSuisDean, ya cuenta con más de 28.000 retuits y 31.000 favoritos en sólo unas horas y contrasta con este otro tipo de publicaciones que, en fin, dejan mucho que desear:

Desde el trópico de Cáncer: [Poesía y humor] Hoy, "Con planta incierta y paso peregrino", de Pedro de Espinosa

Desde el trópico de Cáncer: [Poesía y humor] Hoy, "Con planta incierta y paso peregrino", de Pedro de Espinosa