11 dic 2015
El claustro de Palamós será visitable a partir de enero............................................. Marta Rodríguez
Un convenio entre el Ayuntamiento y los propietarios de la construcción de estilo románico situado en Mas del Vent, permitirá el acceso, un año después de su primer anuncio.
El claustro del Mas del Vent de Palamós (Baix Empordà)
será visitable a partir del próximo mes de enero, justo un año después
de cuando estaba previsto.
Este viernes la plataforma cultural Focus Engelhorn – impulsada por los dueños de la finca- y el Ayuntamiento de Palamós han firmado un convenio que permitirá acceder al espacio al público en general, a escolares de la localidad, estudiantes del bachillerato artístico de toda Cataluña, a especialistas y quienes quieran disfrutar de visitas teatralizadas.
Se trata, según sus artífices, de una “iniciativa cultural, docente y social que va encaminada a poner de relieve y en valor los elementos arquitectónicos y artísticos ubicados en el Mas del Vent, a través de la interpretación la formación y el estímulo de la creatividad”. Este acuerdo firmado dará la oportunidad de conocer, gratuitamente, el claustro y la torre de defensa de esta masía, catalogada como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN), de forma preferente a escolares de primero y segundo de primaria de Palamós y a los alumnos de bachillerato artístico.
En paralelo estas visitas pasarán a incorporarse a la oferta turística de la localidad como destino de patrimonio, el primer sábado de los meses de marzo y abril y octubre y noviembre y tendrán un precio de 20 euros por persona.
La visita, en grupos de mínimo 8 personas y máximo 25, incluirá una degustación de productos de la empresa Brugarol de Palamós, que explota la finca de 22 hectáreas donde está ubicado el claustro. La información y reserva irá a cargo del Museo de la Pesca, tendrán una durada de una hora y media y serán en catalán, castellano, inglés y francés.
De mayo a septiembre también se han programado cinco visitas teatralizadas a cargo del actor Martí Peraferrer, director del festival Fitag de Girona.
El precio oscilará entre los 125 y 150 euros e incluirá la comida de productos de la empresa Brugarol, que trabaja con standards ecológicos y con la gamba de Palamós como producto de referencia.
Finalmente, se organizarán visitas para un público más especializado, con una periodicidad por determinar, a través de una comisión formada por le jefe de patrimonio del Consistorio, Miquel Martí, historiador del Arte de la UdG, Eduard Carbonell (responsable del estudio del claustro encargado por la Generalitat); Joaquim Nadal, director del Institut de Recerca del Patrimoni Cultural y Ricard Planas, director de Focus y de la revista Bonart.
El claustro también tendrá las puertas abiertas para visitas gratuitas dirigidas a entidades y asociaciones sin ánimo de lucro y con finalidad social, educativa o cultural del municipio. Según ha anunciado Planas, “la recaudación neta de todas las prestaciones económicas que genere la visita del Claustro, una vez deducidos todos los gastos que comporta, quedarán en manos del Consistorio o de entidades locales sin ánimo de lucro".
En octubre de 2014 la Generalitat emitió un contundente informe que aseguraba que la construcción era totalmente falsa. Simplemente se trataba de una recreación del siglo XX que nada tiene que ver con lo medieval.
Sin embargo esta versión no varió las ideas de los defensores del origen románico de la construcción que lo vinculan con la catedral de Salamanca, donde estuvo en pie hasta que en el siglo XIX, cuando se desmontó para construir un nuevo claustro. Gerardo Boto, el profesor de la Universidad de Girona que en 2012 dio a conocer el edificio en un congreso científico, sigue defendiendo el valor histórico y la importancia de estas piedras.
Por su parte, la comisión de Patrimonio del Ayuntamiento sigue estudiando si declararlo Bien Cultural de Interés Local (BCIL).
Este viernes la plataforma cultural Focus Engelhorn – impulsada por los dueños de la finca- y el Ayuntamiento de Palamós han firmado un convenio que permitirá acceder al espacio al público en general, a escolares de la localidad, estudiantes del bachillerato artístico de toda Cataluña, a especialistas y quienes quieran disfrutar de visitas teatralizadas.
Se trata, según sus artífices, de una “iniciativa cultural, docente y social que va encaminada a poner de relieve y en valor los elementos arquitectónicos y artísticos ubicados en el Mas del Vent, a través de la interpretación la formación y el estímulo de la creatividad”. Este acuerdo firmado dará la oportunidad de conocer, gratuitamente, el claustro y la torre de defensa de esta masía, catalogada como Bien Cultural de Interés Nacional (BCIN), de forma preferente a escolares de primero y segundo de primaria de Palamós y a los alumnos de bachillerato artístico.
En paralelo estas visitas pasarán a incorporarse a la oferta turística de la localidad como destino de patrimonio, el primer sábado de los meses de marzo y abril y octubre y noviembre y tendrán un precio de 20 euros por persona.
La visita, en grupos de mínimo 8 personas y máximo 25, incluirá una degustación de productos de la empresa Brugarol de Palamós, que explota la finca de 22 hectáreas donde está ubicado el claustro. La información y reserva irá a cargo del Museo de la Pesca, tendrán una durada de una hora y media y serán en catalán, castellano, inglés y francés.
De mayo a septiembre también se han programado cinco visitas teatralizadas a cargo del actor Martí Peraferrer, director del festival Fitag de Girona.
El precio oscilará entre los 125 y 150 euros e incluirá la comida de productos de la empresa Brugarol, que trabaja con standards ecológicos y con la gamba de Palamós como producto de referencia.
Finalmente, se organizarán visitas para un público más especializado, con una periodicidad por determinar, a través de una comisión formada por le jefe de patrimonio del Consistorio, Miquel Martí, historiador del Arte de la UdG, Eduard Carbonell (responsable del estudio del claustro encargado por la Generalitat); Joaquim Nadal, director del Institut de Recerca del Patrimoni Cultural y Ricard Planas, director de Focus y de la revista Bonart.
El claustro también tendrá las puertas abiertas para visitas gratuitas dirigidas a entidades y asociaciones sin ánimo de lucro y con finalidad social, educativa o cultural del municipio. Según ha anunciado Planas, “la recaudación neta de todas las prestaciones económicas que genere la visita del Claustro, una vez deducidos todos los gastos que comporta, quedarán en manos del Consistorio o de entidades locales sin ánimo de lucro".
En octubre de 2014 la Generalitat emitió un contundente informe que aseguraba que la construcción era totalmente falsa. Simplemente se trataba de una recreación del siglo XX que nada tiene que ver con lo medieval.
Sin embargo esta versión no varió las ideas de los defensores del origen románico de la construcción que lo vinculan con la catedral de Salamanca, donde estuvo en pie hasta que en el siglo XIX, cuando se desmontó para construir un nuevo claustro. Gerardo Boto, el profesor de la Universidad de Girona que en 2012 dio a conocer el edificio en un congreso científico, sigue defendiendo el valor histórico y la importancia de estas piedras.
Por su parte, la comisión de Patrimonio del Ayuntamiento sigue estudiando si declararlo Bien Cultural de Interés Local (BCIL).
Julia Margaret Cameron La muerte del rey Arturo (1874).
Julia Margaret Cameron no solo se enfrentó al rechazo
de los fotógrafos de la época victoriana, sino al paternalismo de los
puristas de generaciones posteriores, que minimizaron su genio tachando
sus imágenes, desenfocadas y manchadas, sus borrosos y quebrados medios y
primeros planos, de feliz accidente, del éxito de un error.
Pero muy al contrario, la obra de esta fotógrafa no es fruto de la casualidad, sino de un estilo que tuvo el coraje de dar la espalda a las reglas de la reproducción mecánica y a los cánones de la época. Asumiendo la imperfección como expresión artística, logró recoger algo que iba más allá de la nitidez de la imagen: el alma de los retratados, sobre todo sus mujeres y niñas, a las que capturó como nadie lo había hecho antes.
Melancólicas y vulnerables, de una belleza romántica y enfermiza, pero también impenetrables y desafiantes, con una profundidad trágica que hoy se mantiene imperturbable.
La retrospectiva que el Victoria and Albert Museum dedica a la artista por el bicentenario de su nacimiento (Calcuta, India, 1815) y por los 150 años de su primera y única exposición en vida (en el mismo Victoria and Albert, antes South Kensington Museum, en 1865) muestra la fuerza creativa de una mujer que, según la estadounidense Marta Weiss, comisaria de la exposición, ha sufrido la tibieza de la lectura machista de la historia.
Pese a que desde muy pronto se reconoció su enorme influencia –era imposible no hacerlo–, se insistió en la idea de los fallos técnicos y de la suerte del aficionado frente a la que hoy cobra más peso: la obra de Julia Margaret Cameron es fruto del empeño de una mujer ambiciosa y testaruda que se sabía artista.
“¿Errores o experimentos?”, se pregunta Weiss insistiendo en el
matiz. “Ella cometía errores, pero desde el momento en que no los
corrige y los repite una y otra vez dejan de ser errores para
convertirse en un estilo.
Dejar huellas del proceso, de las manchas, rasguños o efectos borrosos dotaron de enorme modernidad, y humanidad, a su trabajo. Hemos investigado muchos de sus negativos, esas repeticiones, y por eso creo que lo correcto es hablar de experimentos”.
A través de la correspondencia que la fotógrafa mantuvo con Henry Cole, director del South Kensington Museum, sabemos de la enorme aspiración de su trabajo, de sus ansias por exponer, hacerse valer ¡y ganar dinero! con sus fotografías en un mundo que desde el primer momento la ninguneó por su mala ortografía con la cámara y el revelado.
En un duro artículo que la Sociedad Fotográfica de Londres publicó en su Photographic Journal quedaba clara la postura académica: “Nos disculpamos por condenar el trabajo de una mujer, pero estaríamos cometiendo una injusticia si dejásemos pasar sus fotografías como ejemplo de buen arte o de perfección”.
Cole, por el contrario, no solo creyó en ella, sino que la convirtió en la primera artista residente del museo.
“Mi aspiración”, escribió ella, “es ennoblecer la fotografía y garantizar que se la tenga por un arte con mayúsculas capaz de combinar lo ideal y lo real sin sacrificar la verdad y desde la más completa devoción hacia la poesía y la belleza”. Sobre las críticas vertidas por la Sociedad Fotográfica de Londres, mantuvo una envidiable distancia: “De no haber sido capaz de valorar la crítica en su justa medida me habría desanimado mucho.
Era demasiado implacable y manifiestamente injusta como para tenerla en cuenta.
El enorme espacio que me fue concedido en sus paredes por los jueces, indulgentes a la vez que exigentes, parecía invitar a la ironía y el esplín de la noticia impresa”.
Para Marta Weiss su resistencia solo se explica desde su enorme confianza en sí misma y en su proyecto. “Efectivamente, fue una figura controvertida en su época, incluso después de su muerte, pero supo seguir adelante aferrándose a lo positivo y a las personas que creyeron en ella”.
Cameron tuvo su primera cámara con 48 años, una de sus hijas se la regaló para ocupar sus solitarias horas en su casa de Freshwater Bay, en la isla de Wight, donde pasaba el tiempo lejos de su marido, el abogado Charles Hay Cameron, y de sus seis hijos.
Fue en esa casa, reconvertida en ajetreado estudio y sucio laboratorio, donde empezó a retratar a sus criadas, hermanas, familiares, amigas y vecinas.
Entre ellas estaba la joven Alice Pleasance Liddell, la Alicia de Lewis Carroll, y su sobrina Julia Jackson, madre de Virginia Woolf. Carroll despreciaba los retratos de Cameron por imperfectos y la autora de Al faro tampoco demostró demasiada simpatía por su tía abuela.
Un desdén inútil: Cameron cambió la forma de mirar a las mujeres y a las niñas al retratarlas despeinadas, medio vestidas, con aire somnoliento, de andar por casa. Se alejó de la rigidez victoriana para acercarse a su propia naturaleza femenina. “Su luz y su forma de encuadrar eran de una enorme modernidad, dotaba a su trabajo de una energía muy dramática”, afirma la comisaria, que recuerda la exposición de 1999 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), dedicada solo a los retratos femeninos y mucho menos exhaustiva que la de ahora (57 frente a 120 imágenes).
La muestra del Victoria and Albert, itinerante, viajará del 17 marzo al 15 de mayo de 2016 a la Fundación Mapfre de Madrid, acompañada de una serie de fotografías de la época que servirán de contexto.
Para el director de cultura de la fundación, Pablo Jiménez Burillo, el rechazo a Cameron
hay que situarlo dentro de las peculiaridades de la sociedad británica
de entonces, “esa mirada conservadora no se hubiera dado ni en el
continente ni en Estados Unidos, donde eran más abiertos a la
modernidad, mientras que la sociedad inglesa, entonces mucho más
replegada hacia atrás, era negativa a todo lo moderno.
Cualquier experimentación estaba fuera de lugar”. Para Jiménez Burillo, las imágenes de Cameron son difíciles de olvidar cuando se descubren. “Recuerdo una exposición suya a finales de los años ochenta en la Juan March de Madrid. No existe un fotógrafo con su intensidad. Me atrae su personalidad y su calidad, su técnica estaba ajustada a la perfección a lo que ella quería contar, que era algo muy intenso, de sentimientos ocultos, no hablados. Miraba al pasado, a la pintura, pero al mismo tiempo a algo nuevo y diferente. Con las fotografías de Julia Margaret Cameron no sabes qué ocurre pero sabes que algo está ocurriendo. Y eso es el arte”.
Un artículo de Sarah Burton, actual diseñadora de Alexander McQueen, publicado en el diario Financial Times ahonda en ese lado inescrutable de Cameron. Burton recuerda cómo sus mujeres y niñas han colgado de las paredes del taller de McQueen desde siempre.
“Creo que Cameron resuena en McQueen porque ella demuestra con qué naturalidad pueden coexistir belleza y tragedia.
Vivió en un tiempo donde la gente estaba obsesionada por la vida y la muerte, donde la muerte no era tan tabú.
Convivía con la muerte, y eso es algo que tiene mucho que ver con el estado anímico de McQueen. Esa misma melancolía victoriana nos ha hablado a nosotros y por eso ella siempre ha estado ahí. Miramos sus fotografías. Yo miro sus fotografías. Buscando la misma autenticidad en mis mujeres, la misma suavidad de espíritu”.
Esa esencia que ha obsesionado a generaciones de amantes de la belleza rota, atrapadas por el grito insondable de estas silenciosas fotos.
elpaissemanal@elpais.es
Pero muy al contrario, la obra de esta fotógrafa no es fruto de la casualidad, sino de un estilo que tuvo el coraje de dar la espalda a las reglas de la reproducción mecánica y a los cánones de la época. Asumiendo la imperfección como expresión artística, logró recoger algo que iba más allá de la nitidez de la imagen: el alma de los retratados, sobre todo sus mujeres y niñas, a las que capturó como nadie lo había hecho antes.
Melancólicas y vulnerables, de una belleza romántica y enfermiza, pero también impenetrables y desafiantes, con una profundidad trágica que hoy se mantiene imperturbable.
La retrospectiva que el Victoria and Albert Museum dedica a la artista por el bicentenario de su nacimiento (Calcuta, India, 1815) y por los 150 años de su primera y única exposición en vida (en el mismo Victoria and Albert, antes South Kensington Museum, en 1865) muestra la fuerza creativa de una mujer que, según la estadounidense Marta Weiss, comisaria de la exposición, ha sufrido la tibieza de la lectura machista de la historia.
Pese a que desde muy pronto se reconoció su enorme influencia –era imposible no hacerlo–, se insistió en la idea de los fallos técnicos y de la suerte del aficionado frente a la que hoy cobra más peso: la obra de Julia Margaret Cameron es fruto del empeño de una mujer ambiciosa y testaruda que se sabía artista.
Tuvo su primera cámara con 48 años.
En su casa
en la isla de Wight, reconvertida en estudio y laboratorio, retrató a
familiares, amigas y vecinas
Dejar huellas del proceso, de las manchas, rasguños o efectos borrosos dotaron de enorme modernidad, y humanidad, a su trabajo. Hemos investigado muchos de sus negativos, esas repeticiones, y por eso creo que lo correcto es hablar de experimentos”.
A través de la correspondencia que la fotógrafa mantuvo con Henry Cole, director del South Kensington Museum, sabemos de la enorme aspiración de su trabajo, de sus ansias por exponer, hacerse valer ¡y ganar dinero! con sus fotografías en un mundo que desde el primer momento la ninguneó por su mala ortografía con la cámara y el revelado.
En un duro artículo que la Sociedad Fotográfica de Londres publicó en su Photographic Journal quedaba clara la postura académica: “Nos disculpamos por condenar el trabajo de una mujer, pero estaríamos cometiendo una injusticia si dejásemos pasar sus fotografías como ejemplo de buen arte o de perfección”.
Cole, por el contrario, no solo creyó en ella, sino que la convirtió en la primera artista residente del museo.
“Mi aspiración”, escribió ella, “es ennoblecer la fotografía y garantizar que se la tenga por un arte con mayúsculas capaz de combinar lo ideal y lo real sin sacrificar la verdad y desde la más completa devoción hacia la poesía y la belleza”. Sobre las críticas vertidas por la Sociedad Fotográfica de Londres, mantuvo una envidiable distancia: “De no haber sido capaz de valorar la crítica en su justa medida me habría desanimado mucho.
Era demasiado implacable y manifiestamente injusta como para tenerla en cuenta.
El enorme espacio que me fue concedido en sus paredes por los jueces, indulgentes a la vez que exigentes, parecía invitar a la ironía y el esplín de la noticia impresa”.
Para Marta Weiss su resistencia solo se explica desde su enorme confianza en sí misma y en su proyecto. “Efectivamente, fue una figura controvertida en su época, incluso después de su muerte, pero supo seguir adelante aferrándose a lo positivo y a las personas que creyeron en ella”.
Cameron tuvo su primera cámara con 48 años, una de sus hijas se la regaló para ocupar sus solitarias horas en su casa de Freshwater Bay, en la isla de Wight, donde pasaba el tiempo lejos de su marido, el abogado Charles Hay Cameron, y de sus seis hijos.
Fue en esa casa, reconvertida en ajetreado estudio y sucio laboratorio, donde empezó a retratar a sus criadas, hermanas, familiares, amigas y vecinas.
Entre ellas estaba la joven Alice Pleasance Liddell, la Alicia de Lewis Carroll, y su sobrina Julia Jackson, madre de Virginia Woolf. Carroll despreciaba los retratos de Cameron por imperfectos y la autora de Al faro tampoco demostró demasiada simpatía por su tía abuela.
Un desdén inútil: Cameron cambió la forma de mirar a las mujeres y a las niñas al retratarlas despeinadas, medio vestidas, con aire somnoliento, de andar por casa. Se alejó de la rigidez victoriana para acercarse a su propia naturaleza femenina. “Su luz y su forma de encuadrar eran de una enorme modernidad, dotaba a su trabajo de una energía muy dramática”, afirma la comisaria, que recuerda la exposición de 1999 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA), dedicada solo a los retratos femeninos y mucho menos exhaustiva que la de ahora (57 frente a 120 imágenes).
La muestra del Victoria and Albert, itinerante, viajará del 17 marzo al 15 de mayo de 2016 a la Fundación Mapfre de Madrid, acompañada de una serie de fotografías de la época que servirán de contexto.
Su obra asumió la imperfección como expresión
artística. Recogió algo que iba más allá de la nitidez de la imagen: el
alma de los retratados
Cualquier experimentación estaba fuera de lugar”. Para Jiménez Burillo, las imágenes de Cameron son difíciles de olvidar cuando se descubren. “Recuerdo una exposición suya a finales de los años ochenta en la Juan March de Madrid. No existe un fotógrafo con su intensidad. Me atrae su personalidad y su calidad, su técnica estaba ajustada a la perfección a lo que ella quería contar, que era algo muy intenso, de sentimientos ocultos, no hablados. Miraba al pasado, a la pintura, pero al mismo tiempo a algo nuevo y diferente. Con las fotografías de Julia Margaret Cameron no sabes qué ocurre pero sabes que algo está ocurriendo. Y eso es el arte”.
Un artículo de Sarah Burton, actual diseñadora de Alexander McQueen, publicado en el diario Financial Times ahonda en ese lado inescrutable de Cameron. Burton recuerda cómo sus mujeres y niñas han colgado de las paredes del taller de McQueen desde siempre.
“Creo que Cameron resuena en McQueen porque ella demuestra con qué naturalidad pueden coexistir belleza y tragedia.
Vivió en un tiempo donde la gente estaba obsesionada por la vida y la muerte, donde la muerte no era tan tabú.
Convivía con la muerte, y eso es algo que tiene mucho que ver con el estado anímico de McQueen. Esa misma melancolía victoriana nos ha hablado a nosotros y por eso ella siempre ha estado ahí. Miramos sus fotografías. Yo miro sus fotografías. Buscando la misma autenticidad en mis mujeres, la misma suavidad de espíritu”.
Esa esencia que ha obsesionado a generaciones de amantes de la belleza rota, atrapadas por el grito insondable de estas silenciosas fotos.
elpaissemanal@elpais.es
El advenimiento de una nueva era....................................................Gregorio Belinchón
El estreno de ‘El despertar de la Fuerza’ aúna ‘frikismo’, cinefilia, religión y amor por películas que marcaron a varias generaciones.
El café Deux Magots,
en la parisiense plaza de Saint-Germain-des-Prés, lleva abierto desde
1885. Allí se reunían Verlaine, Rimbaud y Mallarmé, en sus mesas aunaron
fuerzas los surrealistas con Breton a la cabeza, en su sala bebieron
Picasso, Hemingway, Beauvoir, Sartre, Sábato…
Y allí se juntaron por primera vez, en 2013, J. J. Abrams y Lawrence Kasdan para hablar de la trilogía final de Star Wars.
Ambos han reconocido que en aquellas charlas cimentaron todo lo que veremos en pantalla a partir del próximo 18 de diciembre.
Así que, por carambola cinematográfica, París ha vuelto a convertirse en la capital mundial de la cultura.
¿Qué se dijeron aquellos días un veterano cineasta, escritor de las mejores partes de El imperio contraataca, y el director elegido para insuflar nueva vida a la franquicia que ha marcado la historia del cine?
Algo sabemos, poco para una de las películas más esperadas de los últimos años.
Da igual. La venta anticipada de sus entradas está rompiendo récords por todo el mundo, los cinéfilos estudian cada plano de los diversos tráileres que se han estrenado en cine y televisión de El despertar de la Fuerza, cada palabra dicha por los actores es meticulosamente analizada por los fans.
Es el final de la travesía del desierto, y el principio de una nueva era en Star Wars, ya que además de la octava y novena parte, ya están en marcha otros spin offs que bucean por el mundo que creó hace casi 40 años George Lucas.
Para muchos, Star Wars es mucho más que un artefacto cinematográfico
. En Australia y Reino Unido, el jedismo –por traducirlo de alguna manera al español- es una religión oficial que cuenta con 500.000 adeptos.
Sí, medio millón de personas han rellenado un formulario oficial asegurando que creen en la Fuerza y en el batiburrillo filosófico-religioso en el que Lucas basó sus guiones, que bebieron de textos de san Pablo, de la misma Biblia, de Chesterton o de El héroe de las mil caras, de Joseph Campbell, además de códigos samuráis y algo de taoísmo.
Tanto sus creyentes acérrimos como sus meros seguidores esperan mucho de una película de la que alguna pista sí se ha ido mostrando. El despertar de la Fuerza transcurre 30 años después de la explosión de la segunda Estrella de la Muerte al final de El retorno del jedi.
Algunos seguidores del Imperio lograron reagruparse después de la batalla de Endor y aguantaron conformando una nueva resistencia.
Ahora se hacen llamar la Primera Orden, esperan restaurar el Imperio y sí, puede que tengan líderes y armamento necesario para lograrlo.
El general Hux –al que da vida Domnhall Gleeson- es uno de esos cabecillas, y gobierna en la base Starkiller (guiño a los viejos seguidores: ese fue el primer apellido que Lucas manejó para la familia Skywalker).
A su mando está la capitana Phasma (Gwendoline Christie), un personaje que promete… aunque no tanto como el dueño de un espectacular sable láser, Kylo Ren, el enmascarado al que da vida Adam Driver, un villano que al parecer va a ir por su cuenta y riesgo.
¿Y el jefe de ese reverso tenebroso?
El líder supremo Snoke, un personaje generado por ordenador creado por el actor Andy Serkis, el mejor cuando se trata de creaciones digitales basadas en intérpretes.
Su voz fue la primera que escuchó en el primer tráiler, cortesía de la dosificación de información que están sabiamente manejando con puño de hierro desde Disney, la compañía propietaria de LucasFilms.
Hay también un grupo de personajes que, como le pasaba en la inicial ‘Una nueva esperanza’ a Luke Skywalker, parecen tangenciales hasta que las guerras de poder les arrastran al epicentro de la acción. Ahí están Finn (John Boyega), un soldado que se encuentra en medio del planeta Jakku a merced de un gran peligro, o Rey (Daisy Ridley), una carroñera del desierto.
Del lado de los héroes Leia está en la Resistencia –así es como se conoce a los rebeldes, lo que podría aclarar que quien manda es la Primera Orden- Ahora bien, a Carrie Fisher se la ve llorar en un tráiler abrazada a Han Solo (Harrison Ford), y ese momento ha generado un reguero de especulaciones en Internet. Porque la mano biónica de Luke (Mark Hamill) posada en R2-D2 es lo único que se ha visto de su hermano (escuchar, hemos escuchado su voz, confundiendo aún más a los espectadores con la frase: “
Mi padre la tiene”, en un tráiler). Han Solo en cambio ha aparecido mucho más en los adelantos, y eso que sufrió un accidente en el rodaje con la puerta del Halcón Milenario, y hubo que reorganizar todo el calendario de la filmación para que el proyecto no sufriera en demasía su ausencia. También vuelve su compañero de andanzas y pillerías Chewbacca, el wookiee al que su colega de negocios llama Chewie.
Como no podía ser de otra manera, C-3PO asoma en las nuevas películas… ¿pero por qué tiene un brazo rojo? Y los fans ya adoran a un robot recién incorporado, el esférico BB-8.
Para completar la trama faltan Poe Dameron, interpretado por Oscar Isaac, y del que se sabe que es un gran piloto, o Maz Kanata, otro personaje generado por ordenador, una pirata basada en Lupita Nyong’o, y que se dejará ver por un castillo que huele a trasunto de la taberna de Mos Eisley, aquel estupendo bar que creó la imaginación del genio del maquillaje Rick Baker
. Ahora bien, en todo este puzzle, ¿cómo encaja el veteranísimo actor Max von Sydow, del que no se ha filtrado ni una migaja de información?
Todo este tercer advenimiento de Star Wars –a todos dejó frustrados el estreno de la primera trilogía (por orden cronológico de la historia)- ha quedado en manos de J. J. Abrams, un cineasta con suficientes armas creativas y talento como para llevar a buen puerto el reto más difícil de su carrera. Que Disney decidiera alejar el desarrollo narrativo de los guiones de lo marcado por Lucas y lo dejara en manos de Abrams fue una sabia decisión.
Que este recurriera a Kasdan confirmó las expectativas.
Ahora solo queda que se apaguen las luces, que tatareemos la mítica melodía de John Williams, y que arranque aquella retahíla de letras que van fundiéndose con las estrellas: “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana…”.
Y allí se juntaron por primera vez, en 2013, J. J. Abrams y Lawrence Kasdan para hablar de la trilogía final de Star Wars.
Ambos han reconocido que en aquellas charlas cimentaron todo lo que veremos en pantalla a partir del próximo 18 de diciembre.
Así que, por carambola cinematográfica, París ha vuelto a convertirse en la capital mundial de la cultura.
¿Qué se dijeron aquellos días un veterano cineasta, escritor de las mejores partes de El imperio contraataca, y el director elegido para insuflar nueva vida a la franquicia que ha marcado la historia del cine?
Algo sabemos, poco para una de las películas más esperadas de los últimos años.
Da igual. La venta anticipada de sus entradas está rompiendo récords por todo el mundo, los cinéfilos estudian cada plano de los diversos tráileres que se han estrenado en cine y televisión de El despertar de la Fuerza, cada palabra dicha por los actores es meticulosamente analizada por los fans.
Es el final de la travesía del desierto, y el principio de una nueva era en Star Wars, ya que además de la octava y novena parte, ya están en marcha otros spin offs que bucean por el mundo que creó hace casi 40 años George Lucas.
Para muchos, Star Wars es mucho más que un artefacto cinematográfico
. En Australia y Reino Unido, el jedismo –por traducirlo de alguna manera al español- es una religión oficial que cuenta con 500.000 adeptos.
Sí, medio millón de personas han rellenado un formulario oficial asegurando que creen en la Fuerza y en el batiburrillo filosófico-religioso en el que Lucas basó sus guiones, que bebieron de textos de san Pablo, de la misma Biblia, de Chesterton o de El héroe de las mil caras, de Joseph Campbell, además de códigos samuráis y algo de taoísmo.
Tanto sus creyentes acérrimos como sus meros seguidores esperan mucho de una película de la que alguna pista sí se ha ido mostrando. El despertar de la Fuerza transcurre 30 años después de la explosión de la segunda Estrella de la Muerte al final de El retorno del jedi.
Algunos seguidores del Imperio lograron reagruparse después de la batalla de Endor y aguantaron conformando una nueva resistencia.
Ahora se hacen llamar la Primera Orden, esperan restaurar el Imperio y sí, puede que tengan líderes y armamento necesario para lograrlo.
El general Hux –al que da vida Domnhall Gleeson- es uno de esos cabecillas, y gobierna en la base Starkiller (guiño a los viejos seguidores: ese fue el primer apellido que Lucas manejó para la familia Skywalker).
A su mando está la capitana Phasma (Gwendoline Christie), un personaje que promete… aunque no tanto como el dueño de un espectacular sable láser, Kylo Ren, el enmascarado al que da vida Adam Driver, un villano que al parecer va a ir por su cuenta y riesgo.
¿Y el jefe de ese reverso tenebroso?
El líder supremo Snoke, un personaje generado por ordenador creado por el actor Andy Serkis, el mejor cuando se trata de creaciones digitales basadas en intérpretes.
Su voz fue la primera que escuchó en el primer tráiler, cortesía de la dosificación de información que están sabiamente manejando con puño de hierro desde Disney, la compañía propietaria de LucasFilms.
Hay también un grupo de personajes que, como le pasaba en la inicial ‘Una nueva esperanza’ a Luke Skywalker, parecen tangenciales hasta que las guerras de poder les arrastran al epicentro de la acción. Ahí están Finn (John Boyega), un soldado que se encuentra en medio del planeta Jakku a merced de un gran peligro, o Rey (Daisy Ridley), una carroñera del desierto.
Del lado de los héroes Leia está en la Resistencia –así es como se conoce a los rebeldes, lo que podría aclarar que quien manda es la Primera Orden- Ahora bien, a Carrie Fisher se la ve llorar en un tráiler abrazada a Han Solo (Harrison Ford), y ese momento ha generado un reguero de especulaciones en Internet. Porque la mano biónica de Luke (Mark Hamill) posada en R2-D2 es lo único que se ha visto de su hermano (escuchar, hemos escuchado su voz, confundiendo aún más a los espectadores con la frase: “
Mi padre la tiene”, en un tráiler). Han Solo en cambio ha aparecido mucho más en los adelantos, y eso que sufrió un accidente en el rodaje con la puerta del Halcón Milenario, y hubo que reorganizar todo el calendario de la filmación para que el proyecto no sufriera en demasía su ausencia. También vuelve su compañero de andanzas y pillerías Chewbacca, el wookiee al que su colega de negocios llama Chewie.
Como no podía ser de otra manera, C-3PO asoma en las nuevas películas… ¿pero por qué tiene un brazo rojo? Y los fans ya adoran a un robot recién incorporado, el esférico BB-8.
Para completar la trama faltan Poe Dameron, interpretado por Oscar Isaac, y del que se sabe que es un gran piloto, o Maz Kanata, otro personaje generado por ordenador, una pirata basada en Lupita Nyong’o, y que se dejará ver por un castillo que huele a trasunto de la taberna de Mos Eisley, aquel estupendo bar que creó la imaginación del genio del maquillaje Rick Baker
. Ahora bien, en todo este puzzle, ¿cómo encaja el veteranísimo actor Max von Sydow, del que no se ha filtrado ni una migaja de información?
Todo este tercer advenimiento de Star Wars –a todos dejó frustrados el estreno de la primera trilogía (por orden cronológico de la historia)- ha quedado en manos de J. J. Abrams, un cineasta con suficientes armas creativas y talento como para llevar a buen puerto el reto más difícil de su carrera. Que Disney decidiera alejar el desarrollo narrativo de los guiones de lo marcado por Lucas y lo dejara en manos de Abrams fue una sabia decisión.
Que este recurriera a Kasdan confirmó las expectativas.
Ahora solo queda que se apaguen las luces, que tatareemos la mítica melodía de John Williams, y que arranque aquella retahíla de letras que van fundiéndose con las estrellas: “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana…”.
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