Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 dic 2015

Todos los matices del gris..................................................................... Rosa Montero

El mundo de hoy es como la mecánica cuántica; simplificarlo burdamente es encaminarnos hacia el desastre.

Tengo la gran suerte de que los miles de amigos de mi página de Facebook son de una calidad extraordinaria: poseen un alto nivel de tolerancia, de inteligencia, de madurez
. A menudo los hilos de sus conversaciones son fascinantes; en más de una ocasión, me han servido de base para algún artículo.
 Pero resulta que, incluso en ese colectivo tan especial, los días posteriores al atentado de París, que es cuando escribo esto (ya saben que este artículo tarda dos semanas en imprimirse), hubo unos cuantos comentarios chirriantes.
No muchos, pero sorprendentes en una página habitualmente tan sosegada.
Como es natural, tengo el ánimo aterido desde el infierno de París
Me refiero a violentos exabruptos contra todos los musulmanes, insultos a los supuestos progres necios que según ellos serían los culpables de todo y, por supuesto, a la repetitiva cantinela de “nunca hemos visto a los árabes criticar estos atentados”.
 Lo cierto es que tanto con Charlie Hebdo como ahora ha habido manifestaciones de musulmanes y condenas de imanes, pero, ya se sabe, sólo vemos aquello que estamos dispuestos a ver.
 Pero esto no fue todo; también hubo comentarios crispados desde el otro lado, es decir, ardientes partidarios de las teorías conspirativas que, en diversos grados de creciente paranoia, llegaban a decir que estos atentados los han cometido Israel y la CIA.
Como es natural, tengo el ánimo aterido desde el infierno de París.
 Bueno, a decir verdad ya me sentía acongojada desde mucho antes; desde los presos quemados vivos en las jaulas, desde los rehenes degollados, desde el avance brutal de estos monstruos arcaicos del terror y del sadismo que conforman el ISIS.
Es una angustia que va creciendo poco a poco, como un huevo de serpiente anidado en la tripa; un día eclosionará y nos acabará devorando desde dentro.
 El 9 de noviembre supimos que estos bárbaros habían asesinado a 200 niños sirios.
 Tengo grabada la imagen de esa larga fila de pequeños tumbados boca abajo, críos de seis o siete años; y los yihadistas disparándolos.
 Cierto, hicimos mucho menos caso a esa matanza atroz que a las muertes de París. El ISIS lleva mucho tiempo masacrando a miles de musulmanes, y ni siquiera somos capaces de recordar las carnicerías más llamativas.
 París, en cambio, nos ha roto el corazón. Es lógico: nos sentimos directamente atacados.
 Nuestra reacción es comprensible y humana, aunque no deja de ser lamentable que seamos así, es decir, que tengamos tanta facilidad para desdeñar el horror que sufren los vecinos.
 Pero, en cualquier caso, conviene no olvidar que el ISIS ha asesinado a muchos más musulmanes que occidentales. Son los enemigos de todos, o deberían serlo.
Lo malo es que la furia, la pena y la angustia que nos ha provocado el 13-N nos empujan a buscar certezas a las que aferrarnos
Lo malo es que la furia, la pena y la angustia que nos ha provocado el 13-N nos empujan a buscar certezas a las que aferrarnos.
 El miedo siempre aconseja mal, porque anhela el consuelo de lo simple y lo indudable.
 Pero, por desgracia, la situación que vivimos es extremadamente compleja. ¿Que Occidente ha armado e intentado utilizar a los grupos rebeldes de la zona para su propio beneficio? Por supuesto. ¿Que los países árabes son casi todos antidemocráticos y a menudo terribles? También. ¿Que la mayoría de los musulmanes, incluso los retrógrados, están en contra de estas matanzas? No me cabe la menor duda; y además, como he dicho antes, son las primeras víctimas. ¿Que hay un islam minoritario pero sustancial de talante progresista?
Desde luego, y hay que apoyarlo. ¿Que si se encona el enfrentamiento Oriente-Occidente la mayoría retrógrada puede terminar lanzándose en brazos del yihadismo?
Pues sí. Ése es el riesgo. Y sería una guerra de dimensiones inimaginables.
Creo que el reto que afrontamos hoy es el más lleno de recovecos y contradicciones que he visto en toda mi vida. Por un lado, el ISIS ocupa ya un territorio mayor que Reino Unido y desde luego no lo vamos a parar con velas de colores.
 Por otro, el propio Tony Blair admitió que la guerra de Irak fomentó el yihadismo. ¿Cómo usar la fuerza, que será necesaria? ¿Cómo conseguir que eso no se convierta en una catástrofe? ¿Cómo fomentar una política paralela que apoye el desarrollo del islam moderado? ¿Cómo reducir la corrupción y la injusticia de nuestra sociedad, que empujan a los jóvenes desorien­tados hacia la engañosa pureza épica de la guerra santa? ¿Y cómo defender mejor nuestra civilización occidental, hipócrita y miserable, pero, aun así, tan valiosa? “Si crees que entiendes la mecánica cuántica, es que no la entiendes”, dijo el físico y premio Nobel Richard Feynman.
 El mundo de hoy es como la mecánica cuántica; simplificarlo burdamente en uno u otro sentido, desde la furia ciega contra el islam a las conspiraciones del malvado Occidente, es encaminarnos al desastre. O conseguimos encontrar el camino entre todos los matices del gris o será un infierno.
@BrunaHusky
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Bergé borra de su vida a Saint Laurent.............................................................. Brenda Otero

El que fuera amante del diseñador francés se desprende del último bien que compartieron, una biblioteca compuesta por 1.600 volúmenes y valorada en 42 millones.

Yves Saint Laurent y Pierre Berge.
Yves Saint Laurent y Pierre Berge. / GETTY

Pierre Bergé vivió gran parte de sus 85 años rodeado de belleza.
 La que desprendían las creaciones de su compañero y socio Yves Saint Laurent; la de las casas que compartía con él en París, Marraquech y Normandía, y la de las obras de arte que ambos coleccionaban
. Pero esa belleza ahora parece asfixiarlo.
 El que fue el cerebro tras el genio de Saint Laurent está desprendiéndose de parte de las riquezas materiales que disfrutó junto al modisto.
 Tras la muerte del diseñador en 2008, Bergé ha ido desmantelando ese universo refinado que construyó junto a él.
En 2009 se deshizo de su impresionante colección de arte.
 La denominada “subasta del siglo” batió récords con una recaudación de 373,9 millones de euros.
 En octubre de 2015 vendió sus piezas de arte islámico.
Y ahora le toca el turno a su biblioteca. En colaboración con Sotheby’s, Bergé pone a la venta 1.600 volúmenes de entre los siglos XV y XX valorados en 42 millones de euros
. Los lotes se componen de novelas, manuscritos y partituras, verdaderas joyas de bibliófilo. Bergé dirá adiós a una edición de la Divina comedia, de Dante con fecha de 1487, un ejemplar del Quijote de 1605 y un tomo con obras de Shakespeare del siglo XVII que se salvó del incendio de Londres. El empresario seguirá la subasta, que se celebrará el 11 de diciembre en París, desde una sala privada.
Retrato de William Shakespeare en uno de los libros que se subastaran.
Retrato de William Shakespeare en uno de los libros que se subastaran. / Pierre Bergé & associés
“Es un tipo muy duro”, afirma Michel Scognamillo, el bibliotecario personal de Bergé.
“En el momento en el que decide vender ya no mira atrá
s. Nunca se arrepiente y no sabe lo que es la nostalgia”.
Recién llegado a París desde La Rochelle, Bergé se ganó la vida revendiendo libros antiguos.
 Este hombre culto leía de forma voraz hasta que empezó a ganar dinero y se dejó seducir por el aura del objeto.
 Pero como recalca Scognamillo, la biblioteca de Bergé es un autorretrato.
 “Aprecia la belleza física del libro, pero no independientemente del texto.
 Solo colecciona libros que ha leído o quiere leer. No compra por distinción, ni por inversión.
Esos son conceptos que no comparte”, señala el experto.
Firma de Gustave Flaubert en una edición de 1857 de 'Madame Bovary'.
Firma de Gustave Flaubert en una edición de 1857 de 'Madame Bovary'. / Pierre Bergé & associés 2015
La lectura es su pasión privada, de la que no participaba Saint Laurent, quien solo leyó En busca del tiempo perdido, de Proust y ni siquiera entero. En su colección, hace un guiño al que fue el amor de su vida, con unas hermosas ediciones de la saga de Proust. Aunque Flaubert, su autor predilecto, es uno de los nombres más prominentes de la venta. Llama la atención que alguien pragmático y cómodo con el poder como él coleccione obras de poetas como Rimbaud, Baudeleaire o Villon. “¡Ah! eso no tiene porque sorprender. Tiene alma de anarquista”, exclama Scognamillo.
La mayor parte de los ingresos de la venta se destinarán a causas benéficas como la lucha contra el sida, además de a la fundación Pierre Bergé-Yves Saint Laurent que en 2017 tiene previsto inaugurar dos museos, en París y Marraquech, dedicados al modisto. Este empresario entregará los años que le quedan a mantener vivo el recuerdo de su pareja. Quiere olvidarse de los objetos para que su memoria permanezca.

 

Regreso a Brigadoon................................................... Javier Marías

Hace unos años habría apostado a que en Cataluña había menos tontos y pueriles y cerriles que en muchos otros sitios.

Llevado por la actualidad, la otra noche me pareció oportuno volver a ver Brigadoon.
 Como hoy las generaciones jóvenes sienten poca curiosidad por lo que no es estrictamente coetáneo de ellas, y lo último que hacen es asomarse a películas clásicas (quizá con la excepción de Psicosis y alguna otra), no estará de más que explique qué es Brigadoon.
 Es un musical de Vincente Minnelli de 1954, año en el que transcurre la acción.
 Dos improbables cazadores neoyorquinos (Gene Kelly y Van ­Johnson) se pierden por los montes y bosques de Escocia.
 De pronto ven surgir entre las brumas un pueblo que no figura en los mapas, y hacia él se dirigen
. Es un sitio extraño, en el que la gente viste anticuadamente (bueno, más bien como escoceses de opereta, que es lo que la película es).
No ha sido la catalana la sociedad menos próspera, ni la más inculta, ni la más oprimida
Son recibidos con sorpresa pero no mal, y entre las jóvenes del lugar está Fiona (la elegante bailarina Cyd Charisse).
 La población es idílica, apacible y feliz.
Todo el mundo se lleva bien, no hay conflictos, la plaza del mercado es simpática y animada y los habitantes tienen fuerte propensión a cantar y bailar (danzas escocesas estilizadas, claro está).
 Las mujeres llevan favorecedores vestidos pseudocampesinos y los hombres kilts, pantalones estrechos a cuadros e indefectibles plumas en sus gorros.
 Todo es armónico, pero los cazadores descubren una Biblia familiar según la cual están en 1754, dos siglos atrás.
 Escamados, preguntan. El único autorizado a contarles la verdad es Mr Lundie, una especie de beatífico prócer del lugar.
Mr Lundie vive apartado, como es de rigor, y mientras narra su “increíble historia” suenan de fondo unos cánticos cuasi celestiales.
 En 1754, relata, un gran peligro se cernió sobre Brigadoon, y el párroco imploró a Dios que obrara el milagro de hacer desaparecer el pueblo de la vista de todos para que las amenazantes “brujas” pasaran de largo y no lo pudieran invadir.
Dios (o no sé si uno de sus múltiples intercesores) aceptó, y dictaminó que, para que no se evaporara del todo y para siempre, Brigadoon podría emerger y hacerse visible un día cada cien años
. Eso sí, la condición para preservarlo sería que ninguno de sus habitantes lo abandonara nunca.
 Así, si alguien cruzaba el puente, por ejemplo, se desvanecería definitivamente sin dejar rastro.
Según el relato, para los brigadoonenses sólo han transcurrido dos días desde el milagro (ellos se acuestan y levantan con normalidad), pero para el resto del globo han pasado doscientos años. Eso no casa bien con el hartazgo que manifiesta algún lugareño, para el que en efecto parece que llevaran dos siglos en ese plan.
 Pero la mayoría está feliz: invisibles, indetectables, aislados de todo lo exterior, sin aparecer en los mapas, una sociedad encerrada en sí misma, armoniosa, amable, bondadosa y autosuficiente, conservada en almíbar, inmune al espacio y al tiempo del mundo que sigue su atormentado curso.
¿Cómo puede haberse persuadido al 47% de una sociedad evolucionada del siglo XXI de creer en los cuentos de hadas?
No es el único lugar de estas o parecidas características en la ficción, sobre todo en la cinematográfica.
Están el valle de Siete novias para siete hermanos de Donen, la mítica Shangri-La de Horizontes perdidos de Capra, donde nadie envejecía aunque hubiera cumplido trescientos años (eso sí, de nuevo, si no salía de la ciudad), o la Comarca de Tolkien.
 No muy distinto, aunque menos pacífico, era Kafiristán, donde el sargento Daniel Dravot fue convertido en rey en el cuento de Kipling (y en la película de Huston basada en él) El hombre que pudo reinar.
 Son estupendas y encantadoras historias, y todos hacemos bien en disfrutarlas y en añorar mundos así … mientras duran la lectura o la proyección.
 Y aunque los jóvenes no las conozcan directamente, estas ensoñaciones se transmiten –se transmite su idea– de generación en generación.
 En todas partes hay gente lista y tonta, buena y mala, razonable e irracional, escéptica e ingenua, pero hace unos años habría apostado a que en Cataluña había menos tontos y pueriles y cerriles que en muchos otros sitios.
No ha sido la catalana la sociedad más elemental, ni la menos formada, ni la menos próspera, ni la más inculta, ni la menos viajada, ni la más oprimida (en contra de lo que opina a través de su impenetrable flequillo la diputada de la CUP Anna Gabriel, según la cual “bajo la opresión española vivimos una vida que no vale la pena ser vivida”; habría que preguntar cuál es su idea de la opresión a quienes sufren la tiranía del Daesh, por ejemplo).
Por eso es tanto más sorprendente que una parte considerable haya creído en la fábula de Brigadoon: una Cataluña independiente y enajenada (lo estaría del mundo, no sólo de España) sería un paraíso de riqueza y bienestar, de sentimientos puros y solidarios, de personas en armonía dedicadas al baile y a los castellers, sin corrupción ni delitos, con justicia social y protección de los débiles, entregada al estudio y a las artes, y en perpetua comunión de intereses.
¿Cómo puede haberse persuadido al 47% de una sociedad evolucionada del siglo XXI de creer en los cuentos de hadas?
 Y además se olvida que, en la realidad, esos ideales y fantasías benéficos de pueblos aislados e impermeables al exterior suelen adoptar la forma de pesadillas infernales, como la Albania de hace treinta años o algunos países asiáticos que, dicho sea de paso, también gustan mucho de las coreografías a la Forcadell.
 No a la Minnelli, ay, ni a la Gene Kelly con Cyd Charisse.
elpaissemanal@elpais.es

 

La ganga es bella............................................................ Luz Sánchez-Mellado

Quitarle el estigma a lo barato. Ese es el último desafío de una sociedad empobrecida.

Clientes de Zara esperan la apertura de una tienda el pasado Black Friday. / Antonio Heredia (Bloomberg)

El viernes 28 de noviembre de 2014, a las 00.00 horas en punto, se produjo en España un milagro laico.
 Alguien, en algún despacho de Inditex —probablemente el consejero delegado Pablo Isla en persona— había claudicado a la presión del mercado y había dicho: “sea”
. Y fue, en efecto. Por primera vez en sus 40 años de historia, Zara y sus hermanas, la mayor cadena de tiendas de moda del mundo, se sumaba al Black Friday, y bajaba sus precios en Internet y en las tiendas antes del periodo oficial de rebajas.
Nada espectacular, un 20%, pero sí definitivo
. Este año, la clientela ya lo daba por hecho. Inditex estaría en el Black Friday. La noticia hubiera sido que no se sumara a la fiesta.
La crisis ha cambiado la manera de comprar y vender.
 Los compradores tienen menos dinero, necesitan y desean seguir comprando, pero no a cualquier precio.
 Y los vendedores han tenido que asumir que, o venden más barato, o se comen el género.
La rendición de Zara, sin ser la de Breda, es un hito.
 Al menos en la historia de la vida cotidiana.
 Hasta el año 2007 a. d. C. (antes de la Crisis), el consumidor español era un tipo sumiso, bien mandado, regido más por la ley de la oferta que la de la demanda. Había dos o tres verdades inmutables.
 La calidad se pagaba. Lo barato salía caro.
 Y hasta el día 1 de julio —en verano— y el 7 de enero —en invierno— no empezaban las rebajas. La crisis ha ido modulando esas dogmas en la psicología de los parroquianos. La calidad no es directamente proporcional al precio
. Lo barato, además de atractivo, es la única opción para muchos. Y las rebajas ya no tienen fecha fija en el calendario.
Antes que Inditex, fueron muchos, casi todos, los que se fueron bajando de la parra ante el hecho consumado de que lo que antes era asequible, ahora es prohibitivo para demasiados.
 El Corte Inglés, con sus Semanas Fantásticas varias veces por temporada, las middle seasons, las ofertas especiales, los outlets.
 Hoy, lo extraño es no ver un cartel de descuento, cualquier descuento, en los escaparates.
 De los últimos en subirse al carro aunque sea a la fuerza, ha sido la cadena española Cortefiel, que ha anunciado que bajará un 25% los precios, harta tal vez de ver sus abrigos de buen paño muertos de risa en los percheros.
Con sueldos de menos de 1.000 euros, quienes lo cobran, la posibilidad de comprar ropa bonita y barata es irresistible
El mes pasado fueron noticia de portada las colas de horas para entrar en el nuevo Primark, un gran almacén de moda asequible, en la Gran Vía madrileña
. Aparte de la atracción de la novedad, había otras razones tras semejantes multitudes.
 Con sueldos de menos de 1.000 euros, quienes lo cobran, la posibilidad de comprar ropa bonita y barata —lo de buena es secundario— es irresistible.
 Al consumidor español ya no se la pega nadie.
 Continuamente tentado con novedades en todos los frentes, es más paciente, más educado, más activo que nunca. Busca él mismo el chollo.
En la calle. En Internet. En los cupones descuento.
 Se lleva la fiambrera al trabajo. Pide llevarse a casa las sobras del restaurante
. Vende y compra sin complejos los trastos y la ropa vieja. Abarrota las salas en los días que el cine es más barato.
 Sabe que, más temprano que tarde, van a rebajar la mercancía.
Quitarle el estigma a lo barato
. Ese es el último desafío de una sociedad empobrecida. Darle glamour a los chollos.
 Una interpretación posmoderna del quiero y no puedo. En eso estamos. “Mujeres cien”, piropea a sus clientas la publicidad de las cremas del supermercado Lidl. “Yo no soy tonto”, les lisonja Media Markt
. De la calidad no hablamos. El nuevo consumidor sabe que nada es para siempre. No lo son los trabajos, ni las casas, ni los coches, ni las parejas. ¿Lo van a ser los abrigos?
 La arruga es bella. Con este sugerente eslogan pregonaba su género en los 80 el modisto Adolfo Domínguez, proclamando el fin de la rigidez de los códigos estéticos de la dictadura. La ganga es bella, cabría decir hoy
. Tiene que serlo a la fuerza.