El que fuera amante del diseñador francés se desprende del último bien que compartieron, una biblioteca compuesta por 1.600 volúmenes y valorada en 42 millones.
La que desprendían las creaciones de su compañero y socio Yves Saint Laurent; la de las casas que compartía con él en París, Marraquech y Normandía, y la de las obras de arte que ambos coleccionaban
. Pero esa belleza ahora parece asfixiarlo.
El que fue el cerebro tras el genio de Saint Laurent está desprendiéndose de parte de las riquezas materiales que disfrutó junto al modisto.
Tras la muerte del diseñador en 2008, Bergé ha ido desmantelando ese universo refinado que construyó junto a él.
En 2009 se deshizo de su impresionante colección de arte.
La denominada “subasta del siglo” batió récords con una recaudación de 373,9 millones de euros.
En octubre de 2015 vendió sus piezas de arte islámico.
Y ahora le toca el turno a su biblioteca. En colaboración con Sotheby’s, Bergé pone a la venta 1.600 volúmenes de entre los siglos XV y XX valorados en 42 millones de euros
. Los lotes se componen de novelas, manuscritos y partituras, verdaderas joyas de bibliófilo. Bergé dirá adiós a una edición de la Divina comedia, de Dante con fecha de 1487, un ejemplar del Quijote de 1605 y un tomo con obras de Shakespeare del siglo XVII que se salvó del incendio de Londres. El empresario seguirá la subasta, que se celebrará el 11 de diciembre en París, desde una sala privada.
“Es un tipo muy duro”, afirma Michel Scognamillo, el bibliotecario personal de Bergé.
“En el momento en el que decide vender ya no mira atrá
s. Nunca se arrepiente y no sabe lo que es la nostalgia”.
Recién llegado a París desde La Rochelle, Bergé se ganó la vida revendiendo libros antiguos.
Este hombre culto leía de forma voraz hasta que empezó a ganar dinero y se dejó seducir por el aura del objeto.
Pero como recalca Scognamillo, la biblioteca de Bergé es un autorretrato.
“Aprecia la belleza física del libro, pero no independientemente del texto.
Solo colecciona libros que ha leído o quiere leer. No compra por distinción, ni por inversión.
Esos son conceptos que no comparte”, señala el experto.
La lectura es su pasión privada, de la que no participaba Saint Laurent, quien solo leyó En busca del tiempo perdido, de Proust y ni siquiera entero. En su colección, hace un guiño al que fue el amor de su vida, con unas hermosas ediciones de la saga de Proust. Aunque Flaubert, su autor predilecto, es uno de los nombres más prominentes de la venta. Llama la atención que alguien pragmático y cómodo con el poder como él coleccione obras de poetas como Rimbaud, Baudeleaire o Villon. “¡Ah! eso no tiene porque sorprender. Tiene alma de anarquista”, exclama Scognamillo.
La mayor parte de los ingresos de la venta se destinarán a causas benéficas como la lucha contra el sida, además de a la fundación Pierre Bergé-Yves Saint Laurent que en 2017 tiene previsto inaugurar dos museos, en París y Marraquech, dedicados al modisto. Este empresario entregará los años que le quedan a mantener vivo el recuerdo de su pareja. Quiere olvidarse de los objetos para que su memoria permanezca.
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