Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

5 dic 2015

El vídeo electoral de Podemos recupera la palabra “casta................................................ Francesco Manetto

El protagonista del 'spot' es un pequeño empresario que votó a Aznar, Zapatero y Rajoy.

Ada Colau, el cabeza de lista Xavi Domecech y Pablo Iglesias, hoy en L'Hospitalet de Llobregat. / A. G. (EFE)

El primer vídeo electoral de Podemos lanzado este sábado antes de un acto clave de Pablo Iglesias y Ada Colau en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), recupera una de las palabras que contribuyeron a construir el discurso inicial de la formación emergente. 
El partido vuelve a hablar abiertamente de "casta", un concepto que supuso un éxito estratégico frente a PP y PSOE, tras entrar en casi todas las instituciones en las elecciones municipales y autonómicas de mayo y aparcarlo durante unos meses.
 "Maldita casta, bendita gente" es el eslogan que busca diferenciar entre una opción conservadora y el cambio real.
El protagonista de este vídeo refleja, en este contexto, uno de los objetivos electorales de Podemos: llegar a las clases medias castigadas por la crisis y la gestión económica. 
El guion, de casi dos minutos, cuenta la historia de Miguel, un pequeño empresario que dio su apoyo tanto al PP como al PSOE en las elecciones en que estas fuerzas supusieron un giro. 
Votó a José María Aznar, a José Luis Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy.
  Su hijo, relata el narrador, el actor Juan Diego Botto, se llama Martín
. Con una carrera y un posgrado, tuvo que irse al extranjero para encontrar un trabajo.
  Estos elementos permiten a Podemos hacer hincapié en su plan de retorno para jóvenes, ley de segunda oportunidad para pequeñas y medianas empresas y en la tasa flexible de autónomos.

El partido lanzará otros dos vídeos antes de las elecciones generales del 20 de diciembre, pero queda ya claro que uno de los elementos estratégicos de la campaña electoral que acaba de comenzar pasa por recurrir a algunos elementos que identifiquen el actual Podemos, que tiene la aspiración de condicionar la actividad parlamentaria en la próxima legislatura, con el Podemos de los orígenes, que hizo de la oposición al sistema una de sus bazas.
Ese mismo sistema, según han subrayado en Málaga el candidato a La Moncloa, Pablo Iglesias, y la número uno por Las Palmas, la juez Victoria Rosell, se dado pie a comportamientos antisistema. "Ellos", ha clamado Iglesias en referencia a los populares, "son los antisistema". 
  "Los fontaneros, los taxistas y los trabajadores de mi país no son corruptos, ustedes, sí", ha proseguido.
 "Sistema es el Estado, social, democrático y de derecho. Antisistema son los que vulneran el Estado social, democrático y de derecho", ha dicho Rosell.

 

Subjetivamente................................................................................ ANA GARCÍA-SIÑERIZ

Subjetivamente
getty images

Prescindible. Han Solo, con otro careto en la precuela de Star Wars.

Entiendo que las nuevas generaciones solo vean a un actor mofletudo que pasa de los setenta y se empeña en llevar un zarcillo en la oreja, dos décadas después de que deje de estar de moda. Pero para las chicas de mi generación, Han Solo es y será Harrison Ford. Punto.
Miles Teller es el más decente de todos los candidatos. Buen actor, con cierto parecido (en feo) a un joven Harrison
. E ídolo de adolescentes snapchateras, por lo que asegura la taquilla
. Si me preguntan, prefiero al actor James Franco, pero se parece tanto a Ford como Julia Ormond a Audrey Hepburn. Y ya vieron el remake de Sabrina. Fatal.

Imprescindible. Vuelta a los básicos en la cocina

Ahora que las Navidades se acercan sigilosamente para hacernos aborrecer la abundancia del primer mundo, saquemos a la mesa a las humildes lentejas o a los estruendosos garbanzos, desplazados de los menús chic por la quinoa.
Nuestras legumbres patrias también son deliciosas, nutritivas y baratas, oiga.
Más básicos que no pasan de moda: los pantalones vaqueros (sobre todo, si te hacen buen culo), Nabokov y Dostoievski o los pechos sin operar.

No tienen pase. Los tacones de aguja

La liberación de la mujer le debe todo a los tampones, la píldora… y al zapato plano
. Queridos lectores varones, ¿se imaginan lo que limita desplazarse por la vida y una carrera profesional sobre un par de palos con la punta del diámetro de un cigarrillo? Así no hay quien rompa techos de cristal. Como mucho, te rompes la crisma.
En vez de quemar sujetadores, deberíamos desterrar los tacones hasta pasadas las nueve de la noche. Como el gin tonic o el champagne.
De paso, amiga, si quiere tirar todas las medias de cristal de su armario al cubo de la basura, no seré yo quien se lo vaya a impedir. Es lo que tiene querer seguir las tendencias, que se pasa mucho frío.

María Teresa Campos, la anfitriona de los políticos........................................................... Mábel Galaz

Dice estar de vuelta en su profesión tras toda una vida en los platós.

 Pionera de las tertulias aplaude que los candidatos quieran salir en programas de entretenimiento.

María Teresa Campos, presentadora de Telecinco.
María Teresa Campos, presentadora de Telecinco. / CLAUDIO ÁLVAREZ

Llega directamente del plató de Sálvame donde los miércoles ejerce como Defensora del Telespectador.
 Está impactada con la noticia que acaba de dar Belén Esteban: le falta dinero y culpa a su representante.
 Se habla de un millón de euros. Una cantidad excesiva como todo lo que sucede en ese programa. María Teresa Campos, que a sus 74 años ha visto casi todo en televisión, confiesa su admiración por este espacio, por la capacidad que tienen sus directores y colaboradores de reinventarse cada día convirtiéndose ellos en los protagonistas de las historias que allí transcurren.
Pero donde ella se convierte en protagonista es en ¡Qué tiempo tan feliz!, el programa que presenta las tardes de los fines de semana.
Un magazine por el que en tiempos de campaña electoral pasan ahora políticos. Hace ocho días estuvo Pablo Iglesias que llegó con una guitarra para cantar una nana.
 Hoy se espera a Pedro Sánchez. “En las elecciones autonómicas fui la primera que tuve a políticos en el plató.
Vino Esperanza Aguirre, que bailó un chotis, y Antonio Miguel Carmona, que cantó”, recuerda.
En su larga trayectoria profesional, la comunicadora ha presentado espacios de diversa índole pero se muestra especialmente orgullosa de ser quien puso en marcha las tertulias políticas en los programas de la mañana.
 “En aquellos tiempos con la guerra de Irak llegamos a tener picos de audiencia de tres millones. Yo lo pasé muy bien y muy mal porque había gente que era amiga y que entre ellos eran amigos, periodistas de mucha altura, que se decían de todo.
 A María Antonia Iglesias, que para mí era lo más grande, la tenía que pellizcar para que se callase, decía cosas que le perjudicaban.
Otros venían programados después de haber hablado con el ministro de turno”.
La comunicadora María Teresa Campos, en Telecinco.
La comunicadora María Teresa Campos, en Telecinco. / CLAUDIO ÁLVAREZ
“Fue Jesús Hermida el que montó la primera gran tertulia pero era de temas de la vida en general.
 Por allí pasó desde Cela hasta Umbral”, recuerda Campos. “Yo quise hacer la primera tertulia política en TVE pero no me dejaron.
 En cambio en Telecinco me dijeron: ‘Adelante”. Quizá por todos estos antecedentes, la presentadora es una observadora especial del fenómeno que se da estos días en que los políticos buscan aparecer en programas de televisión que no son los habituales para ellos.
“No cuesta convencerles. Son ellos los que quieren venir para dar a conocer otras facetas de su vida y, además, hablar de política”.
 Y desvela: “Pablo Iglesias me dijo: ‘No sabes la ilusión que me hace ir’. No le conocí hasta unos días antes.
 A él le ha sido todo inicialmente muy fácil pero ahora le toca acreditar que merece estar ahí junto a los primeros espadas de la política.
 Vino abierto a que la gente supiera quién era como persona, no como político.
 Me interesó mucho lo que contó. Creo que se humanizó y gustó a gente que antes no gustaba. Ahora viene Pedro Sánchez y creo que puede dar mucho de sí humanamente. Pedro necesita reírse más y yo voy a intentarlo.
 Está en un momento difícil. Las encuestas le han puesto en situación de poder perder el puesto de jefe en la oposición o de no ser el necesario para pactar”.
 Y da su receta para una buena entrevista: “Es como en la lidia. Parar, templar y mandar.
 Es decir, ofrecer confianza y luego ir a por lo que buscas”.
Teresa Campos tiene un Ondas, concedido por los informativos que presentó en Andalucía, y muchos otros premios pero el que más valora es el Clara Campoamor.
 Y es que la presentadora, aunque hace programas de entretenimiento y es portada de las revistas del corazón, se siente por encima de todo una mujer comprometida, progresista y feminista. Recuerda los tiempos en que compartía reivindicaciones con Pilar del Río y Amparo Rubiales.
Observa con interés la evolución de la profesión y la irrupción de las nuevas plataformas —asegura que le gustó el debate digital de candidatos en EL PAÍS — pero dice estar en la cuenta atrás.
“Yo ya estoy de vuelta
. Pero la televisión me da vida. Seguiré mientras tenga capacidad física y la audiencia me acompañe. Mis hijas y mi pareja están de acuerdo”. Confiesa estar muy enamorada.
 “Él también”, advierte con una sonrisa. Se sabe una excepción en un mundo en el que los años parecen ser un demérito y la juventud manda.

Amor y odio............................................................ David Oelhoffen

La culpa, en primer lugar, la tenía su belleza. Sus luces de amanecer avistadas al cruzar el Sena al final de una noche de borrachera.

Terraza de un café, retratada durante el ocaso.
Terraza de un café, retratada durante el ocaso. / Diego Sánchez / Borja Larrondo

He odiado París.
 Sus taxistas reaccionarios, los camareros huraños en sus cafés, su aire contaminado, sus caniches remolcando burguesas en los barrios del oeste de París.
He odiado los Champs-Élysées, la avenida más vulgar del mundo.
 Me crie en los Pirineos franceses, llegué a los 20 años con zuecos embarrados y lleno de ira contra el mundo y la Ciudad de la Luz.
 Pero quería hacer cine. Y el cine era París. ¡París! Viví primero en el 14º arrondissement, cerca de la Gare Montparnasse, la estación que lleva hacia el suroeste.
 Cerca de la salida.
 Luego poco a poco, sin admitirlo, he odiado un poquito menos esta ciudad.
La culpa, en primer lugar, la tenía su belleza.
 Sus luces de amanecer avistadas al cruzar el Sena al final de una noche de borrachera
. Sus techos de zinc. Sus entradas de metro. Montparnasse. El Museo Bourdelle. Modigliani.
 Un poco más lejos los innumerables cines del Barrio Latino
. Luego me alejé de Montparnasse, abandoné el proyecto de volver al sur con fortuna hecha.
 No habría ni fortuna ni regreso. Dejé de hacer proyectos.
 Solté las amarras. Crucé el Sena para siempre.
 Me instalé en la parte superior de la Goutte d’Or, el barrio africano. Rive droite.
 Y empecé a amar esta ciudad.
 Un poco. Sin admitirlo.
Crucé el bulevar Barbès hacia el oeste, para ir a Pigalle.
 Entre sex shops y tiendas de guitarra.
Y allí, como en todas partes de París, había historia en cada esquina, aquí la casa de André Breton, aquí el taller de Toulouse-Lautrec, Van Gogh, Pissarro.
 Allá, la casa descrita en La Petite Bijou, de Modiano.
 Un poco más allá, la Place de Clichy, sus cines, la brasserie Wepler, donde fui a releer el principio del Voyage au bout de la nuit, que empieza en este lugar. ¡Qué cabrón este Céline, y qué escritor!
 Y empecé a amar esta ciudad.
 Seguí amando sus luces al amanecer y el color de sus techos de zinc, pero sobre todo, lo que más me conmovió fue su esencia, su ambiente, su tolerancia.
 Me gustaba andar anónimo entre la multitud. Me sentía bien. En mi casa.
Yo, que siento que no soy de ninguna parte. Dividido entre varias identidades.Sin religión alguna.
París no te juzga. De Pigalle, subí a Montmartre, Picasso, Van Gogh, pisos amueblados, varios hoteles a discreción de las tormentas de la vida
. Empecé a amar esta ciudad, mucho, empecé a rendirme, mis hijos nacieron aquí, crecieron aquí.
 Se esfumó mi odio por los Champs-Élysées y los caniches.
 Finalmente me mudé al 10º arrondissement, impulsado por las rentas caras de Montmartre
. No muy lejos del canal Saint-Martin. “Atmosphère, atmosphère, est-ce que j’ai une gueule d’atmosphère ?” (ambiente, ambiente, ¿es que tengo una resaca de ambiente?), decía Arletty en Hôtel du Nord.
 Me gustaba tanto París que me reconcilié con mis orígenes, ya que París no los disuelve
. No categoriza.
 Me enamoré de esta ciudad
. Es mi ciudad. La ciudad de millones de personas, quienes como yo van elaborando sus trayectorias anónimas y efímeras en este hormiguero, independientemente de su país de origen, de su lengua, de su religión.
Me encanta esta ciudad.
 Siempre me ha gustado esta ciudad. ¿Cómo es posible no amarla?
 Hay que ser gilipollas para no amarla. Su canal, cerca de la Place de la République. Sus cafés.
 Sus terrazas.
 Sus teatros, museos, salas de conciertos a las que estoy orgulloso de que mis hijos vayan.
 Me encanta esta ciudad tanto como los asesinos la odian.
 La amo con un amor ahora lleno del dolor de cientos de familias. En el momento en que escribo estas líneas irrisorias, el sonido de las sirenas aún resuena
. Las lágrimas siguen fluyendo. Mujeres y hombres fueron asesinados, heridos, por ser parisienses, por las exactas razones que me hacen – nos hacen– amar esta ciudad, esta vida, este país.
 Muertes crueles, inútiles, absurdas. Abigarrada ciudad, cosmopolita, festiva, llena de historia y de mierda de perro.
 Llena de vida. De miedo. De amor.
elpaissemanal@elpais.es