Dice estar de vuelta en su profesión tras toda una vida en los platós.
Pionera de las tertulias aplaude que los candidatos quieran salir en programas de entretenimiento.
Está impactada con la noticia que acaba de dar Belén Esteban: le falta dinero y culpa a su representante.
Se habla de un millón de euros. Una cantidad excesiva como todo lo que sucede en ese programa. María Teresa Campos, que a sus 74 años ha visto casi todo en televisión, confiesa su admiración por este espacio, por la capacidad que tienen sus directores y colaboradores de reinventarse cada día convirtiéndose ellos en los protagonistas de las historias que allí transcurren.
Pero donde ella se convierte en protagonista es en ¡Qué tiempo tan feliz!, el programa que presenta las tardes de los fines de semana.
Un magazine por el que en tiempos de campaña electoral pasan ahora políticos. Hace ocho días estuvo Pablo Iglesias que llegó con una guitarra para cantar una nana.
Hoy se espera a Pedro Sánchez. “En las elecciones autonómicas fui la primera que tuve a políticos en el plató.
Vino Esperanza Aguirre, que bailó un chotis, y Antonio Miguel Carmona, que cantó”, recuerda.
En su larga trayectoria profesional, la comunicadora ha presentado espacios de diversa índole pero se muestra especialmente orgullosa de ser quien puso en marcha las tertulias políticas en los programas de la mañana.
“En aquellos tiempos con la guerra de Irak llegamos a tener picos de audiencia de tres millones. Yo lo pasé muy bien y muy mal porque había gente que era amiga y que entre ellos eran amigos, periodistas de mucha altura, que se decían de todo.
A María Antonia Iglesias, que para mí era lo más grande, la tenía que pellizcar para que se callase, decía cosas que le perjudicaban.
Otros venían programados después de haber hablado con el ministro de turno”.
“Fue Jesús Hermida el que montó la primera gran tertulia pero era de temas de la vida en general.
Por allí pasó desde Cela hasta Umbral”, recuerda Campos. “Yo quise hacer la primera tertulia política en TVE pero no me dejaron.
En cambio en Telecinco me dijeron: ‘Adelante”. Quizá por todos estos antecedentes, la presentadora es una observadora especial del fenómeno que se da estos días en que los políticos buscan aparecer en programas de televisión que no son los habituales para ellos.
“No cuesta convencerles. Son ellos los que quieren venir para dar a conocer otras facetas de su vida y, además, hablar de política”.
Y desvela: “Pablo Iglesias me dijo: ‘No sabes la ilusión que me hace ir’. No le conocí hasta unos días antes.
A él le ha sido todo inicialmente muy fácil pero ahora le toca acreditar que merece estar ahí junto a los primeros espadas de la política.
Vino abierto a que la gente supiera quién era como persona, no como político.
Me interesó mucho lo que contó. Creo que se humanizó y gustó a gente que antes no gustaba. Ahora viene Pedro Sánchez y creo que puede dar mucho de sí humanamente. Pedro necesita reírse más y yo voy a intentarlo.
Está en un momento difícil. Las encuestas le han puesto en situación de poder perder el puesto de jefe en la oposición o de no ser el necesario para pactar”.
Y da su receta para una buena entrevista: “Es como en la lidia. Parar, templar y mandar.
Es decir, ofrecer confianza y luego ir a por lo que buscas”.
Teresa Campos tiene un Ondas, concedido por los informativos que presentó en Andalucía, y muchos otros premios pero el que más valora es el Clara Campoamor.
Y es que la presentadora, aunque hace programas de entretenimiento y es portada de las revistas del corazón, se siente por encima de todo una mujer comprometida, progresista y feminista. Recuerda los tiempos en que compartía reivindicaciones con Pilar del Río y Amparo Rubiales.
Observa con interés la evolución de la profesión y la irrupción de las nuevas plataformas —asegura que le gustó el debate digital de candidatos en EL PAÍS — pero dice estar en la cuenta atrás.
“Yo ya estoy de vuelta
. Pero la televisión me da vida. Seguiré mientras tenga capacidad física y la audiencia me acompañe. Mis hijas y mi pareja están de acuerdo”. Confiesa estar muy enamorada.
“Él también”, advierte con una sonrisa. Se sabe una excepción en un mundo en el que los años parecen ser un demérito y la juventud manda.
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