Relata a qué situaciones límite tuvo que enfrentarse y hasta dónde ha sido capaz de llegar por una exclusiva.
El periodista Antonio Montero, colaborador habitual de programas de entretenimiento, se ha presentado siempre como un buscador de historias de las que luego se nutren las revistas y los espacios televisivos. Es un ‘paparazzo’ y así se presenta en el libro que acaba de escribir cuya lectura no dejará indiferente. En 'Paparazzi Confidencial. Historias de una profesión maldita’ (Ediciones Akal) cuenta algunas experiencias profesionales, como que seguir a determinados personajes puede costar un disgusto, que se puede acabar en la comisaría o, como él mismo explica, que tras una información publicada puede llegar una inspección de Hacienda.
Hay capítulos muy comprometidos donde Montero ha preferido utilizar nombres ficticios y donde la información se convierte en 'top secret'. En otros, narra sus viajes por medio mundo hasta encontrar ‘la pieza', como sucedió con el viaje de novios de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar o las fotos únicas de la Reina Letizia e Isabel Preysler en bikini.
Las estrategias de Preysler
Antonio Montero se había colado en casa de Isabel Preysler,
en la calle Arga 1, como si fuera un colaborador de la Asociación para
la Infancia (ANDE), de la que Isabel Preysler acababa de ser nombrada
presidenta:
“Ningún 'paparazzo' estaba invitado, pues la familia Boyer-Preysler nos consideraba ciertamente molestos. Y lo éramos. Yo no era todavía conocido por los escoltas del ex ministro. Al menos cuatro le acompañaban permanentemente.
Así que cuando vi el corro de delegados, salí de mi coche y me incorporé al cortejo con mi cámara colgada al hombro. (…) Así que allí estaba yo en casa de Isabel sin ser invitado.
Todos charlaron animadamente y posaron para mí con toda naturalidad.
¿'Dónde quieres que nos pongamos?', me preguntaba ingenuamente Isabel”
. Montero también explica que cuando llega a la agencia en la que trabajaba le dicen que cómo no le había hecho preguntas.
El fotógrafo no duda en llamar para que le haga unas declaraciones, ya que el reportaje tendría el triple de valor, y la respuesta la cuenta en el libro.
El periodista Antonio Montero,
colaborador habitual de programas de entretenimiento, se ha presentado
siempre como un buscador de historias de las que luego se nutren las
revistas y los espacios televisivos. Es un ‘paparazzo’ y así se presenta
en el libro que acaba de escribir cuya lectura no dejará indiferente.
En 'Paparazzi Confidencial. Historias de una profesión maldita’
(Ediciones Akal) cuenta algunas experiencias profesionales, como que
seguir a determinados personajes puede costar un disgusto, que se puede
acabar en la comisaría o, como él mismo explica, que tras una
información publicada puede llegar una inspección de Hacienda.
Esta sería la parte menos buena que también refleja la vida profesional de Montero. En esta cara de la moneda se detallan las guardias interminables esperando a Alicia Koplowitz en su finca con su supuesto novio, las noches eternas a la espera de que aparecieran Marta Chávarri y Alberto Cortina o las horas encaramado a un árbol hasta que en el horizonte se ve aparecer al Príncipe Felipe en una jornada de caza junto a Iñaki Urdangarín
y sus amigos los Fuster y López Madrid. Imágenes con un valor
importante en el mercado, que unas veces se publicaban y otras se
guardaban por aquello de la amistad entre el dueño del medio y los
protagonistas de las fotos.
Hay capítulos muy comprometidos
donde Montero ha preferido utilizar nombres ficticios y donde la
información se convierte en 'top secret'. En otros, narra sus viajes por
medio mundo hasta encontrar ‘la pieza', como sucedió con el viaje de
novios de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar o las fotos únicas de
la Reina Letizia e Isabel Preysler en bikini.
'He visto la ocasión y reconozco que he sido muy osado'. 'Se adoptarán medidas oportunas para depurar responsabilidades', me dijo con brusquedad y colgó.
Al cabo del tiempo, tomaba su primera comunión Tamara, la cuarta hija de Isabel y la única habida en su matrimonio con Carlos Falcó
. La celebración tenía lugar en la finca toledana de Casa de Vacas (…) Reptando como una lagartija entre los abrojos conseguí acercarme hasta la casa para tratar de romper la exclusiva que Isabel había pactado con '¡Hola!'
. Un tal Frutos, uno de los escoltas de Julio José y Enrique Iglesias me descubrió y advirtió a los 'gorilas' de Isabel de mi presencia.
Uno de ellos, que se llamaba Miguel, se vengó de mi osadía y me propinó una paliza que me dejó baldado.
Me arrojaron a un camino y allí me quedé intentando volver a respirar.
Mientras el todoterreno se alejaba se escuchaban las voces de Miguel a mis espaldas: '¡Que se joda y se vaya andando!'.
Los hijos varones de Julio Iglesias, que aún eran muy jóvenes, contemplaron la paliza desde una ventana del caserón. Hablando hace unos meses con Julio J. Iglesias, él todavía lo recordaba”.
Julio José Iglesias en un acto público este pasado verano.
“Ningún 'paparazzo' estaba invitado, pues la familia Boyer-Preysler nos consideraba ciertamente molestos. Y lo éramos. Yo no era todavía conocido por los escoltas del ex ministro. Al menos cuatro le acompañaban permanentemente.
Así que cuando vi el corro de delegados, salí de mi coche y me incorporé al cortejo con mi cámara colgada al hombro. (…) Así que allí estaba yo en casa de Isabel sin ser invitado.
Todos charlaron animadamente y posaron para mí con toda naturalidad.
¿'Dónde quieres que nos pongamos?', me preguntaba ingenuamente Isabel”
. Montero también explica que cuando llega a la agencia en la que trabajaba le dicen que cómo no le había hecho preguntas.
El fotógrafo no duda en llamar para que le haga unas declaraciones, ya que el reportaje tendría el triple de valor, y la respuesta la cuenta en el libro.
Las estrategias de Preysler
El ‘paparazzo' periodista muestra en esta prepublicación cómo consiguió historias únicas que después fueron portada de las grandes revistas españolas e internacionales. Una de ellas fue el viaje de Isabel Preysler y Miguel Boyer con las niñas Tamara y Ana a Egipto que, hasta ahora, todos creían que fue una escapada familiar cuando en realidad se trataba de un viaje promocional. Años después Montero se convertía en su dolor de cabeza y también el de sus escoltas.
Antonio Montero se había colado en casa de Isabel Preysler,
en la calle Arga 1, como si fuera un colaborador de la Asociación para
la Infancia (ANDE), de la que Isabel Preysler acababa de ser nombrada
presidenta: “Ningún 'paparazzo' estaba invitado, pues la familia
Boyer-Preysler nos consideraba ciertamente molestos. Y lo éramos. Yo no
era todavía conocido por los escoltas del ex ministro.
Al menos cuatro le acompañaban permanentemente. Así que cuando vi el corro de delegados, salí de mi coche y me incorporé al cortejo con mi cámara colgada al hombro. (…)
Así que allí estaba yo en casa de Isabel sin ser invitado. Todos charlaron animadamente y posaron para mí con toda naturalidad. ¿'Dónde quieres que nos pongamos?', me preguntaba ingenuamente Isabel”. Montero también explica que cuando llega a la agencia en la que trabajaba le dicen que cómo no le había hecho preguntas. El fotógrafo no duda en llamar para que le haga unas declaraciones, ya que el reportaje tendría el triple de valor, y la respuesta la cuenta en el libro.
“¡Gastamos
una fortuna en seguridad para que entre en mi salón cualquiera! Isabel
estaba verdaderamente cabreada. 'No se enfade', le dije.Al menos cuatro le acompañaban permanentemente. Así que cuando vi el corro de delegados, salí de mi coche y me incorporé al cortejo con mi cámara colgada al hombro. (…)
Así que allí estaba yo en casa de Isabel sin ser invitado. Todos charlaron animadamente y posaron para mí con toda naturalidad. ¿'Dónde quieres que nos pongamos?', me preguntaba ingenuamente Isabel”. Montero también explica que cuando llega a la agencia en la que trabajaba le dicen que cómo no le había hecho preguntas. El fotógrafo no duda en llamar para que le haga unas declaraciones, ya que el reportaje tendría el triple de valor, y la respuesta la cuenta en el libro.
'He visto la ocasión y reconozco que he sido muy osado'. 'Se adoptarán medidas oportunas para depurar responsabilidades', me dijo con brusquedad y colgó.
Al cabo del tiempo, tomaba su primera comunión Tamara, la cuarta hija de Isabel y la única habida en su matrimonio con Carlos Falcó
. La celebración tenía lugar en la finca toledana de Casa de Vacas (…) Reptando como una lagartija entre los abrojos conseguí acercarme hasta la casa para tratar de romper la exclusiva que Isabel había pactado con '¡Hola!'
. Un tal Frutos, uno de los escoltas de Julio José y Enrique Iglesias me descubrió y advirtió a los 'gorilas' de Isabel de mi presencia.
Uno de ellos, que se llamaba Miguel, se vengó de mi osadía y me propinó una paliza que me dejó baldado.
Me arrojaron a un camino y allí me quedé intentando volver a respirar.
Mientras el todoterreno se alejaba se escuchaban las voces de Miguel a mis espaldas: '¡Que se joda y se vaya andando!'.
Los hijos varones de Julio Iglesias, que aún eran muy jóvenes, contemplaron la paliza desde una ventana del caserón. Hablando hace unos meses con Julio J. Iglesias, él todavía lo recordaba”.