8 nov 2015
Fernando Savater: “Mi vida es comer, dormir y llorar”......................................................... Borja Hermoso
En el libro 'Aquí viven leones', escrito junto a su mujer, fallecida este año, repasa el contexto de grandes autores.
Stefan Zweig y Agatha Christie, Poe y Alfonso Reyes, Flaubert y Leopardi, Shakespeare y Valle-Inclán son los pasajeros de Aquí viven leones
(Debate), embriagadora ruta por las luces, las sombras, las manías, los
dóndes, los cómos y los porqués –el contexto, en suma- que rodean a los
grandes escritores y a la génesis de sus grandes obras
. Superposición de textos, viñetas y fotos, este es, paradójicamente, un libro último y primero: el primero firmado al alimón por Fernando Savater y Sara Torres, su compañera durante 35 años, fallecida en marzo
. El último hasta la fecha del autor de Ética para Amador, La tarea del héroe y Contra las patrias
. Y quién sabe si el último a secas. “Se acabó, como mucho escribiré otro, si reúno fuerzas, sobre la relación que tuvimos Sara y yo y ya está”, susurra el viejo profe de Zorroaga, que acaba de llegar de su paseo matinal de seis kilómetros y que, en el saloncito de su casa de San Sebastián, entre libros, muñequitos de superhéroes y vasos de txakolí, ofrece una entrañable ración de palabras, recuerdos, risas y lágrimas.
Pregunta. En las manos del lector, un artefacto fetichista sobre grandes escritores
. El fetichismo como expresión de amor. Son palabras suyas.
Respuesta. Lo que pretendíamos con este libro, en origen, era sobre todo pasarlo bien, ir a los sitios donde habían vivido los grandes escritores y con ese pretexto releerlos a todos.
Sara estaba empeñada en demostrar que la cultura elevada puede ser también popular.
P. Completamente de acuerdo.
R. Es que tú le cuentas a un chaval el argumento de una obra de Shakespeare y puede ser emocionantísimo.
Macbeth se puede contar como una novela de terror.
Este libro lo que pretende es abrir el apetito. Que es lo que yo he hecho siempre: poner trampas a la gente para que lea a los grandes autores.
P. Grandes autores que también eran pobres mortales…
R. Se trataba de recordar que esos grandes escritores eran también personas.
Que gente normal que dormía, cagaba y meaba era capaz de escribir aquellas cosas.
La excelencia artística no quiere decir perfección humana. En el mundo hay analfabetos destripando terrones que son personas extraordinarias.
Y músicos sublimes que son perfectos canallas.
P. ¿Cómo se dividieron ustedes el trabajo?
R. Yo elegía a los autores.
Sara me preparaba unos dossiers que eran como tesis doctorales que yo no me podía acabar.
Ella iba antes a los sitios con nuestro amigo José Luis Merino, y lo preparaban todo para que yo, que solía tener menos tiempo, llegara a tiro hecho.
Para mí es un libro felicísimo en gran medida y claro, ahora pues muy doloroso, porque me acuerdo de todos los sitios a donde fuimos, cómo nos lo pasamos... (Fernando Savater se enjuga las lágrimas).
P. Ya no es un libro, es un recordatorio…
R. Efectivamente. Para mí ya es así.
P. El libro plantea un debate, el debate sobre el contexto.
Muchos lectores no quieren conocer datos extraliterarios de sus autores favoritos, para que no interfieran en la pura apreciación de la obra. En ese sentido, el otro día alguien decía:
“Este es un libro menor de Savater”…
R. Es que yo solo tengo libros menores (risas). No, en serio, hay sitios en los que, cuando los visitas, notas de verdad cómo pudieron influir en los escritores.
Tú vas al jardín donde escribió El infinito Leopardi, con esa forma de proa y con todo el paisaje ese de la Toscana delante de tus ojos y te dices: “¡Claro, este señor aquí pensaba en el infinito!”. Lo malo es que claro, los demás no somos Leopardi y no nos salen esos poemas.
P. A ver si lo entiendo: ¿pasear por la playa de Trouville ayuda a entender mejor la obra de Flaubert, las ninfas saliendo del agua y todo eso?
R. Claro, ninfas que luego él puso ahí, en sus páginas.
Claro que ayuda. Bueno, y este libro lo que quiere también es ayudar a la gente a recuperar a todos esos autores
. Es que hay un problema para los que hemos leído desde muy jóvenes. Leímos todos los libros buenos demasiado pronto. O sea, yo a los 15 años leí Madame Bovary.
¿De qué te vas a enterar? De poco. Así que lees lo bueno demasiado pronto, y luego, cuando te haces mayor, tienes que leer lo de ahora, y claro, no es lo mismo que Flaubert…
P. Dice en el libro que Flaubert es adictivo.
R. Es que lo es.
Mira lo que dice en La educación sentimental, que es mi favorito: hablando de un corrupto, escribe: “Era tan corrupto que pagaría por venderse”. ¡Genial!
P. En cierta forma, Aquí viven leones es una guía de lectura.
R. No, es una provocación.
No hacen más que llamarme para que vaya a colegios a convencer a los chavales de que lean. Pero yo no puedo convencerles
. Es como si te dijeran: “Vete a ese sitio y explica por qué hay que comer jamón de Jabugo”. Pues oye, no, pruébalo y ya verás qué rico. Entonces…
P… entonces con este libro pretende provocar para contagiar placer.
R. Es que tampoco hay tantos en la vida.
A ver, hablo de placeres que duren y que puedas tenerlos a cualquier edad, ¿eh? Porque claro, hay otros que, primero, duran poco; y segundo, hay un momento en que ya no los puedes tener.
Punto. Yo ahora, por ejemplo, ¿cómo es mi vida hoy? Pues como la de los niños pequeños, comer, dormir y llorar. Pero lo único que me sigue apeteciendo de verdad es leer.
P. ¿Eso le ocurre en concreto ahora, en su situación tras la muerte de Sara, o le ocurrió siempre?
R. Siempre y hasta en las situaciones más duras.
En los tiempos de los líos, de ETA, de los guardaespaldas… sufría una tensión horrible. Pero yo me iba a mi cuarto, cogía el libro que tenía entre manos y era como un paraíso invulnerable en el que estaba feliz
. A eso le debo, creo, el haberme mantenido ecuánime y tranquilo.
P. La potencia de tiro del goce, más que el “voy a leer porque me forma”, ¿no?
R. Por supuesto. Como dice Daniel Pennac en su libro Como una novela, “la voz leer no admite el imperativo”.
No digas nunca “hala, niño, lee esto, que te hará triunfar en la vida”.
Leer es un placer y los placeres se contagian, no se fingen ni se enseñan.
No le dé usted solemnidad a la lectura, no se arrodille ante el altar para leer a Flaubert, porque Flaubert lo que quería era producirle a usted placer y diversión.
P. El otro día, en la entrega del Premio Eulalio Ferrer, dijo que no se sentía filósofo sino profesor de filosofía. ¿Puede explicarlo?
R. Pues por lo mismo que un profesor de solfeo no es Glenn Gould.
A mí me interesa transmitir, contagiar el interés por la filosofía. Y no conozco a un chico de 14 o 15 años que no esté interesado por ella.
Lo que no les suele interesar es el profesor de filosofía. Yo he conseguido que se interesen también por el profesor.
Y eso sí que tiene mérito.
. Superposición de textos, viñetas y fotos, este es, paradójicamente, un libro último y primero: el primero firmado al alimón por Fernando Savater y Sara Torres, su compañera durante 35 años, fallecida en marzo
. El último hasta la fecha del autor de Ética para Amador, La tarea del héroe y Contra las patrias
. Y quién sabe si el último a secas. “Se acabó, como mucho escribiré otro, si reúno fuerzas, sobre la relación que tuvimos Sara y yo y ya está”, susurra el viejo profe de Zorroaga, que acaba de llegar de su paseo matinal de seis kilómetros y que, en el saloncito de su casa de San Sebastián, entre libros, muñequitos de superhéroes y vasos de txakolí, ofrece una entrañable ración de palabras, recuerdos, risas y lágrimas.
Pregunta. En las manos del lector, un artefacto fetichista sobre grandes escritores
. El fetichismo como expresión de amor. Son palabras suyas.
Respuesta. Lo que pretendíamos con este libro, en origen, era sobre todo pasarlo bien, ir a los sitios donde habían vivido los grandes escritores y con ese pretexto releerlos a todos.
Sara estaba empeñada en demostrar que la cultura elevada puede ser también popular.
P. Completamente de acuerdo.
R. Es que tú le cuentas a un chaval el argumento de una obra de Shakespeare y puede ser emocionantísimo.
Macbeth se puede contar como una novela de terror.
Este libro lo que pretende es abrir el apetito. Que es lo que yo he hecho siempre: poner trampas a la gente para que lea a los grandes autores.
P. Grandes autores que también eran pobres mortales…
R. Se trataba de recordar que esos grandes escritores eran también personas.
Que gente normal que dormía, cagaba y meaba era capaz de escribir aquellas cosas.
La excelencia artística no quiere decir perfección humana. En el mundo hay analfabetos destripando terrones que son personas extraordinarias.
Y músicos sublimes que son perfectos canallas.
P. ¿Cómo se dividieron ustedes el trabajo?
R. Yo elegía a los autores.
Sara me preparaba unos dossiers que eran como tesis doctorales que yo no me podía acabar.
Ella iba antes a los sitios con nuestro amigo José Luis Merino, y lo preparaban todo para que yo, que solía tener menos tiempo, llegara a tiro hecho.
Para mí es un libro felicísimo en gran medida y claro, ahora pues muy doloroso, porque me acuerdo de todos los sitios a donde fuimos, cómo nos lo pasamos... (Fernando Savater se enjuga las lágrimas).
P. Ya no es un libro, es un recordatorio…
R. Efectivamente. Para mí ya es así.
P. El libro plantea un debate, el debate sobre el contexto.
Muchos lectores no quieren conocer datos extraliterarios de sus autores favoritos, para que no interfieran en la pura apreciación de la obra. En ese sentido, el otro día alguien decía:
“Este es un libro menor de Savater”…
R. Es que yo solo tengo libros menores (risas). No, en serio, hay sitios en los que, cuando los visitas, notas de verdad cómo pudieron influir en los escritores.
Tú vas al jardín donde escribió El infinito Leopardi, con esa forma de proa y con todo el paisaje ese de la Toscana delante de tus ojos y te dices: “¡Claro, este señor aquí pensaba en el infinito!”. Lo malo es que claro, los demás no somos Leopardi y no nos salen esos poemas.
P. A ver si lo entiendo: ¿pasear por la playa de Trouville ayuda a entender mejor la obra de Flaubert, las ninfas saliendo del agua y todo eso?
R. Claro, ninfas que luego él puso ahí, en sus páginas.
Claro que ayuda. Bueno, y este libro lo que quiere también es ayudar a la gente a recuperar a todos esos autores
. Es que hay un problema para los que hemos leído desde muy jóvenes. Leímos todos los libros buenos demasiado pronto. O sea, yo a los 15 años leí Madame Bovary.
¿De qué te vas a enterar? De poco. Así que lees lo bueno demasiado pronto, y luego, cuando te haces mayor, tienes que leer lo de ahora, y claro, no es lo mismo que Flaubert…
P. Dice en el libro que Flaubert es adictivo.
R. Es que lo es.
Mira lo que dice en La educación sentimental, que es mi favorito: hablando de un corrupto, escribe: “Era tan corrupto que pagaría por venderse”. ¡Genial!
P. En cierta forma, Aquí viven leones es una guía de lectura.
R. No, es una provocación.
No hacen más que llamarme para que vaya a colegios a convencer a los chavales de que lean. Pero yo no puedo convencerles
. Es como si te dijeran: “Vete a ese sitio y explica por qué hay que comer jamón de Jabugo”. Pues oye, no, pruébalo y ya verás qué rico. Entonces…
P… entonces con este libro pretende provocar para contagiar placer.
R. Es que tampoco hay tantos en la vida.
A ver, hablo de placeres que duren y que puedas tenerlos a cualquier edad, ¿eh? Porque claro, hay otros que, primero, duran poco; y segundo, hay un momento en que ya no los puedes tener.
Punto. Yo ahora, por ejemplo, ¿cómo es mi vida hoy? Pues como la de los niños pequeños, comer, dormir y llorar. Pero lo único que me sigue apeteciendo de verdad es leer.
P. ¿Eso le ocurre en concreto ahora, en su situación tras la muerte de Sara, o le ocurrió siempre?
R. Siempre y hasta en las situaciones más duras.
En los tiempos de los líos, de ETA, de los guardaespaldas… sufría una tensión horrible. Pero yo me iba a mi cuarto, cogía el libro que tenía entre manos y era como un paraíso invulnerable en el que estaba feliz
. A eso le debo, creo, el haberme mantenido ecuánime y tranquilo.
P. La potencia de tiro del goce, más que el “voy a leer porque me forma”, ¿no?
R. Por supuesto. Como dice Daniel Pennac en su libro Como una novela, “la voz leer no admite el imperativo”.
No digas nunca “hala, niño, lee esto, que te hará triunfar en la vida”.
Leer es un placer y los placeres se contagian, no se fingen ni se enseñan.
No le dé usted solemnidad a la lectura, no se arrodille ante el altar para leer a Flaubert, porque Flaubert lo que quería era producirle a usted placer y diversión.
P. El otro día, en la entrega del Premio Eulalio Ferrer, dijo que no se sentía filósofo sino profesor de filosofía. ¿Puede explicarlo?
R. Pues por lo mismo que un profesor de solfeo no es Glenn Gould.
A mí me interesa transmitir, contagiar el interés por la filosofía. Y no conozco a un chico de 14 o 15 años que no esté interesado por ella.
Lo que no les suele interesar es el profesor de filosofía. Yo he conseguido que se interesen también por el profesor.
Y eso sí que tiene mérito.
7 nov 2015
La ‘matafísica’.......................................................................... Vicente Verdú
El sabor de la excrecencia no gusta al principio pero se tolera luego, como con los manjares que la primera vez nos saben mal.
En el programa Sálvame de esta semana ha venido apareciendo un hashtag con el nombre de matafísica.
Los hashtag (del inglés hash, almohadilla; y tag, etiqueta) indican una zona en la Red donde se chatea sobre un determinado tema y se dice, en este caso, cualquier cosa. “#Matafísica” no es, desde luego, una alusión a la propia metafísica sino al caso del colaborador Kiko Matamoros que mientras se estaba haciendo estos días una cirugía estética había enviado a su mujer, Makoke, para reemplazarle en el plató
. Muchos de los habituales (Mila, Belén Esteban, Lydia Lozano, Kiko Hernández) la menospreciaron por tres o cuatro razones de peso mediático y, al cabo, la sacaron de sus casillas
. Así que el miércoles a media tarde se puso violentamente en pie y dijo que abandonaba para siempre Sálvame.
Diferentes detalles sobre la vida de Makoke y su estrafalaria mansión se encuentran impresas en el último número de la revista Lecturas si es que no han lanzado ya otra edición.
La cosa estaba caliente, pero allí nadie sabe lo que va a pasar después porque este programa ni parece que posea guion, objeto o destino.
La metafísica es lo contrario a la patafísica del animador Jorge Javier que pasea por el escenario como un mentor a la manera teatral del Siglo de Oro.
O sea, la vida misma teniendo en cuenta que toda existencia es teatro y los sueños, sueños son.
¿Puede llamarse a esto telebasura? Basura es, pero ¿qué decir del basurero en cualquier ámbito actual?
Comida basura, bonos basura, empleos basura, minutos basura, estafas, spams, dinero negro, sobornos, tarjetas black.
Una forma positiva de considerar el fenómeno de los muchos detritus volando sobre nuestro tiempo es atribuir su crecimiento a los humus de la riqueza y otro, también estimulante, es constatar en la detección de su malignidad la permanente sensibilidad popular hacia lo bueno.
Condenamos la comida basura porque apreciamos la comida sana, hablamos de telebasura porque creemos en una televisión digna, abominamos del dinero negro porque amamos la claridad.
A cada rechazo de lo malo correspondería una fuerte valoración de lo mejor y, de esta manera, como sucedía con el pecado, todos desearíamos superlativamente la gracia de Dios.
La cuestión, sin embargo, no queda despejada puesto que este tiempo es todo menos transparente o ejemplar
. Si revolotea tanta gente en torno a los vertederos nauseabundos ¿no se deberá a la atracción que sus almas sienten por la degradación?
Época de truhanes políticos, religiosos y mercantiles; de periódicos, revistas, redes y emisoras amarillas, de contratos sin honor ni buen olor
. Porque o nadie confiesa que aquello huele a pútrido —incluida la policía— o, por el contrario, se alza una nauseabunda marea que ahoga legislaturas completas.
A los concursos de MasterChef pronto seguirán las competiciones de mastershit.
El sabor de la excrecencia no gusta al principio, pero se tolera luego como con los manjares que la primera vez nos saben mal.
La telebasura tiene mala prensa pero la prensa es también mala y hasta The New York Times se pirra ahora por un violador en serie que explotaría comercialmente en primera página. Hay que vender. Este es el lema.
Y en la crisis valen más los sentimientos que los hoy (dudosos) conocimientos.
La medicina para nuestra actual felicidad no se halla, en suma, ni en la filosofía ni en la teología (ambas desaparecidas por completo) sino en la matafísica que nos infunde la sospecha de que, como insinuaba Makoke con su portazo, habría un alentador karaoke más allá.
Es decir, la edición del mismo programa, de limón, naranja o deluxe, un día y otro día, a través de una Telecinco prolongándose más y más.
Los hashtag (del inglés hash, almohadilla; y tag, etiqueta) indican una zona en la Red donde se chatea sobre un determinado tema y se dice, en este caso, cualquier cosa. “#Matafísica” no es, desde luego, una alusión a la propia metafísica sino al caso del colaborador Kiko Matamoros que mientras se estaba haciendo estos días una cirugía estética había enviado a su mujer, Makoke, para reemplazarle en el plató
. Muchos de los habituales (Mila, Belén Esteban, Lydia Lozano, Kiko Hernández) la menospreciaron por tres o cuatro razones de peso mediático y, al cabo, la sacaron de sus casillas
. Así que el miércoles a media tarde se puso violentamente en pie y dijo que abandonaba para siempre Sálvame.
Diferentes detalles sobre la vida de Makoke y su estrafalaria mansión se encuentran impresas en el último número de la revista Lecturas si es que no han lanzado ya otra edición.
La cosa estaba caliente, pero allí nadie sabe lo que va a pasar después porque este programa ni parece que posea guion, objeto o destino.
La metafísica es lo contrario a la patafísica del animador Jorge Javier que pasea por el escenario como un mentor a la manera teatral del Siglo de Oro.
O sea, la vida misma teniendo en cuenta que toda existencia es teatro y los sueños, sueños son.
¿Puede llamarse a esto telebasura? Basura es, pero ¿qué decir del basurero en cualquier ámbito actual?
Comida basura, bonos basura, empleos basura, minutos basura, estafas, spams, dinero negro, sobornos, tarjetas black.
Una forma positiva de considerar el fenómeno de los muchos detritus volando sobre nuestro tiempo es atribuir su crecimiento a los humus de la riqueza y otro, también estimulante, es constatar en la detección de su malignidad la permanente sensibilidad popular hacia lo bueno.
Condenamos la comida basura porque apreciamos la comida sana, hablamos de telebasura porque creemos en una televisión digna, abominamos del dinero negro porque amamos la claridad.
A cada rechazo de lo malo correspondería una fuerte valoración de lo mejor y, de esta manera, como sucedía con el pecado, todos desearíamos superlativamente la gracia de Dios.
La cuestión, sin embargo, no queda despejada puesto que este tiempo es todo menos transparente o ejemplar
. Si revolotea tanta gente en torno a los vertederos nauseabundos ¿no se deberá a la atracción que sus almas sienten por la degradación?
Época de truhanes políticos, religiosos y mercantiles; de periódicos, revistas, redes y emisoras amarillas, de contratos sin honor ni buen olor
. Porque o nadie confiesa que aquello huele a pútrido —incluida la policía— o, por el contrario, se alza una nauseabunda marea que ahoga legislaturas completas.
A los concursos de MasterChef pronto seguirán las competiciones de mastershit.
El sabor de la excrecencia no gusta al principio, pero se tolera luego como con los manjares que la primera vez nos saben mal.
La telebasura tiene mala prensa pero la prensa es también mala y hasta The New York Times se pirra ahora por un violador en serie que explotaría comercialmente en primera página. Hay que vender. Este es el lema.
Y en la crisis valen más los sentimientos que los hoy (dudosos) conocimientos.
La medicina para nuestra actual felicidad no se halla, en suma, ni en la filosofía ni en la teología (ambas desaparecidas por completo) sino en la matafísica que nos infunde la sospecha de que, como insinuaba Makoke con su portazo, habría un alentador karaoke más allá.
Es decir, la edición del mismo programa, de limón, naranja o deluxe, un día y otro día, a través de una Telecinco prolongándose más y más.
El juicio sin fin de Polanski............................................................ Rubén Amón
La sintonía con Washington del partido polaco Paz y Justicia reabre el debate sobre la extradición del director, 38 años después de haber violado a una menor.
Roman Polanski no ha logrado nunca llevar a cabo la versión cinematográfica de Los miserables, pero su fuga de la justicia americana evoca las aventuras y desventuras de Jean Valjean, protagonista de la novela de Victor Hugo que elude durante tres décadas y un millar de páginas la persecución del inspector Javert hasta que terminan encontrándose.
Les diferencian los delitos.
Valjean era un ladrón en tiempos de hambruna cuyo historial delictivo se complicó por sustraerse a la primera condena, mientras que Polanski cometió un delito que no prescribe en Estados Unidos, la violación de una menor de edad —13 años— a la que previamente había administrado sustancias estupefacientes.
Que la víctima, Samantha Geimer, lo haya perdonado no ha conmovido la pertinacia de la justicia estadounidense.
Inspirada en la obstinación de Javert, la Fiscalía ni se apiada de la edad del cineasta (83 años) ni se resigna a tolerar una "fuga" que se ha prolongado 38 años, es decir, cuando Polanski decidió huir de Estados Unidos para prevenirse de una condena ejemplar o ejemplarizante.
Es la razón por la que no ha podido regresar ni recoger su único Oscar (por El pianista, en 2002)
. Y el motivo por el que los sabuesos americanos se han dedicado a perseguirlo.
Estuvieron cerca de extraditarlo cuando Polanski fue detenido y hasta encarcelado en Zúrich (Suiza) en 2009, aunque el último episodio de la cacería se remonta a la semana pasada: un juez de Cracovia (Polonia) esgrimió que no procedía entregarlo porque el director francopolaco ya había expiado 42 días de prisión a cuenta del delito que se le imputaba.
Técnicamente hablando, el delito que cometió Polanski ha sido sólo expiado con 42 días de reclusión, pero las leyes del karma se han demostrado bastante más duras, tanto por el exilio posterior a la condena —casi 40 años— como por la persecución, el permanente revuelo mediático y las desgracias que se han amontonado en su vida.
Empezando por la muerte de su madre en Auschwitz y por el crimen brutal de su primera esposa, Sharon Tate, a manos de Charles Mason en 1969.
Se refería Dariusz Mazur al acuerdo que alcanzaron
Polanski y la Fiscalía americana en 1978
. O al amaño, pues la millonaria indemnización a la víctima sirvió para edulcorar la responsabilidad del cineasta.
No se trataba de una violación ni de un rapto.
Se trataba de una relación consentida con una menor, de forma que Polanski aceptaba someterse a una estratagema psiquiátrica y a recluirse seis semanas en la prisión de Chino (California).
La abandonó con un permiso que le consentía viajar a Londres.
Y que fue su pasaporte a la impunidad, pues los términos del acuerdo triangular —al que llegaron la víctima, Polanski y la Fiscalía— irritaron la conciencia de Lawrence Rittenband, un juez estrella californiano entre cuyos expedientes descollaron el divorcio de Elvis Presley, la custodia de un hijo de Marlon Brando y una reclamación de paternidad a Cary Grant.
Le convenía la repercusión del caso Polanski, y no le convenía a este el encelamiento del magistrado, de tal manera que el cineasta aprovechó una escala técnica en París como pretexto providencial para exiliarse, consciente por añadidura de que no existían, ni existen, tratados de extradición entre Francia y Estados Unidos.
Polanski se convertía en el argumento de una crisis diplomática y obtenía la solidaridad corporativa de sus colegas, más o menos como si el indiscutible talento del realizador de La semilla del diablo (1969) añadiera un matiz condescendiente a una concepción desinhibida de las relaciones sexuales y a las convenciones entre adultos, efebos y lolitas.
¿Acaso no se había acostado Polanski con Jacqueline Bisset cuando tenía ella 15 años? ¿Y no era cierto que Samantha Geimer le fue ofrecida por su madre bajo el pretexto de una sesión fotográfica soft en la casa de Malibú de Jack Nicholson?
Tienen peligro las preguntas porque vacían la responsabilidad de Polanski, con más razón cuando Geimer, exiliada voluntariamente a Hawai y madre de tres hijos, declaró a Time en 2003 que "había sido violada".
"Pero siempre me he sentido incómoda con el término violación", añadía.
"No quiero dramatizar. Para mí violar implica algo violento y sucio.
Y no sucedió nada parecido allí.
Hubo sexo sin mi consentimiento, quede claro. Pero ocurrió hace muchos años, y quiero que se deje en paz a Polanski.
Ni tengo rencor ni tengo simpatía hacia él. Es un extraño".
La fuga de Polanski no ha terminado. Ni siquiera con la sentencia del juez polaco Mazur. Primero, porque es recurrible.
Y, en segundo lugar, porque la victoria del partido Paz y Justicia en los recientes comicios polacos predispone a una sintonía entre Washington y Varsovia respecto a la hipótesis de una extradición.
Ya había declarado el líder Jaroslaw Kaczynski durante la campaña que aceptaría entregar al compatriota Polanski porque "no se puede dar un trato diferente a alguien por el hecho de ser un director de cine de fama, y la Justicia ha de ser igual para todos".
Les diferencian los delitos.
Valjean era un ladrón en tiempos de hambruna cuyo historial delictivo se complicó por sustraerse a la primera condena, mientras que Polanski cometió un delito que no prescribe en Estados Unidos, la violación de una menor de edad —13 años— a la que previamente había administrado sustancias estupefacientes.
Que la víctima, Samantha Geimer, lo haya perdonado no ha conmovido la pertinacia de la justicia estadounidense.
Inspirada en la obstinación de Javert, la Fiscalía ni se apiada de la edad del cineasta (83 años) ni se resigna a tolerar una "fuga" que se ha prolongado 38 años, es decir, cuando Polanski decidió huir de Estados Unidos para prevenirse de una condena ejemplar o ejemplarizante.
Es la razón por la que no ha podido regresar ni recoger su único Oscar (por El pianista, en 2002)
. Y el motivo por el que los sabuesos americanos se han dedicado a perseguirlo.
Estuvieron cerca de extraditarlo cuando Polanski fue detenido y hasta encarcelado en Zúrich (Suiza) en 2009, aunque el último episodio de la cacería se remonta a la semana pasada: un juez de Cracovia (Polonia) esgrimió que no procedía entregarlo porque el director francopolaco ya había expiado 42 días de prisión a cuenta del delito que se le imputaba.
¿Ha expiado ya su culpa el cineasta?
R.A.
Cada vez que reaparece el caso Polanski, se movilizan sus amigos y
sus partidarios —Almodóvar, Woody Allen, Godard— para defenderlo y
confortarlo, coreografiando una desmesura corporativa que confunde el
talento, la amistad y la responsabilidad, y que también se arraiga en la
insistencia con que la víctima de la violación, Samantha Geimer, ha
exculpado al cineasta, incluso declarando el lunes que la persecución es
"ridícula".Técnicamente hablando, el delito que cometió Polanski ha sido sólo expiado con 42 días de reclusión, pero las leyes del karma se han demostrado bastante más duras, tanto por el exilio posterior a la condena —casi 40 años— como por la persecución, el permanente revuelo mediático y las desgracias que se han amontonado en su vida.
Empezando por la muerte de su madre en Auschwitz y por el crimen brutal de su primera esposa, Sharon Tate, a manos de Charles Mason en 1969.
. O al amaño, pues la millonaria indemnización a la víctima sirvió para edulcorar la responsabilidad del cineasta.
No se trataba de una violación ni de un rapto.
Se trataba de una relación consentida con una menor, de forma que Polanski aceptaba someterse a una estratagema psiquiátrica y a recluirse seis semanas en la prisión de Chino (California).
La abandonó con un permiso que le consentía viajar a Londres.
Y que fue su pasaporte a la impunidad, pues los términos del acuerdo triangular —al que llegaron la víctima, Polanski y la Fiscalía— irritaron la conciencia de Lawrence Rittenband, un juez estrella californiano entre cuyos expedientes descollaron el divorcio de Elvis Presley, la custodia de un hijo de Marlon Brando y una reclamación de paternidad a Cary Grant.
Le convenía la repercusión del caso Polanski, y no le convenía a este el encelamiento del magistrado, de tal manera que el cineasta aprovechó una escala técnica en París como pretexto providencial para exiliarse, consciente por añadidura de que no existían, ni existen, tratados de extradición entre Francia y Estados Unidos.
Polanski se convertía en el argumento de una crisis diplomática y obtenía la solidaridad corporativa de sus colegas, más o menos como si el indiscutible talento del realizador de La semilla del diablo (1969) añadiera un matiz condescendiente a una concepción desinhibida de las relaciones sexuales y a las convenciones entre adultos, efebos y lolitas.
¿Acaso no se había acostado Polanski con Jacqueline Bisset cuando tenía ella 15 años? ¿Y no era cierto que Samantha Geimer le fue ofrecida por su madre bajo el pretexto de una sesión fotográfica soft en la casa de Malibú de Jack Nicholson?
Tienen peligro las preguntas porque vacían la responsabilidad de Polanski, con más razón cuando Geimer, exiliada voluntariamente a Hawai y madre de tres hijos, declaró a Time en 2003 que "había sido violada".
"Pero siempre me he sentido incómoda con el término violación", añadía.
"No quiero dramatizar. Para mí violar implica algo violento y sucio.
Y no sucedió nada parecido allí.
Hubo sexo sin mi consentimiento, quede claro. Pero ocurrió hace muchos años, y quiero que se deje en paz a Polanski.
Ni tengo rencor ni tengo simpatía hacia él. Es un extraño".
La fuga de Polanski no ha terminado. Ni siquiera con la sentencia del juez polaco Mazur. Primero, porque es recurrible.
Y, en segundo lugar, porque la victoria del partido Paz y Justicia en los recientes comicios polacos predispone a una sintonía entre Washington y Varsovia respecto a la hipótesis de una extradición.
Ya había declarado el líder Jaroslaw Kaczynski durante la campaña que aceptaría entregar al compatriota Polanski porque "no se puede dar un trato diferente a alguien por el hecho de ser un director de cine de fama, y la Justicia ha de ser igual para todos".
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