Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

24 oct 2015

La ‘primera madre’ de Canadá......................................................... Marc Bassets

Años sin saber de esa mujer que se divorció del Primer ministro de Canadá para vivir una vida loca con todos los artistas de aquellos tiempos. Exagerada en escándalos, de juerga en juerga amante de los más transgesores en los años 70. Pero vuelve,,,,,la vida te da sorpresas.
 

Llevaba años lejos de los escándalos pero el triunfo político de su hijo, convertido en primer ministro, rescata la memoria de Margaret Trudeau y sus noches en Studio 54.

En ese estdio 54 fue muchos fines de semana La Preysler con la Bordiu, no eran nada recatadas y se supo aunque aqui poco se dijo.

 

Margaret Trudeau abraza a su hijo Justin Trudeau en una fiesta del partido liberal de Canadá.

El lunes por la noche, mientras el candidato liberal Justin Trudeau seguía el recuento que le daría la victoria en las elecciones canadienses, le acompañaban su esposa, Sophie y sus tres hijos, Xavier, Ella-Grace y Hadrien.
Los cuatro compartían sofá en el hotel Reine Elizabeth de Montreal.
 En otro sillón, un poco apartada, se sentaba la abuela: Margaret, la madre del nuevo primer ministro de Canadá.
Margaret Trudeau lleva años lejos de los focos
. En los años setenta, fue una figura de la jet-set, una asidua de los tabloides y las revistas del corazón, una mujer que rompió con la grisura de la vida política y social de Canadá.
Se la ha definido como una mezcla de Lady Di y Lindsay Lohan de su tiempo.
 Fue una musa rockera que vivió a fondo la máxima del sexo, drogas y rock’n’roll.
La madre de Justin Trudeau —el hombre de moda de la política internacional, un político joven que aporta aire fresco a Canadá tras una década de poder conservador— se describe como “una vieja hippy”.
 Fue más que eso. Hija de un ministro canadiense, en 1971, a los 22 años se casó con el primer ministro de entonces, el carismático Pierre Elliott Trudeau, que era 30 años mayor y dos años antes había llegado al poder con aires de estrella pop, en plena ola de trudeaumania.
El día de Navidad de 1971 nació Justin.
 Después tendrían dos hijos más, Sacha y Michel.
 El matrimonio se desintegró. Un día, en 1977, en plena separación de Pierre, Margaret acudió a un concierto de los Rolling Stones en el club El Mocambo de Toronto.
 Se dijo que tuvo un affaire con Mick Jagger. Resultó que fue con Ron Wood. Margaret se convirtió en una asidua del Studio 54 de Nueva York
. Mientras paseaba por el lado salvaje de la vida, su marido gobernaba Canadá y cuidaba de los hijos.
Margaret Trudeau bailando en Studio 54. / getty
Justin Trudeau tiene 43 años pero ya ha escrito sus memorias, Common ground (Terrain d’entente, en francés, la otra lengua oficial de Canadá:
 Terreno común o de entendimiento). Publicado en 2014, es el libro de un político en campaña, pero es valiente a la hora de hablar de su progenitora.
Justin cita, entre otra causas del divorcio de sus padres, la diferencia generacional: pese a su modernidad,
 Pierre Trudeau, un católico marcado por la educación jesuita, había nacido en 1919; Margaret era una flower child, una hija de la revolución de los sesenta.
El nuevo primer ministro aborda otra causa del divorcio y de los problemas de Margaret. "El elemento del problema del que se ha hablado poco, incluso después de que mi madre lo abordase abiertamente, es su lucha, durante toda su vida, con la bipolaridad", escribe
. Margaret sufría un desorden bipolar que hizo intolerable la experiencia de vivir bajo los focos. Consideraba que la residencia del 24 Sussex Drive era "la joya de la corona del sistema penitenciario federal"
. "La salud mental de mi madre se deterioró a medida que yo crecía", escribe Justin. "Y hubo momentos en que sentí que yo debía cuidar de ella más que lo contrario", añade. Recuerda una ocasión en que Margaret irrumpió en su escuela, mientras él estaba en clase de Gimnasia, y llorando le dijo: "¡Jimmy me ha abandonado!". Jimmy era un novio de Margaret.
"La consolé lo mejor que supe, la abracé y le di golpes en la espalda y le dije que todo estaba bien, que las cosas mejorarían. Yo tenía 11 años".
Las muertes, en 1998, de su hijo pequeño, Michel, en una avalancha mientras esquiaba en la provincia de la Columbia Británica, y de Pierre en 2000 agravaron el estado mental de Margaret.
 Un día su hijo Sacha la encontró desorientada en su casa.
 Fue ingresada en un hospital psiquiátrico. "Había tocado fondo. Ya no podía caer más bajo", escribió en el libro Changing My Mind (Cambiando de opinión, o cambiando mi mente). Margaret se recuperó y se dedicó al activismo y a la divulgación de las enfermedades mentales.
Aunque estos días se le compara con el padre, Justin admite que, en su carácter espontáneo y su capacidad de empatía emocional, conecta más con la madre.
 Margaret, mientras tanto, se prepara para volver —ahora, de visita— a pisar el 24 de Sussex Drive, donde vivirán su hijo y sus nietos, la prisión de la que hace cuatro décadas quería escapar. "No es mi turno", dijo a la radio pública CBC tras la elección de Justin.
"Es su turno y la maravilla y alegría de la vida es que tuve mi turno.
Fue un camino accidentado, maravilloso".

Mucho hablar de Kafka, pero muy pocos lo leen........................................................ Ramiro Villapadierna

Eduardo Mendoza recibió el jueves el premio que lleva el nombre del escritor más insigne de Praga y más falsificado, según Josef Cermák, experto en el autor de ‘La metamorfosis'.

 

Por cortesía de Jirí Slíva y de la Sociedad Kafka.

¿Qué queda por descubrir del Dr Kafka, Dr. Cermák?
“¿Y qué más le da?”, ironiza Josef Cermák, para muchos el mayor experto en el autor de La Metamorfosis, esa pequeña gran obra que cumple 100 años cuando el Premio Kafka recae, por primera, vez en un autor español: Eduardo Mendoza.
“Mire, han aparecido dos comandas, si le interesa”.
 Quien se chancea del arrobo por el mito, y atesoró amistades de guerra fría con Delibes, Barral y Matute, tuvo un día depositada en su habitación de estudiante “la correspondencia de Kafka”, ahora subastada por medio millón de euros.
El Dr. C. lleva una vida tras los talones del Dr. K. Y le cansa tanta interpretación. “Kafka es lo que cada uno busca que sea”. Ha devenido en un espejo universal en que mirarse: “Sartre y Camus lo hicieron existencialista”, Gustav Janouch o Michal Mareš, socialista, libertario; otros anarquista, rebelde, anti-sistema.
 Hasta el editor Wagenbach se tragó patrañas.

Un hombre enamoradizo

Cuando Cermák se enfrenta al que iba a compartir inopinadamente con el Che el póster pop del siglo XX, “Kafka era un desconocido”. “¿Se refiere al escritor americano?” respondía un librero en la ciudad vieja, a la caída del socialismo.
Con su sobrina Vera “trabajábamos en su casa sobre su propia mesa”. “Pude visitar sus archivos policiales y sindicales” sin que nadie reparase. Y resultó ser “un hombre formal”, sin esa rebeldía querida en Occidente. Atildado y espirituado, con ideas naturistas y clásica represión urbana: incomprendido por su padre pero abonado a la casa familiar.
Se enamoraba tanto como visitaba el burdel de La Gazela, tras del teatro Nostic, y solicitaba puntualmente su limpio expediente policial. Iba al café Louvre, pero en Praga no era nadie; apenas sólo una de sus novias, la periodista Milena Jesenská, y el editor católico de provincias Josef Florian, se interesaron.
Pocos se apercibieron de la aparición de La Metamorfosis en el mensual Weiße Blätter, hace justo cien años: “Los popes, Otakar Fischer y Vojtêch Jírat, lo ignoran”.
Pavel Eisner “sólo lo descubre cuando el auge pan-germanista lo mueve a traducir a la inversa”, del alemán al checo. El fascismo, que envía a su familia a Auschwitz, lo lanza: “Schocken, su editor en Berlín, huye” y primero lo da a conocer en Viena y luego desde Tel Aviv
. Después son los supervivientes judíos al alcanzar Francia y EE UU. Y aparece la primera pseudo-interpretación: Kafka habría previsto el Holocausto europeo. “Fue una revolución”.
Luego Sartre: “Me enerva cómo lo usa para sus tesis y pasa del resto”. Camus lo trae a su molino como “genio del absurdo”. Con los marxistas nace “el camarada K”, el anticapitalista; y así los anarquistas y los rebeldes urbanos. O Max Brod, el santificador.
Cermák desmonta las interpretaciones pero le indignan los “amigos de Kafka”, que con el apogeo recubrieron después lagunas, azuzando leyendas y lecturas. “Mareš es un golfo, lo hace para pagarse las cervezas” a costa de periodistas que peregrinan a Praga: a cada cuál le coloca una “anécdota”.
Peor sería Janouch, “pues él sí sabía escribir”: 25 años después “empieza a inventar sus Conversaciones con Kafka”. Cientos de charlas entrecomilladas, que pasan a ser canónicas y aun bendecidas por un iluminado Brod; hasta que llega el desenmascaramiento de Cermák.
Decían basarse en un “supuesto diario, que habría escrito con 17 años, habría perdido en la guerra y luego reencontrado”, claro, con el auge del escritor: “Nunca nos lo mostró”, dice Cermák. Había nacido el Kafka libertario
. El éxito mundial fue tal que “cometió el error de querer duplicarlo” con nuevos hallazgos.
Los falsificadores son una especialidad del Dr. C.: conocidos que parasitan a un grande y reaparecen como albaceas: “un clásico para intelectuales menores”.
 Adornan pruebas, pergeñan “documentos”, lo hicieron con sus prohombres las nuevas naciones en el XIX pues “las mistificaciones tienen cultivo en el clima espiritual de una época”.

Textos inacabados

Hartmut Binder, el gran interpretador y hermano académico, le dijo: “¿Pero por qué no contaste todo esto hace 30 años?”
 Y el escritor Svorecký le espetó: “Nos lo has estropeado”. Pero mire: “Hay tantos K. como Dios en la Biblia, uno para cada”. Lo permitiría el que “casi todos los textos de Kafka están inacabados” ¿Cómo termina América, qué es El Castillo, quién es Josef K? Mas buscándonos, “¿lo hemos hinchado demasiado?”.
Se trata de “un perfeccionista” y esa es su fuente de infelicidad: “Hay 800 comienzos sin continuar”. Kafka vive algo que reconoce al adjudicarle en palabras; pero luego, ya no lo reconoce: Ni se entiende, ni cree que lo entiendan:
“Ni mi amigo me comprende, pero es mi amigo”, dice de Brod. Sus ganas de quemar son consonantes, “pero conservó algo: La condena”. Muy autobiográfica, “pero no la mejor”.
Hoy miles peregrinan a “la ciudad de Kafka” y Cermák sonríe: Él no nombra nunca su ciudad, “Praga son dos cosas: un espacio amado y una opresión: su trabajo y su familia. Su ciudad de elección es Berlín”, donde vive su último amor con la periodista Dora Diamant.
“¿Pero quién ha leído a Kafka?” concluye, del llamado más influyente escritor del siglo XX: “De K. se habla mucho, pero nadie lo lee”. ¿No son eso son los mitos literarios?
“Pero siempre hay que partir del texto. Y volver al texto”. El resto es el lector.
Ramiro Villapadierna es director del Instituto Cervantes en Praga y lleva 25 años trabajando desde Europa Central.

Memoria del cante flamenco de la Segunda República.....................................................Álvaro Corazón Rural.



Imagen: Marita Ediciones.
Imagen: Marita Ediciones.
Cada vez que ha venido alguien extranjero a visitarme a España me ha pedido que por favor le lleve a escuchar flamenco.
 Pero no a un sitio para turistas, sino «donde lo escucháis vosotros».
 He tenido que explicar una y otra vez que no es precisamente mayoritario el español que el viernes noche se va a escuchar flamenco, que muchos españoles no han pisado una juerga flamenca en su vida, que la música más genuina del país, con la que se adornan los anuncios de «visite España», le resbala a la mayoría. Incluso que es más frecuente el que te suelta un repugnante y medio racista «me gusta la guitarra, pero no la voz» que quien distinga y admire los palos del flamenco.
Porque tenemos asumido que el flamenco es un género minoritario. Diego Manrique siempre ha reiterado en su columna que Camarón vendía muy poco en España. 
Y encima, La leyenda del tiempo, el disco que ahora todo el mundo dice admirar, los gitanos iban a devolverlo al Corte Inglés quejándose de que ese no era Camarón, o su Camarón. 
Sí que debe de haber razones objetivas para el desapego del español medio hacia esta música.
 Para empezar, que no se disfruta de forma instantánea, hacen falta años profundizando si no se ha mamado de cuna.
 Pero en la triste historia de España quizá haya un hecho determinante: Franco.
Cierto es que con la cantidad de sangre que corrió en el genocidio español, las familias que se separaron y las vidas que se truncaron, puede resultar obsceno preguntarse por cómo habría sido la evolución del cante flamenco en nuestro país sin el conflicto.
 Pero si este apartado de nuestra cultura popular cambió para siempre tras la guerra civil, fue precisamente porque buena parte de estos artistas eran afines a la república y como tales fueron asesinados, represaliados o desaparecieron. 
Lo mismo que su arte, cuyo contenido social y político fue silenciado y prohibido durante el régimen.
Para Juan Vergillos, historiador del flamenco, existe un antes y un después en el cante con la destrucción del estado democrático de 1931:
 «El cambio fue absolutamente radical. Franco se ocupó de despolitizar el flamenco y convertirlo en un fenómeno étnico en lugar de político.
 También con la Segunda Guerra Mundial cundió el miedo en todo el planeta, el miedo al otro, y surgió el arte de los gitanos, de los negros, etc. 
Antes el arte era arte, no tenía un color específico».
En el impagable ensayo de Alfredo Grimaldos Historia social del flamenco (Península, 2010) se documenta que ya en los inicios del siglo XIX sucesos de gran importancia política como la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis o el fusilamiento de Torrijos fueron recogidos por el cante de la época, que se alineaba con la revolución liberal española.
 Y en el libro del doble cedé Cantes y cantos de la República, editado por Marita y la Agencia Andaluza del Flamenco, se hace referencia a los cantaores de los años treinta como precursores de la canción protesta que conquistó los mercados de todo el mundo en la era hippie.
 «Este tipo de cuestiones está en el flamenco desde su origen», opina Vergillos, «ya cantó Siverio la “Seguiriya de Riego”, pero lo que pasó a partir de 1931 es que por fin se podía hablar abiertamente de estos temas».
Hasta el punto de que la exaltación de la República y sus héroes o de la bandera tricolor y las referencias a problemas sociales llegaron a convertirse en una moda propiamente dicha, un género en sí mismo. 
«Gran parte de los flamencos eran gente del pueblo, así que la mayoría se alineó con el nuevo régimen. También fue una moda, no estrictamente flamenca, sino española, y algunos se sumaron por seguirla, claro.
 Tal y como señaló Pericón de Cádiz en sus deliciosas memorias, donde comentó que él cantó letras reivindicativas para llegar a un público mayor», explica este historiador.
Así aparecieron los fandangos republicanos y sus derivados, la mayoría grabados por discográficas de Barcelona.
 El flamenco había alcanzado gran relevancia en esta ciudad desde la Exposición Universal con la apertura de nuevos locales con espectáculos dirigidos tanto al público local como al primer turismo y visitantes de la aristocracia europea, como relata Montse Madrilejos en la revista de investigación sobre flamenco La Madrugá (nº2, junio 2010).
 Estos sellos juntaron a los guitarristas locales más importantes del momento, como Pepe Hurtado, Manolo Bulerías y Miguel Borrull hijo, con los cantantes que más frecuentaban Cataluña y aprovechaban su estancia para grabar.
Uno de ellos era Manuel Vallejo, autor del primer disco dedicado a la Segunda República con música del maestro Quiroga, un fandango en recuerdo de los militares republicanos sublevados en Jaca en 1930, Galán y García Hernández, fusilados inmediatamente después.
 También Chato de Ventas, el Gran Fanegas o el Guerrita registraron piezas de adhesión al nuevo régimen, como la de este último, murciano, «España es republicana, de matices tricolor».

El juicio por la muerte de Asunta, visto para sentencia.........................................Silvia R. Pontevedra

Los acusados no han aprovechado la última palabra y las defensas insisten en la "inconsistencia" de los indicios y en la inexistencia de un móvil en la muerte de Asunta.

EL PAÍS

Rosario Porto y Alfonso Basterra no han querido aprovechar este viernes su última palabra en el juicio por la muerte de su hija, que ya ha quedado visto para sentencia.
 Ni para negar, ni para confesar, ni para enfrentarse.
Todo lo que había que decir lo han dicho antes sus abogados, durante unas cuatro horas y procurando no dañarse mutuamente: que cualquier móvil imaginado por la acusación es un "absurdo"; que la investigación no ha reunido más que indicios "inconsistentes"; que solo se han tenido en cuenta los testigos y las señales que encajaban en el relato oficial del delito, propagado a los cuatro vientos a través de los medios de comunicación mientras persistía el secreto del sumario.

Más contenido el letrado de ella, José Luis Gutiérrez Aranguren, más vehemente la de él, Belén Hospido, ambos han pedido al tribunal popular que se tome su tiempo; que dicte un veredicto "en conciencia"; que no se deje llevar por "sensaciones", "impresiones" o "simpatías"; y que tenga en cuenta que es "quien acusa, y no quien defiende" quien tiene que probar "al 100%" lo que sostiene. "El reto más grande es defender a una persona inocente", ha espetado a los jurados la abogada de Basterra, porque si ha llegado al banquillo es "porque el sistema ha fallado".
"No hay pruebas", ha insistido, "estoy convencida de que mi cliente no ha matado a su hija". Y ha pedido que se juzguen los indicios como si se tratara de "una ecuación matemática".
Así que, para empezar, ella misma ha echado delante de todos su propia cuenta.
 Ha justificado por qué mantiene que el padre de Asunta compró aquel verano, entre julio y septiembre, tres cajas de Orfidal, y no cuatro, como dice la acusación. 
Habrían sido dos envases de 50 comprimidos y uno de 25, en total, 125 pastillas. 
Basterra, que asumía el rol familiar de “amo de casa”, “lo compraba para su exmujer”. 
Tirando “por lo bajo”, según Hospido, si se suma la dosis diaria que tenía pautada desde finales de julio Porto, más los orfidales que consumió durante el duelo y los días de calabozo, y por último las 24 pastillas que la Guardia Civil entregó al juez como prueba, la operación, a la letrada, le da “exactamente 125 pastillas”. “¿Dónde están las más de 27 que se le dieron a Asunta el día de su muerte, y todas las que [según los análisis del pelo] se le suministraron antes?”, ha preguntado la defensa.

"Es del género bobo"

Tanto ella como Aranguren han evidenciado la contradicción que existe entre el hecho de que se haya presentado a los padres como seres "inteligentísimos" y la cantidad de errores de bulto que habrían cometido en el supuesto asesinato, unas torpezas que sirvieron para enfocar hacia ellos la investigación desde los primeros días.
"Si uno está preparando, ensayando, intentando la muerte de su hija durante tres meses, dentro de un plan concertado, es del género bobo" que la lleve con síntomas a clase de música, o que se arriesgue a dejarla salir sola a la calle "en estado semicomatoso", como habría sucedido la tarde en que la pequeña murió.
"Si es así, estamos ante alguien que raya la subnormalidad", ha llegado a decir acerca de su clienta (pidiendo disculpas a quien pudiera ofender) Gutiérrez Aranguren, que ha desarrollado toda una "teoría del absurdo" en torno a la muerte de la cría.
"Va radiando que su hija anda como drogada; redacta una carta de justificación para el tutor [en la que dice que la niña sufre mareos y vómitos]; limpia las cuerdas para que no aparezca ADN pero echa otra a la papelera; quita las alfombrillas de atrás y deja las de delante en el coche en las que puede haber tierra de la pista donde aparece el cuerpo…", ha empezado a enumerar errores el abogado
. Y justo cuando se supone que transporta el cadáver en el Mercedes, "baja la ventanilla" y se para a preguntar por la leña al vecino del chalé de al lado.
El penalista ha puesto en duda varias de las pruebas, como la pericia de las cámaras, que concluye que la acusada solo fue y vino del chalé una vez aquella tarde.
 La Guardia Civil descartó grabaciones en las horas intermedias en las que aparecían coches parecidos al de Porto por determinados rasgos distintivos que, según él, "no se pueden apreciar" en unos fotogramas que son borrosos.
 Y aunque un agente trató de explicarlo la semana pasada, el abogado tampoco comprende por qué se tuvieron en cuenta unos posicionamientos del teléfono móvil y otros facilitados por las compañías no se consideraron válidos
. Ni encuentra explicación al hecho de que no se analizase, por ejemplo, la almohada del supuesto dormitorio del crimen, si la pequeña de 12 años fue asfixiada con un objeto blando que nunca apareció.

Modificación del fiscal

Esta mañana, la defensa de Porto se ha podido beneficiar en cierto modo de la modificación que hizo el jueves el fiscal, al admitir que cabe la hipótesis de que Basterra nunca llegase a estar en el chalé familiar del municipio de Teo, durante el proceso de asfixia.
 Según Aranguren, Rosario Porto no habría tenido ni fuerza ni medios para transportar ella sola el cadáver al camino forestal, situado a unos cuatro kilómetros de la casa y a 12 del centro de Santiago. No hay señales de arrastre en la vivienda, y según la tesis de la acusación la niña, que pasaba de los 40 kilos, habría muerto en el piso de arriba.
 Por eso Rosario no se habría bastado, ni "para subirla sedada" ni para bajarla ya fallecida.
La investigación siempre ha destacado que la acusada tardó el doble de tiempo en hacer el camino de vuelta, desde Teo a Santiago, que el de ida, de Santiago a Teo.
Pero en ese intervalo, ha enumerado su letrado, habría tenido que transportar el cadáver "con el tráfico intenso de regreso de las playas", "colocar" el cuerpo, quitarle las cuerdas, limpiarlas de todo rastro genético y regresar a su piso
. A la madre, según él, el tiempo no le habría bastado.
Las marcas de ataduras en la piel de la menor eran "purulentas y sangrantes", ha dicho la defensa. "O bien esas cuerdas nunca ataron a Asunta", o bien "Rosario Porto se para a limpiarlas para luego dejarlas allí", ha seguido Aranguren, dentro de su exposición general de "absurdos".
En esta enumeración de los sinsentidos que él ve en el caso, incluye los hipotéticos móviles del crimen, que los investigadores fueron cambiando, dice, según les convenía.
Primero se dijo que Asunta era la heredera de sus abuelos; y se demostró que era falso. Luego, que Porto podría tener "una enfermedad mental, un brote psicótico"; pero después se supo que la depresión puede llegar a empujar al suicidio, no al asesinato.

"No queremos condenas a medias"

Más tarde, se empezó a decir que a la madre "la niña le estorbaba"; "pero Asunta era una niña deseada, y en todo caso Rosario podía cederle la custodia a Alfonso, o mandarla interna", ha defendido Aranguren.
 Finalmente, "el último móvil", el de la "conjunción de voluntades entre padres" que garantizaría el sustento económico a Basterra y le uniría para siempre a Porto, es para este letrado el más delirante. "
¿Ustedes se imaginan que una pareja se pueda reconciliar matando a la hija que tiene en común?", ha preguntado a los jurados. "No queremos condenas a medias. Estamos absolutamente convencidos de la inocencia", ha defendido.
En su turno, Belén Hospido ha ido repasando todos los argumentos que esgrime la acusación contra Basterra, ordenador incluido, y ha ofrecido sus particulares explicaciones para casi todo
. Ha recordado que nadie ha podido probar la presencia del padre de Asunta en el chalé, pero que esa hipótesis fue introducida en el relato oficial porque, "si esto no era cosa de dos, al juez instructor no le cuadraban las cuentas".
 Es por ello, dice, que se contó que era un hombre extremadamente listo que se montó su propia coartada y fue capaz de salir del piso, ir por la calle con la niña, y quizás marchar a Teo y regresar sin que ninguna cámara recogiera su estampa.
 "Tan listo" que fue hábil para saber y burlar lo que no se supo hasta la investigación: que "una cámara giratoria" situada en un garaje próximo a su vivienda "captaba imágenes, pero no grababa".
La abogada también ha intentado demostrar que, de todos los episodios de mareos considerados como síntomas, o ensayos, del crimen durante el último verano, Asunta solo durmió con su padre una vez. También ha recordado que varios testigos, durante el juicio, reforzaron la idea de que la cría sufría rinitis alérgica, motivo por el que tomaba esos supuestos antihistamínicos a los que los padres atribuían el aletargamiento de la menor en dos clases de música.
 El ordenador portátil de Basterra, ha aseverado, se empezó a buscar el 4 de octubre, cuando lo requiere el juez por escrito.
 Las pruebas periciales nunca pudieron llegar a concluir que hubiese sido manipulado, y sin embargo, revelaron que "la última vez que había sido utilizado fue el 20 de septiembre", un día antes de la muerte de Asunta.
Como el primer día de este juicio, Aranguren ha vuelto a sugerir que el perfil de Asunta encajaba con el que buscarían criminales como el pederasta de Ciudad Lineal; ha recordado que "después de 18 años la Guardia Civil ha dado con el asesino de Eva Blanco" y ha comparado el caso compostelano con el de Rocío Wanninkhof, que mantuvo injustamente en prisión a otra gallega, Dolores Vázquez, "durante 579 días". "Rosario Porto ya perdió todo lo que tiene que perder.
Dentro o fuera de la cárcel, su vida no va a ser un camino de rosas", ha hecho ver al jurado su abogado.
"Se mancilló su honor sin derecho alguno y se entró en su vida privada para crear un ambiente hostil contra ella".
"No fue una buena investigación, pero ya no importa", ha concluido Hospido. "Alfonso, que tras la separación no pide un euro y encuentra un trabajo, amaba con locura a su mujer, y el vínculo era su hija.
 Sin la niña se queda sin nada", ha defendido. También sin esa "conexión con Rosario", esa mujer de la que, según la acusación, "esperaba vivir".
Para la abogada de Basterra "el móvil es importante, pero aquí no lo hay". "Solo hay una desgracia", la de su cliente, ha recalcado, que en esta sentencia "se juega no solo 18 años de prisión, sino poder llorar a su hija en paz, llegar a investigar quién la mató, y tener que seguir leyendo su vida en la prensa mientras se considera lícito publicarla porque es un hombre oscuro que mató a su niña".

Próximos pasos

El lunes a primera hora se redactará el objeto del veredicto, ese esquema de cuestiones encadenadas a las que los jurados tendrán que dar respuesta.
 Después, hacia el mediodía se les entregará y empezarán a deliberar. Dormirán en un hotel, aislados de familiares y amigos, hasta que las votaciones den un resultado.
 En medio de este proceso, el martes de la semana que viene, el juez instructor, José Antonio Vázquez Taín, conocido en toda España gracias a los casos de Asunta y el 'Códice Calixtino', aprovechará para presentar su tercer libro de ficción
: 'Matar no es fácil'. El primero versaba sobre el robo de un códice en la catedral de Santiago. El segundo, presentado durante el primer aniversario del crimen de Teo, sobre el asesinato de un matrimonio entremezclado con la desaparición de una niña de la misma edad que tenía Asunta al morir.