Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

24 oct 2015

Memoria del cante flamenco de la Segunda República.....................................................Álvaro Corazón Rural.



Imagen: Marita Ediciones.
Imagen: Marita Ediciones.
Cada vez que ha venido alguien extranjero a visitarme a España me ha pedido que por favor le lleve a escuchar flamenco.
 Pero no a un sitio para turistas, sino «donde lo escucháis vosotros».
 He tenido que explicar una y otra vez que no es precisamente mayoritario el español que el viernes noche se va a escuchar flamenco, que muchos españoles no han pisado una juerga flamenca en su vida, que la música más genuina del país, con la que se adornan los anuncios de «visite España», le resbala a la mayoría. Incluso que es más frecuente el que te suelta un repugnante y medio racista «me gusta la guitarra, pero no la voz» que quien distinga y admire los palos del flamenco.
Porque tenemos asumido que el flamenco es un género minoritario. Diego Manrique siempre ha reiterado en su columna que Camarón vendía muy poco en España. 
Y encima, La leyenda del tiempo, el disco que ahora todo el mundo dice admirar, los gitanos iban a devolverlo al Corte Inglés quejándose de que ese no era Camarón, o su Camarón. 
Sí que debe de haber razones objetivas para el desapego del español medio hacia esta música.
 Para empezar, que no se disfruta de forma instantánea, hacen falta años profundizando si no se ha mamado de cuna.
 Pero en la triste historia de España quizá haya un hecho determinante: Franco.
Cierto es que con la cantidad de sangre que corrió en el genocidio español, las familias que se separaron y las vidas que se truncaron, puede resultar obsceno preguntarse por cómo habría sido la evolución del cante flamenco en nuestro país sin el conflicto.
 Pero si este apartado de nuestra cultura popular cambió para siempre tras la guerra civil, fue precisamente porque buena parte de estos artistas eran afines a la república y como tales fueron asesinados, represaliados o desaparecieron. 
Lo mismo que su arte, cuyo contenido social y político fue silenciado y prohibido durante el régimen.
Para Juan Vergillos, historiador del flamenco, existe un antes y un después en el cante con la destrucción del estado democrático de 1931:
 «El cambio fue absolutamente radical. Franco se ocupó de despolitizar el flamenco y convertirlo en un fenómeno étnico en lugar de político.
 También con la Segunda Guerra Mundial cundió el miedo en todo el planeta, el miedo al otro, y surgió el arte de los gitanos, de los negros, etc. 
Antes el arte era arte, no tenía un color específico».
En el impagable ensayo de Alfredo Grimaldos Historia social del flamenco (Península, 2010) se documenta que ya en los inicios del siglo XIX sucesos de gran importancia política como la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis o el fusilamiento de Torrijos fueron recogidos por el cante de la época, que se alineaba con la revolución liberal española.
 Y en el libro del doble cedé Cantes y cantos de la República, editado por Marita y la Agencia Andaluza del Flamenco, se hace referencia a los cantaores de los años treinta como precursores de la canción protesta que conquistó los mercados de todo el mundo en la era hippie.
 «Este tipo de cuestiones está en el flamenco desde su origen», opina Vergillos, «ya cantó Siverio la “Seguiriya de Riego”, pero lo que pasó a partir de 1931 es que por fin se podía hablar abiertamente de estos temas».
Hasta el punto de que la exaltación de la República y sus héroes o de la bandera tricolor y las referencias a problemas sociales llegaron a convertirse en una moda propiamente dicha, un género en sí mismo. 
«Gran parte de los flamencos eran gente del pueblo, así que la mayoría se alineó con el nuevo régimen. También fue una moda, no estrictamente flamenca, sino española, y algunos se sumaron por seguirla, claro.
 Tal y como señaló Pericón de Cádiz en sus deliciosas memorias, donde comentó que él cantó letras reivindicativas para llegar a un público mayor», explica este historiador.
Así aparecieron los fandangos republicanos y sus derivados, la mayoría grabados por discográficas de Barcelona.
 El flamenco había alcanzado gran relevancia en esta ciudad desde la Exposición Universal con la apertura de nuevos locales con espectáculos dirigidos tanto al público local como al primer turismo y visitantes de la aristocracia europea, como relata Montse Madrilejos en la revista de investigación sobre flamenco La Madrugá (nº2, junio 2010).
 Estos sellos juntaron a los guitarristas locales más importantes del momento, como Pepe Hurtado, Manolo Bulerías y Miguel Borrull hijo, con los cantantes que más frecuentaban Cataluña y aprovechaban su estancia para grabar.
Uno de ellos era Manuel Vallejo, autor del primer disco dedicado a la Segunda República con música del maestro Quiroga, un fandango en recuerdo de los militares republicanos sublevados en Jaca en 1930, Galán y García Hernández, fusilados inmediatamente después.
 También Chato de Ventas, el Gran Fanegas o el Guerrita registraron piezas de adhesión al nuevo régimen, como la de este último, murciano, «España es republicana, de matices tricolor».

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